Este es un texto compuesto por poemas y cuentos, en que se conjuga el amor como un procedimiento de reinvención y la naturaleza, que actúa como un depositario de la esperanza y que envuelve al poeta en un nuevo viaje, quizás en un reencuentro después que los sonidos de esas campanas, no vuelven, sonidos que simbolizan los momentos de amor vividos, que marcharon al pasado y que se encuentran cubiertos por la capa del olvido. Muchas imágenes en los poemas que envuelven las ideas, mucho ritmo melodioso que incita a seguir navegando por esas olas encabritadas que miran hacia el pasado y hacia el futuro, con el intenso anhelo de que cada uno de nosotros nos veamos reflejados en esos senderos. Pablo lo relaciona todo, porque en verdad, todo está relacionado, desde el amor a un mar encabritado hasta el amor a Dios, que guía el caminar de un hombre que se abre paso entre el follaje de la vida y que intenta, como cada uno de nosotros, ser feliz, pero que sólo consigue sobrevivir día a día.
También aparecen cuentos que nos pasean por lo cotidiano, pero que nos deja atónitos observando cómo esa realidad se transforma de súbito en un mundo fantástico, en donde lo inesperado es la clave, en donde la aparición de aquello que no se piensa emerge como un remolino que nos aturde, pero que nos remueve y nos hace tomar conciencia de que la vida cotidiana es más que aquello que vemos todos los días... la vida cotidiana es un descubrir lo que está bajo el manto de lo aparentemente real, pero que no es otra cosa que nuestro acostumbramiento a lo habitual. Aparece también el soliloquio, mezclado con la corriente de la conciencia que nos hace reir, preocuparnos, vernos en un espejo y reflexionar, sí, preferentemente reflexionar, con una escritura del descubrimiento de la nueva palabra. Una invitación a leerlo. Más bien ¡hay que leerlo! Y esperamos que vea la luz otro libro de este buen autor chileno.