Al iniciarse la Campaña Admirable (1813) un sacerdote de nombre Alejo María Buseta se entusiasma con la campaña del Coronel Simón Bolívar y con él la ciudad de Ocaña. Las divergencias de los criollos y los eventos en la región crearon una leyenda sobre el sacerdote conocido por su orgullo y por una fortuna heredada. Cuando el Pacificador Murillo (1815) se presentó en la ciudad capturó al sacerdote y lo multó con $1.000. Para pagar debió entregar cinco piezas de esclavos entre las que estaba Lucia León madre de Secundino Jácome a quien la tradición y el documento bautismal permiten atribuir la paternidad del Libertador Bolívar. A la muerte del padre Buseta en Santa Marta se notificó del testamento y allí se hablaba del entierro de cuatro botijuelas con objetos y monedas de oro y plata. Al ser exigidas por la autoridad las dos hermanas de Buseta caen en la mirada acusatoria pues no se encontraron dichas botijuelas. La tradición creyó en la inocencia de las hermanas del sacerdote y construyó la leyenda de la aparición nocturna del `personaje tratando de mostrar el sitio donde había hecho el entierro. Al final en 1943 los obreros del Cementerio Católico encontraron las botijuelas pero con tal ignorancia que fueron a vender los contenidos a precios de moneda corriente. El relato muestra algunos eventos históricos relacionados con la leyenda.