ESCRITOR Y DIPLOMATICO.- Nació en Guayaquil el 17 de octubre de 1.905, hijo legítimo del Dr. Leonidas Benítes Torres, médico fundador del Instituto de Vacuna, Cirujano de los ejércitos liberales, escritor, Diputado y Gobernador del Chimborazo en 1.910 y de segunda esposa Angelina Vinueza Rodríguez, Guayaquileños. El Dr. Benítes Torres fue un filántropo pues acostumbraba vacunar gratuitamente al pueblo.
Fue el segundo de tres hermanos recibió las primeras letras con las monjas de la Caridad de Riobamba, asistió a la Preparatoria Inferior del San Felipe Neri, estudió la secundaria en el Colegio Maldonado y en 1.917 regresó a Guayaquil por muerte de su padre y entró al Vicente Rocafuerte, donde tuvo profesores excepcionales como los Dres. José Vicente Trujillo y Pedro José Huerta, quien acostumbraba obsequiar libros a sus alumnos, para motivarlos, aun más, hacia la historia. La lectura de “Las ruinas de Palmira” del Conde de Fourney y la desaparición de su padre decidieron su agnosticismo.
De esta época son sus comienzo literarios en el grupo de los Hermes inicialmente formado por el periodista de “El Guante” Rubén Irigoyen, con jóvenes idealistas amantes de las bellas letras, que se reunían a leer y a recitar en casa de la poetisa Aurora Estrada y Ayala, comentando toda novedad. Los Hermes gustaban del Modernismo y admiraban a Darío, pero la mayor influencia les venía de Rodó y de Herrera Reisig, pues, en el Ecuador, el Arielismo llegó paralelo al modernismo y alcanzar al ángel Ariel, símbolo de la espiritualidad hispanoamericana, era sinónimo de dignidad y honestidad.
En 1.922 fue testigo de la matanza del 15 de Noviembre y desempeñó la secretaría de la redacción de la revista mensual de letras y artes “Síngulus”, órgano del grupo de los Hermes, donde aparecieron varios de sus poemas simbolistas. Ese año Heleodoro Avilés Minuche le llevó a colaborar en “EL Guante” con versos juveniles y cuentos fantásticos de tipo parabólicos muy a lo Oscar Wilde, que no constituyeron simples escarseos literarios porque dejaron un surco hondo.
En 1.923 ganó el primer Premio en un Concurso del Colegio Vicente Rocafuerte con dos relatos cortos, muy influidos por la lectura de los cuentos del escritor argentino Horacio Quiroga, de gran reciedumbre y audaz fuerza expresiva, titulados “La Mala Hora” y “'El Enemigo”, que aparecieron recién cuatro años después en un folleto de escasa circulación. No obstante, por ellos, está considerado el precursor del grupo de Guayaquil, que dio la tónica a la literatura nacional que vendría después.
Tenía escasamente dieciocho años y acostumbrada reunirse con varios compañeros en los bajos del Chalet de su madre ubicado en Rocafuerte entre Urdaneta y Mendiburo y se iban a remar al Salado o boxeaban amistosamente. Era alto y fornido, leía sin descanso, amaba la cultura y comenzó a estudiar medicina, carrera que abandonó a instancias de su madre para entrar a la Facultad de Jurisprudencia de La Universidad de Guayaquil, aunque su verdadera vocación era la Medicina, pero el ambiente le llevó estudiar Derecho.
En 1.921 ingresó de Bedel al Rocafuerte con S/. 150 de sueldo y pudo ayudar a cubrir los gastos de su casa. Después ascendió a Profesor titular de las cátedras de Historia de la Literatura castellana y de Etica con S/. 350 mensuales. En 1.926 rindió su grado de Licenciado en Ciencia Sociales y comenzó a escribir para la revista “Savia”. El 27 colaboró en la revista “Voluntad”, el 28 contrajo matrimonio con Margarita Sierra Escalante y egresó, sin que jamás le interesara graduarse. El 30 integró el equipo de Universitarios ecuatorianos que se impuso en un debate frente a los estudiantes de la U. de Yale con vibrante oratoria.
En 1.932 fue secretario Municipal en la administración de Alberto Guerrero Martínez y colaboró en “Semana Gráfica” con algunos de sus poemas. La revista era de propiedad del Diario El Telégrafo. Allí salió “la Canción del Guayas”. Fragmento: //el Poema de mi río es rudo y es bravío/ como los troncos recios que se hunden en sus aguas/ tejiendo la frescura del remanso sombrío/ para el idilio casto de canoas y piraguas.../ el 33 fue Subsecretario de Obras Públicas en el ministerio de Alberto Ordeñana Cortes. El 35 trabajó para los ferrocarriles del Estado en Quito.
En su poema “Canto de nostalgia al Ecuador” en versos profundos y de gran fuerza, se refiere a los elementos históricos que identifican al país como una nación rica y grande por sus recursos naturales y por sus bellezas de orden geográfico. Allí dice: Fragmento:
En el café sofisticado
Me viene una entrañable confidencia de aromas
Que conocí en su virginidad de flor y fruto.
Los rubios cigarrillos con humo de farmacia
me traen el recuerdo de mis verdes humaredas de selva
y de vegas sombreadas de tabaco
en ríos ilustrados de iguanas y de garzas.
Ríos con hombres de siete siglos
en lenguas que han olvidado de pronunciar los hombres:
el Guayas de mangles pescadores,
el Babahoyo turbio de cacaotales,
el Yaguachi crecido de arroz y de bananos
y el Taura con su sol tatuado de caimanes.
Palpo en la sombra nubes de cemento
buscando cómo abrirle ventanas al recuerdo.
Para ver como crece la alfalfa y la cebada,
la amarilla gravidez del maíz,
la vida subterránea de la papa,
en mis laderas que conocen de la paciente sabiduría de los bueyes.
¡Oh, mi Ecuador distante!
Mis páramos de anchos vientos ilimitados,
que andan sobre la arena con sandalias de nieve.
Mis volcanes que editan decálogos de lava.
Mis torrenteras crinadas de helechos.
Mis ríos que conocen el ovalo secreto del níspero.
Mis playas en que tiende su desnudez la espuma.
¡Oh, mi Ecuador distante!
En 1.936 aparecieron sus primeros artículos en el Diario “El Universo” bajo el pseudónimo de “Alsino”, personaje -especie de Icaro- tomado de una novela poco conocida del escritor chileno Pedro Prado. Pronto su columna “Hombres, cosas y hechos” se hizo famosa porque apuntaba soluciones económicas y sociales, sirviendo estos artículos de base para su futuro libro “Ecuador, drama y paradoja”, pero la dictadura del Ing. Federico Páez clausuró “El Universo” y cuando, a los pocos meses, se reabrió el diario, formó parte de la redacción y empezó a firmar directamente con su nombre.
En 1.940 publicó en la revista del Vicente Rocafuerte un ensayo crítico titulado “Perfil del coloniaje” en 6 pags. y habiéndose motivado por la vida de Espejo, agudo pensador y precursor de nuestra independencia, aprovechó la biblioteca del colegio para escribir, tras consultar a varios autores, “El Zapador” de la colonia, la vida y obra de Francisco Javier Eugenio Espejo; también apareció en esa revista en 1.944 en 60 pags. el primero de sus ensayos magistrales donde hizo crítica.
Al poco tiempo el régimen arroyista reorganizo dicho plantel y como retaliación por sus artículos en “El Universo” fue excluido del profesorado.
Una noche la pesquisa visitó su chalet pero no pudieron encontrarle. Puesto sobre alerta, tuvo que viajar a la hacienda de un amigo en Taura y permaneció cuatro días escondido en ese rincón de la selva tropical ecuatoriana, hasta que fue avisado de que ya no existía la orden de prisión emanada en su contra.
Durante la invasión peruana de 1.914 ocupó la secretaría de la Junta guayaquileña de Defensa que presidió el Dr. Darío Rogelio Astudillo Morales y Guayaquil fue declarada ciudad abierta para impedir su bombardeo por la aviación y armada peruanas. También se preparó la defensa militar, rechazando el Informe de la Misión Militar Italiana que aconsejaba defender únicamente la sierra y colaboró desde la Secretaría de la Cruz Roja Provincial del Guayas.
A fines de año fue invitado por “Trie National Press Club of Washington” a visitar los Estados Unidos y a dictar varias conferencias.
Fueron tiempos difíciles por la constante vigilancia de la pesquisa, que sumado al subempleo lo mantenía en absoluta pobreza, pero aprovechaba cada minuto libre en fructíferas lecturas, estudios y meditaciones y así nació el sociólogo brillante y erudito, que dedicábase a reflexionar acerca de la realidad del País. Por eso sus escritos reflejan el hondo drama de una Patria dividida y atropellada y a la par de ello aumentaba su recia oposición al gobierno a través de su columna periodística.
En 1.942 los Estados Unidos envió una Misión reconstructora a la provincia de El Oro y fue invitado a conocer esos trabajos. Estando en Machala en Marzo del 43, fue sorpresivamente apresado y conducido por mar a la cárcel de Esmeraldas, donde permaneció diez meses detenido sin fórmula de juicio, mientras se investigaban los cargos de conspiración contra el régimen. Durante ese tiempo escribió la odisea del descubrimiento del río Amazonas por Francisco de Orellana que tituló “Los Argonautas de la selva” hermosísima defensa de los derechos ecuatorianos sobre el gran río. Para ello se fundamentó en los documentos encontrados por Toribio Medina en España y muy principalmente en la Relación del Descubrimiento del Amazonas por Fray Gaspar de Carvajal, que incluyó Medina en su obra. Igualmente siguió enviando artículos a “El Universo” y al recobrar su libertad ingresó a “Acción Democrática Ecuatoriana” ADE. En sus páginas de lucha contra el arroyismo hay una gran pasión por la vida, por los derechos políticos y sociales, por las conquistas históricas del pueblo, por la democracia y por la cultura de los ecuatorianos.
Al triunfar la revolución del 28 de Mayo de 1.944 el Comando de ADE., le designó Diputado funcional por el periodismo de la costa a la Asamblea Nacional Constituyente que se reunió en Quito y dictó la nueva Constitución del 45 y al fundarse la Casa de la Cultura Ecuatoriana fue electo Miembro Nacional.
Mientras tanto había arribado al país el historiador y periodista mexicano Daniel Cosío Villegas en busca de material para el “Fondo de Cultura Económica” que editaba en México la Colección Tierra Firme y se entusiasmó a leer los originales de “Argonautas de la Selva” que consideró una aventura cósmica por las selvas del Amazonas, se los llevó y salieron editados en el No. 8 de la citada Colección, en 306 pags. De esta novela histórica, biográfica y telúrica porque la selva está pintada en todo su realismo, dijo José Vicente Trujillo que era “uno de los más grandes poemas vegetales de América”.
En marzo del 46 advino sorpresivamente la dictadura del Presidente Velasco Ibarra que Benítes combatió por ser militantes de la Izquierda moderada ecuatoriana y entre Octubre y Noviembre escribió por encargo del mismo “Fondo de Cultura Económica” que le pagó mil dólares, su ensayo crítico “Ecuador, drama y paradoja”, trabajo medular editado en 1.950 en México, en 282 pags. y ensayo de libre interpretación sobre el proceso de formación histórica, todavía vivo, que es el Ecuador; situándose en la línea de una tradición rica en sociólogos eminentes. Esta obra es lo mejor y más denso de lo suyo, es obra capital para el estudio y conocimiento del devenir de nuestra Patria en el tiempo porque es un desbrozar de su historia, donde destruye muchos mitos y abre amplios panoramas sobre sucesos minimizados y hasta olvidados, de suerte que contiene claves esenciales que permiten comprender. Por esta obra se le ha comparado con Pío Jaramillo Alvarado, ese otro gran ecuatoriano de todos los tiempos llamado no sin razón “Doctor en Ecuatorianidades” y con Angel Felicísimo Rojas, que en “la Novela Ecuatoriana” hizo trabajo parecido en intensidad, profundidad y belleza que el de Benítes, esfuerzo grande de su parte pues se propuso alcanzar el mismo fin, es decir, una visión global y amplia de nuestro pequeño gran país.
Esta nueva obra se basó en su mayor parte en sus artículos aparecidos en “El Universo”, que contenían sus criterios socioeconómicos y demás antecedentes, pero el libro casi no circuló en el Ecuador; en cambio, tuvo amplísima acogida en el exterior, sobre todo en el campo de la sociología, que estaba creciendo y poniéndose de actualidad.
Ese año 46 también apareció en la revista de la CCE. sus ensayos “Don Juan, el antiamor” y “Sociología del arte”.
En 1.947 fue invitado por la Universidad de Bogotá a dictar conferencias sobre diversos aspectos sociológicos y una tarde ocurrió que el taxi en que iba se salió de la carretera, chocó y sufrió la fractura de una pierna, siendo hospitalizado varias semanas. En tan críticas circunstancias el Ministro de Educación, Dr. José Miguel García Moreno, le llamó a Quito a nombre del Presidente Carlos Julio Arosemena Tola para que aceptara permanecer en Bogotá como Consejero de la Embajada, ayudando en los trabajos preparatorios de la Conferencia Panamericana, empleo provisional dada su situación de apremio, pero regresó a Guayaquil a los tres meses.
Entonces el gobierno insistió para que escogiera la plenipotencia en Cuba o en Uruguay y siendo un convencido arielista prefirió esta última y viajó a Montevideo en 1.948 con el rango de Enviado Extraordinario y Ministro, donde vivió por espacio de cinco años en dinámica acción cultural, la Universidad de esa capital le premió entonces con el titulo de Doctor Honoris Causa, conferido solo seis veces en cincuenta años.
En 1.951 había estrenado en Montevideo una pieza teatral, aun no publicada, titulada “Cuzunza o aguas turbias”, cuyo argumento trata sobre un europeo llagado a América en busca de tesoros, sus penalidades y muerte por falta de adaptación al aspecto selvático de nuestra región oriental ecuatoriana.
En 1.953, Velasco Ibarra, ya amistado con Benítes, le trajo para designarlo Embajador en Guatemala, pasaron varios meses y por no estar reunido el Congreso, decidieron sus amigos dentro del gabinete Dres. Teodoro Alvarado Garaycoa y Roberto Nevares Vásquez, que más le convenía ir de Ministro Alterno ante las Naciones Unidas, funciones secundarias que no requerían de aprobación alguna y aceptado por el representante Principal Dr. José Vicente Trujillo, viajó el 54 a la sede en Nuew York, teniendo sus primeras experiencias en este campo hasta el 58 que pasó de Embajador en Bolivia, país que vivía los cambios propios de una revolución total.
En 1.959 aparecieron publicados sus estudios sobre Espejo y Mejía en 56 y 54 pags. respectivamente, como ensayos de Introducción al volumen “Precursores” de la Biblioteca Mínima Ecuatoriana editada con motivo de la Undécima Conferencia Panamericana. Ambos trabajos y otros más sobre Juan Montalvo volverían a aparecer bajo el título de “El vigilante de la noche” en un libro impreso por la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
Ese año 59 fue traslada a la Argentina y afrontó la gravísima situación planteada por el asilo de varios políticos en la sede de la embajada ecuatoriana y luego de varias semanas de papeleo pudo enviarlos a salvo a Montevideo. Poco después siguió a esta ciudad con el rango de Embajador y casi enseguida, en 1.960, Velasco le pasó urgentemente a New York, como representante principal del Ecuador ente la ONU en reemplazo de José Correa, reiniciando sus actividades en ese organismo.
En 1.966 fue Presidente del Consejo de Seguridad durante la Vigésima Octava sesión reunida en New York. El 73 presidió, por votación unánime de sus miembros, las sesiones de la Asamblea General, cargo el más alto de la diplomacia internacional y especie de presidencia mundial, honor nunca antes ni después conferido a un latinoamericano, de suerte que se dijo que era la voz del tercer mundo; luego presidió la Comisión encargada de elaborar la Ley internacional del Derecho del Mar. En Noviembre de 1.974 fue invitado a dictar un ciclo de Conferencias en Ambato y habló por primera vez en el Ecuador de la defensa del medio ambiente cuando solamente en Europa los llamados Partidos verdes o ecologistas se preocupaban de la defensa mundial de nuestro ecosistema. De esta época es su doctorado Honoris Cansa en la Setton Hall. University de New Jersey y tras trece años de triunfal carrera en la ONU, volvió a Guayaquil en la nefasta dictadura del General Guillermo Rodríguez Lara. Su labor como internacionalistas había sido en extremo provechosa pues al haber aceptado a 17 países africanos nuevos en la ONU, abrió las puertas de ese organismos al conglomerado mundial e inició el proceso de descolonización; además, su participación en la Convención de Jamaica que trató sobre los derechos del mar y en el tratado de Tlatelolco en México basado en la proliferación de la armas nucleares, le hizo un funcionario de visión universal.
Poco después sus amigos diplomáticos de New York le consiguieron que representara al Ecuador ante la Comisión de Derechos Humanos con sede en Ginebra, presidiéndola en 1.976, años en que fue contratado por la ONU para formar la Comisión de Investigación sobre la Violación de los Derechos Humanos en Chile y para que se respeten los Derechos Humanos trabajó con exiliados en México, Venezuela y Suiza hasta 1.980 en que concluyó sus labores y regresó a Guayaquil, retomando su columna en “'El Universo” para orientar a la opinión como en otros tiempos y hasta criticó al gobierno de ese entonces con su magistral estilo de siempre. La Universidad de Guayaquil le otorgó el Doctorado Honoris Causas y fue electo Miembro de la Junta Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores.
En 1.981, con motivo de los enfrentamientos armados fronterizos en Paquisha, fue enviado a conferenciar en Washington con otros delegados ecuatorianos, gesto que le acercó al Presidente Jaime Roldós.
La Casa de la Cultura de Guayaquil habíale editado en 1.977 una selección de su poesía con el título de “Poemas en tres tiempos” en 110 pags. en el No. 44 de la Colección “Letras del Ecuador”, con sonetos y cantos que incluyen “Monetario al amor sin orillas”, “Cantos al amor unívoco”, “Poemas Newyorkinos” y “La voz sin eco”.
En 1.982 el Presidente Oswaldo Hurtado le envió de Embajador del Ecuador en México para reemplazar a Demetrio Aguilera Malta y apareció en la revista de la Sociedad Jurídico Literaria de Quito su ensayo “Tiempo y Presencia de la Generación Decapitada” en 54 pags. el 85 enfermó gravemente en New York uno de sus hijos con cáncer y al ocurrir su deceso el 86, Benítes se retiró de la vida diplomática, justo a los 80 años de edad.
Recluido a su villa ubicada en el corazón de Urdesa, entre música, familiares y libros, le entrevisté y me declaró que tenía bastante avanzado una obra sobre el Libertador Bolívar romántico y otra sobre el formidable polemista que fue Juan Montalvo, pero que quizá no podría terminarlas, pues parecía que los años de diplomacia habían atemperado su necesidad de escribir como suele suceder a menudo.
Poco después una lenta enfermedad le ocasionó una especie de sopor del que no salió a pesar de los años y la atención médica recibida y falleció en Guayaquil, de 89 de edad, el 7 de marzo de 1.995, dejando un vacío que difícilmente se llenará en el campo de la crítica histórica y sociológica, aparte de que como periodista fue irónico y contundente y como escritor tuvo estilo magistral.
El ensayista argentino Carlos Piñeiros en su obra “Pensamiento equinoccial” le dedica un capítulo especial a su vida y obra.
Antonio Sacoto ha escrito “en Benítes se dan la mano el poeta y el historiador, manteniendo una armonía, un equilibrio, en una de las prosas más bellas de su período”.
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