An edition of La Hora Llena

La Hora Llena

(poemas de amor, pasión, locura, redención y muerte)

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April 13, 2010 | History
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(poemas de amor, pasión, locura, redención y muerte)

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Publish Date
Publisher
Obsidiana Press
Language
Spanish

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Book Details


Published in

West Virginia, USA.

Edition Notes

Leopoldo Minaya es una de las voces más genuinas de la poesía dominicana contemporánea. Autor de hermosos poemarios y diversos textos de narrativa infantil y teatro, ha incursionado en la lírica con una energía emotiva, espiritual y dramática que hace de la palabra una llama de amor y, de la vida, una fuente de hermosura, verdad y trascendencia.
Al fijar mi atención en la obra literaria de Leopoldo Minaya aprecio un trabajo creador con una calidad poética representativa de la literatura dominicana contemporánea, en atención a la belleza de su formalización y la hondura de su contenido.

Cuando Leopoldo Minaya publicó sus primeros poemas (1), pudimos apreciar la gestación de una voz poética fresca y remozante en las letras dominicanas. El presente estudio sobre su creación poética está centrado en La hora llena, editado en el 2007 en los Estados Unidos de Norteamérica, donde actualmente reside el poeta.

Leopoldo Minaya es un poeta abierto a la tradición clásica y moderna de la literatura y su lírica revela la huella de los poetas de nuestra lengua y de los místicos y metafísicos de la literatura universal. La poesía moderna, a veces complicada y oscura, otras veces profunda y trascendente, perfila con inusitado aliento las gemas interiores de la imaginación lírica de un creador, que en el caso de Leopoldo Minaya, manifiesta lo que enaltece la condición humana. La creación poética de Leopoldo Minaya, consustanciada con la energía mística de lo viviente, se nutre de la belleza de la Creación y el encanto del Misterio.

La alforja lírica de este valioso creador dominicano, impregnada de los veneros románticos, simbolistas e interioristas, potencia la facundia creadora de su limpia inspiración. Clásico por instinto y moderno por sensibilidad, todo en él se aúna para hacer de su creación el cauce de una visión interiorizada y trascendente. Fluyen en las diversas creaciones de este hacedor de la palabra el acento del versículo bíblico, la huella de las jarchas mozárabes y el aire sutil de una voz milenaria que flota en sus imágenes sonoras y elocuentes (3).

La vertiente espiritual y afectiva del numen creador de Leopoldo Minaya recrea el acento de una voz que tiene el eco del Infinito (3). El tiempo, la vida, la muerte, el amor y la pasión impregnan su poesía de un aliento angustioso y nostálgico pero al mismo tiempo reflexivo y liberador que se alternan con los saludables influjos de importantes autores de la literatura universal, que el autor conoce y valora, entre los cuales hay que mencionar los nombres de Jorge Luís Borges, Constantino Cavafis, Antonio Machado y Federico García Lorca, entre otros creadores contemporáneos.

Cuando, en un arranque de inspiración quevediana, el poeta expresa: “Quien escribe estos versos no comprende/ que es polvo, que es humo, que es ceniza”, no está sino potenciando una tradición ascético-poética que actualiza con su aire de aeda y visionario. Su potencia poética fragua una virtualidad genesíaca con hondura mística y belleza interior, conforme apreciamos en “Humo humanidad”, juego de palabras que aluden al étimo de base (humus significa ‘polvo’, ‘lodo’, ‘tierra’), pues del vocablo humo se forma la palabra humanidad, que alude al ‘barro que piensa’, según el decir lírico de Minaya:

Hablo del humo y hablo de lo humano,
hablando, en cada caso, por lo mismo:
la relación del pez sobre el abismo
se implica en la ecuación, si das la mano.
Va de intento: Timón cavó la gruta,
pues Pluto pareció y fue humillado…
¿No es a Pluto a quien buscan en tu prado?
Y perder a un amigo, ¿no te enluta?
Al cabo del vaivén, nada es eterno…
¿Y podremos decirlo los poetas
o decirlo el pintor con su paleta?
No todo es material, algo es eterno,
espíritu-espiral, volunta-criba,
desmembramiento humano que trasciende
siendo humo (no pesa y se comprende
su vocación de andarse siempre arriba).

Leopoldo Minaya canta lo que estremece su sensibilidad con una amorosa visión de lo viviente y una actitud empática ante lo real en cordial sintonía con la esencia mística de la Creación. Ese modo de ser y proceder hace que el verbo poético, impregnado de una irradiación profunda, entusiasme y atice el vuelo del espíritu.

Leopoldo Minaya no es un poeta superficial ni aéreo, sino un hondo escrutador de lo que sucede en la vida. Centra su atención en el discurrir de lo existente y cala el sentido prístino de lo viviente. Su talento creador otorga al poeta interiorista el poder de explayar en su poesía la dimensión inusualmente imperceptible de lo real, subrayando con fino humor y sutil ingenio la vertiente metafísica de lo viviente. Por ejemplo, en “Muerte” explora la razón del designio insondable que aniquila el soplo de la vida...

Deudor de Rubén Darío, Rainer Maria Rilke, Miguel de Unamuno, Jorge Luis Borges y Franklin Mieses Burgos, nuestro creador encarna la potencia lírica del genio poético que sabe conectarse a la memoria colectiva de la Humanidad en busca del numen iluminador. La poesía es una interpretación estética y simbólica de lo que acontece en la vida, expresada con emoción, belleza y verdad, mediante el lenguaje de la imagen y el hallazgo de la intuición.

Nuestro poeta tiene una honda visión de lo existente. Todo comienza con la convicción de la fe en los dones con que venimos a la vida para conocer y descifrar el Mundo, que está lleno de símbolos. Somos símbolos y habitamos símbolos, decía Emerson, cuya exégesis inquieta a Leopoldo Minaya con la clara conciencia de saber que hay un derrotero final en la inextricable sombra que desconcierta y abruma. A esa verdad alude el poema “La piedra existencial”, como una manera de alumbrar la base primordial de lo viviente:

No soy la piedra que mató a Goliat
-a matar no me enseña el Cristianismo-,
soy la piedra angular, soy basamento
bañado eternamente por un río.
Diversidad de piedras meteóricas,
alto y raro Universo que respiro,
astros (Lunas y Soles y Planetas)
que lucen, como dedos, sus anillos:
No soy la piedra de discordia.
En vano arrimóse Satán a mis oídos.
¿Piedra filosofal? ¡Nada tan bello!
¿Piedra de toque? Duelo y esclavismo…
(Pero aquel que llegare hasta estas letras,
piedra filosofal es en sí mismo
-piedra filosofal que frote piedra
Filosofal dará…oro macizo-,
y si hiciese brillar este poema,
colocando la piedra de su espíritu,
afirmando o negando o descreyendo,
será dueño de ¹/³ de sus símbolos
…y en completa equidad, pues corresponde
otro tanto al azar o a los designios).

Cuando las cosas se ven con los ojos del alma, se aprecia mejor su dimensión hermosa y cautivante. La poesía que mana de un corazón enamorado, como es la de Leopoldo Minaya, refleja un encanto y un fulgor que subyuga mediante el requiebro de las imágenes y el sortilegio de sus gemas simbólicas, que son las que encienden el espíritu con la llama de lo trascendente. Leopoldo Minaya glorifica la intuición que acierta a fundar una creación que ni la misma muerte podrá triturar, como sugiere en “La oda sagrada”:

Contamos las historias, las edades,
porque desembocamos en la luz,
porque al compás de desiguales años
quisimos ser caballos de más brío.
“Ser o no ser”: dilema de existencia,
discursea el hondón de los sentidos,
y en profesión de fe y de los comienzos
nos vamos, con franqueza, de las manos…
Pero es así. Nosotros, tan anónimos,
tan calladitos a mitad del prado,
por una vez vencimos a la muerte…
¿Victoria excepcional!
-¡Gloria es nacernos
…que el espíritu escupe eternidades!

El concepto de la domna angelicata, que idearon los antiguos neoplatónicos para aludir a la mujer cuya belleza impregnada de gracia nos conecta a la llama misma de la fuente primera, es motivo y motor en Leopoldo Minaya, que recrea esa visión esplendorosa de la gracia encarnada para orillar el venero de lo Eterno. En su poema “Medio de los sentidos”, la mujer es el amanuense de la gracia y de las hondas verdades que por su mediación nos completa y redime, como se aprecia en sus versos encendidos de la divina gracia:

Ese pacto final entre las luces
y el ojo, el órgano impaciente,
raíz del ver (¡el mundo, multitudes!),
¿de qué vale? Al fin, nunca podemos
aprehender el objeto, sólo luces reflejadas.
Así fijé en oír el absoluto…
Llegó hasta mí la Voz Fundamental
y posóse en mis tímpanos malditos
no aptos para oír su funeral.
La razón me arrogué. ¿A qué escuchar invictos?
¿La derrota a qué suena en tu cordal?
Pensé: debo tocar, tocar, tocar,
no puertas, no linos
ni amatistas ni oropel,
sino lo duro, lo blando, la textura,
principio de un saber reconocer;
pero ¿cómo podré tocarte, Luna,
infinito gigante, orbe, granel
de astros, nebulosas transparentes,
idea, espíritu, esencia, Alto Saber?
Hay una alternativa que se ofrece:
-¿Nunca has tocado un cuerpo de mujer?

La poesía genuina y auténtica, la que sale del corazón sensible a los encantos de la Creación, logra la forma que canaliza la gracia sutil y la llama increada con el aura incandescente y el rebol luminoso que hace de la palabra un aliento de entusiasmo y un remedo radiante de las apelaciones entrañables. En “Hijo pródigo”, Leopoldo Minaya quiere rehacer la relación fecunda del hijo con el Padre mediante la energía que empata el alma y los afectos. Como el relato bíblico, el poeta alude, simbólicamente, a la vuelta al manadero de la fe en la trascendencia, fuente y destino que a todos nos aguarda:

-Corrí una vez al aire y me perdí en el viento.
Toqué profundos páramos y timbres sostenidos.
Pero he vuelto, Dador,
y hoy heme aquí en tus brazos
recibiendo tu amor a torrentes, a ciegas…
¡Señálame! Tu dedo no acusa ni me quema:
empuja mi costado para que libre gire.
¡Acógeme, Hacedor, iguálame a los tuyos
y te diré del múltiple agradecer infinito!
¿El cielo no tembló? Todo caía en racimos.
Yo mismo rodé ciego, desolado, en pedazos…
¡Acorázame: lléname del néctar de tus rosas!
¡Húndeme en los abismos o a tu altura levántame!

Hay una singular expresión de amor en Leopoldo Minaya, que es la más clara señal de la ternura mística de su sensibilidad trascendente. En “Retablo” aflora ese acordado sentimiento que permite sentir con el otro, compenetrarse con la situación de dolor o apremio de las criaturas, como lo revelan algunos poemas del poeta interiorista cuando pone en ejecución la capacidad de sintonía de su sensibilidad con el doliente corderillo que bala, desesperado en su retablo, que lo asume como símbolo de la inquietud humana cuando reclama piedad y atención a sus cuitas y reclamos. En este hermoso poema la persona lírica, sintiéndose abatida y sola, clama a la Divinidad, al tiempo que ausculta una peculiar faceta de la vida encarnada en el pastor, que plasma en una forma lírica enriquecida con ecos bíblicos y un acento entrañablemente pastoril y cordialmente bucólico (4):

Un corderillo solo
y herido entre los bosques…
Un corderillo solo
(podrá crecer la hierba),
la voz adolorida
que clama entre sollozos:
“¡Regrésame, Pastor, a tus rebaños!
¡Ámame!”
Noventa y nueve tienes.
Noventa y nueve, balan.
Noventa y nueve veces
te volverás en calma;
mas el próximo giro no te será apacible…
¡y yo esperando ardiente
que tú me llames!
¡Llámame!
¿Cómo podré, yo solo, cruzar los altos muros?
Mi sino es perecer, perderme en la montaña…
¡Aborréceme tú,
que con aborrecerme tu espíritu de amor,
me sentiré salvado!
…Todo misericordia, me miras, me redimes,
Y yo lloro
y me quedo, como un niño, en tus brazos…

La ternura mística es la más clara expresión del ágape del alma. Y es un brote de amor puro el que brota de la sensibilidad herida de compasión y de dulzura, según apreciamos en Leopoldo Minaya.
La verdad es un patrimonio de la conciencia en la que fundan su obra creadora filósofos, iluminados y poetas. La verdad poética, diferente de la verdad histórica y de la verdad filosófica, es un producto de la intuición, fuente inspiradora de la lírica trascendente. Leopoldo Minaya es el resultado de una creciente estética y espiritual que se ha nutrido de grandes iluminados y estetas, como William Wordsworth, William Blake, Charles Baudelaire, Fray Luis de León, Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Federico García Lorca, Rubén Darío, Pablo Neruda, Octavio Paz, Franklin Mieses Burgos, Manuel Rueda, Nelson Minaya y León David, entre otros valiosos creadores de la literatura universal y la literatura dominicana. La suya es una poesía con los rasgos creativos de quien tiene voz propia, tono peculiar y tropo distintivo.

Diez atributos perfilan el quehacer poético de Leopoldo Minaya que, al tiempo perfilan y connotan la peculiaridad de una creación, revelan, según mi estimación, la clave de una lírica que permite sentir y disfrutar la emoción estética y la verdad poética que inspiran su visión del Mundo. Esos atributos son los siguientes:

  1. Virtualidad lírica mediante la cual capta y expresa la dimensión singular, prístina y primordial de lo viviente.

  2. Poder de auscultación, desde una triple perspectiva lúdica, irónica y crítica, la faceta sensible de fenómenos y cosas para orillar el sentido estético, la connotación simbólica y la vertiente mística de lo real.

  3. Visión espiritual y estética del Mundo a la que engarza una estrategia compositiva que integra la lírica, la narrativa y el drama en su propósito de atrapar, perfilar y expresar la dimensión peculiar de lo viviente.

  4. Integración a su visión lírica y simbólica la faceta descriptiva, musical y pictórica de lo existente, que una sensibilidad abierta y porosa como la de este poeta interiorista percibe y expresa con el valor sensorial y espiritual de su talante lírico.

  5. Expresión de la ineditud de fenómenos, cosas y criaturas mediante la cual da a conocer el singular encanto de la faceta desconocida de lo existente.

  6. Empleo de contrastes sonoros, léxicos y semánticos de voces y expresiones en procura de la dimensión sensible que resalte la faceta luminosa y edificante de lo real.

  7. Captación y canalización, mediante el pertinente lenguaje poético, de la reacción emocional, intelectual y espiritual que las cosas producen en la sensibilidad y la conciencia.

  8. Creación de una forma expresiva fundada en signos y elementos naturales con su singular connotación simbólica y su peculiar función deíctica de un sentido humanizante y trascendente.

  9. Valoración de la faceta interna y mística de lo viviente con particular atención a su significado sagrado y trascendente.

  10. Ternura mística entrañable como respuesta a la apelación de su sensibilidad profunda, porosa a la belleza y el misterio, don y virtud que le permite establecer una cordial sintonía con las cosas, canalizando en su creación el gozoso sentir que ilumina y enamora.

En fin, la obra poética de Leopoldo Minaya revela la huella de una ardiente sensibilidad cuyo venero fecundo alienta una expresión lírica, estética y simbólica, rica en hondura interior y auspiciosa de una cautivante belleza trascendente.

Notas:

Leopoldo Minaya ha publicado los poemarios Oscilación de Péndulo (1984),Preeminencia del tiempo (1993) y La hora llena (2007).
Oriundo de Nagua, República Dominicana, Leopoldo Minaya nació en 1963. Se doctoró en Derecho y ejerce el magisterio en New York, donde hace vida social y cultural.
Varios autores han escrito sobre la producción poética de Leopoldo Minaya y todos subrayan el aporte estético de este valioso creador dominicano.
Cuando Leopoldo Minaya dice sentirse “un corderillo solo y herido entre los bosques”, creó una de las imágenes más hermosas que dan cuenta de la condición humana y, desde luego, del sueño interior que toda criatura fabula.

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