Salvador Allende 2.0

Se trata del Inmortal al que veneramos sin conocer su nombre. Vivió mucho tiempo atrás pero aún sigue vivo.
Tractates Cryptica Scriptura, Philip K. Dick



Salvador Allende despertó de un sueño profundo y de sorda somnolencia. No sabía dónde estaba.
—¿Qué me ha sucedido?
No soñaba, no. La habitación, una habitación de verdad, aunque reducida, aparecía como de ordinario entre sus cuatro desconocidas paredes blancas.
Su primer instinto fue llamar a su amigo y secretario, el periodista Augusto Olivares.
—¡Perro Olivares!
Sus amigos le decían “Perro”, por su tenacidad de Pit bull para buscar la noticia como reportero.
—¡Perro Olivares!
Nadie le contestó. Todo calla en la antigua casa. No había amigos ni moradores.
Lo último que Allende recuerda es que estaba en el Palacio de La Moneda en el intenso momento de la ruptura, la fractura sin horizonte del 11 de septiembre de 1973. Aviones de la Fuerza Área lo habían bombardeado y los ladrillos eran humo, grietas y escombros. Allende ve las llamas que se retuercen en las destrozadas ventanas biseladas y relampaguean en sus fragmentos. Vigas que se desprenden del techo.
Se acomodó en el sillón.
Alguien entrará por la puerta en donde tiene fija la vista.
Es lo último que recuerda. Recuerda además que lo gobernaba el impulso ético y acaso triste de no dejarse humillar, “no colocaré la otra mejilla, no traicionaré un proyecto justo”.
Sálvate a ti mismo, Salvador; no puedes salvar a otros.
Ahora se despabila lentamente y tiene cortos y agudos flashes de memoria recobrada, de recuerdos residuales.
Reconoce que ya no está en el palacio presidencial La Moneda. ¿Qué pasó con el bombardeo de los aviones a La Moneda?
Se levantó por el lado derecho y se vio en una pequeña y humilde casa de un piso.
Abrió la puerta a la calle. Era su Santiago querido. El frío arreció y tuvo un picor en la nariz.
Estaba frente a la plaza de Almagro en el centro de Santiago
¿Qué hago aquí?
¿Cómo llegué aquí?