Premio Alejo Carpentier, Novela, 2016.

Según parace decirnos el autor de Demonios, no son las razones que nos mueven, o su puntual definición o su dudoso control, lo importante, sino el movimiento en sí; cumplir con un destino, sin reparar en los precios o en quien los paga o cobra. Lo esencial es admitir la avidez, la honestidad del instinto más visceral, y buscarnos entre quienes dialoguemos en el mismo lenguaje de la carne siempre veraz, y de esa carne sujetarnos.

Desde el estilo minucioso de Alberto Garrandés, la novela grita; en un juego de espejos de la realidad -ora mundana y palpable, ora mítica y atemporal- los personajes claman para reinvertarse los unos a los otros, y estos alaridos nos inflaman en la sospecha de que el autor se ha propuesto, con cada exacta palabra, no más que invadir a alguien por completo ausente del cuerpo de su arriesgada obra, y que sigue siendo, para él, tan perpetuamente desconocido como desesperadamente deseado.