¿Por qué las personas a veces no se entienden bien? Las cosas que hacen que la comunicación verbal y la comunicación no verbal sean un problema

Ediciones ЯR
  • 0 Ratings
  • 0 Want to read
  • 0 Currently reading
  • 0 Have read
Not in Library

My Reading Lists:

Create a new list

Check-In

×Close
Add an optional check-in date. Check-in dates are used to track yearly reading goals.
Today

  • 0 Ratings
  • 0 Want to read
  • 0 Currently reading
  • 0 Have read

Buy this book

Last edited anonymously
November 2, 2011 | History

¿Por qué las personas a veces no se entienden bien? Las cosas que hacen que la comunicación verbal y la comunicación no verbal sean un problema

Ediciones ЯR
  • 0 Ratings
  • 0 Want to read
  • 0 Currently reading
  • 0 Have read

[...] Veamos entonces algunas de las ideas y de los conceptos en torno a los problemas que afectan, en general, a la comunicación verbal y a la comunicación no verbal, en especial en el encuentro de culturas, en situaciones de globalización [...]

ACCIONES QUE AMENAZAN LA IMAGEN PÚBLICA O AAIP: [...] Se parte, pues, de la idea de que todos los individuos tienen su imagen pública, que todos quieren mantenerla a salvo, y que el buen funcionamiento de las relaciones sociales exige el mantener a salvo la de los demás. Ahora bien [...] hay varios tipos de acciones que crean conflictos de intereses y que, por tanto, ponen en peligro la imagen pública, bien de uno mismo, bien del interlocutor: se trata de acciones que amenazan la imagen pública (face-threatening acts). En estos casos –y a no ser que se desee realmente amenazarla–, lo normal es que el emisor trate de suavizar la potencial amenaza: para ello, es necesaria la cortesía. El nivel de cortesía que debe emplearse depende de tres factores: 1. Poder relativo (P) del destinatario con respecto al emisor, y que constituye la dimensión vertical de la relación social. 2. Distancia social (D), que incluye el grado de familiaridad y contacto entre interlocutores, y que forma el eje horizontal de dicha relación. 3. Grado de imposición (G) de un determinado acto con respecto a la imagen pública. Todos ellos son de naturaleza social, porque incluso el último depende de la consideración que cada tipo de acto reciba en cada cultura. El riesgo potencial que entraña una determinada acción que amenaza la imagen pública (AAIP) se calcula sumando los valores de estos factores: Riesgo (AAIP) X = (D + P + G) X (Escandell, 1996). En nuestros días las cosas han cambiado, ¡y mucho!, en torno a las “acciones que amenazan –o que ‘supuestamente’ amenazan o amenazaban– la imagen pública”, es decir en torno a los mensajes, a las imágenes, a los actos verbales y los actos corporales tradicionalmente considerados como no adecuados, malos, agresivos, provocativos, rechazables, tabuizados, prohibidos, antiprotocolares, antisociales, anticanónicos... En la vida moderna, “una vida de evidencias”, civilizada, mundializada, caracterizada por toda una serie de contactos culturales, científicos, técnicos, empresariales, por la movilidad de los grupos humanos, por las migraciones, por la libertad de expresión y la autodeterminación, por la democracia, por la transparencia, llena de medios masivos de comunicación, de Internet, y de información de todo tipo y en todos los idiomas imaginables al alcance de cualquier individuo alfabetizado, con una radio o una televisión, que visite un cine –aunque sea cine de barrio, es decir el cine que va de pueblo en pueblo, de comunidad en comunidad...–, mucho mejor si se dispone de una red e instalación cibernáutica y si se es políglota, pluricultural –recordemos, por ejemplo, que millones de nuestros indígenas de América, y en especial los migrantes, los “mojados”, son políglotas y pluriculturales, que llegan a hablar a veces hasta tres y cuatro idiomas, como sucede con algunos nativos de Oaxaca, en México, un estado del país en donde se hablan y se escriben 14 idiomas: 13 nativos más el español, y en el caso de los migrantes hasta el inglés. Algo similar sucede en otros países americanos y de todo el mundo, como es el caso de Bolivia, Perú, etc.–, cuando nos referimos a “imagen pública” y a “acciones que amenazan la imagen pública”, estamos hablando “no” de aquellas imágenes y de aquellas acciones que tradicionalmente han sido consideradas como “malas” a partir de “ciertos intereses” de “ciertos grupos”, en todos los sentidos: educación e instrucción, protocolos, etiquetas, civismo, política, partidismo, derecho, gustos, modas, tradiciones, folclores, bailes, músicas, gastronomía, credos y prácticas religiosas, sexo y sexualidad..., sino de “las verdaderas y reales imágenes y acciones” que “la comunidad mundial civilizada y comprometida” considera como “amenazas”, como “malas”, para el equilibrio mundial, para un estado de civilidad y no de barbarie, al nivel de todos los grupos humanos y no solamente al nivel de los “grupos escogidos”. Ya pasaron los tiempos de “dar atole con el dedo” a los grupos civilizados, e inclusive también a “los que no están tan civilizados”. Sí, claro, es verdad que todos los grupos y que todas las personas tienen “su imagen”, “su imagen pública”, “su imagen social”; pero también es verdad que “esa imagen”, hoy, no es la que ellos quieren que sea, a fuerzas, sino la imagen que “realmente” tienen “hoy” a partir de los criterios y las valoraciones que hacen “los demás” y “no ellos”, que hace “la comunidad”, una comunidad nacional, regional, hasta tribal si se quiere, pero también internacional. ¿Habrá por ahí, todavía, a estas alturas de la vida, algún despistado o despistada que viva en este planeta Tierra y que piense otra cosa? Si fuera así, no nos queda de otra que recordar algunas letras de canciones muy conocidas: 1. “¡Cómo cambian los tiempos, Venancio, qué te parece...! ¿¡Qué te parece, Venancio, cómo cambian los tiempos...!? Los niños de hoy en día, nacen y ya están hablando; si los pones en el suelo, ya te salen caminando...” –viejísima y popular canción y dicho cubanos. Ésta es la versión de “Los Compadres”–. 2. “¡Cómo han pasado los años, cómo cambiaron las cosas...! [...] ¡Qué mundo tan diferente...! [...] ¡Cómo han pasado los años, las vueltas que dio la vida...!” –“¡Cómo han pasado los años!”, en la versión de Rocío Durcal–. 3. “¡Usted abusó, sacó provecho de mí, abusó, sacó partido de mí, abusó, de mi cariño usted abusó...!” –“Usted abusó”, en la versión de Celia Cruz–. 4. “¡Qué le den candela, qué le den castigo, qué lo metan en una olla y que se cocine en su vino...! ¡Qué le den candela, qué le den castigo, qué lo cuelguen de una cometa y que luego corten el hilo...! ¡Azúcar, azúcar...!” –Celia Cruz– (véase aquí, además: Gubern, 2004; Gubern, 2005).

ADAPTACIÓN: La adaptación podría describirse como una voluntad de adoptar las mismas conductas y actitudes que se ven en los demás. Para experimentar el sentimiento de “pertenecer” a un grupo particular, un individuo puede desear adoptar los valores y conductas del grupo. También hay que destacar que algunas veces adaptarse no es solamente “lo correcto”, debido a que parece que a muchos seres humanos no les gusta destacar en una multitud o parecer diferente de los que les rodean, sino también “necesario”, como en el caso de la adaptación a los códigos de circulación. No obstante, recordemos que ni en las llamadas “sociedades democráticas” funcionan perfectamente las reglas de la mayoría (Ellis y MacClintock, 1993:50-52). En la adaptación de los hombres a unos u otros medios hay que tomar en cuenta lo social, pero también lo biológico y lo síquico: “Lo social, lo biológico y lo síquico en el hombre no está dividido estructuralmente; ello constituye un todo indestructible. El hombre es un ser tridimensional; él es el único sistema dinámico de estructura biológica, síquica y social” (Boris Danilóvich Ovchínnikov [1988]. Problemas teóricos de la criminología. Traducción del ruso de Fernando Antonio Ruano Faxas. Cuba, Ministerio de Educación Superior, 4-5, http://openlibrary.org/b/OL1294230M/Problemas-teo%CC%81ricos-de-la-criminologi%CC%81a.-Traducci%C3%B3n-del-idioma-ruso-al-idioma-espa%C3%B1ol-del-fil%C3%B3logo-e-imag%C3%B3logo-Fernando-Antonio-Ruano-Faxas. ). A veces demostramos “adaptación” sin identificarnos realmente con las actitudes que expresamos. En este caso, la adaptación proviene del miedo a un castigo o de la esperanza de una recompensa sin ir acompañada de un deseo de aceptación de los valores y actitudes que subyacen a tal conducta. Esto se llama sumisión. En su nivel más simple, la sumisión se produce cuando tenemos que obedecer a alguien que tiene autoridad sobre nosotros incluso aunque no estemos de acuerdo con las reglas. La sumisión se da también si consideramos que la otra persona es una autoridad de confianza (Ellis y MacClintock, 1993: 52-53).

ADULACIÓN, LAMBISCONERÍA O GUATAQUERÍA: La adulación, que tiene muchos nombres según los contextos sociolingüísticos en absolutamente todos los idiomas, se suele interpretar como una manipulación evidente. Los términos pintorescos que se utilizan para definir este rasgo –«lamebotas», «lameculos», «lavar la cara», «dar jabón», «hacer la pelota», «hacer la barba», «achichincle», «guataquear», «tracatán», «borrego», «oveja», «el o la que le hace la ronda al príncipe», etc.– reflejan el desprecio que inspira este comportamiento (Dimitrius y Mazzarella, 1999:221-222). Creo que Dimitrius y Mazzarella se quedan cortos en el tratamiento de la adulación. Esta conducta tan reprochable y fastidiosa puede adquirir en América Latina y Estados Unidos de Norteamérica los matices más variados y, por supuesto, tristes. No podemos olvidar las palabras de Orwell: “Las ovejas eran las más aficionadas a las Demostraciones Espontáneas, y si alguien se quejaba (como hacían a veces algunos animales, cuando no habían cerdos ni perros) alegando que se perdía tiempo y se aguantaba un largo plantón a la intemperie, las ovejas lo acallaban infaliblemente con un estentóreo: «¡Cuatro patas sí, dos pies no!»" –George Orwell (1989). Rebelión en la granja. México, PROMEXA, 155-156–. Véase también el film Rebelión en la Granja, en 7 partes, en http://www.youtube.com/watch?v=YBwBc0XSxeg . Y, por otro lado, ¿no ha escuchado usted, por casualidad, la canción "Brincan los borregos", de la artista mexicana Gloria Trevi, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=SLqy9dFcIzw ? “En la vida pública [mexicana], la independencia de las palabras es crucial, toda vez que los altos funcionarios esperan verse adulados. Los talentos atribuidos a cada Presidente –mientras está en el poder– rayan en lo ridículo. Sin embargo, no se espera que la manada de acólitos que rodea a cada jefe justifique su servilismo después de que el funcionario deje el poder; simplemente transfiere su adulación al siguiente jefe. La retórica usada por los funcionarios para discutir las cuestiones públicas es causa de más estupefacción. Cualquier político aspirante puede lanzarse a la oratoria al instante, con la intención de llenar el aire con palabras y frases bellas, en lugar de explicativas. Como el uso de un lenguaje directo implicaría un compromiso, gran parte de los discursos oficiales son conceptuales, y defienden principios y valores que la mayoría de los gobiernos ignoran en la práctica. Las plataformas electorales se construyen en torno a frases grandilocuentes sostenidas por ilusiones. Innumerables mensajes –desde pontificaciones nacionalistas de figuras históricas hasta admoniciones morales directas– se pintan en los muros, como si tuvieran la facultad de influir en el pensamiento del mexicano común y corriente” (Riding, 2002). “La política mexicana, sensible es decirlo, tuvo dos orientaciones convergentes, claramente perceptibles: alcanzar poder y alcanzar riqueza, y esto por un contado número de individuos. Los medios para alcanzar tales fines, consistieron principalmente en la adulación jerárquica, sistematizada y extendida hasta círculos que no siendo políticos, se contaminan fatalmente. A esos medios reprobados, daban fuerza cuando era necesario, las amenazas, los cohechos y los sobornos. Cuando se era rico el dinero servía para hacer política y alcanzar poder, vanidad que sigue a la posesión del dinero; por entendido queda que tal poder, era ficticio ya que de hecho se reconcentraba en poquísimas manos; pero, en fin, la farsa autosugestionaba. Cuando se era pobre se hacía política para escalar el poder; valiéndose de él se acumulaba dinero por medio de concesiones, prebendas, etcétera. Una minoría de hábiles o “primates políticos” triunfaba indefectiblemente y obtenía riqueza y poder, sirviéndole de escalón una gran masa de politiquillos, o politicastros, que no obtenían más poder que el problemático que les daba el fuero o la protección oficial, ni más medro que míseras limosnas concedidas a título de subvención por empresas y servicios imaginarios, porque eso sí, la primera característica del político era hacerse atmósfera a cargo del presupuesto, nunca al del propio peculio" (Gamio, 1993).

ALCOHOLISMO: El alcoholismo, de la misma manera que la drogadicción, en cualquiera de sus formas y en cualquiera de sus contextos, constituye un serio problema comunicacional en el mundo globalizado. Quedan más que claros, a través de las muy variadas experiencias cotidianas tanto en el ámbito público como en el ámbito laboral como en el ámbito íntimo, los riesgos de comunicación, tanto verbal como no verbal, de las personas afectadas por el alcoholismo. Recordemos, por ejemplo, la comunicación de ciertos grupos afectados por el alcoholismo en situaciones de agresiones verbales y corporales en el hogar, que en algunos países más del 40 % de los accidentes del tráfico están relacionados con el alcoholismo y que las formas de conducir autotransportes de un individuo que ha ingerido bebidas alcohólicas no solamente son evidentes, asunto relacionado con la comunicación no verbal, sino que constituyen un tremendo y serio riesgo para la sociedad.

ALEXITIMIA: No podemos esperar que haya sincronía interaccional, o la sincronía interaccional esperada, con un alexitímico, con esas personas que tienen esos vacíos emocionales en un mundo tan expresivo –me refiero especialmente a la forma de ser de nosotros los latinoamericanos–, que son tibias en un mundo de gente cálidas, que son descoloridas en un mundo totalmente cromático, individuos cosificados, individuos que portan en sus rostros el adormecimiento de las emociones o, peor aún, la “muerte emocional”. “Los alexitímicos no tienen idea de sus propios sentimientos, se sienten totalmente perdidos cuando se trata de saber lo que siente alguien que está con ellos. Son emocionalmente sordos. Las notas y acordes emocionales que se deslizan en las palabras y las acciones de las personas –el revelador tono de voz o el cambio de postura, el elocuente silencio o el revelador temblor– pasan inadvertidas. La alexitimia, del griego a = ‘carencia de’, y lexis = ‘palabras’ y timos, que significa “emoción”, es una afectación de la conducta que es tratada por sicólogos y siquiatras. Es la incapacidad para expresar emociones y dificultad para describir los sentimientos propios y, obviamente, los de los demás. Los pacientes con esta afectación tienen problemas para distinguir entre una emoción y otra, así como entre emoción y sensación física, de modo que pueden decir que “tienen mariposas en el estómago, palpitaciones, sudores y mareos... pero que no se dan cuenta que [en realidad] se sienten ansiosos [...] No se trata de que los alexitímicos nunca sientan nada, sino de que son incapaces de saber –y especialmente incapaces de expresar en palabras– cuáles son exactamente sus sentimientos. Carecen absolutamente de la habilidad fundamental de la inteligencia emocional, la conciencia de uno mismo, que no permite saber lo que sentimos mientras las emociones se agitan en nuestro interior. Los alexitímicos desmienten la noción de que lo que sentimos nos resulta absolutamente evidente; ellos no tienen ninguna pista para saberlo. Cuando algo –o, mejor dicho, alguien– les provoca sentimientos, la experiencia les resulta desconcertante y abrumadora y consideran que es algo que hay que evitar a toda costa” (Goleman, 2001:72).

ANALFABETISMO FUNCIONAL, ANALFABETISMO DE SEGUNDO GRADO O ANALFABETISMO DE GRADO SUPERIOR: Todos sabemos lo que es analfabetismo y analfabeto o analfabeta: “la persona que no sabe leer ni escribir”; pero hay otro analfabetismo que es en extremo común en el mundo entero, y en este caso en América, y peor aún, que está presente en una buena cantidad de universitarios, de funcionarios, de dirigentes, de gobiernos y de presidentes de América, de altos líderes religiosos, hasta en altísimos líderes de la educación y la instrucción en este Continente. Es sencillamente impactante la incultura, el desconocimiento, el atraso, la incapacidad discursiva, los errores de escritura y lectura de ciertos funcionarios, presidentes y ejecutivos gubernamentales de América “en sus idiomas maternos”, en sus propios idiomas. En este sentido de las personas que inclusive teniendo estudios universitarios (?) y de post-grado (?) están afectadas por el “analfabetismo funcional”, con frecuencia he dicho en mis conferencias y pláticas que deberían reunirse más frecuentemente con líderes latinos como el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, la indígena guatemalteca Rigoberta Menchú y el indígena boliviano Juan Evo Morales Ayma, para ver si se les pega algo de cultura, de buena formación, de prestigio comunicativo, de capacidad oratoria, de claridad discursiva, y considerando sobre todo que las tres personas mencionadas anteriormente no tienen estudios superiores, pero cuando hablan se les entiende perfectamente y manejan sin problema alguno los temas que tratan, y que además, en el caso de Rigoberta Menchú y Evo Morales el idioma español no es su lengua materna, sino su segundo idioma, pero ¡qué bien lo manejan!, para envidia de esos “líderes (?) analfabetos funcionales de nuestra América”. Claro que en este sentido del analfabetismo funcional de una buena cantidad de universitarios, de directivos religiosos, de líderes, de presidentes, de secretarios o ministros, de cancilleres, de embajadores y de líderes sindicalistas de la educación, hay países de América que, sin discusión alguna, se llevan el primer lugar [...] todo lo cual está más que documentado en absolutamente todos los medios masivos de comunicación, especialmente en Internet, y no por un error o dos errores o tres errores; son errores diarios, de toda la vida, constantes: “El analfabetismo de primer grado consiste en no saber descubrir el significado más a mano de los términos. El analfabetismo de segundo grado o grado superior se da cuando no se capta el sentido profundo de las palabras. Yo puedo ver los colores. Si no sé ver el valor que adquieren los colores en la estructura de un cuadro, soy analfabeto respecto al lenguaje pictórico. Veo estas ocho letras: l, i, b, e, r, t, a, d, y sé que, unidas de esa forma, expresan el concepto de libertad. Pero ¿sé adivinar bajo tales letras lo que implica la libertad humana, su relación viva con otros conceptos? Si no lo sé, soy analfabeto respecto al lenguaje de la vida creativa personal. Pronuncio la palabra «egoísmo», y estoy seguro de que la conoces y sabes lo que significa. Lo mismo pasa con la palabra «ambición» y la palabra «hedonismo», que alude a la actitud del que busca en todo momento lo más agradable para sí. Conoces los tres vocablos –hedonismo, ambición, egoísmo–, y yo quisiera que me explicaras la relación profunda que existe entre ellos. ¿Sabrías hacerlo, y no de una manera vaga sino con precisión? Supongamos que aciertas a marcar con nitidez la línea que nos lleva del egoísmo a la actitud de hedonismo y de ésta al vértigo de la ambición de poseer y dominar. ¿Sabrás seguir ahondando e indicarme cómo este vértigo de la ambición de dominar lo que encandila los instintos provoca otros muchos vértigos: el vértigo de la embriaguez, del erotismo, de la droga, de los celos, de la venganza...? Si lo sabes, conoces el lenguaje propio de la vida creativa, porque conocer una palabra es penetrar en sus relaciones con otras, descubrir sus influjos mutuos, la trama que forman todas entre sí. Si no lo sabes, eres víctima del «analfabetismo de grado superior». No saber leer constituye una desgracia, porque cierra las puertas de la información. Esta calamidad está patente y pide a gritos que se le ponga remedio. No conocer el lenguaje de la vida creativa acarrea males sin cuento al hombre porque le mantiene desinformado respecto a lo que debe hacer para realizarse cabalmente. Pero, este tipo de analfabetismo no da la cara. Colapsa la vida personal, no permite darle su sentido pleno, y esto significa un infortunio para quien tenga una idea clara de los valores. Pero la gente apenas repara en ello debido a que dispone de bastante información y ésta se confunde fácilmente con la formación por cuanto permite hablar y opinar con soltura. Si se piensa de modo riguroso, se advierte claramente que la mera información no suple en modo alguno a la formación. Lamentablemente, hoy se estima a veces más la información superficial que la formación profunda. Estar informado supone cierto tipo de dominio de la realidad. El frenesí informativo actual está en buena medida inspirado por el ideal de la posesión: se ansía poseer información. Saberlo todo es una forma de poder. De ahí que la libertad de información y expresión, malentendida como algo absoluto, se enfrente a menudo con el derecho a la intimidad de los ciudadanos y los grupos sociales. El analfabetismo de segundo grado domina la sociedad. Los que deciden en buena medida la marcha de la sociedad actual, por disponer de medios para modelar la opinión pública, desconocen con frecuencia el lenguaje de la vida creativa. A juzgar por sus discursos, por las razones que aducen para justificar ciertas leyes y determinadas orientaciones pedagógicas y por el modo de orientar los medios de comunicación, parecen tener una idea errónea de lo que es una persona humana, cómo se desarrolla, de qué forma puede llegar a plenitud y ser feliz” (López, 1999). Así, vemos que “analfabetismo” y “analfabeto” están relacionados no solamente con el o la “que no sabe leer o escribir, o ambas cosas”, sino que también, en nuestros días de globalización, de competitiva mundialización, se relaciona con la “ignorancia o desconocimiento de una disciplina, de una rama, de una actividad, de un fenómeno, de un proceso, de ciertos estados y condiciones sociales, políticos y religiosos, de una profesión, de ciertos actos de la tradición y el folclor...”, con la “falta de aprendizaje”. Por eso hay analfabetismo y analfabetos de todo tipo, hasta “analfabetismo digital”. Queda claro, entonces, que la falta de aprendizaje que limita a las personas, a las culturas, a las comunidades, a los pueblos, ha estado presente y de hecho está presente en cualquier grupo humano, por las razones que sean, pero en nuestros días en especial debido a las malas políticas educativas y lingüísticas de los gobiernos. Por eso no es común encontrar personas “todólogas”, es decir que lo sepan todo, que sepan hacerlo todo. Pero esto es muy diferente a la masificación del analfabetismo funcional. Cuando esto sucede, cuando se masifica el analfabetismo funcional –algo muy común en algunos países latinoamericanos, con “educaciones de ficción”, tanto al nivel de los centros educativos como al nivel de la educación familiar de tipo nuclear (Ruano, 2006b)–, entonces estamos en un tremendo y catastrófico problema, de alcances mayores, y ahí están los resultados, en los desastres que hemos visto, que estamos viendo y que seguiremos viendo en una buena cantidad de países de América. En muchos países tercermundistas y cuartomundistas, en donde no están presentes los gustos por la cultura, los gobiernos han aprovechado esta situación para “subdesarrollar” la educación, con el objetivo de mantener al pueblo en el estado de ignorancia y atraso que conviene a sus intereses: la verdadera alfabetización –y no la pseudoalfabetización– crea un tipo de conciencia desarrollada llamada “conciencia alfabeta”, que es un vehículo útil para la “organización social de la sociedad” y para difundir tanto valores como prácticas ciudadanas, algo que no es conveniente para ciertos tipos de regímenes y gobiernos (O’ Sullivan y otros, 1995). Por eso vemos que en tales países, mientras “los hijos del pueblo” realizan sus estudios en las instituciones nacionales, los hijos, familiares y “protegidos” de tales mandatarios y dirigentes lo hacen en el extranjero, en instituciones educativas reconocidas –más bien “reconocidas” por “algunos”; porque a la hora de “detectar a tiempo” los terribles problemas, por ejemplo económicos y administrativos, que afectan al mundo entero (Greenspan, 2007; McClellan, 2007; Krugman, 2004; Krugman, 2008; Navalón, 2009), esas universidades no aparecen y, no obstante esa incapacidad más que clara, siguen siendo “reconocidas” una y otra vez; pero esos graves problemas ya se han llevado al mundo entero entre las patas–. Una situación semejante pasa con la atención médica, en donde se observa que los líderes políticos, sindicales y altos funcionarios del estado con frecuencia se atienden médicamente en el extranjero, mientras que “el pueblo” lo hace en las instituciones de la seguridad pública, generalmente deficientes y científicamente cuestionadas y cuestionables. Las personas que viven en países subdesarrollados con profundo atraso y graves problemas de analfabetismo y analfabetismo funcional, al entrar en situaciones de globalización, especialmente debido a su desempeño laboral en empresas transnacionales, enfrentan desajustes comunicativos verbo-corporales, sociopatías y sicopatías, pero principalmente experimentan pérdida de autoestima y sentimientos de inseguridad, temor y minusvalía. En América, incluyendo a Estados Unidos y a Canadá, está presente el analfabetismo funcional o analfabetismo de grado superior; pero en América Latina el cuadro es muy triste y desalentador si tomamos en cuenta la situación de atraso e incompetencia en la que se encuentran la educación y la instrucción en el área: en nuestros días, por ejemplo, parte el alma y es humillante e indignante ver la situación que presenta la educación en el estado de Oaxaca, México, nada más y nada menos que la cuna que vio nacer al “Benemérito de las Américas”, Benito Pablo Juárez García (1806-1872), a quien América Latina completa, y el mundo, le debe tanto, en todos los sentidos, pero en especial en lo concerniente al “respeto al derecho ajeno”, ejemplo de exclusivo y verdadero liderazgo: huérfano de padre y madre a los 3 años de edad, fue agricultor, pastor de ovejas, sirviente, analfabeto hasta la adolescencia, a los 12 años sólo hablaba su lengua materna: zapoteco –una de las 69 lenguas indígenas de México y una de las 13 lenguas habladas en el estado de Oaxaca–, y llegó a ser presidente de México –país llamado “La Grecia de América”, “El trono de América”– en varias ocasiones. ¿Cómo es posible que México, que el mundo civilizado, que los hombres y mujeres honrados del mundo, hayan permitido que justamente en la tierra que vio nacer al Benemérito, hoy haya miles de niños, jóvenes y adultos sin estudiar? ¿Cómo es posible que justamente en Oaxaca hace mucho tiempo ya que no se cumplen las respetadas palabras?: “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”. Ésa será una deuda que tendremos siempre con el Benemérito y la Humanidad las personas “honradas” del mundo entero. Benito Pablo Juárez García, quien fuera el único presidente mexicano verdaderamente indígena, amerindio, es la imagen masculina mexicana de mayor relevancia y trascendencia a nivel internacional, de la misma manera que es la gran Sor Juana Inés de la Cruz –Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana (entre 1648 y 1651-1695), llamada “El Fénix de América”, “La Décima Musa”, hija ilegítima de una criolla y un español– la imagen femenina mexicana de mayor relevancia y trascendencia a nivel internacional. No creo que haya alguien “entre los grandes” de México que haya sido más perseguido, enjuiciado, humillado, blasfemado y criticado que la maravillosa Sor Juana; no obstante, contra viento y marea, contra la Inquisición y el acecho y espionaje de ciertos individuos con “cerebros enfermos, ignorantes, involucionados y acomplejados”, esos individuos llamados por el gran Repilado “asnos perfurmados”, ¡y para suerte de nosotros los lectores del idioma español “nuestro de cada día”!, esta diosa americana creó el lenguaje más bello, elegante, armonioso, dulce, lírico, perfecto, galante, encendido, seductor, artísticamente erótico, barroco o atequitquiado y a veces simpático, que se pueda imaginar. Por eso, justamente, nuestra amada Fénix es gloria del mundo, por los siglos de los siglos. En América Latina –como sucede también, claro está, en España y en la República de Guinea Ecuatorial, antigua Guinea Española– no es común encontrar personas verdaderamente cultivadas en el “dominio cultural” y el buen uso de su idioma materno, que en este caso me refiero al idioma español. En este sentido, los ejemplos son variados (Ruano, 1987, 1992, 1993, 2000, 2002, 2003e, 2003f, 2006b; Ruano y Rendón, 2006). En América Latina es difícil encontrar personas que discursen verbo-corporalmente de manera armoniosa en idioma español. Las raíces de esta disfunción están en la niñez, en la mala educación escolar –en los cinco niveles: primaria, secundaria, bachillera, universidad y postgrado–, en la poca importancia que brinda la familia nuclear tradicional a la nominación adecuada –de ahí el escaso fondo léxico–, en los escasos hábitos de la lectura: no preferencia por la buena literatura, por la literatura de calidad, en el poco entrenamiento que se tiene con los niños y los jóvenes en el debate discursivo verbo-corporal –“hablar” con palabras y con gestos, en armonía lógica– instructivo y racional sobre temas importantes para la vida personal y comunitaria y en el nulo esfuerzo del adulto para tratar de resolver los problemas de una educación y una instrucción no competitivas, defectuosas. No es difícil encontrar escritos al nivel de postgrado con la misma calidad de escritos de primaria, con todo y las ventajas que presenta la escritura en computadora. En cualquier escrito de alumnos de bachillerato, universidad y postgrado es prácticamente nula la presencia de las 19 variantes de signos ortográficos de la lengua española, y si se enfrentan a textos escritos en donde aparecen estos signos, sencillamente no saben interpretarlos, no saben lo que significan, y por ende no saben leer los sintagmas u oraciones con la expresividad requerida. En el mejor de los casos, los alumnos ubican en sus escritos exclusivamente coma, punto y signo de interrogación cerrado, es decir ? –cuando en lengua española ese signo se abre, ¿, y se cierra, ?–. Las reglas de acentuación están prácticamente ausentes en estos escritos, inclusive con la escritura en computadora, que marca los errores gramaticales y sintácticos en verde y rojo, lo que acrecienta aún más el problema del analfabetismo funcional “consciente”. En el plano oracional, la formación de oraciones pequeñas –propias de la niñez y no de la adultez– y los problemas sintácticos están a la orden del día. Cuando observamos el analfabetismo de grado superior y las incompetencias discursivas verbo-corporales presentes en líderes, funcionarios, gobernantes, mandatarios, legisladores y voceros y voceras de los diferentes grupos, y en sus variadas clasificaciones: electos sin fraudes y con fraudes, no espurios y espurios, satélites, paracaidistas, impuestos, voceros y voceras informativo-íntimo-afectivos, etc., entonces el problema de este tipo de analfabetismo y su impacto en los medios masivos de comunicación y en la sociedad en general, al nivel nacional y al nivel internacional, toma tintes diferentes y debe ser analizado bajo otras ópticas y consideraciones, como lo hago en mis libros El lenguaje corporal humano. Un enfoque imagológico en base a criterios verbales y no verbales, con 801 páginas, en el capítulo 6. Sincronía interaccional u orientación del cuerpo, disponible en http://openlibrary.org/b/OL21783353M/El-lenguaje-corporal-humano.-Un-enfoque-imagol%C3%B3gico-en-base-a-criterios-verbales-y-no-verbales ; Cómo trabajar con los estudiantes universitarios de Ciencias Sociales. Apuntes para profesores y educandos , disponible en http://openlibrary.org/b/OL22661780M/C%C3%B3mo-trabajar-con-los-estudiantes-universitarios-de-Ciencias-Sociales.-Apuntes-para-profesores-y-educandos y en Las ciencias sociales y el trabajo independiente de los estudiantes , disponible en http://openlibrary.org/b/OL1645685M/ciencias-sociales-y-el-trabajo-independiente-de-los-estudiantes . Al ver todos esos problemas y desdichas relacionados con la comunicación verbo-corporal de nuestros pueblos de América y la irresponsabilidad, la falta de compromiso, de los gobiernos y las familias en la creación de verdaderas y reales políticas y culturas discursivas cultas, desarrolladas, globalizadas y competitivas, sólo nos queda recordar, entonces y tristemente, las palabras del argentino Jorge Francisco Isidoro Luis Borges o Jorge Luis Borges –¿o “José” Luis “Borgues” (me refiero aquí al nombre que pronunciara en un discurso un presidente latinoamericano: http://es.wikipedia.org/wiki/Vicente_Fox )?–: “En el octavo libro de la Odisea se lee que los dioses [aquí sería los gobernantes, los políticos y las familias] tejen desdichas para que a las futuras generaciones no les falte algo que cantar”, según Jorge Luis Borges (1989). “Del culto a los libros”, en Obras Completas. Barcelona, Emecé Editores, V. II, p. 91. No sé si el mexicano Enmanuel Carballo –con “doble l”, ¿o Carbalo o Carbahlo? (otra vez el mismo presidente latinoamericano pronuncia mal otro nombre de autor reconocido), con “l” y con “hl”– tendrá por ahí alguna frase así, seguro que sí la tiene. O tal vez sería interesante recordar aquí los maravillosos, archiconocidos, internacionalmente célebres, libros y pensamientos del escritor y filósofo “hombre” indio –de la India–, llamado Rabindranath Tagore –¿o escritora, mujer, india llamada “Rabina Gran Tagora” (me refiero aquí a lo que dijera la esposa de ese presidente latinoamericano, http://es.wikipedia.org/wiki/Marta_Sahag%C3%Ban , una mujer que a su vez había sido nada más y nada menos que “vocera de la presidencia”, ¡háganme el favor!?–. Bueno, aquí podríamos decir: ¡cómo pasan cosas en “El reino de este mundo”!, ¿¡verdad...!? El analfabetismo funcional es mucho más evidente, y penoso y ridículo por supuesto, en todo tipo de advenedizos y simplones catrines y catrinas presumidos –es decir, personas que proviniendo de orígenes humildes, de áreas periféricas y provincianas, faltos de los protocolos y las etiquetas de los grandes mundos, y de pésima formación cultural– que intentan sobresalir a como dé lugar en los “exclusivos (?)” núcleos sociales y culturales de un mundo globalizado. Estos desdichados hombres y mujeres que padecen estos síndromes, que tanto se asemejan a algunos de los personajes burlescos de las obras del escritor mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi, desconocen el terrible rostro de la hipocresía latinoamericana y mundial: ¡primero te aplaudo, porque no me queda más remedio, pero en cuanto no estés presente me burlaré de ti con cuanto pueda y en donde sea! ¡Triste realidad la del “gitano señorón”, y también, claro, la de la “gitana señorona”! ¡Lo que les espera a esta gente! La historia, como todos sabemos, no perdona, y en especial en aquellos lugares en donde la burla es pan nuestro de cada día. Recordemos algunos pasajes de Don Catrín de la Fachenda, escritos desde 1822, de Fernández de Lizardi, “El Pensador Mexicano”: “Por contemporizar con un tío cura, eterno pegoste y mi declarado enemigo ab ineunte aetate, o desde mis primeros años, me pusieron en la escuela o, por mejor decir, en las escuelas, pues varié a lo menos como catorce; porque en una descalabrada a los muchachos, en otras me ponía con el maestro, en éstas retozaba todo el día, en aquéllas faltaba cuatro o cinco a la semana; y en éstas y las otras aprendí a leer, la doctrina cristiana según el catecismo de Ripalda, a contar algunas cosas y a escribir mal, porque yo me tenía por rico, y mis amigos los catrines me decían que era muy indecente para los nobles tan bien educados como yo el tener una letra gallarda, ni conocer los groseros signos de la estrafalaria ortografía. Yo no necesitaba tan buenos consejos para huir las necias preocupaciones de éstos que se dicen sensatos, y así procuré leer y contar mal, y escribir peor. ¿Qué se me da, amados catrines, parientes, amigos y compañeros, qué se me da, repito, de leer así o asado, de sumar veinte y once son treinta y seis, y de escribir, “el cura de Tacubaya salió a casar conejos”? Dícenme que esto es un disparate: que los curas no casan conejos sino hombres racionales; que cazar con z significa en nuestro idioma castellano matar o coger algún animal con alguna arma o ardid, y casar con s es lo mismo que autorizar la liga que el hombre y la mujer se echan al contraer el respetable y santo sacramento del matrimonio. ¿Qué se me da, vuelvo a deciros, de estas y semejantes importunas reconvenciones? Nada a la verdad, nada seguramente; porque yo he tratado y visto murmurar a muchos ricos que escribían de los perros; pero a vuelta de estas murmuraciones los veía adular y recomendar por los más hábiles pendolistas del universo; lo que me hace creer, queridos míos, que todo el mérito y habilidad del hombre consiste en saber adquirir y conservar el fruto de los cerros de América. Tan aprovechado como os digo, salí de la escuela, y mis padres me pusieron en el colegio para que estudiara, porque decían los buenos señores que un don Catrín no debía aprender ningún oficio, pues eso sería envilecerse; y así que estudiara en todo caso para que algún día fuera ministro de Estado o, por lo menos, patriarca de las Indias. Yo en ese tiempo era más humilde o tenía menos conocimiento de mi mérito, y así no pensaba en honras ni vanidades, sino en jugar todo el día, en divertirme y pasarme buena vida [...]” No podemos olvidar aquí otros tipos de analfabetismo que afectan a nuestras masas humanas desorientadas y confundidas, a nuestros estudiantes de todos los niveles de educación: 1. el analfabetismo emocional y 2. el analfabetismo digital: “Otro asunto relacionado con las culturas globalizadas se refiere a la educación y a la instrucción que pudieran recibir tanto hombres como mujeres en determinadas áreas. El educar e instruir “de manera marcadamente diferente” a hombres y mujeres en unas áreas geográficas y en otras tiene sus efectos desajustados en las nuevas culturas globalizadas. El comportamiento social de mujeres y hombres en muchas culturas no tiene por qué estar tan marcado. En ciertas partes del orbe es más que evidente esta marca. Aparte de esto, es necesario destacar que muchos hombres –y también muchas mujeres–, al entrar en determinadas culturas globalizadas, no poseen ciertas “capacidades para procesar determinadas emociones”, algo así como que en el encuentro de culturas globalizadas pudieran aparecer los rasgos de desbalance sensitivo, de sensibilidad desbalanceada, lo que pone en situación ventajosa y desventajosa a determinados miembros y grupos” (Kras, 1990). “También esto es un gran reto en la educación universitaria contemporánea, especialmente en las áreas de ciencias sociales. Tradicionalmente nos hemos preocupado por el conocimiento o desconocimiento científico de nuestros estudiantes; nos alarmamos por los bajos rendimientos de nuestros educandos en determinadas materias, especialmente en matemáticas y letras, gramática, lectura... Nos asusta el evidente analfabetismo cultural [técnico y digital] en la educación moderna; pero entonces cuándo nos preocuparemos por formar hombres socialmente aptos, capacitados humanamente, capacitados para leer, decodificar, interpretar, entender, las emociones del ‘otro’, cualquiera que sea este ‘otro’, especialmente en un mundo internacionalizado. Tenemos que preocuparnos mucho, y ya, por crear hombres y mujeres que no sean analfabetos emocionales, tenemos que erradicar las raíces del analfabetismo emocional “una deficiencia diferente [a la matemática y a la lectura] y más alarmante” (Goleman, 2000). Según datos de eMarketer, obtenidos el 10 de julio de 2003 a través del periódico mexicano El Universal, B10, América Latina es una de las regiones más pobres en cuanto a número de usuarios en Internet, lo que ubica a esta parte del Continente Americano en una situación de verdadero y lamentable analfabetismo digital: representa el 6% de los “navegantes” de todo el mundo. El primer lugar en el uso de Internet en América Latina lo ocupa Brasil, porque es un país muy grande, con mucha población. Si consideramos la cantidad de usuarios de esta red a partir de la población por país, entonces los resultados son los siguientes: 1. Chile: el 20% de su población tiene acceso a Internet, 2. Uruguay: 11.9%, 3. Perú: 11.5%, 4. Costa Rica: 9.3%, 5. Argentina: 8%, 6. Venezuela: 5.2%, 7. Brasil: 4.6%, 8: México: 3.6% y 9: Colombia: 2.7% [...]

ANOMIA: Desorganización social que resulta de la ausencia de normas comunes en una sociedad. La noción de anomia designa la crisis por la que atraviesa una sociedad o un grupo social cuando sus miembros se ven privados de las normas que organizan conductas y de los ideales que legitiman sus aspiraciones. La anomia es el resultado de cambios sociales que exigen una sustitución demasiado acelerada de un sistema de valores. También designa el conflicto que sufre el individuo cuando la sociedad le propone unos objetivos legítimos a los que no puede acceder si no es por medios ilegítimos, debido al lugar que ocupa en la escala social. También se llama así, “anomia”, en medicina, atención médica, y más concretamente en los tratamientos para la corrección del lenguaje verbal, a ciertos problemas del lenguaje que provocan que los hablantes o usuarios de los idiomas no puedan llamar a las cosas por sus nombres verdaderos o correctos o adecuados según las variantes lingüísticas y dialectales “pertinentes” que imperan en sus contextos situacionales.

ANOSMIA: Es un trastorno que se caracteriza por la disminución o la pérdida del sentido del olfato, lo que afecta directamente la expresividad gestual, los gestos, y también la expresividad verbal, las palabras de agrado y complacencia, ante las comidas y bebidas que tradicional y habitualmente se consideran exquisitas o delicadas o finas en ciertas culturas o a nivel internacional. De la misma manera, los gestos de desagrado no aparecen en el rostro del afectado por este trastorno al no poder percibir los llamados “olores feos” o peste.

ANTILENGUAJE: Es decir, lenguajes que expresan una oposición a un determinado orden lingüístico dominante, a una determinada norma lingüística imperante. Son formas de resistencia lingüística, tienen sus raíces en antisociedades, en sociedades que no están conformes con la situación social o lingüística que viven. Los antilenguajes son empleados por reaccionarios, desajustados sociales, delincuentes, presidiarios, etc. El objetivo es mantener y aumentar la solidaridad entre los miembros del grupo. Los antilenguajes sirven para excluir de la comunicación a todos los individuos que no forman parte del “grupo”.

ATAXIA: Incapacidad para coordinar los movimientos del cuerpo, lo que afecta, entre otras cosas, la sensibilidad, la postura, los gestos, los ademanes, la posición erguida, la capacidad para asir los objetos, estrechar las manos, dar abrazos, etc.

AUTISMO: La vida del autista, de los familiares del autista, y de las personas que, en general, tienen que comunicarse con los autistas, es muy difícil, compleja y penosa, por muy variadas razones. Cada 15 minutos nace un niño autista en el mundo. Se cree que 1 de cada 166 niños padece autismo en una u otra forma, ya sea como desorden neurológico o como desorden en el aparato psíquico. Acerca del autismo puede consultarse, en otros muchos materiales: Uta Frith (2004). Autismo: hacia una explicación del enigma. Madrid, Alianza Editorial.

BELLEZA Y FEALDAD: Los criterios de belleza y fealdad, tanto para el género masculino, como para el género femenino, para el tercer género o tercer sexo (homosexuales) y para absolutamente todas las cosas, han sido motivo de aceptación o rechazo, de gusto o desprecio, de acercamiento o alejamiento de unos grupos con respecto a otros, de unas personas con respecto a otras. Recordemos que la belleza puede ser de dos tipos: 1. Belleza libre: es la belleza natural, que observamos y vemos como “bella” independientemente de nuestros “conceptos” en torno a la belleza; 2. Belleza adherente: es la “belleza” que depende de nuestros “conceptos” de belleza. Para considerar la “belleza” y su variedad véase, entre otros autores: Platón (1993). “Hipías mayor o de lo bello”, en Diálogos. México, Porrúa; Immanuel Kant (1977). Crítica del Juicio, Madrid, Espasa Calpe; Immanuel Kant (1995). Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime. Madrid, Alianza; Johann Christoph Freidrich Schiller (1991). "Cartas sobre la educación estética", en Escritos sobre estética. Madrid, Tecnos; Francis Hutcheson (1996). Una investigación sobre el origen de nuestra idea de belleza. Madrid, Tecnos; Ángela Bravo (1996). Femenino singular. La belleza a través de la historia. Madrid, Alianza Editorial; Umberto Eco (2004). Historia de la belleza. Barcelona, Lumen; Umberto Eco (2007). Historia de la fealdad. Barcelona, Lumen; Dorothy Schefer Faux (2006). La belleza del siglo. Los cánones femeninos en el siglo xx. Barcelona, Gustavo Gili; George Vigarello (2006). Historia de la belleza: el cuerpo y el arte de embellecer desde el renacimiento hasta nuestros días. Buenos Aires, Nueva Visión; Ulrich Renz (2007). La ciencia de la belleza. Barcelona, Destino; François Cheng (2007). Cinco meditaciones sobre la belleza. Madrid, Siruela [...] la belleza, y por supuesto la fealdad, y sus tipologías, rasgos, concepciones, matices, idealizaciones, están relacionadas con la geografía, los grupos y los subgrupos humanos y las esferas de trabajo: es decir el poseer o no un “físico suertudo” o el “físico de buen ver”, tanto en hombres como en mujeres como en personas del “tercer sexo”, según los tiempos, las épocas, las modas y los estilos (Ruano, 2003a), como puede apreciarse en los siguientes videos y comentarios, intitulados: Belleza, ¿por qué nos gusta lo que nos gusta?, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=WBtyOaTWXaU&feature=related ; Belleza y los patrones, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=FnUTG9WwBjk&feature=related ; Belleza, juicios de belleza, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=MHgBVldBqQ0&feature=related ; Cerebro, hormonas y percepción de la belleza, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=F6LRynaiKmQ&feature=related ; Belleza, el rostro, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=7D_KZ8lOQeA&feature=related ; Por eso no tienes novio, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=TrhTMHOLbbs ; La suerte de la fea a la bonita no le importa , disponible en http://www.youtube.com/watch?v=N4BFuVXT5nU&feature=related ; Los curas más bellos del Vaticano posan para calendario, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=2gxrCmzU5gU y en http://www.youtube.com/watch?v=pI1Z2xDd9BQ&NR=1 ; Msgr Gänswein (the Pope's secretary) is beautiful!!! , disponible en http://www.youtube.com/watch?v=O5a5WzwrNcI&feature=related ; Se busca a la monja más bonita, disponible en http://www.elespectador.com/entretenimiento/arteygente/vidamoderna/articulo-se-busca-monja-mas-bonita y en http://www.noticias24.com/gente/noticia/3243/organizan-el-concurso-miss-monja-italia-2008/ . Para tener una idea de la variedad de criterios en torno a los esquemas físicos de la belleza, y en este caso en lo concerniente a la percepción de la belleza o la percepción de la imagen femenina, basta considerar el arte paleolítico y las representaciones de las llamadas “Venus Paleolíticas” e “imágenes femeninas trascendentales de la antigüedad”, tema que puede encontrase en: http://es.wikipedia.org/wiki/Venus_paleol%C3%ADticas , y también en: http://es.wikipedia.org/wiki/Arte_paleol%C3%ADtico y en http://es.wikipedia.org/wiki/Diosa_madre . Y tanto dioses como humanos, tanto reyes como vasallos, tanto ricos como pobres, tanto gordos como flacos, tanto altos como bajitos..., han buscado la belleza y la juventud en cualquiera de sus formas. En la actualidad la maquinaria de la belleza es todo un emporio, en todos los sentidos, y aquí los diseñadores de imagen, los asesores de imagen, desempeñan un papel trascendental, aunque mucha gente no conoce cómo funciona el trabajo de imagen, el trabajo de los imagólogos: En este mundo moderno, lleno de relaciones públicas de todo tipo, nacionales e internacionales, saturado de medios de comunicación masiva y críticos que constantemente valoran y cuestionan, es muy difícil lograr tener una buena imagen física, una buena imagen pública, una buena imagen social. Para lograr esa buena imagen, tan anhelada por todos pero tan exclusiva de muy pocos, se requieren muchas cosas, muchos sacrificios, mucha práctica; pero sobre todo y en especial se necesita de muy buenos consejeros y asesores de imagen social, de imagen pública, de imagen institucional, de imagen política, de imagen física... (Ruano, 2003b; Ruano, 2003d; Ruano 2003h) [...] Muy pocas personas conocen el complejo trabajo de los asesores de imagen, de los imagólogos, en especial el trabajo de los asesores de imagen social, de imagen pública, de imagen política, de imagen protocolar, de imagen física... Inclusive dentro del mismo gremio de trabajadores de la imagen pública, de la imagen social, los desconocimientos al respecto llegan a ser alarmantes y desconcertantes. Para conocer un poco al respecto, siempre recomiendo ver dos de los tantos filmes en donde se trata el trabajo de los asesores de imagen. Me refiero a: The Kid, que en español ha salido con el nombre Mi encuentro conmigo, del director Jon Turteltaub y con la participación de Bruce Willis, y a: The Devil Wears Prada, con nombre en español El diablo viste a la moda, del director David Frankel y con la participación de Meryl Streep. Claro que si se quiere conocer en detalles uno de los trabajos más complejos y difíciles de tratamiento de la imagen social, y diría yo que el más reconocido del mundo en su tipo, entonces recomiendo investigar el trabajo del cubano Osmel Sousa, llamado “El Hacedor de la Belleza”, “El Hacedor de Misses”, “El Zar de la Belleza”... Con Osmel Sousa los sueños de las cenicientas venezolanas sí se hacen realidad en Miss Venezuela”: “Bajo la dirección de Osmel Sousa, Venezuela ha acumulado [junto con Puerto Rico] más títulos internacionales que cualquier otro país, incluyendo a seis ganadoras de Miss Universo, cinco Miss Mundo (junto a India, es el país que ha ganado más veces en este certamen), y cinco Miss International.” Destacamos aquí el papel trascendental del Caribe en la producción de mujeres y hombres bellos. También recordamos en esta parte que Cuba no participa en este tipo de certámenes. Si Puerto Rico, del Caribe, con aproximadamente 4 millones de habitantes, tiene 5 Miss Universo, imaginemos qué pasaría si Cuba, del Caribe, que tiene aproximadamente unos 11 millones de habitantes, participara en estos tipos de eventos de bellezas internacionales, mujeres u hombres. ¿Ya se lo imaginó? Pues entonces dígamelo a mí, que soy cubano y que toda mi vida he visto “lo que ahí se da” .... Desde los primeros momentos de la formación del pensamiento y la cultura clásicos en Grecia y Roma, lo que constituye la base de la cultura europea, los feos fueron rechazados y los bonitos aceptados. Veamos cómo resolvió este problema de la dicotomía belleza-fealdad el dios griego y romano Urano, el “Dios Supremo”, hijo de Gea y después su marido: Urano casó con Gea, que era su madre y después su mujer. Y con ella tuvo descendencia: los “bonitos” y “normales”, que eran los seis Titanes, es decir Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Jápeto y Crono; las seis Titánides, es decir Febe, Mnemósine, Rea, Temis, Tetis y Tía; y también los “feos” o “anormales” o “monstruos”, que eran los hijos menores, los tres Cíclopes: Brontes, Estéropes y Arges; y los tres Hecatónquiros: Coto, Briareo y Giges. Los cíclopes eran gigantes de un sólo ojo, muy fuertes y muy hábiles. Los hecatónquiros eran gigantes de cien brazos y de cincuenta cabezas... Los dioses bonitos vivían felices y gozaban de todos los bienes, bondades y placeres del reino de los dioses... Y a los dioses feos, primero, Urano, su padre, no les permitió que salieran del vientre de la madre, Gea, y luego, ya que salieron, fueron mandados al Tártaro, es decir el “infrainfierno”, un lugar que estaba por debajo del infierno o Hades, que era a donde los dioses enviaban a sus enemigos. ¡Hasta los dioses le temían al Tártaro! De nada les valió a los pobres y feos cíclopes, por ejemplo, su gran habilidad e inteligencia. Para los dioses “bonitos”, ya desde aquel entonces, sólo contaban la “belleza” y la “normalidad”... Cuenta una de las tantas historias que hay al respecto que Gea, la madre, ayudada por sus hijos varones bonitos, los titanes, fue a liberar a sus hijos feos, y que éstos, una vez liberados, enseguida atacaron a los bonitos... Los cíclopes atacaron a los titanes, y los hecatónquiros a las titánides... Es decir, tal y como se recoge en la historia del nacimiento de la cultura clásica greco-romana, los bonitos son buenos y los feos son malos... ¡Ahhhhhh, y se me olvida! También, al parecer y según la mitología greco-romana, los feos siempre agreden a los bonitos... (Ruano, 1995). En la cultura judeo-cristiana, también los bonitos logran muchas cosas...: ¡hasta deciden la vida o la muerte de los pueblos, marcando así sus pasados, sus presentes y sus futuros!: 1 El rey David era ya viejo y de edad muy avanzada; y por más que lo cubrían con ropa, no podía entrar en calor. 2 Por lo que le dijeron sus criados: Buscaremos para el rey nuestro señor una virgen jovencita, que, siendo su esposa, viva con el rey y lo abrigue, y duerma a su lado para que le comunique algún calor. 3 Buscaron pues por todas las tierras de Israel una jovencita hermosa, y hallaron a Abisag de Sunam, y se la trajeron al rey. Era esta doncella de extremada hermosura, y dormía con el rey: pero el rey la dejó virgen (1Reyes, Capítulo 1). 2 Por lo cual los criados y ministros del rey dijeron: Búsquense para el rey [Assuero o Astajerjes, rey de Persia] jovencitas, que sean vírgenes y hermosas; 3 enviando por todas las provincias personas que escojan doncellas y de buen parecer, y las traigan a la ciudad de Susan al palacio de las mujeres [harem], entregándolas al cuidado del eunuco Egeo, superintendente y guarda de las mujeres del rey, y déseles allí cuanto sea necesario para su ornato mujeril, y lo demás que hubieren menester; 4 y la que entre todas será más del agrado del rey, esa sea la reina en lugar de Vasti [...] 7 Habiendo Mardoqueo criado a Edisa [...] llamada por otro nombre Esther [...] en extremo hermosa y de lindo parecer [...] 15 No pidió Esther adornos mujeriles [...] Porque era de extremada hermosura, e increíble belleza [...] 17 Y el rey quedó prendado de ella más que de todas las otras mujeres, y le cayó Esther en gracia, y obtuvo su favor sobre todas las demás; y le puso en la cabeza la corona real, declarándola reina en lugar de Vasti (Esther, Capítulo 2). ¿Qué “poderes” tenía Esther, una judía –¿vengativa?– (Esther, Capítulo 9, Versículos 13, 14, 15 y 16), que el gran rey persa Astajerjes, que despreciaba y humillaba a los judíos, y que los tenía esclavizados en 127 provincias de su gran reino, en reiteradas ocasiones le ofreció dar lo que ella pidiera, inclusive la mitad del reino? –acerca de la historia de la judía Esther que llega a ser reina de Persia, puede consultarse la hermosa novela Hadassah: One Night with the King o en español Jadasá –Hadassah–, del autor estadounidense Tommy Tenney, y su adaptación para el cine bajo el nombre de One Night with the King, o en idioma español como Una noche con el rey o La reina de Persia, del director estadounidense Michael O. Sajbel–. ¡La belleza y lo que se “sobreentiende” aquí –y que se supone que todo “adulto normal” debe conocer– por “belleza”!: 3 Le dijo entonces el rey: ¿Qué es lo que quieres, reina Esther? ¿Qué petición es la tuya? Aun cuando me pidieres la mitad del reino, se te dará [...] 6 Y el rey, después que bebió vino con abundancia, dijo a Esther: ¿Qué cosa quieres que te mande dar? ¿Cuál es tu pretensión? Aunque pidieres la mitad de mi reino, te lo atorgaré (Esther, Capítulo 5). 2 A la cual dijo también el rey en este segundo día, después de recalentado el vino: ¿Qué petición es la tuya, Esther, y qué quieres que se te conceda? Aunque pidieres la mitad de mi reino, lo alcanzarás (Esther, Capitulo 7). ¿Qué “poderes” tuvo Lilith, “La Primer Mujer”, que marcó en muchos sentidos a culturas como la sumeria, la babilónica, la mesopotámica y la hebrea, entre otras? Veamos lo que nos dice al respecto Martha Robles (2000) [...] ¿Qué “poderes” tenía la Reina de Saba, conocida también por varios nombres como Makeda, Nikaule, Belkis..., una mujer que según algunos es etíope, según otros yemenita, según otros búlgara, etc., que hechizó al poderoso rey judío Salomón, que le dedicó a esta mujer, según exponen algunos comentaristas de la Biblia, nada más y nada menos que el “Cantar de los Cantares” o “Cantares de Salomón”? ¿Qué “poderes” tenía la “seductora” Cleopatra VII que hizo que tantos grandes cayeran rendidos de amor, pasión y lujuria a sus pies? ¿Qué “poderes” tuvo la bella Livia Drusa Augusta, emperatriz de Roma? ¿Qué “poderes” tuvo la bella Mesalina, emperatriz de Roma, más conocida por los nombres de “la ramera”, “la meretriz”, “la libidinosa”...? ¿Qué “poderes” tenía la mexicana María Ignacia Rodríguez de Velazco y Osorio Barba, más conocida como “La Güera Rodríguez” (Valle Arispe, 1960; Amozurrutia, 2008), que tuvo una vida tan “activa amorosamente”, con toda una larga y comentada lista de hombres: políticos, curas, científicos, nobles...?: [...] el propio Iturbide [...] la gente hablaba de que se acostaba con la famosa Güera Rodríguez [...] El alto prelado de Oaxaca sabía que tan sólo pronunciar el nombre de la Güera Rodríguez resultaba un atentado en el seno de esa reunión secreta. ¿Razones? La bellísima mujer había compartido lecho con varios de los ministros religiosos ahí presentes. Uno se acomodó instintivamente en la silla. Otro más no pudo contener un acceso de tos (Martín, 2006:86-87). –Y que no se olvide [...] que la Güera Rodríguez, siempre presente, logró que la fastuosa marcha militar que deslumbraba a la ciudadanía de la capital se desviara hasta pasar frente a su propia casa de acuerdo a una petición hecha a su amado. Iturbide, vestido con el ostentoso atuendo de jefe del Ejército Trigarante, tendría que apearse de su brioso corcel blanco, penetrar por su jardín, cortar una rosa blanca de las que se dan al final del verano, subir por la escalera de la residencia hasta llegar a su balcón y, después de ponerse de rodillas ante aquella auténtica aparición encarnada en mujer y sin considerar la presencia de un público estupefacto, entregarle la flor y una pluma de su sombrero besándole la mano al saludarla y al despedirse. ¿Y Ana María de Huarte, su esposa? ¡Ah!: ella estaba enclaustrada en un convento, presa por haber sido encontrada una carta redactada por la propia Güera en la que se descubría, supuestamente, una relación de infidelidad imperdonable para el Santo Tribunal de la Inquisición [...] Todavía el ilustre canónigo [Matías Monteagudo] tendría que lidiar con la Güera Rodríguez, que quería ser emperatriz a como diera lugar. Iturbide tendría que obtener el divorcio para poder contraer nupcias. El vínculo indisoluble, jurado ante Dios, sólo podía romperlo el alto clero. Ella tenía sobrados recursos y encantos para lograrlo... (Martín, 2006: 93-94) [...] Poco tiempo después, otro personaje importante llegó a la Ciudad de México: Alexander von Humboldt, naturalista alemán que viajaba por el mundo investigando la geología, la flora y la fauna de distintas regiones. Cuando Humboldt vio a la Güera, aseguró que no había conocido belleza igual en ninguna otra geografía, y la hizo su amante durante el tiempo en que duraron sus investigaciones. José Jerónimo, su esposo, supo de estas relaciones y de otras más. La denunció por haber roto el lazo matrimonial, pero las autoridades no pusieron mucha atención en el caso porque ella tenía sus influencias. Desesperado tras varios años de agonía, el marido intentó matarla, pero erró el tiro y fue llevado a prisión, donde murió poco después [...] el rey de España, Carlos IV, pidió que el pincel más diestro de la Nueva España pintara un retrato de cuatro mujeres americanas de las cuales había oído maravillas. Cuando el monarca recibió la tela, pudo comprobar que los comentarios resultaban ciertos. Se trataba de la Güera Rodríguez y sus tres hijas. También se ha afirmado que Tolsá se inspiró en ella para la Dolorosa del Templo de la Profesa .... ¿Qué “poderes” tenía la bella actriz alemana Hilda Kruger –aparte de ser una finísima y taimadísima espía nazi en México, que suministraba al Tercer Reich o Alemania Nazi toda la información de los acontecimientos que se producían en las altas cúpulas gubernamentales y sociales mexicanas y mucho más (Cedillo, 2007)– que “fue amante de la mitad del gabinete de Manuel Ávila Camacho [...] Miguel Alemán [...] Mario Ramón Beteta [...] Ezequiel Padilla [...] Juan Andreu Almazán [...]”? (Ibid.). ¿Qué “poderes” tenían las cubanas Edelmira Ignacia Adriana Sampedro y Robato y Marta Rocaford y Altuzarra, que el primogénito español Alfonso Pío Cristino Eduardo, el hermano del actual rey de España, el que debió ser realmente rey de España, abdicó al trono por estas mujeres, con las que se casó? ( http://openlibrary.org/b/OL22709711M/La-XVII-Cumbre-Iberoamericana-en-Chile.-El-caso-Ch%C3%A1vez%2C-Ortega%2C-Rodr%C3%ADguez-Zapatero-y-Juan-Carlos-o-A-prop%C3%B3sito-de-las-nuevas-elecciones-2008-en-Espa%C3%B1a-o-La-trascendencia-del-%22%C2%BFPor-qu%C3%A9-no-te-callas%3F%22?%22 ): Como verán, entonces el primogénito, hijo de Alfonso XIII, que era Alfonso Pío Cristino Eduardo, debió ser el rey... Pero no quiso... ¿Por qué? Porque le encantaban las cubanas “vulgarzotas”, “plebeyotas”, “populacheras”, seguramente medio santeras o espiritistas –en Cuba decimos que aquí “el que no tiene de congo, tiene de carabalí”; que en el sentido de las religiones “el que no corre, vuela”, como en todos los países del mundo, como en toda la otra América, como en México (Martín, 2006)–, sin estirpe real, pero eso sí, “regüenotas”, “con fuego y carne y grasa de sobra, pa’ regalar”, como dice la canción de Ricky Martín: “por arriba..., por abajo...” Y miren si a este hemofílico le gustaban las cubanas que no solamente se casó con una: Edelmira Ignacia Adriana Sampedro y Robato, sino que se casó con otra cubana: Marta Rocaford y Altuzarra, una modelo cubana de fama internacional...; ¡pero habrían de ver cómo estaban las condenadotas...! ¡Por supuesto que tenemos que entender que Alfonso Pío Cristino, el que debió ser rey de España, abdicara, renunciara al trono de España por las cubanas...! ¡Claro...! ¡Oigan, seamos sinceros...! ¿¡A quién no le gusta lo bueno!? ¿¡A quién no le gusta “un buen empacho de goce y amor, entre ‘otras cosas’”...!? ¿Usted pensó “lo mismo” que yo? ¡”Equelecuá...”! Disculpas, “equelecuá” no, que así decimos en Cuba, “la chusma”, “el pueblo”, “el populacho”, “la negrá”... Mejor dicho “eque le qua”, en italiano fino, que estamos hablando de cosas de caché, de abolengo, de la monarquía, de la rancia aristocracia..., ¡y nada más y nada menos que de la aristocracia de la Mare Patria...! ¡Figúrese usted...! ¡Más nos vale hablar bien y bonito –aunque las expresiones nos salgan como a Estelvina, la de San Nicolás del Peladero. ¿No ha oído hablar nunca a una mulata cubana y a un “gaito” (‘español’) gallego? ¡Óigalos...! Se va a “destornillar” de la risa: http://www.youtube.com/watch?v=yM1wzJ7ouEc&feature=related –, no vaya a ser que nos manden a callar...! ¿Cómo vamos a decir populachadas...? ¡Mejor un “italianismo”! Nada de “equelecuá”, sino “eque le qua”, es decir ‘así es’, ‘eso mismo’, ‘ahá’, ‘ahé’, ‘ajá’, ‘anjá’, ‘justamente’, ‘eureka’... Bueno, como sea y como se diga: “París bien valió la misa” –como dijera Enrique IV de Francia, otro Borbón–. ¿Qué acaso no recuerdan ustedes la canción cubana Las muchachas, en la versión, por ejemplo, del grupo español El Consorcio, antiguo grupo Mocedades?: “Me dicen que la cubana tiene fuego en la cintura..., bailando nadie le gana cuando repica una rumba [...] Pero cuando veo una habanera toda la sangre se me alborota, y si veo yo una santiaguera [de Santiago de Cuba, Oriente, Cuba, por supuesto], entonces sí que boto la pelota...” ¿Qué acaso no recuerdan ustedes la sabrosísima canción cubana La negra Tomasa, en la versión del sensacional Trío Matamoros?, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=bY-MOVsdhdQ (Ruano, 2007c). ¡Y no hablemos ya de la importancia de la belleza en los triunfos personales, sociales, laborales, etc...! En los más de 30 años que tengo de experiencia en el trabajo con grupos humanos, en el ámbito de la comunicación humana, de las culturas en contacto, de la paisología, de la sociolingüística, de la imagología, de la traductología, etc., he comprobado que la belleza abre muchas puertas, más que las que cualquiera pueda imaginar... E inclusive he podido observar como un rostro “medio hermoso” –en regiones, países y grupos sociales en donde la mayoría está compuesta por personas “feas” (?), según los parámetros de la belleza occidental. Como reza el dicho popular: “En el mundo de los ciegos el tuerto es rey”–, aunque inclusive rústico y que trasmite incultura e impreparación científico-técnica, pero digamos que con unos “ciertos atributos especiales en contexto”, puede alcanzar el prestigio social más deseado (Ruano, 2008a). Pensamos que la actualidad, al nivel internacional, está condicionada por la búsqueda de la belleza tanto femenina como masculina; pero nunca en la historia de la Humanidad un pueblo ha logrado en cuestiones de belleza y elegancia lo que logró la Grecia clásica. Grecia fue un pueblo que se entregó a la belleza completamente, en cuerpo y alma, y fue ahí donde se creó el ideal de la belleza clásica. En la Grecia clásica mujeres y hombres, jóvenes y viejos, ricos y pobres, practicaban los más exquisitos sistemas de embellecimiento y culto al cuerpo. Y si en la actualidad Venezuela sigue así con su emporio de la belleza femenina, dirigido por el cubano Osmel Sousa, en especial a través de Miss Universo y Miss Mundo, entonces Venezuela será, en este sentido, la Grecia moderna. Mujeres célebres por su belleza han sido Nefertitis, Cleopatra, Venus, Circe, Helena de Troya, Vasti, Esther, Makeda, Julieta, Liudmila, Isolda, Ixtacíhuatl, Gretha Garbo, Marlene Dietrich, Vivien Leigh, Kim Novak, Rita Hayworth, Eva Gardner, Grace Kelly, Gina Lollobrígida, Sara Montiel, Carmen Sevilla, María Felix, Marilyn Monroe, Brigitte Bardot... Hombres célebres por su belleza han sido Adonis, Narciso, Federico de Habsburgo “El Hermoso”, Felipe IV de Francia “El Hermoso”, Felipe I de Castilla “El Hermoso”, Rodolfo Valentino, Tony Curtis... Para considerar este aspecto en torno a la belleza a nivel internacional, consúltese, por ejemplo, las estadísticas de los concursos de Miss Mundo y Miss Universo, y veamos cuál es el origen de la mayoría de las bellezas finalistas de estos certámenes. Indudablemente, partiendo de la proporción de habitantes por regiones y países, todo parece indicar que en el Caribe estos “imagotipos de buen ver” se desarrollan fácilmente, “a lo silvestre”. Los concursos Miss Universo 2008 y Miss Universo 2009, celebrados respectivamente en Vietnam y en Bahamas, lo dicen todo. En el 2008 las tres finalistas son caribeñas: Venezuela (que gana la corona con Dayana Sabrina Mendoza Moncada), Colombia y República Dominicana. En el 2009 dos de las tres finalistas son caribeñas: Venezuela (que gana la corona, con Stefanía Fernández Krupij) y República Dominicana. En la historia del concurso de Miss Universo solamente un país ha ganado dos años consecutivos: Venezuela, en 2008 y en 2009. En fin, que en la historia y en la actualidad, y en cualquier parte del mundo, según los prototipos de belleza/fealdad, nadie ha querido ni quiere ser feo, y eso que los feos tienen hasta su agencia de contratación como “modelos poco convencionales” –me refiero a la agencia británica Ugly Rage Models, con la siguiente dirección en Internet: http://www.ugly.org/ –. En fin, que queda más que claro que los bonitos, que los bellos, que los guapos, siempre han tenido y siguen teniendo muchas más oportunidades de triunfo en la vida pública, en la vida social, que los feos. A todo el mundo le queda claro que el ser bello, hermoso, guapo, agraciado, etc., es un gran don en la vida, y que estas personas “bellas” siempre han tenido y siguen teniendo muchas más oportunidades para triunfar en la vida que los no bellos y que los feos, como muestra la encuesta de belleza de la radioemisora mexicana W Radio: ¿Usted cree que las personas guapas tienen mayores oportunidades para conseguir mejoras en su vida? El 86.08 % dijo que sí; el 13.92 % dijo que no, según http://www.wradio.com.mx/enc/index.asp?t=V&id=5144 . En torno a algunas consideraciones de los latinoamericanos acerca de la belleza, véase, por ejemplo: http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=335077 y http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=335505 . No todos los feos tienen las dotes y las suertes –haber nacido y vivir en países desarrollados– de Paul Potts – http://es.wikipedia.org/wiki/Paul_Potts – y Susan Boyle – http://es.wikipedia.org/wiki/Susan_Boyle . Y aquí tenemos que recordar que una cosa es ser bonito, bello, hermoso, y otra cosa, pero bastante diferente, es ser atractivo, ser sexy... Partamos de que en nuestros días de globalización, de mundialización, y de una intensa competencia o emulación internacional, nadie quiere ser feo, todo el mundo quiere ser atractivo y sexy...; pero las cifras de dismorfóbicos a nivel internacional, y concretamente en algunas áreas de segregación, de exclusión, de atraso, de tercermundismo y cuartomundismo, por ejemplo, nos hablan de una realidad muy diferente. Acerca de este mal me he referido en varias oportunidades, en varias conferencias, en mis textos escritos, en mis libros (Ruano, 1986; Ruano, 1993; Ruano 2002; Ruano 2003b; Ruano, 2006; Ruano 2007a; Ruano, 2007b). En uno de mis textos (Ruano, 2007b: http://openlibrary.org/b/OL21783353M/El-lenguaje-corporal-humano.-Un-enfoque-imagol%C3%B3gico-en-base-a-criterios-verbales-y-no-verbales ) he abordado este tema en los siguientes términos: Dismorfobia. La dismorfobia es una enfermedad, es un desequilibrio siquiátrico; es fobia, temor o rechazo a la fealdad. Se padece dismorfobia cuando se entra en conflicto con la apariencia física personal, en particular, y con la misma persona y la raza a la que se pertenece, en general, y así se buscan constantemente defectos en el cuerpo, en la imagen, en el imagotipo, en el tipo de personalidad, que pueden ser reales o no, considerando los parámetros y las exigencias de belleza y de “buena imagen” modernos, actuales, de moda, lo que conduce al afectado, al enfermo, al dismorfóbico, a un desequilibrio sicológico marcado por la “obsesión” de cambiar su figura por el medio o los medios que sean. La vida del dismorfóbico gira en torno a los cirujanos plásticos, a los fisicoculturistas, a los gimnasios, a los dietistas o dietólogos, a las dietas, a los cosmiatras o cosmetólogos, a los dermatólogos, a los asesores de imagen, a los múltiples y variados productos de belleza, a la ropa, etc. Indiscutiblemente, la vida de los dismorfóbicos es obsesiva y triste, debido principalmente a que el afectado presenta una elevada falta de autoestima, de respeto por sí mismo. En determinados casos, la conducta del dismorfóbico puede ser repugnante, repulsiva, antipática, debido a que todos sus temas de conversación se convierten en un auténtico culto a la personalidad y al físico, dejando a un lado los tantos y maravillosos temas de la vida y la convivencia humanas [...] Y aquí tenemos que recordar que una cosa es ser bonito, bello, hermoso, y otra cosa, pero bastante diferente, es ser atractivo, ser sexy... Muy pocas veces estas dos características, bello y sexy, bella y sexy, van de la mano, aparecen al mismo tiempo, aunque algunas y algunos se sientan “¡los mataores y las mataoras...!” ¡Upssssss, triste y cruel realidad! ¡Terrible decepción...! En el año 2007 dirigí en México una tesis de Maestría en Ingeniería en Imagen Pública, con el siguiente título: Mujeres. Más allá de una emoción: investigación reflexiva a partir de los estereotipos femeninos (Domínguez, 2007), y, por ejemplo, en lo concerniente a la mujer y su imagen en América, y en general en Occidente, los resultados obtenidos fueron muchos, diversos, desalentadores, preocupantes, negativos... ¡Y en cuanto a ser sexy hay cada sorpresas...! Fíjese usted que en Venezuela, por ejemplo, que, como todos sabemos, es la maquinaria más sensacional a nivel internacional de creación de bellezas –dirigido todo esto por el cubano Osmel Sousa–, sobre todo de mujeres bellas, que a mi parecer también son muy sexys –desgraciadamente una inmensa mayoría de las mujeres que se presentan a los concursos internacionales de belleza no son en lo absoluto sexys; bellas sí, tal vez, al gusto de cada pueblo y de cada cual, pero ¿¡sexys!?, ¡nanayyyyyyyy!–, siempre se hacen muchas encuestas acerca de belleza y sexualidad. Una de estas encuestas, que se realizó en Venezuela tomando en cuenta a hombres reconocidos del cine, de la televisión, del teatro, de la conducción de programas, del modelaje, de los negocios, del arte en general, de la política, de la vida social, etc., ubica al mandatario Hugo Chávez, electo tres veces presidente por amplio voto popular, como el 5 hombre más sexy de Venezuela. ¿Cómo ve...? ¡Sorpresas...! ¿Verdad...?: Chávez, entre los hombres más sexys de Venezuela: encuesta. jueves 8 de noviembre de 2007 11:12 GYT. CARACAS (Reuters) - El presidente venezolano, Hugo Chávez, se coló en la lista de los hombres considerados más sexys de Venezuela, integrada también por fornidos animadores y actores de telenovela, de acuerdo a una encuesta divulgada el jueves. El resultado derivó de un amplio estudio sobre el consumidor local auspiciado por la mayor central patronal del país, Fedecámaras, en el que el mandatario izquierdista obtuvo el quinto puesto en el gusto femenino. Chávez tiene un amplio apoyo en los sectores populares gracias a sus programas sociales y sus "misiones" de alimentación y salud, según el estudio realizado en todo el país. La lista la encabezó el popular animador Winston Vallenilla, del canal RCTV, que salió de señal pública ante la negativa del Gobierno de renovarle la licencia, mientras que el conductor del show de variedades "Súper Sábado Sensacional," Daniel Sarcos, le siguió en preferencias. La tercera casilla fue para el modelo de calendarios y actor de telenovelas Juan Carlos García, seguido del también actor Ricardo Álamo. El sondeo abarcó a 14.123 personas en 3.170 hogares, además de auditoría de comercios y encuestas telefónicas [...] Otras encuestas acerca de belleza y fealdad entre los políticos, por ejemplo, arrojan verdaderas sorpresas..., ¿o sustos? [...] Considérese en este sentido, por ejemplo, la encuesta realizada por Grupo Reforma, de México, en julio de 2008, acerca de la belleza entre los políticos de este país, información que está disponible en: http://www.elmanana.com.mx/notas.asp?id=66215 , http://co.invertia.com/noticias/noticia.aspx?idNoticia=200807071812_TRM_77187402 , http://foro.univision.com/univision/board/message?board.id=noticias_mexico&message.id=236680&page=1 . Aquí no podemos hacer otra cosa que recordar las canciones “Me duele la cara de ser tan guapo...”, de Los Inhumanos, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=80CBtRbudvk , y “¡Qué lindo soy, qué bonito soy, como me quiero...!” de Paco Stanley..., y recordar también los filmes La reina del Chantecler, con “La Bella Charito”, La bella del Alhambra, El bello Antonio... Afortunadamente, en algunos diccionarios, como Wikipedia, se dice que “La belleza es un concepto / cualidad abstracta y subjetiva (lo que para unos es bello para otros puede no serlo) [...]” ¡Qué bueno que esto es así...! ¿No cree usted? Claro que el asunto no termina aquí, es decir que no termina con la “sencilla” selección de “los bellos”, de “los bonitos”, de “los guapos”, de “los mononos”, de “los cuerones”, de “los pirrurrísimos”, de “los pollos”..., porque ¿y los que se quedaron afuera qué? Los que no salen en estas encuestas de los lindos, a los que “ni el sol les dio”, pues están en las de los feos: o menos feos o súper feos, pero feos, ¡ni modo!...: ¡y aquí se arma un tira y jala, un tira y afloja, un titingó...! Imagínense nada más quedar en una encuesta de éstas, que se publica en todo lo publicable, y que es alimento de cada día, sobre todo de los güebones que no tienen nada que hacer, y de “la raza con aspiraciones e ínfulas”, de los pueblos y culturas con alto índice de dismorfobia... ¿Y entonces qué hacen los feos que quedan en estas encuestas en los primeros lugares? ¿¡Que qué hacen...!? ¿¡Qué todavía usted no lo sabe...!? ¡Pues cantar las cancioncitas de siempre...!: “¡Nadie me quiere, todos me odian, mejor me como un gusanito...!” disponible en http://www.youtube.com/watch?v=WDG_zctjyy4 ; “Canción de la fea”, disponible en http://es.youtube.com/watch?v=gngPOsOPY8o ; “¡Tomás, qué feo estás!”, disponible en http://www.mdigitalplus.com/cancion.php?id=14208 ; “¡Qué se mueran los feos!”, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=wuPBN8XIWiE , en http://www.youtube.com/watch?v=IWk_Owah68A&feature=related y en http://www.youtube.com/watch?v=YWKwHijw9-4 ; “La muñeca fea”, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=sSZ4S3q39Go ; “El feo”, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=wbSkCJE0Zio&feature=related y en http://www.youtube.com/watch?v=iokzBx7di2s&feature=related ; “La fiesta no es para feos”, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=4e1QrX_RvEk y en http://www.youtube.com/watch?v=Qiy6WF55Z1E y “Güera televisa”, de la cantante mexicana Amandititita, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=3nqlqiapQtE [...] Claro que recuerde que hay encuestas acerca de todo, no solamente de bonitos y feos... También hay encuestas de buenos y malos, de honestos y ladrones, de inteligentes y burros, de cachondos y frígidos, de los que tienen “aquello” así o asao, con tamaños descomunales y medianos y hasta muy chiquitines..., y aquí ese cuento de “chiquito pero picoso” no se vale... Aquí, en estas encuestas, funciona lo del dicho popular: “Caballo grande, ande o no ande”. Entonces, pues piense en qué tipo de encuestas sería bueno estar..., y qué lugares ocupar en ellas... Imagínese, por ejemplo, ser hombre, de la vida glamurosa y conocida, y que de repente salga por ahí una encuesta o alguien diciendo que usted tiene una “croquetica” o un “pirulí” o cosa por el estilo... “¡A morirse, caballero...!” Claro que si se sale “reprobado grotescamente” en todas las encuestas, pues entonces no nos queda otra que cantar la cancioncita “Brinca la tablita, yo ya la brinqué...” –disponible en http://www.youtube.com/watch?v=_rdZxhxOiAg – y resignarnos...: ¡así es la vida...!, ¡ni modo! [...] En el inmenso mundo de las relaciones afectivo-amoroso-sexuales todo puede pasar, como en los cuentos, en las religiones y en las mitologías, tanto entre parejas heterosexuales como entre parejas homosexuales y parejas bisexuales. En todos estos casos son muy conocidos los dichos populares del tipo de: “carita mata dinero”, “dinero mata carita”, “’aquello’ mata carita y dinero”, “poder, relaciones y dinero mata carita y ‘aquello’”, “poder y relaciones mata dinero y ‘aquello’”, “’aquello’ mata todo lo demás”, etc., según los casos y situaciones concretas... Veamos algunos ejemplos [...] En fin, que en la cara, especialmente, se refleja la belleza (Ruano, 2006c) –claro que según los parámetros vigentes a través de la historia–. Existe un dicho popular que reza así: “La suerte del feo el bonito la desea”. Así como nunca he visto, en condiciones normales, a un blanco queriendo ser negro –aparte del bronceado temporal, que hoy es algo dañino a la piel–, nunca he visto un bonito deseando ser feo, y siempre he visto a los feos queriendo ser bonitos; yo nunca he visto a un “elegante” queriendo ser “rústico”, y sí siempre he visto a “rústicos” envidiando a los “elegantes”, lo que no quiere decir que el ser “bonito” o “elegante” automáticamente implique el triunfo social, laboral, espiritual, sexual, etc., pero sí lo condiciona en mucho, especialmente cuando junto a la belleza aparecen el encanto y la armonía. Y qué es el encanto: No todo el mundo nace con belleza, como si fuera un regalo de las hadas buenas, pero sí que todo el mundo puede adquirir un cierto encanto, como prenda de seducción. El encanto es una atracción que no aparece tan marcada, tan agresiva, tan inquieta como la seducción pura y la sexualidad. Para que se establezca una relación de encanto, es preciso que un individuo sienta una cierta necesidad, que otro colme y que exista complementaridad entre ambos seres. Esta relación es, indiscutiblemente, una relación de seducción, que se ejerce en todos los aspectos: el amor, el comercio, la política e incluso los escritos (hay estilos que poseen encanto y otros no). Tal relación suscita un hechizo difuso e impreciso: crea un momento privilegiado durante el tiempo en que se encuentra uno «bajo los efectos del encanto». El caparazón cultural y social, en el que se encierran las personas, se viene abajo, estableciéndose una relación muy espontánea y muy natural. «Irradiar encanto» es corresponder a las exigencias y gustos de una base cultural ligada a una época determinada. El encanto cultural corresponde a unos arquetipos concretos que varían según el medio, el tiempo y el espacio. No es el mismo «encanto» el que seducía en la Edad Media que durante la Revolución Francesa (Bourdoiseau y otros, 1982: 392). Y el encanto puede ser femenino, masculino, unisex y más... El ser encantador tiene sus grandes ventajas; pero también sus grandes desventajas, sobre todo en “situaciones sociales complejas” (Ruano, 1996b; Ruano, 2003a). Y qué es la armonía: “Un rostro bello es el más hermoso de todos los espectáculos; y la armonía más dulce, el sonido de la voz amada” (la Bruyère, 1998:57). Armonía es el arte de combinar, y cuando digo “combinar” me refiero a todo, a la “conveniente proporción y correspondencia de unas cosas con otras”, incluyendo los más sutiles detalles que no todos los ojos humanos pueden observar. Cuando las personas son capaces de combinar todo en su cuerpo y en su entorno para que las cosas armonicen, entonces estamos hablando del camino del triunfo social. La armonía se logra cuando de manera propioceptiva guiamos hábilmente nuestro cuerpo, nuestros actos corporales, nuestras posturas; cuando tenemos una correcta conciencia corporal que nos permite rearmonizar las posiciones corporales reajustándonos a las particularidades y exigencias de los entornos. Pocas veces en la historia de la Humanidad la belleza, la galanura, la elegancia y la coquetería masculinas (Ruano, 2006c) han estado tan ligadas a la manipulación, a la maldad, a la traición, al odio y a la perversión como en el caso del rey Felipe IV de Francia, “El Hermoso” (1268-1314) y del aristócrata, escritor y filósofo francés Marqués de Sade, es decir Donatien Alphonse François de Sade (1740-1814). Pocas veces en la historia de la Humanidad la belleza, la distinción, la elegancia, la gracia, la coquetería, el buen gusto y la exquisitez femeninas (Ruano, 2006c) han estado tan ligadas a la inteligencia, a la cultura, a la manipulación, a la maldad, a la traición y al odio como en el caso de Cleopatra Filopator Nea Thea, es decir Cleopatra VII, reina de Egipto (69 a.C.-30 a.C.) y Mata Hari, es decir la legendaria bailarina-espía llamada Margaretha Geertruida Zelle (Países Bajos, 1876-1917). No creo que nadie tenga dudas acerca de la importancia del atractivo físico: “la primera impresión basada en el atractivo físico ejerce una influencia poderosa sobre el resto de las opiniones que tengamos de esa persona. Posiblemente opinemos de ella que es más amable, o mejor cualificada cuanto más atractiva físicamente nos resulte. Incluso, nuestro juicio acerca de sus capacidades para las relaciones sociales se verá «contaminado» por esa impresión.” (Gauquelin, 2001: 25). Afortunadamente ya no vivimos en la Roma antigua, porque allí, y según el Derecho Romano, se establecía que en caso de dudas entre dos acusados, se debía condenar al más feo... Hoy también “se condena” de cierta manera a los feos (?), a esas personas que no poseen, por múltiples y variadas causas, los parámetros físicos, corporales, los rasgos de belleza, que exigen para la raza humana las culturas en cada momento de su evolución sociohistórica. Este asunto se ha tornado un gran problema social y médico en las sociedades mestizas modernas. Ejemplos de esto podrían ser la tendencia en pueblos no caucásicos a buscar estructuras corporales que genéticamente no les pertenecen, y las aspiraciones metrosexuales y übersexuales de muchos hombres. Por otro lado, está claro que una persona que no puede triunfar por su belleza se vea obligada, tienda, busque, a redoblar sus esfuerzos en la cultura, en la ciencia, en el deporte, en la religión, en la esfera militar, en el liderazgo, en la retórica o discurso verbal, en sus estrategias de conquista amorosa, hasta en la traición, la mentira y la perversión, etc., para destacarse y pasar de manera “notable” por esta vida, para hacerse notar de alguna manera, para “subsistir socialmente”. ¡Así justamente es la vida! Los ejemplos han sido y siguen siendo cientos. Si usted cree que es feo, entonces en realidad lo es, y si piensa que a través de algunos cambios de imagen, incluyendo la cirugía plástica, puede variar de manera favorable su imagen física y, por añadidura, elevar su autoestima y sentirse mejor social y sicológicamente, pues adelante: haga todos los cambios favorables que estime pertinente. Nada más que asesórese con buenos especialistas y tome esta vida con un poco de calma: “a Zamora no se puede atrapar en una hora”.

BILINGÜISMO, PLURILINGÜISMO, DIGLOSIA O USOS DE OTROS IDIOMAS Y DIALECTOS O FORMAS DE HABLAR UN IDIOMA O ESTILOS LINGÜÍSTICOS: En lo tocante a los hablantes bilingües, plurilingües, diglotas, etc., hay que destacar que éstos presentan también ciertas predisposiciones a determinadas conductas en la sincronía interaccional. De hecho, el bilingüismo y la diglosia –hablar dos idiomas o más en donde siempre un idioma tiene un estatus privilegiado en comparación con los otros idiomas; hablar dos dialectos o más de un mismo idioma– tienen sus efectos cognitivos y en el mismo desarrollo de la personalidad (Appel y Muysken, 1996:151-172). De aquí que quede claro que la sincronía interaccional puede verse afectada por la entropía, los malentendidos y los ruidos comunicacionales que con frecuencia aparecen en la interacción comunicativa entre hablantes nativos de una lengua y los no nativos, entre hablantes nativos de un dialecto –geolectos; etnolectos; sociolectos; dialectos profesionales y cienciolectos y tecnolectos; ecolectos o variedades de idioma empleadas por grupos pequeños de hablantes o familia; sexolectos o variedades idiomáticos según los sexos: hombres, mujeres y tercer sexo referido a hombres y referido a mujeres; etc.– y los no nativos, algo que afecta mucho, por ejemplo, a los usuarios de idiomas en áreas idiomáticas con “conflicto lingüístico”, a los usuarios migrantes de los idiomas y de los dialectos y a los usuarios de los idiomas en situación de globalización marcada o globalización activa: Si se encuentra con un extranjero (digamos que un inglés), un japonés se presentaría diciendo, por ejemplo: «pertenezco al banco de Tokio», y proseguiría formulando preguntas del tipo de «¿a qué se dedica?», «¿qué edad tiene?», y «¿cuál es su empresa?» [...] Es evidente que el japonés sigue una regla convencional que establece que la identidad y el estatus de los interlocutores debe establecerse antes de la interacción. El hablante de inglés nativo (como otros muchos miembros de sociedades occidentales) se presentaría con su nombre y podría interpretar las preguntas del japonés como amenazantes u ofensivas. Mientras tanto, el japonés podría pensar que el hablante inglés no se atreve a dar información sobre su estatus; además, al no haber establecido el estatus, el japonés tendrá problemas para continuar la conversación de un modo que a él le parezca apropiado, porque no es capaz de definir la relación (estatus) entre él y su interlocutor. Éste es uno de los muchos malentendidos que pueden surgir en la interacción entre hablantes de lenguas diferentes. En este caso, el problema parece ser consecuencia del hecho de que el inglés y el japonés emplean reglas diferentes para introducirse en una conversación con un desconocido. Aunque ambos hablantes pueden sentirse incómodos, con frecuencia es el hablante no nativo el que es culpado de «no hablar correctamente». Esta simetría define muchas situaciones de interacción bilingüe (Appel y Muysken, 1996:215). Con frecuencia se ha comentado que nosotros los latinos siempre nos esforzamos por hablar correctamente las lenguas extranjeras –aparte de tener un comportamiento social a imagen y semejanza de los extranjeros, de “copiar” a los extranjeros, cosa que no es difícil comprobar– hasta dentro de nuestros mismos países, y que a los extranjeros –nativos de Estados Unidos, Francia, Rusia, Alemania, Japón, China, Corea, etc.–, que inclusive vienen a trabajar y a vivir en nuestros países, esto no les importa; que sencillamente hablan para darse a entender (?) y basta, y que mantienen sus tradicionales líneas de comportamiento lingüístico y de comportamiento social, sus protocolos sociolingüísticos, dentro de unos ciertos límites. Esto queda claro si recordamos que es cuestión de competencia social y competencia lingüística, de conciencia social y conciencia lingüística. Muchos de nosotros los latinos, como también muchos africanos y asiáticos, seguimos pensando –y claro que de manera errónea– que en cuestión de razas y lenguas somos subordinados, secundarios, no aptos, y en cambio esos extranjeros estadounidenses, canadienses y europeos, tienen muy en alto su autoestima social y lingüística porque son de “raza blanca” y hablan los idiomas de los modernos imperios, de los amos de hoy, de los dueños del mundo. Estas líneas divisorias entre grupos, etnias, lenguas..., tienen una historia triste y vieja en América, además de sus asociaciones con ciertos síndromes, complejos de personalidad y conducta y patologías varias, como es el caso de ese síndrome tan común y que va en aumento en América llamado dismorfobia, y que han afectado de manera negativa incluso a los “blancos españoles” y a los “blancos latinos”: Los historiadores del siglo XIX, fuertemente influidos por las doctrinas positivistas, darwinistas y racistas europeas aceptaron abierta o indirectamente la superioridad de la raza blanca y dentro de ésta, de los grupos anglosajones. “Gobernar es poblar”, fue la consigna dada por Alberdi [jurista y político argentino, 1810-1884] en Argentina, pero poblar no de cualquier manera, sino con inmigrantes blancos europeos y ojalá con anglosajones. El mito del hombre blanco llegó a estar tan fuertemente arraigado en el pensamiento de los intelectuales latinoamericanos de orientación positivista del siglo XIX, que aun el tipo español y latino llegó a ser subestimado –Jaime Jaramillo Uribe (1993). “Frecuencias temáticas de la historiografía latinoamericana”, en América Latina en sus ideas. México, Siglo Veintiuno Editores, 37–. Desgraciadamente estos criterios han estado y siguen estando muy extendidos y arraigados principalmente en los países subdesarrollados, tercermundistas y cuartomundistas, y para que las cosas cambien tendrán que cambiar, primero, muchas otras cosas, como los programas educativos e instruccionales, que deberían estar enfocados más y sobre todo a enseñarnos a respetarnos y autovalorarnos de manera positiva a nosotros mismos, y también hay que considerar la situación concreta del semilingüismo –hablar dos lenguas, pero de forma precaria, en especial debido a la incultura– (Appel y Muysken, 1996: 160; Edelsky, 1983) y los déficits lingüísticos y culturales (Edelsky, 1983), todo lo cual se relaciona con las deficientes políticas culturales y lingüísticas de nuestros países. Esto lo he podido comprobar, especialmente, en Cuba –en la relación lingüístico-gestual entre blancos y negros hispanohablantes, y entre estos dos grupos y norteamericanos blancos y rusos blancos– y en México –en la relación lingüístico-gestual entre usuarios nativohablantes del español con indígenas y norteamericanos blancos, negros y mestizos–. También estos problemas aparecen cuando se produce la interacción lingüístico-gestual entre hablantes de diferentes dialectos geográficos y sociales (Hudson, 1981:117-149, 203-241; Bolaño, 1982:35-50, 67-82; Appel y Muysken, 1996:207-226). Los bilingües y plurilingües, así como los díglotas, tríglotas o pluríglotas –personas que hablan dos o más dialectos de un mismo idioma, como sería, por ejemplo, el español de España y el español de México; el español tabasqueño y el español bajacaliforniano o el del altiplano meridional; el español de Cuba y el español de Miami–, cuando interactúan por mucho tiempo, en periodos largos –y a veces en situaciones forzosas y no gratas, laborales o matrimoniales– en áreas que sociolingüísticamente no funcionan como sus áreas de prestigio social, cultural y lingüístico, entonces no solamente experimentan de manera interna un conflicto de valores, de identidad y visión del mundo, sino que manifiestan verbal y corporalmente esas inestabilidades emocionales, alienaciones y anomias, esos desagrados, ya sea sutilmente o de manera abierta (Appel y Muysken, 1996: 167-168). Pero todavía llama más la atención –si no es que da risa o pena– el análisis de situaciones comunicativas en las que muchos individuos intentan por todos los medios parecerse “en cuerpo –aquí sería en gesto– y alma –aquí sería en lengua–“ a los hablantes que ellos consideran de prestigio, como por ejemplo cuando un gerente latinoamericano intenta copiar la variante lingüística y los gestos del director francés o norteamericano o japonés..., o cuando un individuo de clase socioeconómica baja habla y gesticula como un “fresa” o “bitongo”. En muchos casos, especialmente en relación con los grupos marginados, como es el caso de los indígenas latinoamericanos y de muchos latinoamericanos residentes en Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia, se pasa de un estado de bilingüismo a uno de monolingüismo, copiando todos los elementos y particularidades posibles de los modelos objetivos, pero esto no cambia en mucho y a veces en nada la suerte de los deculturados –con frecuencia esto se expresa con tintes trágicos: Jacques Derrida (1996). El monolingüismo del otro. Argentina, Manantial–: El cambio del bilingüismo [o diglosia] al monolingüismo [o monodialectalismo] no evita los problemas. Debido a la fuerza asimiladora de la comunidad mayoritaria [o minoritaria, pero en ese momento entronizada y, por ende, a la que se aspira], muchos miembros de los grupos étnicos minoritarios [o marginados] adoptan los valores culturales de esa comunidad, intentan aprender a hablar la lengua mayoritaria [o el dialecto del grupo meta] al tiempo que inician el proceso de pérdida de su lengua [o dialecto] materna. Al mismo tiempo, tampoco son «admitidos» en la comunidad mayoritaria, es decir, no consiguen mejores empleos, mejores casas ni más oportunidades educativas. Con frecuencia se encontrarán con actitudes discriminatorias y racistas por parte de la población mayoritaria que, no obstante, les exige que se asimilen. No es sorprendente que esto pueda conducir a desórdenes psicológicos o emocionales (Appel y Muysken, 1996:169).

BLOQUEO: Es cortar la comunicación, la conversación, evadir el mensaje con una retirada. El bloqueo envía un mensaje poderoso, es una distancia total, inmensa. Los constantes bloqueos entre individuos obligatoriamente relacionados: trabajo, familia, noviazgo, matrimonio, docencia, etc., es fatal para la misma relación.

BOVARISMO: Es un síndrome que se caracteriza porque la persona afectada cree, piensa, imagina, que en realidad es otra persona. Se refiere a una persona que idealiza su personalidad. El término procede de Emma Bovary, personaje principal de la novela Madame Bovary, del francés Gustave Flaubert. En esta novela, Emma es una mujer de provincia que estaba apasionada e idealizó a Cristo debido a su fanatismo. Estos trastornos sicológicos y sociológicos pueden ser observados en muchas esferas de la actividad del hombre: la política, la empresa, la religión, etc. A veces sucede que los cambios económicos, políticos, sociales, religiosos, empresariales, que se producen en los individuos de un día para otro, sin previa preparación, adiestramiento, crean falsas personalidades, presuntas identidades, y el deseo de ser como “aquél” o “aquella” que es o ha sido célebre o un ideal para el afectado o afectada. En América Latina basta con abrir una revista o un periódico para ver estos ejemplos tan de moda.

CANTINFLEO O CANTINFLEAR O FLOREO DISCURSIVO: Cuando nos referimos al idioma español hablado y escrito en México, enseguida recordamos “el cantinfleo”, “cantinflear” o “cantinflar”, el “discurso mítico”, es decir: “Hablar [y escribir] deshilvanadamente, disparatadamente (Jiménez, 1991: 47), una manera de expresarse, verbal y también corporalmente, peculiar de México, tanto al nivel de los emisores como al nivel de los receptores comunicativos, copiando al famoso y querido actor Cantinflas –Mario Moreno Reyes, 1911-1993–, también conocido como “El Mimo” y “El Cómico de la Gabardina”. El lenguaje verbo-corporal cantinflesco y el discurso mítico se pueden observar fácilmente en todas las esferas socioculturales y socioeconómicas de este país, en cualquier centro educativo y en cualquier medio masivo de comunicación. En el discurso verbo-corporal cantinflesco el imaginario es ilimitado, inconmensurable, inventivo y reinventivo, creativo y recreativo, innovador..., y en una buena cantidad de casos este discurso cantinflesco es realmente “sorprendente” en su aspecto rústico, burlesco y ridículo, por lo menos a los ojos de las personas que tienen, inclusive, una educación regular, una educación no elevada. En el lenguaje político-gubernamental-administrativo mexicano el cantinfleo y el discurso mítico son unas marcas estilísticas (Ruano, 1992b; Loaeza, 2007:28); e inclusive las respuestas de los lenguajes corporales –aplausos estruendosos, miradas de aceptación, gestos positivos y de acuerdos, silbidos y chiflidos de apoyo y aceptación, variantes corporales sincrónicas interaccionales, etc.– y las respuestas de los lenguajes verbales –palabras y oraciones, tonos, acentos, modulaciones, voces naturales, onomatopeyas, etc., de aceptación y acuerdo– de los políticos y funcionarios que son enfrentados, cuestionados, increpados y ridiculizados en actos públicos abiertamente difundidos en todos los medios masivos de comunicación, sólo pueden ser clasificadas, en una inmensa cantidad de casos, como “discursos del absurdo”, “respuestas discursivas verbo-corporales del discurso del absurdo”, “la comunicación del sin sentido”, “la comunicación de las personas apartadas de la razón”, todo lo cual se produce con el objetivo de evitar las responsabilidades, de pretender no ser aludido, de evitar que se evidencie complicidades y componendas, de intentar abiertamente que cualquier culpabilidad recaiga sobre ese otro o esa otra que, en realidad y como es más que sabido, son todos y cada uno de los funcionarios, directivos y gobernantes. En este sentido la desfachatez, ¿o la ignorancia?, ¿o la rusticidad comunicativa?, de una inmensa cantidad de funcionarios y políticos de América y de Iberoamérica no tiene límites. Al respecto, consúltese el tan comentado discurso de la politóloga, periodista, investigadora y académica mexicana Denise Eugenia Dresser Guerra, expuesto en el foro México ante la crisis. ¿Qué hacer para crecer? Cámara de Diputados de México, el día 29 de enero de 2009, disponible en http://experiencia.indigobrainmedia.com/web/reporte/edicion116/#1/1 . ¡Cuántas sorpresas nos da cada día esta “filosofía del absurdo político iberoamericano”...! El discurso verbo-corporal cantinflesco es algo así como lo que aparece en el video de la canción Yofo, de Molotov: http://mx.youtube.com/results?search_query=yofo . Véase además una muestra clásica del discurso cantinflesco: http://www.youtube.com/watch?v=QZ__hR7pkbQ .

CEGUERA: En la comunicación en donde uno de los miembros es ciego, también se producen alteraciones: “Los ciegos, por ejemplo, no necesitan girar la cabeza hacia alguien que está hablando. Pero, como en occidente la convención de mirar hacia la persona que habla está firmemente establecida, la conducta de un ciego puede desconcertar a una persona de vista normal, haciendo difícil que la conversación fluya fácil y natural entre ellos. Por esa razón, muchas escuelas para ciegos les enseñan ahora a responder en una conversación volviéndose hacia el hablante” (Ellis y McClintock, 1993:69). Comentaba Sartori (2002) que para ver la imagen “bastaba con poseer el sentido de la vista, basta con no ser ciegos”. Desgraciadamente, el asunto no es tan fácil, incluso para la “sociedad occidental” o para la “clase culta” mundial o la “clase socioeconómica alta” o “los globalizados”; no se limita a “ver” o “no ver” como una particularidad biológica. La condición social, cultural, la entropía –desorden en el sistema comunicativo, incertidumbre de la naturaleza de un mensaje–, los efectos aureolas –que, habitualmente, son falsos, por supuesto; que se producen cuando al observar una cualidad considerada como buena por nosotros, o viceversa, nos hace ver un halo o aureola de otras buenas cualidades alrededor que pueden ser tan ilusorias como el anillo de luz que rodea a la luna, como cuando al ver a alguien que presenta rasgos obvios físicos, raciales, de vestimenta, lenguaje o apariencia general que nos sugieren que es de “nuestro tipo ideal”, tendemos a encontrar entonces a esa persona aceptable y a asumir que manifestará todas las cualidades que a nosotros personalmente nos gustan o admiramos (Ellis y McClintock, 1993:44-47)–, la condición dialectal –y me refiero a las dos principales: la geolectal y la sociolectal– y sociolingüística general del receptor de la imagen cuenta, y cuenta mucho a la hora de interpretar la imagen, las imágenes. Es por esto que creo necesario hablar un poco acerca de la diferencia que veo entre una ceguera como patología y una ceguera como síndrome social. La ceguera, por la causa que sea, condiciona el comportamiento corporal, en especial los gestos y ademanes que se reflejan al nivel de la cara y ciertos movimientos de brazos y manos, para tocar y ajustar los lentes y espejuelos. Tendemos a pensar que la ceguera es una enfermedad especial. En realidad, la ceguera es la consecuencia de un gran número de enfermedades. Desde el punto de vista médico la ceguera ocular puede ser el resultado de: 1. Alteraciones de la retina, 2. Nervios ópticos, 3 Medios de refracción, en particular del cristalino, lo que generalmente podríamos llamar catarata. La ceguera puede ser: 1. Congénita, 2. Por deformación primitiva del ojo, 3. Adquirida: A. Por enfermedad y B. Por envejecimiento. Dentro de las enfermedades que pueden provocar la ceguera están: 1. Coroiditis, 2. Glaucoma, 3. Iritis, 4. Oftalmia purulenta, 5. Tracoma, 6. Queratitis, 7. Úlceras corneales. Existen tres tipos de cegueras especiales. Dos son patológicas; la otra –y desde mi particular punto de vista tal vez la peor, por sus alcances– es social: 1. Amaurosis: es un tipo de ceguera que cursa sin enfermedad aparente el ojo y puede ser pasajera, 2. Nictalopia o ceguera nocturna: disminución manifiesta durante la noche y crepúsculo, 3. Ceguera social: imposibilidad de ver las cosas como son. Las dos primeras requieren de tratamiento médico; la segunda, de tratamiento social, de ampliación del marco cultural y de compromisos ciudadanos. Hablemos un poco acerca de la ceguera como síndrome social. Todo sistema verdadero de calidad en cualquier sociedad animal debe integrar forzosamente el equilibrio de los componentes de ese sistema. En este caso, que hablamos de una "sociedad humana", ese equilibrio, supuestamente, debería de estar calculado, rigurosamente estipulado, por unos "seres conscientes" llamados hombres. Sin embargo, ya se ha hecho habitual que el hombre “civilizado” viva en un ambiente en el que, a nivel internacional y evidente y multilateralmente, las cosas andan mal: la política internacional no puede estar peor –no hablemos ya de las nacionales–; las economías internacionales, nacionales y personales, salvo algunos “conocidos” y especiales casos, son un desastre; los ecosistemas sufren continuamente un deterioro irreversible por causa del mismo hombre... Cada día decimos: las cosas tienen que cambiar, ¿quiénes somos?, ¿qué estamos haciendo?, ¿cómo hacerle para el cambio?, ¿quién o quiénes van a realizar ese cambio?, ¿qué hago yo o tendré que hacer yo para el cambio?, ¿cómo hacer las cosas bien?, ¿qué es lo que está bien? Y ahí nos vamos..., entre apatía, confusión e ignorancia... ¿Entonces se puede decir que vemos, que somos videntes, que somos capaces de ver las imágenes? En este tipo de “sociedad vidente”, donde el “observador” pasa por "ciego" –de hecho son millones los "videntes ciegos” por desposeídos, por desventurados, por miserables, por analfabetos...–, "la ceguera [es] sin duda una terrible desgracia" (Saramago, 2000:14). En cualquier rincón del mundo, sobre todo cuando se es pobre, se percibe la dimensión de la fatalidad cuando algún individuo queda o nace ciego (Ibid., 37). En éstas, "nuestras sociedades videntes", ¡pobre de un ciego!; aunque haga buenas fotos, con los “ojos”, “con la intuición”, “con las patas” o “con las pompis –nalgas–” (me refiero a planteamientos hechos y debatidos por algunos especialistas ciegos y videntes y autores ciegos de fotografía, en junio del 2000, en un Ciclo de 11 conferencias, intitulado Ceguera y producción visual, en México y, posteriormente, en octubre, en el seminario El tercer ojo: palabra e imagen, en México). Tal parece que nos hacemos los ciegos ante los ciegos. El colmo de nuestras sociedades videntes es llegar a tener videntes líderes ciegos. Aquí se cumple la conocida sentencia popular: “Cuando guían los ciegos, pobres de los que van tras ellos.” ¡Qué pena! La sociedad y sus tipos. Considerando nuestro tema de videntes e invidentes, la sociedad podría dividirse en: 1. Sociedad vidente, 2. Sociedad invidente. Generalmente buscamos mejorar la calidad de vida de los componentes de las sociedades, videntes y no videntes. Esa es, por lo menos en teoría, una meta. Ahora bien, somos tantos que cualquier análisis social implicaría considerar parámetros tales como: 1. Valores –sería raro y arriesgado tratar al nivel de las investigaciones en ciencias sociales los “valores” sin considerar los criterios de Max Weber. Justamente por esto recomendamos consultar, por ejemplo: Max Weber (1973). Ensayos sobre metodología sociológica. Buenos Aires, Amorrortu. Aquí hemos considerado los “valores”, según Ikram Antaki (2000, 172-173). Otro texto que trata los valores de manera interesante, y en un análisis que concierne a la América del Norte, es: Iván Zavala (2001). Diferencias culturales en América del Norte. México, UNAM-PORRÚA, especialmente la parte “La sociología de los valores”, 27-50. También, para tocar este tema de los valores y el orden público, pueden consultarse: Eileen McEntee, op. cit., XXI-XXXI; Flora Davis, op. cit., 223-233, “El orden público”–. A. El inspirado. Como es el caso del artista que no hace de la estima del público un principio del valor de su obra, o del militante político que no necesita justificar su acción y la de su organización. B. El doméstico. En el caso de las relaciones privadas entre la gente y las dependencias personales. C. El de opinión. En este caso, la grandeza de una persona es independientemente de la estima que puede tener de sí misma, y depende exclusivamente de la opinión de los demás o de la notoriedad. D. El cívico. En este caso se sacrifican los intereses personales para servir a las causas públicas. La ley sería la expresión de la voluntad general. E. El mercantil. El valor está ligado a la riqueza y a la competición. F. El industrial. El valor está relacionado con la productividad, la capacidad y el conocimiento de los expertos. Otros parámetros son: 2. Vicios, 3. Principios, 4. Actitudes, 5. Costumbres, 6. Formas de comunicarse. Y, finalmente, el sondeo de las cosas entre los individuos, para ver qué está bien y qué no. Entonces tendríamos que ubicar también a la: 7. Opinión pública. Quisiera reflexionar un poco acerca de la opinión pública, porque “La opinión pública se ha convertido en una creatura todopoderosa, que está en todos lados y es capaz de influir en las decisiones más importantes de los hombres más poderosos del planeta” (Gordoa, 2002: 222). Aquí la pregunta de partida sería la siguiente: ¿en nuestros países americanos, incluyendo a Estados Unidos, pero no a Canadá –un país que ya está aspirando a tener el más alto nivel de vida en todo el mundo–, podemos considerar que la opinión pública implica prever un comportamiento grupal positivo que tienda a resolver de manera concreta –ya no importa si es parcial o totalmente– un problema social? ¿Podemos considerar que en nuestros pueblos, tradicionalmente carcomidos hasta el tuétano por los lenguajes de la mentira (Ruano y Rendón, 2006; Sefchovich, 2008), pueblos rústicos, analfabetos y aterrorizados, puede tomarse en cuenta una opinión pública sensata, sincera, honesta, verdadera y que valga un comino? ¡Claro que no! Las opiniones públicas latinoamericanas, iberoamericanas, que de partida están condicionadas por las tradicionales y más que conocidas mentiras y mitos iberoamericanos (Ruano y Rendón, 2006; Sefchovich, 2008), son opiniones ciegas, son opiniones condicionadas y manipuladas, son “opiniones a discreción”, son “opiniones en efecto dominó” –salvo contadas y muy particulares excepciones–, son opiniones nada creativas y personales o individuales, todo tradicional y grupal, son opiniones resultantes del miedo, del terror, de la incertidumbre, de la introversión, de la mentira, del enmascaramiento, del mito y del mitote, son opiniones resultantes de “antiguas verdades” (?), que ya en esa antigüedad eran “verdades relativas” y para nada “verdades absolutas”...; las opiniones de nuestros pueblos iberoamericanos son el resultado de la agnosis, de la ceguera psíquica, del reconocido analfabetismo y del analfabetismo funcional o analfabetismo de segundo grado o analfabetismo de grado superior, son el resultado de la ausencia de la memoria histórica –¿cuál “memoria histórica” en Iberoamérica, si tal parece que nosotros los iberoamericanos, de la misma manera que la mayoría de los habitantes de este planeta (Ruano, 2002a; Ruano 2003e; Ruano 2007a; Ruano, 2007b), carecemos de “memoria operativa o memoria a corto plazo”?, ¿qué no vemos cómo actuamos y cómo enfrentamos nuestras realidades?, ¿qué no vemos lo que estamos haciendo de este planeta Tierra y, así como vamos, también del espacio exterior?–, son el resultado de esa incapacidad de reconocer lo que se ve: “[...] la imagen lo veía a él, él no veía la imagen [...] la ceguera es una cuestión privada entre la persona y los ojos con que nació [...] estoy ciego por haber observado a un ciego [Los ciegos] se comportan como si temieran darse a conocer uno al otro,” (Saramago, 2000) son el resultado de la censura que tal parece que se le impone no ya al niño, sino al feto que está en el mismo vientre de la madre, censura que se lleva a su máxima expresión en la vida en sociedad, en especial en las culturas atrasadas, tabuizadas, fanáticas, analfabetas, totalitarias, dictatoriales, hegemónicas, marginadoras, terroristas, satélites, tercermundistas, cuartomundistas (Coetzee, 2007), son el resultado de esos terribles cataclismos, de esas terribles desgracias, que les acontecen a las sociedades enfermas y turbulentas en donde florecen los “países de ciegos”: [...] el País de los Ciegos [...] poseía todo cuanto pudiera desear el corazón del hombre: agua dulce, pastos y un clima benigno, laderas de tierra fértil y rica con marañas de arbustos que producían un fruto excelente, y de uno de los costados colgaban vastos pinares que frenaban las avalanchas en lo alto. Mucho más arriba, por tres costados, inmensos riscos de rocas de color gris verdoso estaban coronados de casquetes de hielo [...] En este valle ni llovía ni nevaba, pero los abundantes manantiales proporcionaban ricos pastos verdes que la irrigación esparcía en toda la extensión del valle [...] Sus animales se criaron bien y se multiplicaron y no había más que una cosa que ensombreciera su dicha. Y, sin embargo, bastaba para ensombrecerla sobremanera. Una extraña enfermedad se había abatido sobre ellos haciendo que no sólo todos los niños nacidos allí, sino también muchos de los otros niños mayores, fueran atacados por la ceguera [...] [todos] tenían los ojos cerrados y hundidos [...] Esas extravagantes cosas que se llaman ojos y que existen sólo para dotar a la cara de una suave y agradable depresión [...] tiene pestañas y sus párpados se mueven [...] Y en medio de la escasa población de aquel valle [...] la enfermedad siguió su curso. Los ancianos se volvieron cegatos y andaban a tientas, los jóvenes veían, pero confusamente, y los niños que les nacieron no vieron jamás [...] El ofuscamiento de la vista había sido tan gradual que apenas se dieron cuenta de su pérdida. Guiaban a los niños ciegos de acá para allá [...] fueron una raza simple, analfabeta [...] Su tradición del mundo [...] adquirió un tinte mítico e incierto [...] A una generación le siguió otra. Y a ésta otra más [...] los ciegos llamaban al día noche [...] [y dijo un hombre que veía] «Estos estúpidos deben estar ciegos» [...] –No lo comprendéis –gritó con una voz que pretendía ser estentórea y resuelta, pero que se le quebró en la garganta–. Vosotros sois ciegos y yo veo [...] Vengo [...] del país [...] donde los hombres pueden ver [...] Una ciudad distinta de vuestra aldea. Vengo de un vasto mundo..., donde los hombres tienen ojos y ven [Herbert George Wells (1899). El país de los ciegos] son el resultado de esa ausencia de la libertad de expresión verbo-corporal que forma parte de nuestros protocolos comunicativos desde la infancia: “¿por qué no te callas?”, “¡no te muevas, no hables!”, “¡los niños hablan cuando las gallinas mean!”... Cómo esperar que a través de la opinión pública se pueda prever un comportamiento sensato y positivo si, además de la agnosis, padecemos de amnesia. Cualquier cosa nos confunde, a unos más y a otros menos, pero nos confunde. Si en Estados Unidos –con todo su desarrollo económico, científico, sus grandes universidades, sus medios masivos de comunicación tan sofisticados, etc.– dos de cada cinco estadounidenses no saben qué partido –y sólo hay dos partidos– controla su parlamento, ni saben dónde están los países del mundo –Robert S. Erikson y otros (1988). American Public Opinion. Nueva York, Macmillan. Tal vez sí tengan una noción geográfica de aquéllos países a los que han atacado y a los que van a atacar–, y las mentiras y los crímenes internacionales de su partido gobernante y de su presidente, George Bush, así como los desastres económicos, las terribles crisis financieras, de alcances internacionales y la recesión ( http://www.jornada.unam.mx/2008/12/02/index.php?section=opinion&article=022o1eco , http://www.jornada.unam.mx/2008/12/02/index.php?section=economia&article=018n1eco , http://estadis.eluniversal.com.mx/notas/559569.html , http://www.abc.es/20081202/economia-economia/economia-estados-unidos-esta-20081202.html , http://www.elclarin.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=14114&Itemid=47 ), creados por ambos, es decir gobierno y presidente, son de dominio público (Greenspan, 2007; McClellan, 2007; Krugman, 2004; Krugman, 2008); y en España, todavía hoy, en el siglo XXI, los criterios, incluso de las clases “culturalmente altas” (?), que se tienen generalmente acerca de América Latina y de otros pueblos, sus dirigentes, sus religiones, sus capacidades bélicas, sus estrategias y tácticas, que se tienen acerca de los protocolos y las etiquetas más elementales, en verdad dan risa (Ruano, 2007b)..., ¿o pena? Entonces imaginemos cómo andan las opiniones (?) por acá por Iberoamérica. La mayoría de los nefastos acontecimientos mundiales que se han producido a finales del siglo XX y en lo que va del siglo XXI –en donde todos estamos involucrados, de una u otra manera–, nos dicen que, en promedio y en todos los sentidos: social, político, económico, cultural, etc., las opiniones que se dan tanto en países desarrollados como países subdesarrollados con cierta relevancia, y en este caso específico me refiero a toda Iberoamérica, son ciegas, son opiniones evidentemente ciegas, cargadas de incertidumbres, dudas, desconocimientos, mitos, falsedades, ignorancias y estupideces... Al respecto no hay duda: [...] todos los profesionales del oficio [periodistas y comunicólogos] saben, en el fondo, que la gran mayoría de los interpelados no sabe casi nada de las cuestiones sobre las que se le preguntan [...] Se puede pensar: ¿qué diferencia hay si no se saben estas cosas? En sí misma, hay muy poca diferencia; pero es enorme si estas lagunas elementales se interpretan como indicadores de un desinterés generalizado. El argumento es que si una persona no sabe ni siquiera estas cosas [las cosas elementales del mundo inmediato que le circunda], con mayor razón no tendrá noción alguna de los problemas por simples que sean (Sartori, 2002: 81). Un ejemplo de lo anterior son las votaciones electorales latinoamericanas, todas ligadas, de una manera u otra, a seguros o supuestos fraudes electorales. Partamos de que, como sabemos ya por estar más que demostrado, por la experiencia nuestra de cada día, durante siglos, los fraudes electorales en el mundo entero, en toda América, y en este caso en Iberoamérica –claro que en algunos países esto es, de manera simiesca, burlona y ridícula, mucho más evidente–, están a la orden del día. Si en Estados Unidos, un país lleno de cerebros brillantes, de universidades reconocidas mundialmente, de medios masivos de comunicación de todo tipo y con los alcances más inconcebibles, de redes de control, investigación y espionaje con alcances internacionales como la CIA y el FBI, etc., un país en donde un fraude, una “transa” –como se dice en México–, un acto corrupto de alto impacto, puede costar muy caro, los fraudes electorales, que alteran cualquier tipo de votación, al nivel que sea, se producen de un día para otro, como sucedió, por ejemplo, con el fraude electoral electrónico generado por un programa realizado en 2000 por Clinton Eugene Curtis, lo que puede verse en el siguiente video: http://www.youtube.com/watch?v=4IfSVQK7Jvo . Si en Rusia los fraudes electorales están a la orden del día (http://es.noticias.yahoo.com/rtrs/20071203/tts-rusia-elecciones-ca02f96_1.html , http://www.milenio.com/index.php/2007/12/02/156579/ , http://www.wradio.com.mx/nota.asp?id=514929 ), entonces imaginemos qué no pasará en América Latina, una “tierra de nadie”, que se pasea entre países y regiones tercermundistas y cuartomundistas...; pero tenemos que destacar aquí que el resultado del referéndum de Venezuela 2007 nos dejó con la boca abierta... ¡Inconcebible para un país en donde “dizque” hay un régimen autoritario, una dictadura! ¿Acaso se nos olvidó ya cómo se producen las elecciones, las campañas, los referendos, cómo se toman las decisiones, en los gobiernos militaristas y castrenses del mundo, de América, de España y Portugal, en las dictaduras militares, en las “pseudodemocracias”, en las “diz que democracias”, en las “democracias débiles”, en las “dictablandas”, en las “dictaduras perfectas”, en las “dictaduras imperfectas”, en los contextos de “guerras frías”, de “guerras civiles frías”...? ¡Ahhhh, con esta memoria de nosotros los latinoamericanos...! Aquí en Iberoamérica siempre nos hemos preocupado –o por lo menos así parece dados los “mitotes” o alborotos que armamos en este sentido– porque la gente vote, porque vaya a las urnas a votar. Ahora bien, ¿es éste solamente el problema?, ¿votar para qué, por quién? Para nada... Una cosa es ir a votar como el burro que tocó la flauta y otra cosa es saber votar, es decir “elegir”, algo que no sabe hacer el iberoamericano. Si hay alguna duda al respecto, sencillamente veamos cómo estamos en toda Iberoamérica, en su conjunto y al nivel de cada país en concreto, antes y ahora, comparémonos con otros continentes y con otros megapaíses, como China, la India... Por eso las votaciones latinoamericanas, por mayoritarias que sean, seguirán siendo ciegas, porque no se sabe elegir, no se está preparado para elegir. ¡Son tantos factores, de todo tipo, los que afectan de manera negativa estas elecciones o campañas! Los siete parámetros dados más arriba siempre han estado –y siguen estando– influidos por: 1. La historia, 2. La ubicación geográfica del grupo social, 3. Los estilos de vida, 4. El liderazgo, 5. La edad. Cómo imaginar que las sociedades videntes pueden establecer sistemas de calidad de vida aptos para invidentes cuando, inclusive en los grupos sociales más calificados, los problemas de la calidad de vida todavía no se resuelven. Si nos hacemos la pregunta de ¿qué es lo más importante para mejorar la calidad de vida de los seres humanos?, la respuesta más sensata debería ser: el hombre. Todos los cambios que se hacen en el medio circundante, en la sociedad, carecerían de sentido si no estuvieran destinados a beneficiar al hombre. Los cambios se producen en el medio sólo si el ser humano siente la necesidad de hacerlo. Para que un proceso de cambio se dé se requiere de la voluntad del individuo; por eso, dentro del proceso de mejoramiento de la calidad el hombre juega el papel protagónico. Si una persona adquiere valores de calidad, sus actos serán de calidad y empezará a aportar su grano de arena en la comunidad, dentro del grupo, al nivel del país, estado, región, institución. Los desposeídos de valores de calidad no saben lo que es eso. No podemos dejar “el cambio democrático” en las manos de los desposeídos de esos valores de calidad.

CICLOTIMIA: Constante inestabilidad del estado de ánimo, con presencia de periodos de depresión y de euforia o alegría o contentura o satisfacción.

CONCIENCIA DE GRUPO O CONCIENCIA DE CLASE O CONCIENCIA DE RANGO O JERARQUÍA: Es decir, el deseo de suprimir los desacuerdos por todos los medios y adaptarse al punto de vista del líder, siempre está presente en la sincronía interaccional. Ya la Bruyère (1998:72, 179 y 186) hablaba al respecto en la Francia del 1688: [...] los grandes gustan de los excesos y los pequeños de la moderación; aquéllos tienen el gusto de dominar y de mandar, y éstos el placer y aun la vanidad de servir y obedecer [de adular]; los grandes son rodeados, saludados, respetados; los pequeños rodean, saludan, se posternan [...] Hay hombres por naturaleza inaccesibles, y que por lo común son precisamente de quienes dependen y a quienes necesitan los demás. Semejantes al azogue y siempre en movimiento, brincan, gesticulan y se agitan; truenan y despiden llamas como las figurillas de cartón que se presentan en las fiestas populares, y apagándose en fin, vienen a caer y a hacerse por su caída tratables, pero inútiles [...] [Y en todos los lugares] las mismas pasiones, las mismas flaquezas, las mismas pequeñeces, las mismas turbaciones de espíritu, las mismas diferencias en las familias y entre los prójimos, las mismas envidias, las mismas antipatías; por todas partes nueras y suegras, maridos y mujeres, divorcios, rompimientos y fingidas reconciliaciones; por todas partes malos humores, cóleras, parcialidades, chismes y lo que se llama malos discursos [...]

CUBANISMO O CUBANISMOS: En el caso del idioma español hablado y escrito en Cuba, y en la literatura cubana, ya sea ésta artística, periodística o científico-técnica, aparecen el cubanismo o los cubanismos (véase, por ejemplo: Diccionario provincial de voces cubanas y Diccionario provincial casi razonado de voces cubanas, de Esteban Pichardo; Léxico cubano, de Juan M. Dihígo; Catauro de cubanismos, de Fernando Ortiz Fernández; Diccionario del español de Cuba: español de Cuba-español de España, de Gunther Haensch y Reinhold Werner; Diccionario botánico de nombres vulgares cubanos, de Juan Tomás Roig y Mesa; Un guacalito de cubanismos, de Juan Marinello Vidaurreta; El habla popular cubana de hoy, de Argelio Santiesteban; De lo popular y lo vulgar en el habla cubana, de Carlos Paz Pérez), que son aquellas palabras o lexías o unidades léxicas o giros o estilos lingüísticos o significados particulares o realias o culturemas o puntos ricos propios del país de Cuba y de los cubanos, en su historia y actualidad, tanto de los cubanos residentes dentro de Cuba como de los cubanos residentes fuera de Cuba, sobre todo en Estados Unidos de Norteamérica, tanto al nivel de la lengua hablada como al nivel de la lengua escrita y la literatura cubana, y que constituyen o pueden constituir un problema de entendimiento y comunicación tanto al nivel de todos los hablantes y lectores de lengua española como al nivel de los mismos usuarios del español cubano, debido a que dentro de la misma Cuba aparecen estos cubanismos como variedad lingüística en absolutamente todas las provincias y regiones del país, en los geolectos cubanos, y también en los diferentes grupos de usuarios lingüísticos en los diversos estratos culturales y grupos sociales, es decir los sociolectos. Además, en el dialecto del español de Cuba aparecen otras muchas influencias de otras lenguas, como el inglés, el francés y el ruso. En el caso de la influencia de la lengua rusa en Cuba ( Ruano Faxas: http://cat.inist.fr/?aModele=afficheN&cpsidt=6848367 , http://openlibrary.org/b/OL22662045M/%22Rusismos-en-el-español-de-Cuba.-Un-estudio-sociolingüístico%22.-En-Estudios-de-Lingüística-Aplicada-(México),-No.-15-y-16,-pp.-234-239 , http://openlibrary.org/b/OL22662038M/%22Sociolingüística-y-traducción:-presencia-de-rusismos-y-sovietismos-en-el-léxico-cubano%22.-En-Actualidades-de-la-Información-Científica-y-Técnica,-Academia-de-Ciencias-de-Cuba,-No.-3-(140),-pp.-132-150 y http://openlibrary.org/b/OL22662003M/Panorama-de-la-lengua-española ), creemos necesario destacar lo concerniente a los “rusismos” y a los “sovietismos”. Véase RUSISMOS Y SOVIETISMOS: http://knol.google.com/k/an%C3%B3nimo/rusismo-o-rusismos-y-sovietismo-o/19j6x763f3uf8/7# [...]

CULTURA: El termino “cultura” es multidiscursivo, es decir que se emplea con muy variadas significaciones y en contextos discursivos muy disímiles. A su vez, son muchas ciencias y ramas científicas las que emplean este término ya sea para designar fenómenos concretos de sus respectivos ámbitos científicos o para designar fenómenos concretos de otras ciencias y ramas en las que se apoyan según las circunstancias discursivas. Las ciencias sociales y las ciencias humanísticas hacen muy variados usos, usos polisemánticos, de este término, por lo que, según las ciencias, las ramas científicas, los autores clásicos, las escuelas científicas, las épocas, etc., se deben emplear los diccionarios científicos especializados. La palabra “cultura”, de raíz latina, en un principio hizo referencia a la agricultura; ésta, la palabra cultura, era un vocablo de uso común, del lenguaje popular, que pasó al uso especializado, a la terminología: de palabra se transformó en término (Ruano, 1984; Ruano, 1989). En la actualidad, y de manera general, el término “cultura” posee dos significados. En su acepción antropológica y sociológica quiere decir que todo ser humano vive en la esfera de su cultura. Si el hombre es, como es, un animal simbólico, de ello deriva eo ipso que vive en un contexto coordinado de valores, creencias, conceptos y, en definitiva, de simbolizaciones que constituyen la cultura. Así pues, en esta acepción genérica también el hombre primitivo o el analfabeto poseen cultura. Y es en este sentido en el que hoy hablamos, por ejemplo, de una cultura del ocio, una cultura de la imagen y una cultura juvenil. Pero cultura es además sinónimo de “saber”: una persona culta es una persona que sabe, que ha hecho buenas lecturas o que, en todo caso, está bien informada. En esta acepción restringida y apreciativa, la cultura es de los “cultos”, no de los ignorantes (Sartori, 2002: 42-42). Para más información en torno a la significación de la palabra “cultura”, véanse los textos de Denys Cuche y de J. S. Kahn.

DECODIFICACIÓN ABERRANTE: Se produce cuando un mensaje es codificado de acuerdo con un determinado código y se le decodifica por medio de otro. Como consecuencia de ello, el sentido recibido diferirá del que se intentaba transmitir.

DEMENCIA SENIL: Se refiere a la pérdida o el deterioro de la memoria en un corto plazo, lo que, claro está, afecta grandemente a la conducta y la interrelación en las esferas pública, laboral e íntima, por lo que se le impide al afectado llevar una vida normal. Se ha planteado que, por muy variadas causas, la demencia senil es bastante común entre los latinos, y que puede aparecer hasta con 15 años de anticipación en comparación con pacientes de otros grupos étnicos o razas.

DEMENCIA VASCULAR: También llamada DEMENCIA POR INFARTO MÚLTIPLE y DEMENCIA MULTIINFARTO: Tiene un crecimiento muy grande en la actualidad. Al respecto puede consultarse, por ejemplo: http://www.diariosalud.net/content/view/106/458/ , http://www.saludymedicinas.com.mx/nota.asp?id=1873 y http://yahoomx.drtango.com/enciclopedia/newsdetail.asp?articleid=611102 . Se refiere a problemas relacionados con la cognición, con la pérdida del conocimiento, con el deterioro de la función mental, con el deterioro o pérdida de la memoria, con la pérdida del juicio, debido a afectaciones cerebrovasculares producidas por múltiples factores. Las personas que la padecen, que en determinados países pueden llegar a conformar un elevado índice poblacional debido a factores ecosistémicos, hereditarios, de alimentación y por falta de una adecuada atención médica preventiva, pueden presentar bruscos cambios de ánimo y con ello variaciones fuertes en sus lenguajes verbo-corporales, alucinaciones, delirios, confusiones, frustraciones, ansiedades, desorientaciones, falta de espontaneidad, risas y llantos involuntarios y fuera de contexto, bipolaridad o inestabilidad emocional, retraimiento interrelacional, etc.

DISMORFOBIA: La dismorfobia es una enfermedad, es un desequilibrio siquiátrico; es fobia, temor o rechazo a la fealdad. Se padece dismorfobia cuando se entra en conflicto con la apariencia física personal, en particular, y con la misma persona y la raza a la que se pertenece, en general, y así se buscan constantemente defectos en el cuerpo, en la imagen, en el imagotipo, en el tipo de personalidad, que pueden ser reales o no, considerando los parámetros y las exigencias de belleza y de “buena imagen” modernos, actuales, de moda, lo que conduce al afectado, al enfermo, al dismorfóbico, a un desequilibrio sicológico marcado por la “obsesión” de cambiar su figura por el medio o los medios que sean. La vida del dismorfóbico gira en torno a los cirujanos plásticos, a los fisicoculturistas, a los gimnasios, a los dietistas o dietólogos, a las dietas, a los cosmiatras o cosmetólogos, a los dermatólogos, a los asesores de imagen, a los múltiples y variados productos de belleza, a la ropa, a la vanidad, etc. Indiscutiblemente, la vida de los dismorfóbicos es obsesiva y triste, debido principalmente a que el afectado presenta una elevada falta de autoestima, de respeto por sí mismo. En determinados casos, la conducta del dismorfóbico puede ser repugnante, repulsiva, antipática, debido a que todos sus temas de conversación se convierten en un auténtico culto a la personalidad y al físico, dejando a un lado los tantos y maravillosos temas de la vida y la convivencia humanas, en especial en las sociedades avanzadas, desarrolladas, civilizadas, globalizadas, cultivadas... Con bastante frecuencia el afectado de dismorfobia pone en riesgo la propia vida al someterse a tratamientos corporales invasivos, sobre todo cuando estos tratamientos se realizan en países atrasados y por profesionales inexpertos, faltos de ética profesional, novatos o carentes del talento científico y artístico requerido para trabajar la imagen física del cuerpo humano. En el entorno o mundo circundante del dismorfóbico siempre están presentes las negativas barreras raciales o étnicas, las barreras imagológicas, las barreras genotípicas y fenotípicas, etc., que desgraciadamente siempre vienen acompañadas de las terribles barreras y limitaciones psicológicas y sociológicas, todo lo cual se refleja, evidentemente, en los actos comunicativos verbo-corporales interaccionales cotidianos y en los protocolos y las etiquetas. La vida convulsa, incierta y confundida de la mayoría de nuestras “¿sociedades modernas?” conduce a una buena cantidad de personas, en especial a los jóvenes y mucho más especialmente a las jóvenes, a las muchachas, a las hembras, a las mujeres, a tomar los caminos fáciles pero en extremo peligrosos, desde todos los puntos de vista, para tener una imagen física atractiva o “supuestamente atractiva” –aquí tenemos que destacar que en una inmensa cantidad de casos, sobre todo en los países en donde la cirugía estética no es más que un negocio de ventorrillo, un negocio tianguero, las cirugías estéticas mal hechas, o que por las características biológicas particulares del paciente han tenido complicaciones, han deformado grotescamente los rostros de las personas, como se puede apreciar claramente en el mundo artístico y hasta inclusive en concursos de belleza como Miss Universo y Miss Mundo, y que hay países en donde estas cirugías estéticas mal hechas, con resultados deplorables, han llegado a transformarse en una verdadera comparsa de cuerpos distorsionados, de imágenes físicas distorsionadas, de imágenes corporales deformadas–, como se muestra en la impactante y de elevado rating –en español “cuota de pantalla”– serie televisiva colombiana, vista a nivel internacional en muchos otros países aparte de Colombia, como en Estados Unidos, España, etc., llamada Sin tetas no hay paraíso, basada en el best seller –en español “superventas”– homónimo del escritor y guionista colombiano Gustavo Bolívar Moreno. Afortunadamente muchos países, instituciones, organizaciones y grupos sociales han comenzado a reaccionar positivamente en torno a los conceptos de belleza y en general acerca de la valoración del cuerpo humano, de la imagen corporal. Así, por ejemplo, España, Italia, Brasil, entre otros países, han creado leyes que sancionan a los grupos e individuos que estimulan la extrema delgadez, la anorexia, la bulimia, la ortorexia, entre las y los modelos. En Asia son comunes las protestas contra todo tipo de publicidad que estimule estas terribles enfermedades, generalmente frecuentes en mujeres blancas de clases socioeconómicas media y alta. Recientemente, la marca comercial de productos para el cuidado personal Dove ha lanzado una campaña publicitaria que busca cambiar los criterios de valoración de la imagen corporal en Occidente. Al respecto consúltese la siguiente página en Internet: www.doveproage.com .

DISGRAFÍA: Síndrome caracterizado por la presencia de la escritura defectuosa sin causas o trastornos aparentes intelectuales o neurológicas. Se conocen dos tipos de disgrafía: la motriz, que se caracteriza por la motricidad deficiente y la específica, que se caracteriza por la mala o deficiente percepción –consúltese en este mismo texto “percepción”–, entre otras cosas.

DISLEXIA: Se llama dislexia a los problemas, a las dificultades, para leer y escribir con normalidad, de manera normal... Como se asocia este tremendo y desagradable problema con la memoria, pues entonces vemos que los individuos que la padecen tienen problemas de coordinación, que no coordinan bien, y hay desorganización en sus movimientos, en sus gestos, en la lectura... Las personas afectadas por dislexia, es decir los disléxicos, están conscientes, en mayor o menor medida, de su padecimiento y esto les crea muchos problemas comunicacionales... También los receptores de sus comunicaciones, es decir las personas que interrelacionan con ellos, se sienten mal en estas situaciones comunicativas, porque observan que “algo” no está funcionando bien, porque hay rupturas de códigos... La dislexia se clasifica en dos tipos: 1. dislexias adquiridas o alexias y 2. dislexias evolutivas o dislexias propiamente dichas. Hay investigaciones que demuestran que por lo menos ciertas dislexias son hereditarias, que familias enteras la padecen... Las dislexias más conocidas son las dislexias evolutivas o dislexias propiamente dichas, que a su vez se dividen en dos: 1. dislexia fonológica, y aquí vemos los problemas en la adquisición y el uso de grafemas-fonemas, es decir que lo que se escribe no se pronuncia bien y 2. dislexia superficial, que es cuando hay lentitud, cuando no hay liquidez, fluidez, a la hora de reconocer las palabras..., las palabras se ven turbias, no se reconocen bien...

DISMORFOBIA: La dismorfobia es una enfermedad, es un desequilibrio siquiátrico; es fobia, temor o rechazo a la fealdad. Se padece dismorfobia cuando se entra en conflicto con la apariencia física personal, en particular, y con la misma persona y la raza a la que se pertenece, en general, y así se buscan constantemente defectos en el cuerpo, en la imagen, en el imagotipo, en el tipo de personalidad, que pueden ser reales o no, considerando los parámetros y las exigencias de belleza y de “buena imagen” modernos, actuales, de moda, lo que conduce al afectado, al enfermo, al dismorfóbico, a un desequilibrio sicológico marcado por la “obsesión” de cambiar su figura por el medio o los medios que sean. La vida del dismorfóbico gira en torno a los cirujanos plásticos, a los fisicoculturistas, a los gimnasios, a los dietistas o dietólogos, a las dietas, a los cosmiatras o cosmetólogos, a los dermatólogos, a los asesores de imagen, a los múltiples y variados productos de belleza, a la ropa, a la vanidad, etc. Indiscutiblemente, la vida de los dismorfóbicos es obsesiva y triste, debido principalmente a que el afectado presenta una elevada falta de autoestima, de respeto por sí mismo. En determinados casos, la conducta del dismorfóbico puede ser repugnante, repulsiva, antipática, debido a que todos sus temas de conversación se convierten en un auténtico culto a la personalidad y al físico, dejando a un lado los tantos y maravillosos temas de la vida y la convivencia humanas, en especial en las sociedades avanzadas, desarrolladas, civilizadas, globalizadas, cultivadas... Con bastante frecuencia el afectado de dismorfobia pone en riesgo la propia vida al someterse a tratamientos corporales invasivos, sobre todo cuando estos tratamientos se realizan en países atrasados y por profesionales inexpertos, faltos de ética profesional, novatos o carentes del talento científico y artístico requerido para trabajar la imagen física del cuerpo humano. En el entorno o mundo circundante del dismorfóbico siempre están presentes las negativas barreras raciales o étnicas, las barreras imagológicas, las barreras genotípicas y fenotípicas, etc., que desgraciadamente siempre vienen acompañadas de las terribles barreras y limitaciones psicológicas y sociológicas, todo lo cual se refleja, evidentemente, en los actos comunicativos verbo-corporales interaccionales cotidianos y en los protocolos y las etiquetas. La vida convulsa, incierta y confundida de la mayoría de nuestras “¿sociedades modernas?” conduce a una buena cantidad de personas, en especial a los jóvenes y mucho más especialmente a las jóvenes, a las muchachas, a las hembras, a las mujeres, a tomar los caminos fáciles pero en extremo peligrosos, desde todos los puntos de vista, para tener una imagen física atractiva o “supuestamente atractiva” –aquí tenemos que destacar que en una inmensa cantidad de casos, sobre todo en los países en donde la cirugía estética no es más que un negocio de ventorrillo, un negocio tianguero, las cirugías estéticas mal hechas, o que por las características biológicas particulares del paciente han tenido complicaciones, han deformado grotescamente los rostros de las personas, como se puede apreciar claramente en el mundo artístico y hasta inclusive en concursos de belleza como Miss Universo y Miss Mundo, y que hay países en donde estas cirugías estéticas mal hechas, con resultados deplorables, han llegado a transformarse en una verdadera comparsa de cuerpos distorsionados, de imágenes físicas distorsionadas, de imágenes corporales deformadas–, como se muestra en la impactante y de elevado rating –en español “cuota de pantalla”– serie televisiva colombiana, vista a nivel internacional en muchos otros países aparte de Colombia, como en Estados Unidos, España, etc., llamada Sin tetas no hay paraíso, basada en el best seller –en español “superventas”– homónimo del escritor y guionista colombiano Gustavo Bolívar Moreno. Afortunadamente muchos países, instituciones, organizaciones y grupos sociales han comenzado a reaccionar positivamente en torno a los conceptos de belleza y en general acerca de la valoración del cuerpo humano, de la imagen corporal. Así, por ejemplo, España, Italia, Brasil, entre otros países, han creado leyes que sancionan a los grupos e individuos que estimulan la extrema delgadez, la anorexia, la bulimia, la ortorexia, entre las y los modelos. En Asia son comunes las protestas contra todo tipo de publicidad que estimule estas terribles enfermedades, generalmente frecuentes en mujeres blancas de clases socioeconómicas media y alta. Recientemente, la marca comercial de productos para el cuidado personal Dove ha lanzado una campaña publicitaria que busca cambiar los criterios de valoración de la imagen corporal en Occidente. Al respecto consúltese la siguiente página en Internet: www.doveproage.com .

DISONANCIA COGNITIVA: (Festinger, 1957; Festinger, 1975). Es decir, aquellos procesos comunicativos “cuando nos vemos enfrentados con una situación en la cual alguien no se comporta de forma acorde con nuestros estereotipos y prejuicios” (Ellis y McClintock, 1993:48).

DISTIMIA: Es una variante menor de la DEPRESIÓN, refleja un estado de ánimo de depresión crónica que a veces aparece solamente en ciertos períodos, como la Navidad.

DROGADICCIÓN: La drogadicción ha sido y es un tremendo e histórico problema, con una tremenda historia también: Elisa Guerra Doce (2006). Las drogas en la prehistoria: evidencias arqueológicas del consumo de sustancias psicoactivas en Europa. Barcelona, Bellaterra; Antonio Escohotado (1999). Historia de las drogas. Madrid, Espasa-Calpe; Sadie Plant (2001). Escrito con drogas. Barcelona, Destino. La drogadicción constituye un terrible problema para la normal y saludable comunicación humana.

EFECTO AUREOLA: La condición social, cultural, la entropía –desorden en el sistema comunicativo, incertidumbre de la naturaleza de un mensaje–, los efectos aureolas –que, habitualmente, son falsos, por supuesto; que se producen cuando al observar una cualidad considerada como buena por nosotros, o viceversa, nos hace ver un halo o aureola de otras buenas cualidades alrededor que pueden ser tan ilusorias como el anillo de luz que rodea a la luna, como cuando al ver a alguien que presenta rasgos obvios físicos, raciales, de vestimenta, lenguaje o apariencia general que nos sugieren que es de “nuestro tipo ideal”, tendemos a encontrar entonces a esa persona aceptable y a asumir que manifestará todas las cualidades que a nosotros personalmente nos gustan o admiramos (Ellis y McClintock, 1993:44-47)–, la condición dialectal –y me refiero a las dos principales: la geolectal y la sociolectal– y sociolingüística general del receptor de la imagen cuenta, y cuenta mucho a la hora de interpretar la imagen, las imágenes. Es por esto que creo necesario hablar un poco acerca de la diferencia que veo entre una ceguera como patología y una ceguera como síndrome social. Cuando una imagen presenta un rasgo o característica que nos parece positivo, adecuado, bonito o agradable, entonces es muy posible que valoremos todo lo demás de manera positiva. Este es el llamado EFECTO HALO. Cuando una imagen presenta un rasgo o característica que nos parece negativo, inadecuado, feo o desagradable, entonces es muy posible que valoremos todo lo demás de manera negativa. Éste es el llamado EFECTO HORN.

EMPATÍA: La empatía es un estado mental en el que uno mismo se identifica o se siente en el mismo estado de ánimo que otro grupo o persona. La apatía o impasibilidad de ánimo –popularmente conocido como “pachorra”–, es ese estado en que el individuo no se altera ante nada, no muestra emoción o turbación ante nada. Recomendamos la consulta de: Arthur Ciaramicoli (2000). El poder de la empatía. España, Vergara. “La empatía consiste en una comprensión respetuosa de lo que los demás experimentan. El filósofo chino Chuang-Tzu declaró que la verdadera empatía requiere escuchar con todo el ser: ‘Escuchar simplemente con los oídos es una cosa. Escuchar con el entendimiento es otra distinta. Pero escuchar con el alma no se limita a una sola facultad, al oído o al entendimiento. Exige vaciar todas las facultades. Y cuando las facultades están vacías, entonces es todo el ser el que escucha. Entonces se capta de manera directa que aquello que se tiene delante jamás podrá oírse a través del oído ni comprenderse con la mente’. En nuestra relación con los demás sólo se produce la empatía cuando hemos sabido desprendernos de todas las ideas preconcebidas y todos los prejuicios” (Rosenberg, 2000: 107-108). Queda claro que las personas que tienen empatía están mucho mejor equipadas para percibir los mensajes sociales, espirituales, afectivos, por sutiles que sean, que muestran o indican lo que los demás necesitan, procuran, quieren. La carencia de empatía tiene sus resultados desastrosos en la familia, en las relaciones de pareja –lo que conduce con mucha frecuencia a la soltería, algo evidente en los 7.5 millones de mujeres mexicanas que viven solas, según INEGI (Barragán, 2003)–, en el matrimonio –con su desenlace en el divorcio, especialmente en aquellos casos cuando la mujer no es capaz de detectar y de decodificar a tiempo “los mensajes de la infidelidad” (Houston, 2002)–, en las relaciones amistosas, y en profesiones como la docencia, la administración, la dirección gubernamental, las ventas y en recepcionistas y secretarias. ¡Dios nos libre de una secretaria sin empatía, apática; pero que más nos libre de una pareja indiferente! El matrimonio y la pareja han tenido a través de la historia, y específicamente en América, características diferentes, rasgos diferentes, relaciones diferentes, funciones diferentes (Robichaux, 2003). Hoy los “lenguajes matrimoniales” en nuestras culturas mestizas distan en mucho de aquellas formas de relaciones de parejas del período prehispánico, del período colonial, del período independentista, etc. En nuestros días uno de los problemas más comunes que afecta la relación de la pareja, la empatía de la pareja, es la anorgasmia, es decir la ausencia o insuficiencia de orgasmo en el curso del acto sexual, un problema que afecta a más del 50% de las mujeres mexicanas, y que puede erradicarse a través de tratamientos científicos especializados y hasta a través de tratamientos espirituales-religiosos, según el uruguayo radicado en Suecia Carlos Bebeacua, llamado “El Cardenal de la Iglesia de la Virgen del Orgasmo”, que ha fundado en Suecia la “Iglesia de la Virgen del Orgasmo”, que también está presente en España y en América Latina, cuyo lema es “El orgasmo es Dios y el orgasmo debe ser adorado” ( http://www.20minutos.es/noticia/431025/0/iglesia/orgasmo/virgen/ ). La empatía de la pareja se puede ver afectada, además, cuando uno de los miembros de la pareja padece alguna de las parafilias conocidas (Ruano, 2003e), aparte de que en las culturas, países y grupos sociales que son reconocidos internacionalmente como mentirosos (Ruano y Rendón, 2006; Sefchovich 2008) no puede existir una verdadera y sincera empatía, sino una empatía de ficción. La carencia de empatía muestra también una marcada diferencia de poder, y no podemos olvidar que el “poder” se manifiesta e interpreta de manera diferente en las diversas culturas. Muchos matrimonios conformados por individuos pertenecientes a culturas diferentes en general, y a religiones disímiles en particular, fracasan por no considerar de antemano toda una serie de tradiciones, protocolos, hábitos, ritos, etc., que están muy arraigados en uno de los miembros o en los dos. En estos casos, luego de ciertos años, ya inclusive con hijos, llega el cansancio, la molestia, el aburrimiento, los problemas aumentan y la vida de pareja se hace insoportable. Es recomendable que desde el principio, desde el noviazgo, se consideren cuidadosamente los distintos comportamientos grupales –grupo étnico o grupo sociocultural, grupo socioeconómico...– y personales de la pareja. Ésta es la única manera de intentar evitar las frustraciones y los fracasos de la pareja a corto o largo plazo. Para considerar algunos de los problemas habituales en este tipo de pareja, puede consultarse: Michael Henesy y Rosemary Gallagher (2002). Cómo sobrevivir casado con un/a católico/a. Argentina, Lumen; James Douglas Barron (2002). Ella quiere un anillo y yo no quiero cambiar nada. Todo lo que un hombre debe saber para superar el miedo a comprometerse y casarse. Barcelona, Urano; Rosalba Rodríguez (2003). Hombres, ni machos, ni mensos, ni mansos. México, Grijalbo; Margaret Kent (2007). Cómo casarse con el hombre de sus sueños. México, Aguilar. Un divorcio tiene más implicaciones que la mera ruptura de una pareja si consideramos las afectaciones que trascienden a los hijos. Para considerar la afectación de los divorcios en los hijos véase, por ejemplo: Julia Borbolla de Niño de Rivera (2002). Divorcitis. La epidemia que ataca a los niños. México, Diana. La anorgasmia tiene causas orgánicas y sicológicas y afecta aproximadamente a un 50% de las mujeres mexicanas. Esta disfunción puede ser primaria: la mujer nunca ha tenido orgasmos, ni a través del coito ni a través de la masturbación, y secundaria: la mujer ha tenido orgasmos, pero deja de tenerlos. Esta afectación puede erradicarse si se toman en cuenta los siguientes aspectos: 1. Mejorar la relación de la pareja a través de la comunicación verbal y la comunicación no verbal sinceras, 2. Eliminar las actitudes negativas y los prejuicios en torno a la sexualidad y el orgasmo, tabúes presentes en nuestras sociedades tercermundistas, 3. Conocer y llevar a la práctica los programas de habilidades sexuales, los ejercicios que ayudan a erradicar esta disfunción. La anorgasmia debe ser tratada exclusivamente por especialistas calificados, como ginecólogos, urólogos, andrólogos y sexólogos. Claro está que el orgasmo se puede alcanzar en una pareja cuando hay una estrecha comunicación sexual entre ambos, mujeres u hombres, y para lograr esta comunicación sexual es necesario que tanto las mujeres como los hombres conozcan muy bien sus cuerpos, todas las partes del cuerpo que intervienen directamente en el acto sexual, que se conozcan a sí mismos y a las partes erógenas, que sepan para qué sirven esas partes y cómo pueden ser estimuladas y explotadas sexualmente en su diversidad y plenitud. Para considerar las particularidades y problemas del orgasmo recomiendo consultar: Mantak Chia, Maneewan Chia, Douglas Abrams y Rachel Carlton Abrams (2000). La pareja multiorgásmica. Madrid, Neo Person. Para el tratamiento del orgasmo masculino: Mantak Chia y Douglas Abrams (2000). El hombre multiorgásmico. Madrid, Neo Person. Para considerar las formas en que se manifiesta el poder en las relaciones sociales mexicanas, incluyendo la pareja, puede consultarse: Sofía Rivera Aragón y Rolando Díaz-Loving (2002). La cultura del poder en la pareja. México, UNAM. Los problemas de la empatía afectan directamente las relaciones maritales y familiares, y esto se lee en los mensajes corporales. El refrán popular La mujer de buen marido, en la cara lo lleva entendido, lo dice todo: Amar y trabajar, le dijo en una ocasión Sigmund Freud a su discípulo Eric Erikson, son las capacidades gemelas que marcan la plena madurez. Si es así, entonces la madurez puede ser un peligroso apeadero en la vida... y las actuales tendencias en cuanto a matrimonio y divorcio hacen que la inteligencia emocional sea más crucial que nunca [...] existe [una] forma de calcular el índice de divorcio, una forma que sugiere un peligroso aumento: tener en cuenta las posibilidades de que una pareja recién casada tendrá de que su matrimonio, con el tiempo, acabe en divorcio [...] para los matrimonios norteamericanos que se formaron en 1890, alrededor del 10% acabó en divorcio. Para aquellos que se casaron en 1920, el índice fue aproximadamente del 18%; para las parejas casadas en 1950, el 30%. Las parejas que se casaron en 1970 tenían el 50% de probabilidades de separarse o seguir unidas. Y para las parejas casadas en 1990, las posibilidades de que su matrimonio acabara en divorcio estaban cerca de un asombroso 67%. Si el cálculo no miente, sólo tres de cada diez matrimonios recientes pueden contar con que seguirán unidos a su nueva pareja [...] Tal vez el mayor progreso en la comprensión de lo que mantiene unido a un matrimonio o lo separa ha surgido del uso de mediciones fisiológicas sofisticadas que permiten rastrear paso a paso los matices emocionales del encuentro de una pareja. Los científicos son ahora capaces de detectar los de otro modo invisibles picos de adrenalina de un esposo y los aumentos de la presión sanguínea, y observar las fugaces pero reveladoras microemociones que aparecen en el rostro de una esposa. Estas mediciones fisiológicas revelan un subtexto biológico oculto de las dificultades de una pareja, un nivel crítico de la realidad emocional típicamente imperceptible para la pareja misma o descartado por esta. Estas mediciones dejan al descubierto las fuerzas emocionales que hacen que una relación se mantenga o quede destruida (Morris, 1994:159. Acerca de los problemas emocionales en las relaciones de pareja, véase también: Doris Märtin y Karin Boeck, op. cit., especialmente la Tercera Parte: “El amor no basta: la inteligencia emocional en la vida de pareja”, 97-109). Claro que a la hora de hablar de empatía y expresión de emociones, es la mujer la que lleva ventajas: [...] las mujeres muestran más empatía que los hombres, al menos como queda establecido por la capacidad de interpretar a partir de la expresión facial, el tono de voz y otros indicios no verbales los sentimientos no expresados de alguien. Del mismo modo, suele ser más fácil interpretar los sentimientos observando el rostro de una mujer que el de un hombre [...] como promedio, las mujeres expresan toda la gama de emociones con mayor intensidad y más inconstancia que los hombres; en este sentido, las mujeres son más “emocionales” que los hombres. Todo esto significa que, en general, las mujeres llegan al matrimonio preparadas para jugar el papel de administradora emocional, mientras los hombres llegan con mucha menos apreciación de la importancia de esta tarea para ayudar a que la relación sobreviva [...] La lentitud de los hombres para plantear los problemas de la relación se combina sin duda con su relativa falta de habilidad cuando se trata de interpretar la expresión facial de las emociones. Las mujeres, por ejemplo, son más sensibles a una expresión de tristeza del hombre que ellos para detectar la tristeza de la mujer. Así, la mujer tiene que estar muy triste para que un hombre note sus sentimientos de inmediato, sin mencionar que plantee la pregunta de cuál es el motivo de su tristeza. Consideremos las implicaciones de esta brecha emocional entre ambos sexos con respecto a la forma en que las parejas se enfrentan a las quejas y desacuerdos que cualquier relación íntima inevitablemente provoca. De hecho, temas específicos tales como con cuánta frecuencia hacer el amor, cómo disciplinar a los hijos o cuántas deudas y ahorros resultan aceptables, no son los que unen o rompen una pareja. En todo caso, es la forma en que una pareja discute esos temas críticos lo más importante para el destino del matrimonio [...] hombres y mujeres tienen que superar las diferencias innatas de género para abordar las emociones más fuertes. Si no lo logran, las parejas son vulnerables a la escisión emocional que finalmente puede quebrar su relación [...] estas grietas tienen muchas más probabilidades de desarrollarse si uno o ambos miembros de la pareja presentan ciertos déficits en su inteligencia emocional –Daniel Goleman (2001). La inteligencia emocional. México, Vergara, 162-164. Para tratar los problemas de las relaciones maritales, recomiendo la lectura del capítulo 9 de este libro, “Enemigos íntimos”, 159-178. También puede consultarse: Helen Hernández (2003). Amigos y amantes. La pareja perfecta. México, Lumen, e Isabelia M. Segnini (2002). Armonía en la pareja. En búsqueda de la felicidad. México, Alfaomega–. Pero esto no quiere decir que las mujeres no cometan sus errores en cuanto a su lenguaje corporal, en cuanto a transmitir ciertas señales corporales –la conducta corporal y el lenguaje corporal de las mujeres también están matizados por ciertos rasgos comunes, en mayor o menor medida. Los instintos más comunes en la conducta femenina, y sus correspondientes reflejos en el lenguaje corporal de las mujeres pueden tratarse en: Harvey Hamilton (2002). Los 10 errores más comunes de las mujeres. México, Libra–. Todas estas vicisitudes emocionales, esta falta de atención y respeto al “otro”, también afectan a la vida laboral (Ruano, 2003a; Goleman, 2001: 179-196). ¿Acaso todo esto que hemos comentado acerca de la sincronía interaccional u orientación del cuerpo no se resume en las siguientes palabras?: Dirijamos siempre la vista a la persona con quien hablamos. Los que tienen la costumbre de no ver la cara de sus oyentes [...] pierden la ventaja de conocer en los semblantes las impresiones que producen sus razonamientos (Carreño, 1968: 220). Prestemos una completa atención a la persona que lleve la palabra en una conversación general [...] La urbanidad exige que manifestemos tomar [...] interés en la conversación de los demás [...] Así nuestro continente deberá participar siempre de las mismas impresiones que experimente la persona que nos habla [...] La distracción incluye casi siempre una grave falta [...] por cuanto indica generalmente menos precio a la persona que nos habla (Carreño, 1968:237-238).

ENTROPÍA DISCURSIVA: Se refiere al desorden en el sistema comunicativo, incertidumbre de la naturaleza de un mensaje. Otro concepto, el de entropía, también está relacionado con la sincronía interaccional. Tomado de la física, se refiere al desorden que puede existir en cualquier sistema. Podríamos decir que la entropía, aplicada a la comunicación, se refiere a la información impredecible o inesperada para el contexto en la que se produce; es como si uno “se sacara de honda”, como se dice en México, debido a que escucha una unidad léxica, una palabra, una frase o una onomatopeya que no esperaba oír o ve un gesto que no es el que esperaba ver, porque no conviene en un determinado contexto situacional. Es la impredecibilidad en el contenido o la forma de un mensaje. Un ejemplo habitual de entropía discursiva verbo-corporal lo constituye, en una buena medida, el discurso político latinoamericano –pero no solamente aquí, en el discurso político, aparecen las conductas entrópicas, sino que también este fenómeno es evidente en otros tipos de discursos, como es el caso del discurso socioconfesional, clerical, de la iglesia, de la religión o religiones, etc.–, una forma de expresión verbo-corporal que tiene como características principales las floridas incongruencias, las ideologías y los discursos del desprecio en sus dos variantes, una desmedida libertad de la “imaginación” carente de la “razón”, las estructuras e imágenes fantasiosas, los disparates poéticos, las analogías más superficiales, los mitos, los mitoides, los refranes gastados, el lenguaje por tropos, y por supuesto las mentiras..., en resumen algo así como un “estado salvaje de la comunicación humana”... Todo esto constituye hoy, de la misma manera que ya sucedía en el México prehispánico, un gran problema en el ámbito del lenguaje verbo-corporal de los individuos civilizados, en el ámbito de la política de los grupos civilizados y alfabetizados, porque esos mensajes “raros”, sencillamente, no se entienden, ni entre los mismos políticos, y mucho menos son entendidos por pueblos marcados por sus “pobrezas de hablares y entenderes”. Basta una mirada al discurso diplomático en América, ese discurso que tiene que ver con las relaciones exteriores, con las relaciones internacionales, con la vida –¿y la muerte?– de los hombres diferentes de comunidades “diz que” iguales..., un discurso que es una manera de comunicarse para incomunicarse, que los mismos políticos no entienden “pero aceptan”. Pero este asunto no está del todo mal si consideramos las “contribuciones” que realizan nuestros políticos al desarrollo de las investigaciones en el campo de la sociolingüística y la lingüística aplicada al mostrar la “flexibilidad mental” y la “flexibilidad verbal”, producto de la incultura lingüística y la cultura de las apariencias [...] la sincronía interaccional puede verse afectada por la entropía, los malentendidos y los ruidos comunicacionales que con frecuencia aparecen en la interacción comunicativa entre hablantes nativos de una lengua y los no nativos, entre hablantes nativos de un dialecto –geolectos; etnolectos; sociolectos; dialectos profesionales y cienciolectos y tecnolectos; ecolectos o variedades de idioma empleadas por grupos pequeños de hablantes o familia; sexolectos o variedades idiomáticos según los sexos: hombres, mujeres y tercer sexo referido a hombres y referido a mujeres; etc.– y los no nativos, algo que afecta mucho, por ejemplo, a los usuarios de idiomas en áreas idiomáticas con “conflicto lingüístico”, a los usuarios migrantes de los idiomas y de los dialectos y a los usuarios de los idiomas en situación de globalización marcada o globalización activa: Si se encuentra con un extranjero (digamos que un inglés), un japonés se presentaría diciendo, por ejemplo: «pertenezco al banco de Tokio», y proseguiría formulando preguntas del tipo de «¿a qué se dedica?», «¿qué edad tiene?», y «¿cuál es su empresa?» [...] Es evidente que el japonés sigue una regla convencional que establece que la identidad y el estatus de los interlocutores debe establecerse antes de la interacción. El hablante de inglés nativo (como otros muchos miembros de sociedades occidentales) se presentaría con su nombre y podría interpretar las preguntas del japonés como amenazantes u ofensivas. Mientras tanto, el japonés podría pensar que el hablante inglés no se atreve a dar información sobre su estatus; además, al no haber establecido el estatus, el japonés tendrá problemas para continuar la conversación de un modo que a él le parezca apropiado, porque no es capaz de definir la relación (estatus) entre él y su interlocutor. Éste es uno de los muchos malentendidos que pueden surgir en la interacción entre hablantes de lenguas diferentes. En este caso, el problema parece ser consecuencia del hecho de que el inglés y el japonés emplean reglas diferentes para introducirse en una conversación con un desconocido. Aunque ambos hablantes pueden sentirse incómodos, con frecuencia es el hablante no nativo el que es culpado de «no hablar correctamente». Esta simetría define muchas situaciones de interacción bilingüe (Appel y Muysken, 1996:215). Con frecuencia se ha comentado que nosotros los latinos siempre nos esforzamos por hablar correctamente las lenguas extranjeras –aparte de tener un comportamiento social a imagen y semejanza de los extranjeros, de “copiar” a los extranjeros, cosa que no es difícil comprobar– hasta dentro de nuestros mismos países, y que a los extranjeros –nativos de Estados Unidos, Francia, Rusia, Alemania, Japón, China, Corea, etc.–, que inclusive vienen a trabajar y a vivir en nuestros países, esto no les importa; que sencillamente hablan para darse a entender (?) y basta, y que mantienen sus tradicionales líneas de comportamiento lingüístico y de comportamiento social, sus protocolos sociolingüísticos, dentro de unos ciertos límites. Esto queda claro si recordamos que es cuestión de competencia social y competencia lingüística, de conciencia social y conciencia lingüística. Muchos de nosotros los latinos, como también muchos africanos y asiáticos, seguimos pensando –y claro que de manera errónea– que en cuestión de razas y lenguas somos subordinados, secundarios, no aptos, y en cambio esos extranjeros estadounidenses, canadienses y europeos, tienen muy en alto su autoestima social y lingüística porque son de “raza blanca” y hablan los idiomas de los modernos imperios, de los amos de hoy, de los dueños del mundo. Estas líneas divisorias entre grupos, etnias, lenguas..., tienen una historia triste y vieja en América, además de sus asociaciones con ciertos síndromes, complejos de personalidad y conducta y patologías varias, como es el caso de ese síndrome tan común y que va en aumento en América llamado dismorfobia, y que han afectado de manera negativa incluso a los “blancos españoles” y a los “blancos latinos”.

ESTEREOTIPO: Todas las relaciones que establecen los individuos entre sí dependen de las leyes, de la legalidad, de las normas, de las cortesías, de los protocolos, de los tratamientos, de las costumbres, de los ritos, de las negociaciones (Bourdoiseau y otros, 1977:441-479), de las “jergas o galimatías” –es decir, lenguajes especiales, íntimos, de grupos–, de los estilos, de los estereotipos, de los tipos de trabajo, del “trabajo en equipo”, del “trabajo colaborativo”... Si no conocemos a fondo lo que es una sociedad, sus tipos, y cómo han funcionado y funcionan las sociedades, cómo se comunican las sociedades tanto en su comunicación no verbal como en su comunicación verbal, tanto al nivel de ellas mismas, internamente, entre sus miembros, y en su relación con otras sociedades, con miembros de otras sociedades, entonces va a ser muy difícil considerar realmente cómo se producen las relaciones sociales y las cortesías en las sociedades, en los grupos sociales, en las esferas sociales, en los estratos sociales (Ruano, 2003d). En el tratamiento de las relaciones sociales tenemos que distinguir entre sociedades civiles y sociedades no civiles, debido a que cada tipo de sociedad tiene estructuras y leyes diferentes. Se supone que las sociedades civiles modernas, actuales, civilizadas, deben tener ciertos rasgos evolutivos; aunque la realidad cotidiana nos muestra, al parecer y en ciertos casos, otra cosa (Fernández, 2003): “¡Pobres pueblos que todavía, en pleno siglo XXI, con tantos adelantos en la ciencia, la técnica y la cultura, son incapaces de someter sus historias y sus contextos vitales al microscopio de la razón!” (Ruano, 2003e) [...] Estereotipo es una palabra que ha pasado a las ciencias sociales, a las ciencias humanísticas y al uso popular a partir de la imprenta. “Estereotipo es el término que usamos para describir la imagen mental, las reacciones emocionales y la conducta que manifestamos cuando clasificamos de acuerdo con el tipo general más que atendiendo a las características específicas manifestadas por un ejemplar individual de este tipo” (Ellis y McClintock, 1993). Existen muchos tipos de estereotipos (Bourhis y Leyens, 1996): hay estereotipos positivos y estereotipos negativos, según los estereotipadores y los estereotipados; hay estereotipos universales o generales y estereotipos regionales o locales, según las diferentes áreas geográficas de nuestro amplio mundo y los tiempos o modas. Así, por ejemplo, un estereotipo universal puede ser “el diablo es malo, con cola, con cuernos, con tridente...”, “La virgen es bella e inmaculada...”, “Los curas son buenos y no hacen daño...”, “La delgadez es un signo de belleza...”, etc.; y estereotipos regionales pueden ser los estereotipos que aparecen dentro de una comunidad, dentro de un país, y dentro de esos países en sus regiones, estados, provincias, etnias, en donde un grupo puede estereotipar a otro grupo como malo, bueno, tonto, estúpido, inteligente, bandido, feo, bonito, gordo, flaco, celulítico, obeso, raquítico, escuálido, rústico, incivil, bárbaro, corrupto, ladrón, criminal, contrabandista, lépero, “pelado”, fresa o nice o bitongo o “muy muy”, traidor, leal, ateo, fanático, tacaño, dadivoso, borracho, abstemio, etc., y a su vez también puede ser estereotipado como lo mismo o por otras cuestiones semejantes o distintas, etc. Es muy fácil estereotipar a través de la comunicación dialogada, frente a frente, en persona, en la comunicación in situ, porque ahí se valora la imagen física, los gestos, los protocolos, las etiquetas, y también las palabras, en sus respectivos discursos dialectales, ya sean geográficos, sociales, especializados, etc., y en los cinco planos de tratamiento de la lengua: 1. Léxico, 2. Semántico, 3. Fonético y fonológico, 4. Morfológico y 5. Sintáctico. Es decir que ahí, en esa comunicación in situ, frente a frente, se valora absolutamente todo; pero es difícil estereotipar cuando sólo valoramos a través de la lengua escrita, de la literatura, por muy variadas razones (Ruano, 2003c; Ruano, 2003d; Ruano 2003e; Ruano, 2005b; Ruano, 2008a). En el tratamiento de los grupos sociales, de los seres humanos, de las relaciones sociales, se considera que el estereotipo es un modelo, es una imagen, que se tiene de manera muy simple, rápida y funcional para valorar las figuras humanas y sus particularidades, las conductas verbo-corporales, los protocolos, las cualidades, los hábitos, las habilidades, las tradiciones, la ideología, las mañas, etc., de las demás personas, de los grupos sociales, en especial de los esquemas arquetípicos, o lo que es lo mismo de los “modelos arquetípicos” a partir de los cuales sacamos ciertas conclusiones para valorar a la inmensa variedad de personas con las que nos relacionamos en nuestros diferentes mundos o contextos o en el mundo o contexto globalizado, ya sea al nivel de la esfera pública, de la esfera laboral o la esfera íntima o familiar –recordemos aquí, por ejemplo, hasta dónde puede llegar el concepto de familia en sociedades migrantes, como es el caso de México, Cuba, Rusia, China, India, España, Italia, los judíos, los árabes, los africanos, etc., que están presentes en prácticamente todo el Orbe, y que adoptan o pueden adoptar nacionalidades, idiomas, tradiciones, religiones, gastronomías, folclores, etc., de los países y grupos de llegada pero “siguen siendo familia en contacto”–. La importancia de los estereotipos es tremenda, tanto al nivel de las supuestas sociedades o grupos desarrollados, civilizados, como al nivel de los grupos tercermundistas, cuartomundistas, en estado de barbarie y presocialidad. Con frecuencia se ha considerado que el uso de las palabras “estereotipar”, “estereotipismo” y “estereotipo” en cuestiones de tratamientos sociales y su aplicación en la práctica relacional es negativo, que no es bueno, porque son clichés que pueden denotar problemas en el sistema de valores, de clase, de sociocentrismo o etnocentrismo, de sexocentrismo o generocentrismo, de discriminación, de racismo, de escisionismo, tensiones sociales, conflictos sociales, especialismo, etc.; pero recordemos que gracias a los modelos imagológicos verbales y no verbales que de manera funcional vamos creando en nuestra mente, debido a nuestra experiencia y a todo el proceso cognitivo, es decir gracias a los “estereotipos imagológicos”, es que podemos reaccionar en cuestión de fracciones de segundos para así poder clasificar las señales como buenas o malas, como positivas o negativas, como pertinentes o no pertinentes según los contextos situacionales, y entonces acercarnos o alejarnos de los contextos, de las personas, de los animales, de las cosas, de los fenómenos meteorológicos, etc., que, según nuestra experiencia, constituyen una amenaza o un peligro para nosotros, los nuestros y nuestros entornos, que son de una manera u otra “tóxicos”, incluyendo aquí a los llamados “grupos sociales tóxicos” y “personas tóxicas”, o, por el contrario, no constituyen una amenaza o peligro para nosotros, los nuestros y nuestros entornos. ¿Cómo podríamos resolver adecuadamente estas situaciones, que en una buena cantidad de casos son de vida o muerte, que deben resolverse en fracciones de segundos porque del tiempo de reacción depende que nos salvemos o que muramos, si no es gracias a los estereotipos? Justamente por eso es que los estereotipos son trascendentalmente importantes en nuestras vidas, en nuestras relaciones. Como he dicho ya en mi curso Movilizar las energías de todos para triunfar: “Lo que parece pato, es pato; y si encima de eso “parpa”, “grazna”, entonces no me cabe la menor duda de que es un pato”. ¿A usted sí le cabría la duda...? Lo mismo hace todo el mundo, todo el mundo utiliza los estereotipos... ¿Por qué? Muy sencillo, porque los estereotipos no solamente identifican y clasifican a las personas, a los grupos humanos, a los animales y cosas que nos rodean, sino que también se relacionan con la “percepción” –y en especial con la “percepción subliminal”, cuando están presentes estímulos pasajeros, breves, sutiles, prácticamente imperceptibles, pero receptados por los órganos sensoriales y sus delicados y complejos mecanismos. Captamos muchas señales en el nivel consciente; pero en el nivel subconsciente captamos muchas más. Claro que no sabemos todavía, exactamente, cómo se producen detalladamente estas captaciones al nivel de los humanos, y todavía menos sabemos acerca de cómo se producen estas captaciones de señales y cómo se decodifican en los tan variados grupos humanos que habitan el Planeta (Dixon, 1971; Radford, 1983; Gregg, 1986; Coleman, 1987. También tenemos que tomar en cuenta la “intensidad”, que es variada por supuesto, con la que los receptores de las señales o estímulos los captan) y considerando la presencia de unas 9 inteligencias entre los humanos; aunque hay que destacar que los adelantos multidisciplinarios e interdisciplinarios que se registran en nuestros días acerca de la cognición animal en general y de la cognición humana en particular, es decir “la facultad de los seres de procesar información a partir de la percepción, el conocimiento adquirido y las características subjetivas que permiten valorar y considerar ciertos aspectos en detrimento de otros”, son en extremo alentadores (Cole y otros, 2002)–, con los “instintos”, con la “conducta instintiva” –acerca de lo que he hablado más arriba–, con los instintos gracias a los cuales clasificamos, rotulamos, etiquetamos absolutamente todo lo que aparece en nuestros diferentes contextos comunicativos, con todo y el complejo mecanismo fisiológico-psicológico-sociológico que interviene en el tratamiento y la interpretación de las imágenes y las señales (Martine, 2003). Los estereotipos son, además, parte central del “discurso verbo-corporal de sentido común”, en donde desempeñan una función táctica, una función de estrategia discursiva. Los estereotipos y su tratamiento personalizado, es decir su tratamiento por cada individuo en concreto, lo que se llama “construcción” o “interpretación personal”, serán mucho más sofisticados, complejos, acabados y certeros en la medida en que la persona que estereotipa tenga una mayor experiencia del mundo o contexto en el que se desarrolla, así como una mayor y más sofisticada cultura integral, y especifico aquí que me refiero a una “cultura de verdad”, a una “educación de verdad”, a una “formación de verdad”, y no a “educaciones devaluadas, patitos o chafas o MMC –“Mientras Me Caso”–”, que por cierto abundan mucho y están a la orden del día: basta echarle una mirada superficial a la mayoría de los que dirigen este mundo, a la mayoría de los que dirigen nuestra América. Todos estereotipamos, un poco más o un poco menos, más tarde o más temprano, con respecto a unas cosas o con respecto a otras cosas...; lo que sucede aquí es que estereotipamos “según nos haya ido en la feria”, como se dice en México, y en este sentido la gran desventaja de estereotipar, la parte mala de estereotipar, la tienen los grupos humanos más prejuiciados, más frustrados, sin equidad, más atrasados, más rudimentarios, más presociales, con mayor marca de fanatismo y barbarie... El concepto de estereotipo y el acto de estereotipar están relacionados con muchos otros conceptos e inclusive con ciertos procesos biológico-psicológicos que están presentes en el cuerpo humano, y todo esto se enfoca de muy diversas maneras, incluyendo aquí la “manipulación”, el “desconocimiento”, la “falta de preparación multidisciplinaria e interdisciplinaria”, el “tercermundismo cultural”, etc., que son más que evidentes en muchas regiones del mundo, en muchos colegios, escuelas, institutos, universidades, centros de investigación, etc., que son más que evidentes en muchos “supuestos especialistas” en las tan variadas ciencias sociales, en las ciencias humanísticas, en la psicología, en la psiquiatría, en la sociología, en la politología, en los estudios interculturales, etc. Así, por ejemplo, con el acto de estereotipar, con los estereotipos, se relaciona el concepto de “prejuicio”, los “prejuicios”. La palabra “prejuicio” proviene del latín praejudicium, que significa ‘juzgado de antemano’, y todos sabemos que existen múltiples formas para “juzgar de antemano”, es decir “antes de que aparezcan las palabras” que definen y expresan las particularidades, las características, los procesos, los fenómenos, etc., y que también definen y caracterizan a los mismos grupos humanos y a las personas en particular y sus relaciones sociolingüísticas, y que esto se produce gracias a la comunicación no verbal, una comunicación multisensorial en donde intervienen los cinco sentidos “conocidos”, gracias a los que “percibimos” –es decir vista, oído, olfato, gusto, tacto–; pero aquí, a la hora de crear nuestros estereotipos y prejuicios, no sólo intervienen el cuerpo y la mente, sino que interviene, por supuesto, “el contexto” (Bogardus, 1928; Rokeach, 1960; Allport, 1977; Davey, 1983; Mackie y Hamilton, 1993; Flaubert, 1995; Echevarría y otros, 1995; Martínez, 1996; Young-Bruehl, 1996; Hume, 1998; Brown, 1998; Scruton, 1999; Scruton, 2001; Ruano, 2003a; Ruano y Rendón, 2006), es decir el “lugar”, el “medio ambiente”, el “ecosistema”, en su más amplio sentido y con los más mínimos detalles, el “momento histórico-social concreto” que se vive, y nuestra “experiencia”, algo así como poner en práctica lo que rezan los dichos populares: “de tal palo, tal astilla”, “dime de dónde vienes y te diré quién eres”, “puta la abuela, entonces puta la madre, puta la hija y puta la generación completa”, “ladrón el abuelo, entonces ladrón el padre, ladrón el hijo y ladrones todos en su generación”...; pero todavía hay más aquí, mucho más en este sentido de la formación de los prejuicios, como ya he dicho anteriormente: ¿“lo extrasensorial”?: “Existen, a saber, tres formas de percepción extrasensorial: telepatía, adivinación y mediumnidad o clarividencia. A veces se ha considerado la telepatía como una forma comunicativa extrasensorial o como una forma comunicativa de cognición anómala; pero lo que queda más que claro es que antes y ahora los estados altamente desarrollados invierten millones de pesos en las investigaciones telepáticas, en las investigaciones de la comunicación extrasensorial, en especial en el ámbito militar y los servicios secretos y de espionaje. Con la telepatía se relacionan términos como parapsicología, percepción extrasensorial, psicoquinesia, visión remota, facultades paranormales, comunicación paranormal, poderes psíquicos de la mente, etc.” Los criterios que en promedio se tienen en nuestra querida América –de la misma manera que sucede a nivel internacional–, inclusive al nivel de la cultura de postgrado, de “prejuicio” son tan atrasados como irrisorios: ¿cómo pensar que con la presencia tan marcada en la historia y en la actualidad de las culturas de grupos dirigentes y líderes autoritarios, con un pensamiento y una conducta tan dogmáticos, doblemoralistas y (pseudo)conservadores, que ejercen un adoctrinamiento sin tregua, por todos los medios de comunicación masiva a sus alcances, sobre todo en el seno de las grandes masas confundidas, iletradas y torpes, no van a existir los prejuicios?, ¿cómo pensar que en nuestra actual sociedad humana “globalizada” tan disímil, tan compleja, tan conflictiva, tan corrupta, tan agresiva, tan socialmente tóxica, tan fanática, con tantos sesgos de confirmación, con tantos sesgos cognitivos, en donde prácticamente todas las organizaciones internacionales importantes, y sus líderes –¡no hablemos ya de lo que sucede al nivel de cada país en concreto...!–, al nivel de la política, de la economía, de la educación, de la salud, del sindicalismo, de las religiones, etc., están involucrados en todo tipo de escándalos y fraudes, documentados en los más variados medios masivos de comunicación y en los más diversos idiomas del mundo, pero sobre todo documentados “al día”, “al minuto”, en Internet, no van a existir pensamientos prejuiciosos, es decir “pensamientos cautelosos”?, ¿cómo pensar que en continentes, países, regiones, pueblos y etnias, en donde el atraso cultural y económico, es decir la corrupción, entre otros aspectos, impide accesar a las más rudimentarias y elementales fuentes informativas, y en donde por siglos sólo se ha conocido la pobreza, el hambre, la ignorancia, la humillación, la afrenta, el dolor, el desespero, las guerras, el crimen, el asesinato, el desalojo, la migración forzada, el miedo, los odios interétnicos, interraciales, interidiomáticos e interreligiosos, el racismo, la xenofobia, la misoginia, las enfermedades, la desnutrición, las plagas, el fanatismo, las violaciones de los más elementales derechos de los niños y de los adultos, mujeres y hombres, etc., no va a existir un pensamiento prejuicioso, no van a existir las cogniciones prejuiciosas, es decir un pensamiento cauteloso, una cognición cautelosa? (Garaigordobil, 2000). Si los que hemos logrado tener, por la vía que fuere, e inclusive contra viento y marea, en las circunstancias más adversas, una formación competitiva, multicultural, de punta, altamente globalizada, multiidiomática, realmente civilizada, etc., sabemos muy bien que nuestros actos diarios, que nuestra comunicación diaria, está condicionada, de una u otra manera, por el factor tiempo y por la practicidad: “Hijo de tigre, pintito”, “Hijo de majá, sale pinto”..., y por ello, justamente, estos actos diarios también están condicionados por los estereotipos y las prejuicios... Claro que “pudiera” ser que un hijo de tigre o de maja, o lo que sea, no salga “pintito”, que no salga “pinto”, y que salga, por ejemplo, “albino”, es decir que salga de “otra forma”...; pero nuestra experiencia de años nos dice que esa probabilidad es mínima... y enmascarada... Ni modo, como se dice en México: “¡Hijo de tigre, pintito! ¿Qué queremos que la gente piense y actúe de otra manera y que tengamos un mundo diferente...? Muy bien, lo que gusten y manden; pero entonces, primero, tengamos una educación diferente, una instrucción diferente, una cultura diferente, sociedades diferentes, políticas y economías diferentes, fundamentadas en la legalidad y el derecho “para todos”, pero de verdad...; primero tengamos “líderes civilizados”, y no barahúndas caciquiles de mentes y manos torpes... Y aquí, mucho cuidado con la terrible influencia de las religiones en la creación de estereotipos negativos, de cogniciones prejuiciosas, de prejuicios... ¡Hay que estar ciego, estar en serías dificultades culturales o ser de plano un gran estúpido para no darse cuenta de esto! Una superficial mirada a las guerras de Nuestra Era, a ese horror y vergüenza de la Humanidad que se llamó y se sigue llamando Inquisición, a esa aberración humana resultado del más enfermizo fanatismo, creada por los papas, por la ¿Santa Sede?, por el Vaticano, llamada Cruzadas, que duraron nada más y nada menos que tres siglos, es decir entre el siglo XI y el siglo XIII, a las guerras mundiales, a los conflictos bélicos de pleno siglo XXI, de la actualidad, basta para darse cuenta de hasta dónde han llegado las religiones, pero sobre todo el Catolicismo, en la creación y fomento de los prejuicios... Basta leer la Biblia para conocer el terrible daño que han hecho a toda la Humanidad los prejuicios que ahí se han registrado, y en todos los sentidos... ¿Funcionan los estereotipos? ¿Da resultado estereotipar a los demás? ¿Qué ventajas tienen los estereotipos? Recordemos que la principal ventaja del estereotipo, de estereotipar, es que en fracciones de segundos tenemos un “juicio funcional” que nos permite reaccionar rápidamente, en la situación que sea, ante quien sea, ante lo que sea, dando la respuesta verbo-corporal, la respuesta protocolar, que más convenga contextualmente. Sencillamente pregunte usted a un militar, al personal de los servicios secretos o de inteligencia o de contrainteligencia o de contraespionaje, a los espías o agentes encubiertos o topos –¿dónde no ha habido y dónde no hay espías? La historia del espionaje y de los espías es tan larga como la misma historia de la Humanidad. ¿Qué hace un espía sino infiltrarse, observar, manipular, chantajear, sobornar y obtener información real o irreal, por los medios que sean, incluyendo la traición a los principios humanos más elementales–, a los guardaespaldas o guaruras, a las personas que realizan proselitismo religioso, a un abogado, a un médico, a una enfermera, al personal de la cruz roja, al personal de ambulancias, al personal de prevención de enfermedades infectocontagiosas, a los grupos y personas sanos que temen infectarse o contagiarse en situaciones de epidemias y pandemias, a un maestro, a un psicólogo, a un psiquiatra, a un sociólogo, a un imagólogo, a un etólogo, a un entrenador deportivo, a un periodista o comunicador o entrevistador, a un traductor, a un intérprete, a un jefe de protocolos, a los organizadores de pasarelas o desfiles de moda, a un sastre o costurera, a un humorista, a un caricaturista, a un político, a un dirigente sindical, al personal de aduana, migración y extranjería, a la patrulla y controladores fronterizos, al ejército o milicia o federales o minutemans o vigilantes que persiguen, hostigan, “cazan” y hacen redadas a los indocumentados o ilegales o sinpapeles o espaldasmojadas o balseros en cualquiera de nuestros países, a los trabajadores de las vicerrectorías docentes de las universidades globalizadas que se encargan de la matrícula de estudiantes de múltiples países y etnias tanto al nivel de licenciaturas como al nivel de postgrado, a los investigadores jurídicos, a un criminólogo, a un victimólogo, a un recluso, a un celador o carcelero, a un ladrón o bandido, a un violador –incluyendo aquí a los curas violadores, por supuesto–, a un agresor, a un manipulador, a un “viene viene”, a un “franelero”, a un limpiador de coches o carros en los semáforos, a un especialista de recursos humanos que contrata a trabajadores, a los reclutadores del ejército, a los vendedores incluyendo a los vendedores de drogas, a los aseguradores, al personal de aeropuertos, a los pilotos, a los sobrecargos o aeromozos, en estos tiempos de terrorismo aéreo, a un taxista, a los sexoservidores, a los gastrónomos y al personal de servicio de hoteles, restaurantes y bares, a los porteros de las discos o antros, a los responsables de logística, a los directores, productores, guionistas, escenógrafos, vestuaristas y fotógrafos cinematográficos, etc., si el uso de estereotipos les ayuda o no en su trabajo... Hasta a la madre que quiere poner a su hijo en una escuela, hasta al padre que valora la comunicación verbo-corporal del hijo o la hija, al joven o la joven que busca pareja, al trabajador que busca trabajo, a la secretaria que busca ser empleada, etc., pregúnteles al respecto de los estereotipos... ¿No ha reflexionado usted acerca de cómo se desarrolla la percepción estereotipal en los niños? ¿No ha reflexionado usted en torno a la estrecha relación entre estereotipos y síndrome dismorfóbico en situaciones de globalización (Ruano, 2008b)? ¿Ha pensado en la función de los estereotipos en el tratamiento de las ideologías y las afiliaciones partidistas, los conflictos raciales y etnolingüísticos, los conflictos de sexo y género, las funciones hegemónicas de unos grupos sobre otros en especial a través de liderazgos negativos y retrógrados? ¿Ha tomado en cuenta la trascendental influencia de los medios masivos de comunicación: radio, televisión, cine, Internet, prensa, revistas, historietas, cómics, libros infantiles, propaganda, comerciales o cuñas o spots, espectaculares, etc., en la creación y consolidación de los estereotipos y hasta dónde puede llegar esto, el terrible daño que esto puede hacerle a las sociedades, en especial a la sociedades atrasadas, tercermundistas, satélites, confundidas, analfabetas, fanáticas, tabuizadas, enfermas, dismorfóbicas y censuristas? ¿Ha considerado detenidamente la correlación entre estereotipos ideológicos y las campañas de persuasión socioconfesionales o religiosas (Ruano, 1990) y las campañas de persuasión políticas, en especial en los grupos humanos subdesarrollados, atrasados, fanáticos, involucionados, temerosos, míticos, mitoideos, mitóticos, y con elevados niveles de delincuencia, corrupción y criminalidad (Ruano y Rendón, 2006)? ¿Y si usted se ve solo o sola en el metro, en una calle, en una guagua o camión, en un barco, en un pueblo desolado en la noche, etc., o si está en una fiesta o disco o cabaret o reventón o “reven” o pachanga o carnaval o guateque..., no hace uso de los estereotipos para acercarse o alejarse de los que le rodean? ¡Claro que sí...! ¡Y más le vale...!, porque los estereotipos, al funcionar como mecanismos cognitivo-emocionales de simplificación de la realidad y de decodificación de los mensajes y señales, al funcionar como condensadores de señales imagológicas, también funcionan como sistemas de defensa y protección de los individuos, de los grupos humanos (Lippman, 2003). ¿Acaso no valoramos lo general, primero y rápidamente, y lo particular después, con tiempo, lentamente? Pues ahí está: “De lo general a lo particular”.

ESTILO: Los estilos son “los medios por los que se negocian y se expresan la identidad cultural y la posición social” (Sullivan, Hartley y otros, 1995) en absolutamente todos los contextos en donde aparecen las conductas y las comunicaciones humanas, sean consideradas éstas –es decir las conductas y las comunicaciones– como positivas o negativas, como aceptadas o como rechazadas, como evidentes o como encubiertas, etc.: arquitectura; todas las ingenierías; pintura, escultura, música, bailes, cine, televisión, teatro, circos, carpas, Internet, comunicación humano-holograma o comunicación holográfica, etc.; medicina y tratamientos médicos, incluyendo aquí la cirugía estética y reconstructiva y los tratamientos corporales estéticos; los deportes, el culturismo o fisicoculturismo o musculación; las batallas, guerras o conflictos bélicos; religiones y liturgias; políticas y formas de gobernar, incluyendo aquí las formas de crear las leyes, de interpretar las leyes y las formas de hacer fraudes; formas de hacer negocios, actividades mercantiles y administración de empresas; la actividad delincuencial y la corrupción en general y sus formas y sus reflejos concretos al nivel criminal y al nivel victimal, el crimen organizado y las formas para diseñar y realizar sabotajes y atentados; protocolos y etiquetas, imagen física o decoración del cuerpo humano; el turismo, los tipos de turismo y las actividades recreativas, de esparcimiento y el empleo del tiempo libre; las formas de las relaciones entre potenciales parejas y sus actos afectivo-amoroso-sexuales; gastronomía o culinaria; manifestaciones culturales grupales como los carnavales, las verbenas, las corridas de toros, los palenques y guateques, las manifestaciones de protesta, etc.; variedad y usos de los lenguajes verbales, variedad y uso de los lenguajes no verbales o comunicación no verbal, etc. Los estilos se relacionan con las maneras de hacer y usar ciertas cosas, son parte integrante de las reglas, de los códigos y de las convenciones que organizan formas de interacción social, de comunicación y de identidad, que a su vez las cuestionan y expresan. Los estilos “en última instancia, aunque no hagan otra cosa, expresan la normalidad como oposición a la desviación” (Hebdige, 1979). Al nivel mundial y a través de la historia, toda la actividad pública, toda la actividad laboral o especializada y toda la actividad íntima han tenido y tienen sus estilos y sus matices estilísticos, sus subestilos. Las manifestaciones estilísticas de los seres humanos son muy variadas, y están relacionadas con el “buen gusto” y el “mal gusto”, que, como sabemos por nuestra experiencia de cada día, son conceptos relativos, debido a que cada cultura, cada grupo social y hasta cada individuo en particular, en la actualidad y a través de la historia, han tenido y tienen su propia definición del “buen gusto” y del “mal gusto”, en especial en situaciones de múltiples culturas en contacto, en situaciones de globalización, cualquiera que sea ésta. No podemos negar que en este sentido, concretamente en el mundo occidental (?), con frecuencia “las sorpresas” superan toda expectativa. Por otro lado, recordemos que hay que distinguir entre “preferencias e influencias culturas”, “mal gusto” y “dejadez” (Dimitrius y Mazzarella, 1999: 342-343). Los conflictos entre los estilos, condicionados por el conocimiento, el manejo y la interpretación de eso que llamamos “buen gusto” son evidentes en la arquitectura, la urbanización y la decoración, cuestión que he comentado detalladamente en mis conferencias: “Imagología del arte popular sacro en México. Un análisis de cinco grandes y extendidas religiones en este país: 1. La religión indígena, 2. El Catolicismo, 3. El Protestantismo, 4. La Santería, 5. Culto a la Santa Muerte. Los resultados sincréticos de las religiones en contacto en México”; “Conocer adecuadamente las sociedades y los grupos sociales para poder valorar sus culturas, sus ideologías y sus comportamientos lingüísticos y corporales”; “La comunicación religiosa. El significado del discurso verbal y del discurso no verbal en las religiones: palabras, significados, variantes dialectales, acentos, uso de la voz, regionalismos, pausas, signos de puntuación, signos ortográficos, espacios discursivos, arquitectura, imágenes o iconos, vestuarios y joyería, atrezos o utilería, sincretismo y asociaciones de ideas, lenguajes masculinos, lenguajes femeninos, lenguajes de líderes religiosos, lenguajes de creyentes”; “El dolce stil novo. Panorama histórico-literario de este movimiento poético que floreció en la Toscana, en Florencia, a fines del s. XIII”; “¿Bonito o feo?, ¿bonita o fea?; ¿atractivo o repulsivo?, ¿atractiva o repulsiva?; ¿sexy o no sexy? ¡Qué problemas...!”; “Reflexiones experenciales en torno a los alcances del tratamiento de la imagen en México a través de la Imagología y de la Imagen Pública”... Veamos un ejemplo clásico de traumatismo estilístico: La familia Esparza vivía en el Pedregal de San Ángel, un antiguo lecho volcánico, residuo de las excitaciones del Xitle, sobre cuyas oscuras y gruesas fundaciones el arquitecto Luis Barragán intentó crear un barrio residencial moderno a partir de estrictas reglas. La primera, que la piedra volcánica sirviese para construir las casas. Segundo, que éstas asumieran el ropaje monacal del estilo Barragán. Líneas rectas, sin adornos, muros limpios, sin más variante que los colores asociados, al evocar folklore, a México: azul, añil, rojo, guinda y amarillo solar. Techos planos. Ningún tinaco [es decir “tanque de agua”] a la vista como el resto de una ciudad caótica donde conviven tantos estilos que al cabo no hay estilo, como no sea la triunfante repetición de casas chaparras [es decir “pequeñas”], comercios de un piso, tlapalerías [es decir “ferretería”], reparación de autos, venta de neumáticos [es decir “gomas”, “llantas”], garajes, estacionamientos [es decir “parqueos”], misceláneas [es decir “ventorrillo” o “timbiriche” o “chiringuito”], dulcerías [es decir “tienda de caramelos”], cantinas y expendio de todas las necesidades cotidianas de esta extraña sociedad nuestra, siempre dominada desde arriba por muy pocos y siempre capaz de organizarse y vivir con independencia desde abajo, con muchos. He dicho lo anterior porque el orden de la pureza deseada por el arquitecto no duró lo que una bola de nieve en el infierno. Barragán había cerrado el Pedregal con casetas y rejas de admisión simbólicas, como para dictar un anatema citadino: Vade retro, Partagás, que aquí no entrarás. El desorden de la impureza en el nombre de la falsa libertad de los casahabientes y sus acomodaticios arquitectos –todos ellos sujetos de otra tiranía, la del mal gusto y la asimilación de lo peor a nombre de la autonomía del robot– acabó con el intento fugaz de darle por lo menos a un barrio residencial de la metrópoli [el Distrito Federal, en México] la unidad y belleza de un barrio de París, Londres o Roma. De tal suerte que en medio de la desnuda belleza el cuerpo del origen brotaron como chancros malignos las falsas residencias coloniales, bretonas, provenzales, escocesas y tudoras, amén del impensable rancho californiano y la inexistente “jacienda” tropical. Sin embargo, la familia Esparza no había traído al Pedregal la arquitectura de barrios anteriores. Se había conformado con la severidad del original diseño conventual. Al menos por fuera, Barragán triunfaba. Porque una vez que Jericó y yo entramos al hogar de nuestro nuevo amigo Errol Esparza, lo que encontramos fue un desorden barroco dentro de un caos neobarroco dentro de un amontonamiento postbarroco. Es decir: con un horror no bastaba en casa de Esparza. La desnudez de las paredes era una convocatoria impostergable a llenarlas con pinturas de calendario, con preponderancia de naturalezas muertas, cuadro tras cuadro, no sólo vecinos sino incestuosos, como si dejar un centímetro de muro vacío fuera prueba de tacañería inhóspita o rechazo grosero de una invitación. Los muebles, asimismo, se disputaban el premio de la falta de lugar. Los pesados sillones de mueblerías baratas pero diseñados para llenar grandes vacíos: seis garras de grifón, tres cojines de terciopelo con relieve para espalda, mesas con patas de dragón y espacios cubiertos por ceniceros sustraídos a hoteles y restaurantes varios, tapetes de intensión persa y de apariencia petatera, contrastaban con los salones de disposición versallesca, sillas Luis XV con respaldo de brocado y patas de venado, vitrinas con intocables souvenirs de visitas esparzianas a Versalles y gobelinos de reciente factura. Todo indicaba que el primer salón, con su gigantesca pantalla de TV, era donde los Esparza vivían y el salón “francés” donde, de tarde en tarde, recibían. –Acomódense –dijo sin dejo de ironía el buen Errol–. Ahora le aviso a mi mamá. Miramos el peludo tapete color púrpura cuya obvia intención era crecer como un césped interno y crepuscular cuando Errol reapareció conduciendo a una mujer sencilla, que anunciaba su sencillez desde el peinado pasado de moda –“permanente” creo que lo llamaban– hasta los zapatos de tacón bajo y hebilla negra, y pasando –ahora en ascenso– por las medias de popotillo, el vestido floreado de una pieza y el delantal corto, en el cual la señora fregaba sin vigor sus manos coloradas, como si las secara de un diluvio doméstico, hasta un rostro pálido y pintado a medias. Su cara era la tela en blanco de un artista indeciso entre terminarlas o dejarla, con alivio mal resignado, inconclusa. La señora nos miró con una mezcla de candidez y sospecha, sin dejar de secarse las manos como un Poncio Pilatos doméstico, y dijo con una voz apagada, Estrella Rosales de Esparza, para servir a ustedes... –Cuéntales, madre –dijo brutalmente Errol. –¿Qué cosa? –inquirió doña Estrellita sin fingir sorpresa. –¿Ricos? –dijo la señora con auténtica extrañeza. –Sí, madre –continuó el pelón–. A mis amigos les ha extrañado tanto lujo. ¿De dónde salió toda esa... chatarra? –Ay, hijo –la señora bajó la cabeza–. Tu padre ha sido siempre muy industrioso. –¿Qué te parece la fortuna de papá? –Me parece muy bien. –No, el origen... –Ay, hijo, cómo serás... –¿Cómo soy? –Desagradecido. Todo se lo debemos al esfuerzo de tu padre. –¿Esfuerzo? ¿Así se llama ahora el crimen? La madre lo miró con desafío. –¿Cuál crimen? ¿De qué hablas? –Ser ladrón. En vez de enojarse, doña Estrellita guardó una admirable compostura. Nos miró con paciencia a Jericó y a mí. –No les he dado la bienvenida. Mi hijo es un niño muy precipitado. Le dimos las gracias. Sonrió, miró al hijo. –Me insulta porque no soy Marlena Ditrich. ¡Qué culpa tengo! Él tampoco es Errol Flynn. Nos dio la espalda inclinando la cabeza y regresó al lugar misterioso de donde había salido .... Desde hace mucho tiempo ya los especialistas en el tratamiento de los estilos han intentado crear una tipología estilística. Estas tipologías se han creado en base a la razón, a la práctica, a los sentimientos, a la imaginación de las personas (Dámaso Alonso, 1950), y también los estilos y las nuevas tendencias estilísticas se han creado y se siguen creando a partir de las inmensas diferencias, abismales diferencias, que aparecen debido a la contraposición riqueza/pobreza, cada vez más marcada en el mundo moderno, a los ascensos o pasos de la pobreza económica a la riqueza económica –pero también puede darse el caso, como sucede en situaciones de guerras, persecuciones y diásporas, del paso de la riqueza económica a la pobreza económica–, por muy variadas “vías” y “métodos”, y de la pobreza cultural a la riqueza cultural, y también por la confusión estilística, el caos estilístico, la anarquía, la anomia –considerando principalmente aquí los sentidos psicológicos, sociológicos y paisológicos de este término–, etc. Otras veces, algunos investigadores han logrado clasificaciones estilísticas mucho más detalladas, como es la presentada por Henri Morier, que distingue ocho tipos fundamentales de estilo, correspondiente cada uno a cierta forma de carácter y temperamento: 1. Débil, 2. Delicado, 3. Equilibrado, 4. Positivo, 5. Fuerte, 6. Híbrido, 7. Sutil, 8. Defectuoso. La subdivisión de cada uno de estos ocho estilos arroja finalmente un total de setenta subtipos estilísticos (Morier, 1959). En lo tocante a los idiomas, hay que señalar que las posturas que pueden adoptar los usuarios de las lenguas van desde lo más coloquial –popular, espontáneo, chistoso, vulgar, chabacano, naco– hasta lo más formal –lo cuidado, lo "fino"– y lo administrativo, lo jurídico, lo técnico o científico. El estilo depende del lugar –país, zona, región, institución– donde se produce el discurso; depende del nivel cultural del emisor –bajo, medio, alto– y del receptor de la información –bajo, medio, alto–. El estilo depende de la esfera en que se desarrolle el hablante; por ello encontramos estilos científicos y técnicos y, más concretamente, el estilo empleado en los medios de comunicación, en el periodismo, cuestión que veremos en otra conferencia. El empleo de uno u otro estilo indica la presencia de diferencias léxicas, semánticas, entonacionales –tono–, sintácticas y morfológicas. Acerca de la variedad de estilos empleados en la lengua se pueden consultar muchos materiales (Ullmann, 1968). En relación con la imagen, la presencia, el comportamiento, de los seres humanos y las empresas, las instituciones, el estilo “Es el modo, la manera o la forma como una persona o una institución da a conocer su calidad particular o se señala individualmente. El estilo se conforma por el conjunto de elementos internos y externos que moldearán en el individuo su forma personal de comunicarse verbal y no verbalmente con los demás” (Gordoa, 2002). El estilo personal está relacionado con: 1. La personalidad, 2. Los gustos, 3. Las preferencias, 4. Las actividades profesionales, 5. Las actividades domésticas, 6. Las actividades sociales, 7. Los tipos físicos (Ibid.). Se ha planteado que existen tres estilos (Dimitrius y Mazzarella, 1999:337-342): 1. Estilo regional, 2. Estilo conservador o extravagante, 3. Estilo práctico o sofisticado. O siete estilos de hombres, mujeres o instituciones: 1. Estilo casual, 2. Estilo tradicional, 3. Estilo elegante, 4. Estilo romántico, 5. Estilo creativo, 6. Estilo seductor, 7. Estilo dramático (Ibid.). Los estilos personales se han analizado a partir de las áreas de trabajo. Así, por ejemplo, Judi James (2002), considera que es importante tomar en cuenta cuatro estilos de comportamiento, y refiere lo siguiente: Como regla general, recordemos que las personas simpatizan con las personas que se parecen a ellas. En los negocios esto es aún más cierto que en otros aspectos de la vida social, porque se dispone de muy poco tiempo para crear un vínculo. Por esa razón, siempre es útil tener una idea de los cuatro estilos de comportamiento. Cada uno de ellos se caracteriza por un lenguaje corporal que es sintomático, lo cual nos ayuda a mimetizarlo a través de nuestra propia gestualidad. Los tests psicométricos habituales difieren en cuanto a la terminología que aplican a los temperamentos. Aquí utilizo la mía: 1. Los excitables, 2. Los competidores, 3. Los planificadores, 3. Los cuidadores.

ESTRÉS Y DEPRESIÓN: Entendamos aquí estrés como la agresión del organismo en su totalidad y que puede amenazar su existencia, causada por agentes de todo tipo –emoción, frío, enfermedad, intervención quirúrgica, choque traumático, economía, conflictos grupales– y las respuestas fisiológicas, metabólicas y comportamentales ante esa agresión. También se puede definir el estrés como la situación de un individuo o de un órgano, que, por exigir de ellos un rendimiento muy superior al normal, los pone en riesgo próximo de enfermar. No todos los grupos sociales y todas las personas son afectados por los mismos estreses; depende de la fragilidad de los grupos y las personas ante determinado estrés. Sabemos, y es más que claro en toda sociedad civilizada, que la conducta corporal incluye movimientos corporales apropiados a la situación que los provoca. Es muy fácil ver los cambios emocionales que se producen en una sociedad, colectivo laboral o individuo en particular. Las emociones se observan mediante los cambios fisiológicos que se presentan en el cuerpo, en especial cuando existen trastornos o perturbaciones: La palabra estrés fue tomada de la ingeniería, en donde se refiere a la acción de las fuerzas físicas sobre las estructuras mecánicas. En medicina, el estrés es un proceso físico, químico o emocional productor de una tensión que puede dar origen a una enfermedad. Las respuestas emocionales están programadas para pelear o huir. Usualmente, una vez que se ha presentado la lucha contra un adversario o se ha huido de una situación peligrosa la amenaza termina y la condición fisiológica regresa a la normalidad. Sin embargo, cuando el estrés y la activación son continuos pueden producir daño severo a la salud [...] Además, las personas expuestas constantemente a situaciones de estrés tienen más posibilidades de sufrir úlceras gástricas [...] Tanto los médicos como el público en general han reconocido que el estrés puede producir enfermedades. La ansiedad y el estrés pueden producir problemas respiratorios y de la piel, provocar ataques de asma alérgicos y desempeñar un papel importante en ciertas afectaciones cardiacas. De todos los sistemas corporales, el tracto gastrointestinal es uno de los más vulnerables al estrés emocional. Las preocupaciones, los miedos, los conflictos y la ansiedad de la vida cotidiana pueden producir trastornos gastrointestinales que van desde un estómago nervioso hasta las úlceras gástricas que con frecuencia padecen los ejecutivos. El estrés emocional produce úlceras debido a que incrementa la circulación de ácidos en el estómago. Cuando el estrés se mantiene durante periodos largos, se producen cambios notables en la mucosa gástrica, unidos a un considerable aumento de acidez estomacal [El estrés genera ciertas hormonas que afectan al cerebro y que finalmente hace que el sistema inmunológico se afecte, se pierda la concentración y también la memoria] Los efectos de estímulos estresantes, y situaciones que provocan miedo o ansiedad, dependen de las percepciones y la reacción emocional de cada individuo. Sabemos que muchas personas utilizan talismanes u otros objetos mágicos para evitar el peligro, ya que la ilusión de control les brinda seguridad. Hay que notar que existen diferencias individuales en la susceptibilidad al nivel del estrés (Ostrosky-Solís, 2000:169-171). Dicen Møller y Hegedahl (1983:97-98) que existen efectos positivos del estrés y efectos negativos del estrés: El estrés es valioso [efectos positivos] bajo ciertas circunstancias, por ejemplo en deportes, discursos y exámenes. La respuesta de estrés templa y da fortaleza a las personas, incrementa su atención, mejora su visión, fortalece los músculos y reduce los tiempos de reacción. La respuesta de estrés incrementa nuestra habilidad para pelear o huir, y moviliza todos nuestros recursos para lograr lo que nos hayamos propuesto. tro efecto positivo es el gusto que el estrés le imprime a la vida al estimular los sentidos y las pasiones. Muchas personas necesitan retos en sus vidas y serían infelices sin ellos. l estrés sólo tendrá efectos positivos si no se permite su acumulación, o sea si puede deshacerse de él constantemente [...] Los efectos negativos del estrés demuestran que una persona está permitiendo que el estrés permanezca en su cuerpo. Esto generalmente ocurre cuando no se ha tenido la oportunidad de tomar los pasos necesarios para liberar una respuesta de estrés demasiado intensa y prolongada. Según estos autores, los estresores pueden ser físicos: 1. Calor, 2. Frío, 3. Ruido, 4. Malas condiciones de trabajo y equipo, 5. Contaminación, 6. Fuego, 7. Tráfico, 8. Violencia, 9. Enfermedad propia. Los estresores también pueden ser sociales, divididos a su vez en cuatro grandes causas: 1. Sociales, económicas y políticas: A. Desempleo, B. Inflación, C. Costos de vivienda, D. Impuestos, E. Delincuencia, F. Cambios tecnológicos. 2. Familiares: A. Repartir el trabajo, B. Celos, C. Roles sexuales, D. Valores diferentes, E. Muerte o enfermedad en la familia, F. Diferentes estilos de vida, G. Problemas económicos. 3. Trabajo y carrera: A. Fechas límites, B. Comunicaciones confusas, C. Interrupciones, D. Competencias, E. Luchas por el poder, F. Educación y/o capacitación. 4. Interpersonales y de entorno: A. Diferentes valores, B. Obligaciones, C. Tiempos de espera, D. Servicio deficiente, E. Fumadores/No fumadores, F. Hábitos de manejo, G. Expectativas sociales. En investigaciones recientes se encontró que del 100 por ciento de las personas que se encontraban bajo situaciones de estrés intenso, el 80 por ciento mostraban enfermedades o problemas de comportamiento. Pero ¿qué sucedía con el otro 20 por ciento? Al hacer un análisis más detallado de estas personas que no se enfermaban ni mostraban problemas fuertes a pesar de estar bajo estrés, se encontraron ciertos rasgos comunes. Todos ellos mostraban una actitud de reto, control y compromiso. Es necesario, y creemos que ya hay que decir a estas alturas del s. XXI que “humano”, que las empresas y los funcionarios comprometidos con los “trabajadores de carne y hueso” y no con los “trabajadores-máquinas”, que los departamentos de recursos humanos –y no recursos “inhumanos”, como ya hemos oído que a veces se les llama a estas áreas tan importantes en la vida de la empresa–, tomen parte verdaderamente activa y resolutiva en este asunto y creen ambientes más sanos dentro de la empresa. Es necesario que las áreas de recursos humanos creen un ambiente tal dentro de las empresas e instituciones que tienda a la estabilidad social y laboral. Las empresas e instituciones, cualquiera que sean éstas, no deben añadir a todos los estreses de la vida normal, a esos estreses que todos los humanos y todas las culturas tienen que enfrentar de manera natural –a veces traducidos como “desgaste implicado al confrontar los problemas de la vida” y “desgaste implicado en el acto de simplemente vivir”–, en especial en áreas cosmopolitas, los “estreses particulares”, que en muchos casos no son generados por los comprensibles momentos de emergencias que aparecen en estas situaciones no equilibradas de “globalización”, sino por individuos o grupos de individuos portadores de conductas evidentemente desajustadas para un mundo moderno, evolucionado y que pretende llamarse “tolerante”, que se aprovechan de toda una serie de condiciones socioculturales, socioeconómicas y sociopolíticas de los “subordinados aparentes” para desarrollar e imponer sus conductas sicópatas o sociópatas según sea el caso, que pueden resultar en afectaciones extremas al ser humano, al trabajador, como es el caso del Síndrome de Acoso Institucional, acerca de lo cual nos habla José Luis González de Rivera y Revuelta, Catedrático de Psiquiatría y director del Instituto de Psicoterapia e Investigación Psicosomática de Madrid. El acoso grupal o mobbing –también llamado bullying en Inglaterra– es un síndrome de características muy definidas. Los candidatos o individuos de riesgo presentan cuadros clínicos que, de no ser abordados a tiempo, pueden derivar en complicaciones severas. El concepto de acoso grupal o mobbing fue introducido en las ciencias sociales por el etólogo Konrad Lorenz, como extrapolación de sus observaciones en diversas especies de animales en libertad. En su significado original más simple, se llama mobbing al ataque de una coalición de miembros débiles de una misma especie contra un individuo más fuerte. Actualmente, se aplica a situaciones grupales en las que un sujeto es sometido a persecución, agravio o presión psicológica por uno o varios miembros del grupo al que pertenece, con la complicidad o aquiescencia del resto. En realidad, el fenómeno es conocido desde antiguo como síndrome del chivo expiatorio y síndrome del rechazo de cuerpo extraño. El acoso institucional es una de las experiencias más devastadoras que puede sufrir un ser humano en situaciones sociales ordinarias. Se define como "ser objeto de agresión por los miembros del propio grupo social", y se distingue de dos situaciones próximas: el rechazo social, en el que el individuo puede ser excluido por sus iguales de contactos e interacciones, pero no perseguido, y la desatención social, en la que el individuo es, simplemente, ignorado. Su ocurrencia se ha descrito en instituciones altamente reglamentadas y homogéneas, como en escuelas, fuerzas armadas y cárceles, así como en instituciones conservadoras, en las que hay poca tolerancia a la diversidad y fuertes vínculos e identidades compartidas entre sus miembros. La presentación de acoso psicológico es más probable en organizaciones relativamente cerradas, cuya cultura interna considera el poder y el control como valores prioritarios sobre la productividad y la eficacia. Por eso, dentro del ámbito laboral, parece darse con más frecuencia en universidades, hospitales y ONG, aunque ninguna entidad, pública o privada, parece estar a salvo del problema. En cuanto a los individuos con riesgo, varios estudios independientes, como los de Leyman, Schuster y Adams, coinciden en describir en ellos características comunes, que pueden resumirse en las dos siguientes: 1. Son diferentes, en aspecto, conducta, valores y actitudes, con respecto al grupo general, 2. Su mera presencia provoca un cuestionamiento implícito sobre los símbolos, características y valores que dan homogeneidad al grupo. Grupos presionados. Los sujetos con riesgo de padecer mobbing se clasifican en tres grandes grupos: 1. Los envidiables: personas brillantes y atractivas, pero consideradas como peligrosas o competitivas por los líderes implícitos del grupo, que se sienten cuestionados por su mera presencia, 2. Los vulnerables, individuos con alguna peculiaridad o defecto, o, simplemente, depresivos necesitados de afecto y aprobación, que dan la impresión de ser inofensivos e indefensos, 3. Los amenazantes, activos, eficaces y trabajadores, que ponen en evidencia lo establecido y pretenden imponer reformas o implantar una nueva cultura. El cuadro clínico reviste dos formas principales: 1. La depresiva, 2. La de estrés-ansiedad. En su vertiente patoplástica depresiva, la clínica es muy parecida a la del síndrome de desgaste profesional o burn-out, aunque con mayores dudas sobre la autoidentidad, y con tendencia a la idealización de las mismas estructuras o personas responsables de la persecución. Recordemos que el síndrome de estrés profesional o burn-out se caracteriza por la sensación de estar desbordado, con agotamiento de la capacidad adaptativa. Los síntomas principales del burn-out se agrupan en tres categorías: 1. Cansancio emocional, que se traduce por agotamiento físico y psíquico, abatimiento, sentimientos de impotencia y desesperanza, desarrollo de un autoconcepto negativo y actitudes negativas hacia el trabajo y la vida en general, 2. Evitación y aislamiento, traducido en su conducta a través del ausentismo laboral, ausencia a reuniones, resistencia a enfrentarse con personas o atender al público, o en su actitud emocional, que se vuelve fría, distante y despectiva, 3. Sentimiento complejo de inadecuación personal y profesional, con deterioro progresivo de su capacidad laboral y pérdida de todo sentimiento de gratificación personal en el trabajo. Este tercer elemento suele presentarse de manera directa, aunque puede manifestarse también de forma paradójica, encubriéndose con una actitud aparente de entusiasmo e hiperdedicación. Como habíamos dicho anteriormente, es necesario que los departamentos de recursos humanos de las empresas e instituciones, cualquiera que sean, vigilen muy de cerca las relaciones que se establecen en las empresas en condiciones de globalización y en situaciones en donde la diversidad racial, religiosa, cultural, política, económica y sexual es notoria. En estos casos, para que se de produzca este tipo de acoso laboral, en primer término, tiene que darse la presencia de “una persona” que asuma el papel de perseguidor principal –a veces llamada “satélite” y “espía de umbrales” (James, 2002:75 y 97)–, investida, por supuesto, de la suficiente autoridad o carisma, por lo menos aparentemente, como para movilizar las dinámicas grupales de acoso. Su personalidad presenta una peculiar combinación de rasgos narcisistas y paranoides, que le permiten autoconvencerse de la razón y justicia de su actividad destructiva. Algunos especialistas en conductas sociolaborales consideran que se trata de una forma asexual de perversión. Otros, la clasifican como una modalidad de sociopatía agresiva. Otros piensan que esto no es más que una "mediocridad inoperante activa", un trastorno de la personalidad caracterizado por la exacerbación de tendencias repetitivas e imitativas, apropiación de los signos externos de la creatividad y el mérito, ansia de notoriedad que puede llegar hasta la impostura, y, sobre todo, intensa envidia hacia la excelencia ajena, que procura destruir por todos los medios a su alcance. En algunos casos esto es todavía peor: este “individuo especial” para lograr su objetivo es capaz de convertirse en el típico amigo-mercenario concomitante, que prácticamente ruega, pide a través de un especial discurso verbal y corporal, que confíes en él para luego pasar “información distorsionada” acerca de su víctima o sus víctimas a “su patrón”. Las maniobras principales que el mediocre inoperante activo utiliza para el acoso psicológico de su víctima o sus víctimas son las siguientes: 1. Someterle a acusaciones o insinuaciones malévolas, sin permitirle defenderse o expresarse, 2. Aislarle de sus compañeros, privarle de información; interrumpir o bloquear sus líneas de comunicación, 3. Desconsiderar e invalidar su trabajo, distorsionar o tergiversar sus actividades y comentarios, atribuirle motivaciones espurias o vergonzantes, 4. Desacreditar su rendimiento, dificultar el ejercicio de sus funciones, ocultar sus logros y éxitos, exagerar y difundir, fuera de contexto, todos sus fallos, tanto reales como aparentes, 5. Comprometer su salud, física y psíquica, mediante una constante presión estresante que favorece las alteraciones depresivas, psicosomáticas, y actos de huida que pueden llegar hasta la renuncia brusca al puesto laboral o al suicidio. Un segundo aspecto se relaciona con la colaboración y permisividad del resto del personal de la organización. La persecución psicológica se desarrolla en medio de un sorprendente silencio e inhibición de los observadores, que, aunque conscientes del abuso e injusticia de la situación, se abstienen de intervenir, sea por complicidad implícita con el plan de eliminación del acosado, sea para evitar convertirse ellos mismos en objeto de represalia –muy común en América Latina–. No es del todo infrecuente que individuos ambiciosos de escasa valía profesional aprovechen conscientemente la situación, que les favorece al entorpecer o eliminar a un competidor más cualificado. Los trabajadores que por una u otra cuestión reciben una tal carga de estrés –adicional a la ya cada vez más grande y variada carga de estreses comunes “normales”– pero altamente dañina, mucho más que la carga de estreses que es habitual para todos, deben reflexionar con mucho cuidado en torno a si es en extremo necesario que permanezcan en el área, empresa o institución que la genera, porque, a muy corto plazo, el daño, que es irreversible en la mayoría de los casos, le afecta no sólo a él sino a su más cercano núcleo familiar y social en general, a su salud, dentro y también fuera de esa institución. No podemos olvidar que: El ser humano no sólo reacciona ante los estímulos y eventos presentes sino que también los simboliza; por tanto, no necesita que el estímulo [en este caso ese tipo de estrés] generador del miedo esté presente. Una idea o el recuerdo del estímulo pueden ser tan eficaces como el estímulo visible y concreto [y causarán los mismos efectos o reacciones psicosomáticas que éste, tales como:] 1. Reacciones cutáneas: alergias, urticaria, etc., 2. Reacciones de los músculos esqueléticos: dolor de espalda, calambres musculares y reumatismo, 3. Reacciones respiratorias: asma, rinitis espástica y bronquitis a repetición, 4. Reacciones cardiovasculares: presión arterial elevada, dolor de cabeza de tipo migraña, taquicardias, 5. Reacciones sanguíneas y linfáticas, 6. Reacciones gastrointestinales: úlcera duodenal, colitis, constipación, pérdida de apetito, 7. Reacciones genitourinarias: trastornos menstruales, micciones dolorosas, constricción dolorosa de la vagina, frigidez, 8. Reacciones endocrinas: aumento de la glándula tiroides, obesidad, trastornos de factores emocionales, 9. Reacciones del sistema nervioso: ansiedad, angustia, fatiga, torpeza, 10. Reacciones de los órganos de los sentidos. Conjuntivitis crónica (Ostrosky-Solís, 2000:172-174; Møller y Hegedahl, 1983:102).

ESTUPIDEZ E IMBECILIDAD: Dentro de los grandes problemas que afectan a la comunicación verbo-corporal tenemos que considerar a la estupidez y a la imbecilidad y los por cientos de estúpidos e imbéciles y sus terribles alcances en contextos, tanto al nivel de situaciones socioeconómicas y socioculturales periféricas, limitadas, subdesarrolladas, presociales o tercermundistas y cuartomundistas como al nivel de situaciones desarrolladas, globalizadas o mundializadas, lo que es todavía mucho peor, lo que constituye un clarísimo rasgo de involución social, de atraso social y de estupidez generalizada o mancomunada, la trascendencia e implicaciones de las mentiras y los mitos (Paz, 1943; Sefchovich, 2008; Ruano y Rendón, 2009, Parafernalia de la mentira en América. El arte de la mentira en el discurso verbal y corporal en Iberoamérica, en http://openlibrary.org/b/OL22647949M/Parafernalia-de-la-mentira-en-Am%C3%A9rica ). A veces tal pareciera que todos los más célebres estúpidos e imbéciles, hombres o mujeres o “tercer sexo” o “indefinidos”, se concentran en un mismo pueblo, en un mismo país, en un mismo contexto, en un mismo momento para la toma de decisión de alguna cosa trascendental, en especial en el ámbito político-gubernamental-diplomático, en el ámbito de la actividad económico-mercantil-financiero-bancaria, en el ámbito de la educación y la salud pública, etc. Para considerar el panorama de la estupidez y la imbecilidad y sus trascendencias en la historia y en las conductas, los actos y las decisiones de los seres humanos, véase por ejemplo: Erasmo de Rotterdam (2004). Elogio de la estupidez. Madrid, Akal; Carlo M. Cipolla (2007). Allegro ma non tropo: las leyes fundamentales de la estupidez humana. Barcelona, Crítica; José Luis Trueba (2008). La tiranía de la estupidez. Los otros rostros del siglo XXI. México, Taurus; Matthijs van Boxsel (2003). Enciclopedia de la estupidez. Madrid, Síntesis; Robert Musil y Johann Erdmann (2007). Sobre la estupidez. Madrid, Abada; Gabriel Sala (2007). Panfleto contra la estupidez contemporánea. Pamplona, Laetoli; José Antonio Marina (2004). La inteligencia fracasada. Teoría y práctica de la estupidez. Barcelona, Anagrama; Kathryn Petras y Ross Petras (2004). Estúpidos made in usa: un compendio de la estupidez típicamente estadounidense. Barcelona, Ediciones B; Gustave Flaubert (1995). Estupidario. Diccionario de prejuicios. Madrid, Valdemar; Mortimer Feinberg y John Tarrant (1999). ¿Por qué hay personas inteligentes que hacen estupideces?: los mayores errores empresariales, ¿por qué suceden y como podrían evitarse? Barcelona, Granica; Mauricio Wiesenthal (1999). Galería de la estupidez. Barcelona, Salvat Editores; Pedro Voltes Bou (1999). Historia de la estupidez humana. Madrid, Espasa-Calpe; Salvador Sostres (1999). Libro de los imbéciles. Madrid, Edhasa; Pino Aprile (2006). Elogio del imbécil. Madrid, Temas de Hoy; Rosa Villacastin (2007). Querido imbécil. Barcelona, DEBOLSILLO; etc.

FANATISMO Y FANÁTICOS: Las creencias religiosas, y en especial el fanatismo religioso, del tipo que sea, marcan a los grupos humanos y a las personas en particular, a través del lenguaje verbal y del lenguaje corporal, a través de las señales que envían los lenguajes de manera consciente o de manera inconsciente. En cuanto a la comunicación verbo-corporal, el fanatismo se relaciona directamente con cinco de los nueve tipos de inteligencia: 1. Inteligencia verbal-lingüística, 2. Inteligencia corporal-quinestésica, 3. Inteligencia interpersonal o social, 4. Inteligencia intrapersonal o introspectiva, 5. Inteligencia espiritual o existencial (Ruano, 2006b) [...] Tenemos que partir de que la “formación”, la “educación”, la “instrucción” de una persona, cualquiera que sea ésta, no empieza con el nacimiento y los conocimientos, hábitos y habilidades que va adquiriendo esa persona desde la infancia, pasando posteriormente por la adolescencia, la juventud y la vejez. La educación, la formación de un individuo, empieza justamente en el vientre de la madre –considerando aquí las particularidades genéticas, la herencia, que transmiten madre y padre en el mismo momento de la concepción y las características ecosistémicas del área en que se forma el feto y se desarrolla el niño, lo que, claro está, marcará su vida y su conducta para siempre, de una u otra manera, dentro del cuerpo y fuera del cuerpo, es decir, al nivel de la imagen corporal interna y al nivel de la imagen corporal externa–. Y ya después, cuando los individuos se juntan para formar los pueblos, tenemos que considerar que los pueblos, como los niños, para que crezcan saludables, hermosos, educados, instruidos, respetuosos y competitivos, necesitan de una buena alimentación, del buen aseo y la buena imagen física, de buenos maestros, de buena medicina, de buen deporte, de buenos líderes sociales, políticos y económicos, y finalmente de “buenos vientos huracanados” que alejen la ignorancia, los tabúes, los fanatismos y el analfabetismo. De otra manera, los pueblos, como los niños, siempre tendrán una mala imagen, siempre se verán mal y siempre estarán mal [...] La historia ha conocido múltiples épocas bárbaras. A veces, ignoramos las razones de su advenimiento [...] Otra vuelta hacia atrás fue la del Medievo europeo, que duró diez siglos durante los cuales Occidente se olvidó de casi todo su legado antiguo; la tierra volvió a ser plana, la ignorancia triunfó sobre la ciencia, el desorden sobre el orden, el fanatismo y la superstición sobre la reflexión filosófica. No se volvió a la naturaleza: se accedió a la barbarie. ¿Qué es lo que lleva a la destrucción de la civilización? Los pueblos son frágiles, hay que respetar sus equilibrios. Si se obliga a un pueblo que se encuentra aún viviendo en el siglo XII, a pasar en muy poco tiempo al siglo XXI, se rompen sus equilibrios. Si se maneja el lenguaje del odio sistemático, si se destruyen sus instituciones mediadoras y el respeto y la confianza que se tenían en ellas, también se rompen los equilibrios (Antaki, 2000) [...] Es sencillamente impresionante ver hasta dónde llega la fantasía, la imaginería, el fanatismo, ¿y también la fe?, de una buena cantidad de grupos humanos, tercermundistas y cuartomundistas, pero también primermundistas, por lo menos “al parecer”, en los cuatro puntos cardinales de este planeta. Basta media vez que aparezca “un algo” que dé rienda suelta al mundo maravilloso de la imaginación para que niños y adultos se sientan fascinados por lo sobrenatural, por la magia, por la brujería, por las religiones, por los ritos ocultistas, etc., ejemplo de lo cual es el tremendo éxito que ha tenido en nuestros días toda una serie de libros y filmes acerca de Jarri Potter, inclusive entre grupos supuestamente ultraconservadores y reconocidamente ultracatólicos, ultracristianos, ultrajudaicos, ultramahometanos... Claro que con respecto al “conservadurismo religioso” tenemos que recordar que, como dice el dicho popular, “donde quiera cuecen habas”, muestra de lo cual son algunas de las actuales manifestaciones religiosas sincréticas y no sincréticas en Occidente –no digamos ya en América y en África de manera particular– y las conductas aberradas, antisociales, inmorales y anticristianas dentro de la misma cúpula católica romana, en nuestros países de América, en otros países, dentro del mismo Vaticano, todo lo cual expongo en este mismo libro más adelante. Y esto ni ha sido ni es un secreto: reyes, jefes de estado y de gobierno, políticos, gobernantes, administradores de la justicia y el derecho, científicos, deportistas y directivos del deporte, y por supuesto “el pueblo”, practican en este sentido de las religiones, de las ideas socioconfesionales, de las creencias, del ocultismo, de los “poderes paranormales”, de las “percepciones extrasensoriales”, todo lo que se les ponga por delante, por moda, por confusión, por ignorancia, por desespero, o por “necesidad espiritual” (Río, 2006). Obviamente, también en este sentido América Latina tiene sus “sorpresas” o “secretos a voces” (González Wippler, 1999; Climati, 2003; Pérez, 2003; Ferrándiz, 2004; Wornat, 2005: 38-46; Hernández y Quintero, 2005; Scherer, 2005; Meyer, 2007:58; Gil, 2008). ¡Hasta Hernán Cortés practicaba la magia y las artes sobrenaturales –o por lo menos así lo hacía entender–! (Todorov, 1999:120-121); ¡Hasta Mahoma –según los mahometanos, islamistas o musulmanes– fue embrujado! [...] Con frecuencia se ha hablado acerca del embrujo de Mahoma: “el judío Lucaide embrujó a Mahoma, haciendo nueve nudos en una cuerda que luego habría guardado en un pozo. El profeta Mahoma cayó enfermo pero fue salvado por el ángel Gabriel que le reveló donde estaba guardada la cuerda de los nueve nudos” [...] Los fanatismos religiosos, que tanto daño han hecho y siguen haciendo a toda la Humanidad, están marcando, al igual que en la antigüedad, de manera desastrosa la vida y las relaciones de los seres humanos. Sobre los fanatismos, sus génesis y sus estados actuales en las sociedades, mucho se habla pero en realidad poco se sabe. Para abundar en este tema, recomendamos: F. Javaloy (1984). Introducción al estudio del fanatismo. Barcelona, Universitat de Barcelona [...] Es imposible tratar la vida y la conducta de los seres humanos sin tomar en cuenta las ideas científicas y mítico-religiosas que tienen los hombres acerca de la misma creación, formación y desarrollo de la Humanidad, de sus propias vidas, tanto al nivel de una misma teoría científica como al nivel de una misma teoría socioconfesional, como al nivel de teorías sincréticas, es decir teorías en torno a creaciones, hombres, dioses y diosas, vidas y muertes, que son el resultado de evoluciones lógicas de la historia de la Humanidad, de cambios bruscos en la vida y la cultura de los pueblos, de encuentros de culturas diferentes, de influencias de todo tipo, de sincretismos de todo tipo, de interpolaciones, de agregados, de interpretaciones “varias” y “manipuladoras”, de “batidillos”... (Vallejo, 2007:81-82, 101-104; Ruano, 2003e). Todo esto afecta, claro está, las creencias religiosas de los grupos humanos y de las personas en particular. Así, por ejemplo, se ha hablado con bastante frecuencia y desde hace mucho tiempo ya cómo la vida de varios dioses pueden crear la vida de un dios todopoderoso y omnipotente que controla las mentes, las decisiones, las conductas, los actos de una buena parte de los habitantes del planeta (Vallejo, 2007:101-104, entre muchos otros autores). En este sentido, es necesario destacar que en la actualidad este asunto de cómo la religión o las religiones o las sectas actúan sobre los seres humanos, concretamente en la religión judeo-cristiana, se debate entre creacionistas y evolucionistas, en donde está presente especialmente un elevado desconocimiento y analfabetismo en torno a los orígenes del hombre (Eldredge, 2000; Vallejo, 2007). Los orígenes de los habitantes del Continente Americano tienen una larguísima y compleja historia, ya sea a partir de las teorías del génesis en el período prehispánico o a partir de las teorías del génesis en el período colonial y posterior (Clavijero, 1987:422-442; Ruano, 2003e). Es conocido por todos que la teoría más acertada acerca del poblamiento de América es la de la presencia mongoloide en el área: http://www.youtube.com/watch?v=Es0RAo5kyng&feature=related –; pero todavía hay más antes de la misma llegada de Colón (Menzies, 2004), como se muestra en la siguiente figura [...] Véase: LENGUAJES RELIGIOSOS.

FRONTERAS Y ECOSISTEMAS: [...] Sin duda alguna hoy es urgente estudiar las correlaciones que los paisajes ecosistémicos terrestres y extraterrestres sugieren; y con frecuencia la primera reflexión recaerá sobre las relaciones entre los elementos físicos y los elementos humanos o “elementos con vida”, según sean los casos (Gourou, 1984): ¿acaso no están condicionados directamente estos últimos, es decir los “elementos con vida”, los seres humanos, por aquéllos, es decir por los elementos físicos? Comprender los paisajes, los ecosistemas, exige recurrir al conjunto de técnicas por las que vivimos en el mundo que nos rodea. La comprensión de los paisajes, de los ecosistemas, precisa de un distanciamiento que permita hacer comparaciones, indispensables porque resaltan hasta qué punto pueden ser diferentes los paisajes humanos, los ecosistemas humanos, en condiciones físicas parecidas. Y de esta comprensión se desprenden unas comparaciones que arrojan valoraciones acerca de “lo mejor” y “lo peor”, valoraciones que están sujetas a múltiples situaciones, causas y factores, y también, obviamente, a múltiples reacciones de los diferentes grupos según el tiempo y el espacio geográfico. La existencia de todo grupo, aun del más pequeño, exige unas reglas de juego. Los grupos humanos, en especial los llamados “grupos civilizados” (?), tienen la necesidad de crear un mundo con “reglas confiables”, tanto al nivel público –leyes prácticas y legibles en el Derecho, en la Jurisprudencia, en Derecho Internacional; los protocolos, etiquetas y cortesías para la convivencia social; las leyes del tránsito vial, marítimo, aéreo, urbano o rural; las políticas educativas y de salud pública–, como al nivel especializado o laboral –derecho laboral, normas y reglamentos laborales, función de las áreas de Recursos Humanos o áreas de contratación de mano de obra, seguros y prestaciones laborales– y al nivel íntimo –reglas y directivas que se relacionan con la familia, con el matrimonio, con las relaciones de pareja, con las relaciones afectivas íntimas y sexuales, con la clasificación y el tratamiento de los sexos y la sexualidad–. Una civilización es en cierta medida un sistema estructurado; y las estructuras, precisamente por estar en la civilización, pueden aparecer en el paisaje. Muchos aspectos humanos del paisaje pueden no depender de la civilización reinante, sino de una o de muchas civilizaciones pasadas. Hay que reconocer los enclaves enquistados de técnicas ya muertas. Por otra parte, las técnicas, nacidas en uno o muchos puntos de la superficie terrestre, han viajado mucho, y se ejercitan en medios físicos diferentes del lugar de su nacimiento. La geografía humana no se hace ni se aprende sólo por la observación del terreno. Ésta es necesaria pero resulta fácilmente engañosa si no va aclarada por la comparación crítica, el conocimiento de la historia y el de las civilizaciones. El paisaje debe ser sometido a juicio; pues no contiene en sí mismo sus propias explicaciones. Todo paisaje humano es un conglomerado de problemas. La geografía humana, cuestionamiento permanente de lo que se ve, es una buena educadora del espíritu; es una disciplina que da la posibilidad de adquirir el justo sentimiento de nuestra ignorancia y el deseo de reducirla. ¿Sobre qué extensión territorial volveremos a encontrar los enigmas que plantea un paisaje? La geografía abre una vía correcta para la inteligencia de los problemas del medio ambiente dando una idea justa del papel representado por la civilización en el paisaje. Pertenecemos al mundo que nos rodea, al mismo tiempo que lo consideramos con una actitud crítica. Nada de lo que vemos es simple, y el paisaje es un manojo de problemas. Todo lo que aparece ante nuestros ojos es la huella, el afloramiento, la supervivencia y a veces el recuerdo, casi borrado, de civilizaciones sucesivas y diversas. Incluso con las adelantadísimas investigaciones que tenemos hoy día, todo, indiscutiblemente, está por aclarar y explicar y, además, en el caso en que ya algo esté probado, a veces hasta ya hace medio siglo, pues entonces tenemos que buscar las vías para enterarnos, o de lo contrario sucede que muchos de nuestros criterios científicos se mantienen en la misma situación de hace veinte o treinta años, o medio siglo o un siglo, en el caso de que conozcamos el asunto, que ya sería una ventaja. En cuanto a las fronteras, y concretamente las fronteras político-territoriales, es bueno destacar que éstas presentan características diferentes según la historia o “las historias” –con mitos y sin mitos–, las regiones, los continentes, las geografías, los gobiernos, las leyes internacionales, las leyes nacionales, las relaciones exteriores de cada país o región, las relaciones mercantiles, los mercados ilegales o contrabando, las relaciones socio-lingüísticas y religiosas, las autoridades, las políticas y los protocolos, los ejércitos –¿cuál es la verdadera y real función de los ejércitos, de las milicias, de la policía, en los diferentes países del mundo? ¡Cuestión compleja, problemática y altamente cuestionada, por lo menos en los países subdesarrollados! ¿Para qué sirven los ejércitos, la milicia y la policía en los países latinoamericanos? Cuando se producen los constantes desastres naturales en América: ciclones, temblores, derrumbes, inundaciones, volcanes..., y vemos la no presencia del ejército, la milicia, la policía..., o su demora en llegar y actuar o sus “actos dudosos”, es que nos preguntamos siempre ¿para qué sirven en realidad? Por otro lado, es más que evidente que la preparación humana y moral, de la misma manera que las técnicas y los equipos, de los ejércitos, las milicias y las policías latinoamericanos, salvo raras excepciones, deja mucho que desear–, las milicias, la situación primermundista o tercermundista o cuartomundista de los grupos humanos, y, por supuesto, el nivel de corrupción y hasta de barbarie e incivilidad que impera en cada lugar de manera concreta. En las fronteras se presentan situaciones y complejidades muy variadas, en dependencia de la “situación fronteriza”: no es lo mismo tener fronteras terrestres con dos o tres países, por ejemplo, como es el caso de las fronteras de la gran potencia mundial: Estados Unidos de Norteamérica, que tener fronteras terrestres con 14 países, como es el caso de República Popular China, o tener fronteras en general, terrestres o marítimas, con unos 16 países, como es el caso de Rusia, o tener fronteras con casi todos los países de su área, de su subcontinente, como es el caso de Brasil, que tiene fronteras terrestres con todos los países de América del Sur, es decir 10 países, menos con Ecuador y con Chile: ¡cuánta diversidad de problemas aparecerán en estas fronteras, y el alcance de estos problemas...! ¡Tremendo el asunto! Y aquí hay que recordar que estas situaciones multifronterizas pueden ser una gran suerte para unos, pero también pueden ser una gran desgracia para otros; todo depende de la parte fronteriza en que se viva y del asunto de que se trate. En las fronteras todo puede pasar, como nos muestra la historia, y de hecho todo pasa, como nos muestra la actualidad. Entre países, regiones, pueblos, etnias, grupos, clanes, tribus que sean fronterizos, los más pobres, indefensos, atrasados, incivilizados y minoritarios deben estar en constante vigilancia y nunca confiarse: los pueblos, como muestra la historia, nunca han estado hermanados; por el contrario, siempre han estado en conflicto, antes y ahora. Cuando aparecen los conflictos fronterizos, siempre se apela al Derecho Internacional. ¿Cómo pensar en un Derecho Internacional cuando queda demostrado cotidianamente la violación a los derechos humanos más elementales en el orden nacional? Si los países son incapaces de entender y aplicar lo que se llama Derecho Nacional, entonces cómo pensar en una aplicación de los Derechos Internacionales. Cualquier mirada a cualquiera de los países de cualquiera de los continentes nos muestra esta triste realidad: España, Alemania, Gran Bretaña, Francia, ex-Yugoslavia, Rusia, Turquía, Israel, Afganistán, Irán, Iraq, India, China, Tíbet, Corea, toda África, toda América... Solamente las violaciones del derecho internacional por parte de Estados Unidos, de la CIA, son suficientes como para crear el más nauseabundo cuento de terror – al respecto consúltese, por ejemplo: Tim Weiner (2007). Legacy of Ashes. The History of the CIA (Legado de cenizas. La historia de la CIA). U.S.A., Doubleday Books. La ilegal e ingerencista presencia de la CIA en los asuntos nacionales de los pueblos de América Latina puede verse, por ejemplo, en el film Desaparecido, que en idioma inglés es Missing, dirigida en 1982 por el famoso director de cine franco-griego Costa-Gavras, y que está disponible en http://www.youtube.com/watch?v=OOfrc_e1698 –. Las fronteras, cualquiera que sean éstas: tierra, aire, mar, río, lago, laguna, pueden tener grandes efectos sobre el paisaje y sobre los grupos humanos y sus conductas culturales, socio-lingüísticas y sicológicas (Barth, 1969). En las fronteras, la mayoría de las veces “tierra de nadie”, acontece lo imaginable y lo inimaginable: “–El concepto de “frontera” ayuda mucho a entender a las diferentes oleadas de emigrantes que empezaron a llegar a Quintana Roo desde principios del siglo XX. Frontera en inglés, o sea, frontier, equivale al Lejano Oeste. Las regiones de frontera, en este sentido, no necesariamente están en una frontera político-territorial con otro estado o país. El término se refiere a una zona que es tierra de nadie, por lo general salvaje, alejada, despoblada, no sujeta al control político; donde cada quien toma la ley en sus manos y se hace justicia a su modo; donde florece de manera natural toda clase de vicios, incluyendo, en primer lugar, por supuesto, la corrupción, seguida de la violencia indiscriminada, la fuerza, el abuso, el engaño, el fraude, etcétera. La característica principal de una zona de frontera es una población volátil, emigrante, inestable, que no permanece más que el tiempo necesario para hacer dinero rápido, que no crea raíces, a la que no le interesa desarrollar instituciones relacionadas con la vida sedentaria, por ejemplo, instancias educativas o de salud. A Cancún llegaron miles de trabajadores, muchos de ellos sin familia, pocas mujeres y escasos lugares donde gastar el dinero. Ello dio lugar a dos fenómenos que constituirían una impronta: por un lado, una gran permisividad social en lo que respecta a las prácticas sexuales y, por el otro, la percepción de la mujer en cuanto objeto, desvinculada con su entorno familiar. Desde su fundación hasta la fecha, Cancún ha sido una ciudad con mayoría de hombres. Veinte años después de su creación, todavía persiste en ella una desproporción significativa: cincuenta y tres por ciento de hombres contra cuarenta y siete por ciento de mujeres (Censo INEGI 1990). Por otro lado, un segundo rasgo fundacional consiste en el surgimiento de una capa de intermediarios con habilidades para medrar con las necesidades, legítimas e ilegítimas, de un crecimiento vertiginoso. A medida que se trazaban las calles y se levantaban edificios, surgió una generación de mediadores, proveedores y acaparadores venidos de otras zonas de la región (Cozumel, Mérida y Chetumal) como sucede también en situaciones de guerras y conflictos políticos, económicos, sociales, raciales, étnicos, religiosos, etc.. “El lado oscuro” de una zona turística como Cancún, de una tierra de nadie como Cancún, aparece reflejado en el documental The Dark Side of Cancun, bajo la producción de Mark Cameron y Montserrat Puig. Para ver gratuitamente este documental de denuncia, refiérase a las siguientes direcciones electrónicas: http://www.thedarksideofcancun.com/breaks/video_dark_rm.htm , http://www.thedarksideofcancun.com/ . En lo tocante a cómo se produce la pornografía y la explotación sexual de los niños y las niñas en las fronteras mexicanas, recomendamos consultar el libro de Azaola y Estes (2004). La corrupción social, moral, política, administrativa, legislativa y religiosa que pueden generarse debido al tráfico de menores, la prostitución infantil, los abusos a menores, la pederastia, la mercancía sexual infantil, etc., se han plasmado en México en el impactante documental que lleva por nombre Los demonios del edén –http://www.youtube.com/watch?v=sFwzQRy5nok&feature=related , http://www.youtube.com/watch?v=YN4W28yInH4&feature=related , http://www.youtube.com/watch?v=svG6lUUPmm8&feature=related , http://www.youtube.com/watch?v=VTJFOaSbx4A&feature=related , http://www.youtube.com/watch?v=pybgVEPW9Nc&feature=related , http://www.youtube.com/watch?v=cPVqiNKdar0&feature=related , http://www.youtube.com/watch?v=42wJnyAA_Do&feature=related ,http://www.youtube.com/watch?v=1jse7Qftn3w&feature=related –, de 2007, de la directora Alejandra Islas, y basado en el libro de mismo nombre, la vida, las experiencias y las investigaciones de la prestigiosa y multigalardonada – http://es.wikipedia.org/wiki/Lydia_Cacho , http://www.lydiacacho.net/ – periodista mexicana Lydia Cacho. Un grave problema fronterizo a destacar en América es la situación que presenta el narcotráfico, el mercado de las drogas, en la frontera de México con Estados Unidos, problema que, después de más de 60 años de haberse creado el primer gran cartel de drogas en México, con el objetivo de desestabilizar a Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial (Cedillo, 2007), y con la supuesta experiencia que ambos países, México y Estados Unidos, deberían tener en este tema dadas las décadas de narcotráfico en el área, sigue presente y mantiene en profundo conflicto a los dos gobiernos y a otros gobiernos involucrados directa e indirectamente en este triste conflicto – http://eleconomista.com.mx/politica/2008/08/29/1413/secuestros-la-hora-de-los-politicos , http://tu.tv/videos/aristegui-el-secuertro-en-mexico y http://www.yunqueland.com/2008/09/carmen-aristegui-los-bombazos-en.html –. Los conflictos fronterizos en toda América, y en especial en América del Sur, han sido un tema constante y muy difícil en la historia del área. En nuestros días los conflictos fronterizos y políticos en general entre Colombia, Venezuela y Ecuador son un tema altamente complejo, difícil, penoso, degradante, triste, fratricida y de alto riesgo para la estabilidad de todo el Continente, asunto que ha llegado a denominarse “Crisis Andina” – http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_7276000/7276249.stm , http://es.wikipedia.org/wiki/Crisis_diplom%C3%A1tica_de_Colombia_con_Ecuador_y_Venezuela_de_2008 , http://es.wikipedia.org/wiki/Conflicto_armado_en_Colombia , http://www.ircamericas.org/esp/5119 –. Aspectos característicos de cada uno de los continentes, de las regiones, de los estados, de los países, de las etnias o de las comarcas “en contacto” quedan a menudo interrumpidos por “la frontera”, por “una frontera”, por “algún tipo de frontera” –recordemos que hay fronteras políticas, fronteras geográficas, fronteras económicas, fronteras raciales, fronteras lingüísticas, fronteras gestuales, fronteras religiosas, fronteras gastronómicas...–, que constituye entonces una línea de discontinuidad. Recordemos aquí, a modo de ejemplo, lo que se observa –en todos los sentidos, desde el mismo hombre y su forma de vida, su idioma, sus tradiciones, sus protocolos, sus etiquetas, sus hábitos, sus habilidades, hasta la flora y la fauna, los sembradíos, la ganadería, la arquitectura, los medios de transporte, las vías fluviales, la gastronomía, el desarrollo científico y técnico, las religiones, etc.– al nivel de las fronteras en la parte de la América del Norte que pertenece a estados Unidos y en la parte de la América del Norte que pertenece a México; las fronteras de México con Belice; las fronteras de Europa con África y Asia; las fronteras de Singapur con Malasia y con Indonesia; las fronteras de Cuba con Estados Unidos, Haití, Jamaica y México; las fronteras políticas dentro de un mismo país, como es el caso de las fronteras políticas de España y del Peñón de Gibraltar –que pertenece a la Gran Bretaña–; las fronteras políticas entre Guantánamo, que es una provincia de Cuba, con la Base Naval de Guantánamo, que pertenece a los Estados Unidos; las “¿fronteras políticas?” de los más de 90 pueblos nativos de los Estados Unidos Mexicanos, y algo parecido pero más complejo en Brasil, etc. Respecto de las fronteras de Cuba, solamente en cuanto a “fronteras lingüísticas”, estamos hablando de inglés estadounidense, francés de Haití, inglés de Jamaica y español de México en situación de profundo polimorfismo; y en situación de fronteras económicas, por un lado, a unos 90 km., frontera con el país más poderoso del mundo, en todos los sentidos, que es Estados Unidos, y, por otro lado, a unos 35 km., con Haití, uno de los países más pobres del mundo y el más pobre, en todos los sentidos, del Hemisferio Occidental. ¿Sería esto algo así como vivir entre el Paraíso y el Infierno? ¡Dejémoslo de tarea...! Las divisiones políticas, que son una forma de encuadramiento, influyen en la geografía humana. No todas las civilizaciones están igualmente equipadas para transformar los paisajes y los entornos. Para aclarar estas diferencias de eficacia, es útil examinar las relaciones entre las diversas técnicas. Es más, un cambio de religión, por ejemplo, puede entrañar una transformación del paisaje agrícola y del entorno social, incluyendo por supuesto todo el entorno cultural, folclórico, religioso, político, etc. La idea de “religión” en nuestros días de globalización y de grandes migraciones humanas, legales e ilegales, tiene alcances prácticamente inconcebibles, inimaginables. El nacimiento de las religiones, sus evoluciones, sus desplazamientos y sus mestizajes según las áreas geográficas y las diferentes culturas han recreado en la actualidad un extenso arco iris socioconfesional, que puede apreciarse en, por ejemplo: http://es.wikipedia.org/wiki/Religi%C3%B3n . Cada día en América Latina son unos 12 000 individuos los que se apartan de la religión católica para asociarse a otros grupos y sectas religiosas con muy variados enfoques. Mientras que hace pocos años en México se registraban al nivel del Gobierno 988 asociaciones religiosas, hoy existen en este país más de 6000 asociaciones ya registradas. (InfoRed, México, 22 de mayo del 2002). Para considerar otras cifras de religiones y religiosos, y de cristianos o católicos, véase: Ikram Antaki, op.cit., 203-205. Por otro lado, las migraciones latinas hacia Estados Unidos, en especial las migraciones mexicanas, han dado un giro apreciable en las formas religiosas estadounidenses, concretamente cambiando en algunos estados los altos por cientos de creyentes protestantes en creyentes católicos romanos o católicos-sincréticos-guadalupanos, o, como es el caso de la Florida con los cubanos, en católicos-sincréticos-devotos de la Virgen de la Caridad del Cobre, cuestión que no solamente afecta a las religiones como tal, sino también a otras esferas de la sociedad, como la política, las elecciones presidenciales, el folclor, la mitología, etc. Recordemos que en el caso de México la Virgen de Guadalupe o Coatlicue o Tonantzin o Teteoinan o Tequatlasupe se le apareció a unos indígenas aztecas, a Juan Bernardino y a su sobrino Juan Diego, en el siglo XVI, el 9 de diciembre de 1531, en el Cerro del Tepeyac. En el caso de Cuba, la Virgen de la Caridad del Cobre u Oshún se le apareció en el siglo XVII, en 1612, en la Bahía de Nipe, en Oriente, hoy provincia de Holguín, a tres esclavos, llamados “Los Tres Juanes”. Uno era un negrito de 10 años: Juan Moreno; los otros dos eran indios, hermanos: Juan Hoyos y Rodrigo Hoyos. En ambos casos la virgen no se les apareció a “blancos”, a “libertos”, a “ricos”, sino a “indios” y a un “negro”, que estaban sometidos o esclavizados, es decir pobres, y que eran originarios de tierras de América, que no eran europeos, que no habían nacido en Europa. El ferrocarril, las autopistas, los aeropuertos, etc., han modificado los paisajes. Creo que debemos recordar que en nuestros análisis sociales o lingüísticos hay que distinguir la evolución de las civilizaciones superiores tradicionales, que se transforman lentamente, y la evolución de las civilizaciones occidentales modernas, donde las modificaciones se producen rápida y profundamente. En muchos casos, aparte de la fotografía aérea y los contenidos excepcionalmente elevados en fosfato, etc., es la toponimia –con sus limitaciones, por supuesto– la que permite evocar los puntos de vista de los ocupantes desaparecidos, así como antiguos paisajes humanos. Las fronteras políticas están relacionadas también con la actual globalización. Siempre ha habido globalización o globalizaciones (Ruano y Rendón, 1997; Ruano y Rendón, 2006), en el mundo entero, en todas las épocas, en todos hemisferios y en todos los continentes; pero la actual globalización, marca unas particularidades muy especiales que están relacionadas con el tiempo, con los tiempos, con la rapidez de los movimientos de todas las especies animales y vegetales que habitan la Tierra y, en especial, con los movimientos humanos y mercantiles –todo esto debido a la eficacia y rapidez de los medios de transportación–, con el uso casi exclusivo de ciertas monedas para el mercado mundializado y con “el cambio” del modo de vida, de las tradiciones y de los ecosistemas. Como todos sabemos ya, las globalizaciones tienen dos caras: una buena, es decir las aperturas de los mercados en toda su variedad, cantidad y extensión geográfica, y otra mala: las alteraciones no controladas, es decir negativas, de los ecosistemas. En el sentido del aspecto negativo de las globalizaciones, tenemos que destacar que con frecuencia se producen movimientos no controlados de ciertas especies animales y vegetales de una región a otra sin tomar en cuenta que no todas las áreas geográficas, no todos los grupos animales –y aquí especialmente nos referimos a grupos humanos– y no todos los grupos vegetales están preparados para recibir en su entorno a determinadas especies e interactuar con ellas, y concretamente a ciertas especies a las que tradicionalmente se les ha denominado “especies invasoras”, “especies alienígenas”, “especies contaminantes” o “plagas”. Sería bueno pensar que así como los grupos humanos civilizados se cuidan de ser invadidos por “grupos de riesgo, contaminantes o alienígenas”, también deberían preocuparse por el cuidado del entorno, de los ecosistemas, de nuestro hábitat, la Tierra. ¡En ello, definitivamente, nos va la vida! El medio ambiente es un problema, pero para entender el “problema” hay que entender la “idea de medio ambiente”: “Este término no significa tal o cual ecosistema, sino la realidad creada por el impacto de nuestras actividades sobre la biosfera. A la vuelta de los años sesenta y setenta se adoptó el término “medio ambiente” en lugar de “cuadro de vida”, que era el empleado por los geógrafos y los urbanistas desde hacía un siglo. Los problemas del medio son a menudo imperceptibles a los sentidos, como el efecto del calentamiento, la capa de ozono y la erosión de la biodiversidad. No son de sentido común. Hoy solicitan el papel protector de las autoridades públicas. El medio ambiente ha marcado la introducción de la ciencia en el ámbito político. Las ideas científicas y políticas jamás han estado totalmente separadas a lo largo de la historia de las sociedades. Aristóteles justificó la esclavitud porque volvía posible la igualdad democrática. Estas ideas eran inseparables de la cosmología jerárquica. Hoy las ciencias de la naturaleza intervienen directamente en la escena política. Hemos heredado de la Biblia y del cristianismo la idea según la cual la naturaleza era el marco de las relaciones del hombre con Dios. La física de Galileo, luego la de Newton, reforzaron esta idea al separar la física, haciéndola extraña a la acción humana, como si permaneciéramos en un orden superior y exterior a la naturaleza. Pero la humanidad es una de las especies constitutivas de la biosfera, de la cual depende; esto reinserta al hombre en el seno de la naturaleza. El sistema ha permitido a la vida mantenerse desde hace 3.500 millones de años. La física aristotélica y la física moderna conservaban la imagen de una naturaleza estable. Hoy la inestabilidad de la naturaleza es evidente, no hay más estabilidad que la que produce una multitud de equilibrios transitorios. La naturaleza es un orden frágil. Necesitamos renunciar al mito ancestral de que la naturaleza es prolífica: los recursos naturales son finitos. Otro cambio determinante: pensábamos que la certidumbre de nuestros conocimientos desembocaría en el dominio técnico de los fenómenos. Somos ignorantes. Hay muchos problemas del medio que “conocíamos” que han resultado en sorpresas. La generación actual es responsable de la sobrevivencia de las generaciones por venir. Pensamos en la necesidad de ir más allá que los límites de la moral de proximidad: cada uno de nosotros puede influir en la suerte de un número indefinido de individuos. Hay que instalar la idea de la precaución en el lugar donde se encuentra la del progreso. El público asocia la ecología a la idea de la defensa de una naturaleza agredida por el hombre. Hay relaciones de conflicto entre el hombre y la naturaleza, y existe una corriente de pensamiento que habla sobre la institución de los derechos de la naturaleza. Se cultiva el estado salvaje, el catastrofismo apocalíptico. La humanidad debe cuestionarse. La palabra naturaleza viene del latín nascere. Se opone natura a sobrenatural: la naturaleza es el conjunto de los fenómenos que se producen por sí mismos de manera regular y sin intervención divina. El mito discernía en los terremotos los efectos de la ira divina de Poseidón, quien movía las aguas sobre las cuales se apoyaba la tierra. Aristóteles opone natural a artificial; luego se opone natura y cultura. En la Biblia y en el Corán no se halla ningún equivalente de la palabra natura, sólo se encuentra la idea de creación” (Antaki, 2001:72-73). La contaminación del planeta, la contaminación del ambiente, la destrucción del entorno, la terrible desigualdad de los grupos humanos..., todo esto es una bomba de tiempo. ¡Y ya está estallando! ¿Cómo es posible que las organizaciones internacionales relevantes y decisoras a nivel mundial, que los gobiernos de los conocidos países civilizados (?) y hegemónicos (?) –es imposible pensar que los deteriorados y corruptos gobiernos de la mayoría de países tercermundistas e incivilizados tengan “capacidad” para intervenir en tales decisiones racionales y trascendentales para la vida de la Humanidad– no hayan resuelto el problema de la contaminación mundial, y que en algunos casos hasta estimulen esa contaminación? ¿Cómo es posible que la contaminación ambiental sea un tema, al parecer, secundario, sin mucha importancia, cuando sabemos perfectamente las nefastas implicaciones de la contaminación en la vida de absolutamente todos los ecosistemas, en la vida de absolutamente todas las plantas y animales? ¿Cómo es posible que a estas alturas no consideremos cuidadosamente la “relación contaminación ambiental-aumento del índice de violencia y criminalidad mundial”? –se ha comprobado que hay una estrecha relación entre contaminación ambiental y violencia y criminalidad. Para tratar este tema pueden consultarse, por ejemplo: Roger D. Masters (1997). "Environmental Pollution, Neurotoxicity and Criminal Violence", en J. Rose (ed.). Environmental Toxicology. London, Gordon and Breach, 13-48; Roger D. Masters, Baldwin Way, Brian T. Hone, David J. Grelotti, David Gonzalez y David Jones (1998) "Neurotoxicity and Violence", en Vermont Law Review, 22: 358-382; Roger D. Masters (2002). "MacLean's Evolutionary Neuroethology: Environmental Pollution, Brain Chemistry, and Violent Crime", en Gerald A. Corey Jr. y Russell Gardner Jr. (eds.) The Evolutionary Neuroethology of Paul MacLean. Westport, Praeger, 275-296; Roger D. Masters (2003). “Neurotoxicology and Violence,” en Richard W. Bloom y Nancy K. Dess (eds.). Evolutionary Psychology and Violence: A Primer for Policymakers and Public Policy Advocates. Greenwood, Praeger, 23-56–. ¿Cómo repercuten en estos casos los llamados “psicología de la multitud”, “pensamiento colectivo” y “negativa psicológica” (Diamond, 2006: 563)? Cuando vemos cómo los seres humanos destruimos inmisericordiosamente nuestro hábitat (Sartori y Mazzoleni, 2005), la Tierra, recordamos con tristeza una de las obras del famoso artista Jim Warren, intitulada “Don’t Mess with Mother Nature”. En vista de que, como ha quedado demostrado en estos últimos siglos de guerras, conflictos y desastres humanos –producidos generalmente, de una u otra forma, por la misma raza humana– la cordura (?), la sabiduría (?) y la sensatez (?) no están presentes en los actos cotidianos de la mayoría de los hombres, de la mayoría de los pueblos y mucho menos en la mayoría de los gobiernos y líderes mundiales, entonces todo parece indicar que sería mejor recurrir al “temor”, al “terror”, al “pánico” que tradicionalmente han infligido los líderes de algunas religiones, los dioses, los espíritus, los santos, Dios, el Todopoderoso a la gente. ¿Cómo es posible que pueblos tan religiosos –y nos referimos aquí a todo tipo de pueblo y a todo tipo de religión– registren índices tan altos de destrucción de los ecosistemas, del planeta, del ambiente, de las riquezas naturales, de la flora, de la fauna, de “la semilla que dio el Creador” –o la “Creadora”, según sea el caso–, de la misma especie humana...? Esto tiene su explicación: “Los valores religiosos suelen ser convicciones especialmente profundas y, por tanto, origen frecuente de una conducta desastrosa. Por ejemplo, gran parte de la deforestación de la isla de Pascua era fruto de una motivación religiosa: obtener troncos para transportar y erigir las gigantescas estatuas de piedra que se veneraban. En aquella misma época, pero a casi quince mil kilómetros de distancia y en el hemisferio opuesto, los noruegos de Groenlandia perseguían sus propios valores religiosos como cristianos. Aquellos valores, su identidad europea, su forma de vida conservadora en un entorno severo en el que la mayor parte de las innovaciones fracasarían de hecho, y su sociedad basada en el mutuo apoyo con un estrecho sentido comunitario, les permitieron sobrevivir durante siglos. Pero esos rasgos admirables (y, durante mucho tiempo, triunfantes) también les impidieron realizar cambios drásticos en su forma de vida y adoptar de modo selectivo tecnología inuit que les podría haber ayudado a sobrevivir más tiempo. El mundo moderno nos brinda abundantes ejemplos seculares de valores admirables a los que nos aferramos bajo unas condiciones en las que dichos valores ya no tienen sentido. Los australianos llevaron consigo desde Gran Bretaña la tradición de criar ovejas para obtener lana, los nobles valores agrícolas y cierta identificación con la tierra madre; con ello lograron la proeza de erigir una democracia digna del Primer Mundo muy lejos de cualquier otra (a excepción de Nueva Zelanda), pero en la actualidad están empezando a apreciar que esos valores también presentan inconvenientes. En épocas recientes, una de las razones de que los habitantes de Montana fueran tan reacios a resolver los problemas originados por sus actividades mineras, madereras y ganaderas era que esos tres sectores industriales constituían pilares tradicionales de la economía de Montana y estaban estrechamente ligados al espíritu pionero y a la identidad de dicho estado. De manera similar, el compromiso pionero de Montana con la libertad individual y la autosuficiencia los ha vuelto reacios a aceptar su nueva necesidad de planificación administrativa y de acotar los derechos individuales. La determinación de la China comunista de no repetir los errores del capitalismo los llevó a ridiculizar las preocupaciones medioambientales porque consideraban que eran únicamente un error capitalista más, y con ello cargaron a China con enormes problemas medioambientales. El ideal de los ruandeses [como también de los mexicanos] de tener familias muy numerosas era apropiado en la época tradicional, en la que había una mortalidad infantil muy alta, pero en la actualidad ha desembocado en una explosión demográfica catastrófica. En mi opinión, en gran parte de la rígida oposición actual que hay en el Primer Mundo a las preocupaciones medioambientales intervienen valores que se adoptaron en una etapa anterior de la vida y nunca volvieron a cuestionarse: «Los gobernantes y los responsables políticos mantienen intactas las ideas con las que empezaron», por citar una vez más a Bárbara Tuchman [Jared Diamond se refiere a Barbara Tuchman (1984). The March of Folly: From Troy to Vietnam, y en lengua española Barbara W. Tuchman (1989). La marcha de la locura. La sinrazón desde Troya hasta Vietnam. México, FCE.] Resulta dificilísimo solucionar el dilema sobre si se debe abandonar parte del núcleo fundamental de valores que uno defiende cuando dichos valores parecen estar volviéndose incompatibles con la supervivencia. ¿En qué momento nosotros, como individuos, preferimos morir antes que transigir y vivir? Millones de personas de épocas recientes se han enfrentado al dilema de si, para salvar la vida, estarían dispuestos a traicionar a amigos o parientes, ofrecer su aquiescencia a una vil dictadura, vivir prácticamente como esclavos o huir de su país. Hay ocasiones en que las naciones y las sociedades tienen que tomar de forma colectiva decisiones similares. En todo este tipo de decisiones intervienen las apuestas, puesto que a menudo no hay certeza de que aferrase a un núcleo de valores resultará fatal o (a la inversa) de que abandonarlo garantizará la supervivencia. Al tratar de continuar siendo ganaderos cristianos, los noruegos de Groenlandia daban a entender en realidad que estaban dispuestos a morir como ganaderos cristianos antes que a vivir como inuit; perdieron la apuesta. Entre los cinco pequeños países de Europa del Este que se enfrentaron al aplastante poderío de los ejércitos rusos, los estonios, los letones y los lituanos cedieron su independencia en 1939 sin combatir, los finlandeses lucharon en 1939-1940 y preservaron la suya, y los húngaros lucharon en 1956 y la perdieron. ¿Quién de nosotros debe decidir qué país fue más sabio? ¿Quién podría haber predicho de antemano que solo los finlandeses ganarían la apuesta? Quizá la clave del éxito o el fracaso como sociedad resida en saber qué núcleo de valores debe conservarse y cuáles hay que desechar y sustituir por otros nuevos cuando la situación cambia. En los últimos sesenta años, los países más poderosos del mundo han abandonado valores apreciados durante mucho tiempo que anteriormente ocupaban un lugar central en la imagen nacional que proyectaban y han preservado otros. Gran Bretaña y Francia renunciaron al papel que desempeñaron durante siglos, según el cual eran potencias mundiales que actuaban de forma independiente; Japón abandonó su tradición militar y sus fuerzas armadas; y Rusia abandonó su prolongado experimento con el comunismo. Estados Unidos se ha apartado de su forma sustancial (pero en modo alguno puede decirse que por completo) de sus antiguos valores de discriminación racial legalizada, homofobia legalizada, atribución de un papel subordinado a las mujeres y represión sexual. Australia está reconsiderando en la actualidad su condición de sociedad agraria rural con identidad británica [Los vertiginosos y exitosos logros económicos, científicos, culturales, deportivos, etc., de la China moderna –en comparación con los desastres económicos, científicos, culturales, deportivos, etc., de muchos otros países, incluyendo a México– muestran los drásticos cambios que ha tenido que realizar este país en lo tocante a su tradicional y cerrada política interna y política externa] Quizá las sociedades y personas que triunfan sean aquellas que tienen la valentía de tomar estas decisiones tan difíciles y la suerte de ganar la apuesta. Hoy día los problemas medioambientales [...] plantean dilemas similares al mundo en su conjunto. Estos son algunos ejemplos de cómo la conducta irracional asociada a los conflictos de valores consigue o no impedir que una sociedad trate de resolver los problemas que percibe. Otros motivos irracionales habituales para no conseguir abordar siquiera los problemas son el hecho de que a la opinión pública [o a algunos grupos “supuestamente conservadores y moralistas” (?) de algunas sociedades “supuestamente conservadoras y moralistas” (?)] pueda no gustarle quien perciba y se queje en primera instancia de un problema” .... También sucede, con frecuencia, que muchas sociedades se percatan de determinadas situaciones, viven histórica y cotidianamente de manera triste y dolorosa los problemas, los riesgos, están conscientes de los grandes problemas que les afectan en el presente y que le afectarán en el futuro como grupo y como individuos, etc., no obstante, debido a ciertos rasgos que caracterizan a esos grupos como pueden ser, por ejemplo, el misoneísmo, la desidia, la apatía, el conformismo, el abstencionismo, la introversión, el fanatismo, el temor, la negativa sicológica, el “valemadrismo”, la incultura, la ignorancia, las pugnas internas, la semiesclavitud y hasta la esclavitud, etc., son incapaces de tomar parte activa y racional, como grupo, en la prevención y la solución de los problemas. Todo esto, aunado a la presencia e intervención de gobiernos, funcionarios y dirigentes religiosos abiertamente corruptos y manipuladores (Silva, 1948; Ruano y Rendón, 2006; Martín, 2006; Vallejo, 2007; Naím, 2007), crea el caos social. ¿Es que acaso no nos hemos puesto a pensar detalladamente por qué la ruina de unos –la mayoría– es la riqueza desmedida de otros –la exclusiva minoría–? Claro, el desastre, el fracaso, la quiebra, de muchas nobles empresas, gestiones, ideas y proyectos es, a las claras, el triunfo de “unos ciertos macabros personajes y organizaciones” identificados, antes y ahora, en todas las culturas y a través de todos los medios de comunicación masiva. Es bastante frecuente que con el fracaso de los buenos proyectos comunitarios se dé el triunfo y el enriquecimiento –ilícito, desmedido, vertiginoso y desvergonzado– de “algunos”, entre los que se encuentran los de “la bolita”, incluyendo a los “parientes ricos” y a los “parientes pobres”, a los de “al ladito”. En esta urgente, rústica y alocada “corretiza” por los caminos de la delincuencia, del fraude, de la corrupción, de la manipulación, del abuso de autoridad y del tráfico de influencias o influyentismo, queda demostrado que los “good for nothing” o “buenos para nada” son muy buenos para la depredación y el robo. ¡En América Latina, como en el cuento de la Cenicienta, hasta los verduleros y pepenadores –recogedores de basura o desechos– con buenos “padrinos” se hacen multimillonarios en cuestión de nada! ¡Pero aquí no pasa nada! No obstante..., tiempo al tiempo. ¿Qué es en realidad lo que los pueblos civilizados consideran como contaminación del espacio ambiental, del ecosistema? ¿Es que acaso los pueblos civilizados no consideran como “contaminación” el invadir el espacio ambiental con la ubicación de spots, imágenes, publicidad y todo tipo de información publicitaria que indiscriminadamente se ubican en los entornos ecosistémicos? ¿Es que acaso los pueblos civilizados no consideran que la ubicación de publicidad, cualquiera que sea ésta, indiscriminadamente en los entornos humanos, especialmente si hacen referencia a instituciones, organizaciones, productos, imágenes, signos o personas... no gratas, son una forma de contaminar de la manera más irrespetuosa y violatoria? ¿No sería prudente, por ejemplo, que los funcionarios y dirigentes religiosos, entre otros, dejaran a un lado sus seculares letanías, la mayoría de ellas cargadas de dudas, lagunas del conocimiento, incertidumbres, mentiras, arbitrariedades y falsas expectativas, e implementaran programas civilizados, actualizados, de convivencia respetuosa y pacífica, dirigidos a acabar con ese genocidio silencioso llamado hambruna, dirigidos a la vida digna del ser humano y al cuidado del entorno? Queda claro que apelamos a las instituciones religiosas porque es evidente que nuestros gobiernos y políticos, especialmente los gobiernos y políticos latinoamericanos en este caso concreto, “no conocen” en lo absoluto los protocolos y las leyes de civilidad y convivencia entre humanos y entornos, o, por decirlo de otro modo, “no tienen tiempo” para estas cuestiones de civilidad y protección del medio ambiente, porque están demasiado preocupados y ocupados en “sus asuntos” de arribismo, delincuencia, nepotismo, latrocinio y corruptela, de los que se habla tanto en todos los medios (Ruano, 2003a). ¡Cuánto tienen que aprender los gobiernos y dirigentes de este mundo a la deriva! ¡Por lo menos sería bueno que nuestros funcionarios aprendan a leer, que lean, para que puedan hablar de manera civilizada y atinada! La sabiduría siempre ha sido una exigencia para el liderazgo (Bloom, 2005), y justamente nuestros funcionarios, mandatarios, gobiernos, líderes, carecen de la sabiduría mínima para lograr objetivos positivos en este mundo “globalizado”. No puede ser que a estas alturas del desarrollo de la Humanidad la mayoría de nuestros líderes todavía no sepa que la sabiduría moldea el pensamiento y que el pensamiento moldea la conducta verbo-corporal... ¿¡Hasta cuándo!? ¿Cuál es la causa principal de los desastres ecosistémicos, y por consiguiente humanos, del planeta? Sin duda alguna, la actuación fragmentada de de cada uno de los países del mundo, que toman en cuenta sus intereses particulares –entiéndase aquí, más bien, los intereses de las clases socioeconómicas poderosas y no los intereses del “pueblo”– en detrimento de los intereses mancomunados... La historia nos ha mostrado, y desgraciadamente nos sigue mostrando, que para que “las cosas malas”, es decir los grandes desastres de la historia de la historia de la Humanidad, no se produzcan “otra vez”, el costo material, pero sobre todo humano, tiene que ser muy grande... E incluso así, “las cosas malas” se repiten con una frecuencia increíble, como muestra la Modernidad y la Hipermodernidad, es decir el periodo comprendido entre la última mitad del siglo XIX hasta nuestros días. Considerando solamente tres de los grandes conflictos bélicos del mundo, independientemente de toda la otra serie de enfrentamiento armados, es necesario comentar que no bastó con la terrible experiencia que trajeron para todo el mundo las batallas napoleónicas: 1804-1814: más de 6 millones y medio de muertos. Posteriormente, se produce otro conflicto mundial terrible, que cubre a más de la mitad del planeta, la Primera Guerra Mundial: 1914-1918: más de 8 millones de muertos, más de 6 millones de inválidos. Posteriormente, aparece la Segunda Guerra Mundial: 1939-1945: más de 56 millones de muertos... ¡Y así como vamos, es de imaginar que de un momento a otro puede aparecer otra “sorpresa”! [...]

FRUSTRACIONES: El tema de las frustraciones lo trato más detalladamente en mi trabajo intitulado “Comunicación y conducta. Reflexiones en torno a los protocolos comunicativos de los mexicanos de nivel culto en las áreas administrativas de empresas transnacionales del Distrito Federal”. Acerca del tema de las frustraciones se ha hablado bastante, desde muchos puntos de vista e interdisciplinariamente, aunque todavía falta mucho que investigar en este sentido, considerando los factores hereditarios, genéticos, raciales y la situación de culturas en contacto según los casos concretos en las áreas concretas de desempeño. Las frustraciones pueden ser de varios tipos y pueden abarcar desde un país o una comunidad completa –José Elías Esteve Moltó (2004). El Tíbet: la frustración de un estado. Valencia, Tirant lo Blanch– hasta las frustraciones personales y, en situaciones de sociopatías y sicopatías, la frustración de una de las partes del “yo”: La frustración es un concepto psicoanalítico importante. Se produce cada vez que el sujeto se halla ante un obstáculo que le impide satisfacer un deseo. En la vida diaria, son numerosas las ocasiones de frustración. Por ejemplo, hace usted una cola durante una hora en un cine de estreno y se anuncia que la sala está completa en el momento en que le había llegado a usted el turno de entrar. Todos hemos estado alguna vez en esta situación de frustración y hemos observado también a individuos que se hallaban como nosotros. Nadie queda encantado, por supuesto, pero la reacción de cada cual es diferente. Hay quien monta en cólera e intenta forzar el obstáculo de la taquilla; otro se va tranquilamente limitándose a alzar los hombros; hay quien decide esperar pacientemente a la próxima sesión; otro se echa a sí mismo la culpa y lamenta no haber venido antes; otro acusa a su mujer de haber perdido demasiado tiempo en prepararse. La observación de las reacciones de los individuos ante la frustración es reveladora de la personalidad (Gauquelin, 2001:213). En el caso de las frustraciones presentes en la comunicación verbo-corporal, nosotros hemos considerado este problema desde varias ópticas, y en especial a partir de la aplicación de los reactivos siguientes: 1. Mi nivel de satisfacción, 2. ¿Cómo conseguir el apoyo de la gente? Personas que me dan ánimo, 3. ¿Cómo conseguir el apoyo de la gente? Personas que me desaniman. La mayoría de los resultados obtenidos en estos reactivos, aplicados por lo menos en cinco situaciones culturales disímiles: 1. Rusia, 2. CAME, 3. Cuba, 4. México y 5. Estados Unidos de Norteamérica, aparecen reflejados en los siguientes trabajos: Fernando Antonio Ruano Faxas y Adam Makoviétsky (1984). Las ciencias sociales y el trabajo independiente de los estudiantes. Cuba, Ministerio de Educación Superior-CAME; Fernando Antonio Ruano Faxas (1989). El lenguaje corporal humano. Apuntes para el curso. Cuba, MES; Fernando Antonio Ruano Faxas y Paulina Rendón Aguilar (1997). “Reflexiones en torno a la calidad y a la calidad de vida en el trabajo”, en Segundo Seminario Internacional sobre formación ambiental, valores y corrupción. México, UNAM, 232-235; Fernando Antonio Ruano Faxas (1993). “En torno al tabú. Lo bueno y lo malo en lexicología y terminología, y sus ideas afines”. Ponencia presentada en el X Congreso Internacional de la Asociación de Lingüística y Filología de la América Latina. México, Veracruz, Universidad Cristóbal Colón; Fernando Antonio Ruano Faxas (2000). Cómo trabajar con los estudiantes universitarios de Ciencias Sociales. Apuntes para profesores y educandos. México, Ediciones ЯR; Fernando Antonio Ruano Faxas (2003). ¿Qué entender por calidad y calidad de vida en el trabajo en un mundo globalizado? México, Ediciones ЯR, y Fernando Antonio Ruano Faxas (2005). Movilizar las energías de todos para triunfar. Seminario para el área empresarial. México, Ediciones ЯR. Siempre ha habido frustraciones. La frustración está presente en el mismo nacimiento y evolución de la Humanidad. La Biblia –o mejor dicho las “biblias”– está llena de frustraciones en todos los sentidos (Ruano, 2003e). Dondequiera hay frustraciones; pero en algunos lugares hay más, cuestión de cantidad y hasta de calidad, porque las frustraciones de algunos grupos y personas en particular son, sencillamente, inconcebibles, patológicas, deprimentes, degradantes, enfermizas, criminales... En algunas áreas continentales, países, grupos etnolingüísticos, sexos, edades, las frustraciones tienen sus particularidades muy concretas... Las frustraciones, esos estados de vacíos o anhelos insaciados, siempre están presentes en el discurso, cualquiera que sea éste: verbal o no verbal. Pero las frustraciones –y señalamos aquí que hay de “frustraciones” a “FRUSTRACIONES” y de “frustrados” a “FRUSTRADOS”– están presentes mayormente en el diálogo, en el discurso habitual, en la vida pública, en la vida laboral o en la vida íntima, a través de los “gestos”, de las “palabras”, de las “oraciones”, de las “frases”, de las “ideas”, de los “dichos y refranes”, de las “asociaciones de palabras”, de las “formas de ver el mundo” y de las “formas de analizar y evaluar a los demás”. Las frustraciones se observan hasta en la voz –que es un fenómeno de la comunicación no verbal–, en la forma de vestirse, en la imagen física, en las variantes del maquillaje y en las variantes del no-maquillaje, y en las formas de comer y beber. Hay que tener mucho cuidado con la exposición de las frustraciones, con sacar las frustraciones al exterior, con el hecho de que los demás conozcan tus frustraciones... Es normal que los grupos frustrados, que las personas frustradas, sean rechazados. Las sociedades sanas, los grupos sanos, las personas sanas, alegres, felices, con un elevado sentido de la vida y el disfrute, rechazan a los frustrados y se acercan, con gusto y afecto, a las sociedades e individuos alegres, gratos, simpáticos, carismáticos y con un gran sentido de la vida y el disfrute. Claro que, en teoría, sabemos que en la vida moderna todos los grupos de individuos, que todas las personas, tienen sus problemas, sus limitaciones; pero “esas frustraciones tan marcadas” –y no las pequeñas, sutiles o pasajeras frustraciones, normales en la vida moderna– son las que hacen rechazables a los grupos y a las personas. Claro que las frustraciones no son buenas, en ningún sentido... ¿Por qué? Bueno, primeramente, porque la persona frustrada, porque el grupo frustrado, expresa con gestos y palabras una “agresividad malsana” –recordamos aquí que no todas las agresividades son malsanas (Huntington y Turner, 1987; Oliver y Mos, 1988)– hacia los demás, lo que se llama reacciones extrapunitivas; pero también hacia sí mismo, lo que se llama reacciones intrapunitivas–, y justamente por eso al frustrado se le considera antisocial y autodestructivo. Claro que también sucede que el frustrado, debido a sus particularidades traumáticas y disociantes, con frecuencia intenta manipular, sin respeto alguno a quien sea, con el objetivo de salirse con la suya, de lograr sus objetivos, generalmente negativos, y de tal manera puede aparentar “conciliar”, y por eso aparece una tercera reacción del traumático llamada reacciones impunitivas. La personalidad del frustrado, generalmente, es inconfundible, y no me refiero a que sea inconfundible solamente para los que hemos trabajado, de cualquier manera, la comunicación y el carácter, es decir los caracterólogos, o para las personas adultas, experimentadas o con un amplio conocimiento de las culturas y los protocolos comunicativos internacionales. Me refiero a que la personalidad del frustrado es tan evidente y rompiente, tan tóxica, que hasta los niños pueden detectar esos “caracteres especiales”, al decir de algunos frustrados. Conocemos perfectamente al frustrado porque en el discurso hablado, en el diálogo, antes de hablar el frustrado expresa con gestos primero lo que está pensando y que luego dirá con palabras, si es que llega a expresarse verbalmente. El frustrado generalmente habla más con gestos que con palabras; son los gestos los que, ante todo, descubren al frustrado y a las frustraciones. El frustrado emplea todo un sistema de comunicación que se denomina Protocolo de la Frustración, por eso los frustrados –según las áreas de frustraciones– se buscan, se identifican, se entienden, comparten sus códigos de frustración... Lo ideal sería que no hubiera frustraciones, o por lo menos “esas frustraciones” que hacen rechazables a los frustrados; pero para esto tanto los padres, como la familia, como los gobiernos, como las entidades educativas, y en algunos países las asociaciones religiosas, tendrían que aunar esfuerzos para crear un mundo más civilizado, cultivado, equilibrado y tolerante. ¡Y sabemos que esto es un “sueño guajiro”! Para tratar la frustración, recomiendo consultar, por ejemplo: S. Rosenzweig (1972). Test de frustración. Buenos Aires, PAIDÓS; A. J. Yates (1975). Frustración y conflicto. Madrid, Taller de Ediciones; Laura Moreno Ángel, José Manuel Hernández, Óscar García Leal y José Santacreau (2000). “Un test informatizado para la evaluación de la tolerancia a la frustración”, en Anales de psicología, V. 16, No. 2:143-155.

IDENTIFICACIÓN: Cuando un individuo se identifica con otro u otros, ya sea porque ve en sí mismo rasgos o particularidades del otro o los otros, o porque ve en el otro o los otros rasgos o particularidades de sí mismo. La identificación se puede confundir, llegando a crear disturbios comunicativos.

IMAGEN PÚBLICA: En inglés face-threatening acts, es el eje central de la teoría de P. Brown y S. Levinson, que plantea que de la necesidad de salvaguardar la imagen pública se derivan todas las estrategias de cortesía. La cooperación entre los hablantes se basa precisamente en el supuesto compartido de que la imagen pública es vulnerable, de que hay que ponerla a salvo, y de que una manera de hacerlo consiste precisamente en no dañar ni amenazar la de los demás. Esta imagen pública tiene, a su vez, dos vertientes: 1. negativa: deseo de tener libertad de acción, de no sufrir imposiciones por parte de los demás, de dominar el propio territorio, 2. positiva: deseo de ser apreciado por los demás, y de que otros compartan los mismos deseos. La noción de imagen pública es, en sí misma, universal; y también lo es el modo en que determina los comportamientos sociales: lo que varía de una cultura a otra son los elementos particulares que configuran en cada caso los rasgos que constituyen la imagen pública deseable –P. Brown y S. Levinson (1987). Politeness. Some Universals in Language Use. Cambridge, Cambridge University Press–. “La teoría expuesta por Brown y Levinson es actualmente el intento más elaborado y mejor estructurado de explicar los motivos y el funcionamiento de la cortesía en las lenguas. Pretende completar el modelo de H. P. Grice, añadiéndole la faceta interpersonal de la que carecía. Brown y Levinson parten del supuesto de que toda sociedad tiene que controlar la agresividad de sus miembros, a la vez que intenta canalizar ese potencial de agresividad como instrumento de control interno y como fuerza de la que servirse en las relaciones competitivas con otros grupos sociales. La cortesía presupone, por tanto, la existencia de ese potencial agresivo, y trata de contrarrestarlo para hacer posible las buenas relaciones sociales. Otro de sus puntos de partida es el de que la comunicación es un tipo de conducta racional, que busca la máxima eficacia. En este sentido, la comunicación está sujeta al principio de cooperación de Grice, entendido como el marco socialmente neutro en el que se desarrollan los intercambios comunicativos, y que presupone su racionalidad y eficacia. Se supone también que uno sólo se aparta de él cuando tiene una buena razón para hacerlo; y la cortesía –la necesidad de mantener las relaciones sociales– puede ser una de estas buenas razones. Los individuos, en lo que atañe a la comunicación [verbal y corporal], presentan, por tanto, dos propiedades básicas, que sirven para explicar su comportamiento comunicativo: 1. racionalidad: cada individuo posee un modo de razonamiento que puede definir con precisión, y que le conduce de los fines que persigue a los medios necesarios para intentar conseguir dichos fines. Está ligada al principio de cooperación; 2. imagen pública: cada individuo tiene y reclama para sí una cierta imagen pública (un cierto prestigio) que quiere conservar. Está ligada a la cortesía” (Escandell, 1996). Para considerar el funcionamiento de la cortesía y la imagen verbal y corporal de individuos de culturas diferentes en contacto, recomiendo consultar: Eileen McEntee, op. cit.; S. Blum-Kulka, J. House y G. Kasper (eds.) (1989). Cross-cultural Pragmatics: Requests and Apologies. Norwood, Ablex; C. Kerbrat-Orecchioni (1990-94). Les interactions verbales. Paris, Armand Colin; A. Wierzbicka (1991). Cross-Cultural Pragmatics. The Semantics of Human Interaction. Berlín, Mounton-De Gruyter; G. Kasper y S. Blum-Kulka (eds.) (1993). Interlanguage Pragmatics. Oxford, Oxford University Press. R. W. Janney y H. Arndt (1992). “Intracultural Tact vs Intercultural Tact”, en R. J. Wats, S. Ide y K. Ehlich (eds.). Politeness in Language. Studies in its History, Theory and Practic. Berlín, Mouton-De Gruyter; M. Victoria Escandell Vidal (1995). “Cortesía, fórmulas convencionales y estrategias indirectas”, en Revista Española de Lingüística, 35:31-66. Para considerar las acciones que amenazan la imagen pública o AAIP, véase: ACCIONES QUE AMENAZAN LA IMAGEN PÚBLICA O AAIP [...] Lo primero que tiene que hacer un especialista que va a trabajar la Imagen Social o Imagen Pública (es decir, un imagólogo) de un grupo o de una persona es conocer lo mejor posible a su prospecto, al cliente, y a su entorno, en donde es necesario que ambas partes no se mientan o, más bien, que no se “den el avión” –como se dice en México–, y aquí es necesario que salgan, desde un principio, todas las virtudes posibles del cliente..., pero también los defectos. Para esto es muy importante que tengamos en cuenta para qué y para quiénes vamos a “arreglar” a “corregir” la imagen de nuestro cliente o la imagen del entorno: ¿para su grupo inmediato?, ¿para el pequeño pueblo de una región determinada?, ¿para una ciudad?, ¿para el país?, ¿para un país multinacional?, ¿o para un mundo globalizado? Según sean nuestros objetivos a alcanzar en el tratamiento de la imagen, así serán las estrategias y los esfuerzos que tengamos que poner en práctica. Los errores cometidos en este tratamiento de la imagen pueden destruir o deteriorar la vida pública, laboral o íntima del cliente, aparte del desprestigio del asesor de imagen o imagólogo. Para trabajar la imagen social del mexicano siempre recuerdo, entre otros textos importantes, las palabras de uno de los mexicanos más sensatos e inteligentes, Jorge Ibargüengoitia, expresadas en septiembre de 1974, que siempre han sido para mí una guía importantísima a la hora de pisar este terreno del análisis sociolingüístico: [...] se me ocurre hacer un examen de conciencia con el objeto de determinar qué es lo que más me irrita de este país cuyo nombre anda en boca de tanta gente demagógica y que sin embargo es mi patria, primera, única y final. La verdad es que mientras más enojado estoy con este país y más lejos viajo, más mexicano me siento. En primer lugar debo admitir que geográficamente hablando, México no tiene peros. Hay de todo. Hay precipicios, llanuras, montañas, desiertos, bosques, ríos que se desbordan, playas, etc. Todo esto cobijado por un clima relativamente benigno. Sobre todo, hay donde escoger. Si no le gusta a uno el calor, se va al frío. Si no le gusta a uno la montaña, se va al llano. Nomás que tiene defectos. El principal de ellos es el de estar poblado por mexicanos, muchos de los cuales son acomplejados, metiches, avorazados, desconsiderados e intolerantes. Ah, y muy habladores. A la mayor parte de estas características, que son responsables, en parte, de que estemos como estamos, yo no les veo compostura ni a corto ni a mediano plazo. El mexicano es acomplejado. Este rasgo no tiene nada de inexplicable. Raro sería que no lo fuera. Una buena parte de los mexicanos vive del favor gubernamental, que es como vivir en el seno materno, que no es lugar propicio para desarrollarse cuando tiene uno cuarenta años. Otro grupo, más numeroso, está frustrado por su ocupación: el que aprendió a hacer mecate de lechuguilla tiene que hacerla de peón de albañil, el que era bueno para la yunta, vende chiles, el que sabe hacer campechanas, maneja un taxi, y todos, absolutamente todos, saben que el único que prospera es el que tiene dinero, que es algo de lo que ellos carecen, y que por consiguiente están condenados a pasar la vida nadando y estirando el pescuezo para no ahogarse. Por si fuera poco, el mexicano es por lo común, chaparrito, gordo y prieto, o en su defecto, chaparrita, gorda y prieta y se pasa la vida entre anuncios en los que aparecen rubios, blancos y largos, que corren por la playa, manejan coches deportivos y beben cerveza. ¿No es para estar acomplejados? El mexicano, como todos los pueblos educados en una ética rigurosa –hoy caída en desuso– está convencido de que el mundo está lleno de buenos y malos. Los buenos somos nosotros y los malos los demás. El siguiente paso del razonamiento consiste en suponer que todo lo que viene de fuera puede infectarnos, o, lo que es más serio en términos mexicanos, denigrarnos. Así han nacido varios instrumentos legales profilácticos, de censura, cuya función puede ser anticonstitucional, pero brota de los más profundo del alma mexicana, que de por sí quiere meterse en lo que no le importa y borrar lo que le molesta. El mexicano es avorazado [ansioso, codicioso]. ¿Por qué? Probablemente por hambre atrasada. La mayoría de los mexicanos han visto tiempos peores, y la mayoría, también, espera ver tiempos todavía peores que los pasados. Esto hace que un policía parado en una esquina jugosa sea detestado por todos los automovilistas que pasan, y al mismo tiempo, envidiado por muchos. Además de hambre atrasada, el mexicano tiene muchas burlas a cuesta. Sabe que vive en un mundo infantil, en el que el que no llora no mama. Esto lo hace forzar la entrada en la vida. Avorazado no sólo de dinero, sino de posición, finge que no ve la cola y se mete directo a la taquilla, da la vuelta donde le conviene y causa un conflicto de tránsito; si es político, da un golpe cada vez que puede, en venganza de todas las vejaciones que le hicieron antes y en preparación de los desastres que puedan venir. Avorazados son todos, no nomás los comerciantes que suben los precios por si suben los sueldos. Si es pesero, se empeña en cargar siete pasajeros, y si es peatón se empeña en subirse en un camión en el que no cabe –por si ya no pasa otro nunca jamás. Además de avorazados los mexicanos son quejumbrosos, y peor, están insatisfechos. “Ni modo”, dicen, “así nacimos”. Lo cual es mentira. Todos los defectos que he señalado podrían corregirse si no hubiera aquí “fuerzas oscuras” tratando de fomentarlos (Ibargüengoitia, 1998: 59-61). No concibo que se pueda hacer una buena asesoría de imagen en México, no concibo el trabajo de imagología social en México, sin tener como fundamento, entre otros textos clásicos del tema, al libro Instrucciones para vivir en México, de Jorge Ibargüengoitia [...]

INSTINTOS: Podríamos pensar que para resolver los problemas de la comunicación humana violenta, conflictuada, habría que acudir al instinto humano, a las reacciones instintivas de protección, de conservación. Pero resulta que las conductas instintivas son extremadamente complejas, que el papel que desempeña el instinto en la conducta humana no queda claro entre los científicos, que la herencia marca los instintos de las personas y que, finalmente –si consideramos, entre otras cosas, que los animales en general, incluyendo al animal humano, con una misma estructura genética se comportan de manera diferente si se les proporcionan recursos distintos–, existe también “el instinto de agresión”, “los instintos de los agresores”. Entonces, dadas nuestras experiencias en nuestras sociedades, muchas de ellas inclusive “civilizadas” (?), “primermundistas” (?), “globalizadas” (?), con “elevados índices de alfabetización y educación” (?), etc., no podemos confiar en el instinto o los instintos que supuestamente deben portar los individuos de los grupos civilizados, porque en este aspecto nunca sabemos qué puede pasar, quién y cuándo va a realizar un acto considerado como agresivo, a veces letalmente agresivo. En la mayoría de los casos nos dicen que la sociedad está “protegida” (?) de los actos agresivos, es decir, de conductas agresivas y, por ende, de instintos agresivos; pero, como dice el dicho, “del plato a la boca se puede caer la sopa”: las estadísticas de criminalidad, las estadísticas de las procuradurías jurídicas, las estadísticas de las procuradurías sociales, los juzgados, las cortes jurídicas, las organizaciones de los Derechos Humanos, las organizaciones internacionales para el control del crimen y de la delincuencia, etc., dicen totalmente lo contrario. Y si es evidente que una estructura internacional del tipo de la ONU, la Comunidad Europea, la OEA, etc., por un lado, y las estructuras gubernamentales en los casos concretos de los países, por otro lado, están incapacitadas para cuidarse a sí mismas de los actos agresivos, de los instintos agresivos de los agresores, entonces ¿qué podemos esperar nosotros, el pueblo? ¿Qué podemos esperar los pueblos pobres e incivilizados, tercermundistas, cuartomundistas...? No podemos considerar la información de los lenguajes corporales, la comunicación no verbal de tipo corporal y en general la comunicación verbo-corporal sin tomar en cuenta el “instinto”, las variantes instintivas que son más frecuentes en la conducta humana de determinadas regiones o grupos y en determinados tiempos y situaciones. En lo tocante a la relación entre conducta-instinto-entropía muchas cosas no quedan claras; pero algo sabemos: “En el centro del comportamiento de los animales y del hombre está lo que se conoce como instinto o comportamiento instintivo. Es la denominación que se da a la tendencia de una especie determinada a realizar acciones de cierto tipo en unas circunstancias dadas, acciones que apuntan a algún objetivo fundamental para la existencia de la especie –por ejemplo, sustento, reproducción, crianza de la prole y huida del peligro–. Las acciones instintivas no se aprenden, y el que las realiza puede ser totalmente inconsciente del fin a que se dirigen. Por un lado, están íntimamente ligadas a factores fisiológicos [...] Por otra parte, el comportamiento instintivo va íntimamente unido a la inteligencia, es decir, la capacidad de aprender a partir de la experiencia [...] En todo comportamiento inteligente del hombre puede verse la operación instintiva –por ejemplo, el instinto de construir una casa–, de la que puede ser tan poco consciente como los demás animales. El instinto es un requisito necesario para la adquisición del aprendizaje. El instinto es un sistema o concatenación de elementos, entre los que están la afectividad (o sentimiento) y un consiguiente deseo de logro (o esfuerzo), que desembocan en acción. El sistema puede activarse debido a un cambio de estado corporal que produzca la afectividad y el esfuerzo, o, más frecuentemente, por una cognición (o impresión causada por los sentidos) de algo externo que provoque la afectividad. Así, la búsqueda de pareja o alimento puede estar producida, al principio, por algún cambio corporal interno que origine una afectividad, deseo de logro (conación) y acción, y en el momento siguiente, cuando el animal ve, huele u oye a un compañero o una presa, la afectividad puede estimularse todavía más, la conación intensificarse y la acción continuar” (Diamond, 1974:184-185). “Los instintos humanos constituyen un área compleja y poco explorada en la vida científica. Los resultados que se tienen hasta ahora en este campo poco han servido para resolver los problemas concretos de criminalidad, agresividad y violaciones que afectan a la sociedad. Las reacciones instintivas de muchos grupos son una verdadera amenaza en la vida moderna. Los instintos agresivos y los instintos sexuales negativos están presentes en todos los pueblos; pero en unos más que en otros: cuestión de cantidad; en unas sociedades y grupos más que en otros, especialmente en las sociedades reducidas, atrasadas y poco florecientes” (Ruano, 2003e).

JUICIOS Y PREJUICIOS: Las investigaciones interculturales, para que verdaderamente reporten datos verídicos, prácticos y de interés comunitario, tienen que realizarse con mucho cuidado, tratando de evitar ciertas influencias socioculturales negativas por parte del investigador o estudioso: [...] si quieres evaluar bien a la gente debes partir de cero, sin nociones preconcebidas del resultado final. Imagina que eres una tubería atascada de depósitos de prejuicios acumulados durante años. Tienes que limpiar esos depósitos para que fluya bien la información. Todos somos conscientes de algún modo de nuestros propios prejuicios. Aunque no nos guste reconocerlo, a menudo juzgamos a la gente por su raza, sexo, edad, origen, nivel económico o aspecto. Hay cientos de características que pueden tener una influencia decisiva en la forma de pensar y de comportarse. Pero ningún rasgo existe de forma aislada, ni precede a otros en una situación particular. Es un error juzgar a una persona basándose en el concepto que puedas tener sobre la gente con una característica determinada. Estos estereotipos pueden arruinar tus esfuerzos para predecir su comportamiento incluso antes de que lo intentes. El primer paso para desterrar tus prejuicios es aprender a reconocerlos. Si te das cuenta que estás juzgando a alguien a la ligera basándote en una idea preconcebida, podrás detenerte. Identifica tu prejuicio y recuerda que no puedes evaluar a una persona sin tener pruebas suficientes. Debes considerar una gran cantidad de información sobre la gente antes de descubrir los patrones que te permiten comprenderla. Oblígate a buscar más detalles [...] Menos evidente que los estereotipos es la tendencia de elegir el camino más fácil para llegar a una conclusión. Esta tendencia es tan habitual que los anunciantes la emplean de forma continua para vendernos sus productos. El anuncio que presenta un coche como «el vehículo más vendido del mercado» nos atrae porque pensamos que si «todo el mundo» está comprando ese coche debe ser el mejor. Llegar a esta conclusión es más fácil que mirar detenidamente varias guías de consumo e informarse bien antes de tomar una decisión. De hecho, es posible que sea el peor vehículo del mercado, y que se venda tan bien porque es el que más se anuncia. Este mecanismo mental también puede interferir en nuestra capacidad para leer a la gente. Tendemos a suponer que una persona que utiliza palabras grandilocuentes es inteligente y honrada, o que una persona que lleva gafas de sol en lugares cerrados tiene algo que ocultar. Pero si no vamos más allá podemos equivocarnos (Dimitrius y Mazzarella, 1999:39-41). Un ejemplo de esto es lo que sucede con las migraciones y su impacto en los países de destino, en los grupos de destino. Cuando individuos de diferentes comunidades y culturas se ven obligados a vivir en un determinado espacio, ocurre lo mismo que sucede con los demás animales, existen solamente tres posibilidades de convivencia de grupos disímiles en contacto: 1. Un grupo comienza a asimilar a otro, una cultura a otra, un individuo a otro, y en ese caso el asimilado empieza a camuflarse, a mimetizarse en “el otro”; 2. Uno de los dos elementos en contacto observa que la interacción no será buena, que será desventajosa, y entonces se produce la huida, la retirada, o 3. Los dos elementos continúan en contacto, pero uno se autodestruye, a largo o corto plazo, o comienza la desaparición de los “signos de pertenencia de la especie, del grupo o de la cultura materna”, como ha sucedido con más de 100 grupos étnicos o sociolingüísticos en México desde la llegada de los conquistadores europeos. En América, solamente al nivel de México y Estados Unidos, es un verdadero problema el encuentro entre personas “semejantes” –pueden parecerse a simple vista, y especialmente a los ojos de los no conocedores, no a los ojos de la patrulla fronteriza y los aduaneros, por ejemplo en cuanto a su fisonomía o su vestuario–, pero en realidad “diferentes” –nacionalidades diferentes, lenguas maternas diferentes, dialectos diferentes, culturas diferentes, estratos socioeconómicos diferentes–. México de por sí es un país muy complejo cultural, étnica, económica, política y lingüísticamente hablando (Bonfil, 1987, 1993a, 1993b, 1993c; Alduncin, 1989; Cordera y Tello, 1998). En cuanto al fuerte vecino del Norte, recordemos que Estados Unidos es un país en donde su crecimiento demográfico está condicionado enormemente por las migraciones, de todo el mundo, de todos los continentes, de todo tipo y condición sociocultural y socioeconómica, de razas y etnias variadas; pero especialmente por las migraciones mexicanas –y aquí, “accidentalmente”, recordamos las palabras de Antaki...: “Roma ‘romanizó’ a muchos pueblos bárbaros...; y luego muchos pueblos bárbaros ‘barbarizaron’ a Roma.” ¡Así es!–. Cada día por las fronteras estadounidenses entran a este país 4000 migrantes; es decir, estamos hablando de que cada año aparecen en Estados Unidos aproximadamente 1 460 000 individuos que, de entrada, “no pertenecen” a la cultura norteamericana estadounidense, y que, por ende, no son vistos como tal y no son aceptados como parte del “grupo”. Todo esto, además, condicionado por los “actos comportamentales del grupo” tal o más cual, que forman precedentes de aceptación o rechazo. Los estados más afectados por las migraciones en Estados Unidos son: 1. California, con unos 326 000 migrantes al año, y le siguen 2. Texas, 3. Nueva York, 4. Florida e 5. Illinois. Este asunto de las migraciones ha alcanzado tales dimensiones que no solamente ha generado medidas y leyes terribles en los diferentes países de destino migratorio, sino, inclusive, “guías” y “manuales” que pueden ser de gran utilidad para los migrantes, especialmente si son ilegales, aparte del reflejo de tristes y felices historias migratorias en la literatura universal –al respecto se puede consultar, por ejemplo: Luis Humberto Crosthwaite (2002). Instrucciones para cruzar la frontera. México, Joaquín Mortiz; Jorge Ramos (2006). Morir en el intento. La peor tragedia de inmigrantes en la historia de los Estados Unidos. México, Grijalbo–. En este camino en búsqueda del “sueño americano” a algunos les va mal –a la inmensa minoría–; pero a la mayoría les va bien, muy bien y hasta paradisíacamente –a la inmensa mayoría: Para considerar la verdadera y real vida de los migrantes, indocumentados, ilegales, espaldas mojadas, balseros, etc., en Estados Unidos, especialmente la vida de los migrantes mexicanos, véase, por ejemplo: Del otro lado, que es un documental en 13 episodios bajo la dirección de José Alberto Castro Mendoza. Para considerar la trascendencia del papel de los migrantes en Estados Unidos, véase, por ejemplo, el film Un día sin mexicanos, del director Sergio Arau. Otro film ilustrativo es Paraíso travel, de origen estadounidense-colombiano, y bajo la dirección de Simond Brand, de 2008–. ¿Qué tendrá el “más allá” (Estados Unidos de Norteamérica) que los que lo conocen ya no regresan al “más acá” (la otra América, en especial América Latina? Si no fuera así, ¿por qué entonces la mayoría “quema sus naves” y no regresa de manera definitiva, nunca más, a sus países de origen? ¿Qué les da Estados Unidos para que decidan quedarse allí, en la “tierra desconocida”, y qué les quita América Latina para que decidan no regresar a la “tierra natal”? Todos sabemos muy bien que algo muy grande, generalmente terrible y desesperante, tiene que pasar para que la gente, para que los grupos humanos, se desprendan de su terruño, de su cultura, de sus raíces, para que la gente se decida a aventurarse por “los caminos de la vida” –aquí me refiero al tema de la canción “Los caminos de la vida”, del cantautor colombiano Omar Geles: http://www.youtube.com/watch?v=5L9itEadUCE – con riesgos inclusive de muerte... En Estados Unidos “los blancos de verdad” pueden ver mal, “ver feo”, como de dice en México, a los indios, a los prietos, a los indígenas, a los mestizos; pero en América Latina es peor: aquí los mismos indios, los prietos, los indígenas, los mestizos, que llegan al poder no sólo ven feo y ningunean a su propia raza, sino que los tratan como verdaderos perros callejeros, y no ya como indios, como prietos, como indígenas, como mestizos... ¿Dudas al respecto? Entonces consulte las estadísticas internacionales y nacionales en torno a la vida de nosotros los latinoamericanos; sencillamente recuerde la historia de pobreza de América Latina, y lo que nos espera, a juzgar por lo que estamos viendo en el presente. Para darnos cuenta de las diferencias existentes en la realidad con respecto a las demás personas y al entorno hay que distinguir por lo menos tres ejes: I. Plano axiológico. Tiene que ver con los valores. Aquí decimos: ¿El otro es bueno o es malo? ¿Lo quiero o no lo quiero? ¿Es mi igual o es mi inferior, mi subordinado?, II. Plano praxeológico. Se produce un acercamiento o un alejamiento del otro u otra, de ese “otro” u “otra” que puede ser real o imaginario, es decir una persona real o un personaje mítico, legendario, etc. Aquí puede suceder que o adopto los valores del otro, me identifico con él; o asimilo el otro a mí, le impongo mi propia imagen. Pero entre la sumisión al otro y la sumisión del otro hay un tercer punto, que es la neutralidad o indiferencia. En este plano es muy importante considerar la identificación, es decir el proceso mediante el cual un individuo mezcla por lo menos algo de la identidad de otra persona con la propia, o cuando un grupo busca identificarse con otro grupo, lo que es bastante frecuente en este mundo desarrollado, globalizado, con los elevados índices de migraciones y contactos de todo tipo: culturales, políticos, económicos, empresariales, amorosos, etc. Entre las personas, la identificación se manifiesta por lo menos de tres maneras (Rycroft, 1968): 1. La propia identidad se pasa, se lleva, se extiende a alguna otra persona, por la vía que sea, en especial mediante los mecanismos de cualquiera de los cuatro tipos de manipulación (Ruano, 2003a), 2. Se hace propia, se adopta, la identidad de otra persona, algo común en, por ejemplo, las esferas política, sindical y empresarial latinoamericanas, en donde algunos subordinados –tal vez la mayoría– llegan a copiar prácticamente de manera íntegra la identidad –generalmente desajustada, obsoleta y demagógica– del líder, y 3. Se confunde la propia identidad con la identidad de otra persona. Recordemos que es normal y hasta lógico que las personas busquen sus héroes y heroínas, ya sean humanos o míticos, dioses, personajes literarios, personalidades de la política, de los medios televisivos, cinematográficos y radiales, etc., y que de tal manera actúen (?) como ellos para intentar, por lo menos, poder superar las tantas y variadas frustraciones que se presentan en todas y cada una de las culturas, de los países, de las clases socioculturales y socioeconómicas, de los sexos: masculino, femenino, tercer sexo, especialmente en situaciones de incultura, ignorancia, analfabetismo, subdesarrollo, tercermundismo, opresión, sometimiento, racismo, etc. A veces estas identificaciones llevan a verdaderos estados patológicos de escapismo, es decir cuando se evade la realidad, o no se quiere ver la realidad, en especial una realidad que es desagradable, amenazante, indeseable, frustrante, etc. Sencillamente, miremos a nuestro alrededor y observemos el por ciento de individuos que en la familia, en el trabajo, en el partido, en el sindicato, en el club, en la política, en los medios masivos de comunicación, en las fiestas, viven fantaseando y llenan sus discursos con disociaciones, alucinamientos, utopías, cantinfleos e imaginerías que son verdaderos modelos para la cuentística moderna, III. Plano epistémico. Referido al conocimiento. Conozco o ignoro la identidad del otro. Aquí no hay nada absoluto, sino una gradación infinita entre los estados de conocimiento menos o más elevados –Tzvetan Todorov (1999). La Conquista de América. México, Siglo Veintiuno Editores, capítulo 4, “Conocer”, 195.

LENGUAJE ANIÑADO: En el proceso de desarrollo del niño la interacción con los adultos es muy importante, debido a que en este período de la infancia las personas mayores se expresan con los niños a través de ciertos lenguajes especiales llamados generalmente “lenguaje aniñado” o “lenguaje especial dirigido al niño” o “lenguaje infantil” o “lenguajes infantiles” –considerando aquí la inmensa cantidad de culturas y grupos humanos del mundo, en donde cada grupo y núcleo familiar en concreto adopta ciertas particularidades verbo-corporales para interactuar con los niños, en especial a partir del uso de sus “voces naturales” (Ruano, 2003b). Estos lenguajes aniñados no solamente se dan en la relación de adultos y niños. Estos lenguajes aniñados o manifestaciones infantiles del lenguaje también aparecen entre los adultos, especialmente en la relación de la pareja, entre novios, esposos, maridos, amantes. Los leguajes verbales y corporales infantiles o aniñados también se manifiestan entre adultos que no son amantes, que no tienen ninguna relación afectivo-sexual. Estos lenguajes cargados de cariño y afecto extremo los manifiestan los adultos –cualquiera de los miembros de la familia y hasta amigos íntimos y el personal hospitalario como médicos, enfermeras, asistentes, etc.– a otros adultos amigos y familiares, como padres, abuelos, hermanos, tíos, sobrinos, etc., generalmente ancianos, viejos, enfermos, inválidos, menores de edad, con lo que se intenta mostrar solidaridad, respeto, cariño o dedicación. Los sistemas de “comunicación aniñada” entre adultos y niños tienen sus particularidades. Estas particularidades verbo-corporales de la comunicación de los adultos con los niños se caracterizan por las expresiones faciales y los gestos exagerados, variantes lingüísticas y sonidos melódicos, a veces lentos, cadenciosos, ricos en matices, voces altas y bajas, con tonos agudos y graves, entonaciones ascendentes y descendentes muy marcadas, con admiraciones e interrogaciones al mismo tiempo, expresiones lentas y rápidas, el empleo de “voces y sonidos naturales”, es decir imitaciones con la boca –verbalmente–, y con las manos y los pies –corporalmente–, de todo tipo de sonidos y ruidos del medio circundante: imitación de ladridos, maullidos, mugidos, graznidos, rugidos, balidos, ruidos de coches, ruidos de avión, ruidos del tren, ruidos de cohetes en las fiestas, ruidos del alboroto de una persona o grupo de gente indicando alegría o fiesta, el sonido del aire, de los árboles, el caer de la lluvia, el sonido del trueno del relámpago, el ruido que hace la pelota, el timbrar del teléfono o el celular o del timbre de la casa que suena a una determinada hora del día cuando llega papá o mamá o la abuelita o el abuelito o el hermanito de la escuela y eso para el niño es un estímulo porque sabe que algo grato pasará, el ruido de la cucharita en el plato o la compota indicando que llegó la hora de la comida del bebé, el sonido que hace el martillo o el serrucho de papá, la imitación verbo-corporal de los trotes del caballito o del burrito del cuento o de la finca o del establo o del rancho o de la casa o del lechero o de los muñequitos o animados o película, las voces o formas de las vocales en la canción de Cri-Cri, la imitación del ronquido, que puede ser el de la nana o la mamá o el abuelito o como indicación de que llegó la hora de dormir, la imitación de ciertos sonidos que hace la abuela o el abuelo o algún familiar o amigo que es del agrado o desagrado del niño, indicándole así al bebé o niño algo que es bueno o que es malo, algo agradable o desagradable, etc., todo lo cual, dado los resultados de muchas investigaciones especializadas en el tratamiento con niños, parece que le fascina a los bebés, a los niños. Y así, de esta manera, los adultos van “protocolizando”, van “reglamentando”, van imponiendo reglas para el cuerpo y la voz del niño, van imponiendo reglas al sistema comunicativo verbo-corporal del niño, van condicionando sociolingüísticamente los sistemas comunicativos verbo-corporales del niño. Todo esto es muy bonito, muy agradable. Basta ver cómo se comporta con un niño, por ejemplo, el miembro más serio de una familia o una visita a la que, supuestamente o evidentemente, no le agradan los niños. Un individuo, mujer u hombre, por muy serio y recto que sea, por hosco que sea, puede establecer unas relaciones de inmensa afectividad con un niño y su lenguaje verbo-corporal puede adoptar variantes inconcebibles, que podrían ir desde la admiración hasta la risa de los demás adultos. No obstante, aquí creemos que es necesario aclarar algo: no a todas las personas les agradan los niños, no a todas las personas les agrada todo tipo de niño o niña, por el motivo que sea. Entonces, los padres y familiares de los infantes no deberían “forzar” a los niños y a las demás personas en su socialización. Esta socialización debe ser cuidadosamente programada, controlada. Los padres y familiares de los niños no deben “forzar” a las demás personas a que carguen, halaguen, jueguen, conversen o socialicen con sus hijos; no deberían obligar a otras personas a que expresen ciertos “cumplidos de compromiso” gestuales o verbales del tipo de “¡qué lindo niño!”, “¡qué simpático niño!”, “¡qué chistosito es el niño!”, “¡mira cuántas cositas sabe hacer el niño!”, “¡el niño es brillante!”, “¡se parece a su papá o a su mamá o a tal o más cuál persona!”, porque en estos casos de “socialización forzada”, como sucede también entre los adultos, puede haber “sorpresas” que distancien a familiares y amigos. Recuerde que “el que dice lo que no debe, tiene que oír lo que no quiere”, y que “el que hace lo que no debe, tiene que aguantar lo que no quiere”. Recuerde que hay personas que consideran que ciertas palabras, frases, ruidos u onomatopeyas, alusiones, juegos de palabras, chistes y chistoretes, de la misma manera que ciertos gestos, mímicas, muecas, tics, actos corporales, olores corporales, y que ciertos tipos de niños y niñas y sus estructuras corporales y apariencias físicas o forma de vestir, peinar, etc. –de la misma manera que sucede entre los adultos: hombres, mujeres o tercer sexo–, pueden constituir una invasión para su espacio, para su entorno, para su cultura o grupo, para su educación o formación, para sus principios, etc. Dentro de ciertos límites, eso no debe preocuparle a usted, porque así es la vida y así son los grupos humanos, siempre ha sido y será así, éste es solamente uno de los tantos tipos de conflicto en la socialización de los seres humanos. La vida de los seres humanos es un tipo de vida en donde justamente lo que sobra es variedad y diferencia, dentro del cuerpo humano y fuera de él. Creemos que a usted lo que debe preocuparle es que su hijo o hija sea rechazado, ¡ése sí es un problema! A usted debe preocuparle el porqué su hijo o hija es rechazado. Y si hay frecuencia en el rechazo, ya sea por otros niños o por adultos o por ambos, entonces más debe preocuparse. Y pensamos que lo más sensato que usted debe hacer es tomar medidas inmediatas en el asunto, tomar cartas en el asunto, no dejarlo para luego. ¡Luego será tarde y muy triste! Las consecuencias de la apatía de muchos padres y familiares en estos casos de la educación de los niños se pagan muy caras, tanto por la familia como por los hoy niños y mañana adultos. Y son esos niños los que sentirán en carne propia, hoy y mañana, si no se corrigen los problemas, el más terrible de los castigos humanas: el rechazo, la marginación. Hay muchas opciones para resolver estos problemas de rechazo social, algo bastante común en el mundo entero, en todas las culturas, sociedades y grupos. Usted no puede olvidar que los niños también tienen su “imagen pública”, que los niños también tienen sus “protocolos” (Sáenz y Crespillo, 1990; Sánchez, 1999; VV. AA., 2000), y que ellos valoran a los demás y también son valorados por los demás, niños y adultos, en la escuela y en la vida pública. En estos casos de rechazo social a infantes, lo primero que usted tiene que hacer es ver si la niña o el niño está siendo rechazado porque tiene una conducta parecida o una conducta idéntica a la suya, es decir, la conducta verbo-corporal de sus padres o familiares cercanos, que a su vez también son rechazados o marginados socialmente. Esto es muy común, porque las conductas de los padres y de los familiares y amigos cercanos son copiadas por los niños: “hijo de tigre, pintito”, “hijo de majá, sale pinto”, “de tal palo, tal astilla”. Si éste es el caso, pues corríjase usted primero, por lo menos inténtelo a ver qué pasa, y luego trate de dar un buen ejemplo a su familia con su forma de hablar, con su forma de gesticular, con sus hábitos de comer, con su aseo personal y su forma de vestir, con las formas de interrelacionarse con los demás, con sus protocolos y etiquetas, etc. Y si este no es el caso, pues entonces hay que investigar qué está pasando con la conducta del niño, en dónde está aprendiendo el niño esos modales, esas formas que desagradan, y, obviamente, hay que acudir inmediatamente a un buen especialista, que se supone que va a ayudar al niño y que debe resolver satisfactoriamente este asunto del real o supuesto trastorno de conducta verbo-corporal e interrelacional. Usted no puede dejar en las manos de los maestros o educadores de jardines de niños y escuelas exclusivamente la suerte educativa de sus hijos. Desgraciadamente, por el motivo que sea y por las conocidas causas de disfunción educativa e instructiva, en América Latina la mayoría de los centros de educación y de los educadores necesita una muy buena y actualizada reeducación, recapacitación, tanto al nivel cultural como al nivel de la imagen verbo-corporal. No cabe duda alguna de que el éxito o fracaso de un niño en la vida es, principalmente, responsabilidad de los padres (Chávez, 2007). Sabemos que la vida es difícil, para todos, ricos y pobres, pero siempre hay opciones para un cambio positivo, inclusive en los ambientes sociales más tóxicos, inclusive en los ecosistemas más dañinos, inclusive en los núcleos familiares más disfuncionales. ¡Usted decide! La interrelación discursiva verbo-corporal con los niños es un acto comunicativo social y educativo, y altamente comprometido. Claro que no es fácil interactuar con los niños; ¡todo lo contrario! (Fernández de Lizardi, 1816; Fernández de Lizardi, 1822; Martí, 1889; Макаренко, 1935); pero es nuestra obligación, nuestro deber, como adultos de este mundo hipermoderno, intentar hacerlo de la mejor manera, de la manera más respetuosa y civilizada. ¡Más nos vale! ¿Es que acaso no recordamos las palabras de Fernández de Lizardi (1822)?: “[...] Yo tengo de morir... ¡Qué dolor!, ¡qué ansia! ¿Posible es, Dios eterno, que muera esta mañana?, ¿que muera en un suplicio en una edad tan joven y temprana? Sí: moriré..., ¡ay de mí!, moriré..., ¡oh, idea ingrata!, porque mis crueles padres así en mi corta edad lo decretaran. Ellos, ¡los infelices!, son los que ahora me matan, por no haber arreglado mis pasiones allá desde la infancia. Mas, ¡oh, dolor!, ¿qué culpa, qué culpa se reclama a unos hombres que acaso le debieron su cuna a la ignorancia? [...] Así nacen los padres que los hijos procrearan, ignorantes, gazmoños, fanáticos, hipócritas, fantasmas [...] ¿Y de moral qué cosa se dice? Nada, nada. ¿De política? Menos. ¿Del natural derecho? Ni palabra. ¿Qué mucho es que los hombres así como yo nazcan, así brutos se críen sin respetar su propia semejanza? [...]” De la interacción que cada día tenemos con nuestros niños depende la suerte y el prestigio del mismo niño, de la familia, del grupo social, de las sociedades en general, y hasta la misma estabilidad mundial, cosa que ha demostrado y sigue demostrando la historia de la Humanidad. La interrelación con los niños es “un sistema de toma y daca”, en donde los adultos nos expresamos verbal y corporalmente, pero los niños también. Muy pocos adultos, e inclusive muy pocos maestros y educadores, se han puesto a pensar cuidadosamente, detenidamente, en la trascendental importancia de la interrelación comunicativa con los niños tanto en el aspecto verbal como en el aspecto no verbal (Faber y Mazlish, 2006; Chávez, 2007). De haberse producido lo contrario, tendríamos hoy en día sociedades muy diferentes, sociedades menos agresivas y menos conflictivas en todos los sentidos, sociedades menos atrasadas, menos rústicas, menos deprimidas, menos inhibidas, menos inexpresivas, menos acomplejadas, menos confundidas, menos dismorfóbicas, menos inseguras... En la interrelación con los niños los adultos les van enseñando los “lenguajes de las apariencias”, es decir el “lenguaje verbal de las apariencias” y el “lenguaje corporal de las apariencias”, o lo que es lo mismo las “palabras buenas” y los “gestos buenos”, los “protocolos buenos”, los “modales buenos”, las “buenas maneras”, para que así los niños sean aceptados, queridos, bien recibidos, etc., y no rechazados tanto por los adultos como por los demás niños. En la interrelación con los niños los adultos van diciéndoles de mil maneras, verbales y no verbales, especialmente a través de los gestos y los ademanes, cuáles son los “comportamientos adecuados” para los “varones” y cuáles son los “comportamientos adecuados” para las “hembras”; es decir, desde temprana edad ya estamos reforzando, estamos marcando, en los niños cuáles son los indicadores de sexo (Davis, 1995: 22-29), y ciertos mecanismos de manifestación y control del amor y el erotismo (Bataille, 1997; Alberoni, 1994), pero no aclaramos mucho o nada acerca de tantos mitos y mentiras en torno a la verdadera sexualidad masculina y femenina (Kusnetzoff, 2003a; Kusnetzoff, 2003b; Hodson y Hooper, 2003a; Hodson y Hooper, 2003b), lo que produce confusiones en la juventud e ineptitudes en la adultez. En todas las culturas, y a través de los tiempos, los adultos han recurrido a las historias, a las anécdotas, a las fábulas, a los cuentos, para educar a los niños. En nuestra cultura latinoamericana son muchos los cuentos, del Viejo Continente, del Nuevo Continente, del Continente de Ébano y de cada uno de los grupos humanos minoritarios del área, que antes y ahora han contribuido y contribuyen a la formación de los niños, en especial mediante las versiones cinematográficas y televisivas. Así, por ejemplo, a través del maravilloso lenguaje de la imaginación, de la fantasía y de la magia, los niños han oído o leído o visto las múltiples versiones de La Edad de Oro, Cenicienta y Cenicienta II, Pinocho, Alicia en el País de las Maravillas, Los viajes de Gulliver, Aladino y la lámpara maravillosa, Caperucita Roja, Robin Hood, Guillermo Tell, Las Hadas, etc. El problema radica en que nuestros niños se transformen en jóvenes y sigan siendo auténticos ludópatas, que sigan viviendo y pensando en el mundo de la fantasía de los cuentos, que sigan viviendo de los juegos de Nintendo, de los videojuegos, de los juegos digitales... ¡Cuánto daño se hacen los países que no son capaces de transformar a tiempo a sus niños en jóvenes auténticos, cultivados en la ciencia, en la técnica, en el civismo..., y todavía más...: “en adultos globalizados”, mundializados, respetuosos de las leyes, los protocolos, las tradiciones, los símbolos patrios y las religiones, no ya solamente nacionales, regionales, sino de todos y cada uno de los países y grupos étnicos pacíficos del mundo! En resumidas cuentas: ¡cuánto daño hacen al mundo entero esos países y esos jóvenes involucionados, y en especial si tanto países como individuos llegan a ser, de una u otra manera, por una u otra causa o coincidencias del destino, líderes internacionales! Sencillamente, veamos los ejemplos actuales de países y hombres y mujeres que con su liderazgo nefasto están llevando al Planeta a la debacle. Es necesario que nuestros jóvenes, a su tiempo, dejen atrás las palabras mágicas de los cuentos infantiles y las sustituyan por otras cosas. En este mundo globalizado, competitivo y lleno de dificultades la juventud necesita muchas más cosas que las palabras mágicas: “Salacadula Chalchicomula Bíbidi Bábidi Bu. Siete palabras de magia que son: Bíbidi Bábidi Bu”, “Abra cacadra”, “Ábrete Sésamo”, “Si dices mentiras, te crecerá la nariz”, “Si dices cosas lindas, echarás flores, piedras preciosas, perlas y diamantes por la boca; si dices cosas feas, echarás por la boca serpientes y sapos”, etc. Nuestros jóvenes deben, en su momento oportuno, y no más tarde, sustituir la imaginación cuentística por la imaginación científica y técnica; aterrizar en el mundo de la realidad, de una realidad en donde el lenguaje verbo-corporal dice quiénes somos, cómo pensamos y hasta dónde podemos llegar. De no producirse este cambio, y a tiempo, sólo tendremos en la adultez a pueblos míticos, fantasiosos, ignorantes, torpes, fácilmente manipulables en todos los sentidos, en especial a la hora de decidir quiénes serán sus líderes, sus mandatarios, sus guías espirituales, sus parejas en el matrimonio... Cuando somos niños nadie quiere ser “el malo del cuento”, “el malo de la película”; nadie quiere ser “el feo del cuento”, “el feo de la película”; nadie quiere ser “el cruel del cuento”, “el cruel de la película”; nadie quiere ser “el ogro del cuento”, “el ogro de la película”; nadie quiere ser “la bruja del cuento”, “la bruja de la película”; nadie quiere ser “la madrastra o la hermanastra de Cenicienta”; nadie quiere “echar sapos y culebras por la boca”... ¡Y de grandes...! ¿¡Qué pasó...!? Sencillamente, echemos un ojo al entorno: ¿Quiénes invaden países? ¿Quiénes matan niños y ancianos? ¿Quiénes acaban con la vida de los demás en nombre de dioses, religiones y creencias? ¿Quiénes roban el dinero del pueblo? ¿Quiénes traicionan? ¿Quiénes sumen a los pueblos en la ignorancia y el fanatismo? ¿Quiénes emplean la ciencia y la técnica para la destrucción de la Humanidad? ¿Quiénes violan niños y niñas? ¿Quiénes echan sapos y culebras por la boca? ¿Quiénes mienten deliberadamente? ¿Quiénes son los corruptos más grandes del mundo? ¿Quiénes son los asesinos más grandes del mundo? ¿Quiénes son los dictadores más grandes del mundo? ¿Quiénes son las madrastras y las hermanastras de Cenicienta?... ¿Quiénes son todos éstos? ¿Quiénes hacen todo esto? ¿¡Pero qué cuentos infantiles leyeron!? ¿¡Qué películas infantiles vieron!? ¿Quién les leyó los cuentos? ¿Qué personajes copiaron? Sí..., decididamente algo falló y algo sigue fallando... En la niñez los pequeños también aprenden “los lenguajes verbo-corporales de la no verdad”, es decir de la mentira. Los lenguajes de la mentira y las medio-verdades, como la genética, marcan a las personas, a los grupos humanos y a los pueblos de por vida. Y aquí la familia, las escuelas y los gobiernos tienen mucho que ver: La familia, en especial la familia nuclear: “tradicional, recta y supuestamente moralista”, también es culpable de la mayoría de las desajustadas variantes comunicativas verbo-corporales de sus miembros (Paz, 1943; Ruano, 2006b; Riding, 2002: 287-304; Weinberg, 1993: 432-445; Sefchovich, 2008); es culpable de la presencia en los niños, en los adolescentes, en los jóvenes y posteriormente en los adultos, de ciertos lenguajes verbo-corporales de “la no verdad” –¿de la mentira?–, de ciertos enmascaramientos negativos y tóxicos en la interacción sociolingüística, en la interacción socio-discursiva (Ruano, 2003e) [...]

LENGUAJE CORPORAL: El lenguaje corporal se ha descrito como “la lengua que todos hablamos pero que muy pocos entienden” (Møller y Hegedahl, 1983: 67-82). Aquí yo diría un poco más. La mayoría de las áreas del conocimiento, ciencias, que trabajan el lenguaje corporal, o como también se le ha llamado a veces: “lenguaje no verbal” –que, claro está, no es lo mismo–, o los especialistas que abordan este tipo de comunicación, pertenecen a las ciencias sociales, a las humanidades –aunque otras muchas áreas científicas han nutrido ampliamente este campo–, lo que implica, por ser característica de estas esferas sociales y humanísticas, que continuamente aparezcan criterios y comentarios diferentes en torno a los múltiples tópicos que del lenguaje corporal se desprenden, que aparezcan ambigüedades, enfoques disímiles, sobre la imagen no verbal, lo que desgraciadamente a veces ha llegado a conflictos que van más allá de las habituales y lógicas disputas académicas, rallando en innecesarios roces personales. Siempre ha sido así en las ciencias sociales y las humanidades, esto no es nada nuevo ( http://openlibrary.org/b/OL1645685M/ciencias-sociales-y-el-trabajo-independiente-de-los-estudiantes , http://openlibrary.org/b/OL22661780M/C%C3%B3mo-trabajar-con-los-estudiantes-universitarios-de-Ciencias-Sociales.-Apuntes-para-profesores-y-educandos ). Por otro lado, en el caso de la comunicación no verbal o lenguaje no verbal y el tratamiento de la imagen pública, estamos hablando de investigaciones recientes, que hace unos cuarenta o cincuenta años están llegando a determinados grupos de interés que, motivados por este riquísimo y novedoso campo de tratamiento de la imagen del hombre, se han lanzado a explorarlo. Ahora bien, calma, todavía falta mucho por hacer en este sentido. Estamos en los comienzos de las investigaciones del lenguaje corporal. Este es un tema muy complejo, porque pertenece al vasto mundo de la comunicación no verbal y se interrelaciona, a su vez, con muchos otros aspectos que no son precisamente el cuerpo humano y la interrelación “práctica” de los hombres. En el análisis del lenguaje corporal es muy importante la búsqueda de la objetividad, distinguir los actos comportamentales, observarlos y exponerlos, esto debe ser muy objetivo; pero otra cosa es interpretarlos, porque esto es más personal y unos analizan unos factores y otros, otros factores, desde ópticas diferentes, con fundamentos científicos diferentes, con parámetros culturas diferentes. Podríamos decir aquí que en realidad el análisis del lenguaje corporal que vamos a realizar está relacionado con un área concreta, con una esfera científica concreta, que es la Ingeniería en Imagen Pública, pero inclusive en este caso no podemos olvidar el fondo cultural y científico concreto que ya trae el futuro especialista en Ingeniería en Imagen Pública, y es evidente que estos fondos son muy variados: periodismo, ingeniería, medicina, derecho, relaciones internacionales, ciencias de la computación, administración de empresas, economía y negocios, pedagogía, letras, biología, arquitectura, diseño industrial, ingeniería textil, turismo, gastronomía... Todos analizamos la comunicación no verbal, el 93% de los mensajes del mundo que nos rodea, y, en especial, el lenguaje corporal, tal vez un 50% o un 60% de toda la comunicación no verbal, pero cómo es que realizamos este análisis. Es ahí justamente donde está el problema. Lo primero que tenemos que saber es que son muchas las ciencias que estudian la imagen corporal, el lenguaje corporal, la comunicación no verbal, desde ámbitos diferentes, y que estas ciencias y sus fundamentos son herramientas imprescindibles en las manos del especialista en análisis de la comunicación no verbal. El mismo hecho de que sepamos que existen esas ciencias, que conozcamos sus nombres y que tengamos una idea, por lo menos somera, de su definición, es ya una ganancia: Es admirable ver cómo en algunas instituciones educativas líderes (?), prestigiosas (?) de América Latina, muchos docentes y altos funcionarios de estas instituciones, con perfil de ciencias sociales y humanístico, no sólo desconocen la posible aplicabilidad de los fundamentos de ciertas ciencias sociales –reconocidas a nivel internacional y con una secular historia en sus países– a la vida práctica del hombre, lo que ya es un freno al desarrollo multidisciplinario de las ciencias sociales, sino que más aún: desconocen hasta el mismo nombre de esas ciencias. Así, por ejemplo, en ciertos organismos educativos rectores y centros de educación superior, los cuadros directivos, encargados de formar a los futuros especialistas, no saben qué es Filología, Etología, Semiología, Kinesiología, Ergonomía, Sociolingüística, Psicolingüística o Genómica, o tienen una muy vaga idea de lo que es Etnología y Antropología, y, por consiguiente, no pueden nombrar a un solo especialista o investigador célebre, reconocido, de estas ciencias. Eso es un problema. ¿A dónde se supone que vamos en tales condiciones? A ningún lugar que no sea el abismo cultural (Ruano, 2000). Es mucho más fácil tratar la palabra. La comunicación verbal es, comparativamente, menor que la comunicación no verbal (Ribeiro, 2001). La palabra se entiende si conocemos la lengua o el dialecto en la que se produce, la cultura en la que se produce o se produjo; de lo contrario, es una letra muerta, es un sonido como cualquier otro sonido (Verescháguin y Kostomárov, 1990). Pero la imagen corporal como tal, especialmente en un mundo globalizado, es una, es una representación visual, es una imagen que se ve y para verla y valorarla de manera general basta con poseer el sentido de la vista, basta con no ser ciego. Las imágenes corporales no se ven en “idiomas”, no obstante a que remiten al idioma, a un idioma, no obstante a que se relacionan con el idioma, por lo que ya sabemos: árabe, chino, español, ruso, inglés, náhuatl, purépecha, aimara, maya..., aunque lo que se le pone al cuerpo, lo que se le agrega al cuerpo, el color y dimensiones del cuerpo, lo que puede hacer el cuerpo, el movimiento del cuerpo, sí puede ser grupal, social, sí puede relacionarse con todas las culturas o con una buena cantidad de ellas, y con todos los idiomas o con una buena cantidad de ellos, aparte de los resultados que se puedan obtener a través de investigaciones biomédicas y genómicas, algo que afectaría entonces directamente, a favor o en contra, a la llamada imagen corporal interna o lenguaje corporal interno. Podría decirse que para descifrar el lenguaje corporal bastaría con “mirar”, es decir “fijar la vista en un objeto [en este caso en el cuerpo humano o en una o unas partes de éste], aplicando conjuntamente la atención [...] inquirir, reconocer, buscar una cosa, informarse de ella” (Mota, 1998). Pero entonces aquí tendríamos que distinguir entre la mirada que damos a una imagen real, en un mundo real, en un contexto real, independientemente de los diferentes matices o diferencias lógicas, normales, de ella –variantes físicas, lenguaje gestual, cromatismo, vestuario, maquillaje, etc.– y una imagen alterada o anamórfica, en un mundo alterado, en un contexto irreal o alterado o distorsionado, es decir, la imagen que aparece deformada o confusa, que no es real, algo bastante común en el mundo artístico, en el cine, la televisión, el teatro, el estrellato, el espectáculo... Creemos necesario recordar que, también y además, existen contextos sociales, grupos sociales, situaciones sociales, estratos sociales y hasta pueblos completos en donde las “alteraciones de la realidad” (?) son parte del modus vivendi habitual, cotidiano. Este es el caso de las culturas o sociedades utópicas y de las culturas o sociedades distópicas o cacotópicas, en las cuales, para bien o para mal –generalmente para mal–, la realidad siempre está alterada, siempre está distorsionada, y los lenguajes verbo-corporales no hacen otra cosa que expresar esa alteración, esa distorsión: Justamente por estas cuestiones anteriormente señaladas, es que tenemos que distinguir entre las imágenes sociales representadas en las culturas utópicas o “culturas con una vida tendiente al bien” y en las culturas distópicas o “culturas con una vida tendiente al mal”. Los términos utopía y distopía a veces se confunden, y ese es, justamente, un gran error imagológico. Aquí lo primero que haremos es recordar que la imagología, a través de los años, ha sido y sigue siendo, sin duda alguna, una rama trascendental de la Filología, de la Comparatística, de la Textología, y también de la Lingüística, que ha ayudado y sigue ayudando, y mucho, de manera multidisciplinaria, a muy variadas otras ciencias sociales y humanísticas, independientemente de que con el término “imagología” se hayan creado y recreado en la actualidad muchos nuevos conceptos y subramas científicas del tratamiento de la imagen. De tal manera, mediante los análisis imagológicos, podemos hacer distinciones muy precisas entre “lo realmente bueno” a través de una imagen social, de una conducta comunicativa verbo-corporal, y “lo realmente malo” a través de una imagen social, de una conducta comunicativa verbo-corporal. Pasemos a ver estos detalles; pero ya en el plano de la literaturología, de la cinematografía, de la comunicología y de la producción televisiva en el continente americano, en donde se refleja “lo bueno” y “lo malo” de la historia y la actualidad de las tres grandes culturas en contacto en el área: mongoloides, caucasoides y negroides, además de la posible presencia australoide en nuestro continente, concretamente en la América del Sur, y más concretamente en el área del actual Perú y Chile (Ruano, 2007a) [...] Los seres humanos no sólo somos un lenguaje verbal –un cerebro, una mente– y un lenguaje corporal –el cuerpo, con un lenguaje corporal interno y un lenguaje corporal externo–; somos también un ser inconsciente cargado de emociones –y no me refiero aquí a “modelos emocionales ideales”, sino de toda una variedad diversísima y compleja de emociones que regulan nuestras relaciones sociales y nuestro comportamiento en general (Dantzer, 1989)–, tenemos un comportamiento inconsciente, que constantemente se manifiesta en nuestra vida social, en nuestra vida laboral o especializada y, por supuesto, en nuestra vida de intimidad, en determinados casos sin control, no sabemos cuándo o cómo puede aparecer, porque las circunstancias sociales y ecosistémicas son muy variables, cambian con bastante frecuencia. En este sentido hay que señalar que esas emociones “resultan fundamentales en la toma de decisiones humanas, por mucho que se presenten como asépticamente lógicas y racionales. Puede afirmarse sin asomo de duda que una mente no influida por las emociones [un individuo, un cuerpo, que no refleja emociones] es la mente de un enfermo [...]” (Gubern, 2000). Lo más que podemos hacer es educar al extremo nuestro cuerpo –algo prácticamente imposible para las personas normales, en condiciones normales– de manera tal que las demás personas no puedan “leer” los sutiles mensajes que a veces envía nuestro cuerpo cuando estamos en situaciones desajustadas, buenas o malas, nos referimos a los extremos del comportamiento, cosa que es prácticamente “lo normal” en el mundo occidental o civilizado. Aquí el verdadero inconveniente –¿o conveniencia?– aparecería cuando estemos en presencia de aquellos individuos –que no necesariamente tienen que ser los especialistas universitarios, científicos, en esas lecturas sutiles– que pueden decodificar esos mensajes con un nivel de perfección elevadísimo, mucho más si pertenecen a la cultura social, a la etnia, al grupo, la ciencia, la técnica, etc., del emisor. El lenguaje del cuerpo puede ser independiente del lenguaje de las palabras cuando se actúa conscientemente con gestos y mímicas en la vida cotidiana o en el ámbito artístico. Habitualmente se utiliza el lenguaje corporal para la producción de mímicas y gestos esquemáticos, técnicos, codificados o simbólicos como un lenguaje sustitutorio cuando la comprensión verbal no es posible, no se desea o no se solicita. El estudio del lenguaje corporal es ya antiguo. Entre los primeros investigadores de este tema están el diplomático y escritor italiano Baltasar de Castiglione (1478-1529), con su genial libro El cortesano; el escritor y moralista francés Jean de la Bruyère (1645-1696), con el libro Los caracteres; el médico, anatomista, fisiólogo y teólogo natural escocés Charles Bell (1774-1842) con su libro Essays on the Anatomy of Expression in Painting, escrito en 1806; el naturalista británico Charles Darwin (1809-1882), con su libro La expresión de las emociones en el hombre y el animal, en 1873, y el antropólogo estadounidense Ray L. Birdwhistell, que en 1952 escribe su Introducción en la cinética y en 1970 Kinesics and Context. Essays on Body Motion Communication, que en lengua española se conoce como El lenguaje de la expresión corporal, a partir de una edición que en 1979 hizo la editorial Gustavo Gili. El lenguaje del cuerpo se ha investigado a partir de la herencia: “el cerebro de todos los hombres está programado para levantar las extremidades de la boca cuando se sienten felices, volverlas hacia abajo cuando se hallan descontentos, fruncir la frente, levantar las cejas, levantar un lado de la boca, y así sucesivamente según la sensación que llega al cerebro”, y del aprendizaje [...] El primer país de la América conquistada por Europa, y también uno de los primeros del mundo, que reflexiona en torno a las “buenas maneras de hablar” y las “buenas maneras de comportarse” considerando la cultura occidental, casi al mismo tiempo, algo así como si al juntar estas dos partes aparecieran las raíces de la sociolingüística en nuestro Continente, considerando las particularidades del entonces –lo que todavía tiene, después de siglo y medio, mucha vigencia–, fue Venezuela. En 1847, aparece la obra más célebre que se ha escrito en América acerca del buen uso del idioma español en este continente: Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos, del filólogo y jurista venezolano radicado en Chile Andrés Bello [Caracas, Venezuela, 1781-Santiago de Chile, 1865], y, en 1853, aparece el sensacional Manual de urbanidad y buenas maneras, del músico y pedagogo venezolano Manuel Antonio Carreño [Caracas, Venezuela, 1812-París, Francia, 1874] [...] Los elementos fundamentales del lenguaje corporal son: espacio, tiempo y energía. El lenguaje corporal es innato, se aprende por imitación y se asimila por medio de la alabanza o el reproche. Las señales corporales son gestos de significado constante. Generalmente hacemos distinciones entre: 1. Gesto. Movimiento parcial del cuerpo. Los más llamativos son los de brazos y manos (Davis, 1995: 102-111). Los gestos de expresión proporcionan ininterrumpidamente informaciones sobre las personas que gesticulan con facilidad por cualquier motivo: A. Gestos expansivos: movimientos amplios, proyectados hacia adelante, B. Gestos centrífugos: van más bien desde el cuerpo hacia el exterior que desde el exterior hacia el cuerpo, C. Gestos intensivos: el movimiento se refuerza. Hay un sinnúmero de gestos, y si algunos son deliberados y otros casi deliberados, algunos como rascarse la nariz por perplejidad o cruzarnos de brazos para protegernos, son casi inconscientes, 2. Ademán. Movimiento expresivo del cuerpo entero, 3. Mímica. Son movimientos de los ojos y movimientos de la musculatura facial. Recordemos que hay muchas formas de expresión del rostro que son innatas y que tienen el mismo significado en todos los ámbitos culturales. Son las contracciones de los músculos faciales ante: A. El dolor, B. La alegría, C. El miedo, D. La ira, E. La felicidad, F. El asco, 4. Gestos mímicos. Se realizan casi siempre de forma consciente, puesto que su cualidad simbólica radica en imitar sucesos reales. Se pueden almacenar en el subconsciente, debido a su frecuente repetición, 5. Gestos esquemáticos. No se persigue reflejar la realidad, sólo una parte o característica principal de la información no verbal, como saludar con la mano como si estuviéramos quitándonos un sombrero. Si fuera un gesto mímico, entonces intentaríamos también ilustrar el atuendo ficticio, 6. Gestos técnicos. Por determinadas funciones profesionales: aviación, ferrocarriles, inmersión, etc., 7. Gestos codificados. Sólo son entendidos por un grupo especial: sordomudos, presos, gamberros, ladrones, prostitutas, homosexuales, etc., 8. Gestos simbólicos. Generalmente, estos gestos tienen una significación distinta del movimiento mostrado realmente. Presentan por abstracción un sentimiento o un pensamiento. Estos gestos son inteligibles solamente para el círculo de personas que ha fijado los signos y su significado en algún momento dado, 9. Gestos sonoros: Imitaciones y traslaciones sonoras incorporan una impresión exterior a la lengua. Un sonido se hace inmediatamente lenguaje; otro fenómeno, tan pronto como ha sido traducido en sonido. Pero el origen de la relación natural entre palabra y cosa puede basarse también en el hablante mismo, puede ser expresión. Una de las formas de apoderarse el hombre de la realidad es el gesto. Éste puede ser de dos maneras diferentes por su efecto: un gesto o apunta hacia algo (por ej., un dedo índice extendido), o representa algo (por ej., un puño cerrado amenazando). Indicar es una atenuación de agarrar, y por medio del gesto representativo se apropia uno algo en cierto modo corporalmente. Ahora bien, para los gestos se utilizan tanto los músculos de las extremidades como los de la cara. Y así los labios o la lengua. A su vez, los gestos de los órganos del habla pueden ser sonoros. Son, pues, sonidos que surgen simplemente por medio de los gestos de los órganos parlantes. Por eso se les llama gestos sonoros. Donde estos gestos sonoros pueden más claramente observarse es en el lenguaje de los niños. El ta o tata con que responden los niños a impresiones que despiertan su atención o su deseo, nace de un movimiento indicador de la lengua. Los movimientos de la lengua concomitantes del indicar son de observar aún en los adultos. A este respecto merece notarse que los pronombres demostrativos se caracterizan en muchas lenguas por sonidos dentales, como también en pronombre personal de la segunda persona, tú ... [...] En la actualidad, en el estudio del lenguaje corporal, el aspecto que presenta el cuerpo en general, la apariencia física, de hombres y mujeres, ya sea en los diferentes periodos de la historia o en nuestros días, en las variadas áreas del planeta, es un tema latente, complejo y muy preocupante en las diferentes culturas, tanto al nivel de la cultura popular (Colombres, 1997) –con todos sus matices de creencias, mitos e imaginerías– como al nivel científico –al nivel de los estudios que están relacionados con la convivencia de los individuos en determinados espacios de socialización, ecosistémicos, geográficos, arquitectónicos, laborales y empresariales–, en especial debido a los diferentes enfoques que aparecen a la hora de hablar del mismo origen y evolución del hombre. Los lenguajes corporales de los hombres, de los grupos sociales, están relacionados directamente con la tradición, con la cultura, con la herencia de los pueblos, con las particularidades del nacimiento y la evolución del mismo hombre, y hasta con el lenguaje por tropos y con la poesía, según haya sido el contexto circundante, lo que quiere decir tomar en cuenta la función de la religión, los mitos –conjunto de creencias y de imágenes idealizadas que se forman alrededor de un personaje, un fenómeno, un acontecimiento histórico o una técnica y que les otorgan una fuerza y una importancia particulares; o, al decir de Vico, “un medio de presentar cosas grandes a la mente de los pueblos niños”– y las creencias y refranes en las actitudes de los hombres [...] Las formas o configuraciones –dimensiones, tamaños–, los colores (Gallego y Sanz, 2001; Ferrer, 2000) –razas, grupos étnicos, mestizajes– que presentan los seres humanos, sus culturas o subculturas, es decir todo el complejo de la apariencia física, siempre han sido un importante y decisivo medidor en las relaciones sociales (Knapp, 1999), la discriminación (Solé, 1995; Solari y Sotelo, 2006) y el racismo (Dijk, 2003): La medida en que las personas están dispuestas a compartir relaciones de intimidad, así como a aceptar la interrelación misma, depende siempre de la distancia social [y en esa distancia social aparece, por supuesto, la raza o grupo étnico] que existe entre ellos; es decir, tiene que ver con el número de experiencias y de características sociales que comparten. Se afirma que hablamos con los órganos vocales, pero conversamos con el cuerpo entero. El comportamiento no verbal que acompaña y complementa la producción lingüística está también relacionado con los dos aspectos de poder y solidaridad (Bolaño, 1982:143). Cuando se ha eliminado todo diálogo y toda idea, el color de la piel se erige como único criterio. Así lo prueba mi experiencia. Fue la única cualidad por la que se me juzgó. Tenía la piel oscura, y esa fue razón suficiente para que se me negaran los derechos y libertades sin los cuales la vida pierde significado y se convierte en apenas algo más que una supervivencia animal. Busqué alguna respuesta y no la hallé. Había pasado un día entero sin comida ni agua por la única razón de que tenía la piel negra. Era la única razón por la que yo estaba allí, sentado sobre un barril, en un pantano (Griffin, 1960) [...] Los lenguajes verbo-corporales desajustados, impropios, irrespetuosos eran mal vistos en el México prehispánico. Bernardino de Sahagún nos habla al respecto en su célebre obra Historia general de las cosas de Nueva España. A las personas de clase sociocultural alta, de clase socioeconómica alta, a los altos funcionarios, que decían sandeces, estupideces, bromas tontas o que no poseían, en general, un lenguaje acorde con su categoría, se le llamaba tecucuechtli, es decir “payaso”. En el México prehispánico la selección de un mandatario, de un funcionario, era algo muy complejo y comprometido, algo extremadamente depurado: “Todos éstos [los jefes y personas importantes, los soldados viejos, etc.] se juntaban en las casas reales, y allí deliberaban y determinaban quién había de ser señor, y escogían uno de los más nobles de la línea de los señores antepasados, que fuese hombre valiente, ejercitado en las cosas de la guerra, osado y animoso, y que no supiese beber vino; que fuese prudente y sabio, que fuese criado en el Calmécac, que supiese bien hablar, fuese entendido y recatado, y animoso y amoroso, y cuando todos, o los más, concurrían en uno, luego le nombraban por señor (Álvarez, 1987, t. IV: 1852). Estas fórmulas discursivas verbo-corporales antiguas mexicanas podemos observarlas en la actualidad en los lenguajes rurales, campesinos e indígenas, del país. En México también hay mayor o menor vestigios de estas fórmulas discursivas prehispánicas en una buena cantidad de mestizos residentes en las ciudades, inclusive en instituciones gubernamentales, en empresas, en la política y en centros educativos: “Sin duda, algo que ha sobrevivido hasta la actualidad es el afán de campesinos e indígenas por iniciar toda conversación con algunas frases amables, circunloquios corteses sobre la salud y la familia del interlocutor. [En México, en general] Se considera muy mala forma entrar directamente en materia. A lo anterior se agregaron las formas hispanas de trato, y se produjo la peculiar cortesía mexicana. Observadores extranjeros han hecho hincapié en la gentileza y el trato cortés usuales en México en todas las clases sociales” (Álvarez, 1987, t. IV: 1852).

LENGUAJES RELIGIOSOS: [...] Las religiones, las sectas, las creencias, cualquiera que sean éstas, tienen una marcada presencia en las esferas socioculturales –y obviamente en las esferas políticas y económicas–, en las formas no verbales, corporales y verbales a través de las cuales se expresan los usuarios de los diferentes lenguajes. Y, como sabemos ya, debido a nuestras mismas vida y experiencia práctica en estas sociedades tan variadas, tan desiguales, tan globalizadas, no siempre sabemos cuáles son los “verdaderos significados” de determinados lenguajes no verbales, corporales y verbales en religiones con las que convivimos diariamente o que profesamos devotamente, no siempre conocemos el verdadero significado de muchos signos religiosos de nuestra propia religión o de nuestras propias religiones, el verdadero significado de las palabras y los gestos de alabanzas religiosas, de las tradiciones y los ritos religiosos de nuestras culturas –así, por ejemplo, la simbología religiosa de México, tanto en el periodo prehispánico, como en el periodo novohispano, como en el periodo de la Independencia y en la actualidad, es inmensa, pero en su mayoría desconocida. Para conocer detalles acerca de la simbología religiosa del México prehispánico, que a mi entender es la más compleja y controvertida en este país, véase, entre otros textos: Bernardino de Sahagún, op. cit.; Francisco Javier Clavijero, op. cit. y José Rogelio Álvarez, op. cit.–. Pero peor aún, desconocemos cómo se manifiesta la “fe” de manera concreta y práctica, cuáles son sus rasgos en las diferentes religiones, cómo pueden reaccionar los grupos religiosos –y los no religiosos– en determinadas situaciones (Eco y Martini, 1999), especialmente cuando se sienten amenazados por una u otra razón. ¡Y las amenazas pueden ser múltiples y variadas! ¡Y las reacciones pueden ser muy diversas! ¡Y esas reacciones pueden ser extremas y crear conflictos seculares y sangrientos! Esto es algo que, a estas alturas del siglo XXI, parece que el mundo moderno todavía no ha aprendido bien. ¿Cuánta sangre se necesita derramar todavía para acabar de entender esto? ¿Cuántos desastres humanos y materiales todavía son necesarios para que la Humanidad escarmiente? ¿Es que acaso hay “grupos” interesados en que estos conflictos religiosos no terminen? Si fuera así, entonces que esos “grupos” anden con mucho cuidado y, finalmente, que se atengan a las consecuencias de sus decisiones y sus actos. La religión y las religiones, y sus conflictos y desaciertos, han decidido y siguen decidiendo los futuros de los hombres, de los grupos humanos, de la Humanidad; la religión y las religiones han decidido y siguen decidiendo la vida y la muerte a destiempo, las frustraciones y las infelicidades de grupos, de pueblos, de continentes (López, 2003; Greenfield, 1979; Deschner, 1990; Pereira, 1969; Clark y otros, 1981; García, 1993; Guerra, 1993; Meyer, 2005; Reboul, 1981; Rodríguez, 1985; Rodríguez, 1992; Montero, 1961; Martín, 2006; Vallejo, 2007; Verbitsky, 2005). Quien tenga alguna duda al respecto que recuerde: 1. La función de las religiones en la historia y la actualidad, y los sacrificios humanos de diversos tipos, y aquí, entre otras cosas, la antropofagia y el canibalismo; 2. Los conflictos, las persecuciones, los pogromos, los crímenes, los criterios poblacionales de pueblos, de países, de regiones, de continentes, y los exterminios masivos en nombre de “religiones”, “dioses” y “creencias”: las matanzas de nativos, y concretamente de indígenas americanos, en todo periodo de conquista y colonia; las Cruzadas, la Inquisición, las guerras entre católicos romanos y católicos ortodoxos, entre católicos romanos y protestantes, entre católicos y musulmanes, entre católicos y otros grupos sectarios, entre católicos y todo lo que no sea católico, la persecución de judíos y otras culturas, en la historia y en la actualidad, la Cristiada... Las cifras de muertos que arrojan los conflictos religiosos han sido y siguen siendo alarmantes en cualquier continente: ¡aquí nadie se salva! A las elevadas cifras de muertos ya conocidas por estos motivos religiosos se suman las recientes, en varias zonas del mundo, pero en especial en este siglo XXI en Irak: en este país –o más bien, lo que queda de “país morgue”– cada día hay 30 muertos o más, cada mes hay 1000 muertos, o más..., solamente en un día, el 16 de agosto de 2007, en una sola ciudad, Sinyar, al norte, en la provincia de Ninive, murieron unas 500 personas por atentados terroristas relacionados con conflictos religiosos. ¿Qué es esto? ¿Qué estamos haciendo? ¿Es que no vemos hacia dónde vamos? ¡Tiempo al tiempo...! No olvidemos que dioses y ritos, que las mitologías, han sobrevivido al paso del tiempo y han sido asimilados por el lenguaje, por los lenguajes, ya sea de una manera clara o de una manera obscura o encubierta. Las mitologías, las creencias, los dioses, etc., aparecen en las literaturas orales y escritas, en la arquitectura, en la escultura, en la pintura, en el cine, en la música, en la danza... Desgraciadamente, en la mayoría de los casos ignoramos, por el motivo que sea –ceguera intelectual o ceguera sicológica–, el verdadero sentido de determinados lenguajes verbales religiosos de religiones que nos son familiares, ignoramos qué matices religiosos, misterios y secretos yacen en esos discursos. En otros casos, la ignorancia que en promedio tienen los grupos en este sentido es extrema, en especial cuando las religiones son impuestas a los individuos y a los grupos por presión y en situación de analfabetismo o analfabetismo funcional –para tratar algunos de los problemas acerca del desconocimiento de ciertos lenguajes no verbales, corporales y verbales en la religión considérense las cientos y miles de anotaciones que se ubican en los textos religiosos para que los lectores puedan entender de una manera funcional estos materiales, las adaptaciones literarias que al respecto se realizan. Para considerar algunos simbolismos y significaciones socioconfesionales al nivel de la religión judeo-cristiana y de otras religiones conocidas, véanse, por ejemplo: Ean Begg (1996). The Cult of the Black Virgin. London, Arkana; Barbara G. Walker (1983). The Wommen’s Encyclopedia of Myths and Secrets. San Francisco, Harper; Martha Robles (2000). Mujeres, mitos y diosas. México, Tezontle; Jasper Ridley (2004). Los masones. La sociedad secreta más poderosa de la tierra. Argentina, Vergara; Lynn Picknett (2005). María Magdalena. La diosa prohibida del Cristianismo. México, Océano–. Aquí nadie entiende ( http://openlibrary.org/b/OL23576608M/La-traducci%C3%B3n-y-la-interpretaci%C3%B3n-de-la-Biblia.-Una-disquisici%C3%B3n-filol%C3%B3gico-ling%C3%BC%C3%ADstica ), pero tampoco nadie pregunta, nadie cuestiona, aquí el silencio se manifiesta en sus tres tipos (Ruano y Rendón, 2006). ¿Y si cuestionas y te tachan de “réprobo peligroso”? Las religiones nunca mueren, ahí están siempre presentes en las sociedades, porque los seres humanos necesitamos hallar respuestas para toda una serie de complejos fenómenos que la ciencia o las ciencias aún no han podido explicar. Claro que conocemos la magia –Carlos Climati, op. cit.: “Uno de los fenómenos más alarmantes del mundo juvenil actual es el aumento del interés por el mundo esotérico. En los últimos años, estamos asistiendo a un verdadero ‘boom’ de la magia, del ocultismo, del espiritismo, e incluso del satanismo entre los jóvenes”, en http://www.carloclimati.com/libri/scheda_giovaniesoterismo_al.htm –. Y con la magia conocemos el chamanismo, la hechicería, la brujería, la santería, el espiritismo, lo cosmogónico, lo invocatorio, la umanda, la quimbanda, la wicca, el hermetismo, en ciertos sentidos la masonería, el oscurantismo, el esoterismo, el ocultismo, los poderes paranormales, la búsqueda de la inmortalidad, la reanimación de muertos, la creación de seres legendarios, la magia sexual, es decir los códigos mágicos, los códigos fantásticos, etc. (Varios Autores, 2007; González Wippler, Rojas y Ramírez, 2001; González Wippler, 2002; Carpentier, 1949)–. Claro que conocemos los tan variados y complejos ritos mágicos y de brujería, los protocolos y la etiquetas mágicas, fantásticas, y todo esto desde temprana edad, a la temprana edad de la historia y a la temprana edad de las personas, en especial a través de nuestra misma historia occidental, de nuestra misma historia americana, de nuestra misma historia latinoamericana, a través de cualquiera de nuestros cuatro grandes componentes étnicos: mongoloide, caucasoide, negroide y australoide, o lo que es lo mismo Asia y América, Europa, África y Australia (Álvarez, 1987, t. VIII: 4892-4896; t. IX: 4897-4905) y de los cuentos e historias reflejados en libros, revistas, periódicos, radio, televisión, teatro, cine e Internet, en cientos y miles de adaptaciones y versiones en muy variadas lenguas del mundo, muchas de ellas mundialmente célebres, del tipo de The Conjuror –de 1899, dirigida por George Melies, en http://www.youtube.com/watch?v=zs5BBaNJ6mg&feature=related –, Le Monstre –de 1903, dirigida por George Melies, en http://www.youtube.com/watch?v=AL-W_GwCN88 –, Le Diable Noir –de 1905, dirigida por George Melies, en http://www.youtube.com/watch?v=wbJ01n5uoxc –, La lanterne magique –dirigida por George Melies, en http://www.youtube.com/watch?v=MOBsYmyE1YY –, El Mago –dirigida por George Melies, en http://www.youtube.com/watch?v=lMPG9VA5LxI –, La Cornue Infernale - Alchimiste Parafaragamus –de 1906, dirigida por George Melies, en http://www.youtube.com/watch?v=rGTq7tjH520 –, Häxan o La Bruja –de 1922, dirigida por Benjamín Christensen–, Blanca Nieves, Blanca Nieves por siempre feliz, La Cenicienta, La Bella Durmiente, El Mago de Oz, Regreso al Mundo Maravilloso de Oz, El flautista de Hamelin, La Flauta Mágica –ópera de Mozart, que recrea ambientes entre hadas (?) y masones (?)–, La Sirenita, Pinocho, Jack y los frijoles mágicos, Jim y el durazno gigante –o James and the Giant Peach o James y el melocotón gigante–, El Gato con Botas, Baba Yaga, Fantasía, Peter Pan, Jarry Potter, Shrek, Astérix el Galo, El Señor de los Anillos, Frankestein, La Familia Monster, Los Locos Adams, Drácula, Leprechaun, La leyenda mágica de los leprechauns, El sueño de una noche de San Juan –bajo la dirección de Ángel de la Cruz y Manolo Gómez–; Spellbreaker: El secreto de Los Duendes –con la dirección de Ted Nicolaou–; Rumpelstiltskin, el enano saltarín; Sabrina, la bruja; Barbie Fairytopia, Barbie y la magia de Pegaso, Barbie: El Lago de los Cisnes, Barbie Fairytopia: Mermaidia, etc.; El hombre lobo, Van Helsing, Flash Gordon, La Guerra de las Galaxias, El laberinto del Fauno, La brújula dorada, The Witches –Las brujas, con Anjelica Huston–, El retorno de las brujas –con tres actrices norteamericano-judías: Bette Midler, Sarah Jessica Parker y Kathy Najimi–, Las Brujas De Eastwick, Las brujas –del director Luchino Visconti y con Silvana Mangano–, La bruja novata; Bell, Book and Candle; The Craft o Jóvenes Brujas, Encantada –del director Kevin Lima y con la estelar actuación de Susan Sarandon–, Matilda Dixon el Hada de los Dientes –films El hada de los dientes anda al acecho, En la obscuridad–, Practical Magic o Hechizo de Amor, El mundo mágico de Terabithia, Miss Potter, Mr. Magorium's Wonder Emporium o Mr. Magorium y su tienda mágica, Jumanji, Beowulf, Charmed, Los Padrinos Mágicos, Stardust; Trollz, amigas para siempre; Troll, Mi Vecino Totoro: El Laberinto del Troll, La leyenda de la Nahuala, Ermelinda Linda, La Bruja Loca; Madame Min, la bruja loca; El Brujito de Gulugú, La Bruja Tonta, La Bruja Encantadora, Death Defying Acts o El último gran mago –bajo la dirección de Gilliam Armstrong, en http://www.youtube.com/watch?v=ePx8Kdgkub4&feature=related –, etc. –aparte de las historias y cuentos, y sus versiones, de cada país, de cada región, de cada etnia en particular–, y pensamos que, ya adultos, la razón (?) y las ciencias humanas nos ayudarían a explicar muchas cosas y así controlar ciertas ideas, ciertas conductas, ciertas actitudes, ciertas maneras de enfocar y explicar el mundo que nos rodea. Todo parece indicar lo contrario. Es sencillamente impresionante ver hasta dónde llega la fantasía, la imaginería, el fanatismo, ¿y también la fe?, de una buena cantidad de grupos humanos, tercermundistas y cuartomundistas, pero también primermundistas, por lo menos “al parecer”, en los cuatro puntos cardinales de este planeta. Basta media vez que aparezca “un algo” que dé rienda suelta al mundo maravilloso de la imaginación para que niños y adultos se sientan fascinados por lo sobrenatural, por la magia, por la brujería, por las religiones, por los ritos ocultistas, etc., ejemplo de lo cual es el tremendo éxito que ha tenido en nuestros días toda una serie de libros y filmes acerca de Jarri Potter, inclusive entre grupos supuestamente ultraconservadores y reconocidamente ultracatólicos, ultracristianos, ultrajudaicos, ultramahometanos... Claro que con respecto al “conservadurismo religioso” tenemos que recordar que, como dice el dicho popular, “donde quiera cuecen habas”, muestra de lo cual son algunas de las actuales manifestaciones religiosas sincréticas y no sincréticas en Occidente –no digamos ya en América y en África de manera particular– y las conductas aberradas, antisociales, inmorales y anticristianas dentro de la misma cúpula católica romana, en nuestros países de América, en otros países, dentro del mismo Vaticano, todo lo cual expongo en este mismo libro más adelante –pero puede consultarse, además: http://openlibrary.org/b/OL23576608M/La-traducci%C3%B3n-y-la-interpretaci%C3%B3n-de-la-Biblia.-Una-disquisici%C3%B3n-filol%C3%B3gico-ling%C3%BC%C3%ADstica ; http://openlibrary.org/b/OL23531218M/Hacia-una-historiograf%C3%ADa-vergonzosa-de-las-grandes-%22fichas%22-de-la-podredumbre-social-y-moral-en-M%C3%A9xico:-Marcial-Maciel,-los-Legionarios-de-Cristo-y-sus-%22gatos%22,-c%C3%B3mplices,-%22fieles-devotos%22-y-encubridores. –. Y esto ni ha sido ni es un secreto: reyes, jefes de estado y de gobierno, políticos, gobernantes, administradores de la justicia y el derecho, científicos, deportistas y directivos del deporte, y por supuesto “el pueblo”, practican en este sentido de las religiones, de las ideas socioconfesionales, de las creencias, del ocultismo, de los “poderes paranormales”, de las “percepciones extrasensoriales”, de los códigos mágicos, fantásticos y quiméricos, todo lo que se les ponga por delante, por moda, por confusión, por ignorancia, por desespero, o por “necesidad espiritual” (Río, 2006). Obviamente, también en este sentido América Latina tiene sus “sorpresas” o “secretos a voces” (González Wippler, 1999; Climati, 2003; Pérez, 2003; Ferrándiz, 2004; Wornat, 2005: 38-46; Hernández y Quintero, 2005; Scherer, 2005; Meyer, 2007: 58; Gil, 2008). ¡Hasta Hernán Cortés practicaba la magia y las artes sobrenaturales –o por lo menos así lo hacía entender–! (Todorov, 1999: 120-121); ¡Hasta Mahoma –según los mahometanos, islamistas o musulmanes– fue embrujado! Con frecuencia se ha hablado acerca del embrujo de Mahoma: “el judío Lucaide embrujó a Mahoma, haciendo nueve nudos en una cuerda que luego habría guardado en un pozo. El profeta Mahoma cayó enfermo pero fue salvado por el ángel Gabriel que le reveló donde estaba guardada la cuerda de los nueve nudos”. “El judío había hecho once nudos en un hilo que suspendió en un pozo; el ángel Gabriel reveló entonces a Mahoma el secreto del embrujamiento y los dos suras (CXIII, XCIV). A cada lectura de estos suras se deshacía un nudo, y Mahoma sanó”, según El Corán, en la traducción de Joaquín García-Bravo, 1982, México, Editorial Época. En el Corán, capítulo 113: El Alba, SÛRAT AL-FÁLAQ, se dice: “El ser humano es muy impresionable, y la sugestión hace mella en él. Las supersticiones y la magia son medios que se han utilizado para dominar el ánimo de las personas. El Corán ordena a los musulmanes buscar refugio en Allah wa min shárri n-naffâzâti fî l-‘úqad, contra el mal de las que soplan en los nudos. Las que soplan (naffâzât, plural de naffâza, sopladora) en los nudos (‘úqad, plural de ‘uqda, nudo) son las brujas.” Hacer un nudo expresa en árabe la idea de tomar una decisión. Las brujas hacían nudos y soplaban en ellos, deshaciéndolos, mientras pensaban en alguien, y con ello pretendían quebrar la fuerza del individuo que tenían en mente y debilitarlo o someterlo a su voluntad. La efectividad de estos hechizos sólo Allah la sabe, y en cualquier caso es Él el que en todo momento protagoniza los acontecimientos. Volverse hacia Él es desear que nada de esto afecte de un modo u otro el ánimo del que recuerda a su Señor y se confía a Él. Siempre se trata de lo mismo. Lo que atemoriza al ser humano es lo que desconoce, lo que no puede controlar. El supuesto poder de su enemigo, sea éste real o ficticio, le produce dudas que debe vencer. Retrotraerse es algo que el Islam censura constantemente y ofrece al musulmán fórmulas que le permitan sobreponerse. Claro está que la magia, que la brujería, que el chamanismo, que el ocultismo, que la cosmogonía, que el hermetismo, que el oscurantismo, que el esoterismo, que la curandería, que la santería, que el ñañiguismo, que la palería o palo o palo mayombe o palo monte o brillumba o kimbisa, etc., tienen en nuestra América profundas raíces e historias antiquísimas, así como también sincretismos múltiples marcados. Claro está que la magia, que los códigos mágicos o fantásticos o fantasiosos o quiméricos o maravillosos o cosmogónicos, a nivel internacional y en este caso concreto en América, siempre han estado ligados a la ciencia, al conocimiento, al mundo del saber, a la historia de la Humanidad, a la historia de los grupos humanos, a la historia o más bien las historias de “las creaciones de los diferentes mundos americanos o génesis americanas”, según las culturas nativas, según las culturas venidas de otros continentes y según las culturas, finalmente, mestizadas aquí en América: [...] La palabra [magia] deriva del antiguo término “mago”, que significa sabio [La magia] ha existido desde siempre en la mente humana, como una alternativa [...] no exige pruebas, sino eficacia [...] Se proyecta a la sociedad a través de mitos, ritos, cultos y supersticiones; pero en contraste con la religión, no origina santorales ni martirologios .... Tomada la gran Tenochtitlan (1521), durante los tres siglos siguientes se hizo “la mezcla de las mezclas”. Sobre las bases esotéricas prehispánicas se sobrepuso la magia española, mezcla a su vez de las celtas, ibera y romana, de la brujería medieval, del oscurantismo oriental llevado por los árabes durante la larga ocupación de la Península, del esoterismo judío –especialmente la Cábala– y de los sistemas de adivinación y astrología desarrollados en algunas cortes, como la de Alfonso el Sabio; todo esto atemperado por la Iglesia católica, por medio de la Inquisición. Después se añadió la magia africana introducida por los esclavos negros y, por último, la del siglo XVIII, que aportó nuevos métodos en la alquimia, la medicina, la física y la astrología, una interpretación distinta de la demonología y de la Cábala, y la organización de sociedades secretas político-esotéricas. Del Cercano y Lejano Oriente procedieron las prácticas adivinatorias más comunes, como la interpretación del vuelo de las aves y de las entrañas de los animales, la hepatoscopía, los oráculos, el gnosticismo, la rabdomancia, la numerología, la interpretación de los sueños y de los fenómenos de la naturaleza (granizos, rayos, centellas, cometas), los pases para el control de las influencias ajenas, el poder del verbo (la palabra), la invocación, el concepto de la otra vida y el principio de las sociedades secretas. Esto se unió a las costumbres de las ordalías, al culto de los espíritus y del cráneo, a los sacrificios de ahorcamiento para propiciar la tierra, a los amuletos y talismanes, y a la preparación de los elíxires, todo lo cual practicaban los bárbaros [...] Estas prácticas fueron fácilmente asimiladas por los indígenas [mexicanos] conquistados [...] A principios del siglo XVII, cuando empezaban a llegar los esclavos negros [a México] procedentes de las costas del golfo de Guinea, se advirtió, por acusaciones del Santo Oficio, la presencia de nuevas formas de brujería [...] Los negros se consideraban rodeados por los espíritus de sus antepasados, quienes hacían bien o mal según se comportaban los hombres, propiciándolos u olvidándolos. La forma más común de propiciarlos era permitirles la posesión [o monta]. Ésta se manifiesta con convulsiones y estados de epilepsia, individual o colectiva, lograda a base de danzas frenéticas y semioscuridad. El punto culminante de la ceremonia (vodú o vudú) es el éxtasis del mago o de la persona que desea curarse [...] En el siglo XVII los inmigrantes negros se vieron obligados a cambiar sus dioses por santos católicos: así, Shangó se convirtió en Santa Bárbara, o en San Cosme, o en San Patricio, según la intención de belicosidad, medicina o defensa que tuviera. Sus altares se impregnaron de papel indígena mexicano; sus ofrendas fueron el aguardiente, el pan o las flores, y entre las representaciones de animales (a veces los animales mismos) abundaban el cocodrilo y la serpiente. Para los sacrificios, que siempre formaron parte de las ceremonias, usaron desde un principio el gallo negro y el chivo [también la gallina, el pollo y la paloma]. La idea del muerto que trabaja (zombie) no prosperó en México, pero sí en el sur de América y las Antillas. Los oscurantismos indígena, español y africano, mezclados en el siglo XVII, constituyeron complejos mosaicos en el XVIII. Se guardaron, sin embargo, las distancias de clase y casta: los peninsulares y criollos se manifestaban reacios a la magia y aparecían como verdaderos cristianos, aunque en la intimidad de sus hogares manejaban laboratorios alquimistas, o sus altares estuvieran penetrados de significados mágicos (palmas [o yarey], agua y pan bendito, y flores de cempasúchitl para el culto a los muertos [y magueyes o tunas atravesadas por cuchillos o lanzas para el mal de ojo]). Los mestizos –las incipientes clases medias– practicaban formas de brujería sincretizada. Y los indios y negros conservaban sus religiones antiguas, consideradas diabólicas por los misioneros españoles. Estas diferencias se acentuaban en la aplicación de la medicina (advertencia de Aguirre Beltrán): los peninsulares conservaban sus tradiciones, que impusieron a los criollos; los mestizos y los indios usaban la medicina prehispánica, y los negros guardaban la suya, cien por ciento mágica. Los médicos españoles aportaron las técnicas de sangría, lavados intestinales y elíxires de plantas europeas; los indígenas, las propiciaciones, sahumerios, brebajes, ungüentos, ofrendas, conjuros, cortes de pelo, cataplasmas y magia homeopática; y los negros el llamado del alma, la búsqueda del espíritu que está enfermando, y el uso de restos humanos y de tierra de camposanto. Siglo XIX. Un criterio hermético, que forma parte de la mentalidad mágica, presidió la formación de las sociedades secretas, basadas en ideas esotéricas de la antigüedad, sobre todo del helenismo y en relación con el culto a Hermes [...] En el siglo XVIII proliferaron las agrupaciones herméticas, entre ellas los rosacruces y los masones o francmasones. Su principal acción consistió en enfrentarse a la Iglesia católica y a los poderes hereditarios. Se formaron con las nuevas clases burguesas y con aristócratas de segunda línea. Sus raíces mágicas se nutrieron en la alquimia, la gnosis, la numerología, la geometría, la Cábala y otros métodos de adivinación. En la segunda mitad del siglo XIX se desarrollaron el hipnotismo, la telepatía, nuevas formas de adivinación, amuletos y talismanes, y sobre todo el espiritismo [...] La clase media adoptó nuevas formas de adivinación: las cartas españolas; la lectura de los restos del café en las tazas; la quiromancia a la llegada de los gitanos españoles y de la Europa Oriental; la astrología y la formación de horóscopos, aunque en pequeña escala; las bolas de cristal, usadas por los profesionales; la grafología y la rabdomancia, o búsqueda de agua con una vara. Los sueños, los presentimientos, los muertos aparecidos y las voces siguieron siendo cuadros muy frecuentes. Por ello se acudía también a la magia costumbrista: limpias con hierbas [despojos] o con huevos, o forzar el amor y el odio con brebajes y objetos portables. La Iglesia disimulaba el carácter de los escapularios de tela como amuletos, lo mismo que las medallas con efigies de santos, y el agua bendita continuó con sus efectos apotropaicos y el pan y las palmas [o yareyes] siguieron como talismanes. Las masas populares, a su vez, conservaron sus formas de pensamiento sobrenatural. Siglo XX. Coincidiendo con una época de inseguridad, a los primeros 30 años corresponden los charlatanes, videntes, médicos mágicos, adivinos e iluminados [...] Hacia 1920 apareció en México el espiritualismo, que no concibe a las deidades ni a los santos en el cielo, sino alrededor de los hombres [...] Con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, las clases altas han adoptado de preferencia formas de magia oriental: el éxtasis, las filosofías yogas, los horóscopos hechos por astrólogos, la adivinación por el Tarot y el I Ching, la portación de fetiches y amuletos exóticos, y la consulta a grandes adivinos preparados en el esoterismo de la India y de Egipto. Muchos de estos practicantes han cambiado el cristianismo por el hinduismo y el budismo. Las drogas alucinantes no les son tampoco desconocidas. En virtud de las oportunidades de viajar, han abandonado casi definitivamente la tradicional magia popular mexicana y han buscado más amplias respuestas en el ocultismo extranjero. La clase media también ha incorporado a su mentalidad mágica nuevas técnicas: amuletos con signos del zodiaco, plantas para la buena suerte, cruces de Caravaca, el espiritismo, el espiritualismo, la lectura del iris del ojo, la tabla güija y los caracoles de la santería. La prensa, la radio y la televisión [así como Internet] le proporcionan a diario los horóscopos. El pueblo en general ha aumentado, asimismo, sus formas de protección mágica: los mercados expenden toda clase de remedios herbolarios, hasta dar la apariencia de producción industrial, por las preparaciones y el empaque [...] La superstición colonial sobrevive [...] Entre los grupos indígenas actuales son notables las supervivencias prehispánicas .... [...] Pobreza imaginativa, decía Unamuno, es aprenderse códigos de memoria [como hacen muchos religiosos con sus textos, con sus discursos, y no esa imaginación inconmensurable del mundo mágico-fantástico-maravilloso; pobreza imaginativa es la educación que se les da, en pleno siglo XXI y de “globalización competitiva” a la inmensa mayoría de los pueblos de América y del mundo, marcada por ese estúpido, arcaico, frustrante e inservible memorismo] [...] Para empezar, la sensación de lo maravilloso presupone una fe. Los que no creen en santos no pueden curarse con milagros de santos, ni los que no son Quijotes pueden meterse, en cuerpo, alma y bienes, en el mundo de Amadís de Gaula o Tirante el Blanco. Prodigiosamente fidedignas resultan ciertas frases de Rutilio en Los trabajos de Persiles y Segismunda, acerca de hombres transformados en lobos, porque en tiempo de Cervantes se creía en gentes aquejadas de manía lupina. Asimismo el viaje del personaje, desde Toscana a Noruega, sobre el manto de la bruja. Marco Polo admitía que ciertas aves volaran llevando elefantes entre las garras, y Lutero vio de frente al demonio a cuya cabeza arrojó un tintero. Víctor Hugo, tan explotado por los tenedores de libros de lo maravilloso, creía en aparecidos, porque estaba seguro de haber hablado, en Guernesey, con el fantasma de Leopoldina. A Van Gogh bastaba con tener fe en el Girasol, para fijar su revelación en una tela. De ahí que lo maravilloso invocado en el descreimiento –como hicieron los surrealistas durante tantos años– nunca fue sino una artimaña literaria, tan aburrida, al prolongarse, como cierta literatura onírica «arreglada», ciertos elogios de la locura, de los que estamos muy de vuelta. No por ello va a darse la razón, desde luego, a determinados partidarios de un regreso a lo real –término que cobra, entonces, un significado gregariamente político–, que no hacen sino sustituir los trucos del prestidigitador por los lugares comunes del literato «enrolado» o el escatológico regodeo de ciertos existencialistas [...] Esto se me hizo particularmente evidente durante mi permanencia en Haití, al hallarme en contacto cotidiano con algo que podríamos llamar lo real maravilloso. Pisaba yo una tierra donde millares de hombres ansiosos de libertad creyeron en los poderes licantrópicos de Mackandal, a punto de que esa fe colectiva produjera un milagro el día de su ejecución. Conocía ya la historia prodigiosa de Boukman, el iniciado jamaiquino. Había estado en la ciudadela La Ferrière, obra sin antecedentes arquitectónicos, únicamente anunciada por las Prisiones Imaginarias del Piranesi. Había respirado la atmósfera creada por Henri Christophe, monarca de increíbles empeños, mucho más sorprendente que todos los reyes crueles inventados por sus surrealistas, muy afectos a tiranías imaginarias, aunque no padecidas. A cada paso hallaba lo real maravilloso. Pero pensaba, además, que esa presencia y vigencia de lo real maravilloso no era privilegio único de Haití, sino patrimonio de la América entera, donde todavía no se terminado de establecer, por ejemplo, un recuento de cosmogonías. Lo real maravilloso se encuentra a cada paso en las vidas de hombres que inscribieron fechas en la historia del Continente y dejaron apellidos aún llevados: desde los buscadores de la Fuente de la Eterna Juventud, la área ciudad de Manoa, hasta ciertos rebeldes de la primera hora o ciertos héroes modernos de nuestras guerras de independencia de tan mitológica traza como la coronela Juana de Azurduy. Siempre me ha parecido significativo el hecho de que, en 1780, unos cuerdos españoles, salidos de Angostura, se lanzaran todavía a la busca de El Dorado, y que, en días de la Revolución Francesa –¡vivan la Razón y el Ser Supremo!–, el compostelano Francisco Menéndez anduviera por tierras de Patagonia buscando la Ciudad Encantada de los Césares. Enfocando otro aspecto de la cuestión, veríamos que, así como en Europa occidental el folklore danzario, por ejemplo, ha perdido todo carácter mágico o invocatorio, rara es la danza colectiva, en América, que no encierre un hondo sentido ritual, creándose en torno a él todo un proceso iniciado: tal los bailes de la santería cubana, o la prodigiosa versión negroide de la fiesta de Corpus, que aún puede verse en el pueblo de San Francisco de Yare, en Venezuela. Hay un momento, en el sexto canto de Maldoror, en que el héroe, perseguido por toda la policía del mundo, escapa a «un ejército de agentes y espías» adoptando el aspecto de animales diversos y haciendo uso de su don de transportarse instantáneamente a Pekín, Madrid o San Petersburgo. Esto es «literatura maravillosa» en pleno. Pero en América, donde no se ha escrito nada semejante, existió un Mackandal dotado de los mismos poderes de la fe de sus contemporáneos, y que alentó, con esa magia, una de las sublevaciones más dramáticas y extrañas de la Historia. Maldoror –lo confiesa el mismo Ducasse– no pasaba de ser un «poético Rocambole». De él sólo quedó una escuela literaria de vida efímera. De Mackandal el americano, en cambio, ha quedado toda una mitología, acompañada de himnos mágicos, conservados por todo un pueblo, que aún se cantan en las ceremonias del Vaudou. (Hay, por otra parte, una rara casualidad en el hecho de que Isidoro Ducasse, hombre que tuvo un excepcional instinto de lo fantástico-poético, hubiera nacido en América y se jactara tan enfáticamente, al final de uno de sus cantos, de ser «Le Montevidéen».) Y es que, por la virginidad del paisaje, por la formación, por la ontología, por la presencia fáustica del indio y el negro, por la Revolución que constituyó su reciente descubrimiento, por los fecundos mestizajes que propició, América está muy lejos de haber agotado su caudal de mitologías (Carpentier, 1949). Del inmenso y críptico mundo de las religiones, del ocultismo, no se sabe mucho, si tomamos en cuenta que los lenguajes religiosos son “verbales” y “no verbales”, y que ambos lenguajes están marcados por el tiempo, por la “historia selectiva”: [...] la historia la escriben siempre los vencedores. Cuando se produce un choque entre dos culturas, el perdedor es erradicado y el vencedor escribe [o pinta o dibuja] los libros de historia, libros que cantan las glorias de sus causas y denigran al enemigo conquistado. Como dijo Napoleón en cierta ocasión, «¿Qué es la historia sino una fábula consensuada?» [...] Dada su naturaleza misma, la historia es siempre un relato unilateral de los hechos [...] al final, escoger con qué lado de la historia nos quedamos se convierte en una cuestión de fe y de exploración personal, pero al menos la información ha sobrevivido (Brown, 2003: 317-318); y también están marcados por la “geografía”. En este sentido señalamos que lo verbal ha recibido amplia atención –pero por supuesto no la necesaria, no la adecuada– por parte de los investigadores de las diferentes disciplinas que se relacionan con las religiones, mientras que lo no verbal –signos, símbolos y en general variantes corporales del ámbito religioso, liturgia, protocolos, etiquetas–, en especial lo relacionado con los actos litúrgicos según los contextos en los que se producen, todavía sigue siendo, en la mayoría de los casos, tema de controversia, de investigación, de reflexión y hasta de tabú y secrecía (Gutiérrez y Arocena, 2007; Dumas, 2003; Escalera, 2005; Vera, 2007). En cualquier tipo de discurso es importante investigar no solamente “lo verbal” o “lo no verbal”, por separado, sino investigar ambas esferas en su correlación y, de ser posible, en los actos prácticos y verdaderos. ¿Por qué? Muy sencillo: porque, entre otras cosas, sabemos que hay grupos y personas en particular que pueden discursar durante horas, que pueden dar discursos verbo-corporales “bonitos” (?), pero atendiendo a las formas y no a los contenidos, es decir, hablar y gesticular mucho, pero no decir nada o muy poco, no decir nada "que realmente valga la pena y que no sea puro cantinfleo o floreo". Y esto es un gran problema en los discursos, en cualquier discurso en el mundo civilizado: [...] El mexicano no sólo no se abre; tampoco se derrama. A veces las formas nos ahogan [...] En cierto sentido la historia de México, como la de cada mexicano, consiste en una lucha entre las formas y las fórmulas en que se pretende encerrar a nuestro ser y las explosiones con que nuestra espontaneidad se venga. Pocas veces la forma ha sido una creación original, un equilibrio alcanzado no a expensas sino gracias a la expresión de nuestros instintos y quereres: Nuestra formas jurídicas y morales, por el contrario, mutilan con frecuencia a nuestro ser, nos impiden expresarnos y niegan satisfacción a nuestros apetitos vitales. La preferencia por la forma, inclusive vacía de contenido, se manifiesta a lo largo de la historia de nuestro arte, desde la época precortesiana hasta nuestros días (Paz, 2000: 36-37). Sabemos que para los pueblos, grupos e individuos creyentes, los dioses, el dios, un dios, la diosa, una diosa..., están siempre en todos los lugares, en dondequiera, en cada objeto e inclusive en cada animal o planta, de día y de noche, cada año, desde el nacimiento hasta la muerte del individuo e inclusive en el “más allá” o en los diferentes “más allá”. ¡Eso es tener fe!: los dioses que nos protegen siempre están a nuestro lado, o por lo menos eso creemos y esperamos, eso nos han dicho. Lo que sucede es que mientras nuestros buenos dioses y nuestras buenas diosas de devoción están en todos los lugares siempre, a nuestro lado, protegiéndonos, no pasa así con los buenos gobiernos, con los buenos hospitales, con los buenos médicos, con las buenas técnicas médicas y las buenas medicinas, con los buenos aparatos políticos, con los buenos ejércitos, con las buenas policías, con las buenas fronteras, con los buenos colegios o escuelas, con los buenos maestros, con los buenos programas y sistemas de alimentación, con las buenas regiones geográficas –en donde hay agua y buenos terrenos para sembradío y ganadería, y en donde no hay volcanes, ni terremotos, ni huracanes, ni inundaciones, ni maremotos...– y hasta con los “buenos delincuentes y ladrones” –considerando al delincuente o ladrón que roba ¡y hasta ahí!, y al delincuente o ladrón que roba, pero además tortura, mutila, viola, mata...–. Es decir, que no es lo mismo “creer”, “tener fe” y “pedir” a un dios o a una diosa o a los dioses en un país y una cultura que protege y respeta los más elementales derechos humanos, que “creer”, “tener fe” y “pedir” en un país y en una cultura en donde cada día ruegas por el privilegio de vivir un día más y no ser asaltado y matado por pandillas de delincuentes ubicados en todos y cada uno de los niveles y estratos sociales y político-gubernamentales, en donde pides para que tú o tu familia o tus seres queridos y amigos regresen “vivos” ese día al hogar. No en todos los lugares, claro está, se pide lo mismo. No pide lo mismo, por supuesto, un ciudadano suizo o noruego o neozelandés que un ciudadano haitiano o angolano o irakí o mexicano o colombiano... No pide lo mismo, por supuesto, un ciudadano parisino que un “ciudadano” (?) del pueblo de Metlatónoc, en Guerrero, México. Porque aquí unos piden “muchas y variadas cosas, incluyendo la salud...”, y otros piden exclusivamente “vivir”. ¡Esa es nuestra triste realidad! Los conflictos y desastres internacionales de todo tipo, pero principalmente políticos, bélicos, de coexistencia pacífica, equidad entre grupos y géneros, respeto a los derechos de las minorías raciales, principalmente de los indígenas y de los negros, de las mujeres y de los niños, etc., todo lo cual no es nada nuevo, sino que tiene sus causas históricas bien conocidas motivadas por problemas raciales, territoriales, ecosistémicos, sociológicos y religiosos, que se siguen produciendo en nuestros días, en este siglo siglo XXI, al nivel de los cinco continentes: África, América, Antártida, Eurasia y Oceanía, reafirman una triste verdad: ninguna religión del mundo tiene en la actualidad a un verdadero líder capaz de intervenir de manera “positiva”, “decisiva” y “radical” en la paz y el bienestar mundial, sino todo lo contrario, por lo menos a partir de la información que arrojan las reuniones y conferencias internacionales sobre religión: tal y como están las cosas en este sentido, y ya desde hace siglos, urge que pasemos de los “diálogos” a las “prácticas”: ¿qué es lo que se necesita para que esto pase?, ¿qué desaparezca la Humanidad? [...] En agosto de 2006 se ha celebrado la Octava Conferencia Mundial sobre la Religión y la Paz, en Japón, con la presencia de más de 2200 participantes y unas 800 “autoridades religiosas” (?). ¿¡Resultados concretos!? Claro, en las “actas escritas”..., como siempre y “¡para variar!”. ¿Cómo explicar que “nadie” previó e impidió los acontecimientos bélicos, bochornosos y fratricidas que se están produciendo justamente en estos días de julio-agosto entre, por ejemplo, Israel y Líbano...? ¡Ya la Humanidad civilizada está harta de “líderes inservibles”! Hace falta un nuevo tipo de líder... ¿Usted sabe cuál? ¿Es que acaso, por lo menos en Occidente, no podemos tener verdaderos líderes religiosos que “estén libres de pecados”, libres de “alguna mancha”? ¿Qué debe caracterizar a un verdadero líder religioso? Independientemente de lo que cada cual piense al respecto, se supone que, por lo menos y de partida, un verdadero líder religioso debe estar libre de ciertas “dudas”, libre de ciertas culpabilidades...; el verdadero líder religioso en lo absoluto debe apoyar o encubrir de ninguna manera los actos ilícitos, extremistas, desvergonzados e inmorales, en especial cuando estos actos son cometidos por reconocidos y comprobados delincuentes, abusadores sexuales y pederastas ( http://openlibrary.org/b/OL23531218M/Hacia-una-historiograf%C3%ADa-vergonzosa-de-las-grandes-%22fichas%22-de-la-podredumbre-social-y-moral-en-M%C3%A9xico:-Marcial-Maciel,-los-Legionarios-de-Cristo-y-sus-%22gatos%22,-c%C3%B3mplices,-%22fieles-devotos%22-y-encubridores. ) [...]

LIDERAZGO: Tenemos que diferenciar entre “jefe” y “líder”, de la misma manera que tenemos que diferenciar entre “mandador” y “dirigente”. El jefe “manda”, pero el líder “motiva”. En donde hay “jefes” se tiende a una estructura jerárquica de tipo militar: “yo mando, y tú cumples”. En donde hay “líderes” se tiende a una estructura tipo orquesta, armónica, con una “filosofía de vuelo de ganso”, en equipo: “yo doy el ejemplo, motivo, propongo, pero tú también” y “tú me sigues, pero yo también te puedo seguir, te oigo y reflexiono” (Borghino, 2007). Respecto de la diferenciación que hago en torno a “mandador” y “dirigente”, expongo aquí lo que aparece en mi libro El lenguaje corporal humano..., http://openlibrary.org/b/OL21783353M/El-lenguaje-corporal-humano.-Un-enfoque-imagol%C3%B3gico-en-base-a-criterios-verbales-y-no-verbales : ¿¡Credibilidad en la política de América!? ¡Pero ni de chiste! ¿¡Creer en “los que mandan” en América!? ¡Pero ni de chiste! (Imaz, 1964). ¿¡Creer en “eso” que llaman “democracia” (?) en América!? ¡Pero ni de chiste! (Meyer, 2007). Hace mucho tiempo ya que la mentira es componente idiosincrático de la historia político-gubernamental-administrativa en toda América, empezando por Estados Unidos –de la misma manera que, a su vez, la mentira es un rasgo bastante común, por el motivo que sea, de los latinoamericanos–. Aquí no me refiero exclusivamente a la mentira que se dice con las palabras, sino también a la mentira que se dice con los gestos, con gestos que desmienten lo que se dice con palabras (James, 2002: 72-73). Con frecuencia podemos detectar a través del rostro, de los gestos, de las muecas, las mentiras que se están pensando, que todavía no se han dicho, que se van a decir. Sucede a veces que los gestos que desmienten al discurso verbal son constantes, tanto en personas en particular como en grupos humanos en general, lo que quiere decir, entre otras cosas que tanto la persona como el grupo están afectadas por la inseguridad, por el temor, por la dismorfobia, por la baja autoestima y por otras patología y síndromes. Queda claro que no es normal que en un mundo civilizado, que en un mundo globalizado, una persona, grupo o pueblo constantemente esté reflejando una tal disociación entre discurso verbal y discurso corporal: palabras por un lado y gestos por otro lado; las palabras dicen una cosa y los gestos dicen otra... Entre palabras y gestos tiene que haber, en situaciones discursivas normales, una armonía discursiva, una congruencia. Si no es así, entonces algo anda mal [...] Insisto en que hay que diferenciar, en todos los ámbitos –la vida pública, la vida laboral o profesional y la vida íntima o familiar–, entre “los que mandan” y “los que dirigen”. En el mundo moderno, globalizado y civilizado “dirigir” implica conceptos desconocidos en la “historia occidental” de América. “Dirigir” implicaría muchas nociones e ideas afines que los pueblos atrasados, tercermundistas, analfabetos y analfabetos funcionales, reprimidos, inhibidos, tabuizados, dismorfóbicos, hipócritas, socioconfesionalmente fanáticos y altamente tóxicos desconocen. En América se ha mandado y se manda. Desgraciadamente, hasta el concepto de “mandar” en un supuesto mundo civilizado y globalizado está “chueco” –alterado, torcido, al revés, virado...–. Lo más triste de todo esto es que este matrimonio disfuncional, morboso, enfermizo, entre “mandadores” –mas no mandatarios, claro está– y “mandados” funciona como una maquinaria casi perfecta, más tarde o más temprano. De repente aparece un destello de luz que podría indicar un posible cambio; pero enseguida, y no tarde, los mismos “mandados” y por supuesto los “mandadores” se encargan de apagarlo. ¡Ésa, y no otra, ha sido y sigue siendo la verdadera realidad de América! ¿Qué usted ve esto de manera diferente? Bueno, en tal caso, o se cambia usted los ojos, o, tal vez, me los tenga que cambiar yo... ¿O el cerebro? ¿Pero es que acaso no es evidente la abismal diferencia entre la conducta verbo-corporal de los “mandadores” y de los “mandados”, por un lado, y la conducta verbo-corporal de los “dirigentes” y de los “dirigidos”, por otro lado? En muchas instituciones y empresas el estímulo directo pertinente que llega al colectivo de trabajadores para que mantengan su conducta positiva o modifiquen su conducta negativa no proviene del alto funcionario, del director, por muchas causas. Este estímulo puede venir de cualquier subalterno a través del llamado liderazgo lateral (Fisher y Sharp, 1999). Ya a finales de los años 40 el sicólogo Kurt Lewin había creado una clasificación de los estilos de liderazgo que inclusive hoy se emplea ampliamente en los textos de dirección de empresas. De manera general se pueden distinguir ocho tipos de líder: 1. Líder autocrático o autoritario: es aquél consciente de la necesidad de mantener las distancias entre él y sus seguidores para que se reconozca su autoridad. Espera que sus órdenes sean obedecidas. No ve la necesidad de consultar sino que considera como parte de su liderazgo tomar decisiones y asegurarse de que se realizan. Supervisará de cerca a sus seguidores para asegurarse de que cumplen las órdenes y considerará su deber censurar a quienes no las cumplan de forma efectiva. Un líder de tal tipo suele estar orientado hacia la tarea a realizar; más preocupado de que el trabajo se realice que de los sentimientos de los componentes del grupo. Este tipo de liderazgo puede producir seguidores que no trabajan a menos que estén supervisados férreamente, que no quieren o tienen miedo de presentar ideas, que llegan a estar resentidos por la falta de consulta, o que esperan instrucciones pasivamente en lugar de actuar por propia iniciativa. Cuando el líder está ausente el grupo es incapaz de funcionar efectivamente. 2. Líder democrático o corporativo: intentará crear el sentimiento de relación entre él y sus seguidores. Querrá que los seguidores participen en la toma de decisiones y discutirá los planes y buscará el acuerdo sobre ellos antes de que se hagan efectivos. Estos líderes están orientados a la moral, pues se preocupan de crear un buen espíritu de equipo, cooperación, solidaridad y cohesión dentro de su grupo y consideran que las tareas realizadas en tales condiciones se hacen de forma más efectiva y entusiasta. Con jefes de este tipo los trabajos pueden realizarse más despacio, pues se pasa tiempo en consultas y discusiones. Si el líder está ausente, el grupo es capaz de funcionar efectivamente y está preparado para hacer el trabajo bien sin necesidad de una supervisión constante y cercana. El grupo puede también encontrar placer en el trabajo, porque se siente personalmente implicado. 3. Líder burocrático: es el que obtiene su autoridad de “seguir las normas”. Los grupos que han de operar bajo esta forma de liderazgo se encontrarán cercados por restricciones y tendrán que prestar considerable atención a hacer las cosas de la forma “correcta”, más que de una forma nueva o de la forma más productiva. 4. Líder laissez-faire (política de no interferir o intervenir). No es tanto una forma de liderazgo como la ausencia de él. Un líder laissez-faire simplemente deja que las cosas sucedan; ni reúne al grupo para consultar ni impone su autoridad. Si el grupo sigue adelante y realiza las cosas, ¡estupendo! Si no es así, este tipo de líder es incapaz de impulsar a la acción y el grupo sentirá que no tiene jefe. Cuando esto ocurre, otros individuos dentro del grupo pueden asumir el papel de líder, y habrá tensiones generalizadas y luchas de poder dentro del grupo como consecuencia de la falta de liderazgo. También se ha llegado a hablar del 5. Líder oculto: aquél que no parece ejercer de líder o imponer sus puntos de vista, pero que es capaz de manipular al grupo para que haga lo que él quiere. 6. Líder personal: aquél que se apoya en la popularidad y simpatía de su personalidad para persuadir a los otros para que le sigan. 7. Líder de apoyo: aquél que está tan atento a las necesidades del personal de su grupo que éstos sienten que sería poco amable hacer otra cosa que no sea apoyarle a su vez. 8. Líder desvalido: aquél que apela al instinto protector del grupo y consigue las cosas porque el grupo no quiere verle metido en problemas. Al respecto pueden consultarse: K. Lewin (1948). Resolving social conflicts. EE. UU., Harper & Row; (1988). La teoría del campo en la ciencia social. Barcelona, PAIDÓS; C. Handy (1978). The gods of management. EE. UU., Souvenir Press; J. W. Pfeiffer y L. D. Goodstein (1984). The 1984 annual: developing human resources. EE. UU., University Associates Inc.

LUDOPATÍA. La ludopatía es una adicción, es un trastorno, es una enfermedad, es una patología, es un “juego psicopático y sociopático”. Es la necesidad de jugar, que no se controla, y en donde no se toman en cuenta las consecuencias sociales, familiares, maritales, afectivas, relacionales, laborales, etc., del acto incontrolable. Aunque la adicción incontrolable al juego ya se registra en el año 2000 a.C., en nuestros días la ludopatía tiene mayor vigencia debido a la creciente presencia de lugares destinados prácticamente de manera exclusiva al juego, a los juegos, y a los juegos en red o juegos electrónicos o juegos digitales o videojuegos, etc., que afectan tanto a chicos como a adultos. Las afectaciones ludopáticas, que obviamente presentan los conocidos trastornos disociales de la personalidad, están relacionadas con otras enfermedades o déficits. Todo parece indicar que una buena cantidad de ludópatas han carecido y carecen de la cobertura afectiva adecuada, algo trascendental para la “vida normal” (?) del ser humano socializado y civilizado. La ludopatía es un trastorno o enfermedad creciente, en especial considerando el auge de los videos juegos, y sus tan variados géneros, en el mundo entero y el ascenso de los videojuegos a la categoría de “competencias” y “olimpiadas” internacionales. Los videojuegos, que se registran ya a partir de 1947, serán, al parecer, deporte de exhibición en las olimpiadas de China 2008.

MÁSCARAS SOCIALES O ENMASCARAMIENTO O DISFRACES: En todas las sociedades existen las máscaras sociales; en unas más y en otras menos. En la inmensa mayoría de los contextos en los que nos comunicamos en este mundo moderno y globalizado tenemos que disfrazarnos –ponernos disfraces–, que enmascararnos –ponernos máscaras– (Fast, 1999; Goffman, 1981), que enfacharnos –ponernos fachas–, que encaretarnos –ponernos caretas– con “aquello que nos falta” –o quitarnos “aquello que nos sobra”– para ser potencialmente atractivos y aceptables para un grupo u otro, para una cultura u otra, para una raza u otra, para una persona u otra, para una empresa u otra, como también hacen otros animales... A veces también tenemos que ponernos disfraces, máscaras y caretas para que no reconozcan nuestra verdadera personalidad, para que no nos conozcan, para pasar inadvertidos o para dar una idea diferente de lo que en realidad somos y de lo que en realidad queremos o a lo que en realidad aspiramos, para evitar que se muestren nuestras verdaderas intenciones. Y de los que estamos plenamente seguros es de que, como dijo Mark Twain, “Todo hombre tiene una cara oscura que a nadie enseña”, hasta que se la descubren... Nos disfrazamos o encaretamos con trajes, con maquillajes, con apariencias físicas, con protocolos, con etiquetas o marcas, con gestos, con muecas, con ciertas reglas de demostración y con nombres y apellidos. Así, por ejemplo, cuando nuestro nombre o nuestro apellido no nos gustan, no nos convienen o no nos sirven para determinados fines, los cambiamos por otros, por seudónimos (Ruiz, 1985), algo que es muy común en el mundo artístico, en el mundo literario, en el mundo radiofónico, en el mundo cinematográfico, en el mundo televisivo. Recordemos, a modo de ejemplo, que en América Latina, de la misma manera que en muchos otros lugares del mundo, los miembros de la pareja deben “caer bien” a las respectivas familias. Los esposos no solamente se casan “entre ellos”, sino también con las respectivas familias. Lo que obviamente tiene sus ventajas, principalmente en situaciones de necesidad económica, problemas de salud y ayuda en la atención a los niños, en donde generalmente son los abuelos los que dan el paso al frente; pero también sus enormes desventajas: conflictos familiares, desacuerdos familiares. No por casualidad existe el dicho popular: ¡de la familia y el sol, mientras más lejos mejor! Los gobiernos, los estados, los ministerios, las asociaciones, las empresas, las instituciones, las religiones, las escuelas, las instituciones educativas..., también se enmascaran, con lenguajes verbales y con lenguajes no verbales, con signos y símbolos, es decir con lo que dicen, con lo que profesan, con lo que hacen, con lo que portan, con lo que muestran, con cosas tangibles y con cosas intangibles, buscando aparentar lo que no son, y evitar así rechazos, represiones, represalias, sanciones y hostigamientos (Ruano, 2001; Ruano y Rendón, 2006; Ruano y Rendón, 2007). ¿Qué hace, por ejemplo, una tienda, un mercado, un negocio, cuando maquila, cuando compra, cuando importa, mercancía de otros países, producidas por extranjeros, y le pone la marca de su país, de su línea, etc.? ¡Enmascararse! ¿Qué hace una persona cuando regala un producto de una tienda común, de un mercado común, de un tianguis, de un timbiriche, y lo envuelve o pone en una caja o bolsa de producto de marca? ¡Está enmascarando, está encaretando ese producto! ¡Cuidado con actos de este tipo! En ese mismo momento usted estará enmascarando la mercancía, estará enmascarando el producto; pero, sin duda alguna, usted se estará poniendo la marca inconfundible del naco, del cheo, del rústico, del mentiroso, del dismorfóbico. ¡Aguas! Decíamos que los humanos, en especial los humanos de las áreas modernas, civilizadas, llenas de protocolos y etiquetas, teníamos que disfrazarnos, que enmascararnos, constantemente, para lograr a través de las apariencias el equilibrio social y espiritual deseado, anhelado, y necesitado. ¡Y qué bueno que esto es así!; lo contrario sería un gran problema, porque los choques sociales, los enfrentamientos sociales, las rupturas sociales serían muchas y constantes: “Esta actitud de total desprecio de los elementos corrientes de enmascaramiento como los vestidos, el abandono del cuidado y la apariencia personal, [el uso de protocolos y etiquetas, a veces vetustos y un poco “estirados” o “abitongados”, anacrónicos] es a menudo una de las más evidentes señales de que se acerca una conducta psicótica” (Fast, 1999: 62). ¡Por eso unos tenemos que disfrazarnos de una cosa y otros de otra! Pero no olvidemos que una cosa es “el disfraz”, “la máscara”, “la careta”, y otra cosa es la realidad... ¡Cuidado, la máscara puede caer en cualquier momento y aparecer el verdadero rostro, la verdadera conducta! Casi siempre esa máscara desaparece cuando hay festejos o reuniones en las que se come y se bebe, en los festejos que duran bastante tiempo. Cuando las personas comen y beben todo aparece, ése es un momento importantísimo en el que afloran las verdaderas identidades, en todos los sentidos. Y siempre comemos y bebemos: en la vida pública, en el trabajo y en la familia o intimidad. El uso de las máscaras para ocultar el verdadero rostro data de cientos de miles de años: La ocultación del rostro con una máscara, generalmente con forma monstruosa, constituía un recurso mediante el cual las culturas primitivas ahuyentaban mágicamente a los enemigos y se apropiaban así de las fuerzas de los animales o personas a que hacían alusión. No debemos pensar que este significado es sólo simbólico. Aún hoy en día algunos pueblos del Índico (con desarrollos culturales semejantes a los del Paleolítico y que habitan territorios aislados de la influencia de las grandes civilizaciones de su entorno) basan su fuerza militar en este tipo de estratagemas. Pero con el desarrollo de las grandes sociedades, el sentido de las máscaras quedó ya relegado a aspectos meramente simbólicos. En Oriente, por ejemplo, se emplearon frecuentemente con fines funerarios, pretendiendo mantener el rostro del difunto tras la muerte para que en la reencarnación siguiese ese modelo. En la cultura grecorromana fueron un recurso constante en las presentaciones teatrales, ya fueran cómicas o dramáticas. Pese a ello, no debemos interpretarlas como algo frívolo o meramente decorativo, sino que con ellas se pretendió capturar realidades y sensibilidades metafísicas. El uso actual de las máscaras, sobre todo en los carnavales, viene a simbolizar una pérdida de la propia identidad para pasar a convertirse, durante unos momentos, en otra persona o ser, escapando así de la monotonía en un ambiente de fiesta y alegría, y participando también en la pervivencia de antiguos ritos de inversión de las relaciones sociales (Serrano y Pascual, 2003:207-208). En nuestros días, al nivel social, ya sea en el ámbito público o en el ámbito laboral o en el ámbito íntimo, el uso de las máscaras tiene ventajas; pero también desventajas. Con las máscaras –y concretamente con las máscaras que exigen los grupos sociales en particular, según los tiempos, las migraciones, las razas, los imagotipos, las modas, la vida pública, la vida laboral y la vida familiar, etc.– podemos dar la impresión deseada, podemos “dar el gatazo”, podemos pasar por ser “el otro”, “un otro cualquiera”, “un otro deseado y necesario”, a veces “un otro” imprescindible y vital, como sucede en situaciones de guerras, de persecuciones y de conflictos, cuestión de “apariencias”: CÉSAR. –Todo el mundo aquí vive de apariencias, de gestos. Yo he dicho que soy el otro César Rubio... ¿a quién perjudica eso? Mira a los que llevan águila de general sin haber peleado en una batalla; a los que se dicen amigos del pueblo y lo roban; a los demagogos que agitan a los obreros y los llaman camaradas sin haber trabajado en su vida con sus manos; a los profesores que no saben enseñar, a los estudiantes que no estudian. Mira a Navarro, el precandidato... yo sé que no es más que un bandido, y de eso sí tengo pruebas, y lo tienen por un héroe, un gran hombre nacional. Y ellos sí hacen daño y viven de su mentira. Yo soy mejor que muchos de ellos. ¿Por qué no...? CÉSAR. –[...] Pero ¿quién eres tú? ¿Quién es cada uno en México? Dondequiera encuentras impostores, impersonadores, simuladores; asesinos disfrazados de héroes, burgueses disfrazados de líderes; ladrones disfrazados de diputados, ministros disfrazados de sabios, caciques disfrazados de demócratas, charlatanes disfrazados de licenciados, demagogos disfrazados de hombres. ¿Quién les pide cuentas? Todos son unos gesticuladores hipócritas. NAVARRO. –Ninguno ha robado, como tú, personalidad de otro. CÉSAR. –¿No? Todos usan ideas que no son suyas; todos son como las botellas que se usan en el teatro: con etiqueta de coñac, y rellenas de limonada; otros son rábanos o guayabas: un color por fuera y otro por dentro. Es una cosa del país. Está en toda la historia, que tú no conoces [...] MIGUEL. –¿No te das cuenta de que quiero la verdad para vivir; de que tengo hambre y sed de verdad, de que no puedo respirar ya en esta atmósfera de mentira? MIGUEL. – [...] Si yo tuviera un hijo le daría la verdad como leche, como aire (Usigli, 2002). Pero también las máscaras tienen sus efectos social y sicológico contraproducentes; con la máscara se deja de ser “el yo”, “un yo”, para ser “el otro”, “un otro”. ¿Acaso un individuo y una sociedad que viven utilizando máscaras constantemente pueden desarrollarse, pueden crecer, pueden evolucionar, de manera sana? Claro que no. En estos casos sólo puede haber individuos de ficción, sociedades de ficción, regidas y controladas por la ficción, por la artificialidad, por la irrealidad, por las ilusiones, por el engaño, por la mentira, por la banalidad, por la envidia, por el rencor, por el odio... ¡Y por eso morimos de desengaño! Las máscaras son múltiples y las personas tienen que enmascararse a veces de manera obligatoria. El enmascaramiento permite “disimular” y “simular”: [...] disimular es hacer creer que no se tiene eso que sí se posee, o fingir que no se es lo que en realidad sí forma parte sustancial del sujeto; y [...] simular es dar a entender que se tiene eso de lo que se carece .... Entonces ¿quién, por el motivo que sea, no ha disimulado o simulado alguna vez en su vida? Entonces, por ende, ¿quién no se ha enmascarado alguna vez en su vida? El problema no es haberlo hecho “una vez en la vida”. El problema radica en cuando tenemos que vivir disimulando o simulando “toda la vida” y la trascendencia de esa “disimulación” y “simulación”. ¡Terrible problema éste! En muchos lugares, el enmascaramiento forma parte de los hábitos sociales cotidianos, de los protocolos cotidianos, de las organizaciones familiares, y ciertas violaciones a estos enmascaramientos tienen castigos severos, inclusive la muerte (Freud, 1981). De tal manera: ¡Los feos tenemos que disfrazarnos de lindos...! ¡Los viejos, de jóvenes! ¡Y los de unos colores, de otros colores! ¡Los brutos, de inteligentes! ¡Y los lindos tenemos que disfrazarnos, además, de inteligentes...! ¡Y los lindos e inteligentes tenemos que disfrazarnos de potentes sexuales y cachondos, de “mataores”...! ¡Y los maleducados o rústicos tenemos que disfrazarnos de educados y finos...! ¡Y los “chistositos” o “sangrones” o “plomitos”, de acomedidos, comedidos o correctos! ¡El desagradable, de agradable! ¡Y los nacos o cheos tenemos que disfrazarnos de fresas y bitongos! ¡Y los pobres, de ricos! ¡Y los sucios y mugrosos tenemos que disfrazarnos de limpios y aseados! ¡Y los cuatreros, gandayas y ladrones tenemos que disfrazarnos de honestos! ¡Y los inmorales tenemos que disfrazarnos de morales! ¡Y los gatos, lambiscones, guatacas o tracatanes, de serviciales y correctos trabajadores, de trabajadores con perfecto desempeño! ¡Y los ateos, de creyentes; y los creyentes, de ateos; y los creyentes de unas religiones, en creyentes de otras religiones! ¡Y los curas pederastas y abusadores sexuales se disfrazan de “santos e inmaculados padres”!..., según los tiempos, los contextos, las situaciones, etc. Todo esto, claro está, aparece condicionado por las exigencias de los grupos imperantes, de la sociedad en el poder, y de quien, consciente o inconscientemente, crea en el “disfraz”, en la “disimulación”, en la “simulación”. ¿Y los masoquistas, los sádicos y los pederastas, de qué se disfrazan? ¡Mire nada más a su alrededor, recuerde los acontecimientos actuales, difundidos ampliamente por la radio, la televisión, Internet, los periódicos, las revistas...! ¿Ya vio? ¡Así es...! Entonces usted ya sabe perfectamente cuál es el disfraz de estos “simbólicos personajes”. Queda claro que las mejores (?) mascaradas, a nivel internacional y concretamente en América, se producen en las esferas de la política y la religión, por separado, y en la interrelación política-religión, o, lo que es lo mismo, interrelación estado-iglesia (Antaki, 1997:125-134), incluyendo aquí, por supuesto, la reconocida y tradicional “relación a discreción” y “relación abierta” ejército-iglesia-religión (Goldhagen , 2003; Carrasco, 2007; Vera, 2007) y dictadura-iglesia-religión (Huxley, 1945): "Los políticos totalitarios exigen obediencia y conformidad en todas las esferas de la vida, incluso, por supuesto, la religiosa. Su propósito es utilizar la religión como instrumento de consolidación social, como una contribución a la mayor eficiencia militar del país. Por este motivo, la única clase de religión que fomentan es estrictamente antropocéntrica, excluyente y nacionalista." Las máscaras han sido y siguen siendo muy empleadas en las migraciones. Los individuos que migran, generalmente tienen que emplear máscaras para reajustarse a las nuevas condiciones de vida: máscaras físicas, máscaras sociales, máscaras protocolares, máscaras religiosas, máscaras sexuales... Se puede ser “uno mismo” pero aparentando “ser otro”: Para la recluta de estos hombres de España [se refiere a los hombres que se reclutaban en España para la Conquista en América, para poblar América] se había acudido a todo tipo de ardid propagandístico. Se sabe que cuando Rodrigo de Bastidas [sevillano, corrupto, muerto en Santiago de Cuba en 1527] regresó a España, los reyes dispusieron que por las villas y ciudades que transitase en su camino rumbo a la corte mostrara el oro y las riquezas traídas de la Indias. Se conoce también de los grandes incentivos que brindaron los reyes en la primera etapa conquistadora/colonizadora, que incluyó tierras, soldadas especiales, la quinta parte y después la tercera parte del oro que encontrasen. Inclusive se permitió que los homicidas pasasen a América a cumplir penas de destierro y en 1511 se abrió la puerta a hijos de quemados [es decir de negros de España; no es lo mismo ser un “negro de África” que ser un “negro de España”], con la única restricción de que no desempeñasen en las Indias oficios públicos. Estas pragmáticas atrajeron hacia la empresa conquistadora hombres de las más diversas escalas sociales, pero todos con la misma ansia de triunfo y una disposición a hacer lo posible, o imposible, para lograrlo [...] Quienes sí se quedan [se refiere a los conquistadores que venían de Europa a América] son los pocos que por su edad, condiciones físicas u otras razones personalísimas deciden permanecer en la villa: a ellos se une gente marginal y dispersa, marinos desertores, condenados que huyen de España, Canarias u otros lugares de las propias Indias, judíos que ponen mar por medio a la persecución religiosa y, en fin, todos aquellos que decidieron ser ellos mismos, aparentando ser otros. Así, en sus inicios la sociedad blanca habanera y, en cierta forma, la de las otras villas, fue una sociedad residual: la sociedad de los que se quedaron ... [...] Pero ningún cubano, de la misma manera que ningún latinoamericano e inclusive un norteamericano, estadounidense o canadiense, te dirá esta verdad. Todo el mundo en América, salvo algún “disfuncional”, te dice que su ascendencia es “noble”, “blanca”, y “pura”. Es decir, que así las cosas, todos los americanos “blancos”, por supuesto, somos descendientes de nobles, blancos y ricos europeos. Aquí en América nadie, ningún “blanco”, es descendiente de “pobres emigrantes”, de “bandidos”, de “judíos y árabes” –altamente segregados en España– que huían de la Inquisición, y de “quemados”, es decir de prietos o negros que vivían en la península Ibérica, en España. La realidad, como ya hemos visto, es otra (Moreno, 1996:52-59). En las negociaciones las máscaras desempeñan un papel fundamental: Máscara o espontaneidad. Para los clásicos, el negociador debe llevar una máscara. Nada de emociones, nada de expresiones, nada que muestre la turbación o la incertidumbre interior. Siguiendo esta forma de pensar, el general Charles de Gaulle afirmaba al recordar sus alocuciones televisivas: «La sobriedad de la actitud acentúa el relieve del discurso». Cada palabra se enriquece entonces con el contraste que logra con respecto a la naturalidad de la expresión, mientras que la acción del «control de sí mismo» actúa en sentido inverso: la sobriedad del gesto supone casi naturalmente una moderación del lenguaje y una economía de palabras, de metáforas, etc. Los modernos, por su parte, prefieren la espontaneidad. Desgraciadamente, no resulta fácil quedarse impasible, sobre todo si el acompañante se esfuerza por hacerle salir de sus casillas. Por otra parte, y esta es la objeción más seria, la «máscara» limita en gran manera el poder de comunicación del cuerpo, incluso las propias facultades intelectuales, puesto que exige una atención constante dirigida hacia uno mismo. ¿Cómo mantener la máscara en el rostro en un consejo de administración, en el que se afrontan diversos proyectos divergentes, en medio de exclamaciones, elevaciones de tono, de propuestas contradictorias? La evolución de las relaciones humanas, que se hacen cada vez más directas y funcionales, ha llevado a los negociadores a la adopción de un comportamiento más espontáneo, más natural, en donde los gestos y las actitudes toman sin esfuerzo el relevo de las palabras y viceversa. Es evidente que expresa uno con mayor elegancia y convicción aquello que piensa; desligados de cualquier prejuicio, de todo cálculo, podemos dedicarnos por entero a la labor de la persuasión. Toda la fuerza empleada en dominar las propias reacciones puede ser puesta al servicio de la expresión, al igual que un actor que conozca perfectamente su libreto –Y. Bourdoiseau; R. Carton; J. P. Friedman; Y. Furet; F. M. Gauquelin; M. Grenouilloux; G. Grzybowski; J. Martinon; S. Peltant; J. P. Saidah; J. M. Villette; M. Zacharia y otros (1982). Saber expresarse. España, Everest, 454-455–. Las instituciones, organizaciones, empresas, transnacionales, bancos, negocios, gobiernos, estados, ministerios, religiones, universidades, escuelas, medios de comunicación: televisoras, radioemisoras, editoriales, periódicos, revistas, etc., también se disfrazan, se enmascaran, se enfachan, al emplear países, ciudades, zonas, colonias o repartos, locales, estructuras arquitectónicas, amueblados, ambientaciones, decoraciones, sonidos, músicas, nombres, imágenes, personalidades, dioses y diosas y vírgenes y religiones, colores, signos, banderas, escudos, consignas, ideales, programas, lemas, títulos, temas de análisis y debate, etc., atrayentes, llamativos, interesantes, gratos, de caché, de élite, históricos, modernos, de moda, supuestamente actualizados, sagrados, estimulantes, álgidos, conflictivos, etc., con el objetivo de dar una buena impresión y así lograr sus metas, buenas o malas. De esta manera, por ejemplo, muchas organizaciones se enmascaran con “organismos de fachada” o pseudoorganismos, para desviar la atención, para no llamar la atención, para vivir en la clandestinidad, sin controles, en las sombras (Delgado, 2005). También podemos enmascararnos con los “prestanombres”, y así adquirir, generalmente mediante negocios turbios y vías ilícitas, es decir ilegalmente, cuantiosos bienes y ganancias, que con frecuencia pertenecen a la comunidad, al erario público, al estado, etc. Esta actividad de “prestanombres” es tan frecuente en América Latina, y la practican tan abierta y descaradamente en las altas esferas sociales y gubernamentales, que ya es parte de nuestra vida diaria y “normal”, ¡y aquí no ha pasado nada!; bueno..., hasta ahora...

MENTIRA Y MENTIROSOS: Para tratar a la “mentira” como un fenómeno comunicativo verbo-corporal –se dice mentiras con el lenguaje verbal y con el lenguaje corporal, con las palabras y con los gestos– generalizado y de alto impacto, lo primero que hice –como filólogo e imagólogo con más de treinta años en esta actividad– fue considerar las características socio-culturales y socio-lingüísticas del grupo que miente. En este caso, que estamos hablando de América, lo primero que salta a la vista de cualquiera es la variedad del continente: economías, políticas, tradiciones, folclores, gastronomías, lenguas, dialectos, razas, protocolos, etiquetas, sociologías, psicologías..., se mezclan en un arco iris de mil colores, en donde, en una buena cantidad de casos, esos colores son, “más que claros”, “muy obscuros”. ¡Eso se da por entendido! ¿Acabará algún día este teatrucho pesadillesco de comedias de mala muerte, sainetes de mal gusto y grotescos criollos en América...? Así como vamos... ¡nunca! El hombre americano tiene, en promedio y por encima de todas sus diferencias, como denominador común a la religión judeo-cristiana –además de las archiconocidas y archipracticadas, en todas las épocas y en todas las esferas sociales, santerías amerindias y africanas–, en situación de sincretismo religioso, claro está, como sincrético también es el mismo Cristianismo, el mismo Catolicismo, si tomamos en cuenta que el Cristianismo nació en Israel, que Jesús era judío, y que Israel está en Asia, por lo que Jesús, entonces, es de origen asiático [...] Las traducciones y las interpretaciones de los discursos, de los textos, religiosos, de la misma manera que las traducciones y las interpretaciones de los discursos, de los textos, artísticos, filosóficos, humanísticos, políticos e históricos, siempre han estado rodeadas por “las sombras de la traición” ( http://openlibrary.org/b/OL23576608M/La-traducci%C3%B3n-y-la-interpretaci%C3%B3n-de-la-Biblia.-Una-disquisici%C3%B3n-filol%C3%B3gico-ling%C3%BC%C3%ADstica ; Frost, 1992; Kundera, 1994) y las “reformulaciones de las mentiras”, en todos los sentidos, de esas mentiras que están presentes desde el inicio en esos discursos (Rodríguez, 1997), antes de ser traducidos e interpretados, en sus lenguas y dialectos originales, en sus lenguas y dialectos de partida [...] La “mentira”, y sus implicaciones, se recoge en la Biblia con mucha frecuencia: 7 Huye de la mentira. No harás morir al inocente y al justo; porque yo aborrezco al impío (Éxodo, 23). 11 No hurtaréis. No mentiréis, y ninguno engañará a su prójimo (Levítico, 19). 3 que mientras haya aliento en mí, y me conserve Dios la respiración, 4 no han de pronunciar mis labios cosa injusta, ni saldrá de mi boca dolo ni mentira (Job, 27). 7 Tú aborrecerás a todos los que obran la iniquidad: tú perderás a todos aquellos que hablan mentira. Al hombre sanguinario y fraudulento, el Señor lo abominará (Salmos, 5). 16 Seis son las cosas que abomina el Señor, y otra además le es detestable. 17 Los ojos altaneros, la lengua mentirosa, las manos que derraman la sangre inocente, 18 el corazón que maquina perversos designios, los pies ligeros para correr al mal, 19 el testigo falso que forja embustes, y el que siembra discordias entre hermanos (Proverbios, 6). 4 La mano desidiosa produce la mendicidad; pero la mano activa acumula riquezas. Quien se apoya en mentiras, ese tal se alimenta de viento, y corre neciamente tras las aves que vuelan (Proverbios, 10). 22 Abomina el Señor los labios mentirosos; los que obran fielmente, esos le son gratos (Proverbios, 22). 5 Detesta el justo la mentira o calumnia; mas el impío, que infama, será infamado (Proverbios, 13). 5 No quedará impune el testigo falso, y no escapará del castigo quien habla la mentira (Proverbios, 19). 9 El testigo falso no quedará sin castigo, y perecerá el que habla la mentira (Proverbios, 19). 17 A primera vista grato es al hombre el pan de mentira; mas hincando el diente, se llena la boca de arena, o de chinitas (Proverbios, 20). 6 Quien allega tesoros a fuerza de mentir con su lengua, es un tonto e insensato, y caerá en los lazos de la muerte (Proverbios, 21). 7 Dos cosas te he pedido, oh Señor; no me las niegues en lo que me resta de vida. 8 Aleja de mí la vanidad y las palabras mentirosas. No me des ni pobreza ni riquezas; dame solamente lo necesario para vivir; 9 no sea que viéndome sobrado, me vea tentado a renegar de ti, y diga lleno de arrogancia; ¿Quién es el Señor? o bien que, acosado de la necesidad, me ponga a robar, y a perjurar el Nombre de mi Dios (Proverbios, 30). 11 Guardaos pues la murmuración, la cual de nada aprovecha, o daña mucho, y refrenad la lengua de toda detracción; porque ni una palabra dicha a escondidas se irá por el aire; y la boca mentirosa da muerte al alma (Sabiduría, 1). 13 No inventes mentiras contra tu hermano; ni lo hagas tampoco contra tu amigo. 14 Guárdate de proferir mentira alguna; porque el acostumbrarse a eso es muy malo (Eclesiástico, 7). 26 Es una tacha infame la mentira en el hombre; ella está de continuo en la boca de los mal criados. 27 Menos malo es el ladrón, que el hombre que miente a todas horas; bien que ambos a dos tendrán por herencia la perdición. 28 Deshonradas y viles son las costumbres de los mentirosos; siempre llevan consigo su propia confusión (Eclesiástico, 20). 44 Vosotros sois hijos del diablo, y así queréis satisfacer los deseos de vuestro padre: él fue homicida desde el principio, y creado justo no permaneció en la verdad; y así no hay verdad en él; cuando dice mentira, habla como quien es, por ser de suyo mentiroso, y padre de la mentira (San Juan, 8). En esta siguiente parte aparece el castigo que les espera a “las parejas que mienten de mutuo acuerdo”. En América, como muestran las informaciones diarias en todo tipo de medio masivo de comunicación, es común que “ciertas parejas” con poder, que algunas parejas presidenciales, mientan en total acuerdo, ¡pero en grande! También se debe considerar aquí a los efectos del castigo al “pareja”, es decir a los policías y vigilantes del tráfico vial extorsionadores que piden “la mordida”. Hablando de “parejas”, tal y como están las cosas y a partir de los tremendos escándalos de homsexualidad y pederastia en la Iglesia católica, también hablaríamos de las “parejitas” sexuales, reconocidas y secretas, entre los sacerdotes. Bueno, en este caso, parece que a estos pecadores les espera una muerte repentina, por mentirosos, más no por parejas: 1 Un hombre llamado Ananías, con su mujer Safira, vendió también un campo. 2 Y, de acuerdo con ella, retuvo parte del precio; y trayendo el resto, lo puso a los pies de los Apóstoles. 3 Mas Pedro le dijo: Ananías, ¿cómo ha tentado Satanás tu corazón, para que mintieses al Espíritu Santo, reteniendo parte del precio de ese campo? 4 ¿Quién te quitaba el conservarlo? Y aunque lo hubieses vendido, ¿no estaba su precio a tu disposición? ¿Pues a qué fin has urdido en tu corazón esta trampa? No mentiste a hombres, sino a Dios. 5 Al oír Ananías estas palabras, cayó en tierra y expiró. Con lo cual todos los que tal suceso supieron, quedaron en gran manera atemorizados. 6 En la hora misma vinieron unos mozos, y lo sacaron y llevaron a enterrar. 7 No bien pasaron tres horas, cuando su mujer entró, ignorante de lo acaecido. 8 Le dijo Pedro: Dime, mujer, ¿es así que vendisteis el campo por tanto? Sí, respondió ella, por eso precio lo vendimos. Entonces Pedro le dijo: ¿Por qué os habéis concertado para tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los que enterraron a tu marido; y ellos mismos te llevarán a enterrar. 10 Al momento cayó a sus pies, y expiró. Entrando luego los mozos, la encontraron muerta, y sacándola, la enterraron al lado de su marido. 11 Lo que causó gran temor en toda la Iglesia, y en todos los que tal suceso oyeron (Hechos e los Apóstoles, 5). 9 No mintáis los unos a los otros, en suma, desnudaos del hombre viejo con sus acciones, 10 y vestíos del nuevo, de aquél que por el conocimiento de la fe se renueva según la imagen del Señor que lo creó (Colonenses, 3). 14 Mas si tenéis un celo amargo, y el espíritu de discordia en vuestros corazones; no hay para qué gloriaros, y levantar mentiras contra la verdad (Santiago, 3). 21 No os he escrito como a ignorantes de la verdad, sino como a los que la conocen y la saben: porque ninguna mentira procede de la verdad que es Jesucristo (San Juan, 2) [...] A todos los niños les gusta inventar historias, imaginar lo que no existe. Los más pequeños no son aún capaces de distinguir lo real de lo imaginario. En vez de llamarles mentirosos, es más útil ayudarles a que hagan esta distinción. Respondiendo, por ejemplo, a un niño que dice haber tenido «un elefante vivo para reyes»: «Te gustaría haberlo tenido». En los niños más mayorcitos, a veces la mentira es provocada por los padres, que no admiten la verdad o que la reciben mal. Castigan al niño que confiesa no querer a su hermano, mientras que le premian, le abrazan y le felicitan cuando dice, falsamente, que le quiere (Bourdoiseau y otros, 1982:530-531). A veces sucede que el niño mentiroso es nada más y nada menos que, ¡oh, sorpresa!, la copia exacta de un padre mentiroso o de una madre mentirosa, que a su vez son la más real expresión sociolingüística de una sociedad mentirosa, de una cultura mentirosa, de una élite mentirosa, de un país mentiroso, de un continente mentiroso ( http://openlibrary.org/b/OL22647949M/Parafernalia-de-la-mentira-en-Am%C3%A9rica; Sefchovich, 2008). Pero imaginemos en lo que se transformará un niño que es hijo de un papá y de una mamá, los dos, mentirosos. ¡Pobres niños! Y pobres parejas de esos futuros adultos mentirosos, y pobre familia de ese mentiroso adulto. ¡Toda una pesadilla!, aparte de la pena pública, del bochorno público, cada vez que esa madre mentirosa o ese padre mentiroso abre la boca y gesticula. Es triste ver –y esto sucede con bastante frecuencia– los apuros, las penas, los miedos, que afloran en niños con padres mentirosos. Obviamente, tenemos que imaginar que esos padres mentirosos fueron, con mucha probabilidad, a su vez, hijos de otros padres mentirosos. ¡La mentira se hereda, como mal congénito, como enfermedad infecciosa! ¡La mentira contamina, se pega, como la gripe, como el sarampión, como la viruela...! ¿Se imaginan si estos niños mentirosos ya adultos llegan a ser políticos, presidentes de un país, dirigentes sindicales, maestros, historiadores, abogados, periodistas o conductores de programas importantes y ampliamente difundidos, primeras damas, primeros caballeros, funcionarios y directivos de grandes empresas transnacionales y nacionales, papas, cardenales, secretarios de la ONU, de la OEA, de la Comunidad Europea, agentes de tránsito, judiciales, médicos, farmaceutas, psicólogos, psiquiatras, vendedores de seguros médicos, administradores de condominios, encuestadores, santeros, traductores, intérpretes y exégetas de textos sagrados, de biblias, asesores de imagen pública...? En tales casos, como ha mostrado y muestra la realidad, estamos perdidos. ¿¡Pero cómo creerles...!? ¡Ni locos que estemos! ¿Y cuál es el remedio contra la mentira? Muy sencillo: buenas dosis de sinceridad, de respeto, de civilidad, de urbanidad. La pobreza y la carencia o desposeción de ciertos bienes, valores y atributos que se consideran como importantes según los contextos sociales y económicos, según las épocas y las modas, estimulan la aparición de la mentira. La mentira puede aparecer, y de hecho aparece, con mucha frecuencia entre pobres y ricos, entre desposeídos y poseedores, entre descastados –que no pertenece a una casta o grupo– y castados –que pertenecen a una casta o grupo–, entre los menos... y los más..., entre subalternos y jefes, entre infieles y fieles, entre individuos sin signos de pertenencia e individuos con signos de pertenencia, entre incivilizados y civilizados, entre deshonestos y honestos, entre inmorales y morales, entre temerosos y seguros, entre cobardes y valientes, entre individuos con peores índices de desarrollo humano e individuos con mejores índices de desarrollo humano, entre tercermundistas y primermundistas..., es decir, ¡siempre que hay una gran diferencia, una gran desventaja! (Ruano y Rendón, 2006) [...] No haga de la “mentira” una característica de su personalidad. “Más rápido se atrapa a un mentiroso que a un cojo”. Recuerde que los mentirosos se clasifican en 4 grandes tipos: 1. Mentiroso ocasional. Miente de vez en cuando para evitar situaciones desagradables o porque no quiere reconocer que se ha equivocado; 2. Mentiroso habitual. Miente con mucha frecuencia. Debido a que tiene práctica en el mentir, casi no se le pueden notar sus mentiras ni a través de sus palabras, ni de su voz ni de sus gestos; 3. Mentiroso empedernido. Miente con tanta frecuencia que ya no es consciente de sus mentiras. Dice lo que primero se le ocurre. Como no prepara sus mentiras, éstas suelen ser obvias. Se identifican fácilmente sus contradicciones. En Latinoamérica es muy común este tipo de mentiroso y 4. Mentiroso profesional. Es el más difícil de identificar. No miente de manera indiscriminada, como el mentiroso empedernido. Este tipo de mentiroso prepara muy bien las mentiras y sabe perfectamente qué va a decir en cada caso concreto. Las mentiras bien calculadas y preparadas no se revelan a través del lenguaje verbal ni del lenguaje corporal. El único modo de detectar estas mentiras es contrastar las afirmaciones del mentiroso con otras fuentes totalmente independientes (James, 2002) [...] Como hemos visto, los mentirosos habituales de todo el aparato político-gubernamental-administrativo de América parece que pasaron de noche el Catecismo y los estudios bíblicos. Claro que también podríamos preguntarnos aquí: 1. ¿Quiénes les enseñaron a los mentirosos y pillastres empedernidos de América la palabra del Señor? Esperemos que no haya sido ninguno de los curas mentiroso, corruptos y pederastas de los que tanto se habla todos los días en América y en el mundo entero; 2. ¿Fue “El maestro Quiñones”, el que no sabía leer y daba lecciones?; 3. ¿Fue “El maestro Ciruela”, el que no sabía leer y puso escuela”? En fin, ya que el daño está hecho, esperemos que el “maístro” no haya sido alguien del primer caso, ¡por aquello de los “daños mayores” y la afectación al pudor! ¿Entonces, qué es y cómo funciona la mentira? La mentira es cualquier información comunicada que no es cierta, existen diferentes grados y tipos de mentiras [...] Forman parte del repertorio emocional y en todos quienes la emplean el principio es el mismo: distorsionar la realidad y dotarla de validez aparente. Sin embargo, hay que tomar en cuenta la intención, el grado de conciencia de lo que se está diciendo o haciendo y los efectos de la acción sobre terceros [imaginemos entonces la envergadura de una mentira dicha a todo un pueblo] [...] Desenmascarar algunas mentiras, aunque sean inofensivas, puede traducirse en humillación para alguien. La comunicación no verbal desempeña un papel muy importante cuando enviamos y recibimos mensajes falsos [...] Las personas no siempre son sensibles para detectar el engaño [...] Tenemos estereotipos de los mentirosos; suponemos que utilizan movimientos oculares y hablan rápido, y suponemos que las personas sinceras, como nos miran directamente a los ojos, transmiten el mensaje con énfasis e incluyen detalles adecuados. Sin embargo, los buenos mentirosos [y tenemos 4 grandes tipos de mentiroso] usan estos estereotipos en contra de nosotros para crear una falsa impresión [...] Entre las respuestas que percibimos como deshonestas se incluyen: sonreír, temblor de la voz, nerviosismo, pausas largas, respuestas rápidas, demasiado cortas o largas o demasiado elaboradas ... [...] En México vivimos en un universo donde nada garantiza la primacía de la verdad en relación con la mentira; mentimos sin cesar; mentimos porque no hay razón alguna para decir la verdad. Esta “magia” que gusta tanto a los forasteros ricos, esta pérdida de la noción de los límites entre lo verdadero y lo falso, la encontramos no sólo en los cuadros, en los alebrijes, sino en la vida real, en la prensa, en la justicia. Si los surrealistas, si los forasteros ricos no estuvieran protegidos por su dinero y su calidad de extranjeros, si fueran víctimas de nuestras mentiras legales, mediáticas, sociales, no las llamarían “magia”, ni les gustaría tanto [...] la mentira es una técnica mágica, un falso control sobre la realidad. El hombre domina su destino transformando su medio y transformándose a la vez; en lugar de este dominio, el mentiroso se complace en una realidad ficticia; su mentira se vuelve el equivalente de las alucinaciones de aquel que delira. La mentira es una ilusión de poder, a falta de poder real [...] Llamar a un gato “gato”, es perfecto en zoología. En política, puede tener consecuencias desastrosas. ¿Acaso estoy diciendo que la excepción política permite la mentira? No; estoy hablando de la imposibilidad de erigir la prohibición de la mentira como principio incondicional [...] El deber de decir la verdad aparece como la piedra angular de todo el edificio social. Sin él, no hay intercambio posible: ningún contrato, ninguna compra-venta, ningún matrimonio o herencia, ninguna vida en común. Pero, ¿qué es mentir? [...] mentir consiste en decir lo contrario de lo que se piensa, no lo contrario de lo que es [...] La mentira vuelve imposible la condición social por excelencia que es el contrato, instala lo arbitrario en las relaciones sociales [...] la mentira destruye la legalidad y excluye el derecho .... Los mexicanos mienten por fantasía, por desesperación o para superar su vida sórdida [...] Nuestras formas jurídicas y morales [...] mutilan con frecuencia nuestro ser, nos impiden expresarnos y niegan satisfacción a nuestros apetitos vitales [...] ¿hasta qué punto el mentiroso de veras miente, de veras se propone engañar?; ¿no es él la primera víctima de sus engaños y no es a sí mismo a quien engaña? El mentiroso se miente a sí mismo: tiene miedo de sí [...] La simulación [...] es una de nuestras formas de conducta habitual. Mentimos por placer y fantasía, sí, como todos los pueblos imaginativos, pero también para ocultarnos y ponernos al abrigo de intrusos. La mentira posee una importancia decisiva en nuestra vida cotidiana, en la política, el amor, la amistad. Con ella no pretendemos nada más engañar a los demás, sino a nosotros mismos. De ahí su fertilidad y lo que distingue a nuestras mentiras de las “¿groseras invenciones de otros pueblos?” La mentira es un juego trágico, en el que arriesgamos parte de nuestro ser. Por eso es estéril su denuncia. El simulador pretende ser lo que no es. Su actividad reclama una constante improvisación, un ir hacia adelante siempre, entre arenas movedizas. A cada minuto hay que rehacer, recrear, modificar el personaje que fingimos, hasta que llega un momento en que realidad y apariencia, mentira y verdad, se confunden. De tejido de invenciones para deslumbrar al prójimo, la simulación se trueca en una forma superior, por artística, de la realidad. Nuestras mentiras reflejan, simultáneamente, nuestras carencias y nuestros apetitos, lo que no somos y lo que deseamos ser. Simulando, nos acercamos a nuestro modelo y a veces el gesticulador, como ha visto con honduras Usigli, se funde con sus gestos, los hace auténticos. La muerte del profesor Rubio lo convierte en lo que deseaba ser: el general Rubio, un revolucionario sincero y un hombre capaz de impulsar y purificar a la revolución estancada. En la obra de Usigli el profesor Rubio se inventa a sí mismo y se transforma en general; su mentira es tan verdadera que Navarro, el corrompido, no tiene más remedio que volver a matar en él a su antiguo jefe, el general Rubio. Mata en él la verdad de la Revolución. Si por el camino de la mentira podemos llegar a la autenticidad, un exceso de sinceridad puede conducirnos a formas refinadas de la mentira [...] La simulación es una actividad parecida a la de los actores y puede expresarse en tantas formas como personajes fingimos. Pero el actor, si lo es de veras, se entrega a su personaje y lo encarna plenamente, aunque después, terminada la representación, lo abandone como su piel la serpiente. El simulador jamás se entrega y se olvida de sí, pues dejaría de simular si se fundiera con su imagen. Al mismo tiempo, esa ficción se convierte en una parte inseparable –y espuria– de su ser: está condenado a representar toda su vida, porque entre su personaje y él se ha establecido una complicidad que nada puede romper, excepto la muerte o el sacrificio. La mentira se instala en su ser y se convierte en el fondo último de su personalidad. Simular es inventar o, mejor, aparentar y así eludir nuestra condición. La disimulación exige mayor sutileza: el que disimula no representa, sino que quiere hacerse invisible, pasar desapercibido, sin renunciar a su ser. El mexicano excede en el disimulo de sus pasiones y de sí mismo. Temeroso de la mirada ajena, se contrae, se reduce, se vuelve sombra y fantasma, eco. No camina, se desliza; no propone, insinúa; no replica, rezonga; no se queja, sonríe; hasta cuando canta –si no estalla y se abre el pecho– lo hace entre dientes y a media voz, disimulando su cantar: “Y es tanta la tiranía de esta disimulación que aunque de raros anhelos se me hincha el corazón, tengo miradas de reto y voz de resignación”. Quizá el disimulo nació durante la Colonia. Indios y mestizos tenían, como en el poema de Reyes, que cantar quedo, pues “entre dientes mal se oyen palabras de rebelión”. El mundo colonial ha desaparecido, pero no el temor, la desconfianza y el recelo. Y ahora no solamente disimulamos nuestra cólera sino nuestra ternura. Cuando pide disculpas, la gente del campo suele decir: “Disimule usted, señor”. Y disimulamos. Nos disimulamos con tal ahínco que casi no existimos. En sus formas radicales el disimulo llega al mimetismo. El indio se funde con el paisaje, se confunde con la barda blanca en que se apoya por la tarde, con la tierra obscura en que se tiende a mediodía, con el silencio que lo rodea. Se disimula tanto su humana singularidad que acaba por abolirla y se vuelve piedra, pirú, muro, silencio: espacio [...] El mexicano tiene tanto horror a las apariencias, como amor le profesan sus demagogos y dirigentes. Por eso se disimula su propio existir hasta confundirse con los objetos que lo rodean. Y así, por miedo a las apariencias, se vuelve sólo Apariencia. Aparenta ser otra cosa e incluso prefiere la apariencia de la muerte o del no ser antes que abrir su intimidad y cambiar. La disimulación mimética, en fin, es una de tantas manifestaciones de nuestro hermetismo. Si el gesticulador acude al disfraz, los demás queremos pasar desapercibidos. En ambos casos ocultamos nuestro ser. Y a veces lo negamos. Recuerdo que una tarde, como oyera un leve ruido en el cuarto vecino al mío, pregunté en voz alta: “¿Quién anda por ahí?” Y la voz de una criada recién llegada de su pueblo contestó: “No es nadie, señor, soy yo”. No sólo nos disimulamos a nosotros mismos y nos hacemos transparentes y fantasmales: también disimulamos la existencia de nuestros semejantes [...] Los disimulamos de manera más definitiva y radical: los niguneamos. El ninguneo es una operación que consiste en hacer de Alguien, Ninguno. La nada de pronto se individualiza, se hace cuerpo y ojos, se hace Ninguno. Don Nadie, padre español de Ninguno, posee don, vientre, honra, cuenta en el banco y habla con voz fuerte y segura. Don Nadie llena al mundo con su vacía y vocinglera presencia. Está en todas partes y en todos los sitios tiene amigos. Es banquero, embajador, hombre de empresa. Se pasea por todos los salones, lo condecoran en Jamaica, en Estocolmo y en Londres. Don Nadie es funcionario o influyente y tiene una agresiva y engreída manera de no ser. Ninguno es silencioso y tímido, resignado. Es sensible e inteligente. Sonríe siempre. Espera siempre. Y cada vez que quiere hablar, tropieza con un muro de silencio; si saluda encuentra una espalda glacial; si suplica, llora o grita, sus gestos y gritos se pierden en el vacío que don Nadie crea con su vozarrón. Ninguno no se atreve a no ser: oscila, intenta una vez y otra vez ser Alguien. Al fin, entre vanos gestos, se pierde en el limbo de donde surgió. Sería un error pensar que los demás le impiden existir. Simplemente disimulan su existencia, obran como si no existiera. Lo nulifican, lo anulan, lo ningunean. Es inútil que Ninguno hable, publique libros, pinte cuadros, se ponga de cabeza. Ninguno es la ausencia de nuestras miradas, la pausa de nuestra conversación, la reticencia de nuestro silencio. Es el nombre que olvidamos siempre por una extraña fatalidad, el eterno ausente, el invitado que no invitamos, el hueco que no llenamos. Es una omisión. Y sin embargo, Ninguno está presente siempre. Es nuestro secreto, nuestro crimen y nuestro remordimiento. Por eso el Ninguneador también se ningunea; él es la omisión de Alguien. Y si todos somos Ninguno, no existe ninguno de nosotros. El círculo se cierra y la sombra de Ninguno se extiende sobre México, asfixia al Gesticulador y lo cubre todo. En nuestro territorio, más fuerte que las pirámides y los sacrificios, que las iglesias, los motines y los cantos populares, vuelve a imperar el silencio, anterior a la historia [...] La desconfianza, el disimulo, la reserva cortés que cierra el paso al extraño, la ironía, todas, en fin, las oscilaciones psíquicas con que al eludir la mirada ajena nos eludimos a nosotros mismos, son rasgos de gente dominada, que teme y que finge frente al señor. Es revelador que nuestra intimidad jamás aflore de manera natural, sin el acicate de la fiesta, el alcohol o la muerte. Esclavos, ciervos y razas sometidas se presentan siempre recubiertos por una máscara, sonriente o adusta. Y únicamente a solas, en los grandes momentos, se atreven a manifestarse tal como son. Todas sus relaciones están envenenadas por el miedo y por el recelo. Miedo al señor, recelo ante sus iguales. Cada uno observa al otro, porque cada compañero puede ser también un traidor. Para salir de sí mismo el ciervo necesita saltar barreras, embriagarse, olvidar su condición. Vivir a solas, sin testigos. Solamente en la soledad se atreve a ser. La indudable analogía que se observa entre ciertas de nuestras actitudes y las de los grupos sometidos al poder de un amo, una casta o un Estado extraño, podría resolverse en esta afirmación: el carácter de los mexicanos es u producto de las circunstancias sociales imperantes en nuestro país; la historia de México, que es la historia de esas circunstancias, contiene la respuesta a todas las preguntas. La situación del pueblo durante el período colonial sería así la raíz de nuestra actitud cerrada e inestable. Nuestra historia como nación independiente contribuiría también a perpetuar y hacer más neta esta psicología servil, puesto que no hemos logrado suprimir la miseria popular ni las exasperantes diferencias sociales, a pesar de siglo y medio de luchas y experiencias constitucionales. El empleo de la violencia como recurso dialéctico, los abusos de autoridad de los poderosos –vicio que no ha desaparecido todavía– y finalmente el escepticismo y la resignación del pueblo, hoy más visible que nunca debido a las sucesivas desilusiones postrevolucionarias, completarían esta explicación histórica [...] La enfermedad que roe a nuestras sociedades es constitucional y congénita [...] Es una enfermedad que ha resistido a todos los diagnósticos [...] Extraño padecimiento que nos condena a desarrollarnos y a prosperar sin cesar para así multiplicar nuestras contradicciones, enconar nuestras llagas y exacerbar nuestra inclinación a la destrucción. La filosofía del progreso muestra al fin su verdadero rostro: un rostro en blanco, sin facciones. Ahora sabemos que el reino del progreso no es de este mundo [...] Las crisis políticas son crisis morales [...] Cuando una sociedad se corrompe, lo primero que se gangrena es el lenguaje [...] En el campo hay inquietud y descontento; en muchos lugares esa inquietud es ya exasperación y en otros el descontento se traduce con frecuencia en actos de violencia desesperada [...] medio México semidesnudo, analfabeto y mal comido contempla desde hace años los progresos del otro medio .... El lenguaje formal y oscuro probablemente sea el arma principal de autodefensa del mexicano. Usando palabras y frases [con sus respectivos gestos, por supuesto] que, aparentemente, carecen de sentido, puede proteger sus emociones, evitar el riesgo de comprometerse e incluso prodigar alabanzas sin sentirse servil. El concepto es sencillo: el lenguaje tiene vida propia, casi como si las palabras, y no las personas, se comunicaran entre sí. Incluso las pinturas prehispánicas ilustraban la conversación por medio de globos que revoloteaban en suspenso frente a los oradores. Las promesas huecas y las mentiras francas salen fácilmente, puesto que las palabras no tienen valor intrínseco propio. La franqueza o la sinceridad excesivas se consideran groseras e incluso las discusiones importantes deben ir precedidas de charlas sobre la familia o chismes políticos. El lenguaje sirve de campo neutral donde las personas pueden relacionarse sin peligro de confrontación. En la vida pública, la independencia de las palabras es crucial, toda vez que los altos funcionarios esperan verse adulados. Los talentos atribuidos a cada Presidente –mientras está en el poder– rayan en lo ridículo. Sin embargo, no se espera que la manada de acólitos que rodea a cada jefe justifique su servilismo después de que el funcionario deje el poder; simplemente transfiere su adulación al siguiente jefe. La retórica usada por los funcionarios para discutir las cuestiones públicas es causa de más estupefacción. Cualquier político aspirante puede lanzarse a la oratoria al instante, con la intención de llenar el aire con palabras y frases bellas, en lugar de explicativas. Como el uso de un lenguaje directo implicaría un compromiso, gran parte de los discursos oficiales son conceptuales, y defienden principios y valores que la mayoría de los gobiernos ignoran en la práctica. Las plataformas electorales se construyen en torno a frases grandilocuentes sostenidas por ilusiones. Innumerables mensajes –desde pontificaciones nacionalistas de figuras históricas hasta admoniciones morales directas– se pintan en los muros, como si tuvieran la facultad de influir en el pensamiento del mexicano común y corriente. Cuando se debe transmitir un mensaje político real, generalmente está disfrazado con una clave secreta que incluso quienes hablan español fluidamente, pero no son de México, deben luchar por descifrar [aunque la mayoría de los mexicanos nativos de este país y residentes en él, inclusive con educación superior, tampoco pueden descifrar, y los cercanos al discursante, de su mismo grupo, interpretan y decodifican de las maneras más disímiles, rayando en ciertos casos en la ridiculez, el cantinfleo, la burla y el humor negro: “lo que el presidente quiso decir...”] Los Presidentes pueden referirse a “emisarios del pasado” o “espejos externos”. El dirigente del partido gobernante, en cierta ocasión, atacó virulentamente a “quienes desde camarillas oscuras establecen alianzas vergonzantes que el pueblo rechaza”, referencia que sólo un puñado de políticos pudo entender. (Se refería a una reunión entre políticos conservadores de la oposición y diplomáticos de Estados Unidos.) A veces, las palabras elegidas incluso pueden contradecir el significado pretendido, haciendo que los no iniciados lleguen a la conclusión equivocada. En otras ocasiones, una fuerte negación –“No hay crisis”– sirve para confirmar el reconocimiento oficial del problema. Los periódicos del país, por regla general, contribuyen poco al esclarecimiento: usualmente evitan los peligros del análisis y los reportajes a fondo, publicando interminables entrevistas, mientras que, con frecuencia, hay que descifrar las columnas políticas más pertinentes para poderlos entender. La cautela es la norma. Cuando se invita a funcionarios mexicanos a hablar en el extranjero, por más incisivas que sean las preguntas que se les hagan, jamás conducirán a la aceptación de fracasos del sistema. Incluso los historiadores, los politólogos y los mismos sociólogos mexicanos son renuentes a ser francos en público, y algunos evitan presentarse en un podio con políticos de la oposición interesados en poner en vergüenza al régimen. Debido a los riesgos que entraña el definirse, los tratados académicos más importantes sobre México los han escrito extranjeros. Empero, todo este ritual sirve para un propósito político importante: proporciona una cortina de humo tras la cual se puede ejercer el poder real, al tiempo que se conserva la ilusión de un debate político. Y, aunque cada Presidente puede determinar el tinte ideológico de su gobierno, la inmutable retórica le presta continuidad al sistema, aunque sólo sea porque perpetúa sus mitos. El lenguaje de la vida pública refleja, en esencia, el lenguaje que emplean los mexicanos en sus relaciones cotidianas. Es un lenguaje formal que puede ocultar infinidad de sutilezas. Algunas frases ornadas son usadas de manera inconsciente [...] Los significados se ocultan entre líneas, en pausas, énfasis o entonación, incluso en sonidos o gestos extraños [...] En estas contorsiones lingüísticas sin fin, la fascinación del mexicano por el detalle y su obsesión por los matices son satisfechos constantemente (Riding, 2002:22-25). En el mundo empresarial hay muchos embusteros. La sinceridad total no sería práctica. Aún así, la mentira viene por estratos. Incluso en las empresas de política «limpia», la integridad se aplicará tal vez a los grandes principios, como la formación de los precios, la negociación de contratos y la comunicación con el personal, pero quedarán las pequeñas mentiras, como asegurar que un puesto de trabajo «no tiene ningún problema» cuando resulta que va a ser un semillero de discordias, o hay que sonreír a unos clientes que son unos bandoleros. Algunos hombres de empresa son embusteros vocacionales, hábiles, de primera clase, falsarios decididos a darnos gato por liebre. Con frecuencia han estudiado las técnicas del embuste y han llegado a dominarlas. Se les encuentra entre los ejecutivos de ventas, los políticos y los altos directivos así como en otras muchas colocaciones. Están luego los «pillastres honrados», los que mienten pero de manera tal que dan a entender que están mintiendo. Es el típico vendedor «vendedor a puerta fría» que le coloca a una la vajilla de loza diciendo que es porcelana inglesa. Pero no se lo tenemos en cuenta, porque sabemos que está diciendo embustes. No existe un método infalible para atrapar al mentiroso. Con el tiempo, sin embargo, suelen traicionarse ellos mismos. Hasta a los mejores les resulta difícil actuar sin dejar «filtraciones», es decir, señales reveladoras (James, 2002: 157-158) [¿Por qué es que los mexicanos tenemos fama de mentirosos, tanto dentro de México como fuera de México? ¿Somos realmente mentirosos los mexicanos? ¿Los mismos mexicanos se consideran a sí mismos mentirosos? Veamos lo que al respecto dice la mexicana Sara Sefchovich, en su libro País de mentiras] I. El piso para la mentira [p. 281] No definir ¿Qué es lo que hace posible que exista la mentira? Hay conductas colectivas que sustentan este modo de funcionamiento en nuestra cultura [en México]. Por ejemplo, no se acostumbra delimitar y definir, no se estila la claridad. Allí están las leyes ambiguas, que dejan enormes huecos por dar fe de ello: “En su afán de conmemorar el Día Internacional de la Mujer de su primer año de gobierno con alguna medida que impresionara mucho, el presidente Calderón envió una iniciativa de ley tan favorable a las mujeres, que terminó por proponer castigos severos a quien lastime a una niña pero le negó ese privilegio a los niños, defendió a la mujer víctima de la violencia física pero el hombre golpeado sólo le suscita desprecio, cree que el hombre que le es infiel a su mujer incurre en un delito grave que merece sanción penal pero la mujer que engaña al marido está libre de culpa. ¿Qué justifica que el secuestro de niños, ancianos y mujeres sea castigado con una pena más alta que el secuestro de varones?”. La poca claridad sucede también respecto a las funciones, atribuciones y límites que le corresponden a las instituciones y oficinas burocráticas de todo tipo y nivel: ¿qué exactamente debe hacer esta dirección, aquel organismo, esa comisión? No se sabe bien a bien [...] En el caso de las personas, la falta de claridad en las funciones que se deben cumplir en cada puesto genera un enorme desconcierto, al que se agrega el miedo a equivocarse que podría costar el enojo del jefe e incluso la chamba [...] No evaluar. Tampoco hay [en México] ningún mecanismo para rendir cuentas, para revisar si se cumplieron las promesas, si se llevaron a cabo los planes, si se hizo lo que se tenía que hacer en el cargo que se tuvo y si lo que se dijo que se hizo efectivamente fue así. Por eso cualquiera puede ofrecer la luna y las estrellas, al fin que nadie va a revisar después si lo hizo, si hubo concordancia entre lo propuesto y los resultados conseguidos, entre las promesas y los hechos, entre los informes y la realidad. Y también por eso cualquiera puede no hacer nada en su puesto, e incluso hacer algo desfavorable (como negociar en lo oscurito o favorecer a alguien o gastarse el dinero en algo diferente a lo planeado) pues ni quien se entere y si se entera, nada sucede [...] II. La mentira como código [p. 299]. Una estructura colectiva. ¿Significa todo lo que hemos dicho que podemos acusar de mentirosos a nuestros funcionarios, a nuestros políticos, a nuestros jueces, a nuestros eclesiásticos, a nuestros empresarios, a nuestros intelectuales y científicos, a nuestros medios de comunicación, a nosotros mismos los ciudadanos de este país [México]? No, aunque parezca. Porque la mentira, para que ocurra como ocurre y sea como es, es porque existe eso que Néstor García Canclini llama “un piso social” que la sustenta. Nuestros poderosos no podrían mentir si no fuera un código y una práctica socialmente compartidos, socialmente aceptados y firmemente establecidos que permiten que las cosas sean así. Dicho de otro modo: cuando la mentira no es una conducta extraña que se cuestiona y hasta castiga sino que es un discurso de todos, repetido y reiterado, ya no es una decisión individual de quien la emite ni es tampoco algo que una persona pueda decidir cambiar. Porque para que esto suceda como sucede y sea como es, es porque se trata de un código cultural como diría Eco, de una “forma social de funcionamiento” como dirían Levi-Strauss y Bourdieu, de un esquema como diría Hjemslev, de una “estructura sociocultural” como diría García Canclini, de “una trama de significación” como diría Geertz, de “un paquete cultural” como diría Gamson, entendido esto como “el conjunto de sistemas para hablar, pensar, escribir y actuar, los dispositivos mediante los cuales se organizan los datos provenientes de la realidad”, y que parafraseando a Marx, se produce “más allá de la voluntad y hasta de la conciencia”. Y es que, como afirmó Octavio Paz, toda sociedad funciona con un sistema de prohibiciones y autorizaciones, de lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer, de lo que se puede decir y lo que no se puede decir y también de lo que se debe hacer y decir. Y las personas individuales no pueden librarse, no pueden estar por fuera ni por encima de ese sistema en la medida en que están insertas en y condicionadas por la sociedad, la historia y la cultura a la que pertenecen, porque dice Ariel Dorfman: “los modelos de comportamiento dominantes no se encuentran flotando en una entidad abstracta y lejana (sino que) anidan en esto que somos nosotros mismos”. La cultura mexicana no sólo genera y permite sino que exige, aplaude y premia ese modo de funcionar. Si en México se miente es porque se puede mentir y más todavía, porque se tiene que mentir. En nuestro sistema cultural, de percepción, pensamiento y valores las cosas son así, o como diría Enrique Alduncin, así es como seleccionamos entre las alternativas posibles de modos y medios para la acción y así es como tomamos nuestras decisiones y elaboramos y justificamos nuestras conductas. Estamos pues, hablando de un gran discurso colectivo, de una práctica en la que existe una base de acuerdo triple: la de que ése es un modo aceptado de funcionar, la de que ése es el modo de actuar de quienes tienen poder y también lo es de quienes los escuchamos y aceptamos. Es una práctica al mismo tiempo argumentativa, ideológica y simbólica. Razones históricas. Este modo de ser del discurso público mexicano tiene sus raíces no en supuestas insuficiencias o complejos de quienes vivimos en este país y conformamos eso que se llama “el pueblo mexicano” –interpretación que prevaleció durante décadas, desde los años treinta a los años sesenta del siglo XX y que no ha muerto del todo– sino en muy concretas razones históricas. Como diría Michel Foucault, el discurso de la mentira ha sido y es posible y factible porque durante quinientos años se han ido construyendo pacientemente sus condiciones de posibilidad culturales y mentales, de modo que recurrir a ella no es un modo de funcionar coyuntural y ni siquiera reciente, sino que es una forma enraizada en la historia. Y es que nuestra cultura nació de una conquista violenta que hizo hasta lo imposible por liquidar a las civilizaciones que existían en el territorio, a sus religiones, costumbres y tradiciones y que además las humilló y descalificó, sometiendo a todo lo americano “a un proceso de desvalorización implacable”, a partir de un “exacerbado y puntilloso complejo de genérica superioridad europea”. Eso obligó a los conquistados por una parte, a aprender un código en el cual pudieran esconder la vieja cultura y la vieja religiosidad, que estaban prohibidas, así como la rebeldía o desobediencia, que eran severamente castigadas y por otra parte, a usar palabras del idioma recién aprendido, de manera tal que dijeran aquello que los nuevos amos querían escuchar. Y el modo persistió y persiste hasta hoy, pues como dijo Octavio Paz: “La colonia ha terminado, no así el miedo ni la sospecha”. La otra raíz histórica de este modo de funcionar, tiene que ver con el carácter profundamente autoritario de la cultura nacional, herencia tanto de las civilizaciones originarias como de la impuesta por los conquistadores. La nuestra ha sido una cultura en la que siempre alguien manda y decide y es dueño de todo el poder: tlatoanis, virreyes, caciques, presidentes, jefes. Ninguno de ellos es un servidor público, sino “amo y señor” dice Julio Scherer, el que “nombra, protege, concede, facilita y coarta” dice Carlos Monsiváis, el que “resuelve y decide todo, desde lo nimio hasta lo trascendental” escribe Luis Spota, “y su poder es tan enorme, que si quisiera podría torcer el destino que le viniera en gana”. En una cultura así, moverse o no moverse, decir o no decir, hacer o no hacer, pueden afectar seriamente a una persona, al grado de que la posición, el empleo, la vida misma, dependen de haber hecho lo correcto en la opinión y desde la perspectiva del que manda. Por eso la necesidad de mentir, pues con tal de asegurarse y hasta salvar el pellejo, es necesario engañar o simular, exagerar o minimizar, ocultar o tergiversar, no dar información suficiente o decir medias verdades, diluir responsabilidades o de plano negar. Por fin, una razón histórica más, es el imperialismo. Aunque la palabra pueda parecer pasada de moda, no así su realidad que es “la dominación de un Estado sobre otro para establecer una hegemonía económica, política y cultural”. Nosotros [los mexicanos] siempre hemos estado dominados y presionados por algún imperio. O como lo pone Enrique Semo: “En cada etapa de desarrollo de la formación socioeconómica latinoamericana está presente la relación metrópoli-colonia”. Y si bien es cierto, como lo señaló Hanna Arendt, que existen muchas diferencias entre ellos, es un hecho que nos han sometido a sus designios y que han puesto y ponen sus intereses por encima de los nuestros y nos obligan a seguirlos [...] Razones lingüísticas. La España que nos conquistó no sólo impuso sus modos de gobierno y sus creencias religiosas sino también su idioma. Y el lenguaje es más que un conjunto de palabras y reglas gramaticales, es un sistema con el cual las personas representan y comprenden su mundo, le construyen y atribuyen sentido y significado y organizan sus creencias y sus prácticas. “Las personas no crean su vocabulario a partir de la nada, sino que lo heredan a partir de las concepciones en las que son socializadas” dice Jean Cohen, y en efecto, “no se habla como se quiere”, porque hay coerciones que pesan sobre nuestro lenguaje que son de orden social, cultural e ideológico y que “determinan no nada más nuestra manera de hablar sino también el sentido de nuestras palabras” [...] Entre nosotros el discurso es siempre formal y complicado, diferente del de la mentalidad moderna en la cual las cosas se dicen en el menor tiempo posible y de manera directa y denotativa, siendo por el contrario, connotativo y simbólico. En nuestro lenguaje, como dice Michael Slackman “ser directo y decir la verdad no son los principios valorados, de hecho lo opuesto es la verdad. Se espera que las personas expresen alabanzas falsas y promesas no sinceras. Se espera que digan lo que sea con tal de evitar un conflicto o que ofrezcan esperanzas cuando no las hay [...] Eso es lo que nosotros aprendimos. Aprendimos a decir lo que no pensamos y a no decir lo que sí pensamos, aprendimos a decir las cosas de manera rebuscada y dándole muchas vueltas. Aprendimos que las palabras no sólo sirven para decir sino también para enredar, tergiversar, ocultar [...] Las dos funciones de la palabra. Entre ese pretender que porque se lo pone en palabras algo va a existir y el usar el lenguaje más como retórica que como expresión directa y clara, resulta que la palabra entre nosotros cumple dos funciones al mismo tiempo: es creadora de realidad y es discurso vacío [...] la mentira no va a desaparecer porque a las nuevas generaciones las estamos educando en ella: ésa es la manera como están aprendiendo a funcionar. Ha servido para impresionar a los de afuera y engañar a los de adentro sin tenernos que creer de verdad esos valores ni mucho menos cumplirlos [...] Acudir a la mentira no ha sido un error ni un accidente, sino como diría Ciro Gómez Leyva, una voluntad de los mexicanos, que la han (que la hemos) convertido en una manera de funcionar, en un código, en un paradigma, en un “candado cognoscitivo” diría Deepak Chopra, con el cual aprendimos a enfrentar las situaciones y a resolver los problemas. Por eso por donde se le mire, por donde se le busque, en donde se le encuentre, brinca la mentira, brinca el doble discurso, salta la diferencia entre discurso y realidad. Ésa ha sido y es nuestra verdad. La mentira ha estado con nosotros por mucho tiempo y como el dinosaurio del cuento de Tito Monterroso, sin duda lo seguirá estando por bastante tiempo más, porque la fantasía del país que somos, de la nación que hemos creado en el imaginario, hicieron de la simulación una necesidad y hoy requieren de la mentira para seguir existiendo. III. Consecuencias de la mentira [p. 313] La desconfianza. ¿Pasa algo cuando se miente una y otra vez? ¿Tiene alguna consecuencia en la sociedad mexicana ese modo de funcionar del discurso público? [...] La doble moral. Del doble discurso a la doble moral el brinco es casi imperceptible. ¿O será que es al revés y que aquél existe porque ésta existe y lo sustenta? [...] Epílogo: La única verdad es la mentira [p. 333] México entra en el siglo XXI de la mano de la mentira y la simulación, compañeras fieles a lo largo de su historia, pero que ahora han alcanzado alturas insospechadas [...] Es verdad que en donde quiera hay mentiras, que en todo el mundo hay mentiras, que en la historia siempre ha habido mentiras y que en todos los grupos humanos ha habido y hay mentiras; pero, como siempre, todo es cuestión de “cantidad” y de “calidad”, como han comentado ya, entre tantos pensadores, Platón – Véase, por ejemplo, el diálogo de Platón intitulado Hipías Menor.–, San Agustín –que distingue ocho tipos de mentira–, Tomás de Aquino –que distingue tres tipos de mentira–, Emmanuel Kant, Benjamín Constant... Las mentiras que se generan en los partidos y en los gobiernos de toda América –de la misma manera que al nivel de las más elevadas cúpulas directivas del mundo religioso del área– son, sencillamente, inconcebibles; y ahí están, a la vista de todos y en todo tipo de medio de difusión masiva, ante Dios –recordándoles a los creyentes que la mentira es pecado, y que como tal se registra en la Biblia– y ante los hombres. Pero, entonces, por qué nuestros pueblos aceptan esas mentiras. Sí, claro que existen cientos de personas “comprometidas de verdad” –y no “de mentira”–, que cada día se refieren a estas mentiras; pero, como diría La Bruyère, “¿hay muchos que puedan entenderlos?” Sí, claro que existen cientos de periodistas, comentaristas y escritores que diariamente escriben acerca de estas mentiras; pero, como diría La Bruyère, “¿dónde están los que saben leer?” ¿Es necesario decir “la verdad” cuando da igual si se dice “la mentira” o cualquier otra cosa, y no pasa nada? ¿Es necesario decir “la verdad” cuando vivimos en una tal situación de indiferencia, de apatía, de valemadrismo, en la que ya sea que se diga “la verdad” o que se diga “la mentira” a la gente no le importa, y si le importa, entonces se olvida rápida y fácilmente o no entiende, se desorienta, se confunde –por lo menos así sucede con el mayor por ciento de la gente–, como ha demostrado la historia y demuestra la actualidad, con tantas cosas que han sucedido y siguen sucediendo? Si “la mayoría” “pudiera entender” y “supiera leer”, y “decidiera”, otra cosa sería, o por lo menos es mejor y más saludable pensarlo así. Cuando nos referimos a la “mentira” y a los políticos y gobernantes mentirosos de América, no estamos hablando del tacto o el cuidado que todo hombre de política –y en general todo ser prudente– debe tener a la hora de decir lo que cree, lo que piensa, sobre todo por los posibles alcances significativos y las probables “malinterpretaciones” que pudieran tener las palabras, concretamente en las áreas con grandes diversidades dialectales geográficas y sociales, con grandes diferencias culturales y educativas, por lo que se tiende a exponer las ideas con un estilo claro, llano, franco, sin presunción, no rebuscado ni afectado, sino que estamos hablando de la mentira como un problema en la política (Jeambar y Roucaute, 1997:104-106) con alcances realmente perniciosos y tóxicos, estamos hablando de la parafernalia de la mentira político-gubernamental; no estamos hablando tampoco de las fantochadas (Frankfurt, 2006), de las sandeces, de los desvaríos –es decir algo que se dice o que se hace y que puede desconcertar, por varias razones, a los demás– (Dimitrius y Mazzarella, 1999:268-272), de los dislates o disparates, de las “babosadas” –babosear, baboso o babosa y babosada son palabras de uso habitual en México, son mexicanismos. Babosear es “tratar a una persona desconsideradamente y humillándola como si fuera una babosa, tonta, necia (Mejía, 1989:21). Babosada es “Tontería, sandez, insulsez” (Jiménez, 1991:29)–, de las estupideces, de las tonterías, de las frivolidades, de los gazapos, de las irresponsabilidades, de las incongruencias (James, 2002:130), de las “pendejadas” –en México, “pendejada” es “tontería, desacierto, torpeza, estupidez” (Jiménez, 1991:191). También, con estos mismos significados, existen en el español común y popular de México las palabras “pendejear” y “pendejismo”–, tan comunes en “ciertos políticos y mandatarios del área”, sino que nos estamos refiriendo a la mentira como aberración social y trastorno de la personalidad, como patología, como síndrome, como manía, como mecanismo para la simulación social afectada y afectante, como pseudología fantástica, es decir una compulsión a imaginar una vida, unos acontecimientos y una historia –todos irreales o alterados, por supuesto– con el objetivo de causar una impresión de reconocimiento, de admiración y de liderazgo en los demás, solicitando ¡a gritos! que le coloquen un aura de divinidad, buscando hacerse pasar por la víctima; nos estamos refiriendo a los mentirosos profesionales, a esos individuos tan necesitados de llamar la atención y tan hambrientos de reconocimientos y elogios. Y a veces las mentiras y los “mundos del nunca jamás” de algunos políticos y gobernantes, y también de algunos pueblos y países completos de América (Sefchovich, 2008) llegan a crear verdaderos “mundos imaginarios”, que se denominan según los nombres de los políticos y gobernantes, y de los pueblos y países, que los crean. Así, por ejemplo, recordamos algunos de estos mundos imaginarios creados por la ficción y las mentiras como “Bushlandia”, “Uribelandia”, “Garcialandia” (en Perú), “Michelettilandia”, “Aznarlandia”, “Menemlandia”, “Chavelandia”, “Castrolandia”, “Salinaslandia”, “Zedillolandia”, “Foxilandia”, “Calderonlandia”, etc. Sencillamente, entre a Internet y busque cualquiera de estos mundos imaginarios y bajo estos mismos nombres; busque los cientos y miles de textos, de escritos, de libros, creados por las personalidades más relevantes de la historia, de la literatura artística, del periodismo, en donde todo esto está expuesto “de la pe a la pa...”. Son cientos las páginas que encontrará. Claro que, entre estos mundos de ficción, hay algunos que “se pasan” (Paz, 1943; Sefchovich, 2008), como se dice en México. ¿Pero por qué nuestros políticos y gobernantes, en promedio, tienen una formación cultural tan mala, se expresan verbalmente y corporalmente tan mal y dicen tantas mentiras, incongruencias y sandeces? ¿Es esto herencia del pasado prehispánico o es debido al mestizaje con la cultura europea? Esto es debido a la cultura mestiza, no al pasado prehispánico, y mucho menos al pasado azteca o maya. El hecho de que los discursos verbo-corporales del ámbito político-gubernamental-administrativo de nuestra América Latina, es decir, por un lado las palabras y las oraciones, y, por otro lado, los gestos y los protocolos, en promedio se caractericen por los desajustes comunicativos y culturales está dado por la mala formación educativa y formativa que se observa en nuestros países, lo que puede comprobarse a través de las investigaciones y las estadísticas internacionales acerca de la educación. En este sentido, hay que recordar que nuestros países siempre se ubican entre los últimos del mundo. ¿Acaso de una tal situación de atraso y tercermundismo pueden salir, con regularidad, personas culturalmente competitivas y buenos oradores, individuos formados en los protocolos adecuados de la comunicación verbo-corporal occidental y civilizada? ¡Claro que no! Y aquí no podemos culpar nada más a los centros educativos, a las escuelas, y a los gobiernos –a las secretarías y ministerios de educación y de instrucción– por sus regulares, malas y pésimas políticas educativas, sino que también hay que culpar a la familia. La familia, en especial la tradicional familia nuclear, también es culpable de la mayoría de las desajustadas variantes comunicativas verbo-corporales de sus miembros (Ruano, 2006b; Riding, 2002:287-304; Weinberg, 1993:432-445); es culpable de la presencia en los niños, los adolescentes, los jóvenes y posteriormente los adultos de ciertos lenguajes verbo-corporales de la no verdad –¿de la mentira?–, de ciertos enmascaramientos en la interacción sociolingüística, en la interacción socio-discursiva (Ruano, 2003e). La pobreza y la carencia o desposeción de ciertos bienes, valores y atributos que se consideran como importantes según los contextos sociales y económicos, según las épocas y las modas, estimulan la aparición de la mentira. La mentira puede aparecer, y de hecho aparece, con mucha frecuencia entre pobres y ricos, entre desposeídos y poseedores, entre descastados –que no pertenece a una casta o grupo– y castados –que pertenecen a una casta o grupo–, entre los menos... y los más..., entre subalternos y jefes, entre infieles y fieles, entre individuos sin signos de pertenencia e individuos con signos de pertenencia, entre incivilizados y civilizados, entre deshonestos y honestos, entre inmorales y morales, entre temerosos y seguros, entre cobardes y valientes, entre individuos con menores índices de desarrollo humano e individuos con mejores índices de desarrollo humano, entre tercermundistas y primermundistas..., es decir, ¡siempre que hay una gran diferencia, una gran desventaja! [...]

MIEDO: “En los mamíferos superiores, cuyas expresiones faciales han evolucionado como sistemas de señales visuales, estos mensajes de alarma van acompañados de las características «caras de miedo». Estas reacciones, tanto en los animales jóvenes como en los adultos, indican que algo anda realmente mal. Los jóvenes avisan a sus padres; los adultos avisan a otros miembros de su grupo social [...] La acción de llorar consiste en una tensión muscular acompañada de un enrojecimiento de la cabeza, de una humedad en los ojos, con apertura de la boca y distensión de los labios, y con una respiración exagerada y de espiraciones intensas [...]” (Morris, 1996: 126-127). Veamos lo que al respecto del miedo nos dice Ostrosky-Solís: A través de los años las personas adquieren un gran repertorio de habilidades para enfrentarse a situaciones que les provocan miedo y temor. Intentamos aplacar a un jefe enojado y huimos cuando somos perseguidos por un asaltante. Sin embargo, algunos individuos se sobresaltarían en circunstancias que otros considerarían como angustiantes. El miedo al ridículo puede causar en algunas personas un temor incontrolable, casi pánico, cuando se les pide que hablen en público. Algunos temen tanto a los extraños que prefieren quedarse encerrados en sus casas, incapaces de salir a la calle o de trabajar. ¿Cómo se generan estos miedos excesivos? Las neurociencias han investigado los procesos cerebrales que regulan el miedo [...] El miedo es un sistema ancestral de alarma que ayuda a prevenir y evitar los peligros. Es una reacción natural presente en todos los animales; un mecanismo defensivo y de supervivencia que se genera en situaciones que ponen en peligro su vida. La angustia y el miedo constituyen mecanismos de alerta que anuncian los peligros y permiten al ser humano tomar medidas para protegerse de ellos. Así, por ejemplo, cuando una persona se enfrenta a una amenaza desarrolla una sensación que lo prepara para alejarse de la fuente del miedo o bien para atacar, defenderse y luchar. Aparecen entonces algunos síntomas fisiológicos asociados. El miedo puede generar frustración y conductas agresivas, en especial cuando no podemos reaccionar. Además, fisiológicamente, las zonas cerebrales que intervienen en estas conductas se encuentran interconectadas de forma estrecha. La sensación de luchar, huir y proteger se relaciona con una zona en el cerebro que es la amígdala [...] La amígdala es un generador central de estados mentales que evolucionaron para ayudar a sobrevivir en condiciones amenazantes. Si se estimula una parte de la amígdala tenemos reacciones de miedo, sensación de pánico combinado con huida; si se estimula otra zona se siente tranquilidad; con otra diferente sentimos ira. Si no podemos huir, se extiende la sensación temerosa y se desencadena el enojo y la necesidad de atacar [analicemos, por ejemplo, las imágenes verbo-corporales de algunos funcionarios y presidentes latinoamericanos y veremos claramente estas características que, en ciertos casos, reflejan verdaderos miedos que van más allá del límite de lo razonable en una cultura “supuestamente” civilizada y “supuestamente” culta e instruida. Estos miedos irracionales presentan rasgos de verdaderas fobias, de verdaderos traumas sicopáticos y sociopáticos, aparte de la irrespetuosidad hacia las personas y los grupos y la carencia de los más elementales protocolos de socialización en situaciones de civilización]. Ciertos temores vienen impresos en nuestra herencia biológica (genética). Existen miedos primordiales innatos, es decir, no son aprendidos, por ejemplo el miedo a ciertos animales como serpientes, arañas y roedores. Los objetos o fobias más comunes están asociados con aquellos sucesos y objetos capaces de producirnos daño y ante los cuales nuestros antepasados aprendieron a reaccionar .... Los miedos se clasifican, entre otras cosas, según las culturas y según la edad (Ostrosky-Solís, 2000:201-202). Existe una estrecha conexión entre el temor genético, no adquirido, no aprendido, a ciertos animales dañinos, alimañas, seres míticos o fabulosos, cosas, fenómenos y procesos, según los contextos sociales, y el temor social, adquirido, aprendido, a ciertos individuos y seres tipo endriago que por su físico o sus actos son asociados a ciertas imágenes fabulosas, míticas, animales dañinos, alimañas, cosas, fenómenos y procesos no gratos, no deseados. Por esto, es normal que las personas, al recordar o ver determinadas “imágenes humanas”, sientan repulsión y temor ante individuos que son nombrados con tales denominaciones como: hiena, perro, gato, gorila, buitre, pantera, tiburón, oso, lobo, zorro, rata, comadreja, depredador, monstruo, ogro, diablo, engendro, etc. Imaginemos el temor, el terror, que se puede producir en una persona o en un grupo cuando, después de siglos de considerar a algo o a alguien como “malo”, de repente tiene que enfrentarse a una tal realidad... Imaginemos entonces el miedo que tienen los grupos perseguidos por sus ideales, por sus religiones, por sus creencias, por sus razas, por sus preferencias sexuales, etc. Imaginemos el miedo de un niño ante unos padres a los que se les llama “monstruos”; de los padres a que sus hijos sean raptados o violados en las escuelas y centros religiosos ( http://conlajusticia.wordpress.com/about/ ; http://openlibrary.org/b/OL23531218M/Hacia-una-historiograf%C3%ADa-vergonzosa-de-las-grandes-%22fichas%22-de-la-podredumbre-social-y-moral-en-M%C3%A9xico:-Marcial-Maciel,-los-Legionarios-de-Cristo-y-sus-%22gatos%22,-c%C3%B3mplices,-%22fieles-devotos%22-y-encubridores. ); de las esposos o esposas ante la pareja que es vista y sentida como una “aberración humana”; de los alumnos ante maestros y directivos educativos con denominaciones similares; de los creyentes ante un dios iracundo y vengativo; de los individuos ante ciertos dioses, deidades, baales, diablos, monstruos, chamanes, brujos, vudúes e imágenes religiosas que inspiran temor; de los ciudadanos ante autoridades corruptas y delincuentes; de los perseguidos por la Inquisición; de los que se encuentran en situaciones de guerras; de los que se encuentran en situaciones de desastres naturales; de los marineros y pescadores y sus familias; de los individuos que se ven obligados a vivir en países y culturas diferentes, desconocidas; de los participantes en programas televisivos que se ven en la necesidad, por el motivo que sea pero generalmente para ganarse unos centavos, de tocar, con los ojos vendados o no, animales, bichos, cosas desagradables, e inclusive comerlas y beberlas; de los trabajadores en empresas e instituciones con funcionarios déspotas y corruptos; de los gobiernos y gabinetes salientes que creen –con todo fundamento, por supuesto– que serán perseguidos y enjuiciados por los gobiernos y gabinetes entrantes; de los niños ante la oscuridad; de los que temen perder a la persona amada; de los celosos; de los niños que confían en determinadas personas, guías religiosos y sacerdotes y son violados sexualmente... El miedo, el temor, la confianza o desconfianza (Gavilán, 2003) que tengan los grupos, el individuo, ante las demás personas, ante determinadas personas, ante una persona, ante el mundo que les rodea, ante determinadas situaciones, ante los animales, fenómenos u objetos de sus respectivas realidades, también condiciona el comportamiento corporal, el lenguaje corporal, el gesto y la mímica: El tipo miedoso es, entre todos los tipos de temperamento, el que se da con más frecuencia. Las personas propensas a tener miedo están muy condicionadas por sus emociones y se dejan dominar con facilidad por ellas. A menudo son irritables y tímidas, están tensas y nerviosas. Tienen una gran necesidad de ser amadas y aceptadas, pero con frecuencia se sienten aisladas, dolorosamente diferentes de los demás e incompetentes. Por eso prefieren lo conocido a lo desconocido, buscan de forma instintiva la seguridad, y donde mejor se sienten es en un entorno conocido (Märtin y Boeck, 2000:59). Mucho se ha hablado ya acerca de que en el mundo moderno los grupos no confían en los mandatarios, en los presidentes, en los gobiernos, en los congresos, en los parlamentos, en las cámaras de diputados, en los senadores, en sus “aparentes moralidades”, en las transnacionales, en la globalización, en las elecciones y las votaciones, en la justicia y en las fuerzas de seguridad (?) y orden (?); se dice que la gente confía más en las asociaciones no gubernamentales, en las instituciones educativas y en las organizaciones religiosas. De tal manera, las conductas de los grupos variarán en dependencia de cómo perciban ellos el panorama. Por otro lado, tenemos que considerar que en el encuentro de los individuos las personas que se conocen a primera vista, que pueden valorarse a primera vista, establecen un vínculo de cercanía cultural, no de distancia cultural; para ellos es más fácil interrelacionarse: “las experiencias compartidas, una cultura común, el uso de signos lingüísticos [palabras] y claves [palabras con ciertos significados especiales y gestos determinados] comunes ayudarán en la búsqueda de un significado consensuado que sirva como vehículo para intercambiar ideas y formalizar relaciones” (Ellis y McClintock, 1993:124). Pero cuando se produce el encuentro entre individuos que a simple vista no se reconocen como partícipes de un mismo grupo, de una misma comunidad, entonces la situación es diferente, es más compleja: “es en nuestras diferentes relaciones con las demás personas donde se manifiestan las más obvias diferencias de conducta. Así, ¿cómo podemos reconciliar el sentimiento de ser una sola, unificada y única personalidad con el hecho de que desarrollamos un amplio campo de diferentes e incluso conflictivas conductas en nuestra comunicación y relación con los demás” (Ellis y McClintock, 1993:124). En el encuentro entre individuos que no se consideran partícipes de un mismo grupo, cualquier chispa puede crear un incendio relacional: “descubrí que un apellido puede ser tan peligroso como el color de la piel. En clase, el primer día que el maestro pronunció mi nombre, dos chicos me miraron fijamente y soltaron un silbido. «Así que eres un kike», dijeron. No sabía a qué se referían ni tampoco que algunas personas usaban aquella palabra de manera despectiva para referirse a los judíos. A la salida de clase, los dos chicos me estaban esperando y, de un empujón, me derribaron al suelo y me propinaron una tanda de puntapiés y una soberana paliza” (Rosenberg, 2000:14). Inclusive en el mundo moderno, globalizado –y en nuestro caso occidentalizado– el estudio o análisis del encuentro, temporal o permanente, por pocos o muchos años, entre culturas diferentes –más emparentadas o menos emparentadas, como se muestra en el cuadro de clasificación aproximada de los grupos humanos– implica la consideración de distancias culturales inmensas, que solamente pueden ser salvadas parcialmente, aparentemente, y, por supuesto, considerando la disposición espiritual y actitudinal que presenten los miembros de las partes contactantes para entenderse o no, es decir, si en realidad los interlocutores desean o necesitan entenderse. El encuentro intercultural siempre ha presentado, y sigue presentando hoy, los matices más diversos, dentro de un mismo país, como por ejemplo Nigeria, en el África Occidental, con 923 468 kilómetros cuadrados y unos 130 millones de habitantes repartidos en unos 200 grupos étnicos diferentes, y también al nivel de un mismo grupo, por pequeño que sea (Ruano, 1988 y 1991) [...] El miedo no sólo había inducido a la creación de un lenguaje clandestino de señales corporales, sino también a la invención de un segundo lenguaje de gestos contrarios, como precaución adicional (Oppenheimer, 1992:154-155) [...] Uno de los grandes problemas de hablar en público es el miedo, la inseguridad. ¿Cuántos de nosotros no hemos padecido los síntomas de este singular mal? ¿Por qué después de haber preparado con minuciosidad nuestro discurso, de haber estudiado y estructurado las frases e ideas que pensamos expresar, nos presentamos ante los demás o subimos al estrado y repentinamente nos empiezan a temblar las piernas, a sudar las manos, una sensación fría nos recorre la espalda y nuestra garganta se resiste a emitir sonido alguno y nuestro cuerpo comienza a lanzar los gestos más desatinados? Sentimos que pensamientos, palabras y gestos pertinentes huyen de nosotros dejándonos abandonados ante el inclemente auditorio. Incluso varios grandes oradores nunca lograron librarse del temor inicial a enfrentarse al público, pero la clave de su éxito residió en que siempre se hicieron del valor suficiente para superar esta etapa y hacer de la exposición oral un placentero deleite propio y ajeno (Torriente, 1997; Paredes, 1998).

MISONEISMO: Miedo a lo relacionado con lo nuevo, con las novedades, con los cambios. Es la tendencia del individuo a perpetuar el comportamiento ya admitido por el grupo social a que pertenece. Especialmente en las sociedades más tradicionales, el misoneísmo expresa el temor a la ruptura de un equilibrio frágil y difícilmente conseguido. La oposición a todo lo que es nuevo está integrada no sólo por la reacción del sujeto ante las fuerzas exteriores, sino también por el ritmo de su propia actividad mental, que tiende a adoptar cierta constancia en sus convicciones. Se le conoce con otros nombres: neofobia, cainofobia, cainotofobia, kainofobia, centofobia, cenofobia, etc.

MITOS, MITOIDES Y MITOMANÍA: No podemos analizar la vida de los pueblos de América –de la misma manera que la vida de todos los demás pueblos del mundo– sin considerar los mitos y los mitoides. Tampoco podemos analizar la vida de los pueblos que conquistaron América sin sus herencias míticas y mitoideas. ¡Hasta los pueblos que han vivido y viven aún el socialismo y el comunismo han tenido y tienen sus mitos y sus mitoides, “mitos y mitoides socialistas y comunistas”, pero mitos y mitoides al fin! En el caso concreto de los pueblos americanos, los mitos se relacionan con las tres razas que han conformado el mestizaje americano, es decir indios, blancos y negros. Tanto en el pasado como en el presente, por muy variadas razones pero en especial debido a la pobreza, a la incultura, al atraso y al analfabetismo, los mitos y mitoides están estrechamente relacionados con nuestras vidas, al nivel de los grupos más pobres pero también al nivel de los grupos más ricos. En América ser un “universitario” no quiere decir automáticamente “estar liberado de los mitos y los mitoides”. La realidad demuestra todo lo contrario: los mitos y los mitoides americanos, en sus cuatro contextos particulares: indio, blanco, negro y mestizo, nos han marcado y nos siguen marcando fuertemente. Para que exista un “mito” debe haber un ámbito cultural dentro del que pueda existir. Y un ámbito cultural se trata de un lugar común, es un todo complejo dentro del cual la mayoría de sus partes están estrechamente relacionadas. Según ciertos pensadores, un ámbito cultural permite la existencia de mitos cuando sus elementos humanos los viven, creen ingenuamente en ellos, les confieren carácter sagrado, y consideran a todo aquel que no cree en ellos como un réprobo peligroso para el conglomerado social que debe, por eso, ser eliminado. Para que haya mito –afirman– debe haber categorías míticas, maneras universales y necesarias de aprehender la realidad, debe existir un espacio mítico, un tiempo mítico, sustancias míticas, causalidad mítica. Si no funcionan estas categorías de manera espontánea y supraindividual, no puede constituirse el mito, no puede vivirse. Pero nada de esto hay ahora en nuestro mundo moderno. Aunque pueden encontrarse rezagos de categorías míticas, ya no funcionan de manera universal y necesaria. Algunos opinan que estamos demasiado sumidos en el espacio, el tiempo, las sustancias, la causalidad de la moderna ciencia físico-matemática para que podamos creer en mitos como creían nuestros antepasados. Estaríamos demasiados sofisticados por el entrenamiento lógico que algunos recibimos desde nuestra infancia para poder vivir en el ámbito mítico. Según ciertas ideas, nadie hoy día, por lo menos en las partes del planeta que pomposamente llamamos “civilizadas” (que no son sino las que han sido absorbidas por esa gigantesca y devoradora ameba cultural que es el Occidente) está dispuesto a creer que los dioses, los hombres y las cosas se transforman unos en otros, nadie siente que vive en contacto permanente con poderes sobrehumanos. Este mundo nuestro está desacralizado. Siguiendo este razonamiento, no puede hablarse, pues, de “mitos” si se quiere hablar con cierta propiedad. Pero en cambio podría hablarse de “mitoides”, ya que una serie de ideas y creencias puede presentar según de donde se las observe un conjunto de notas comunes con el concepto de mito. Se aceptan, como los mitos, con total ingenuidad, sin ningún análisis crítico sobre la verdad o su significado. Se considera que quienes las realizan son peligrosos para el conglomerado social. Este sentimiento de odio contra el disidente no es, en general, tan intenso ni tan universal como se cree que ocurre en las culturas míticas, pero a veces presenta una desconcertante violencia y abarca grandes porciones de la colectividad. Se tiene, además, como en el caso de los mitos, la convicción de que esas ideas y creencias, o las entidades a las que se refieren, son eternas, intangibles, pilares fundamentales y absolutos de la vida social. Pero, sobre todas las supuestas coincidencias hay una que es, en nuestro concepto, la más importante: cumple una función de jerarquización y aglutinación social [...] puede decirse que el mito es la invención fundamental del hombre primitivo [...] para pasar de la pura horda prehumana a la sociedad humana. El animal puede aglutinarse por instinto, pero cuando se pasa de la animalidad al lenguaje y a la razón, la cohesión social se ve amenazada por la capacidad de todo hombre de tener proyectos propios y de estar dispuesto a luchar para realizarlos [...] El estado es fundamento cuasi mitológico del poder. Es un perfecto “mitoide”. Hay un momento en la historia en que algunos hombres se dan cuenta de que poseen una facultad capaz de analizar críticamente y sin límites todos los valores, todas las creencias que sobre un fundamento mítico imperan en la mente de sus semejantes. Esta facultad se llama razón y permite a quien la usa no sólo llegar por sí mismo a una verdad sin la ayuda de ningún poder trascendente, sino demostrar de manera irrefutable que las historias míticas sobre las que se funda toda la estructura social, son falsas. La razón surge, así contra el mito. Al organizarse se convierte en filosofía y luego en ciencia. Hasta se ha llegado a pensar que la razón es por eso, desde el comienzo, un poder revolucionario, un factor disolvente y subversivo. Frente al poder aglutinante del mito afirma la libertad de los hombres, su capacidad individual de decisión y de oposición [...] El mito es sobrehumano e histórico, la razón es humana y suprahistórica [...] Llega un momento dentro de una cierta historia moderna en que grandes mayorías están convencidas de que deben resolver sus problemas, tanto teóricos como prácticos, por medio de la razón. Esta actitud ha buscado fomentar la aplicación del análisis racional a los fenómenos naturales, lo que contribuiría a disolver los últimos mitos existentes sobre el cosmos (Miró, 1993: 72-75). Para tratar los mitos, véase también: Ernst Cassirer (1998). Filosofía de las formas simbólicas. México, FCE; Claude Lévi-Strauss (1996). Antropología estructural. Mito, sociedad, humanidades. México, FCE; James Georg Frazer (1951). La rama dorada. Madrid, FCE.; Pierre Guiraud (1994). La semiología. México, Siglo XXI, 127-133 [...] Para tratar los mitos mexicanos véanse, por ejemplo: Enrique Florescano (coord.) (2003). Mitos mexicanos. México, Taurus; Jorge Carrión (1975). Mito y magia del mexicano. México, Nuestro Tiempo; Gabriel Careaga (1998). Mitos y fantasía de la clase media en México. México, Cal y Arena; Macario Schettino (2007). Cien años de confusión. México en el siglo XX. México, Taurus; Alfredo López Austin (1990). Los mitos del tlacuache. Caminos de la mitología mesoamericana. México, Alianza Editorial; Michel Graulich (1990). Mitos y rituales del México antiguo. Madrid, Colegio Universitario de Ediciones Istmo [...] Acerca de los mitos de España y los españoles véase: Fernando García de Cortazar (2003). Los mitos en la historia de España. España, Planeta [...] Para considerar los tabúes, mitos e imaginerías en torno a la sexualidad masculina y femenina, véase, por ejemplo: Juan Carlos Kusnetzoff (2003). La mujer sexualmente feliz. Del mito a la verdad científica. Argentina, Granica; Juan Carlos Kusnetzoff (2003). El hombre sexualmente feliz. Del mito a la verdad científica. Argentina, Granica; Phillip Hodson y Anne Hooper (2003). Cómo hacerle bien el amor a una mujer. México, Grijalbo y Phillip Hodson y Anne Hooper (2003). Cómo hacerle bien el amor a un hombre. México, Grijalbo [...] Las herencias culturales, las tradiciones, los idiomas, los mitos y mitoides de cada lugar, los estados del desarrollo sociocultural y socioeconómico, las políticas, los gobiernos, etc., “condicionan”, “revisten”, “alquimizan”, “enmascaran” las creencias, las religiones, los pensamientos socioconfesionales. Eso es viejo y ha pasado y pasa en todos los lugares del mundo; eso todo el mundo lo ha sabido siempre; siempre ha sido así, y así siempre será [...] fábulas y mitos constituyen recursos para que los hombres de pensamiento poco desarrollado asimilen, por medio de la fantasía, lo que aún les es imposible comprender a través de la razón. Es algo que uno comprueba, justamente, con los niños con frecuencia, cuando preguntan cosas difíciles de explicar en abstracto: en esos casos, acudir a ponerles un ejemplo concreto, les permite entender lo que de otro modo no comprenderían. Sólo que, el ejemplo concreto hoy utilizado por nosotros, es ya un ejemplo proveniente de un pensamiento desarrollado; y lo que podríamos considerar el ejemplo de las etapas primitivas del desenvolvimiento humano, era una invención ingeniosa, novelesca, producto de imaginaciones vivas, con aptitudes para crearlas [...] De ahí que la mitología, aunque mentirosa, parte de hechos reales y deba ser considerada no como un simple rosario de invenciones caprichosas sino, en verdad, como un titánico esfuerzo de la mente humana para vencer la propia ignorancia [...] Lo que nos sucede con las fábulas y mitos más antiguos es que hemos perdido el conocimiento de su punto de origen; y con frecuencia les hemos dado interpretaciones que distan mucho de ser las que tuvieron en sus inicios (Aguirre, 1979:79-80).

MOTIVACIÓN: Sicológicamente hablando, las motivaciones pueden ser internas o inconscientes, es decir, no conocidas por el portador, y también pueden ser externas o conscientes. Las motivaciones producen efectos cuantitativos y cualitativos. Para considerar la importancia de las motivaciones y el liderazgo siempre he recomendado el texto Magallanes, del escritor austriaco Stefan Zweig.

NARCOLEPSIA: Es el deseo tremendo o la necesidad tremenda e irresistible de dormir. La sincronía interaccional tampoco puede desarrollarse adecuadamente cuando uno de los componentes de la comunicación verbal o no verbal tiene trastornos del sueño o es narcoléptico –lo que en México se llama popularmente “echarse el muerto encima” y en Cuba “tiricia”–, es cataléptico, es decir cuando se inmoviliza repentinamente el cuerpo, o sencillamente se es una persona que tiene cambios de turnos, diurnos y nocturnos, en su actividad laboral. También en las sociedades modernas, urbanas y “desarrolladas” es común que las personas presenten problemas de atención debido a trastornos del sueño, por muchas causas, pero en especial por el ruido, lo que hace que se descontrolen los estímulos y entonces la “noche” y la “cama” no son para dormir, y el acto de dormir se producirá en cualquier otro momento o lugar, incluyendo aquí al mismo momento en el que se produce la comunicación verbal y corporal habitual entre las personas, ya sea en la vida pública, en la jornada laboral o en la vida íntima, el puesto de trabajo o el coche o carro o máquina o transporte, etc., lo que ha producido muchos desastres viales. ¿Nos hemos preguntado por qué, por ejemplo, desde hace solamente unos cuatro años hacia acá, en todos los hospitales del Distrito Federal, en México, la ciudad con mayor cantidad de personas al nivel mundial, hay un departamento médico especializado que trata los trastornos del sueño y su acción negativa en el comportamiento de las personas? La respuesta es sencilla: ¡exigencias de la modernidad! Es el precio que pagamos por vivir en una capital superpoblada e industrialmente compleja.

NEUROSIS DE DECISIÓN O MIEDO A OPINAR: “el juicio de un tercero adquiere tales proporciones con respecto a la confianza que tenemos en nosotros mismos que la más pequeña decisión se convierte en razón de estado. Si quienes nos rodean refuerzan además este estado de cosas mediante [burlas, chistes de mal gusto, gestos de compasión, desapruebo, rechazo, desprecio, aburrimiento, cansancio, hartazgo, premura, intolerancia] consignas con doble sentido, animando y reprendiendo a un mismo tiempo tal o cual acto, es fácil que acaben por presentarse bloqueos psíquicos, conflictos globales de la personalidad” (Brosse y otros, 1982: 52).

PASIONES: Acerca de las pasiones y el comportamiento humano, véase, por ejemplo: Georgia Witkin (1996). Pasiones. Cómo dominar las negativas y potenciar las positivas. España, Grijalbo. Acerca de las pasiones dice Samuel Ramos: “La pasión es la nota que da el tono a la vida de México, sobre todo cuando alguna actividad particular trasciende a la escena pública. No sólo la política, asunto esencialmente público que aquí como en todas partes es materia inflamable, sino un hecho cualquiera que pueda despertar un interés colectivo, es llevado luego al terreno de la pasión. Lo mismo una discusión científica que una controversia artística, casi nunca transcurren serenamente; apenas acaban de surgir, cuando toman un cariz exaltado y crean en torno suyo una atmósfera pasional. La pasión ha llegado a convertirse en una necesidad nuestra, de manera que ahí donde aparece, es exigida como un estimulante para provocar el interés. Esto obliga a todo el que quiere llamar la atención sobre lo que hace o lo que dice, a alzar la voz, a extremar los gestos, a violentar las expresiones para impresionar al auditorio. El prestigio adquirido por la pasión me hace dudar de su sinceridad en ciertos casos que parecen consistir en el gesto y en el ademán, sin su correspondiente contenido. La omnipresencia convierte a la pasión en un factor histórico de primer orden. La pasión es una fuerza motriz obstinada y ciega. Cuando la razón trata de explicar los procesos que aquélla motiva, los encuentra absurdos, desconcertantes, desprovistos de toda lógica [...] Quien lea atentamente nuestra historia con la mira de encontrar, en los avatares del pasado, ese hilo que les da coherencia y conduce a su explicación, sólo descubre una serie de contradicciones que dan la impresión de un caos en el que se debaten la codicia y el desinterés, la quijotería y el sanchopancismo [...] Se afirma que el móvil de ciertos hechos históricos es la pasión; pero tras de ésta, se esconden intereses y necesidades que buscan su satisfacción real. Yo sostengo, en cambio, que tras de los intereses y las necesidades, se esconden pasiones que buscan su satisfacción como tales, si es preciso sacrificando los intereses y las necesidades que la acompañan. He aquí algo incomprensible para la razón, pero cierto: que la pasión todo lo arrasa y lo destruye en su propio interés [...] Solo una disciplina bien pensada podrá cambiar el signo de la pasión del lado positivo. Tal vez sólo una reeducación en amplia escala y sostenida por mucho tiempo, pueda orientar y canalizar correctamente la energía de la pasión para hacerla servir a un objeto en verdad provechoso para la vida colectiva” (Ramos, 2001:117-121).

PERCEPCIÓN: En la comunicación humana, en la sincronía interaccional, la percepción desempeña un papel relevante. Cuando vamos a trabajar científicamente a la percepción y a los procesos perceptuales, enseguida recordamos el dicho popular de “son muchos los caminos que conducen a Roma”, tomando en cuenta las múltiples y variadas investigaciones que al respecto se han realizado y se siguen realizando y los criterios de cada una de las instituciones, escuelas y autores (Tudela y Luna, 2006; Goldstein, 2006). ¿Qué es percepción y cómo se producen los procesos perceptuales?: [Percepción es] los instrumentos para medir y registrar las creencias colectivas [...] Desde la antigüedad se vincula a la percepción con el registro sensible que hacemos del mundo que nos rodea [recordemos aquí que hay países que tienen “muchos mundos”, mundos visibles y perceptuales y mundos “secretos”, “tabuizados”, invisibles, y por lo tanto imperceptuales, para la inmensa mayoría de los componentes del grupo social contextual, en todos los sentidos, y sobre todo allí en donde reina la incultura, el atraso, el tercermundismo y el cuartomundismo, allí en donde reina la ignorancia, el analfabetismo, el fanatismo, los sistemas represores y dictatoriales. Dentro de estos países grandes, complejos, con muchos “mundos secretos”, podemos mencionar a China, Rusia, México, Brasil, Estados Unidos, España, India y a comunidades como “la Comunidad Europea”, “los musulmanes”, “los judíos”, “los cristianos”, “los francmasones”, “los cruzados”, “los vuduistas”, “los santeros”, “los brujos y brujas”, “los ñáñigos”, “los hinduistas”, “los budistas”..., y aquí todo aparece, todo se mezcla: razas, idiomas, dialectos, políticas, economías, religiones, culturas, folclores, clases sociales, tradiciones, protocolos, etiquetas, tabúes, secretos, mitos, mitoides, gastronomías, anhelos, frustraciones, temores... (Ruano, 2003e)]. Es nuestro olfato, nuestro tacto, la vista, el oído, el gusto, el conjunto de la información que nos trasmiten nuestros sentidos lo que nos lleva a percibir el mundo de tal o cual forma. Pero el asunto se complica, pues si la percepción fuera la simple adición o suma de la información externa que llega a los seres humanos y todos tuviéramos el mismo rango de registro, sería una cuestión bastante aburrida [tipo robots]. No es así. Por fortuna para el arte, para la creación y para la libertad humana, nuestros sentidos trabajan con enormes diferencias [consúltese aquí la función de los 9 tipos de inteligencia en la comunicación humana, en el comportamiento verbo-corporal, en la sincronía interaccional]. ¿Cómo escucharían el mundo los genios–monstruos de Mozart o Beethoven? ¿Cómo se miraría desde los ojos de Picasso [y de Frida Kahlo...]? ¿Con qué parte del cuerpo pensaría Víctor Hugo [o Nezahualcóyotl, “El Rey Poeta”; o el rey Alfonso X, “El Sabio”; o Hitler, o Mussolini, o Franco, o Pinochet...]? [¿Cómo se produce y se concibe el movimiento corporal, los actos corporales, y se trata, se percibe y se interpreta el espacio discursivo en artistas de la talla de Isadora Duncan, Josephine Baker, Alicia Alonso, Maya Plisétskaya, Rudolf Nureyev, Mijaíl Baríshnikov..., en deportistas, en atletas, en nadadores, etc., como el corredor Alberto Juantorena Danger y el nadador Michael Phelps?] Nunca lo sabremos bien a bien, pero podemos imaginar por sus expresiones creativas [tanto en el buen sentido como en el mal sentido de la palabra “creativo”]. Allí está un primer detalle. Hay otra cuestión que complica aún más la historia. La fábrica interna en la que cada quien procesa la información es muy diferente, porque hemos sido troquelados en nuestro mundo emocional también en diferentes talleres [como se dice en México: “según te haya ido en la feria”, y aquí me refiero tanto al aspecto genético-biológico como al aspecto social, al aspecto económico y al aspecto alimenticio-nutritivo que ha afectado positiva o negativamente la formación del cerebro]. Nuestros padres, hermanos, amigos, el entorno [las sociedades, las áreas urbanas o desarrolladas y las áreas rurales o atrasadas, los gobiernos, el aparato jurídico-administrativo, el aparato represivo, la censura, la libertad de expresión, las guerras, la violación a los derechos humanos, el racismo o apartheid, la misoginia, la homofobia; las instituciones educativas y las empresas y sus directivos, programas y leyes; los protocolos, la tradición, el folclor, los tabúes; la programación docente-educativa e informativo-noticiosa que aparece en los centros educativos, en las bibliotecas y los centros de información, en los medios masivos de comunicación, el cine, la televisión, la radio, Internet; la belleza o la fealdad; el físico atractivo y el físico repulsivo; los defectos físicos, el ser sano o enfermizo, ¿apto o inepto?, ¿capacitado o incapacitado?, ¿califica o no califica?; el carisma, el glamour, ser aceptado o ser rechazado o no ser tomado en cuenta; ser agradable o no ser agradable; la dicotomía o dualidad vida-muerte y sus muy variados conceptos, según las particularidades sociales y culturales del grupo en el que estamos insertados; el tener “status” o el no tenerlo, el desempeñar roles importantes o el no desempeñarlos; el o los noviazgos y el o los matrimonios; las particularidades de los órganos genitales: pene y vulva, y su estado y apariencia, los hábitos y las estrategias afectivo-sexuales, la capacidad y habilidad para reaccionar orgásmicamente ante el estímulo del Punto G –recordemos que hay Punto G Femenino y Punto G Masculino–etc.], dejan huellas en el laberinto de nuestras emociones [en algunos casos huellas terribles que marcan para toda la vida nuestra conducta social y nuestra conducta sicológica, “nuestras percepciones” del mundo o los mundos que nos rodean y el “cómo somos percibidos” por el mundo o los mundos que nos rodean]. Pero con todo y las diferencias en los registros y la forma de procesar la información, a pesar de las diferencias, la necia idea de la percepción sobrevive. Hoy, gracias a la estadística, podemos indagar un poco más en los interiores de millones de personas, lo cual puede ayudar a la comprensión y entendimiento de la humanidad. El frío porcentaje, el anonimato, ayudan a ampliar el conocimiento que tenemos de los humanos. Será al revés de nuestra vida cotidiana, no tendremos el nombre y el apellido, pero sí la irrefutable cifra. Así, por ejemplo, sabemos qué porcentaje de la población cree en algún tipo de vida después de la muerte. También sabemos cuántos son ateos, cuántos creen en Dios [o más bien en diferentes dioses y diosas, con figuras y conductas diferentes, dentro de una misma religión, como el Catolicismo o el Judaísmo o el Islam, por ejemplo, y al nivel también de las religiones del mundo (Ruano, 2003e); o también “diz que creen en Dios”, o en un dios o diosa...]; qué por ciento de la población mundial considera que la producción de China, que el famoso “made in China”, está relacionado directamente con lo mal hecho, con cosas “chafas”, con productos tóxicos...; qué por ciento de la población mundial considera que George Bush es un asesino demente; qué por ciento de la población de un país cree que su gobierno y su jefe de gobierno tienen un sistema dictatorial o represivo; qué por ciento de la población de un país cree que su presidente y la esposa de éste son unos vulgares ladrones, etc. Cómo llega cada quien a sus conclusiones, es un galimatías, un asunto que puede resolver mejor la literatura. Por lo pronto está el retrato de las distintas percepciones que hay del mundo. Otro ejemplo: existen varios millones de estadounidenses que creen en la vida extraterrestre y en los ovnis por supuesto. De allí que una buena parte afirme haber tenido contactos o encuentros. También en Inglaterra hay muchos que viven aceptando la existencia de fantasmas. Así que, en pleno siglo XXI y cuando hablamos de la aldea global y de la homologación forzosa, la chapucera de la percepción nos juega una buena pasada hay dioses, es decir “poderosos inmortales”, que creen que pueden hacer en tres días lo que los hombres han hecho en cuarenta y seis años, como sucedió con Jesús: “Destruid este templo y en tres días lo levantaré.” Los judíos contestaron: “¿En cuarenta y seis años ha sido construido este templo y tú lo vas a levantar en tres días?” (Juan, Capítulo 2, Versículos 19 y 20), y hay hombres, “frágiles mortales”, que creen poder superar a los dioses, “a lo Mandrake el mago”, en la solución de lo imposible, como sucedió con el expresidente de México Vicente Fox que creyó poder resolver el conflicto chiapaneco, es decir lo relacionado con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, EZLN, en nada más y nada menos que “15 minutos”, y esto fue en el año 2000, cuando el EZLN llevaba ya 6 años de constituido formalmente, actuando, y a la luz pública. Como todos sabemos, o por lo menos yo lo sé, no sé usted, ni el famoso segundo templo de los judíos se construyó en 46 años, sino en 1 año y seis meses en el año 18 o año 21 bajo el reinado de Herodes el Grande, ni el mortal de Vicente Fox pudo hacer nada que valiera la pena, ya no digamos en 15 minutos, sino en los 6 años que duró su mandato. Percepción. Conciencia inicial de una actividad sensorial; proceso que trae la noticia y la interpretación de estímulos o sucesos circundantes. La percepción difiere de la sensación en que esta designa un proceso más pasivo que dispara receptores sensoriales, en tanto que la percepción selecciona de una manera activa y da sentido a un material que procede del mundo inmediato total. La percepción también se distingue de la atención. Este último término caracteriza un estado de lucidez o de reforzada sensibilidad que va más allá de la base perceptiva general. La percepción suministra un fundamento a la información –ya seleccionada después de la sensación–, que sustenta y dirige un posterior control. En el fenómeno de la percepción, el modo en que se entienda cualquier configuración dependerá en gran medida de la experiencia, la memoria y el conocimiento previos. Es, pues, una ultrasimplificación concebir la percepción como el proceso a través del cual nuestros sentidos nos proporcionan información sobre el mundo. El proceso mismo no es tan sencillo. La búsqueda filosófica de alguna definición de realidad objetiva invoca continuamente la base de nuestro conocimiento, o evidencia, del mundo: las percepciones varían enormemente entre los diferentes individuos y las diferentes culturas, quizá como resultado de las diferencias de una interpretación en comparación con otra. Una conclusión a la que se ha llegado es la de que todo conocimiento es esencialmente incierto o hasta ilusorio porque todas las respuestas se basan en evidencias diversas que proceden de sentidos variados impuestos por los límites de los distintos lenguajes. Inevitablemente, semejante discusión lleva a evaluar el sentido, la estructura, la imagen, el signo y el símbolo, y llega a constituir un foco central del análisis de la comunicación. Las teorías y las investigaciones psicológicas que utilizan el análisis de laboratorio y el análisis intercultural se han interesado en gran parte por las diferencias individuales de la percepción. Por ejemplo, los teóricos conductistas y neoconductistas han señalado la importancia de los procesos de aprendizaje para la formación de las percepciones: las diferentes interpretaciones puede atribuirse a las diferencias en los contextos culturales del perceptor. Una indagación perceptiva detallada incluye el estudio de las ilusiones visuales y los estímulos ambiguos (O’ Sullivan y otros, 1995: 262-263). Los problemas relacionados con la percepción, tanto de nosotros mismos como de “los” demás y de “lo” demás, se hacen más complejos debido a que, como sabemos, no siempre los cinco sentidos –gracias a los cuales obtenemos la información del mundo que nos rodea– funcionan correctamente en todas las personas y, peor aún, debido a los grandes problemas que enfrenta el medio ambiente al nivel global, sabemos que en muchos lugares, que en muchos países, algunos sentidos como el olfato, el oído, el gusto, están afectados, y muchas veces seriamente afectados. Los problemas de disminución sensorial son cada vez mayores en todo el mundo, incluyendo aquí, por supuesto, los factores relacionados con la mala alimentación y los trastornos alimenticios, la bulimia, la anorexia, el raquitismo, la ortorexia, etc. Con cierta facilidad podemos conocer el funcionamiento normal de nuestra capacidad sensorial (Gilling y Brighweell, 1982). Pero por si esto fuera poco, tenemos que recordar a la percepción subliminal, que se relaciona con ciertos procesos perceptivos que se salen totalmente de nuestro control. ¿Por qué sucede que a veces nuestra percepción se distorsiona inexplicablemente? Aquí lo que sucede es que nuestro cuerpo también procesa información subliminal, una información que desconocemos “conscientemente”; pero que al ser procesada y decodificada por nuestro cuerpo afecta, y a veces mucho, nuestra conducta en relación con las demás personas y objetos perceptuados. Este asunto hace mucho que ha sido tratado (Kramer, 1974). Perceptuar es un complejo proceso biológico-social, porque aquí intervienen muchos factores corporales y también muchos factores sociales. Tanto el perceptuante como el perceptuado o lo perceptuado entran en el llamado contexto protocolar de la percepción o contexto del protocolo de la percepción, en donde la dicotomía percepción de lo correcto/ percepción de lo incorrecto, las preferencias, las expectativas circunstanciales que tengamos en el mismo momento en que se produce el proceso de percepción, la memoria histórica y el fondo informativo –lo que se nos ha dicho acerca de lo que vamos a percibir– son la misma base o punto de partida de la percepción, lo que, finalmente, arrojará la valoración final de lo percibido. ¡Hasta el conocimiento previo del género o el sexo de una persona influye en nuestras percepciones: masculino, femenino, neutro...! (Naylor y otros, 1980). ¿Se imaginan ustedes cómo funciona la percepción en áreas tan culturalmente, étnicamente, lingüísticamente, protocolarmente, religiosamente, gastronómicamente, etc., variadas como el Mediterráneo, con interacción comunicativa de personas de Europa, Asia, África...? Lo mismo sucede en países tan pluriculturales como México, Brasil, Rusia, China, India, Pakistán, España, Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Francia, etc. ¿Hemos olvidado hasta dónde llegaron las fatídicas “batallas percepcionales” y a lo que condujeron en países como la ex República Federal Socialista de Yugoslavia –integrada por 6 provincias: Serbia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Eslovenia y Macedonia–, con unos 21 millones de habitantes, con varios idiomas de uso: macedonio, serbocroata, esloveno, albanés..., con un 60 % de ortodoxos, un 30 % de católicos y un 10 % musulmán...? ¿Y hacia dónde va el Pakistán musulmán sunní –mayoritarios, de Sunna o dichos y hechos de Mahoma– y chiita –minoritarios, partido o facción de Alí, primo y yerno de Mahoma– de hoy, con 165 millones de habitantes “en conflicto”? ¿Y qué está pasando hoy, en el México actual, con una diversidad religiosa tan fuerte, contrastante, en constante competencia, en conflicto (Torre y Gutiérrez, 2007), y en donde las ofensas religiosas, inclusive provenientes de los altos jerarcas y líderes religiosos, hacia otras religiones están a la orden del día: “Se necesita ‘no tener madre’ para ser protestante”, dijo, por ejemplo, alguna vez un cardenal mexicano? –estas palabras fueron dichas por el cardenal mexicano Juan Sandoval Íñiguez en 1998, según el escritor mexicano Carlos Monsiváis, en “Intolerancia religiosa. Si no compartes mi fe, te rompo la madre”, texto disponible en http://ghrendhel.tripod.com/textos/monsivais.htm , y en Martínez, 2008, p. 34–. Cómo olvidar que siempre vamos a percibir cualquier información, cualquier comunicación, como buena o mala en dependencia de lo que nosotros consideramos como favorable o desfavorable, como positivo o negativo, como pacífico o agresivo, en nuestros contextos comunicativos variados de cada día y bajo las influencias de nuestras diversas educaciones e instrucciones y nuestras herencias culturales, contextos comunicativos que son, a saber: 1. la vida pública, 2. la vida laboral o especializada y 3. la vida íntima o familiar. Si los procesos perceptivos que se producen entre individuos cultivados y decisores de la vida de la Humanidad y del planeta son un verdadero desastre en una buena mayoría de casos, imaginemos entonces cómo se producirán los procesos perceptivos en culturas y entre individuos que se desenvuelven en situaciones de tercermundismo, cuartomundismo, fanatismo, barbarie y presocialidad (Ruano, 2002a; Ruano, 2003g; Ruano2004c; Ruano, 2006c; Ruano, 2007b). En mis más de 30 años que llevo ejerciendo la docencia he investigado y vivido en carne propia cómo se producen los resultados de la percepción docente-educativa, en cuanto a profesores y alumnos, tanto al nivel de la percepción de los educandos hacia los profesores y de los profesores hacia los educandos como al nivel de la percepción de los directivos hacia los profesores y alumnos y de los alumnos y profesores hacia los directivos, en países culturalmente atrasados y en países culturalmente avanzados, en centros educativos comprometidos con el desarrollo de la ciencia y la técnica mundial, reconocidos internacionalmente, y con “centros educativos patitos” –en México “patito” significa ‘de mala calidad’, ‘satélite’, ‘irregular’, ‘ilegal’, ‘pirata’, ‘fraudulento’...–. ¿Qué he visto aquí? ¡De todo, como en botica! Pero, desgraciadamente, en este “de todo” ha prevalecido la injusticia y la ignorancia (Ruano y Makoviétsky, 1984: http://openlibrary.org/b/OL1645685M/ciencias-sociales-y-el-trabajo-independiente-de-los-estudiantes ; Ruano, 2000: http://openlibrary.org/b/OL22661780M/C%C3%B3mo-trabajar-con-los-estudiantes-universitarios-de-Ciencias-Sociales.-Apuntes-para-profesores-y-educandos ). Otro campo que me ha ayudado mucho a entender los problemas de la percepción selectiva ha sido el relacionado con la criminología, la victimología y la terrorismología. En los años en que trabajé como sociolingüista, intérprete y traductor, específicamente con los doctores Anisín y Danilóvich ( http://openlibrary.org/b/OL1294230M/Problemas-teo%CC%81ricos-de-la-criminologi%CC%81a.-Traducci%C3%B3n-del-idioma-ruso-al-idioma-espa%C3%B1ol-del-fil%C3%B3logo-e-imag%C3%B3logo-Fernando-Antonio-Ruano-Faxas. ), pude comprobar por propia experiencia en la observación y tratamiento de testigos cómo un mismo hecho delictivo puede ser percepcionado de diferentes formas por personas de una misma comunidad, con la misma formación cultural, con edad aproximada, del mismo sexo, etc. Los resultados percepcionales en algunos casos dejaban atónitos a los criminólogos, victimólogos y terrorismólogos de diferentes países e instituciones (Danilóvich, 1988; Lofthus, 1979; Carr, 2002; Burleigh, 2008). Claro está que la corrupción, la doble moralidad, los falsos valores sociales y religiosos, las mentiras masificadas e institucionalizadas (Paz, 1943; Ruano y Rendón, 2006; Sefchovich, 2008), la anarquía, la anomia, la segregación, la discriminación –ya sea positiva (?) o negativa (?), según los diferentes contextos socio-culturales y “según convenga”– y el racismo, tan comunes en la inmensa mayoría de las regiones del Planeta, afectan a los procesos comunicativos generales, y por ende a los procesos perceptuales, a la percepción, inclusive de actos tan deshonestos y aborrecidos mundialmente como la pederastia (Ruano, 2003e; Ruano, 2005b; Ruano 2003a; Ruano, 2002a). Y todo esto independientemente de la más que conocida existencia de grupos humanos y de individuos en particular que aunque son más que reconocidos como elementos tóxicos a los efectos sociales, en algunos casos altamente tóxicos, por las muy variadas razones más que conocidas, son “intocables” (Santoro, 1996; Zepeda, 2008; http://experiencia.indigobrainmedia.com/web/reporte/edicion108/#1/1 ), por lo menos dentro de ciertos grupos humanos, aunque en el mundo civilizado, generalmente el “mundo extranjero”, “el otro mundo”, en “los otros lugares”, ahí sí se les percepciona y se les valora a partir de sus reales y concretas imágenes públicas, de sus reales y verdaderas imágenes sociales. Obviamente, en estos casos de situaciones socializantes negativas y tóxicas, de contextos sociales desajustados en esta nueva situación de globalización (?) y civilidad (?), no creo que sea necesario realizar análisis psicolingüísticos, sociolingüísticos, imagológicos o sensoriales de la percepción y su presencia decisiva en los procesos comunicativos humanos, sino que es muy necesario crear, y urgentemente, para estos “pueblos desajustados con conductas erráticas”, verdaderos programas de educación, de instrucción, crear buenos programas actualizados de conducta cívica, de valores y de derechos humanos. No dudo que también sea bueno crear en estos “pueblos con torpezas percepcionales y comunicativas” programas masificados contra la “ceguera social” y “las mentiras masificadas”. ¿Cómo es posible que no se reaccione de manera tajante y crítica ante actos tan deshonestos e inmorales? ¿Hacia dónde van estos pueblos que, por decirlo de alguna manera, tienen este tipo de “incapacidad sensorial” para percibir conductas tan aberradas, desfachatadas y humillantes? (Ruano, 2004c; Ruano, 1992b). La educación, la instrucción, la civilización, la libertad de expresión verbo-corporal y el adecuado funcionamiento de las 9 inteligencias humanas desempeñan un papel trascendental en los enfoques perceptuales, en los cambios perceptuales, en la evolución perceptual (Ruano, 2004c). Cada grupo humano, cada sociedad, cada esfera sociocultural, cada estrato y cada individuo en particular filtra “una realidad”, “las realidades del mundo globalizado”, “las realidades de la postmodernidad”, “las realidades de la hipermodernidad”, procesa “una realidad”, “las realidades de ‘su’ mundo globalizado”, en dependencia de muchos factores; pero principalmente en dependencia de su ubicación, de su relación, en el contexto de esas realidades y a partir de factores culturales, fisiológicos, psíquicos y económicos concretos. Todo es perceptible, y por ende todo se percibe. Se perciben los objetos animados y los objetos inanimados; se perciben las personas, las instituciones, las organizaciones, los procesos, los fenómenos, los medios masivos de comunicación, los portales y las páginas de Internet, los centros de educación y de instrucción, los protocolos y las etiquetas, los ejércitos, las guerras, las invasiones...; se perciben los espacios grandes y los espacios pequeños, los continentes, los países, las etnias, los grupos humanos...; se percibe la fealdad y la belleza; se percibe a los recogedores de la basura, a los limpiabotas o boleros, a los marginados, a los niños de la calle, a los pobres; pero también se percibe a los ejecutivos, a los directivos, a los empresarios, a los jefes de estado y de gobierno, a los curas, a los papas, a los líderes religiosos del mundo, a los reyes, a los emperadores, a los ricos; se percibe a los buenos y a los malos, a las víctimas y a los criminales, a las cosas buenas y a las cosas malas, a los actos buenos y a los actos malos; se percibe la violencia, la censura, la dictadura, la hegemonía..., ¡y hasta se percibe a los dioses y a las diosas! Recordemos que todas las conductas comunicativas de los seres humanos están representadas y condicionadas por las actitudes, es decir las “posturas del cuerpo humano, especialmente cuando son determinadas por los movimientos del ánimo, o expresan algo con eficacia”, y que todo esto es un sólido e importantísimo fundamento del complejo proceso de la percepción. Por eso, también se tienen que percibir cuidadosamente los momentos adecuados y oportunos, las circunstancias, los contextos, para realizar una intervención comunicativa verbo-corporal, considerando siempre “el lenguaje verbal y el lenguaje corporal apropiados”, “el idioma adecuado”, sobre todo en situaciones de conflictos lingüísticos, de culturas en contacto y de lenguas en contacto, “las formas”, “los contenidos”, los “estilos” (Ruano, 1980; Ruano, 1987; Ruano, 1992a; Ruano, 1992b; Ruano, 2000; Ruano, 2002a; Ruano, 2003c; Ruano, 2003d; Ruano, 2003e; Ruano, 2005b; Ruano, 2006b; Ruano, 2007b). Aclaremos aquí lo que es un encuentro: Encontrarse significa mucho más que hallarse en vecindad, yuxtaponerse, chocar, dominarse y manejarse. Encontrase implica entreverar el propio ámbito de vida con el de otra realidad que reacciona activamente ante mi presencia. Encontrarse es hallarse presente, en el sentido creativo de intercambiar posibilidades de un orden u otro. Voy en un vehículo abarrotado de viajeros. Mi vecindad con ellos es extrema, pero no les estoy presente; no deseo adentrarme en sus vidas. Pero he aquí que a cierta distancia diviso a un amigo que me sonríe desde su encierro. Yo le contesto de la misma forma, indicándole con ese gesto amable que me encantaría conversar con él pero es imposible. Estamos distanciados, mas no alejados. De alguna forma ya nos hemos encontrado. En la sonrisa me sale al encuentro toda la persona de mi amigo, aunque no su persona toda [...] El encuentro es una relación colaboradora [...] Para encontrarme contigo [...] debo tratarte como un tú, no como un ello. Debo respetar tu condición personal, verte como una realidad autónoma, un centro de iniciativa [...] [En la sincronía interaccional los individuos] deben renunciar a recluirse en sí mismos. Pero tal renuncia no supone una pérdida de identidad, una entrega a lo ajeno y extraño. Significa, por el contrario, el cumplimiento de una exigencia de la propia realidad que es el entrar en colaboración. Toda realidad es un «ámbito» en la medida en que tiende a complementarse con otros seres para fundar nuevas realidades y desplegar así todas sus posibilidades que alberga en su interior. Una persona es «ambital» porque está llamada a fundar toda clase de encuentros [...] Las personas, al relacionarse entre sí [...] incrementan sus posibilidades, su poder de iniciativa, el campo que abarcan en sociedad [...] La calidad [del encuentro] es alta cuando el hombre renuncia a las relaciones que permiten dominar y cultiva las que implican colaborar. Este fomento y aquella renuncia entrañan cierta dosis de generosidad [...] El encuentro no se da automáticamente con el mero anular las distancias .... Y el encuentro entre personas se relaciona con la comunicación en grupos. Los grupos se clasifican en: 1. Primario. Son los grupos pequeños o íntimos. Aquí se produce un contacto regular y directo, comunicación cara a cara con los otros miembros del grupo. Los participantes de este tipo de grupo oscilan entre 2 y 20 aproximadamente. Estas personas regularmente se asocian y colaboran unos con otros y comparten propósitos comunes. Los miembros de un grupo primario no sólo son conscientes de su calidad de miembro del grupo, sino también de los límites del grupo, es decir, saben lo que distingue su grupo de otros y conocen a todos los miembros del grupo a que pertenecen. El conocimiento de quiénes son los pertenecientes al grupo conduce a un complicado conjunto de reglas no escritas y también escritas que dirigen el desarrollo de la conducta y la interacción. Aquí también hay que distinguir entre los grupos que se dan naturalmente y los grupos creados. Los grupos que se dan naturalmente, como la familia, son los grupos cuyos miembros comparten experiencias y pueden tener valores similares, o las reuniones voluntarias de grupos de amigos o compañeros de trabajo que comparten un mismo propósito. Estos grupos existen en beneficio de los miembros del grupo. Los miembros son responsables ante los demás de lo que ocurra dentro del grupo. El propósito viene muy determinado por lo que los miembros consideran como funciones del grupo y por lo que cada miembro quiere del grupo en cuanto a satisfacción personal. En muchos grupos naturales puede no haber manifestación clara de los propósitos del grupo. Los grupos creados son aquellos cuyos miembros han sido reunidos por alguien exterior al grupo con un objetivo particular in mente. Grupos de este tipo serán los comités, cuyos miembros se presentan voluntarios para realizar unos papeles específicos o han sido elegidos por los demás; los grupos de trabajo, a cuyos miembros se les ha solicitado que se unan, o se les ha seleccionado; grupos experimentales, que han sido reunidos por un investigador para estudiar el funcionamiento de un grupo. Es el caso, por ejemplo, de Bigbrother y La Academia, programas de televisión mexicanos con alto por ciento de telespectadores. La amistad y el compañerismo pueden desarrollarse entre miembros de un grupo creado, pero éste no es el propósito principal del grupo. Aunque el grupo opere de manera informal, los miembros pueden comunicarse con bastante claridad –sea por medio de palabras, acciones o señales no verbales– qué tipo de conducta es la esperada y qué no es aceptable dentro del grupo. La adaptación a las normas y expectativas del grupo es frecuentemente uno de sus rasgos más significativos [...] los que no se adaptan, tienen dificultades en ser aceptados. Alguien que, por ejemplo, habitualmente beba muy poco alcohol, puede encontrarse con que, en un grupo de bebedores, es necesario pagar rondas y beber más de lo usual. Otra persona puede necesitar adoptar un estilo bastante diferente de vestimenta para ser aceptado dentro del grupo. Los grupos informales desarrollan frecuentemente su propio estilo de lenguaje, con palabras específicas que actúan como una especie de jerga, y cuyo significado sólo es claro para los miembros del grupo. Adaptarse a las convenciones del lenguaje verbal y no verbal del grupo puede ser una condición para ser aceptado. Muchas personas se adaptan a las normas del grupo porque comparten sinceramente los mismos valores e intereses que los demás miembros del grupo. Otros se adaptan sencillamente para ser miembros del grupo. Habitualmente, sólo los que permanecen en la periferia del grupo o los individuos dominantes tipo líder pueden mostrarse disconformes y seguir perteneciendo al grupo. Los grupos formales son más claramente definidos. Habitualmente tienen un líder identificable o una estructura organizativa, las reglas están abiertamente establecidas, el propósito del grupo está claramente formulado y los encuentros del grupo se organizan generalmente en una determinada fecha y lugar, a menudo de forma regular. La adecuación a las reglas suele ser una condición establecida para ser miembro del grupo más que una convención. Los miembros de los grupos formales tienen papeles definidos como presidente, tesorero, vocal, etc. (Ellis y McClintock, 1993:143-162). 2. Secundario. Son grupos más amplios e impersonales. Los contactos son mucho menos directos. Hay menos implicación personal. La conciencia de grupo, de clase, de rango, la jerarquía (Manis, 1972), es decir, el deseo de suprimir los desacuerdos por todos los medios y adaptarse al punto de vista del líder, siempre está presente en la sincronía interaccional. Ya la Bruyère hablaba al respecto en la Francia del 1688: [...] los grandes gustan de los excesos y los pequeños de la moderación; aquéllos tienen el gusto de dominar y de mandar, y éstos el placer y aun la vanidad de servir y obedecer [de adular]; los grandes son rodeados, saludados, respetados; los pequeños rodean, saludan, se posternan [...] Hay hombres por naturaleza inaccesibles, y que por lo común son precisamente de quienes dependen y a quienes necesitan los demás. Semejantes al azogue y siempre en movimiento, brincan, gesticulan y se agitan; truenan y despiden llamas como las figurillas de cartón que se presentan en las fiestas populares, y apagándose en fin, vienen a caer y a hacerse por su caída tratables, pero inútiles [...] [Y en todos los lugares] las mismas pasiones, las mismas flaquezas, las mismas pequeñeces, las mismas turbaciones de espíritu, las mismas diferencias en las familias y entre los prójimos, las mismas envidias, las mismas antipatías; por todas partes nueras y suegras, maridos y mujeres, divorcios, rompimientos y fingidas reconciliaciones; por todas partes malos humores, cóleras, parcialidades, chismes y lo que se llama malos discursos ....

POBREZA: A la “pobreza” se le ha definido de muy variadas maneras a través de la historia. En nuestros días, para referirse a ella, encontramos términos como: “pobreza absoluta”, “pobreza relativa”, “umbral de pobreza alimentaria”, “umbral de desarrollo de capacidades”, “umbral de desarrollo de patrimonio”, países subdesarrollados, países en vías de desarrollo, país de desarrollo humano medio, país de desarrollo humano bajo, Movimiento de Países no Alineados –NOAL o MPNA–, Tercer Mundo, Cuarto Mundo –grupos que viven en situaciones de marginación, exclusión, segregación, injusticia social, riesgo social, desprotección y pobreza “dentro” del Primer Mundo–, etc. Es, sencillamente, humillante y ridículo ver cómo con denominaciones eufemísticas se le llama a “todo tipo de carencias y deficiencias” de la mayoría de los pobladores del mundo. Se le dé el nombre que se le dé a la pobreza, “¡de todas maneras, Juan te llamas!” [...] La pobreza y la carencia o desposeción de ciertos bienes, valores y atributos que se consideran como importantes según los contextos sociales y económicos, según las épocas y las modas, estimulan la aparición de la mentira. La mentira puede aparecer, y de hecho aparece, con mucha frecuencia entre pobres y ricos, entre desposeídos y poseedores, entre descastados –que no pertenece a una casta o grupo– y castados –que pertenecen a una casta o grupo–, entre los menos... y los más..., entre subalternos y jefes, entre infieles y fieles, entre individuos sin signos de pertenencia e individuos con signos de pertenencia, entre incivilizados y civilizados, entre deshonestos y honestos, entre inmorales y morales, entre temerosos y seguros, entre cobardes y valientes, entre individuos con peores índices de desarrollo humano e individuos con mejores índices de desarrollo humano, entre tercermundistas y primermundistas..., es decir, ¡siempre que hay una gran diferencia, una gran desventaja! (Ruano y Rendón, 2006) [...] Ya es tiempo de que el que intente ser un protagonista de la vida política latinoamericana entienda que lo malo debe transformarse en bueno y que lo bueno (?) debe transformarse en mejor, transformarse en excelente, principalmente en los países ricos del área: Argentina, México, Chile, Venezuela, Brasil, Bolivia... Y que de esas cosas malas que hay que transformar en buenas, ¡pero ya!, porque de ellas depende el futuro inmediato de nuestros pueblos latinoamericanos, el lugar principal lo ocupan la educación y la pobreza. Es justamente a estas dos cosas, educación y pobreza (Green, 2008; Redondo, 2004; Paugam, 2007; Reinert, 2007), a las que deben enfocarse un gobierno y un funcionario que se jacten de protagonistas en los tiempos modernos [...] Las convenciones sobre el contacto humano, sobre la cercanía o la lejanía que se establece entre las personas, tienen que ver con la historia, con los espacios, con las culturas, con los grupos, con las profesiones, con las relaciones íntimas y también, al parecer, con la pobreza o Índice de Desarrollo Humano –IDH– [...]

PROYECCIÓN: En sociología, psicología, imagen social, etología, imagología, etc., se llama proyección al acto de atribuir a otra persona, a través de los mecanismos y formas más variados de la comunicación verbo-corporal, los defectos que alguien no quiere reconocer en sí mismo. En las sociedades con elevada corrupción y en situaciones de barbarie social, de anomia y de anarquía y de con profundas diferencias en todos los sentidos, pero en especial en los aspectos educativos, formativos, económicos, raciales, políticos y jurídicos, las proyecciones muestran rostros terribles y degradantes.

PROTOCOLO Y ETIQUETA: Se llama protocolo a las reglas, leyes o parámetros en base a los cuales se realiza un acto o actividad determinada. El protocolo se lleva a cabo por ley oral, por ley escrita o sencillamente por tradición y costumbre. Se ha dicho que protocolo “es una ciencia y un arte. Una ciencia que trata temas referentes a la diplomacia, la historia, la heráldica, etc., y un arte porque trata de conjugar la armonía, la estética, el estilo, etc.” Los protocolos pueden ser públicos, laborales o especializados –como es el caso de los protocolos deportivos, los protocolos religiosos, los protocolos de la nobleza, los protocolos gubernamentales, los protocolos diplomáticos, los protocolos de los grupos secretos, etc.– e íntimos –como es el caso de los protocolos familiares y los protocolos sexuales–. Cuando se producen cambios sociales, políticos, económicos, culturales, educacionales, instruccionales, religiosos, gastronómicos..., entonces cambian los protocolos. Las revoluciones de independencia, socialistas, comunistas, culturales, etc., son muestras de cómo los protocolos pueden cambiar radicalmente, cosa que también se observa en las etiquetas. Los protocolos diplomáticos, políticos, gubernamentales y religiosos son muy importantes porque a través de ellos se produce la comunicación verbal, y más aún la no verbal, de los países, pueblos, grupos, organizaciones y congregaciones, a través de sus gobiernos y líderes, con el exterior, con los demás, lo que puede implicar acercamiento o alejamiento comunicacional, guerra o paz. Los protocolos tienen regulaciones jurídicas nacionales e internacionales, registradas como “normas no sancionadas” y como “normas sancionadas”, que en algunos casos marcan la libertad o la prisión de los ciudadanos, la vida y la muerte de los ciudadanos, como por ejemplo algunos protocolos de Persia (Biblia, Esther), de Egipto, de China, de la Unión Soviética, del pueblo judío antiguo, del actual Afganistán, de Cuba, de etnias o pueblos indígenas, etc. Entre los países y pueblos con protocolos más destacados y complejos en la historia de la Humanidad están: Egipto, Persia, China, India, Grecia, Roma, Pueblo Hebreo, Israel, Aztecas, Mayas, Incas, Francia, Italia, España, Rusia, Alemania, Gran Bretaña, Unión Soviética, Estados Unidos, Vaticano... Podemos definir el protocolo como el conjunto de acciones que podemos desarrollar o de las que podemos formar parte, que además tienen una manera de hacerse, de ser, acorde a una reglas de la educación y las buenas formas [obviamente “educación” y “buenas formas” según la historia, los contextos, los gustos, las modas, los estilos, las políticas, las leyes, las reglas de demostración, los tabúes, los grupos sociolingüísticos...] Podemos establecer una comparación entre el protocolo y el comportamiento, ya que de la misma manera que las personas no podemos hacer lo que se nos antoje cuando se nos antoje, sin unas reglas mínimas de comportamiento y civismo, el protocolo igualmente exige una determinada forma de proceder. En la vida, en las relaciones sociales, personales, familiares, profesionales y en cada uno de los ámbitos a los que, aunque sea de forma eventual, pertenezcamos, que nos exigen relacionarnos con otras personas, debemos actuar conforme a unas reglas. A este tipo de premisas nos referimos cuando aludimos al protocolo. El tratamiento que damos a determinadas personas según su posición social y su cargo, el que nos merecen quienes ostentan un título nobiliario, las relaciones diplomáticas que se establecen entre países a través de sus representantes internacionales, etc., forman parte del protocolo, pero cada uno de nosotros está sujeto a sus normas, aunque en mayor o menor medida y con más o menos responsabilidad. Ciertos rasgos profesionales u oficiales constituyen la mayor representación del protocolo: ministros, diplomáticos, responsables de comunicación o gabinete, cargos políticos intermedios, comisarios, etc., son las personas encargadas de que el protocolo se cumpla con rigor. A menor escala, entre cada uno de los ciudadanos de a pie, también hay que tenerlo muy presente, respetándolo en cada uno de nuestros actos [...] Cuando más necesario se hace el protocolo es en el ámbito oficial y político. En principio, porque la manera de actuar de aquellas personas que desempeñan uno de estos cargos está sujeta a rígidas reglas de comportamiento (García, 2002: 106-110). El conocimiento y uso de los “buenos” (?) protocolos muestra la cultura y el respeto de las personas. El empleo “acartonado” (?) de los protocolos muestra el mal gusto, las inhibiciones, la incultura, los tabúes, los vicios, los prejuicios, los complejos y los traumas sociales. En una buena cantidad de ocasiones, el empleo acartonado e insincero de los protocolos en un mundo globalizado y supuestamente desarrollado vaticina conductas desleales y negociaciones fraudulentas. Las rupturas bruscas de los más elementales protocolos de convivencia social ubican a las personas y grupos infractores en situaciones de rusticidad social, de atraso, de vandalismo y de barbarie. Los protocolos presentan fronteras muy delicadas, límites muy frágiles. Cualquier desacierto o supuesto desacierto relacionado con las palabras, con los gestos y los ademanes, es decir con el lenguaje verbo-corporal, puede crear verdaderos conflictos protocolares. En el tratamiento de los protocolos hay de todo, como en botica, y aquí aparecen individuos exclusivos, únicos, privilegiados, fascinadores, que son muy pocos, tanto de clase social baja como de clase social alta, que tienen una maravillosa característica llamada “carisma”. Estos individuos carismáticos siempre salen airosos, de una un otra manera, en cualquier situación de uso de los protocolos occidentales. Justamente por esto, tenga mucho cuidado en el tratamiento de los protocolos, y si usted no es justamente un “carismático”, entonces ¡cuidado...! Entre los protocolos más importantes y antiguos de la cultura judeo-cristiana está el establecido en la Biblia, en Levítico (Douglas, 1998). Hay situaciones, lugares y momentos ideales en donde se puede comprobar la variedad real de protocolos y etiquetas del mundo, de los países, de los grupos humanos, de las esferas sociales, de las capas sociales, de las élites, de los estratos altos y bajos, del pueblo en general. Estas situaciones, lugares y momentos ideales son, por ejemplo: los aeropuertos, embarcaderos y estaciones de ómnibus o camiones y ferrocarriles internacionales, los festivales y premiaciones internacionales para el ámbito de la cultura: literatura, cine, teatro, etc., los juegos deportivos nacionales, regionales o mundiales como las copas internacionales de fútbol, los juegos internacionales de béisbol y los juegos olímpicos, los teatros, cines, circos, carpas, rodeos, lidias, guerras, peleas de gallos o de otros animales, carnavales, iglesias y cultos religiosos, templos, sinagogas, mezquitas, bodas, cumpleaños, bautizos, sesiones de espiritismo, sesiones de brujería, actividades de cultos y sectas religiosas, universidades y colegios internacionalizados, empresas internacionalizadas, reuniones o sesiones de trabajo de organizaciones internacionales como la ONU, la Unión Europea o UE, el Movimiento de Países no Alineados o NOAL o MPNA, la OEA, el MERCOSUR, el ex CAME, la Asociación de Naciones del Sureste Asiático o ASEAN, la Unión Africana o UA, los tribunales internacionales como la Corte Penal Internacional, la CIJ o Corte Internacional de Justicia, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, el Tribunal de Justicia Andino, la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas o CDI, etc... Debido a la situación de globalización y polimorfismo cultural que presenta el mundo moderno, es frecuente que por una razón u otra, pero en especial debido a reuniones de trabajo y viajes empresariales y de estudio, nos encontremos ante la pregunta de qué hacer cuando estamos reunidos con personas de diferentes grupos sociales, de diferentes categorías, de diferentes religiones, con extranjeros, etc. En estos casos, no se desespere: sencillamente consulte cualquiera de las tantas y variadas páginas de Internet que tratan los temas de protocolo y etiqueta y cualquiera de las tantas enciclopedias de Internet, como Wikipedia y Encarta. En Encarta, por ejemplo, remítase al país de las personas con las que socializará, ahí, hasta el final del artículo, encontrará el artículo MÁS FUENTES, y ahí LECTURAS ADICIONALES. En este artículo usted encontrará otro artículo que comienza con la palabra COSTUMBRES, más el nombre del país de que se trate. La información que ahí aparece le ayudará a desenvolverse en ese grupo social que le llama la atención, que le preocupa o con el que interactuará. Es necesario que recuerde que no todo lo que ahí se expone se cumple al pie de la letra, y que siempre se recomienda que usted use su buen tacto social, la cordura, la prudencia, la sensibilidad y los buenos hábitos de conducta social. Desgraciadamente, en este tipo socialización intercultural, cualquier error, “cualquier chispa”, puede incendiar la relación. El mundo está lleno de instituciones y casas editoriales que se dedican al tratamiento protocolar, a los protocolos. Entre las editoriales más importantes en este sentido para la comunidad iberoamericana está Ediciones Protocolo, con la siguiente página en Internet: http://www.edicionesprotocolo.com/index.php . Para tratar protocolos y etiquetas en general en Internet, recomendamos, por ejemplo, las siguientes páginas: http://www.protocolo.org/gest_web/proto_Portada.pl ; http://www.enplenitud.com/cursos/ceremonial.asp ; http://www.euroresidentes.com/protocolo/protocolo-etiqueta.htm ; http://www.monografias.com/trabajos10/etprot/etprot.shtml?relacionados
http://www.protocolo.com/ ; http://www.hola.com/gastronomia/etiqueta/ [...] Cuando se analiza el lenguaje corporal, enseguida pensamos en el protocolo y la etiqueta. Llamamos protocolo al conjunto de reglas de cortesía y de urbanidad establecidas para determinadas ceremonias. También se le llama así al servicio encargado de aplicarlas. El protocolo se relaciona con la etiqueta, que si bien en un principio se refería al ceremonial de los estilos y costumbres que se debía observar en las casas reales y en actos públicos solemnes, hoy se refiere a toda ceremonia que se produce en la manera de tratarse las personas particulares o en actos de la vida privada, a diferencia de los actos de confianza y familiaridad. Los “buenos” protocolos están relacionados con las “buenas” educaciones y las “buenas” instrucciones. Los países y grupos con evidentes desajustes educativos e instruccionales no pueden tener buenos protocolos y buenas etiquetas, especialmente en situaciones de globalizaciones occidentalizadas. La ciudadanización de los buenos protocolos y las buenas etiquetas está en dependencia de las buenas educaciones y las buenas instrucciones desde la niñez, desde los primeros momentos de la formación cultural del niño (Ruano, 2000; Ruano, 2002a; Ruano, 2003e). Los grandes problemas comunicativos verbo-corporales que presenta la mayoría de los pueblos del mundo, en especial los pueblos que pertenecen al llamado “mundo occidental” (?), están relacionados con las disfunciones educativas e instruccionales que aparecen en los niños a temprana edad. Una buena educación y una buena instrucción no pueden confundirse con “cualquier cosa para enseñar” y “cualquier cosa para aprender”. Si queremos adultos educados, instruidos, portadores de buenos protocolos y de buenas etiquetas, entonces, irremediablemente, necesitamos de buenas escuelas y no de “ficciones educativas”. Recordemos que la sociedad es un sistema de relaciones entre los individuos que tiene por objeto la procreación, la defensa, los intercambios, la producción, etc. Con ese fin, la situación de los individuos en el seno del grupo y de los grupos en el seno de una colectividad debe ser significada. De tal manera, los ritos, las ceremonias, las fiestas, las modas, los juegos, son modos de comunicación por medio de los cuales el individuo se define en relación al grupo y el grupo en relación a la sociedad, a la vez que ponen de manifiesto el papel que allí cada uno asume. A través de sus actos, de su participación o su no participación, el individuo pone de manifiesto su identidad y su pertenencia al grupo. El protocolo y la etiqueta determinan la ubicación de las personas en un cortejo, alrededor de una mesa, etc. En este sentido hay que destacar la función de los saludos, que tienen por objeto iniciar o romper la comunicación según la relación que tengan los interlocutores: igualdad, superioridad, inferioridad, amistad, enemistad, indiferencia, deseo o negativa de comunicar. Los buenos modales, las buenas maneras y el saber estar son los signos por medio de los cuales el individuo manifiesta su pertenencia al grupo. Su conocimiento y su respeto por los usos lo identifican como un “hombre de mundo” o un “rufián”; son “contraseñas” y “signos de reconocimiento”. En este sentido tenemos que señalar que sería ideal, sería magnifico, que las personas pudieran combinar de manera armoniosa el “buen hablar”, según, por supuesto, las normas lingüísticas de su lengua y su dialecto, y el “buen estar” o “buenas maneras” de conducta, según las normas más elementales y universales de cortesía y protocolo. Una de las ciencias que ha logrado relacionar exitosamente los comportamientos sociales con los comportamientos lingüísticos es la Sociolingüística [...] “La educación, cortesía, urbanidad [protocolos, etiquetas, etc.] son términos que todos conocemos y que no han variado [sustancialmente] su significado con el paso de los años [aunque sí se han ampliado, y mucho, las variantes significativas de estos términos según las culturas y las esferas de desempeño de los grupos humanos] La educación es un largo proceso, que comienza al nacer. Se refleja en cada actitud ante la vida, en nuestros gestos, en nuestra forma de hablar, en el tono de voz, en nuestra imagen física, en el respeto a nuestros semejantes... Supone la asunción de lo que llamamos modales, los comportamientos de cada persona que particularizan su personalidad entre el resto, que la distinguen y que reflejan su buena o mala educación. El diccionario de la Real Academia Española define “urbanidad” como «cortesía, comedimiento, atención y buen modo» y, en este sentido, el significado práctico del término ha ido perdiendo importancia con el paso del tiempo. Hace algunos años, en las escuelas, los profesores impartían a los niños una asignatura llamada urbanidad, en la que se les enseñaba cosas como la manera de sentarse o levantarse, tratar a los demás, utilizar los cubiertos en la mesa... las mínimas reglas básicas de educación. Esta asignatura se eliminó de los planes de estudio para que se abriera paso a otras materias, más útiles y de moda en los tiempos que corren. Ahora, en los colegios e institutos de secundaria se aprende informática, idiomas extranjeros, nuevas tecnologías, etc., y se obvia una materia imprescindible, necesaria para andar por la vida: la educación. Para convivir con el resto de los de nuestra especie hay que respetar una serie de reglas, normas que se incumplen en demasiadas ocasiones por pequeños, mayores y por miembros de todas las esferas sociales. Pautas sociales tan básicas como pedir las cosas por favor y dar las gracias, dar prioridad a las personas de mayor edad o no abusar de las palabras malsonantes se dejan de lado. Sin embargo, los modales nos distinguen y posicionan como personas. La cortesía y el saber estar se llevan allí donde uno va: en el hogar (con la familia), en la escuela, en el trabajo o en las relaciones de negocios. La persona que carece de estas virtudes, que ni siquiera las tiene en cuenta ni les da la importancia que realmente merecen, no es apta para convivir en armonía. La educación no puede ser una pose y debe surgir de manera espontánea, como un modo de ser inherente a cada persona. Debe ser un ejercicio diario, desde los primeros años de vida, una condición que se adquiere o no, que se aprende a tiempo o se convierte en una carencia difícil de cubrir. En 1853, Manuel Antonio Carreño publicó el llamado Manual de urbanidad y buenas maneras, libro que llegó a ser un referente en [México,] Venezuela, en Sudamérica y en el resto del mundo. Desde entonces ha pasado siglo y medio, pero el texto de sobra podría valer para reflejar los comportamientos que la sociedad debe tener en cuenta para ser una sociedad “educada”. Éstas son palabras de Arantxa García de Castro, autora española de un texto excelente, que recomendamos en general a cualquier ciudadano, de cualquier país de cultura occidental y a personas que se desempeñan en situaciones de biculturalidad y pluriculturalidad, por el motivo que sea, a los maestros, a los educadores, a los instructores, a los comunicólogos, etc., pero que tiene que ser de consulta obligatoria para los especialistas en Imagen Pública, Ingeniería en Imagen Pública, Imagología, Sociología, Etología, Paisología, Protocología, Etiquetología, Hermenéutica Intercultural, Culturología, Traductología, Interpretología –es decir la ciencia que trata las técnicas, los modos, los procesos y los protocolos de la interpretación verbo-corporal en todas sus variantes”–, etc. Nos referimos al Manual de las buenas maneras, que tiene su primera edición en Madrid, a cargo de la editorial LIBSA. Para considerar las particularidades pragmáticas de la cortesía, recomendamos: M. Victoria Escandell Vidal (1996). “El estudio de la cortesía”, en Introducción a la pragmática. Barcelona, Ariel, 135-154 [...] En cualquier proceso comunicativo que se realice entre los seres humanos hay que considerar a los hablantes ideales, a los discursantes ideales, es decir aquellos hablantes o discursantes que son portadores de todas las condiciones socio-lingüísticas, de todas las condiciones verbo-corporales, de todos los protocolos discursivos que un hablante o discursante o usuario de los lenguajes verbo-corporales “del contexto en cuestión” considera como ideales, suficientes, adecuadas, pertinentes, etc. La toma en consideración de las particularidades sociolingüísticas que porta un hablante es muy importante si recordamos que de ellas dependen en mucho la potencial atracción o el potencial rechazo que experimentarán los hablantes o usuarios de los lenguajes a la hora de establecer su comunicación (Abraham, 1981:244; Katz, 1966). Así por ejemplo, cuestiones como el origen de los hablantes, la cultura de los hablantes, la ideología de los hablantes, la categoría de los hablantes, la reputación, el prestigio, el liderazgo positivo, el liderazgo negativo, la raza, la imagen física o belleza o fealdad, la religión, el geolecto, el sociolecto, la pronunciación, el acervo léxico adecuado, el sexo o género, la simpatía, la pesadez, la versatilidad, el carisma, el poder de concentración y la no distractibilidad, el respeto, los problemas relacionados con la percepción, los rasgos y los elementos que se tienen en común, la gesticulación, la profesión, la especialización, los gustos, etc., afectan la competencia de los usuarios de los lenguajes y su sincronía interaccional, según sean los contextos discursivos públicos, especializados o laborales e íntimos o familiares, y según también la intercomunicación que se produce en las diferentes clases socioculturales y socioeconómicas. En la comunicación humana no sólo cuentan los idiomas, las lenguas, los dialectos, los lenguajes hablados y escritos, los lenguajes del silencio, los criterios en torno a los hablantes ideales, todos ellos con sus particularidades dentro de un mismo grupo sociolingüístico o en la comunicación intercultural, la comunicación interlingüística y la comunicación interdialectal, y con los conocidos problemas de equivalencias lingüísticas y gestuales: “[...] las unidades semánticas [así como también muchos de los gestos y mímicas] en el idioma o lengua original y al que se traduce tienen raramente significados iguales, pero ellos pueden funcionar igualmente en una u otra situación. [...] El texto en el idioma de llegada debe corresponder, aunque sea con algunos rasgos distintivos, con el idioma de partida, y cuantos más rasgos distintivos de una situación dada coincidan con la significación contextual de los textos en las lenguas de partida y llegada, tanto mejor será la traducción” (Chernávina y Ruano, 1987a: http://openlibrary.org/search?q=ruano+faxas&offset=20 ). Aquí es muy necesario que tomemos en cuenta los lenguajes corporales, debido a que éstos nos amplían la capacidad de entender el medio que nos rodea, la capacidad de entender al “otro”, a los “otros”, que interviene e intervienen en la comunicación diaria, habitual o especializada. Son muchos los grupos especializados que tienen que considerar este aspecto de la comunicación corporal, de los lenguajes corporales, en particular pedagogos, funcionarios, directivos, gerentes, sicólogos, sociólogos, siquiatras, trabajadores de aerolíneas y otros medios de transporte internacional que trabajen con grupos lingüísticos, grupos culturales y grupos étnicos diferentes, docentes, especialistas y grupos en general que trabajan con personas con discapacidades y limitaciones de todo tipo, etc., ya sean éstos niños, adultos o ancianos. El lenguaje corporal o lenguaje no verbal de tipo corporal transmite muchos significados y tiene diferentes objetivos, tales como: 1. Interés en otras personas, 2. Inicio y fin de una conversación, 3. Expresar sentimientos, 4. Impresionar e influir en otras personas. La imagen corporal, por sí misma, le “habla” a todos los componentes del “grupo”, personas que en promedio comparten códigos semejantes, de igual forma, parejo en promedio, salvo para aquellos “lectores” especializados, personas que pueden detectar signos especiales, que no todos pueden ver, y leerlos, decodificarlos, correctamente, en el mejor de los casos. Las imágenes corporales, las imágenes físicas de los seres humanos, han sido estudiadas desde muchas perspectivas, que han resultado en tipologías de gran ayuda para los especialistas en la imagen humana al nivel concreto de una ciencia y al nivel de la interdisciplinariedad. Es por esto que la imagen corporal, la imagen no verbal que se refiere al cuerpo humano, ya sea por la forma que presentan esas imágenes de manera general o debido a su estrecha relación con el discurso oral, debe ser explicada, en especial cuando el asunto es abordado por especialistas de una rama muy concreta de la imagen humana: comunicólogos, periodistas, pintores, escultores, dramaturgos, artistas, asesores de imagen, intérpretes, traductores, antropólogos, etnólogos, etólogos, filólogos, lingüistas, semióticos, semiólogos, traductólogos, cosmetólogos, cirujanos estetas, docentes y adivinadores. Tenemos que analizar, que estudiar, la comunicación corporal, la imagen corporal. Leer a la gente no es difícil, pero tampoco es como manejar un carro; no es una sola ciencia, sino el conjunto de conocimientos prácticos que se van adquiriendo con el tiempo, junto a muchos criterios y teorías salidas de muchas ciencias; es cuestión de saber mirar y escuchar; de tener paciencia para sacar, para extraer los datos necesarios de la persona o las personas analizadas, para identificar y comprender los patrones del lenguaje corporal, la voz y la conducta de cada individuo, la correlación comunicacional verbo-corporal en sus contextos específicos. En la práctica científica de “leer” a los demás no hay magia, no hay imaginería, sólo hay evaluaciones de patrones generales de comportamiento y desciframientos, evaluaciones que se han aprendido, a su vez, a través del tiempo, de la experiencia, y de muchos estudios y reflexiones interdisciplinarios y pluriculturales. También es verdad que algunas personas son algo así como lo que decía Sir Winston Churchill de Rusia: “un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”; pero éstas no son las muchas, sino las pocas, las extremadamente pocas personas; pero cuidado, que lo que sí sobra son los hipócritas y enmascarados, y a ésos sí que hay que dedicarles mucho más tiempo, y mucha más atención, en especial si se trata de pseudolíderes o líderes negativos o líderes fraudulentos que deciden la suerte de nuestras comunidades, que deciden la suerte del mundo. Si no puedes trabajar de manera profesional una imagen verbal, entonces abandona el trabajo y deja que otro colega (?) lo haga. Si no puedes trabajar de manera profesional una imagen corporal, entonces abandona el trabajo y deja que otro colega (?) lo haga. ¡Imagina entonces si pretendes trabajar la imagen “verbo”-“corporal” de una persona...! Si te metes en camisas de once varas, puedes pagar caro tu osadía con el desprestigio dentro del gremio. A la mayoría esto no le importa, pero si eres comprometido y sensato sé que sufrirás por estos errores, y creo que justamente de eso no se trata en la vida del profesional de la imagen verbal, del profesional de la imagen corporal, del profesional de la imagen verbo-corporal. En mi caso particular, como filólogo y sociolingüista de profesión, como imagólogo de profesión, después de más de treinta años de practicar de manera activa estas profesiones, desde muchos ángulos, lo que ya es una gran ganancia en este extenso campo, tengo que confesar que todavía paso trabajo a la hora de evaluar el lenguaje corporal de muchas personas y comunidades, en especial en estos tiempos de globalización, con tantos cambios de hábitos, tantas modas, tantas adopciones de protocolos foráneos, tanta pérdida de la cortesía tradicional, tantos “ires y venires” de clases sociales y clases económicas, tantas mascaradas, tantas pirotecnias discursivas... Esta tarea se me hace difícil en el trabajo y en la calle, en las consultas y en las reuniones sociales. Por eso, es imposible pretender que un curso exprés, que un estudio superficial y rápido, sin consultas de textos de clásicos del tema, sin análisis complejos de casos, de todo aquello que atañe al 93% de la comunicación, es decir la comunicación no verbal, la comunicación no verbal de tipo corporal, el lenguaje corporal, pueda convertir a un inexperto en un especialista del día a la noche. Esto sería utópico, por eso hay que trabajar duro y leer mucho, y leer, por supuesto, interpretando lo leído, sacándole la sabia del conocimiento a la lectura. Sé que esto en ciertos casos es un sueño guajiro, pero son mis pretensiones que mis alumnos lean, que investiguen, aunque su ubicación en países con barbáricos atrasos en la lectura, con deficientes sistemas educativos, con librerías tercermundistas, constituye el gran Goliat con el que tendré que enfrentarme... Sé que para muchas personas el estudio y análisis del lenguaje corporal, así como su uso correcto según sea el contexto –del mismo modo que sucede con el lenguaje verbal y sus variantes estilísticas y dialectales– podría considerarse como “una banalidad propia de un elitismo ocioso que finalmente no resuelve nada”, precisamente en estos tiempos en donde, tristemente, la mayoría de las personas tiene que luchar tanto para alcanzar las condiciones elementales de la vida, sin tiempo para “reflexionar” acerca de las conductas habituales de los seres que les rodean. Aquí, entonces, nada más habría que recordar que, en realidad [...] es abrumadora la cantidad de gente que cada día, que cada hora, migra de un lado a otro, peor aún, de un lado atrasado y tercermundista en todos los sentidos a un lado desarrollado y primermundista en todos los sentidos... ¿y entonces qué...? [...] muchas personas provenientes del tercer mundo creen que su vida como migrantes al primer está resuelta porque son “universitarios” (?) o porque “saben idiomas” (?)... ¡qué equivocados están...! [...] en este sentido, la realidad, comprobada en la práctica cotidiana, es terrible para los migrantes o “espaldas mojadas” o “balseros” o “migrantes” o como se les quiera llamar en países como Estados Unidos de Norteamérica, Francia, Gran Bretaña, Alemania [...] el caso de la migración latina a España es en cierto sentido otro, porque España sigue siendo hoy día un país cargado de cientos de problemas protocolares multisectoriales y de adaptación a la llamada Unión Europea [...] en España los problemas no sólo no se acaban, sino que crecen como las sierpes de la cabeza de la gorgona Medusa, como he comentado ya: Los países hispanoamericanos –de donde somos la mayoría de los iberoamericanos, hispanos o latinos, grupos con características muy bien definidas pero también controvertidas (Cartagena, 2005)– siempre adoptaron –y señalamos aquí que algunos grupos en particular lo siguen haciendo hoy desesperadamente–, en mayor o menor medida, los modelos de España –hasta que se empezaron a adoptar modelos de Francia, Estados Unidos y la Unión Soviética, según los países, las épocas, las culturas y las líneas políticas–, de “los españoles [que] como personas, así como la historia de España o la cultura española, se distinguen [...] sobre todo por presentar en forma exagerada y dramática, y casi siempre con violentas contradicciones, [sus] características humanas [...] [de una] España [que] se opuso al mundo moderno: a la Reforma, a la ciencia, al progreso, a la libertad de conciencia y al libre comercio, al auge de la burguesía y al desarrollo industrial” (Sánchez Barbudo, 1980: 181), de una España que en “palabra hablada” y “palabra escrita” era la más fanática, que juraba defender el catolicismo a como fuera lugar, creando así una interminable lista de horrores contra el mismo pueblo español y su historia –muestra genuina de lo cual es el Franquismo, entre 1939 y 1975: se calcula que fue medio millón de muertos, aparte de los perseguidos, exiliados y desplazados–, contra las pueblos conquistados por España, contra las colonias españolas, y contra la evolución del pensamiento científico nacional e internacional (Figueroa, 2002) y los más elementales derechos humanos, de una España con una “masa popular” que no tenía otra cultura superior o enriquecedora que no fuera la religiosa (Alatorre, 1991: 189-192) y que todavía hoy, en pleno siglo XXI, sigue teniendo grandes problemas educativos (Ruano, 2007b; Sánchez Dragó, 2008), de una España y unos españoles –que como la mayoría de los pueblos, claro está– han vivido y viven aún cargados de “mitos” y “mitoides” (García de Cortazar, 2003; Miró, 1993), de una peculiar mitología bélica, que condicionan pensamientos y actos de la mayoría de los españoles, al nivel nacional e internacional; de una España marcada dolorosamente en la actualidad por los horrores de esa época terrible y fascista llamada Franquismo, de una España y unos españoles que en pleno siglo XXI siguen confundiendo “dictadura” con “movimiento político y social de tendencia totalitaria” (Ruano, 2007b); de una España simbólico-franquista desdibujada, principalmente en la persona del “rey espurio”, del “rey impuesto” por Franco: Juan Carlos de Borbón ( http://openlibrary.org/b/OL22709711M/La-XVII-Cumbre-Iberoamericana-en-Chile.-El-caso-Ch%C3%A1vez%2C-Ortega%2C-Rodr%C3%ADguez-Zapatero-y-Juan-Carlos-o-A-prop%C3%B3sito-de-las-nuevas-elecciones-2008-en-Espa%C3%B1a-o-La-trascendencia-del-%22%C2%BFPor-qu%C3%A9-no-te-callas%3F%22?%22 ; Sanz, 2006; Silva y Macías, 2003; Rodrigo, 2005); de un suelo español en donde todavía, a estas alturas, se oyen los gemidos de los cientos de cuerpos que fueron sepultados clandestinamente por Franco, de una España sin autorespeto (Sánchez Dragó, 2008; http://www.youtube.com/watch?v=pZRe78L-W_k ). Pero hay que aclarar que es verdad que “Era imposible que las nuevas razas americanas hicieran su propio camino y desaprovecharan las rutas que ya estaban trazadas en el mundo. Los descendientes de los conquistadores tenían a través de la sangre española un vínculo con Europa y [...] no podían ser indiferentes a los platillos que estaban servidos. Sentían, al contrario, gran deseo de comerlos [...] Pero, en aquel momento, sí se encontraban en medio de un mundo primitivo que no respondía a sus necesidades” (Ramos, 2001:33). Sencillamente, al decir de Alfonso Reyes, fuimos “convidados al banquete de la civilización cuando ya la mesa estaba servida”. La decisión, o única opción, de adoptar muchos modelos españoles la seguimos pagando muy caro los hispanoamericanos, pero también los mismos españoles de España. Esa obstinación, esa soberbia, han creado odios y rechazos a España y los españoles. Por eso muchos pueblos del mundo han visto a España y a los españoles, y a sus descendientes conquistados, con desprecio, y con satisfacción, por los tantos fracasos de España y las colonias españolas a través de la historia y en la actualidad. Es un desacierto fatal copiar los modelos de vida de pueblos que a través de su historia han permanecido en la angustia de vivir en laberintos de fantasmas históricos, inquietudes, dudas, inseguridades..., y encima de todo eso, desenfrenados egotismos. Es un desacierto fatal cifrar esperanzas en pueblos y gobiernos que proyectan futuros fundamentados en nociones fabulosas del pasado [...] España, hoy, todavía, no ha podido “cerrar con siete llaves el sepulcro del Cid”. Cuando vemos los terribles problemas de la España actual –principalmente esa triste participación de España (dirigida en su momento por un desgastado, aturdido, torpe y desinformado José María Aznar) en el ataque a Iraq–, la mayoría heredados del pasado, no podemos hacer otra cosa que recordar las palabras de Ortega y Gasset: “Dios mío, ¿qué es España?” (Ortega, 1990) [...] Cómo esperar que a través de la “opinión pública” se pueda prever un comportamiento sensato y positivo, unos protocolos y unas etiquetas comunicativas sanas, respetuosas, adecuadas si, además de la agnosis, padecemos de amnesia. Cualquier cosa nos confunde, a unos más y a otros menos, pero nos confunde. Si en Estados Unidos –con todo su desarrollo económico, científico, sus grandes universidades, sus medios masivos de comunicación tan sofisticados, etc.– dos de cada cinco estadounidenses no saben qué partido –y sólo hay dos partidos– controla su parlamento, ni saben dónde están los países del mundo (Erikson y otros, 1988) –tal vez sí tengan una noción geográfica de aquéllos países a los que han atacado y a los que van a atacar–, y las mentiras y los crímenes internacionales de su partido gobernante, el Partido Republicano, y de su presidente, George Bush –como ya lo ha expresado de alguna manera el Partido Demócrata de este país y Barack Hussein Obama–, así como los desastres económicos, las terribles crisis financieras, de alcances internacionales y la recesión, creados por ambos, es decir gobierno y presidente, son de dominio público (Greenspan, 2007; McClellan, 2007; Krugman, 2004; Krugman, 2008); y en España, todavía hoy, en pleno siglo XXI, los criterios, incluso de las clases “culturalmente altas” (?), que se tienen generalmente acerca de América Latina y de otros pueblos, sus dirigentes, sus religiones, sus capacidades bélicas, sus estrategias y tácticas, que se tienen acerca de los protocolos y las etiquetas más elementales, en verdad dan risa (Ruano, 2007b)..., ¿o pena? Entonces imaginemos cómo andan las opiniones (?) por acá por Iberoamérica [...]Para quedar bien y caer bien en cuestiones de comunicación humana en los discursos nuestros de cada día en la vida pública, en la vida laboral o especializada y en la vida íntima o familiar hay que tener conocimientos de muchas más cosas que el lenguaje verbal, hay que saber hacer muchas más cosas que mover el cuerpo, hay que dominar el arte de los protocolos y las etiquetas, y en situaciones de globalización discursiva esto va todavía más allá: aquí, en este tipo de comunicación verbo-corporal globalizada, es decir en este tipo de comunicación verbal y de comunicación no verbal tan disímil y polifacética, hay que conocer –o por lo menos saber que existen– toda una serie de “vericuetos culturales” y “toques de variabilidad carismática”, llamados generalmente realias, culturemas, “puntos ricos o rich points”, etc. (Ruano, 2002b), que nos brindan todo un arsenal multisensorial de estrategias emisoras-receptoras de comunicación que nos ubican en la posición de los verdaderos y reales controladores de los discursos, precisamente por el conocimiento que llegamos a tener de las más versátiles situaciones discursivas de la cultura que sea, en el idioma que sea, en el dialecto que sea, en la clase social que sea... Recordemos que los signos, los signos que sean, verbales o no verbales, están ahí, en el ambiente discursivo, en la interacción discursiva, pero que sólo “se actúan”, “toman vida”, “se prenden”, “saltan comunicativamente”..., cuando los usuarios que intervienen en el discurso manejan “el mismo código” discursivo para esa secuencia oracional verbo-corporal o verbal-no verbal y para ese contexto discursivo en concreto, que está rodeado de toda una serie de “situaciones contextuales”, o lo que es lo mismo que dos o más personas entren en interacción discursiva verbo-corporal, o verbal, o corporal, o verbal-no verbal, o no verbal, etc., durante un tiempo determinado en un lugar concreto con entorno especificable, etc. (Dittmar, 1971). Justamente en el conocimiento y la práctica de los variados protocolos y etiquetas según los contextos discursivos verbo-corporales está el quid del triunfo social, justamente ahí radica el arte de quedar bien y de caer bien. En este sentido, recordemos: ¿qué hace una persona común todos los días? Se levanta e interactúa con su familia, con sus hijos, los prepara para desayunar e ir a la escuela, ahí habla y gesticula “familiarmente” con los componentes del núcleo familiar; luego sale a la calle, lleva a sus hijos a la escuela, ahí habla con los profesores de la escuela, sigue camino a su trabajo, va por la calle, toma el bus, el metro, el tren, el coche, el taxi, y ahí emplea un lenguaje verbo-corporal “público”, con palabras y gestos de saludo, con frases que contienen mensajes de “buenas”, “hola”, “permiso”, “disculpas”, “por favor”, “permítame”, etc., y luego llega a su trabajo, en donde también saludará según los protocolos de salutación de las diferentes áreas, países y esferas socioculturales, pero aquí interactuará con personas “profesionales”, “técnicos”, con subordinados y superiores, y todos ellos emplean lo que se llama “lenguaje profesional”, “lenguaje especializado”, “lenguaje técnico”, que se caracteriza por ciertos comportamiento “profesionales” tanto en el aspecto del lenguaje corporal como en el aspecto del lenguaje verbal. En este caso del lenguaje verbal en el plano especializado o profesional o técnico, las “palabras comunes” son sustituidas con mucha frecuencia por los “términos”, e inclusive la palabra común puede adoptar aquí una significación no común, no habitual, sino una significación especializada (Ruano, 1989; Chernávina y Ruano, 1987a: http://openlibrary.org/search?q=ruano+faxas&offset=20 ; Chernávina y Ruano, 1987b: http://openlibrary.org/search?q=ruano+faxas&offset=20 ). Creemos conveniente abundar un poco en torno a la sobreactuación discursiva. La sobreactuación discursiva se presenta en contextos sociolingüísticos en donde aparecen, de entrada, “protocolos en conflicto”, en donde existen “limitaciones” en el uso de los lenguajes, limitaciones con, por ejemplo, el lenguaje verbal fonéticamente articulado, el fondo léxico pertinente, las destrezas sintácticas y estilísticas, las variantes de analfabetismo, etc. –recuérdese aquí, por sólo poner un ejemplo, el rostro de un niño que desea comunicar algo pero que no lo puede hacer con palabras: ¿cómo son sus gestos?, ¿cómo es su expresión facial?, ¿qué caras pone?, ¿cómo mueve sus hombros, brazos y manos?–, y también cuando aparece cualquiera de los cuatro tipos de manipulación (Ruano, 2003a: http://openlibrary.org/search?q=ruano+faxas&offset=0 ), y por ello el cuerpo, los gestos, las muecas, el lenguaje corporal, la expresión facial, junto a ruidos y sonidos, desempeñan un papel primordial en la comunicación, como sucede, verbi gratia, en el cine mudo o cine silente, en el teatro, en las comedias, en el circo, en las carpas, en el lenguaje de signos o lenguaje de sordo-mudos, etc. Pero inclusive en los inicios del cine mudo muchos directores de películas recriminaban la sobreactuación de los actores que provenían del teatro, la sobreactuación que se producía en el teatro para que los espectadores, que estaban alejados de los actores, pudieran ver y entender los diferentes actos que se producían ahí, la sobreactuación que estaba bien para el teatro, pero que ya para el cine no era conveniente por verse artificial y desajustada. Imaginemos entonces en la actualidad, en el cine sonoro y en la comunicación que se produce en la vida “normal” y “civilizada”. Si los usuarios de los lenguajes, cualquiera que sean éstos lenguajes, tuvieran una idea, aunque sólo fuera somera, del significado social y del significado psicológico de la sobreactuación en la comunicación habitual humana, de las cargas negativas, degradantes e involucionantes que tiene la sobreactuación en la comunicación humana actual entre adultos normales, de lo evidente que es con la sobreactuación la falsificación del buen gusto discursivo y el atentado a la espontaneidad expresiva, y concretamente al nivel de las lenguas civilizadas, al nivel de los grupos sociales civilizados e instruidos “de verdad”, por supuesto que no la emplearían (Ruano, 1994) [...] Usted no puede olvidar que los niños también tienen su “imagen pública”, que los niños también tienen sus “protocolos” y sus “etiquetas” (Sáenz y Crespillo, 1990; Sánchez, 1999; VV. AA., 2000), y que ellos valoran a los demás y también son valorados por los demás, niños y adultos, en la escuela y en la vida pública. En estos casos de rechazo social a infantes, lo primero que usted tiene que hacer es ver si la niña o el niño está siendo rechazado porque tiene una conducta parecida o una conducta idéntica a la suya, es decir, la conducta verbo-corporal de sus padres o familiares cercanos, que a su vez también son rechazados o marginados socialmente. Esto es muy común, porque las conductas de los padres y de los familiares y amigos cercanos son copiadas por los niños: “hijo de tigre, pintito”, “hijo de majá, sale pinto”, “de tal palo, tal astilla”. Si éste es el caso, pues corríjase usted primero, por lo menos inténtelo a ver qué pasa, y luego trate de dar un buen ejemplo a su familia con su forma de hablar, con su forma de gesticular, con sus hábitos de comer, con su aseo personal y su forma de vestir, con las formas de interrelacionarse con los demás, con sus protocolos y etiquetas, etc. [...] El acto de fumar está relacionado con los “protocolos de la fuma” o “protocolos de los fumadores”. Fumar es una de las tantas tradiciones; pero también es un hábito que se relaciona con situaciones sicológicas especiales, con la “succión no nutritiva” y los llamados “pezones ciegos” (Morris, 1994:180-183). La historia del tabaco (Llanos, 1985) y el acto de fumar están ligados directamente con la historia del Continente Americano, en donde se registra la planta de tabaco hace unos 8000 años aproximadamente. La historia del tabaco también está estrechamente ligada a la historia de la Conquista, a la historia de Latinoamérica –todo parece indicar que fue Bartolomé de las Casas el primero en relatar, en 1527, en una lengua europea y de manera escrita, el uso del tabaco y las formas de fumar. Al respecto puede consultarse su obra Apologética historia de las Indias–, a la historia de las religiones, de la Inquisición, de la brujería, de la santería, a la historia de los más exclusivos, exquisitos y elevados protocolos y etiquetas del mundo entero, tanto entre hombres como entre mujeres...: Una de las plantas estimulantes que más importancia tiene en el mundo actual es el tabaco, otra solanácea del género Nicotiana, nombre dado por Linneo en honor del embajador francés en Portugal, Jean Nicot, quien introdujo el tabaco en Francia, para unos en 1560 y para otros en 1579. Si bien es cierto que existen varias especies del género utilizadas como fumatorio y masticatorio, solamente dos se difundieron en el resto del mundo: Nicotiana rustica y Nicotiana tabacum. La primera especie fue la enviada por Francisco Hernández al rey Felipe II en 1558, alabando sus virtudes medicinales. En el siglo XVI también alcanzó Europa la otra especie, es decir Nicotiana Tabacum, la de cultivo más común en todo el mundo [...] La práctica de fumar se inició entre los aborígenes americanos, quienes también inhalaban el humo despedido de las hojas quemadas, o masticándolo. En Europa se empezó a fumar hacia 1586; era consumido en forma de rapé por los franceses y en pipa [recordemos que desde la prehistoria se registra el uso de las pipas por los suramericanos, y que en México también se registra el uso de las pipas por los nativos mucho antes de la llegada de los europeos del siglo XV] por los ingleses (Martínez, 1988: 49) [...] El tabaco no solamente se ha fumado y se fuma; también se ha aspirado, masticado, tomado, comido, untado en el cuerpo, usado como colirio y empleado como lavativa, lavado anal o enema. Éstos han sido los usos que, tradicionalmente, los indígenas de América y los ciudadanos de otros continentes le han dado a los puros. Pero, al parecer, el tabaco o puro también puede ser empleado en otros “actos fantasiosos”, como nos ha mostrado la prodigiosa imaginación sexual del ex-presidente norteamericano Bill Clinton –al respecto puede consultarse la siguiente página en Internet: http://www.yatv.com/video/yatv2_video_n_219894_1.html# –. Todos conocemos las estrictas restricciones acerca de fumar y las actitudes cada vez más hostiles contra las tabacaleras, los productores de tabacos y cigarros, los fumadores, etc., más los daños que ocasiona este hábito a la salud de los fumadores activos y los fumadores pasivos –incluyendo al feto–: “El consumo del tabaco, planta estimulante de origen americano, está sólidamente arraigado entre los usos y costumbres sociales de muchos países que desconocían sus propiedades hace solamente cuatro siglos” (Martínez, 1988: 46). No obstante, es muy frecuente que en determinadas ocasiones, especialmente las grandes ocasiones, según las esferas sociales y sus tradiciones y protocolos, los hombres y algunas mujeres fumen puros, lo que se considera entre muchos grupos un signo de distinción, de elegancia, de poder, de bonanza y de buena imagen. En estos casos, recomendamos consultar las normas de la etiqueta del fumador de puro, porque es evidente que la mayoría de las personas que fuman puros en sociedad en muchos lugares, y en este caso concreto en el Distrito Federal, no conocen en parte o en lo absoluto esta exquisita tradición y sus rigores. En lo tocante a la etiqueta del fumador de puros, de la misma manera que para cualquier otro fumador de cigarros, es necesario tener en cuenta que no en todos los países y culturas está bien visto o es de buen gusto el encender el cigarrillo o puro al otro o la otra: vecino o invitado, funcionario o nuevo colega, asistente al evento o transeúnte, salvo ciertas circunstancias como cuando un mesero o sirviente se acerca para prender o encender tu cigarro, puro o tabaco. En algunos lugares, esto puede ser visto como una invasión a la privacidad y al espacio personal, como una violación al protocolo personal del acto de fumar, puede ser visto como una ofensa o un desconocimiento del acto de fumar, especialmente si lo que se va a fumar es un puro y más concretamente un excelente puro. De aquí que recomendemos que tanto funcionarios como ejecutivos, que constantemente están en estrecha relación con otros grupos culturales, con otros grupos sociales, se asesoren de manera correcta al respecto de los protocolos del puro, y tomando en cuenta también que el tabaco se cultiva en muchos países, en más de 125 países, entre los cuales los mayores productores son China, India, Brasil, Estados Unidos, Turquía, Argentina... (Mackay y Eriksen, 2002). Los mejores puros son los de Cuba, y también son agradables –pero jamás comparables– los puros de Santo Domingo e Indonesia. En Cuba hay tres provincias en donde crece el buen tabaco: Oriente, Las Villas y Pinar del Río. Justamente la tierra roja del lugar llamado Vuelta Abajo, en la provincia cubana de Pinar del Río, hace al tabaco cubano inigualable. Además, Cuba esta situada muy cerca del Trópico de Cáncer, con una humedad relativa del 79% y una temperatura media de 25 grados, lo que hace el ambiente ideal para mantener a los puros, tabacos o habanos frescos, en perfectas condiciones. Dentro de las restricciones más severas en cuanto a la fuma de puros, en este caso solamente de puros cubanos, están las leyes estadounidenses, que prohíben terminante la compra-venta y la fuma de puros cubanos en territorio de ese país, y que pueden llegar a sancionar hasta con 250 000 dólares de multa y/o 10 años de cárcel a una persona, y un millón de dólares de multa a una empresa o institución que violen esta ley. Por esto, justamente, los cubanos le llamamos al puro cubano en Estados Unidos “El Fruto Prohibido”. Como es conocido por todos, estas leyes estadounidenses que prohíben el consumo de puros cubanos en ese país son infringidas constantemente, a todos los niveles y en todas las esferas sociales, con todo y el alto riesgo que la infracción trae consigo. Con frecuencia se observa que muchos estadounidenses burlan las leyes de su país para asistir a las célebres reuniones de fumadores de habanos en Cuba, y para asistir también a los postgrados que sobre los protocolos del puro, tabaco o habano se imparten en cuba [...] “Tabaco” es palabra que proviene del árabe tubāqe. En Cuba, por su tamaño y grosor, generalmente se les conoce a los puros o tabacos por once nombres. Si usted quiere impactar, hacerse notar, en una reunión social, lleve un Cohíba, que los que conocen de puros le envidiarán. Si es hombre, puede llevar un “Espléndido”, un “Corona Especial”, un “Siglo V”, etc.; si es mujer, éstos no le quedan; en este caso para usted es mejor un “Panetela” o un “Exquisito””; son de más caché entre las mujeres. Los puros cubanos han alcanzado en el mercado internacional el precio de 400 y 500 dólares por unidad, cada puro. ¿¡Por qué será!? [...] En los lugares en donde hay muy poca humedad, los puros, tabacos o habanos deben ser guardados en un humidor, es decir una caja de madera especial que guarda la humedad y que la mantiene adecuadamente, a unos 21 o 22 grados de temperatura y entre 70 y 72% de humedad, lo que es medido por el higrómetro [...] Muchas personas cortan los puros. Aclaramos aquí que no es habitual que nosotros los cubanos cortemos los puros con cortapuros, sino que lo hacemos con la boca, con los dientes; pero si es de su agrado cortar los puros con cortapuros, le recordamos que puede hacerlo de variadas maneras [...] Los puros también están relacionados con la historia del smoking –en Estados Unidos al smoking se le llama tuxedo, de Tuxedo Park Club, en donde se estrenó por primera vez en este país esa prenda de vestir en 1866. Lo llevaba puesto Griswold Lorillard, un rico y elegante miembro de la alta sociedad–. En Inglaterra aparece en el siglo XIX esta prenda exclusivamente para ir a los clubes de billar y fumar puros [...] El vestuario, la ropa, la joyería, los accesorios, los maquillajes, son un poderoso lenguaje que identifica, que une y que también separa, tanto a los grupos sociales como a las personas en particular. Así ha sido en el pasado y así es, también, en la actualidad. Lo ideal y práctico sería basarnos en el dicho popular que dice que “de la moda, lo que te acomoda...”; pero, como sabemos perfectamente, “del dicho al hecho hay un gran trecho”: tenemos que vestirnos según las temporadas, el clima y las ocasiones, es decir los protocolos y las etiquetas. Se ha dicho con frecuencia que “uno se viste como piensa”, y es verdad. Uno no solamente se viste como piensa, sino que también los ecosistemas, los estados de ánimo, los patrones sicológicos y sociológicos, influyen decididamente en la imagen física de los grupos sociales y de las personas. En los países en donde existe una marcada diversidad cultural y religiosa, el uso de “identificadores socioculturales y socioconfesionales” a través del vestuario es un problema, sin duda alguna, porque todos conocemos perfectamente la historia de conflictos, de todo tipo, entre los grupos religiosos, en especial entre judíos, árabes y católicos o cristianos, una lucha que se ha dado y se sigue dando, y que por supuesto también se seguirá dando, entre estos grupos diferentes y también dentro de cada uno de estos grupos, entre sus diferentes sectas y tendencias, una lucha que en la inmensa mayoría de los casos está cargada de las más terribles historias, las más despiadadas persecuciones, los más brutales genocidios y holocaustos, etc. E inclusive en los países en donde existen reglamentos sociales bien marcados en torno al respeto a los derechos humanos, a la libertad, a la democracia, al laicismo, al concepto de “república” y a la convivencia social, en donde existen leyes bien establecidas y que se cumplen –o por lo menos se cumplen más que en los países en donde es famoso el “incumplimiento” de las leyes y la corrupción de todo tipo–, este asunto de la portación de vestimentas y accesorios identificadores de afiliaciones religiosas es todo un problema [...] Etiqueta es la ceremonia o acto que tiene que realizarse según el tipo de acto o actividad. También tiene que ver con el vestuario y la imagen física que debe portarse según los tipos de actos o actividades [...] Una cosa es estar a la moda, seguir los hitos de la mota, preocuparse por estar a tono con la moda, que es lo que hace la inmensa mayoría de las personas, y otra cosa es ser la líder o el líder de la moda, ser la moda misma, es decir personas que, de manera individual, libremente y con mucho “glam” –glamour–, imponen las tendencias de la moda, como son los casos de la estelar, multifacética, hermosa y sensual Madonna –cantante, compositora, actriz, bailarina, productora, directora de cine, diseñadora de moda y escritora–, que en cuestiones de ropa, vestuario y modas es todo un espectáculo comparable con el espectáculo de magia y vestuario de David y Dania – http://www.costumechange.com . Para considerar el arte en la transformación de vestuarios de David y Dania, véase, por ejemplo: http://www.youtube.com/watch?v=r0vCQ23qc00&feature=related –, y del astro futbolístico inglés David Beckham. Los personajes más destacados de la sociedad –de cualquier sociedad: nacional, internacional, moderna, civilizada, occidental– suelen preocuparse más por vestir ropas más elaboradas y caras, y tienen mucho cuidado en la selección no sólo del modelo, sino también de las telas (Beltrán, 1993). Muestra de esto es el cambio “del día a la noche” que se produce en la imagen física de la mayoría de los individuos que logran ascender de clase socioeconómica, en los funcionarios, en especial los del área política y gubernamental, que al elevarse precipitadamente en su rango, y desconocedores de las múltiples y sofisticadas exigencias del buen vivir de las variadísimas altas esferas internacionales y de sus complejos laberintos de emociones y sensaciones, intentan por todos los medios, y en este caso a través de las buenas y caras marcas de ropa –obviamente casi siempre extranjeras–, dejar atrás el pasado de limitaciones tercermundistas, el pasado pueblerino y bucólico, e intentan brindar a su “nuevo mundo” una “nueva imagen civilizada (?), glamourosa (?), a lo europeo (?)”. “Desgraciadamente” (?) esto no siempre se logra: “El hábito no hace al monje”, frase que día a día los medios de comunicación confirman. Sucede que muchas personas olvidan que una “buena imagen” no se consigue solamente con una buena ropa. Con sólo ponernos unas “garras” de marca, de diseñador exclusivo, no alcanzamos esa imagen maravillosa que todos los que andan tras el triunfo desean. La “buena imagen”, más que nada, se logra con la gracia, el carisma, el buen gusto en general, la elegancia del porte o compostura, la distinción y naturalidad de los gestos y, de ser posible, un físico grato. Y en las sociedades civilizadas, respetuosas de la ley y de los más elementales códigos sociales, en esa “buena imagen” deben aparecer la cultura internacional, la cultura globalizada, el conocimiento artístico, científico y técnico, la lucidez del pensamiento, la armonía lógica de los lenguajes verbo-corporales, y también la marca de la honestidad, de la moralidad, del prestigio, especialmente en los funcionarios públicos. Para tener una buena imagen en el mundo desarrollado son muchas las inteligencias, los hábitos y las habilidades que se exigen (Ruano, 2003a). ¿De qué sirve una buena y cara ropa, una ropa de marca, en un rostro rústico, incivilizado o presocial? ¿Acaso el “hábito puede hacer al monje” reconocidamente desprestigiado, inmoral y corrupto? Un cuerpo desagradable o una figura desprestigiada o inmoral, aunque esté cubierto con el mejor de los hábitos, con la mejor de las ropas, solamente nos recuerda el dicho popular “La mona, aunque se vista de seda, mona se queda”. ¡Por eso, justamente, las exigencias que tenemos que tener con nuestro cuerpo y nuestro prestigio son muchas, muchísimas! Así es la vida moderna en las culturas civilizadas, y así es de difícil el camino del éxito. Afortunadamente, y para nuestra tranquilidad, en el mundo moderno existen cientos de libros y revistas que desempeñan la función de prontuarios o manuales de moda, estilo y protocolo, muy prácticos, que ayudan mucho a los hombres y las mujeres habituales, trabajadores, amas de casa, empresarios, etc., que desean dar una buena impresión a los demás a través de su forma de vestir, y existen muchos cursos de adiestramiento de imagen pública, a precios módicos y destinados a públicos variados. Y para los más ricos, los buenos y exclusivos asesores de Imagen Física. El principal factor determinante del tipo de ropa en las diferentes épocas y lugares es el clima: “La primera sorpresa que se llevó Cristóbal Colón el 12 de octubre de 1492 en la isla Guanahaní fue encontrarse unos habitantes que no vestían como los chinos ni como los indios [habitantes de la India], sino que iban “como su madre los parió”, en buen decir de don Cristóbal” (Lucena, 1988). En la evolución de la indumentaria también han influido los diferentes estilos o modas, los materiales y tecnologías disponibles, los códigos sexuales, la posición social, las migraciones humanas y las tradiciones. Queda claro que tanto el estilo como la moda: adornos y accesorios, son temas obligatorios a la hora de analizar la imagen corporal, el lenguaje corporal: Los adornos y los accesorios que emplea una persona pueden proporcionar pistas sobre su religión, estudios, aficiones, gustos y nivel económico. La ropa puede reflejar un determinado sistema de valores o estilo de vida. Y los hábitos de preparación personal pueden reflejar muchos aspectos del carácter. Pero aunque se consideren en conjunto, muchas veces estos elementos reflejan sólo los valores y la imagen que esa persona quiere proyectar de forma consciente en un momento dado [...] Una ropa, un maquillaje o un peinado inapropiados, al igual que los gestos y las posturas inapropiadas, pueden reflejar muchas cosas. Hay varias posibilidades: Dejadez, Descuido, Pocos recursos económicos, Esa persona quiere llamar la atención, Un carácter artístico o excéntrico, No tiene sentido común, Valora sobre todo la comodidad en el caso del atuendo, Intenta demostrar que es espontánea, rebelde o inconformista y que no le importa lo que piense la gente, No le han enseñado a vestirse y a comportarse correctamente, En insensible y desconsiderada con los demás, Intenta imitar a alguien a quien admira –a una estrella de cine, televisión, un cantante, un líder gubernamental, monárquico o político, No tiene el atuendo adecuado para la ocasión, Tiene otras preocupaciones que son para él o ella más importantes, como criar animales, viajar, leer, etc., Es un naco, cheo o guacho, En un nuevo rico sin gusto, Es rústico, Está o se ve “chido” [...] El aspecto físico es una de las muchas piezas que utilizarás para componer el puzzle [rompecabezas] del carácter de una persona. Pero es una pieza importante, y, como las demás, requiere una advertencia: las cosas no son siempre lo que parecen [...] La gente cuyo aspecto se sale de la norma suele resultar incómoda, y la gente tiende a ignorarla [...] Además de tener más de un significado, los rasgos físicos se pueden cambiar de un día para otro dependiendo de la situación [...] El mensaje que envía el aspecto exterior de la gente es normalmente un poco más sutil. Casi todos los rasgos de la apariencia de una persona apuntan en varias direcciones, a lo cual hay que añadir el lenguaje corporal, el entorno y la voz (Dimitrius y Mazzarella, 1999: 69-74) [...] Por supuesto que no podemos tratar el tema de “protocolo y etiqueta” sin considerar lo que es “sociedad”, lo que significa "sociedad". ¿Qué entendemos, generalmente, por sociedad?: Sociedad es un conjunto o grupo de elementos vivos que tienen objetivos, fines, finalidades, conductas, comportamientos y culturas semejantes. Las sociedades animales reciben el nombre de los animales que la componen: sociedad de hormigas, sociedad de mariposas, sociedad de primates, sociedad humana, sociedad de ballenas, etc. Las ciencias que tradicionalmente han estudiado las sociedades y sus comportamientos son la Etología y la Sociobiología. En la medida en que se produce el desarrollo científico y técnico, van apareciendo nuevos enfoques para el estudio de las sociedades. Así, por ejemplo, hoy son muchas las ciencias que desde ópticas y enfoques diferentes estudian nuevos tipos de sociedades como la sociedad virtual, es decir grupos humanos que interactúan en el ciberespacio. Las sociedades humanas también se refieren a grupos jurídicos, económicos, mercantiles, científicos, técnicos, académicos, políticos, sindicalistas y a grupos con ciertos perfiles que pueden ser “perfiles evidentes” o “perfiles crípticos”, como algunas religiones, logias, grupos de santeros, grupos con perfiles de perversión, grupos clandestinos, etc. La sociedad humana, lo que generalmente también se considera como un hábitat, es una reunión permanente de personas, pueblos o naciones, que conviven y se relacionan bajo leyes comunes; es la agrupación de individuos con el fin de cumplir, mediante la mutua cooperación, todos o algunos de los fines de la vida o el conjunto de personas que viven según unas determinadas formas de comportamiento. La sociedad humana posee sus divisiones en clases, en grupos, en estratos, en niveles, en categorías, etc. Dicho con otras palabras, la comunidad social es el conjunto de individuos que tienen en común determinada cultura, y que, por diversos motivos, se sienten vinculados entre sí por una organización sociocultural dada y se reconocen como no partícipes en las culturas de otros conjuntos de individuos. Como tales, se definen como miembros de esa comunidad determinada. Entonces, podríamos decir, por ejemplo, que la comunidad social mexicana, que la sociedad mexicana, es la suma de los hábitos de comportamiento, del patrimonio de ideas y valores –con las normas y actitudes relacionadas y/o derivadas de ellos– y de las organizaciones sociales, etc., elaborados por un grupo de más de cien millones de personas que se reconocen participantes de esos hábitos, normas, actitudes, protocolos y organizaciones y sienten, por lo tanto, como distintos a los propios, los hábitos, las normas, las actitudes, los protocolos y las organizaciones de otras culturas; en consecuencia, sienten como distintos a los miembros de las comunidades sociales portadoras de esas otras culturas. Un ejemplo de todos esto es México: Bajo el nombre de "Estados Unidos Mexicanos" se agrupan comunidades divididas en más de 62 lenguas nativas, indígenas, y unos 90 pueblos, aparte del idioma español, que es la “lengua nacional”. Además de esto, en México existen muchas comunidades “minoritarias”, descendientes en la mayoría de los casos de migrantes, que desempeñan un relevante y decisivo papel en la economía, la política y la cultura, como es el caso de la comunidad mexicano-hebrea y mexicano-árabe. En el México del siglo XXI son más de tres millones de individuos, pertenecientes a grupos indígenas, que ni hablan ni escriben la lengua española. Solamente el Estado de Oaxaca presenta un complejo panorama social, político, económico y lingüístico en el cual conviven unas 13 lenguas indígenas junto al idioma español. Los grupos sociales, las clases sociales, las divisiones sociales, están inmediatamente relacionados con la llamada división idiomática o fronteras lingüísticas y, también, con las fronteras gestuales. Generalmente la división en clases se manifiesta al exterior como una diferencia de posición económica. Hay en la sociedad una capa de hombres que tiene que trabajar duramente todo el día para ganarse el sustento de la vida y hay otra capa que dispone de un cierto "tiempo suficiente", es decir, que sólo tiene que dedicar parte de su tiempo a ganarse aquel sustento, y, además, puede elegir la medida y la índole de su trabajo. La pertenencia a una de estas clases está determinada en primer término por el nacimiento. Proceder de la una o de la otra clase da una esperanza de permanecer también en ella. Desde luego, sólo una esperanza, pues entre las clases tiene lugar un trasiego continuo. Unos suben, otros bajan. Las razones están, en primer lugar, en las cualidades personales. Altas dotes intelectuales, gran habilidad, energía, constancia, aplicación..., pueden allanar el camino hacia la clase alta; y, con frecuencia, necedad y pereza..., etc., llevan a la larga a descender a la clase o capa inferior. Hay instituciones sociales que dificultan o estorban un tal intercambio, pero las medidas de esta índole pueden esquivarse. Y es que junto a las cualidades personales hay que anotar el factor "fortuna", "favor", "azar", que son fuerzas ulteriores que contribuyen a romper las fronteras, los límites, entre las clases. Los motivos principales en base a los cuales las comunidades se reconocen como tales –y distintas de otras comunidades– pueden ser étnicos, políticos o relativos a un aspecto de la cultura –como la lengua, la religión, la educación, la economía, la técnica, el folclor, la música, el baile, la gastronomía, los protocolos, las etiquetas, los gestos, las muecas, los hábitos, los gustos, las tradiciones, etc.–. El distinto grado de participación y usufructo de los recursos instrumentales de una sociedad y la distinta actitud frente a aspectos de la cultura de una comunidad diferencian, dentro de las comunidades sociales, a las clases sociales. Una clase social, como sabemos, es el conjunto de individuos que tienen características esenciales comunes e intereses particulares, diferentes o en contradicción, con los de otras clases. Las características que distinguen a las clases pueden ser de diversos géneros, pero en las sociedades modernas –en general– es el patrimonio el principal determinante de clase –lo que implica discriminantes tales como el ingreso, la educación, la instrucción escolar, la movilidad, el acceso al poder político, etc.–. Clases sociales y grupos sociales se interceptan recíprocamente: dentro de un grupo puede haber varias clases, así como que dentro de una clase puede haber varios grupos. El concepto de grupo social es un concepto no orientado, pues implica diferenciaciones dentro de una comunidad, pero no una "escala"; el de clase social, en cambio, es un concepto orientado, que implica diferenciaciones, y también, una jerarquía dentro de la comunidad. El grupo social se determina en base a criterios de homogeneidad y de cohesión de los miembros. El principal factor determinante de un grupo es, quizás, la copresencia de los individuos en un mismo territorio, más o menos delimitado; es decir, un factor geográfico. El factor geográfico, sin embargo, no es pertinente a la definición de las clases sociales. Un mecánico de la región de Querétaro, en México, y un tornero de Miami, en EE. UU., pertenecen a dos grupos distintos, pero a la misma clase; el presidente municipal y el barrendero de un pueblo de Querétaro pertenecen al mismo grupo, pero a clases distintas. A la hora de investigar, de analizar, a los grupos humanos hay que tener mucho cuidado con los criterios de evaluación que consideramos, que tomamos en cuenta, en especial en los tiempos modernos, caracterizados por una gran movilidad étnica, una gran movilidad grupal, y encuentros interculturales [...] Muchos grupos, en apariencia, pueden “parecer” iguales o semejantes; pero la realidad es otra o puede ser otra. De tal manera, podríamos mencionar aquí la diferencia entre los grupos de maestros de América, África, Asia y Europa; la diferencia de los médicos en México, Suecia, Cuba, Estados Unidos y Senegal, etc.; la diferencia entre los escritores y periodistas de un hemisferio y de otro; la diferencia entre las amas de casa de Europa y América; la diferencia entre los educandos de Europa y América y el resto del mundo, o de Canadá y Estados Unidos, por un lado, y de la otra América, por otro lado; la diferencia entre los políticos y los aparatos gubernamentales, etc. Un ejemplo extremo para analizar hasta dónde pueden llegar las diferencias entre grupos aparentemente semejantes es la de los grupos indígenas de América. Es habitual que cuando hablemos de los grupos indígenas de América pensemos en la pobreza, e inclusive en la pobreza extrema. No es necesario cuestionarnos aquí el porqué: la realidad multisecular lo dice todo. Pero sucede que mientras que los grupos indígenas latinoamericanos, las tribus indígenas latinoamericanas, en su totalidad, siguen en un estado de extrema pobreza cabalgante, inclusive las tribus ubicadas en las zonas más ricas de América, como sucede con los pueblos, etnias y tribus indígenas de Chiapas, en México, o las del Amazonas, en Brasil o Venezuela, un grupo indígena o tribu indígena de Estados Unidos, la tribu Seminola, ubicada en Florida, se puede dar el exclusivo lujo de hacer negociaciones con la cadena de casinos y restaurantes Hard Rock Cafe para comprarlos en una cantidad que oscila aproximadamente los 965 millones de dólares. Diferencias de este tipo son las que hacen a este mundo más terrible y, por supuesto, explosivo (Ruano, 2003d). ¿Y cómo funcionan los grupos especializados, las “sociedades” laborales, las áreas laborales, en nuestra América?: En nuestros días de “globalización”, de “internacionalización”, pero también de una tremenda y ascendente confusión e inestabilidad al nivel internacional, es habitual que los grupos que trabajan en conjunto, mancomunadamente, y en este caso concreto en América Latina, ya sea al nivel educativo –en las escuelas, en los CES...–, o al nivel laboral –en las empresas, en los trabajos, en los changarros...– planteen que ellos trabajan “en equipo”. Lo que nunca se oye es que esos grupos digan que trabajan “en colaboración”. El “trabajo en equipo” y el “trabajo colaborativo” son dos cosas diferentes, que no se excluyen, que se interrelacionan, pero que son diferentes. En realidad, más que el “trabajo en equipo” es necesario y urgente el “trabajo colaborativo”. ¿De qué vale realizar un trabajo en equipo si no hay un trabajo colaborativo? Y sabemos que el hombre latinoamericano, y desde su infancia, por las múltiples circunstancias ya conocidas [...] no está educado para realizar un trabajo en equipo y mucho menos un trabajo colaborativo. ¡Ahí están los resultados en la política, en la economía, en la medicina, en la educación, en el deporte, en la actividad empresarial, en el ámbito religioso, en el ámbito partidista, en el ámbito jurídico y legislativo...! Son muchos los ejemplos que demuestran esto en América, en especial al nivel de los ejecutivos y grupos que se desempeñan en la actividad gubernamental, administrativo-estatal, jurídica, partidista, etc., que son los que deciden las políticas y estrategias a seguir en los diferentes países y grupos humanos para el desarrollo (?) y la estabilidad de toda la comunidad, en sus diversos y complejos contactos socioculturales y sociolingüísticos. América Latina, en general, no tiene ni idea de lo que es, en ningún sentido, el trabajo en equipo y mucho menos el trabajo colaborativo, no obstante haber “intentos”, y algunos de ellos muy buenos. Si esto fuera de otro modo, nuestros desarrollos individuales –como personas y como países– y nuestros desarrollos grupales –como áreas geográficas y subcontinente– serían otros, en todos los sentidos, obviamente; si esto fuera de otro modo, nuestros índices de desarrollo humano –IDH– serían, sencillamente, otros. El trabajo en equipo y el trabajo colaborativo requieren de muchas más cosas que las que se plantean habitualmente, requieren de cosas tangibles e intangibles, como se ha demostrado ya. Sólo puede haber un verdadero trabajo en equipo cuando se ha aprendido a trabajar en equipo, cuando ha habido, a su debido tiempo, un verdadero “aprendizaje para el trabajo en equipo”. Sólo puede haber un verdadero trabajo colaborativo cuando se ha aprendido a trabajar colaborativamente, cuando ha habido, a su debido tiempo, un verdadero “aprendizaje colaborativo”. Creo que en este sentido, cualquier otro enfoque o tratamiento para el trabajo en equipo y el trabajo colaborativo en nuestras sociedades atrasadas, tercermundistas y llenas de conflictos que no parta de estos condicionamientos es una utopía. ¡Sin duda alguna! (Ruano, 2000). En ocasiones, las relaciones y tratamientos que se producen entre las personas al nivel de un grupo, ya sea en la historia o en la actualidad, pueden llegar a desconcertar a un individuo civilizado y respetuoso de las más elementales leyes occidentales (Ruano, 2003e; Ruano, 2008a; Melgar, 2004; Gudycunst, 1997; Meyer, Jean, 2005; Cacho, 2006; González, 2006; Fazio, 2004; Kras, 1990; Erdely y otros, 2005). “El modo en que utilice una persona los tratamientos [verbales y corporales] puede revelar su origen geográfico, experiencia y educación [clase social, clase económica, gustos, preferencias, hábitos, conductas, ideales, religiones y tendencias sexuales...] Los tratamientos también se pueden utilizar con ironía o para demostrar respeto, o se pueden ignorar a propósito [...] Para saber si el uso de un tratamiento refleja el origen cultural, respeto o algún otro estado de ánimo puedes preguntar: «¿Trata esa persona a todo el mundo del mismo modo?» (Dimitrius y Mazzarella, 1999: 207-208). Los comportamientos, los hábitos de comportamiento social, la cortesía, están marcados por las normas, en muchos casos rigurosas, que imponen las sociedades en cada momento histórico concreto de la evolución de la humanidad: Aprender a comportarse de acuerdo con las normas que marca nuestra sociedad –ello no significa seguirlas: incluso para romper las reglas es necesario conocerlas de antemano– es uno de los objetivos del aprendizaje de la socialización. Como resultado, contamos con un cierto conocimiento sobre los patrones que rigen la cortesía, y sabemos distinguir cuándo un acto es cortés y cuándo no. De otro lado, dentro de una comunicación presidida por algún tipo de principio general de cooperación, el uso del lenguaje [cualquiera que sea éste] tiende a mantener el equilibrio entre las diferentes posiciones sociales que se relacionan en el discurso [...] La cortesía puede entenderse [...] por el conjunto de normas sociales, establecidas por cada sociedad, que regulan el comportamiento adecuado de sus miembros, prohibiendo algunas formas de conducta y favoreciendo otras: lo que se ajusta a las normas se considera cortés, y lo que no se ajusta es sancionado como descortés. Esta cortesía se ha interpretado como un mecanismo de salvaguardia que establecen todas las sociedades para que la agresividad de sus miembros no se vuelva contra ellos mismos [...] es esperable que lo que puede ser cortés en una sociedad, sea descortés en otra. De hecho, contamos con ejemplos bien elocuentes de esta diversidad. Un occidental [no un latinoamericano, por lo que ya he explicado en el texto intitulado ¿Qué entender por calidad y calidad de vida en el trabajo?] es invitado a una cena por un rico árabe del desierto; ante la visión del suculento banquete preparado, el invitado se deshace en elogios relativos a los manjares allí expuestos; el anfitrión, algo contrariado, ordena inmediatamente a sus servidores que retiren todos los platos y que preparen una nueva cena: en su cultura, el que un invitado alabe la comida no se interpreta como un cumplido, sino como un signo evidente de desagrado [y] es fácil que un miembro de otra cultura [u otra categoría social, o grupo social, o esfera social, o estrato social...] cometa errores y se comporte de una manera inadecuada (Escandell, 1996: 136-138). Los tratamientos sociales en el mundo moderno están condicionados por las convenciones sociales; pero en la América prehispánica estos tratamientos sociales tenían, además y en especial, un fondo moral: El trato respetuoso y la finura de modales resultan generalmente de convenciones sociales, pero en el México prehispánico tenían en gran parte un fondo moral. Sahagún cuenta que ningún hombre descortés, vanidoso o vulgar era elegido dignatario. Cuando un alto funcionario hablaba en forma impropia o hacía bromas tontas, se llamaba tecucuechtli (payaso). Las clases superiores se distinguían por cierta gravedad en sus gestos y en su lenguaje. El ideal de un hombre educado era mostrarse humilde en vez de arrogante; sabio, prudente, pacífico y tranquilo. Pero además tales características debían ser profundamente sinceras. El padre advertía al hijo que debía ser franco ante “nuestro dios (Tezcatlipoca); que tu humildad no sea fingida pues te llamaría titoloxochton (hipócrita) o titlanixquipile (fingidor); pues nuestro dios ve lo que hay en tu corazón y sabe todas las cosas secretas”. Si veía algo reprobable, el azteca bien educado debía pretender no haberlo notado y callarse. Cuando se le llamaba, no había de esperar a que ocurriera por segunda vez. Debía mostrar respeto ante los mayores y compasión ante los infortunados. En el trato con las mujeres también se ordenaba mostrar cortesía y moderación. La cortesía se manifestaba incluso en el carácter del idioma. El náhuatl tiene formas, partículas y hasta conjugaciones que indican respeto. El sufijo tzin agregado a un nombre o título subraya la reverencia o señala cariño. Timomati significa “tú crees”, pero timomatía podría traducirse “tú condesciendes a pensar” o “eres bondadoso en pensar”. Miqui significa “morir”; miquilla, “morir honorablemente” (Álvarez, 1987, t. IV: 1852). Queda claro así, entonces, que convivir en sociedad es todo un arte, un arte que le conviene cultivar al ciudadano común, pero en especial a quien pretenda considerarse un “ciudadano global”. Para ese ciudadano global, la convivencia social no se limita exclusivamente a tener una “buena imagen física pública”, o una “supuestamente buena imagen física pública”, unas “buenas relaciones públicas según los parámetros occidentales” o unas “malas relaciones públicas según los parámetros occidentales”. El ciudadano moderno tiene que estar consciente de los problemas que afectan su entorno: Nuestra civilización moderna es urbanizante: mueve, quizá erróneamente, a la mayor parte del género humano a concentrarse en ciudades [...] Mientras se urbaniza la población, menos agradable, cómodas y bellas son las ciudades. Las ciudades modernas son problemas geográficos [...] Los problemas de circulación en el interior y en los accesos de las ciudades cada vez más grandes y más pobladas se agravan [...] La circulación automovilística se ha desarrollado de tal manera que las comunicaciones intraurbanas están paralizadas. El caudal de las calles está sofocado por la presencia de vehículos de los que cada uno ocupa una decena de metros cuadrados para transportar con frecuencia una sola persona [...] ¿Son incurables algunos de los males de los que padecen las ciudades muy grandes? [Hay ciudades y] barrios [que] caen en estado de ruina por falta de reparaciones y atraen una población miserable que vive –mal– de los subsidios de la asistencia pública en el mejor de los casos, algo que queda fuera de la suerte latinoamericana. Otros muchos factores tienen que estar presentes en el ciudadano global para que pueda desarrollarse adecuadamente en una sociedad mundializada (Kung y Kushel, 1993). Uno de esos factores, tal vez el principal, es el arte de negociar. Constantemente nos estamos expresando, verbalmente –de forma hablada o de forma escrita– y no verbalmente –con el cuerpo, con los gestos, con los signos gráficos, los dibujos, gráficos y garabatos que hacemos sobre un papel, etc.–, consciente e inconscientemente. Constantemente estamos negociando (Coria, 1996; Bourdoiseau y otros, 1982: 441-479), verbal y corporalmente, en la vida pública, en la vida profesional y en la vida íntima, mediante los protocolos, mediante las etiquetas, mediante la conversación, la plática, los gestos y los ademanes, la imagen física, los aromas, los olores, el aliento, el maquillaje, ya sea a través del diálogo personal, cara a cara, o a través de los diversos medios de comunicación: teléfono, computadora, teleconferencia, etc. [...] Hoy nuestras negociaciones pueden realizarse al nivel de grupos y comunidades que conocemos, de nuestras comunidades y culturas, en nuestros idiomas y dialectos, con nuestros gestos, y esa ya es una gran ventaja. En otros casos, nuestras negociaciones, nuestros tratamientos, se realizan con grupos y culturas, en idiomas y dialectos, que no conocemos bien, o que de plano no conocemos (Whittle y otros, 1998; Curry, 1999; Ertel, 2000). A veces sucede que tenemos que pensar muy bien nuestras estrategias para negociar, es decir preparar cuidadosamente nuestra negociación (Narisna, 1999; Missenard, 2000), porque la otra parte o las otras partes del diálogo son un tanto difícil (Kritec, 1998; Stone y otros, 2002). Nuestras relaciones diarias son complejas dentro de nuestras mismas comunidades; más complejas aún en situaciones de internacionalización, cualquiera que sea ésta. La palabra “globalización” suena muy bonita, parece interesante; pero la realidad es otra: ¿Quiénes participan en una globalización? ¿Están todos los participantes preparados, de igual manera y en todos los sentidos, para esa globalización? ¿Acaso podemos hablar de un verdadero ciudadano global sin tomar en cuenta criterios como “derecho a la paz y al respeto ajeno”, “tolerancia”, “libertad”, “principios”, “valores”, “reglas”, correlación vida-tiempo-muerte (Cereijido, 1988; Fulton, Markusen, Owen y Scheiber, 1981) –no sólo en tiempos de paz, como objeto de análisis científico, sino también en tiempos de guerra–?: ¿quiénes ven a la muerte como en realidad un concepto culturalmente aprendido?, ¿es bueno o malo morir?, ¿quiénes son los aceptadores de la muerte?, ¿quiénes son los negadores de la muerte?, ¿quiénes son los retadores de la muerte?, ¿quiénes mueren con gusto y quiénes no?, ¿quiénes sienten fascinación por la muerte (Paz, 2000: 97)?, ¿los grupos que sienten fascinación por la muerte son jóvenes o viejos, se consideran iniciadores de nuevos ciclos históricos o consideran que están en el ocaso de sus historias?, ¿quiénes van a una guerra deseosos de morir, quiénes van a una guerra temerosos de morir, quiénes van a una guerra resignados ante la muerte?, ¿cuáles son las tradiciones, los protocolos y las etiquetas para un funeral? (Álvarez, 1987, t. VI: 3063-3069), ¿qué nos espera después de la muerte a unos y a otros, a, por ejemplo, cristianos, judíos, musulmanes, animistas, hinduistas, budistas, politeístas...? La muerte, un tema que está directamente relacionado con un tipo específico de inteligencia, es decir con la Inteligencia espiritual o existencial, se refiere no solamente a “la muerte como tal”, como la conocemos hoy los occidentales, sino también a la existencia misma aquí, en el plano terrenal, y también en un determinado “otro lugar” que a veces llamamos “el más allá”, esté donde esté, a la vida misma aquí, en el plano terrenal, y también en un determinado “otro lugar”, esté donde esté, y, final y obviamente, a la muerte. Es decir, aquí nos referimos al conocimiento en torno a quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, con todo y sus interpretaciones grupales y personales, hoy y a través de la historia según los diferentes contextos socio-culturales, con sus ideas sincréticas, místicas, mágicas, filosóficas, míticas y mitoideas. Me parece que este es un tema muy interesante en nuestras culturas, que son el resultado de tres grandes grupos sociales tan diferentes: amerindios, europeos y africanos. Si nosotros, los humanos de este mundo tan complejo, pudiéramos, por fin, interpretar y entender mejor toda la parafernalia en torno a la vida y a la muerte somática y a la muerte cerebral, desde el ángulo que sea y a través de la ciencia y la filosofía que sea, según los contextos culturales, entonces nuestras vidas y nuestras muertes, finalmente, serían menos tortuosas, menos complejas, más tranquilas, más dignas, menos indignas y trágicas (Ruano, 2003e). ¿Es que acaso todavía no hemos visto que hay regiones y países que en tiempos y en la actualidad más que llamarse “regiones” y “países”, por la causa que sea, deberían ser llamados “regiones-morgues”, “países-morgues”? ¡Han sido y son en esos lugares tantos los muertos! Hay regiones y países en donde, “antes o ahora” y “antes y ahora”, la cultura diaria de la vida es, sencillamente, la cultura diaria de la muerte. Leamos y oigamos las letras, la música, de la mayoría de los himnos nacionales de nuestros diversos países. ¿A qué hacen referencia esas letras y esas músicas desde hace siglos? ¡Han sido y siguen siendo himnos de guerra! ¡Tratan la guerra, el combate, la muerte, la agonía, los conflictos, el dolor, la humillación, la esclavitud, la discriminación, el lamento y las frustraciones de los desposeídos, de los descamisados, de los pobres, es decir el grito de desesperación de la inmensa mayoría...! Por ejemplo, el himno nacional cubano dice: “Al combate corred bayameses...” El himno nacional mexicano: “Mexicanos al grito de guerra...” El himno chileno: “Si pretende el cañón extranjero nuestros pueblos osado invadir; desnudemos al punto el acero y sepamos vencer o morir. Con su sangre el altivo araucano nos legó por herencia el valor; y no tiembla la espada en la mano, defendiendo de Chile el honor...” El himno venezolano: “¡Abajo cadenas! Gritaba el señor; y el pobre en su choza libertad pidió: a este santo nombre tembló de pavor el vil egoísmo que otra vez triunfó. Gritemos con brío: muera la opresión. Compatriotas fieles, la fuerza es la unión; y desde el Empíreo el Supremo Autor, un sublime aliento al pueblo infundió...” El de Ecuador: “Indignados tus hijos del yugo que te impuso la ibérica audacia, de la injusta y horrenda desgracia que pesaba fatal sobre ti, santa voz a los cielos alzaron, voz de noble y sin par juramento, de vengarte del monstruo sangriento, de romper ese yugo servil...” El de Argentina: “Pero sierras y muros se sienten retumbar con horrible fragor, todo el país se conturba por gritos de venganza, de guerra, y furor. En los fieros tiranos la envidia escupió su pestífera hiel, su estandarte sangriento levantan provocando a la lid más cruel. ¿No los véis sobre Méjico y Quito arrojarse con saña tenaz y cuál lloran bañados en sangre Potosí, Cochabamba y la Paz? ¿No los véis sobre el triste Caracas luto, y llantos, y muerte esparcir? ¿No los véis devorando cual fieras todo pueblo que logran rendir?...” El himno nacional de Colombia: “Cesó la horrible noche. La libertad sublime derrama las auroras de su invencible luz. La humanidad entera, que entre cadenas gime, comprende las palabras del que murió en la cruz. "Independencia": grita el mundo americano. Se baña en sangre de héroes la tierra de Colón. Pero este gran principio "el rey no es soberano" resuena, y los que sufren bendicen su pasión. Del Orinoco el cauce se colma de despojos, de sangre y llanto un río se mira allí correr. En Bárbula no saben las almas ni los ojos si admiración o espanto sentir o padecer...” Claro que aquí podríamos argumentar que estos himnos nacionales de Iberoamérica fueron creados en un tiempo pasado, contra el dominio de España y Portugal, y que por eso están llenos de palabras, ideas y músicas belicosas. ¿Pero y cuál es la verdadera realidad de nuestros pueblos latinoamericanos hoy? ¿Es que acaso ya no están en conflicto nuestros pueblos latinoamericanos, nuestros hermanos todos, unos contra otros, hermanos contra hermanos? ¿Es que acaso, como vemos tan claramente, los protocolos de la guerra, los protocolos de la hostilidad, no están a la orden del día en América? ¡Oh, triste realidad! Es asquerosa la indiferencia cómplice de la sociedad latinoamericana ante los conflictos, las guerras y los dolores del subcontinente, de “la otra América”. ¿¡Ah, qué no le prestamos atención a todo esto!? Muy bien: ¡tiempo al tiempo! ¿Cómo se supone que los seres humanos de este planeta, tan poblado y tan diverso, debemos enfrentar la psicología y la sociología de la agonía? [...] En nuestro mundo occidental tememos a la muerte, y por esto evitamos todos los actos y ritos que rodean a la muerte y el luto. La aflicción nunca es atractiva, pero la aflicción que aparece debido a la muerte es en extremo rechazada. La vida y la muerte son actos inevitables, y así como la gente nace y vive, lo que es motivo de regocijo y festejo, para lo cual existen muchos protocolos, también la gente muere, y asistimos a velorios y entierros, y todo esto también tiene sus ritos, sus protocolos, sus tradiciones, sus formas de comportamiento verbal y no verbal. En los velorios y entierros de los grupos occidentales –grupos mestizados racial y culturalmente, en mayor o menor medida–, es decir en los “ritos funerarios”, siempre hay algo interesante y novedoso que observar, en especial la confusión y la torpeza de algunas personas ante la realidad de la muerte y del dolor humano. En estos eventos las conductas verbales y no verbales de las personas pueden ser muy variadas. Por tal motivo se han establecido parámetros que nos ayudarán mucho a salir airosos de estas situaciones en la cultura occidental (Carreño, 1968: 361-367; Bourdoiseau y otros, 1982: 423-426). Toda actividad relacionada con las costumbres funerarias o ritos funerarios de cualquier cultura, inclusive la muestra de las emociones, implica la presencia de signos, símbolos y significados concretos y particulares en contexto. En los ritos funerarios se destacan como signos particulares: 1. el color o cromatismo simbólico, 2. el pelo y la forma que adopta éste en parientes y amigos del difunto, 3. los sonidos o ruidos en el funeral como ruidos que hacen con la boca, cantos, palmadas, campanas, tambores, trompetas, matracas..., y 4. las prácticas para el tratamiento del difunto o cadáver, que son extremadamente complejas, variadas y plurisemánticas. Todas las actividades que se relacionan con los ritos funerarios, con los cadáveres, con los difuntos, con los velorios, se ha denominado tradicionalmente en sociología, antropología, tanatología, estudios de ciencias sociales, filología, lingüística e imagología como ritos de paso –Arnold van Gennep (1960). The Rites of passages. Chicago, University of Chicago; William Golding (1983). Ritos de paso. Madrid, Alianza–, es decir “ceremonias que marcan el paso de una fase de la vida o de un estatus social a otro”, lo que se refiere a ritos que se relacionan con los estados más importantes en la vida de los seres humanos, que son, principalmente, 1. Nacimiento, 2. Pubertad, 3. Matrimonio, 4. Muerte. Para los occidentales promedio, el rito funerario de algunos grupos humanos puede ser algo sorprendente, traumático e inconcebible, como se muestra en esta imagen [...] El “arte de convivir en sociedad”, “de convivir en grupo”, varía mucho, sus matices son diferentes, en dependencia del lugar en donde se conviva. Así, no es igual el comportamiento y las exigencias comportamentales de los individuos que viven en un pueblo, una capital de provincia (González, 1985) o una metrópolis como el Distrito Federal de México, Tokio o Nueva York, en donde “las modas”, los cambios, se producen con una vertiginosidad abismal (Novo, 1985). No son los mismos esfuerzos y conductas de socialización y respeto, el mismo tipo de cortesía, que emplean los hombres que viven en espacios amplios, acondicionados por toda una serie de factores positivos, que afectan de manera grata al ser humano, que en espacios estrechos afectados por toda una serie de aspectos negativos. No es lo mismo habitar en una casa con todas las condiciones de vida, que en un condominio, en un departamento, con toda una serie de desventajas (Ibargüengoitia, 1998: 74-75). No es lo mismo el comportamiento de las personas en una ciudad con poco tránsito vehicular que en una ciudad considerada entre las tres áreas con mayor tránsito vehicular del mundo, y éste es el caso del D. F. ¿Cómo actúan las personas en tales condiciones? ¿Se observan las leyes del tránsito? ¿Y la cortesía vehicular? ¿Cuáles son los códigos de comportamiento vial, los civilizados y controlados por la ley y el respeto? ¿Quiénes tienen el derecho vial entre conductores y peatones, todos o solamente algunos? ¿Conducimos en todos los lugares de la misma manera? ¿Por qué en algunos lugares nuestro comportamiento como conductores y peatones es uno y en otros lugares otro? ¿Qué condiciona o controla este comportamiento? ¿Para qué sirve el claxon del vehículo? ¿Tiene el claxon otras extensiones semánticas, se emplea para otra cosa que no sea el uso para el que se diseñó?: Estábamos en una reunión hablando de un ausente. Una señorita humanitaria le reclamó a un amigo mío: –¿Por qué dices que te cae mal, si no lo conoces? Mi amigo contestó: –Lo único que sé de él es que ha instalado en su coche un claxon que toca “La Marsellesa”. ¿Te parece poco? No sólo no lo conozco, sino que me cae mal y no tengo ganas de conocerlo. Cuando escuché estas palabras sentí el escalofrío característico de cuando descubre uno alguna gran verdad. Bufón, hablando de los escritores, dijo: “el estilo es el hombre”; nosotros podemos agregar que, entre analfabetos, el claxon es el hombre. No sólo el claxon, sino la manera de usarlo. La señora que en vez de bajarse del coche a abrir la puerta de su casa, toca el claxon un cuarto de hora para que venga la criada a abrirle, el señor que detiene el coche (generalmente un Mustang) y da acordes estruendosos mientras espera a su novia que está en el baño maquillándose precipitadamente, el que da un trompetazo en cada esquina, sin disminuir la velocidad, como diciendo “abran cancha que lleva bala”, o el que a fuerza de tocar el claxon va a lograr poner en marcha el automóvil descompuesto que está parado frente al suyo, están poniendo en evidencia, no una característica superficial, sino la hediondez que brota de los más profundo de su alma detestable. En apoyo de esto que acabo de decir, que no es más que un preámbulo, voy a narrar aquí un suceso del que fui partícipe el otro día, que me tiene muy preocupado. La cosa fue así. Estaba yo tranquilamente jugando “scrabble” con una amiga mía que vive en un condominio, cuando de pronto empezamos a oír el sonido de un claxon, modesto pero estridente, que tocaba dos veces en rápida sucesión, pasaban quince segundos y volvía a tocar: pip, pip; quince segundos, pip, pip. Así pasaron cinco minutos. Se suspendió el juego, porque no podíamos concentrarnos. Al cabo de cinco minutos, nos levantamos de nuestros asientos y fuimos a la ventana, que es de un quinto piso. Vimos lo siguiente. Abajo, en el patio, había un Datsun blanco que no podía estacionarse porque había otro coche parado en el lugar que le correspondía al dueño del Datsun. Hay que advertir que en ese condominio cada propietario paga diez mil pesos por los seis metros cuadrados del estacionamiento. El dueño del Datsun seguía pip, pip, quince segundos, pip, pip. Aproveché una de las pausas para gritar con voz estentórea: –¡Oiga, cállese! Y la siguiente, para agregar: –¡Vaya a la caseta de policía y no esté...! –aquí dije una palabra que quiere decir “molestando”, que es un poco más fuerte, pero no es ninguna de las dos más fuertes que pueden usarse en el mismo contexto y que son las primeras que se nos vienen a la cabeza en estos casos (Ibargüengoitia, 1998: 85-87). Estos son patrones de conducta que se copian, se heredan, de generación en generación: El único defecto que tienen los niños [en situaciones de desajuste comportamental] es que son idénticos a sus padres. En efecto, lo primero que aprende a hacer el niño [...] al llegar a este mundo, es llorar para que se atienda a sus necesidades. Lo siguiente que aprende es a tocar el claxon del coche de su papá, con el mismo objeto. Y toca el claxon, y toca más, y al cabo de cincuenta años sigue tocándolo con esperanzas de lograr con ello fines tan diversos como son: hacer que un coche descompuesto que obstruye la circulación se componga súbitamente y eche a andar, o bien, que se esfume con todo y ocupantes; avisar a los conductores de vehículos que viajan por las calles transversales que se les acerca un coche conducido por un individuo que está dispuesto antes a morir que a ceder el paso; avisar a unos niños que están desayunando que ya se hizo tarde para llegar a clases; avisarle a una criada reumática y atareada que ya llegó la patrona y que está afuera de la puerta, con el coche atravesado, entorpeciendo el tránsito y la llave de la puerta en la bolsa, pero sin ganas de bajarse y usarla, etc. [Esto aparte del] señor que ha instalado en su coche un conjunto de bocinas que produce las primeras notas de una canción pasada de moda, cuya letra dice: “Yo nací en esta ribera del Arauca vibrador...” [...] El defecto de los claxons radica precisamente en la característica que estimula su uso, y es la siguiente: el lenguaje del claxon es rudimentario e impersonal, pero estridente y no es posible ignorarlo [...] El hombre que vive en la ciudad y se acostumbra a escuchar claxons llega a discernir, a través de los sonidos que éstos emiten, no sólo “el mensaje”, sino el estado de ánimo, el carácter, el sexo y la posición social del ejecutante. Ah, y sobre todo, su capacidad mental [Y existen formas de sustituir estos ruidos que hacen los claxons y bocinas, y una de ellas] que es la que me parece más lógica, consiste en colocar en los automóviles, en vez de bocinas, una ametralladora (Ibid., 88-90) [...] Otro tema interesante para analizar en la comunicación no verbal, en los protocolos del tránsito y la vialidad, es el tráfico vial y las formas y lugares de estacionarse o parquearse, en especial en áreas con elevado tránsito vehicular. ¿Cómo considerar a las “culturas modernas”, que aspiran a un estado de mundialización económica, política y cultural, pero que siguen estacionando en las aceras o banquetas, que ocupan deliberadamente los estacionamientos ajenos, especialmente en los condominios y empresas, que ocupan los estacionamientos para discapacitados, que obstruyen el paso entre aceras y calles para discapacitados en sillas de ruedas, que no respetan las señales de tránsito y las indicaciones de velocidad según las áreas de conducir? Es aquí donde tenemos que tener mucho cuidado, especialmente si somos funcionarios, ejecutivos, mandatarios, diplomáticos, conductores de programas reconocidos, de alta difusión o de difusión internacional, comunicólogos y periodistas célebres, etc., si somos personas que vamos a decidir de alguna manera la suerte de nuestras sociedades culturalmente desajustadas, en este mundo tan internacionalizado, y étnicamente y protocolarmente tan diverso, inclusive al nivel de un mismo país, de una misma región. El “hacer lo que uno cree”, sin respaldos normativos, sin reglas, sin fundamentos, sin asesorías, a la buena de Dios, tiene sus efectos negativos, y, frecuentemente, sus nefastos resultados (Ruano, 2005a). ¡Es penoso, y triste, ver cómo se comportan en pleno siglo XXI algunos mandatarios y altos funcionarios religiosos del mundo! ¡Esos comportamientos desajustados, disfuncionales y patológicos son una vergüenza para la civilización humana! El funcionario, directivo o empresario de nuestros tiempos es una persona que en su socialización habitual o especializada no solamente “habla” con palabras, sino que también “dice con su imagen pública”, con sus “gestos”, con sus “hábitos”, con su “cortesía y etiqueta”, quién es, de qué núcleo familiar procede, cuáles son sus estratos sociocultural y socioeconómico, cuáles son sus valores y normas de cortesía y respeto; pero además también “habla” de “una empresa”, de “un país”, de “una nacionalidad”, de “un gobierno”, de “un partido”, de “un grupo”, y por “su comportamiento” pueden “pagar justos por pegadores”... ¿¡Se imagina los alcances de un error de este tipo!? ¿¡Se imagina constantes y seguidos errores de este tipo!? ¿¡Se llaman “errores” o...!? Los ejemplos que muestran esta realidad no solamente son muchos, sino que con frecuencia son demasiado evidentes por garrafales. Tenemos que cuidar aquellas debilidades que pudiera mostrar nuestra conducta: “Parece adecuado afirmar que algunas personas tienen un ‘déficit’ en su competencia comunicativa con respecto a determinados tipos de situación, aunque la palabra queda despojada de su aguijón si se considera que tales déficits están extendidos a lo largo de la sociedad, y que cada uno de nosotros tiene su propia esfera particular de déficits –‘laguna’ podría ser un término más adecuado–” (Hudson, 1981: 238). Es por todo esto que los individuos que desean superarse socialmente, humanamente, culturalmente, laboralmente, que desean ascender en la escala social o laboral, que desean ser mejores en este mundo internacionalizado, deben recibir cursos especializados de desarrollo personal –y no solamente cursos técnicos o científico-técnicos–. Es por esto que tanto las organizaciones internacionales, como los gobiernos, como las empresas, como las familias, deben preocuparse por la creación y desarrollo de los “cursos de inmersión cultural”. Estos cursos de inmersión cultural adiestran a las personas en el tratamiento cultural, lingüístico, protocolar, religioso, etc., con otras personas de otras culturas, de otros países, de otras esferas, con otros idiomas, con otras tradiciones, con otros protocolos y etiquetas. El ideal es que desde temprana edad, desde la escuela primaria y en la misma casa, los individuos reciban estos conocimientos, hábitos y habilidades culturales de manera efectiva y actualizada. Recordemos que hay países, como Estados Unidos, Rusia, China, España, México, Brasil, etc., que dentro de sus mismas fronteras tienen una inmensa variedad étnica, lingüística, protocolar y religiosa que es prácticamente desconocida por los propios connacionales, por sus mismos ciudadanos. ¡El problema es mayor de lo que imaginamos! Sencillamente echemos una mirada a nuestro alrededor. Para un grupo, para una persona, que domine estos conocimientos las relaciones públicas, las relaciones laborales, y hasta las relaciones íntimas, serían mucho más fáciles, menos complejas, menos traumáticas, menos conflictivas. ¡Este mundo es un mundo de competencias! ¡Sólo los aptos sociales, culturales y científico-técnicos lograrán una vida mejor! Claro está que en nuestros días nosotros los iberoamericanos ya no emulamos o competimos con la etiqueta y cortesía de una España conquistadora, ni con una Francia cargada de miles de maneras protocolares. Hoy nuestras comparaciones en este sentido “son muy fáciles”: se realizan con nuestro “líder” económico, político y cultural del norte, Estados Unidos (Ruano, 2003a). Hoy ya pasó al olvido el Manual de Carreño –y todos los otros textos de su estilo–, porque “así lo exige la modernidad”. ¡Cuidado! Creo que la confusión ha ido demasiado lejos en este sentido. Por lo pronto debe quedar claro que no podemos trabajar imagen pública, imagen social, sin tener en cuenta estos relevantes aspectos de los tipos de lenguaje –aquí me refiero especialmente a los cuatro tipos de lenguaje acerca de los cuales habla Desmond Morris: 1. Lenguaje de información, 2. Lenguaje de sentimiento, 3. Lenguaje exploratorio, 4. Lenguaje de cortesía (Morris, 1996: 223-225)– y la convivencia grupal, sin tener en cuenta los modos convencionales –conocidos como MC– de cortesía y descortesía, sin tener en cuenta las etiquetas y los protocolos más importantes de un mundo globalizado y exigentemente competitivo, sin tener en cuenta los protocolos de actuación –la pericia y la creatividad para manejar apropiadamente factores tales como el espacio, el movimiento, la voz, la oportunidad, los turnos del diálogo, los gestos y ademanes, la vestimenta y todos los demás elementos de la actuación misma–, en particular en los actos públicos y en las reuniones sociales especiales, en las fiestas. La vida social y laboral modernas exigen una constante valoración y revaloración de la imagen, especialmente de la imagen profesional, una gestión cuidadosa del cambio de imagen, una cultura del cambio de imagen, bien programada, bien asesorada, minuciosamente calculada [...] Y este cuidado de la imagen no se refiere solamente a las personas, sino también a los grupos, a toda la empresa, a toda la institución. Es por esto que en el cuidado de las imágenes debemos tomar en cuenta muy seriamente la imagen institucional [...] Las instituciones, organizaciones, empresas, personas, grupos sociales, comités organizativos, grupos de logística, empresas organizadoras de eventos y secretarias o asistentes que habitualmente se encargan de realizar las convocatorias e invitaciones a reuniones, encuentros, eventos, fiestas, etc., tienen que ser escogidos, seleccionados, con mucho cuidado, con mucho tacto. Sabemos que en mucho países y grupos sociales habituados a la improvisación y al “ahí se va” esto es prácticamente imposible, debido a la misma deficiente preparación de los cuadros, al desconocimiento que tienen los pueblos y las organizaciones acerca de ciertas normas protocolares elementales que rigen la conducta social civilizada en el mundo moderno. Digo esto porque a veces no es agradable oír o leer ciertas invitaciones, especialmente las muy pomposas, formuladas por personas inexpertas en este tipo de actividad. Peor aún es llegar al lugar en donde se realizará el encuentro o reunión y toparse “de plano” con un verdadero desastre logístico u organizativo, si es que a un tal desastre se le puede llamar en el lenguaje protocolar “logística” u “organización de eventos”. Por otro lado, con cierta frecuencia vemos cómo algunas personas, que generalmente “se enteraron ayer” de que existen las buenas maneras, intentan conducirse con variantes protocolares que no solamente son inoperantes por obsoletas, sino que sencillamente les quedan ridículas, porque son comportamientos humanos superficialmente gentiles e insinceros, porque “tropiezan”, no saben cómo se trabajan esos exquisitos detalles del protocolo civilizado; pero también es verdad que es muy agradable y calmante, por lo menos para las personas educadas –y no me refiero aquí a los llamados “estirados” en México, o “bitongos” en Cuba–, ver que en el entorno inmediato hay personas que usan la cortesía sincera como una estrategia para mantener y manejar las buenas relaciones: “El arte de las relaciones es, en gran medida, la habilidad de manejar las emociones de los demás [y, para esto, se supone que son necesarias ciertas estrategias elementales] que rodean la popularidad, el liderazgo y la eficacia interpersonal. Las personas que se destacan en estas habilidades se desempeñan bien en cualquier cosa que dependa de la interacción serena con los demás; son estrellas sociales” (Goleman, 2001: 64-65). Se cuenta que una vez en cierta conversación una persona dijo que la cortesía era innecesaria y que no era más que un “aire”, a lo que le replicó un famoso general francés: “También una rueda está llena de aire, y sin embargo ese aire sirve para amortiguar los baches del camino...”

PROTOCOLOS DEL DESPRECIO: La ideología del desprecio y el discurso del desprecio siempre se han manifestado, en todos los tiempos y en todas las culturas, en todos los lenguajes: verbales y no verbales. Tanto la ideología del desprecio como el discurso verbo-corporal del desprecio tienen dos variantes: 1. lo que piensa, siente, dice y hace “el despreciador” y 2. lo que piensa, siente, dice y hace “el despreciado”. Los protocolos, los códigos, las señales, los signos, los significados, que se producen en la comunicación entre despreciadores y despreciados, al nivel público, al nivel laboral y al nivel íntimo, han sido múltiples y variados a través de la historia. En el mundo actual los protocolos del desprecio varían según los continentes, los países, los grupos sociolingüísticos, las instituciones, los sexos, las categorías, las profesiones, etc. Algunos de los protocolos del desprecio son tan sutiles que la mayoría de las personas no los detectan e interpretan en su verdadera y real magnitud. Este tipo de discurso nació con la misma creación del ser humano: “¡hay que agredir al otro que no es como yo y que no piensa como yo!”, “¡el que no es como yo y no piensa y actúa como yo, que no se ve como yo, es, sencillamente, una amenaza para mí y para los míos, y por eso tiene que ser destruido!” En los mamíferos no humanos, especialmente en los primates, también se observa este tipo de pensamiento y discurso del desprecio, en donde la agresión es el rasgo principal. Lo preocupante aquí es que en pleno siglo XXI la ideología del desprecio y el discurso verbo-corporal del desprecio siguen estando presentes con todo su esplendor barbárico entre los grupos humanos “supuestamente civilizados”, y, lo que es peor, están marcadamente presentes en grandes potencias y organizaciones mundiales que deciden total y absolutamente el presente y el futuro, la vida y la muerte, del planeta y de todas sus comunidades, desde las más civilizadas y sofisticadas hasta las más tribales –de “tribu”– y hordales –de “horda”–, algo que puede comprobarse claramente en las conductas internas y externas, en las políticas nacionales y exteriores, en las relaciones nacionales y las relaciones exteriores, de países como Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, España, Italia, China, Bolivia, México, Brasil, Cuba, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Guatemala, El Salvador, Haití, Israel, Líbano, Afganistán, Iraq, Irán, Egipto, India, Pakistán y muchos otros. La ideología del desprecio y el discurso verbo-corporal del desprecio se producen toda vez que alguna persona, organización, entidad, comunidad, país, estado, continente, etc., de la forma que sea, encubierta o abiertamente, daña, agrede, afecta, escisiona, segrega, humilla, mutila, discrimina, manipula, extirpa, no toma en cuenta, al otro, a los otros, y a sus necesidades, intereses y valores. Sin duda alguna, en la actualidad tanto la ideología del desprecio como el discurso verbo-corporal del desprecio son conductas que habitualmente están presentes en organizaciones, instituciones y personas con fuertes traumatismos psico-sociales, con elevados niveles de frustraciones de todo tipo, con fuertes complejos, todo lo cual, en estas supuestas situaciones de civilidad humana, sólo podrían considerarse como “imágenes fuchi”, imágenes degradantes, imágenes asqueantes, imágenes rústicas. Las ideologías del desprecio y los discursos verbo-corporales del desprecio, según los contextos, están cargados de una muy variada plurisignificación. Desgraciadamente, debido a la ignorancia y la incultura, debido al analfabetismo y al analfabetismo funcional, debido al desconocimiento de los más elementales protocolos de convivencia social y pacífica, muchos grupos sociales, muchos grupos humanos, muchas élites, inclusive “cultas” (?), no conocen, y de ahí que no puedan decodificar o interpretar, leer, los claros o sutiles discursos e ideologías del desprecio. En las ideologías y los discursos del desprecio lo más triste y penoso es ver cómo los mismos blancos desprecian a su mismo grupo blanco, los mismos negros desprecian a su mismo grupo negro, los mismos indios desprecian a su mismo grupo indio, los mismos religiosos de un mismo grupo desprecian a los religiosos de su mismo grupo, los mismos políticos de un determinado partido desprecian a los políticos de su mismo partido o grupo, etc., en donde el desprecio se transforma en un comportamiento masivo de todos contra todos. Claro que aquí podríamos añadir que sería bueno preguntarnos que en una tal situación de “todos contra todos” a dónde se supone que nos conducimos, a dónde se supone que queremos llegar, si no es al caos y a otro de los tantos “apocalipsis”... ¿No sería bueno y “prudente” que los líderes y estrategas de las ideologías del desprecio, sus “ilustres y calificados asesores” (?) y los grupos humanos (?) confundidos se replantearan estas ideologías antisociales y conflictuantes? ¿Acaso ya no tienen suficientes lecciones en la historia y la actualidad? ¡Cuidado!: cuando “los despreciados” toman el poder, la suerte de “los despreciadores” se transforma en una verdadera pesadilla... ¡Cuidado!: los despreciados pueden transformarse en despreciadores. “Se supone” que cualquier persona del mundo moderno y globalizado actual puede entender el mundo que le rodea, por lo menos su “mundo inmediato”, que puede oír y ver las noticias en cualquiera de los tantos medios masivos de comunicación...; pero no está de más “alertar”, por si el caso fuera otro. Miremos lo que está pasando en América en Estados Unidos, en México, en Cuba, en Chile, en Venezuela, en Ecuador, en Argentina, en Nicaragua, en Brasil... Para considerar en alguna medida las ideologías del desprecio y los discursos verbales y no verbales del desprecio, recomiendo ver, entre cientos de filmes, la película estadounidense, de corte multicultural, Babel, del director mexicano Alejandro González Iñárritu.

PROTOCOLOS DEL NINGUNEO: Ningunear es “tratar a alguno como si fuera nadie, desestimarlo. La expresión constituye todo un acierto del habla popular de México” (Mejía, 1989: 112). “Verbo muy del uso popular, por hacer menos, despreciar, menospreciar a una persona” (Santamaría, 1992: 759). El ninguneo es muy común en las áreas, culturas, pueblos, grupos humanos, élites y esferas sociales desajustados y desestabilizados socialmente y económicamente, con lenguajes verbo-corporales en situaciones de atraso, incivilidad y barbarie, carentes de protocolos y etiquetas de globalización y con limitaciones educativo-instructivas. ¡O sea...! Por eso el ninguneo es tan común en América, y por supuesto en México, como expresa Octavio Paz, palabras que expongo más adelante. Búsquese aquí por ninguneo. Acerca del ninguneo dice la famosa, muy controvertida y brillante escritora y periodista mexicana Guadalupe Loaeza (2007:127): NINGUNEAR. No hay peor cosa en la vida que sentirse «ninguneado», es decir excluido, no tomado en cuenta, marginado, ignorado. Es como cuando no lo saludan a uno o no se acuerdan de nuestro nombre. Es como cuando llegamos a una fiesta y la anfitriona no nos presenta. Es como cuando se expresa, en una reunión social, una opinión y nadie hace eco de ella. Es como cuando lo interrumpen a uno cuando está en un acalorado monólogo. Es como cuando el mesero se olvida de pasarnos el platón en una cena muy elegante. Y, por último, es como cuando uno le ha llamado varias veces al candidato, amigo de infancia, y éste nunca contesta. Se siente tan feo ser «ninguneado», que son muy pocos los que aceptan haber sido «ninguneado». «Dime cuántas veces te han ninguneado y te diré quién eres».

PROTOCOLOS GASTRONÓMICOS: La ingesta o consumo de alimentos y bebidas tiene una historia larga y variada, según las épocas y las áreas geográficas, lo que se relaciona no solamente con los alimentos y las bebidas propiamente dicho, con los estudios y análisis bromatológicos tan de moda en nuestros días, sino también con las usanzas, los modos y modales de sus consumos y con las particularidades biológicas de los seres humanos, especialmente con el tipo de sangre (Adamo y Whitney, 2005), es decir que todo lo relacionado con las comidas y las bebidas y sus consumos se relaciona directamente con lo que ya conocemos, desde principios del siglo XIX, como fisiología del gusto (Brillat-Savarin, 1825). Los tiempos cambian y también cambian los gustos, y los menús se transforman (Labón, 1992:84-105), y también cambian los hábitos gastronómicos y corporales, cambian los protocolos, las etiquetas... ¿Quién no recuerda, por ejemplo, las agradables siestas que tomábamos “hace ya mucho tiempo” después de la comida –o almuerzo, para otras culturas–, con su función restauradora e importante para la digestión? La “modernidad” ya no nos permite, a algunos, este disfrute. Si consideramos los hábitos gastronómicos y alimenticios de los grupos civilizados, occidentales, a través de los modernos criterios de la alimentación, entonces todo parece indicar que es Alemania, los alemanes, los mejores educados en los tiempos alimenticios o tiempos para consumir alimentos, que son cinco tiempos o cinco espacios en el día en el que se ingieren alimentos y bebidas. No por casualidad se ha planteado que “el cocinar y la comida hicieron al hombre” (Cordón, 1982), y también que ambos clasifican social y protocolarmente a las personas y a los grupos humanos. Desde la antigüedad, por el motivo que fuere y bajo las circunstancias más diversas, debido a los hábitos de comer y de beber, los hombres han sido asociados con “buenas imágenes” sociales o públicas y con “malas imágenes” sociales o públicas. Recordemos que hasta Jesús fue catalogado como “glotón” y “borracho”, entre otras cosas: “19. Ha venido el Hijo del hombre que come, y bebe, y dicen: He aquí un glotón, y un vinoso, amigo de publicanos, y gente de mala vida” (San Mateo”, capítulo 11, versículo 19). Durante el acto de comer y beber “todo puede suceder”. Tenemos que partir del hecho de que en este mundo tan globalizado, tan diferente, con tantas migraciones y con mestizajes tan profundos, como han mostrado ya y desde hace bastante tiempo los estudios sociológicos, antropológicos, lingüísticos, biológicos, médicos, genómicos y endocrinológicos, sería pueril pensar que existen “dietas por países”, “hábitos gastronómicos por países”. Hoy, en el país más pequeño del mundo, pueden existir comunidades de origen extranjero que prácticamente en nada se relacionan con las tradiciones gastronómicas del área. Por eso decimos que en las sociedades civilizadas las dietas son trajes a la medida, que las dietas se elaboran para cada individuo en especial, en concreto, considerando toda una serie de factores que van desde el gusto particular del consumidor hasta los tiempos de ingesta de alimentos y los productos disponibles en los mercados, y luego de que se realicen los estudios adecuados por los especialistas dietólogos o dietistas o nutriólogos o nutricionistas. Cuando comemos y tomamos bebidas embriagantes, las que sean y en la medida que sea –las bebidas embriagantes producen efectos diferentes según las personas y grupos sociales–, cuando nos encontramos en situaciones de socialización tales como bodas, cumpleaños, bautizos, festejos populares, festejos religiosos, festejos familiares, festejos empresariales, cualquier tipo de fiesta, etc., nos comportamos de muy diversas maneras: bien, mal y regular, y esto según los más disímiles criterios socioculturales y gastronómicos. ¡Y aquí hay tantas sorpresas! Cuando comemos y tomamos aparecen los más variados sentimientos, emociones, sensaciones y reacciones. Para considerar lo que puede suceder mientras comemos y tomamos bebidas embriagantes, recomiendo ver, entre tantos filmes, los siguientes: El festín de Babett, Dinamarca, del director Gabriel Axel; La última cena, USA, del director Stacy Title; Picnic, USA, del director Joshua Logan; La cena, Italia, del director Ettore Scola; La boda del monzón, India/USA/Francia/Italia, de la directora Mira Nair; Como agua para chocolote, México, del director Alfonso Arau; Cena a las ocho, USA, del director George Cukor; Cena de acusados, Francia, del director Julien Duvivier; Fresa y Chocolote, Cuba/España/México, de los directores Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío; Cena de matrimonios, España, del director Alfonso Balcázar; La última cena, Cuba, del director Tomás Gutiérrez Alea; Comer, beber y amar, China, del director Ang Lee; El banquete de boda, Taiwan/USA, del director Ang Lee; Tortilla Soup, USA, de la directora María Ripoll. El momento ideal para comprobar la carga de cortesía que portan los grupos sociales y las personas en particular es ese periodo durante el cual se come y se bebe, la alimentación, la mesa [...] Si usted cree que en este mundo globalizado usted siempre pasará por ser el “perfecto anfitrión”, está en un error. En este mundo moderno y tan cambiante, tan lleno de modas y estilos, para un “supuesto perfecto anfitrión” siempre habrá un “supuesto perfecto invitado”. Justamente por esto, nunca baje la guardia en sus actividades festivas, en sus reuniones sociales, en sus invitaciones (Marchesi, 1997; Maestre, 2004). Nunca olvide que dentro de las características de un buen anfitrión está la “prudencia”, es decir la “virtud que hace prever y evitar las faltas y peligros”, entonces sea muy cuidadoso a la hora de seleccionar y mezclar o distribuir a sus invitados. Hace mucho tiempo ya que el preparar banquetes, la realización de reuniones para comer, es muy fácil. Si usted no conoce el arte de preparar estos tipos de eventos, pues sencillamente encárgueselos a los expertos o no los haga; pero peor aún es cuando sus invitados no tienen ni idea de estos tipos de eventos y cómo hay que conducirse en ellos –algo bastante común–, porque entonces la confusión y el ridículo están a la orden del evento y a la vista de los conocedores, que obviamente criticarán. Cuando no conocemos ciertos protocolos, entonces es mejor realizar una actividad sencilla, en donde los invitados se sientan bien, tranquilos, sosegados, que disfruten de la reunión y que no estén traumatizados –o traumados– debido a que no saben cuáles cubiertos, platos, copas y vasos usar para esto o aquello, o qué cosa comer o tomar primero y qué después. Ya en el 1856, el venezolano Manuel Antonio Carreño, escribía en su Manuel de Urbanidad y Buenas Maneras lo siguiente: “Los banquetes en la actualidad son más sencillos que hace veinte o treinta años. Ha desaparecido la mesa sobrecargada de platillos y viandas, diez o doce distintos, y los menús modernos resultan más ligeros y sencillos. Ya los invitados no caminan marchando hacia el comedor, y muchas de las costumbres ceremoniosas cayeron en desuso [...] es de muy mal gusto recargar la mesa con adornos excesivos, flores y otras cosas estorbosas [...] cuando se ponga el centro de la mesa, hay que recordar que los invitados deben verse las caras” (Carreño, 1968:351-352), es decir, hoy las cosas pueden ser todavía mucho más sencillas, conservando el buen gusto. ¡Todo depende del anfitrión! [...] Piense dos veces antes de invitar a aquellas personas que realmente usted no desea que asistan a su actividad o festejo. Las negligencias protocolares se pagan a veces muy caro, en especial cuando los actos, las actividades, pertenecen a las esferas internacionales, gubernamentales, diplomáticas, de negocios, etc. ¿Recuerda usted el trascendental “Fidel, comes y te vas”? ¡Hasta una canción generó este altercado! – http://www.youtube.com/watch?v=N5etZ2mgLOQ –, aparte de los conocidos distanciamientos entre los gobiernos de México y Cuba [...] Las comidas empresariales tienen sus reglas, de principio a fin, y es muy conveniente observar esas reglas en todo momento (Kalil, 2001:169-174). Si la comida se realiza con clientes o negociadores introvertidos, opacados, penosos, rústicos o no muy diestros en cuestiones de socialización discursiva y protocolos, entonces tome usted la delantera... ¡Pero, cuidado!, no vaya a ser que usted se considere la “estrella de la socialización” y la realidad sea totalmente otra, con los consecuentes pena, bochorno y ridículo. Repetimos: ¡cuidado! Lo primero que tenemos que recordar aquí es lo que siempre nos han repetido una y mil veces nuestros ancianos, nuestros abuelos y nuestros padres: “Cuando comemos, y especialmente delante de los invitados y de personas ajenas a la familia, es muy feo hablar con la boca llena; pero más feo aún es hablar en sociedad con la cabeza vacía”, así que cuando usted vaya a comer con otras personas, antes de hablar vacíe su boca y... ¡pssssss!, ¡heyyyyyy!, no lo olvide, llene su cabeza con ideas sensatas, adecuadas, pertinentes, de buen gusto... Para salir airoso de una comida de negocios basta tener una buena educación casera en al arte de los protocolos, de las etiquetas, de la gastronomía y de la culinaria, porque en la casa es donde se aprenden, en principio, esos finos detalles de la vida. ¡Pero cuidado con el acartonamiento protocolar!, es decir con la ridiculez, evite usted ser un acartonado, no se haga el “sabrosón”, el “nice”, el “súperexperto” o “el mero, mero Anfitrión”, porque la experiencia nos dice claramente que en cuestión de “protocolos” todo puede pasar, en especial en los países tercermundistas, marcados por las deficientes educaciones globalizadas y en evidentes situaciones de desventajas competitivas en el plano emulativo internacional. Claro que también, si la destreza y el arte protocolar –es decir “la buenas maneras”– no se consiguen en la casa, que es lo común en ciertos países, en ciertas zonas geográficas y en ciertos grupos directivos, usted, a través del esfuerzo y el deseo de superación social y personal, lo puede lograr, pero, repetimos, “con mucho esfuerzo” y bastantes desilusiones. Justamente por estas “desilusiones” y estos “dolores de cabeza” en sociedad, es que usted debería tener más cuidado con los hábitos del protocolo gastronómico de su familia, de sus hijos, de sus allegados, de los ejecutivos y directivos que representan a su institución, a su empresa, en los tan variados encuentros socio-laborales. Si de verdad quiere y respeta a su familia y no desea que luego sus hijos sean rechazados sociales, que se frustren en el camino hacia el triunfo, entonces empiece ahora mismo a enseñarlos a comer y a beber adecuadamente, como marcan las más elementales normas de la buena educación internacional y globalizada [...]

RACISMO: El racismo ha estado presente en la historia y la actualidad, y en las más variadas esferas de la vida humana. El racismo, a través de los llamados “filtros raciales”, marca la vida de los individuos y las comunidades de manera “positiva” o “negativa”. Los individuos que pertenecen a las “razas en desventaja” son condicionados, manipulados, rechazados y hasta agredidos verbal y corporalmente, y en el mercado y la actividad de compra-venta inmobiliaria estadounidense, por ejemplo, son tratados de manera deshonesta y estafados por los agentes de venta y los bancos. Algunos de los problemas que pueden presentar las “razas en desventaja” pueden ser consultados en www.ftc.gov/espanol . El racismo en toda nuestra América ha sido y sigue siendo una terrible marca social, una terrible marca cultural, como muestra, por ejemplo la serie televisiva Ser negro en las Américas, trasmitida por CNN en Español [...] Creo que la gran controversia de nosotros los hispanoamericanos radica en nuestras raíces, en nuestros orígenes étnicos, en nuestros mestizajes, en nuestros traumas raciales, poblacionales, culturales, lingüísticos y dialectales, y de aquí una vida de contraposición histórica entre hispanófilos e hispanófobos. ¡Qué empeño de replicantes alterados! ¡Ese afán por ser lo que nunca has sido ni nunca serás, por ser parte de aquello que inclusive desconoces, algo a lo que no perteneces! ¡Ese afán de no ser lo que en realidad eres, por no ser parte de tu verdadero mundo! ¿Qué es lo que racialmente le preocupa a un latinoamericano común: ¡el “ser” o el “no ser”!? Pero si los españoles son tan mestizos como nosotros los americanos: “Los españoles son desde el punto de vista antropológico la resultante final de un complicadísimo proceso de mestización entre distintas razas: los iberos, los semitas fenicios, los romanos, los godos de origen germánico, los moros –árabes y negros–, etc., de tal modo que la mezcla de tan distintos elementos raciales dentro de la nación –el mestizaje interior– no había llegado todavía a un grado que permitiera considerar al español como un grupo étnico homogéneo” –Siegfried Askinasy (1939). México indígena. México, Cosmos, 147–. ¡Qué gran pena y cuánta confusión! ¡Pero así siempre ha sido, así es y... así será! Para tratar más detalladamente los problemas de la hispanofilia y la hispanofobia en América, véase, por ejemplo: Manuel Gamio (1916). “España y los españoles”, en Forjando Patria. México, PORRÚA [...] En el caso de Cuba el racismo llegó a situaciones tan desajustadas que a finales del siglo XIX era muy popular la siguiente copla en las calles de La Habana: Un negro conservador es música que no suena, es un parche en una nalga cuando el dolor es de muela. Al respecto nos dice Manuel Moreno Fraginals: [A finales del s. XIX, todavía periodo colonial en Cuba] La masa de población negro-mulata conformaba un estrato social sumamente difícil de caracterizar. Las particularidades del proceso esclavista cubano hacen imposible encerrarla en una definición; ahora bien, en una sociedad dramáticamente dividida por el color de la piel, no podían escapar de su condición fundamental: en primer lugar, eran negros. Este hecho los fijaba en una categoría social más cercana al concepto de casta que de clase: para el negro todo era extraordinariamente más difícil que para el blanco. La sociedad global señalaba su color como un estigma y perseguía la huella negra hasta el más remoto antepasado. Quien investigue en los archivos parroquiales cubanos encontrará centenares de partidas de bautismo arrancadas y libros completos perdidos en un esfuerzo por saltar la línea del color que dividía la sociedad. Los obispos se cansaron de dictar preceptivas sobre los libros parroquiales, pero no pudieron evitar su frecuente alteración. Como se llevaban libros separados para Españoles (eran los blancos) y para Pardos y Morenos, hoy es relativamente fácil a un investigador encontrar personas que al nacer son pardos y mueren blancos. Todos los libros parroquiales de pardos y morenos de la catedral habanera han desaparecido. La historia de la sociedad habanera está llena de esa obsesión de blanqueamiento que afecta a los más ennoblecidos apellidos. Y el folklore cubano recoge decenas de coplas y décimas, proverbios, refranes y frases sobre el tema (Fraginals, 1996). ¿Y que el gobierno “comunista” cubano, el gobierno de los Castro, ha acabado con el racismo en Cuba? ¡Para nada...! ¡Tremenda mentira...! Y nos mentimos porque o nos hacemos pendejos o porque de plano lo somos: el racismo nunca se acabará, mientras haya razas habrá racismo, como demuestra la historia y la actualidad. Sólo a través del exterminio de las razas se acabará el racismo, y con ello se acabará también la especie humana: así de sencillo. Esta idea de que en la Cuba castrista se ha acabado con el racismo es tan estúpida como estúpido es el sueño guajiro de la unión de Latinoamérica y la hermandad de los pueblos del mundo. En la Cuba actual el racismo sigue a la orden del día: degradante, humillante, terrible, cruel... (Moore, 2008). Esta penosa, triste, división entre blancos y negros, arrojaba una tercera variante sociocromática, la de pardos y morenos, es decir, los mulatos y “jabados o jabaos”, personas que enfrentaban y siguen enfrentando en muchos países una crisis de identidad: “Todo el tema del color de la piel se ha complicado por el hecho de considerar a todos los individuos de piel oscura como negros. Aquellos que no se ven tan «negros», sino un poco morenos, pueden tener que enfrentarse con problemas suplementarios de crisis de identidad” (Knapp, 1999: 159). Es más, suponiendo que los problemas de las divisiones raciales se pudieran superar, que llegáramos a un estado de razón –cosa que nunca ha sido y difícilmente será, ni a través de la ley bíblica ni a través de la ley de los hombres, ni a través de muchas de las leyes de la genética y la biología, como lo ha demostrado, por ejemplo, la vacunación en algunos casos, especialmente la última vacuna contra el SIDA, que actúa positivamente, que protege, a negros y asiáticos, pero no a “blancos”–, el conflicto social de las castas siempre estará presente: “¿Por qué, Dios mío, es posible que Tú hagas esto?”, pregunta Gloria. “Él no lo hace”, dijo Daniel con melancolía. “Estamos tocando la obra de ciertas sociedades perfeccionadas, que, juzgándose dueñas de la verdad absoluta, conservan las leyes de casta como en tiempo de los filisteos” (Pérez Galdós). Sucede lo mismo también con los grupos marginados, no instruidos, cuando se insertan en las esferas civilizadas, cultivadas, con marcada diferencia: in la cultura [...], acostumbrados desde su nacimiento al trabajo bruto [...] sin los valores y las normas de comportamiento de la sociedad llamada libre, muchos ex esclavos carecieron de los mecanismos socioculturales para sobrevivir en el nuevo mundo de lobos al cual ingresaban y que en ciertos aspectos podía ser tan inhumano como aquel del cual salían [por tal motivo, y desesperados por aquel mundo “libre” que desconocían y no entendían] abandonaban el ingenio [central azucarero] como huyendo en masa hacia los campos y ciudades [...] y las mujeres se dedicaban a la prostitución [...] Hay documentos dramáticos de la época en que las autoridades municipales preguntan al gobierno central qué hacer con decenas de negros que llegan en masa a un pueblo a sobrevivir o simplemente a la espera cotidiana de la muerte [...] La situación fue especialmente trágica para los niños y los viejos no productivos (Moreno Fraginals, 1996). Creemos necesario recordar que tanto la marginación, como la segregación, como la discriminación, como el racismo, siguen palpablemente presentes en la vida de los países desarrollados –imaginemos entonces esta situación en los países subdesarrollados–, en especial en el área laboral, –cualquiera que ésta sea y concretamente en las actividades más importantes y mejor remuneradas, de mayor prestigio y demanda socio-laboral–, y que no debemos confundir diversidad con inclusión. En muchas empresas, instituciones y organizaciones puede existir la diversidad de razas, de etnias, de grupos, de sexos, etc.; pero sabemos que esto no quiere decir que los grupos tradicionalmente marginados, por los motivos que sean, se incluyan en las tomas de decisiones de las empresas, de las instituciones, y que tengan derecho a alcanzar los niveles directivos o ejecutivos de esas empresas, instituciones y organizaciones por las vías normales y legales, y que en el caso de que lo logren, tendríamos que preguntarnos cuál ha sido el verdadero costo de sus esfuerzos y si en realidad ha valido la pena librar esas tortuosas batallas laborales que nunca terminan [...] En Europa hasta el siglo XVII no existe un marcado desprecio por los negros. La imagen del negro se desvalora en el Viejo Continente en ese siglo. ¡Había que buscar una explicación funcional para legitimar la esclavitud! Bastaba con el hecho de que Noé sentenciara en la Biblia que los descendientes de Cam serían los “servidores de servidores”, los “esclavos de esclavos”, y que los estudiosos (?) del cristianismo dijeran, posteriormente, que esos “esclavos de esclavos” eran los africanos, y de paso los indios, dos grupos marcados con el estigma de naturaleza. Lo que no nos queda claro –o, más bien, ¡nos queda más que claro!– es si, a partir de ciertos discursos sociales, políticos y religiosos, “ahora ya” se tendría que suponer que las cosas cambiaron en este mundo tradicionalmente racista, escisionista, apartheidista, y que los negros y los indios –además de, por supuesto y de paso, muchos asiáticos, australianos y europeos–, “ahora ya” no viven una condición de esclavitud física, esclavitud moral, esclavitud sexual y esclavitud intelectual: ¿qué acaso se nos olvidó esta vergüenza internacional llamada “trata de personas”, “tráfico humano”, “tráfico ilegal de migrantes”, “explotación infantil”, “trabajo infantil”, “trabajo esclavo”, “taller de trabajo esclavo o taller de explotación laboral”, “explotación de grupos desplazados”, “mercado negro o economía subterránea”, “limpieza étnica”...?: La esclavitud no es un horror felizmente relegado al olvido, sino que sigue existiendo en todo el mundo, incluso en países desarrollados como Francia y Estados Unidos. A lo largo y ancho del planeta, los esclavos trabajan, sudan y sufren. Probablemente, los zapatos que llevas puestos y la alfombra que estás pisando han sido fabricados por esclavos en Pakistán. Probablemente, los esclavos del Caribe han puesto el azúcar en tu cocina y los juguetes en las manos de tus hijos. En la India, probablemente han confeccionado la camisa que luces y han pulido el anillo que llevas en el dedo. Su trabajo no es remunerado. Los esclavos influyen también indirectamente en tu vida. Ellos fabricaron los ladrillos para la empresa que fabricó tu aparato de televisión. En Brasil, los esclavos elaboraron el carbón vegetal que templó el acero que se utilizó para fabricar los amortiguadores de tu coche y las cuchillas de tu cortacesped. Los esclavos cultivaron el arroz con el que se alimentó la mujer que tejió la hermosa tela de tus cortinas. Tu cartera de valores y tu fondo de pensiones poseen acciones en compañías que utilizan esclavos en los países en vías de desarrollo. Los esclavos hacen posible que tus gastos se reduzcan y que aumente el valor de tus inversiones. La esclavitud es un negocio floreciente y el número de esclavos va en aumento. La gente se hace rica utilizando esclavos. Y, cuando ya no les hacen falta, los echan a la calle. Ésta es la nueva esclavitud, que se basa en los grandes beneficios y las vidas baratas. No se trata de poseer personas en el sentido tradicional de la antigua esclavitud, sino de controlarlos por completo. Las personas se convierten en herramientas desechables para hacer dinero [...] Se podría decir que la esclavitud es una cuestión de propiedad, pero eso depende de lo que entendamos por propiedad. Antiguamente, la esclavitud consistía en que una persona poseía legalmente a otra, pero la esclavitud moderna es diferente. Hoy en día la esclavitud es ilegal en todas partes y ya no existe la propiedad legal de seres humanos. Cuando se compran esclavos en la actualidad, no se pide un recibo o un documento de propiedad, pero se adquiere el control sobre esos esclavos y se utiliza la violencia para mantenerlo. Los propietarios de esclavos disfrutan de todas las ventajas de la propiedad sin asumir ningún deber. De hecho, la falta de propiedad legal es un privilegio para los propietarios de esclavos, quienes, adquiriendo el control absoluto de lo que poseen, quedan exentos de cualquier responsabilidad (Bales, 2000). Para dar conclusiones al respecto tal vez nos ayude el echarle una mirada a la situación que presentan estos dos grupos en la América actual, es decir a los negros y a los indios –y de paso a los mestizos y hasta a los blancos, a los que obviamente no les va mucho mejor–. En América, mientras las políticas raciales no cambien en países como Estados Unidos, Haití, Bolivia, Brasil, México, Colombia, Guatemala, Cuba, Panamá, Perú, Puerto Rico, Venezuela, Nicaragua..., entonces nada ha cambiado, todo sigue igual, y hay que buscar el cambio, por las buenas de ser posible –aunque, como muestra la historia, estos cambios sólo se logran por las malas, ¡qué pena! El “trauma racial” ha llegado a ser tan grande en América que los esclavistas y racistas de origen peninsular, españoles y portugueses, que se consideraban a sí mismos “blancos” –pero que a los ojos de “la otra Europa” no lo eran, debido al conocido enigma étnico de Hispania– también fueron mal vistos y rechazados por otros “blancos” (?) en el Nuevo Mundo: “El mito del hombre blanco llegó a estar tan fuertemente arraigado en el pensamiento de los intelectuales latinoamericanos de orientación positivista del siglo XIX, que aun el tipo español y latino llegó a ser subestimado” (Jaramillo, 1993: 37). Pero, peor aún, este “trauma racial” de América Latina se mantuvo durante todo el siglo XX y sigue en pie con una fuerza brutal y estúpidamente desmesurada en el siglo XXI. En el siglo XX, por ejemplo, es inconcebible que en la América Latina apareciera una tan marcada preferencia por el nazismo, por el fascismo, por la Alemania hitleriana y sus aliados... ¡Háganme el favor: mestizos, los de “raza no pura”, los “no arios”...! Y sí, como ya he dicho otras veces: en esta América Latina, tan atrasada, desorientada, confundida, fanática, analfabeta, dismorfóbica, con tan poca autoestima y tan poco respeto por sí misma, como en Macondo, el pueblo ficticio de Cien Años de Soledad, la gente se levanta todo los días buscando ver a qué coño le tira para sentirse más personas, más seres humanos, menos anormales, menos burros, menos feos, menos prietos, menos pobres y menos sulacranes o tracatanes o achichincles o gatos... ¡Qué tremenda falta de respeto hacia sí mismos...! ¿Pero qué habrían pensado y qué pensarán estos tarados, estos jodidos del coco, estos cabezas huecas, estos alucinados, estos acomplejados, estos eugenésicos mestizos y traseros oscuros, prietos y deformes de la cabeza, que a ellos los nazis no los iban a confinar en campos de concentración, en campos de exterminio, que no los iban a asfixiar en las cámaras de gas...? ¡Pobre gente tarada estos nazis prietos y mestizos latinos...!: [...] En las naciones latinoamericanas una muy buena parte de la tribuna aplaudía las acciones nazis. En México se vitoreaban las noticias favorables a Alemania y se abucheaba la información referente a los triunfos aliados. En los albores de la década de los cuarenta, ni siquiera los gobiernos del tercer mundo ocultaban su preferencia por los nazis. En México, el propio [Manuel] Ávila Camacho [54o presidente de México, entre 1940 y 1946] presumía ser miembro del club Hípico Germánico: “le gustaba la cerveza alemana y admiraba la marcialidad y pomposidad de los desfiles militares en Berlín” [...] Entre la sociedad civil latinoamericana se reproducían y multiplicaban las organizaciones de corte fascista [...] Todas estas agrupaciones [latinoamericanas] llevaban a cabo campañas de propaganda y emprendían acciones contra los judíos en sus respectivos países [...] Reconociendo la importancia de la radio y las posibilidades que tenían de generar simpatías en nuestro continente [América], el aparato de inteligencia nazi tomó la decisión de utilizar a México como plataforma para la penetración ideológica de Latinoamérica. Nuestro país contaba con una ventaja fundamental: sus estaciones de radio cubrían casi todo el continente, sobresaliendo por su cobertura la XEW. Durante los años previos a la Segunda Guerra Mundial la propaganda alemana se centró en diatribas antisemitas y en la urgencia de lograr la “higiene racial”. Para los seguidores del Führer la raza aria representaba lo mejor de la humanidad, por su parte, los teóricos del Partido Nacional Socialista, aseguraban que la decadencia de la civilización era resultado de que los arios se hubieran mezclado con otros grupos raciales. La contraposición a los arios eran los gitanos y los judíos [nada más y nada menos que el pueblo y la raza del “Jesús” o “Cristo” que tanto invocaban los nazis] Desde que Adolfo Hitler arribara al poder, convirtió a estos pueblos en el enemigo número uno de Alemania, culpándolos de todos los males económicos, políticos y culturales [...] [Y en México, los Camisas Doradas, que eran resultado de Acción Revolucionaria Mexicanista, tenían como consigna] “Sangre judía, sangre judía y cada día más sangre judía debe fluir si deseamos salvar a nuestra patria amada [México], por esta razón deben llevarse a cabo campañas de exterminio contra los 30,000 judíos de México [en los años de 1930-1940] [...] Los servicios de inteligencia de los países del Eje [es decir los aliados de la Alemania hitleriana] utilizaron diversas posiciones en la frontera de México con Estados Unidos [...] A partir de 1940 [...] los agentes nazis y japoneses profundizaron sus acciones en nuestro territorio [en México] Una de las estrategias que recibió mayores impulsos y recursos económicos fue la dirigida a fortalecer el movimiento sinarquista mexicano. Los nazis consideraban a esta organización [es decir a la Unión Nacional Sinarquista, de México] como su aliada, por el corte fascista de la misma [...] Durante mucho tiempo, el sinarquismo [mexicano] fue controlado por una organización secreta denominada La Base, que impuso como dirigente principal, hacia los años cuarenta, a Salvador Abascal [Infante] [...] Por desgracia, así como el imperialismo inglés y norteamericano había dejado heridas en la piel de los pueblos latinos, los prejuicios, el catolicismo fanático y un mal comprendido sentimiento de desventaja económica servía la mesa para que se sentara un incomprensible e insensato odio racial. La prensa mexicana comenzaría a publicar artículos contra la comunidad judía y en defensa del movimiento nazi a partir de 1936 [...] La campaña eugenésica promovida por los nazis también recorrió el país [de México] alcanzando su punto más alto en 1941, cuando Alfredo Saavedra, uno de los fundadores de la Sociedad Mexicana de Eugenesia recomendó al gobierno crear el Departamento de Higiene Racial. Aunque Saavedra argumentara la necesidad de que “se estudiara medidas socialmente benéficas” para el país [de México], la verdad era que su propuesta pretendía replicar a los Tribunales de Sanidad Hereditaria que operaban en Alemania desde 1934 y que eran los responsables de esterilizar, obligatoriamente, a todos los retrasados mentales, incapacitados, enfermos congénitos, alcohólicos, esquizofrénicos y cualquier otra persona que sufriera alguna de “las doce enfermedades”, determinadas por los médicos nazis como adversas al desarrollo de la raza aria [...] La Comunidad del Pueblo Alemán en México se fundó en enero de 1935, bajo el control de Wilhelm Wirtz y Arthur Dietrich. No pasó mucho tiempo antes de que esta organización se convirtiera en la más grande del país. El trabajo de esta agrupación estaba hermanado con la labor que llevaba a cabo el entonces respetado Colegio Alemán, que a partir de 1933 fue dirigido por un miembro del partido nazi: Friedrich W. Schröter, quien abrió las puertas de la escuela a todos los niños alemanes, sin importar su clase social, con el objetivo de difundir las ideas nacionalsocialistas. Gracias a esta política, el número de alumnos se duplicó entre 1936 y 1940 [...] [Y en México, a los alemanes “tibios” que en su momento no querían colaborar con los nazis se les intimidó con un] “terrorismo en frío” .... ¿Qué se suponía que querían los “eugenesistas” mexicanos, acabar con todos los mexicanos, dejar a México sin mexicanos? ¿Quién se suponía que iba a poblar a México: los “blancos puros de verdad”, de dónde, cuáles, on’ tan...? ¿Es que acaso los mexicanos no son, como siempre lo han sido, desde la llegada de los europeos a México, el resultado de la mezcla de tres grandes razas: asiáticos o mongoloides o amerindios o semitas o como se les quiera llamar por un lado, caucásicos o europeos o jafitas o como se les quiera llamar por otro lado y, finalmente, negros o negroides o africanos o cananeos o como se les quiera llamar? Esta gente, los eugenesistas mexicanos, o estaba en la loca total o de plano padecían “pendejitis aguda”. ¡Imaginen, nada más y nada menos que un mexicano promedio, habitual, tan mestizo como todos nosotros los latinos –y si algún latino duda lo de su mestizaje, entonces que se mire el trasero; pero que se lo mire bien, detenidamente...– hablando de “eugenesia” y de “higiene racial”...! ¡Por favor...! Los negros, mulatos y jabados, etc., de la misma manera que los indígenas y los individuos “marcadamente mestizos”, “evidentemente mestizos”, tanto al nivel racial como al nivel lingüístico, son muy sensibles en cuanto a los temas de los conflictos étnicos, las razas, los mestizajes y sus ideas afines (Moreno, 1977; Moreno, 1997; Rojas, 1990; Bastide, 1967; Aguirre, 1984; Banton, 1983; Brady, 1965; Campos, 1998; Capotorti, 1979; Castillo, 2000; García, 1989; Goden, 1994; Ramírez, 2008; Moore, 2008). ¿Por qué? Por muy variadas razones (Stavenhagen, 2000; Stavenhagen, 2007; Moore, 2008), porque en la historia de las Américas mestizas, en la historia de las Américas negras, “casi todo” se superpone de manera triste, cruel, grotesca y hasta estúpida (Lewontin y Steven, 2003), y esta superposición en ese “casi todo” se refiere, más que nada, a la superposición de “lo terrible” y “lo peor”. Los negros, los afromestizos –y claro está que también los indios– siempre han sido, antes y ahora, los más afectados en este aspecto en América: [...] los libros tradicionalmente refieren únicamente la saga española en el Nuevo Mundo, y en esta saga queda insumida la historicidad indígena. Se trata de una interpretación unilateral donde el indio pasa a ser el problema indio, del mismo modo que años más tarde los negros serán estudiados como el problema negro. El indio es el otro: de ahí el enorme esfuerzo de alteridad que debemos hacer para verlos en su propio devenir (Moreno, 1996: 25). Respecto a la historia de las sociedades negras confrontamos la misma dificultad que con los indios: las fuentes no las tratan como sujetos con historicidad propia, sino integrando comunidades en función de..., que terminan constituyendo el problema negro [...] Conformando una comunidad con más hombres que mujeres, los negros, al igual que los blancos, buscaron en las indias la canalización de su vida sexual. La corona trató de evitar estas uniones que resultaban peligrosas como relación entre dos sectores sociales dominados, aunque separados entre sí, y cada uno de ellos respecto a los blancos, por las diferentes líneas de color establecidas [...] Como promedio dichos africanos tenían un nivel cultural superior al de los indios cubanos [y al de otros grupos de indios de América, salvo las conocidas excepciones en México y Perú, que prueban que en algunos casos, dentro de estos dos grupos, había comunidades con una cultura igual o superior a la de muchos conquistadores] preagroalfareros que no habían rebasado la etapa cazadora-pescadora y, sobre todo, recolectora (Moreno, 1996: 58-59). Mala Raza. El afromestizo, de todos los resultantes de mezcla, era el que se encontraba en una situación de mayor indeseabilidad [pero que, al parecer, llegó a tener en Cuba mejores niveles de vida que el indio (Moreno, 1996: 59)]. Obligado al pago de una capitación, considerado legalmente nefando por la presencia de sus características negroides, buscaba en todas formas ocultar estos elementos. Cuando el color obscuro de la piel impedía pasar a la casta euromestiza, procuraba salir de su casillero entrando a formar parte de la casta indígena. Las características culturales heredadas de la madre facilitaban su aceptación del grupo indígena. Ocurría esto principalmente con los mulatos lobos, con los mulatos alobados y con los indios alobados que en no raras ocasiones se hacían pasar por indios puros. En los archivos de la Inquisición se encuentran expedientes relativos a estas mezclas que se hacían pasar como de “mejor casta”, intentando con ello no solamente escapar a la calificación de infamia y mala raza que sobre ellas pesaba, sino también gozar de las relativamente mejores condiciones económicas en que el indígena se movía, ya que aunque sujeto como el mulato al pago de la capitación, disfrutaba del derecho a la tierra, beneficio de que carecía el individuo de mezcla. En el Padrón de Jalapa quedó asentado el frecuente cruce de la línea de color con rumbo a la casta indígena. El funcionario no menciona, probablemente por olvido, al mulato, mas era éste, y no el mestizo o el españolo, el único interesado en realizar el pase, puesto que los últimos ni por razones de prestigio o de mejoramiento económico podían desear el cambio de casta [...] Esta tendencia del afromestizo a ocultar su calidad influyó notablemente en el resultado de los censos [como sigue sucediendo actualmente en Cuba, Perú y Brasil, por ejemplo] que en todos los casos deben ser considerados como anotando un número mucho menor de individuos de los que en realidad existían. Hechos siempre contradictorios se presentan al investigador cuando de esta casta se trata (Aguirre, 1984:271-272). Pero todo esto es así, principalmente, por la forma inadecuada en que se han abordado y se siguen abordando, en que “hemos” abordado, estos “ciertos temas” complejos y estas “ciertas leyes” complejas –basados en una “relación por la conquista y la fuerza” y no en una “relación por la igualdad y la amistad”– en torno a la vida y la suerte de las razas por parte de los blancos, y también por parte de los mismos negros, mulatos, indios y mestizos (Gamio, 1993; Ramírez, 2008), por la forma inadecuada en que tradicionalmente se han enfocado, manejado y llevado a la práctica estos temas de las diferencias raciales, por los estereotipos relacionales negativos en el discurso entre unas razas y otras, entre unas comunidades y otras, entre unos grupos y otros, por no haber considerado en el pasado e inclusive ahora que en América, como en todos los demás continentes, hay “comunidades” que están llenas de “grupos”. América y sus diferentes partes: Norte, Centro, Sur, islas, etc., está plagada de comunidades con cientos y miles de grupos diferentes, muy diferentes, entre ellos, en todos los sentidos. En el tratamiento de cuestiones raciales y mestizas frecuentemente hay juegos de palabras, giros de palabras, palabras de doble sentido, asociaciones, albures, jaranas, cuentos, dichos, adivinanzas, que no son convenientes, que son de mal gusto, que pueden herir la sensibilidad... Sí, se pueden abordar estos temas con desinhibición y apertura..., ¡al parecer y en apariencia! ¡La realidad es otra! “Unos” siempre están a la ofensiva; “otros” a la defensiva; a veces con razón, otras veces no. Sí, en el tratamiento de estos temas pueden aparecer rostros gratos, joviales, apacibles, sonrisas, risas, pueden aparecer discursos verbo-corporales “normales” (?), todo pura fachada; pero cuidado, en estos asuntos de razas y mestizajes cualquier chispa puede crear un fuego. Inclusive en Cuba, un país en donde se ha luchado tanto para eliminar el racismo y todos los problemas que de él se derivan, con leyes prácticas y tajantes al respecto, el racismo y el mestizaje tienen rostros mucho más complejos que lo que cualquiera pudiera imaginar (Pérez, 1996; Moore, 2008). Hace poco, en mayo del 2005, el Señor Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Vicente Fox, se refirió a determinadas actividades laborales que “ni los negros” querían hacer en Estados Unidos. ¡Suficiente! Se creó todo un conflicto con los negros estadounidenses. ¡Los negros de Estados Unidos querían que hasta quitaran de circulación unos sellos o estampillas que tienen a un negrito, llamado Memín Pinguín!, que es la creación artística más bonita y simpática, a imagen y semejanza de un negrito cubano, pero en México, que ha sido y sigue siendo un querido personaje de la tradición de los cómics o muñequitos en los Estados Unidos Mexicanos. ¡Yo, siendo cubano, todavía no puedo creer que esto haya llegado a tal nivel! Claro que todos sabemos que la gente sabe con quién se mete. Si estas palabras que se refirieron a los negros estadounidenses las hubieran dicho el Señor Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, o el Señor Mandatario de Cuba, Fidel Castro, ¿ustedes creen que los negros de Estados Unidos habrían rezongado? En Cuba, por ejemplo, en vez de decirle “güero” –es decir “blanco” o “gallego” en Cuba– a todo el mundo, se dice “negro”, “mi negro”, “negrito”; pero en México no..., ¡todo lo contrario!: PRIETO O PRIETA No hay peor grosería para una mexicana o un mexicano que ser llamado «prieto». Este adjetivo puede resultar sumamente peyorativo por su intención racista. Un prieto por lo general tiene acusados rasgos indígenas. «A mí no me hablen de ese prieto», decían las señoras mexicanas que estaban con Maximiliano y que detestaban a Benito Juárez. «Nunca falta un “prietito” en el arroz», se dice por decir que generalmente no salen las cosas como una desea. «Nunca te cases con un prieto, porque ya ves que una gota de tinta oscurece un vaso de leche», recomendaban a sus hijas las señoras de antes (Loaeza, 2007:161) [...] Lo que sucede es que los negros de Estados Unidos sabían que había alguien que iba a contestar. Pero si hubiera sido con Chávez o Castro este asunto, todavía estarían esperando la contestación o ya habrían recibido una contestación, pero ya sabemos en qué términos [...] ¿Quién es quién en América? Como quién es quién en cada uno de los países y grupos del continente y del mundo. Hemos llegado a tal estado de enmascaramiento del racismo a través del racismo cordial y del racismo oculto (Montañez, 1993; Combesque, 2001; Roman, 2007) que en muchos casos hasta negamos que exista el racismo en países como Cuba, Santo Domingo, México, Puerto Rico, Canadá, Venezuela, Brasil, Chile, Argentina, etc., por ejemplo. ¡Nada más lejos de la verdad! El racismo está ahí, presente, en toda nuestra América, en las múltiples esferas de la vida nuestra de cada día, y cada vez pone de manifiesto una de sus tristes y amañadas caras. Se debe suponer que en América los indios son indios y deberían considerarse “racialmente” y “orgullosamente” indios; que los negros son negros y que deberían considerarse “racialmente” y “orgullosamente” negros; que los blancos son blancos y que deberían considerarse “racialmente” y “orgullosamente” blancos. Sí, se debe suponer..., pero sabemos que esto no es así. Cualquier otra consideración nos hace o ignorantes o ciegos o pendejos. Y ninguna de las tres categorías es grata en la cultura de Occidente. ¡Los problemas de identidad, de pertenencia, de clases, de castas, y también de tintes, de siempre! ¿Qué es mejor o qué es peor? ¿Es mejor ser el “menos prieto” de los negros, el “menos prieto” de los indios o el “menos blanco” de los blancos? ¿Se puede ser negro o indio o mulato y querer ser blanco? ¡Hasta se puede ser “menos blanco” y querer ser “más blanco”!: En Hispanoamérica, la única forma para el negro [y para el indio, y para el mulato] de subir en la escala social era «blanquearse». El ascenso económico sólo se lograba renegando del pasado africano [e indio]. La importancia del blanqueo se muestra en Cuba, por ejemplo, donde la más importante sociedad cultural negra se va a llamar Club de Atenas y la sociedad de recreo negra, Jóvenes de Waltze, y donde los universitarios negros en 1902 consiguieron que se prohibiera la formación de comparsas y otras manifestaciones negras (Rojas, 1990: 66-69). Hablar de los latinoamericanos es hablar de algo más que lo que habitualmente consideramos. En América, como hemos visto ya, se nace con una raza, pero también la raza se compra con dinero. En América y en el mundo, “latino” no es solamente el que desciende de una cultura hispanoamericana. En el mundo del “latinoamericano” también entran los individuos nacidos y criados en América de base cultural portuguesa, francesa, italiana... Y cuando hablamos de Haití, de qué se supone que hablamos. Y cuando hablamos de Bolivia, de qué se supone que hablamos. Y cuando hablamos de México, de qué se supone que hablamos. Y cuando hablamos de Perú, de qué se supone que hablamos. Y cuando hablamos de Venezuela, de qué se supone que hablamos. Y cuando hablamos de Brasil, de qué se supone que hablamos...: [...] A pesar de que Brasil es una de las naciones con mayor diversidad racial, la gran mayoría de las modelos que desfilan por estas pasarelas son blancas y parecen casi europeas. Brasil tiene más personas de ascendencia africana que cualquier otro país fuera de África, la mitad de la población se considera de raza negra o mestiza [algunos especialistas consideran que más del 80% de la población de Brasil tiene la marca genética negra]; y la ausencia de maniquíes de tez oscura en las pasarelas es un tema que ha sido planteado por algunas voces influyentes [según http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/misc/newsid_7196000/7196883.stm ]. Pero también, y cuando hablamos de España y Portugal, de qué se supone que hablamos. En mi libro El lenguaje corporal humano abordo este tema acerca de los verdaderos dominios étnicos de la Península, y recomiendo, en una de las notas a pie de página, los siguientes textos: Acerca de los grandes problemas de la interpretación del origen y la vida de los peninsulares ibéricos, pueden consultarse los siguientes materiales: Américo Castro (1982). La realidad histórica de España. México, PORRÚA; María Luisa Ruiz-Gálvez Priego (1990). Prehistoria de España. México, REI; Rafael Lapesa (1991). Historia de la lengua española. Madrid, Gredos, especialmente las páginas 13 a la 52, en donde se plantea que en España hay “nombres de multitud de pueblos y tribus de diverso origen, que pulularon en abigarrada promiscuidad”; Antonio Sánchez Barbudo (1980). “Sobre España y los españoles: una visión desde fuera y desde dentro”, en Ensayos y recuerdos. Barcelona, LAIA. Y cuando hablamos de Cuba, de qué se supone que hablamos. ¿Quién es quién en Cuba?: Había un privilegio que estaba dado por una cédula Real de Carlos IV que se llamó ‘Gracias al Sacar’ de 1795 que en uno de sus artículos dispensaba por una suma de dinero de la calidad de pardo, cuarterón o quinterón al solicitante. Si un padre español quería prebendar a su hijo tenido con una negra, una mulata o una india, y darle la calidad de blanco, le compraba los papeles y legalmente era blanco, aunque fuera del color de nosotros (...). Contrario a los anglosajones, en estas zonas de acá, de las colonias hispanas, por una gota de sangre de blanco, ya eres más blanco que negro.” Según Marta Rojas, este es el origen del blanqueamiento en las antiguas colonias españolas del Nuevo Mundo y, por supuesto, Cuba, al igual que Santo Domingo, Venezuela o Colombia, no escapa a este trauma que la escritora ha escogido como tema de su segunda novela, titulada, precisamente, Papeles de Blanco o La Santa Lujuria. “Por ejemplo, en la Cuba revolucionaria, cuando se realiza el censo o se elabora el carnet de identidad, el enumerador te mira... y si dices blanco, él o ella pone blanco, y ni averigua si la madre es una negra o una mulata. Ahora los papeles de blanco no hay que comprarlos, se obtienen al gusto del consumidor. Yo creo que esa anomalía no se va a corregir nunca, porque ya forma parte de la cultura de la América hispana. ¡Yo no considero a nadie blanco en Cuba!” [...] Entonces ¿qué está ocurriendo en Cuba? ¿Cuán lejos o cercana está la mayor de las islas antillanas, a sólo 90 millas de las costas de la Florida, del concepto de democracia racial? A lo largo de su historia los cubanos han sido protagonistas de una serie de divisiones raciales -primero, debido a la colonización española y a la esclavitud de los negros africanos; luego, a finales del siglo XIX, por la importación de mano de obra barata china y, durante las primeras décadas del siglo, de la proveniente de otras islas antillanas, y por la copia de la segregación al estilo sureño norteamericano en algunas regiones de la isla, como el norte de las antiguas provincias de Camagüey y de Oriente. Se calcula que la actual población de la isla está compuesta por una tercera parte de blancos, una tercera de negros y otra tercera mestiza. La lucha de reivindicación racial de los negros ha sido larga, sin excluir la confrontación armada de 1912 que enfrentó a los partidarios negros de Evaristo Estenoz y Pedro Ivonet con las fuerzas armadas del presidente de la República, general José Miguel Gómez. En 1959 la Revolución dio pasos osados para eliminar el racismo institucionalizado. Fue entonces cuando se implementaron amplios programas de redistribución para las capas más desposeídas, especialmente en lo concerniente a la educación y la salud. Hoy Cuba ostenta uno de los más bajos índices de mortalidad infantil del mundo (9.3 por cada mil nacidos vivos) con una esperanza de vida de 75 años. Los afrocubanos son gentes “bien leídas y escribidas”, como dicen los negros viejos. Hemos obtenido títulos en profesiones que antes de 1960 nos estaban proscritas de hecho. Por ejemplo, cuando matriculé por primera vez la carrera de Lengua y Literatura Clásicas en la Universidad Central de Las Villas, en mi ciudad natal de Santa Clara, resulté ser el único estudiante negro en mi curso. Hemos alcanzado igualmente un nuevo sentido de dignidad y orgullo del cual no nos será fácil renunciar. Encima de todo ello, la revolución cubana, con todos sus defectos, nunca ha estado divorciada del discurso y del simbolismo africanos. Cuba, que nunca ha perdido su sentido surrealista antillano ante la vida, está hoy mucho más orgullosa de sus raíces africanas que hace 37 años, y se muestra como una celosa guardiana de este legado cultural. Sin embargo, con todo ello, no debe suponerse que el racismo en todas sus manifestaciones haya sido eliminado, y mucho menos en lo personal y social, así como en lo concerniente a las relaciones culturales. Debido a la presente crisis en Cuba –en parte por motivos internos, pero en gran medida debido a los agudos efectos del descalabro de los aliados del Este europeo a partir de 1989 y del endurecimiento del embargo y las hostilidades por parte de EE UU– el racismo ha brotado nuevamente en diversas formas. Pienso que al paso de todos estos años, los cubanos no hemos sabido romper el paradigma blanco y que, por consiguiente, es menester que nosotros, los intelectuales cubanos negros, brindemos mucha más atención a este fenómeno. Quizás, al igual que ocurre con los brasileños que están atrapados en las mismas incertidumbres, los cubanos hemos sido demasiado cautelosos, por no decir temerosos, en lo que se refiere al impacto que la composición racial pueda ejercer en nuestra nación/alismo/alidad (Rojas, 1996:44-46).

REALIA: del latín realia, ‘cosas’ [...] Se llama así, realia o realias, al conjunto de objetos, usos, costumbres y, en general, de aspectos de índole natural, material y cultural externos a las lenguas que tienen una incidencia más o menos decisiva en la configuración y evolución de éstas; por ejemplo, el clima, que determina la forma y los elementos estructurales de la vivienda y, con ello, de los elementos léxicos pertinentes, las plantas y sus variedades, los animales y sus variedades y usos [...] Las realias están relacionadas con los “ismos lingüísticos” [...] Una de las ciencias que analiza, que trata, y que recoge a las realias es la Paisología [...] las realias son esas unidades o signos o símbolos especiales que designan fenómenos, procesos o realidades exclusivas de una región determinada, ausentes en las "realidades" de otras regiones, de otras lenguas, de otros hablantes, o tal vez presentes pero percepcionadas de manera diferente [...] los culturemas o puntos ricos o rich points son casi lo mismo que la realia, es decir fenómenos y procesos específicos de una cultura o grupo o clase, que son exclusivos o particulares, tanto al nivel ecosistémico como al nivel comportamental, ya se trate de la esfera pública, de la esfera laboral o especializada o de la esfera íntima o familiar [...] tanto las realias como culturemas o puntos ricos o rich points son un verdadero desafío cultural para la comunicación globalizada o comunicación de culturas en contacto, en especial para los traductores, intérpretes, lingüistas, filólogos, exégetas, paisólogos, imagólogos, comunicadores, periodistas, reporteros, antropólogos, etnólogos, lexicógrafos, agentes aduanales, funcionarios de la ley y el orden público, policías, servicio secreto, asesores de imagen, etc. [...] Pero entonces a qué llamamos istmo lingüístico [...]: mexicanismos, peruanismos, floridismos, venezolanismos, dominicanismos, argentinismos, chilenismos, bolivianismos, peruanismos, ecuatorianismos, guineaismos, sefardismos o ladinismos o judeoespañolismos, cubanismos [...] en el caso del idioma español hablado y escrito en Cuba, y en la literatura cubana, ya sea ésta artística, periodística o científico-técnica, aparecen el cubanismo o los cubanismos (véase, por ejemplo: Diccionario provincial de voces cubanas y Diccionario provincial casi razonado de voces cubanas, de Esteban Pichardo; Léxico cubano, de Juan M. Dihígo; Catauro de cubanismos, de Fernando Ortiz Fernández; Diccionario del español de Cuba: español de Cuba-español de España, de Gunther Haensch y Reinhold Werner; Diccionario botánico de nombres vulgares cubanos, de Juan Tomás Roig y Mesa; Un guacalito de cubanismos, de Juan Marinello Vidaurreta; El habla popular cubana de hoy, de Argelio Santiesteban; De lo popular y lo vulgar en el habla cubana, de Carlos Paz Pérez), que son aquellas palabras o lexías o unidades léxicas o giros o estilos lingüísticos o significados particulares o realias o culturemas o puntos ricos propios del país de Cuba y de los cubanos, en su historia y actualidad, tanto de los cubanos residentes dentro de Cuba como de los cubanos residentes fuera de Cuba, sobre todo en Estados Unidos de Norteamérica, tanto al nivel de la lengua hablada como al nivel de la lengua escrita y la literatura cubana, y que constituyen o pueden constituir un problema de entendimiento y comunicación tanto al nivel de todos los hablantes y lectores de lengua española como al nivel de los mismos usuarios del español cubano, debido a que dentro de la misma Cuba aparecen estos cubanismos como variedad lingüística en absolutamente todas las provincias y regiones del país, en los geolectos cubanos, y también en los diferentes grupos de usuarios lingüísticos en los diversos estratos culturales y grupos sociales, es decir los sociolectos [...] además, en el dialecto del español de Cuba aparecen otras muchas influencias de otras lenguas, como el inglés, el francés y el ruso [...] en el caso de la influencia de la lengua rusa en Cuba ( http://cat.inist.fr/?aModele=afficheN&cpsidt=6848367 ), creemos necesario destacar lo concerniente a los “rusismos” y a los “sovietismos” ( http://openlibrary.org/b/OL22662054M/Socioling%C3%BC%C3%ADstica-y-traducci%C3%B3n:-presencia-de-rusismos-y-sovietismos-en-el-l%C3%A9xico-cubano.-Sociolinguistique-et-traduction:-pr%C3%A9sence-de-termes-russes-et-sovi%C3%A9tique-dans-la-terminologie-cubaine.-Sociolinguistic-and-translation:-russian-and-soviet-terms-in-the-cuban-lexicons , http://openlibrary.org/b/OL22662045M/%22Rusismos-en-el-espa%C3%B1ol-de-Cuba.-Un-estudio-socioling%C3%BC%C3%ADstico%22.-En-Estudios-de-Ling%C3%BC%C3%ADstica-Aplicada-%28M%C3%A9xico%29,-No.-15-y-16,-pp.-234-239 ) [...]

REFORMULACIÓN: Llamamos así, reformulación, al mecanismo de seleccionar, consciente o inconscientemente, una unidad lingüística determinada entre las tantas posibles, en dependencia de las características sociales del grupo, de la región en la que se ubica el grupo, del nivel cultural del grupo, de la especialidad del grupo, del sexo del grupo, de la edad del grupo, del alcance de la información destinada al grupo, es a lo que llamamos reformulación. Entre los hablantes de una misma lengua, al nivel regional, al nivel dialectal, al nivel de grupos, al nivel de capas o esferas, ya sea mediante el acto discursivo oral o del acto discursivo escrito, cuando las lexías son disímiles, cuando existen variedades sinonímicas, cuando las variantes semánticas de ciertas lexías son diferentes, cuando las combinaciones morfosintácticas aparecen de manera desigual o totalmente diferente a lo que se considera la "norma" de la región o del grupo de usuarios de la lengua, cuando, a veces, aparecen en el discurso las realias –esas unidades o signos o símbolos especiales que designan fenómenos, procesos o realidades exclusivas de una región determinada, ausentes en las "realidades" de otras regiones, de otras lenguas, de otros hablantes, o tal vez presentes pero percepcionadas de manera diferente– y los culturemas o puntos ricos o rich points –es casi lo mismo que la realia, es decir fenómenos y procesos específicos de una cultura o grupo o clase, que son exclusivos o particulares, tanto al nivel ecosistémico como al nivel comportamental, ya se trate de la esfera pública, de la esfera laboral o especializada o de la esfera íntima o familiar– cuando se realiza una traducción en los niveles elevado, sublime o culto de la lengua y debe ser adaptado, ya dentro de una misma lengua, a otros niveles –medio o bajo–, a grupos populares, se produce un fenómeno lingüístico, muy empleado en dialectología y traductología llamado reformulación. Reformular es volver a exponer un determinado contenido proposicional siguiendo diferentes selecciones de léxico y de sintaxis, siguiendo diferentes recursos de lenguajes, e inclusive se puede reformular empleando lenguajes diferentes, es decir empleando lenguajes verbales y lenguajes no verbales, lenguajes verbales y lenguajes corporales, como sucede cuando un usuario de los lenguajes humanos al oír un mensaje verbal responde con un mensaje no verbal, que puede ser producido por cualquiera de las partes componentes del cuerpo. La reformulación también se conoce con otros nombres: traducción intralengua, traducción intralingüe, traducción por medio del mismo idioma, traducción endolingüística, paráfrasis, metáfrasis, circunlocución o circunloquio, y, en tratamientos discursivos que hacen referencia a los lenguajes corporales, como sucede en interpretología, en imagología del discurso, en pragmática y en comunicación no verbal, a este fenómeno también le podemos llamar deixis traductiva verbo-corporal o deixis traductiva corpóreo-verbal, según sea el caso de si traducimos una palabra o frase con un gesto o acción corporal o si traducimos un gesto o acción corporal con una palabra o frase. Otra manera de traducir o interpretar dentro de la misma lengua es la llamada targum, que designa las paráfrasis que en lengua caldea fueron hechas de los textos del Antiguo Testamento, al regreso de los hebreos de la cautividad de Babilonia, para ser rezadas por el pueblo. Como hemos visto, para dar nombre al procesamiento de información endolingüística podemos utilizar varias denominaciones, las cuales coinciden en principio en su significación en lo tocante al proceso de transformación textual al nivel de un mismo sistema lingüístico; pero hay que señalar que también difieren en cuestiones de amplitud de las frases, el léxico seleccionado, elementos metafóricos, estilos o recursos estilísticos, etc. La reformulación, ese tipo de traducción que es una interpretación de los signos verbales mediante otros signos de la misma lengua, se da obligatoriamente entre los usuarios de cualquier lengua, pero, sobre todo, entre los usuarios de los grandes sistemas lingüísticos, como el español, el inglés, el francés, el ruso, el chino, el árabe, etc., porque, sencillamente, la misma división dialectal o subsistémica –lo que implica que los hablantes estén condicionados por realidades diferentes en muchos casos: flora, fauna, gastronomía, técnicas de labranza y crianza de animales, agrupaciones y relaciones familiares, gustos y géneros musicales, religiones, criterios políticos, filosofías, vestimenta, relieve, fenómenos naturales y atmosféricos, etc.– dicta el empleo de lexías simples, compuestas, complejas y textuales que son empleadas por determinados hablantes del sistema, pero que para otros hablantes de ese mismo sistema son "extrañas", funcionan como variantes léxicas ajenas a su subsistema; es decir, tienen que ser decodificadas en la mayoría de los casos a través de glosas, glosarios, diccionarios de regionalismos, de provincialismos, enciclopedias especializadas, textos críticos o a través de un intérprete bidialectal, de un intérprete diglota, de un conocedor de las dos realidades que intervienen en el proceso comunicacional, que interactúan en ese momento, que se interconectan [...] La reformulación no sólo se da en el discurso hablado, lo que afecta a los hablantes en la realización concreta oral del lenguaje y, en el caso de la teoría de la traducción, a los intérpretes, sino que también está presente en el texto o discurso escrito, en la realización concreta escrita del lenguaje y afecta entonces a los traductores y, por supuesto, a los destinatarios de esa información, a los lectores. La reformulación desempeña un papel tan importante entre todos los especialistas en tratamiento de textos –editores, correctores, revisores, redactores y traductores–, que en más de una ocasión este fenómeno ha sido expuesto como un gran problema ante el cual se enfrentan cada día los trabajadores del ramo editorial, sobre todo del periodístico. Veamos lo que piensa al respecto Ana Lilia Arias, Presidenta de la Asociación Mexicana de Profesionales de la Edición: “Corregir estilo es revisar y analizar el documento; corregir estilo, en ocasiones, es incluso traducir en el propio idioma las ideas del autor. Por eso es preciso que la persona que corrige estilo esté atenta para detectar y enmendar posibles errores, buscar la manera de mejorar la redacción” (periódico Excélsior, 4/2/1995:10-B). Y este "traducir en el propio idioma", en el propio idioma del autor, no solamente se da porque el autor del texto pertenezca a otras variantes dialectales del sistema, sino que también se da, con mucha frecuencia, por las variantes estilísticas empleadas y, sobre todo, por el llamado lenguaje de la política, la jurisprudencia y la administración. Los lenguajes político, jurídico y administrativo, por ejemplo, presentan grandes problemas para los hablantes de cualquier lengua y, especialmente para los periodistas, reporteros, traductores, intérpretes, editores, redactores y correctores. Sabemos, por experiencia, que estos lenguajes son tipos muy especiales de decir las cosas y ahí está el gran problema: lo dicho o escrito se presta a que cualquiera pueda interpretar a su manera; es decir, de manera diferente. Y si el mismo lenguaje político, jurídico y administrativo de México con frecuencia no es entendido por mexicanos de nivel culto, debido a muchas razones, a las razones ya conocidas, entonces cómo imaginar que para un redactor, un traductor –con las deficiencias e inestabilidades de este mercado en América Latina, que no permite “especializaciones” en la mayoría de los casos– o para un lector común el léxico político de la variante española, de la variante cubana, de la variante argentina, colombiana o puertorriqueña, por mencionar sólo algunas, que aparece en los medios informativos mexicanos puede ser fácilmente tratado e interpretado. Por supuesto que esto sería tarea difícil, debido a que las variedades políticas, jurídicas y administrativas que se reflejan a través de una lengua tan grande como el español, poseen muchos elementos distintivos, que no son compartidos por todos los países de este gran sistema –imaginemos entonces lo que puede pasar en situaciones de globalización entre áreas radicalmente disímiles no sólo en lo tocante a la lengua, sino también en muchos otros aspectos–. Los traductores que hemos trabajado con materiales de carácter administrativo, jurídico, político y económico, sabemos que este tipo de lenguaje, especialmente su léxico, presenta dos grandes problemas, que se ubican en las esferas de: 1. La formación de palabras –la lexicogenesia– y 2. Los préstamos –adopciones o extranjerismos. En cuestiones de traducción y de interpretación, el desconocimiento de las características lingüísticas, estilísticas, sociales, culturales, religiosas o socioconfesionales, ecosistémicas, políticas, económicas, folclorísticas, protocolares y de ética, etc., que afectan a cualquier sistema lingüístico, de la misma que a sus variantes dialectales y sus particularidades concretas de realización de la comunicación verbo-corporal, es en realidad un gran peligro comunicativo (Ruano, 2001). Veamos lo que dice al respecto el lingüista francés André Martinet (1984): Cuando se trabaja con una lengua que se conoce imperfectamente no se adquiere conciencia del sentido de las unidades significativas más que traduciéndolas en "la propia lengua". En este caso, el peligro consiste en que se puede estar tentado de interpretar la lengua descrita en función de aquella a la que se traduce. Si para una forma de la otra lengua tengo en español "yo sé" en un caso, "yo sepa" en otro caso, puedo sentirme arrastrado, tal vez, a hablar en el primer caso de indicativo; en el segundo de subjuntivo, es decir, atribuyo a la lengua extranjera rasgos de la lengua que utilizo para describirla. Sin embargo, si esa lengua responde siempre por formas idénticas a los indicativos y a los subjuntivos del español, estaría tan fuera de lugar atribuirle un subjuntivo como si un alemán insistiera en distinguir en español entre un nominativo el jardín y un acusativo el jardín con el pretexto de que en un caso en su lengua dice der Garten, en el otro den Garten. No hay razón para hablar de singular y plural cuando se trata de una lengua en la que no se encuentran plurales formalmente distintos de los singulares correspondientes. Conviene, pues, tener conciencia de los peligros a los que nos expone la necesidad en que estamos para comprender otra lengua de traducir cada enunciado a la nuestra, es decir, de rearticular la experiencia extraña con arreglo al modelo que nos es familiar. Desde luego, es preciso partir de que nada nos asegura de hallar en una lengua cuyo examen abordamos, ninguna de las distinciones, ninguna de las unidades fonológicas o gramaticales a las que nos ha habituado nuestra experiencia lingüística anterior. Por el contrario, debemos esperar en ella, formalmente expresadas, distinciones que no hubiéramos podido imaginar. No habrá que extrañarse de la ausencia de la expresión gramatical del tiempo, de la indiferencia en cuanto a la voz activa o pasiva, de la inexistencia de géneros, de la obligación de distinguir entre un "nosotros" que incluye al interlocutor y un "nosotros" que lo excluye, o entre formas verbales que designan lo que está visible y otras que se emplean para lo que está fuera del campo de la mirada. No se deberá partir de que toda lengua opera con su sujeto de la oración, posee adjetivos y distingue el verbo del nombre. En resumen, puesto que hemos convenido llamar "lengua" a todo lo que corresponde a cierta definición, nos obligamos a no postular en una lengua la existencia de algo que no figura de manera explícita o implícita en nuestra definición [...] Queda claro así que el mismo cuidado se debe tener a la hora de tratar los problemas lingüísticos que se analizan en otras variantes dialectales, en vista de que, tal y como hemos señalado anteriormente, a veces entre dos variantes dialectales las diferencias sociolingüísticas –sobre todo en lo tocante al léxico y la semántica– son tan grandes como grandes pudieran ser las diferencias entre dos lenguas emparentadas. La reformulación, lingüísticamente hablando, puede aparecer debido a cuatro causas principales: 1. Por las variaciones diatópicas que presentan los sistemas lingüísticos; es decir, por las variedades lingüísticas producidas en una misma lengua a causa de la procedencia territorial de los hablantes. Por ejemplo: los dialectos del español, los dialectos del inglés, los dialectos del ruso, los dialectos del chino, los dialectos del maya, etc.; 2. Por las variaciones diastráticas que presentan los sistemas lingüísticos; es decir, las variedades lingüísticas que resultan del diferente uso que de ellas hacen las agrupaciones socioculturales de una comunidad en virtud del nivel económico, educativo, profesional; es la diferencia lingüística ligada al estrato social; 3. Por las variaciones diafásicas que presentan los sistemas lingüísticos; es decir, las realizaciones lingüísticas concretas que aparecen por el dominio –conjunto de elementos extralingüísticos que condicionan el uso de una lengua o dialecto–, como por ejemplo el uso de ciertos registros expresivos y de estilo –formal, solemne, familiar–, etc.; 4. Por las variaciones diacientíficas o variaciones diatécnicas o variaciones diacientífico-técnicas; es decir, las variaciones que presentan los lenguajes especializados, científicos y técnicos, debido a la ampliación o a la capacitación técnica en un campo determinado de la actividad humana, a la formación científico-técnica según los programas de las diferentes instituciones educativas, sus perfiles, contenidos, enfoques, actualizaciones, etc. Estas variaciones diacientífico-técnicas también están relacionadas con las instituciones educativas, formativas y laborales en situaciones de globalización, transnacionales y con la convivencia de especialistas, científicos y técnicos en situaciones de “culturas en contacto”: México-Estados Unidos, México-Japón, México-Alemania, México-España, México-Corea, etc.; Cuba-URSS, Cuba-Alemania, Cuba-China, Cuba-España, etc.; Alemania-URSS, Rusia-Japón, Venezuela-Cuba, Venezuela- Rusia, Venezuela-China, Argentina-Alemania, Argelia-Francia, Angola-Cuba, Chile-Israel, Irán-Francia, Afganistán-URSS, Irak-URSS, Irak-Estados Unidos, Colombia-Israel, etc., según los tiempos, las épocas, las necesidades, los dominios y las exigencias de la ciencia y la técnica y de los diferentes contextos, etc. (Ruano, 2002).

REGLAS DE DEMOSTRACIÓN: Las reglas de demostración pueden tratarse en: Paul Ekman y Wallace Friesen (1975). Unmasking the Face. Englewood Cliffs, NJ, Prentice May, y Daniel Goleman (2001). La inteligencia emocional. México, Vergara, 141-146. Las reglas de demostración están relacionadas con los criterios de aceptación o rechazo que tienen los grupos sociales con respecto a cuáles sentimientos pueden mostrarse ante las demás personas y cuáles no y en qué contextos de situación. Estas reglas son, generalmente: 1. Minimizar las muestras de emoción: un ejemplo es la norma japonesa; 2. Exagerar las muestras de emoción: lo que hace el niño cuando corre hacia sus padres o su maestra, contorsionando la cara, con el ceño fruncido, los labios temblorosos, y le dice que su hermano u otro niño lo está amenazando; 3. Reemplazar un sentimiento por otro: en algunas culturas, algunos lugares de Asia o México, es descortés decir “no”; es por eso que se dice “sí” o se hacen promesas que se sabe, que es evidente, que no se pueden cumplir. En estos casos todo el cuerpo adopta la “postura” del sí, del positivo, del se puede. Estas promesas verbales y no verbales falsas traen muchas complicaciones en el encuentro entre culturas diferentes, y, especialmente, entre culturas desarrolladas, en donde sí existe “el sí verbal y el sí corporal” y “el no verbal y el no corporal”. Es verdad que el uso de estas estrategias de reemplazo de unos sentimientos por otros es un factor importantísimo de la inteligencia emocional, pero el problema radica en cuando el emisor nos dice abierta y descaradamente “sí” cuando sabemos que ésta es una flagrante mentira, que es una falsedad total: “Las demostraciones emocionales, por supuesto, tienen consecuencias inmediatas en el impacto que producen en la persona que las recibe. La regla que aprende el niño es algo así como: ‘Disfraza tus verdaderos sentimientos cuando pueden lastimar a alguien a quien amas; en lugar de eso sustitúyelo por un sentimiento falso pero menos hiriente’. Estas reglas para expresar emociones son algo más que una parte del léxico de los cánones sociales; dictan el impacto que nuestros sentimientos producen en los demás. Seguir bien estas reglas es tener un impacto óptimo; hacerlo deficientemente supone fomentar un desastre emocional [...] las lecciones que aprendemos sobre las reglas de demostración varían de acuerdo con los modelos que hemos conocido, la pericia difiere enormemente de una persona a otra” (Goleman, 2001:141-142). Aquí habría que considerar si esta “estrategia” de reemplazar un sentimiento por otro, de manera burda e injustificada, verbal y corporalmente, no afecta también la imagen social, laboral e íntima del mismo individuo que la genera, si ese “importamadrismo” –en palabras de Santiago Ramírez– no conduce también y a fin de cuentas a una destrucción social y laboral del usuario de esta estrategia, en especial “en momentos de internacionalización”, a menos que se piense que en una globalización cada cual puede “globalizar” lo que le dé la gana, que no debe existir una estandarización también de la conducta lingüística y corporal, y que, finalmente, se intente negar que en situaciones de mundialización se entronizarán las conductas más pertinentes, funcionales, aptas, y que justamente una conducta de reemplazo constante y rústico de unos sentimientos por otros, entre adultos, genera desconfianza y rechazo, debido a la incertidumbre. Repito aquí algo que he comentado con frecuencia acerca de las ventajas (?) y desventajas (?) de la familia nuclear. ¿Es bueno educar a los niños sobre la base del proteccionismo total y el tabú, especialmente en países tan variados, tan disímiles en todos los sentidos, en países tercermundistas y sometidos, en donde se sabe ya, de partida, que sus sistemas educativos e instruccionales son desventajas competitivas en estadíos de globalización? Pensemos lo que puede suceder. ¿Qué podría pasar con un individuo que “[...] pasa del mundo cálido del regazo [familiar] al hostil externo, ambiente en que es preciso luchar duramente para subsistir [...]”? ¿Qué sucede “una vez perdida la protección que la madre le daba, [que] se encuentra totalmente desolado y a campo abierto contra todas las inclemencias del exterior [...]? Creo que a partir de aquí no es difícil aceptar que es lógico que condicionado por un contexto como éste, el individuo, desde muy temprana edad, aprenda las técnicas que le pueden ser útiles para mentir, burlar, evadir realidades, intentar quedar bien por todos los medios, someterse total y absolutamente al “jefecito” o “jefecita”, y, en fin de cuentas, falsificar sus sentimientos. Si las “estrategias” aprendidas de los padres y hermanos mayores no dan resultado en su aplicación práctica en su relación de adulto, en los múltiples planos de la vida, cosa bastante común en un mundo globalizado, entonces se produce la “lamentación” llena de rencor ante el mundo, pero en especial ante los familiares, que alude a los que “no supieron enseñar bien los buenos y prácticos caminos de esta vida compleja y tortuosa”, es decir los padres (Ramírez 1977: 77-101).

RUSISMO O RUSISMOS Y SOVIETISMO O SOVIETISMOS: En lingüística, filología, traductología, imagología, terminología y, en general, en ciencias sociales y humanísticas, se llama “rusismo” a las palabras, combinaciones de palabras, préstamos o adopciones de significado y términos que han salido de Rusia y de la lengua rusa y que han pasado a otros idiomas en calidad de “préstamo” o “adopción”, como son, por ejemplo: kvas, versta, archín, pud, rublo, kopek, caftán, samovar, troika, balalaika, decembrista, narodnik, nihilista e inteligentsya, etc. SOVIETISMO: En lingüística, filología, traductología, imagología, terminología y, en general, en ciencias sociales y humanísticas se llama “sovietismo” a las palabras, combinaciones de palabras, préstamos o adopciones de significado y términos que han salido de la Unión Soviética, y que han pasado a otros idiomas en calidad de “préstamo” o “adopción”. Veamos algunos detalles. Analicemos, por ejemplo, la palabra capital. En algunas obras tempranas de V. I. Lenin se observa el proceso de formación y desarrollo de la terminología marxista rusa. Así, a la palabra capital, que utilizara Nikolai Gavrílovich Chernichevski (filósofo materialista y líder del movimiento democrático revolucionario en Rusia en los años 60 del pasado siglo) en calidad de termino político-económico con la significación de forma de relaciones sociales, V. I. Lenin le da una interpretación más rigurosa: determinada relación socio-productiva entre los hombres, lo que brotara del concepto de Carlos Marx acerca de esta categoría económica. La significación del concepto capital, fijado ya como término, caracteriza no a la cosa, no al trabajo acumulado, sino a una determinada relación productiva entre los hombres, que se establece entonces cuando los medios de producción se encuentran en propiedad de un determinado grupo de hombres. V. I. Lenin, posteriormente, emplea las combinaciones de palabras o términos compuestos siguientes: “periemiénnyi kapitál”–capital variable, “postoyánnyi kapitál”–capital constante, “torgóbyi kapitál”–capital comercial, etc. En el trabajo ¿Quiénes son los “amigos del pueblo” y cómo luchan contra los socialdemócratas? V. I. Lenin utiliza el término de la economía política marxista proizvódstviennyie otnoshéniya–relaciones de producción, que fuera traducido por Mijail A. Bakunin (revolucionario y publicista ruso, 1814-1876) por condiciones de producción a partir del alemán “Produktionsverhältnisse”, es decir, no las relaciones entre los hombres en el proceso social de producción, sino todo aquello que de alguna manera se relaciona con ello. Jorge Valentínovich Plejánov (1856-1918) también intentó traducir este término en la lengua rusa, buscando para expresar este concepto tales combinaciones de palabras que no se avenían a lo denotado por el término. Finalmente, V. I. Lenin informó el término compuesto que surgió en la lengua rusa a fines del siglo XIX con al adjetivo proizvódstviennyi–de producción, y así apareció el que conocemos hoy como “proizvódstviennyie otnoshiéniya”–relaciones de producción. En los trabajos El contenido económico de los populistas y El desarrollo del capitalismo en Rusia17 dio V. I. Lenin un equivalente preciso para el término alemán que daba Carlos Marx. Este término era Produktionsweise y él dio el equivalente “sposob proizvódstva”, lo que llegó a nosotros como “modo de producción”. De los trabajos de V. I. Lenin salió el término formátsiya–formación, con sus adjetivos calificativos “obschiéstviennaya” y “kapitalistíchieskaya”, que fueron volcados al español como “social” y “capitalista” respectivamente, es decir, el tipo de organización de la sociedad humana, determinado por el modo de producción, por el sistema de relaciones de producción y el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. De la misma manera, apareció el término “konkuriéntsiya”–competencia. En los años 40 del siglo XIX, la palabra “competencia” se empleaba en Rusia, al igual que en muchos otros países, como sinónimo de “rivalidad”, de “emulación”. Fue entonces cuando V. I. Lenin definió en términos marxistas este concepto: “Cada uno producía en forma particular, aisladamente, independientemente de los otros productores, para el mercado, cuya capacidad, se sobreentiende, no conocía ninguno de ellos. Esta relación de productores aislados, que trabajan para un mercado común, se denomina competencia.” Con una nueva significación V. I. Lenin utilizó el término “ekspluatátsiya”- explotación, cuyo significado expresó así: “… y la explotación del trabajo asalariado (hablando en términos generales, la apropiación por individuos particulares del producto del trabajo social, organizado por la economía de mercado: esta es la esencia del capitalismo) [...] Fue el guía de los soviéticos el que dio por primera vez una definición de clase: “Las clases son grandes grupos de personas que se diferencian unas de otras por el lugar que ocupan en un sistema de producción social históricamente determinado, por las relaciones en que se hallan con respecto a los medios de producción (relaciones que, en gran parte, son establecidas y fijadas por las leyes), por su papel en la organización social del trabajo y, en consecuencia, por el modo y proporción en que obtienen la parte de la riqueza social de que disponen. Las clases son grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse el trabajo del otro en virtud de los diferentes lugares que uno u otro ocupen en un determinado régimen de economía social.” V. I. Lenin emplea con frecuencia diferentes lexías con la palabra “clase”, lo que ha sido legado a nuestro léxico especializado y también, por qué no, al general: “klassovóye gospódstvo”–régimen clasista, “klassovóye soznaniye”–conciencia de clase, etc. El relevante papel de V. I. Lenin en el desarrollo de la terminología socio-política se observa no sólo por el hecho de que fuera él quien utilizara por vez primera muchos términos, o en caso contrario precisara su significación, sino también “porque fue su más ardiente propagandista”. De esa manera, fue él quien destacó muchas palabras y combinaciones nuevas: “diktatúra prolietariáta”–dictadura del proletariado, “sotsial-diemokrát”–social demócrata, “bolshievík”–bolchevique. Estas son estructuras adoptadas por el léxico de nuestro país [Cuba] con su revestimiento particular. Una investigación de este tipo, por supuesto, no puede abarcar la historia de cientos de términos recogidos en tanto material bibliográfico y político. Pensamos que hasta aquí ha quedado claro el proceso de formación de algunas palabras, combinaciones o ampliaciones semánticas salidas del suelo ruso con su singular matiz y registradas en la norma lexical cubana [y de muchos otros pueblos del mundo] [...]

SILENCIO: Con bastante frecuencia se ha pensado que en la sociedad occidental, que en nuestros países, la calma (?) y el silencio (?) de los que nos rodean, ya sea de los grupos en general o de los individuos es particular, son un signo indiscutible de aceptación de la ley, de las normas, de lo planteado, de lo expresado, o que también son un signo de subordinación incondicional y absoluta al mensaje que lanza el emisor –gobierno, institución, asociación, empresa, grupo, autoridad o persona–, ya sea mediante la palabra o el gesto. ¡Cuidado...! Como dijeran alguna vez Sor Juana y Octavio Paz, “el silencio está poblado de voces”: la calma y el silencio también tienen sus violencias latentes, tiempo al tiempo. Sería bueno recordar, por ejemplo, que el silencio, entre otras cosas, puede significar “abstención de hablar” por muchas circunstancias y “represión de los sentimientos”, “inhibición”. Si consideramos al “silencio” como un mensaje no verbal, entonces cabría tomar en cuenta que “Los mensajes no verbales son importantes porque en general tienen más credibilidad que la comunicación verbal y porque son la forma primaria de expresar emociones, crear y manejar impresiones y comunicar mensajes de atracción, aceptación, distancia, [rechazo, indiferencia] y dominación [...] Aproximadamente entre el 60 y el 65% del significado social se deriva de conductas no verbales. Diversos estudios han revelado que las personas interpretan mensajes basándose más en claves de comunicación no verbal que en claves verbales. Por ejemplo, puedes inferir lo que tu jefe piensa y siente por la expresión facial, postura y otras claves no verbales. La comunicación no verbal se utiliza más que la verbal para enviar mensajes positivos y negativos a socios, cónyuges, familiares y amigos [...] La comunicación no verbal es en particular poderosa porque es vista como más creíble que los mensajes verbales. Las personas perciben que la comunicación no verbal es la expresión más espontánea de los pensamientos y sentimientos internos, es la expresión de “nuestro verdadero yo.” También es necesario destacar tres formas distintas del silencio en sociedad: 1. El silencio por indiferencia –el peor de los sentimientos humanos–, que es bastante frecuente en las empresas latinoamericanas, y en donde el silente no expresa nada verbalmente porque sencillamente o no le importa la empresa en general –salvo el día de pago, el aguinaldo y la repartición de utilidades–, o no le interesa el asunto que se está tratando, o no le conviene intervenir con palabras en el seno de un grupo limitado de personas o un colectivo laboral –eso, según el silente, “que lo hagan otros”–. Aquí parece que se cumplen las palabras de Confucio: “Si te llaman, acude; si no lo hacen, ocúltate”. 2. El silencio por temor a la propagación del asunto o tema, a la profundización en el asunto o tema, o a enfrentar la cruda realidad o a ser implicado. Muchos gobiernos, instituciones, organizaciones o individuos pretenden silenciar algunos conflictos, fraudes, violaciones, ideas, conceptos, etc. No obstante, dada la trascendencia de los medios masivos de comunicación: prensa, radio, televisión, Internet, literatura en general, etc., ciertos verdaderos y bochornosos escándalos y ciertos asuntos tabúes se difunden con una asombrosa rapidez a nivel internacional. En algunos casos, tristemente reconocidos en todo el orbe, debido a que no fueron analizados esos asuntos, por complicados que fueran, de manera pertinente, a su tiempo, en su momento inicial, el precio social y económico –la mordida para hacer callar a otros– que pagan los individuos silentes y las instituciones silentes es extremadamente mucho mayor que si hubieran hablado en el momento indicado. ¡Y aquí pagan todos, actores y cómplices! También sabemos que ese silencio se produce porque los infractores, violadores o criminales, de la misma manera que sus cómplices, han pretendido “verle la cara” a los demás, a la sociedad, a la comunidad, a la Humanidad, pensando que “podría ser chicle y pegaba”, dicho en el claro lenguaje popular. La práctica nos ha demostrado, y nos sigue demostrando, todo lo contrario. El pueblo siempre lo sabe todo, más tarde o más temprano, y puede tener reacciones muy diferentes, terribles en algunos casos, hasta las últimas consecuencias. En el mundo moderno, debido a las múltiples opciones informativas que tienen las culturas desarrollas, ya no funciona la estrategia del “lavado de cerebro” entre las masas cultivadas, que tenía el efecto de reducir la resistencia y hacer aceptar gradualmente el mensaje. Además, también se conoce el riesgo de estar repitiendo constantemente, como un martilleo, ciertos mensajes que no producen los resultados esperados, los cuales se transforman en el llamado “efecto boomerang”, cuando el mensaje se convierte en un cliché, cansa, y se buscan otras opciones. Esto explica la necesidad de introducir cambios en las empresas e instituciones, en las organizaciones. Este tipo de “silencio sepulcral” es bastante común en ciertos grupos religiosos, que callan muchos problemas y graves conflictos por temor, ejemplo de lo cual es el silencio en el delito por pederastia y violaciones sexuales de religiosos (Ruano, 2002b). y 3. El silencio por timidez –la timidez se define como una falta de seguridad en uno mismo y en las relaciones con el prójimo, que, en general, tiene su origen en factores surgidos del interior de la persona, como un pobre autoconcepto y falta de confianza en sí mismo–. La timidez, en la mayoría de los casos, es una enfermedad, es patológica, por lo que trastorna la estabilidad sicológica e impide la relación normal con los demás. La timidez tiene una base genética. Las estadísticas revelan que la timidez es muy frecuente en muchos países: entre el 40 y el 48% de las personas de ciertos grupos se han calificado a sí mismas como tímidas. Aparte de su base genética, es más común la timidez en ciertas zonas en las que todavía en la educación de los niños, adolescentes y jóvenes se mantienen antiguos y desajustados modelos de educación, además de elevados niveles de tabúes lingüísticos y sociales y de mentiras (Ostrosky-Solís, 2000:222-251; Ruano, 2002a:212-213; Kras, 1990:17-26; Sefchovich, 2008). “El silencio también es una posición en el combate. Los silencios se usan cuando se quiere salir rápidamente de algo porque molesta, incomoda, porque hay inseguridad o porque no hay argumentos”, confió Sauri, exdirigente nacional del PRI, e hizo un símil: “En algún momento, me sentí identificada con la época de la mayoría aplastante priísta, cuando hablaban los compañeros del PAN y del PRD, y los oíamos y luego votábamos: ‘Como me ves, te vi; como te ves, me verás’” (Proceso, 2006, No. 1535: 29). Acerca del “silencio” en el lenguaje humano puede verse, además: “El lenguaje y el silencio son el vehículo del encuentro y la creatividad”, en Alfonso López Quintás, 1998: 193-207 y Montse Urpi (2004). Aprender comunicación no verbal. La elocuencia del silencio. Barcelona, Paidós Ibérica.

SÍNDROME DE ASPERGER: Según el Dr. Digby Tantam, el Síndrome de Asperger se caracteriza por los desórdenes autísticos. Es un desvalimiento social porque limita las relaciones sociales, la interacción social, hace que disminuya la comunicación verbal y la comunicación no verbal, y debilita la esfera imaginativa de los afectados. Es decir, este Síndrome afecta considerablemente el entendimiento con los otros. Lo que distingue el Síndrome de Asperger de otros desórdenes autísticos es una gran habilidad con el lenguaje, y más raramente, la coexistencia del desorden con incapacidad de aprendizaje y torpeza de movimientos. Las personas con Síndrome de Asperger y aquellos con autismo comparten el mismo rango de problemas: dificultad en la comunicación de sentimientos y reacciones hacia otros aún más discapacitados. Estas personas, sencillamente, no entienden las manifestaciones no verbales que emplean habitualmente los demás, inclusive en sus contextos socio-comunicativos más íntimos, para apreciar los sentimientos, el status social y aún su edad.

SÍNDROME DE ESTOCOLMO: En una conversación los ritmos sociales son muy importantes. Se ha comprobado que salvo raras excepciones –como cuando el receptor tiene un dominio bastante completo de sus movimientos corporales o por situaciones de trastornos sociológicos, sicológicos y siquiátricos–, el que escucha también se mueve al compás del relato del que habla, lo que se ha llamado sincronía interaccional –W. S. Condon (1968). “Linguistics-Kinesic Research and Dance Therapy”, en Actas de la Tercera Conferencia Anual de la American Dance Therapy Association. EE. UU.–. A tal punto puede llegar esta influencia interaccional que muchas víctimas: violados, raptados, agredidos, etc., llegan a copiar las conductas o ciertas particularidades de las conductas de los victimarios y experimentar sentimientos de gratitud, aprecio o respeto por los agresores. Podríamos decir que es algo así como que la víctima se llega a identificar con el victimario o victimarios, llegando a producirse una imitación moral o del lenguaje corporal del criminal o agresor, y también la adopción de ciertos símbolos de poder, como lo demuestra el Síndrome de Estocolmo. El Síndrome de Estocolmo tiene que ver con la presencia en el hombre de ciertas conductas extrañas, ciertas relaciones no esperadas, no estimadas, de afecto, respeto, cariño, aspiraciones, copia de gestos, ademanes, tics e imágenes físicas −forma de vestir, maquillaje, accesorios, colores, etc.−, protocolos y etiquetas, entre víctimas y victimarios, cosa que se ha producido, inclusive y por ejemplo, en los campos de concentración: Los prisioneros luchaban, como adolescentes, con dientes y uñas, para transformarse en amigos íntimos [de los superiores] en pocos minutos. Y, como niños, gradualmente aceptaron las normas de sus superiores. Un prisionero había alcanzado el estadio final de adaptación a la situación del campamento cuando cambiaba su personalidad hasta el punto de aceptar los valores de la GESTAPO. Copiaban sus insultos, sus juegos y trataban, con los miserables recursos y los harapos que podían robar, de vestirse como sus carceleros. Cuando se les preguntaba por qué lo hacían admitían que les gustaba parecer uno de los guardias. Esto constituye sin duda una muestra del poder del prestigio social. Al comienzo la conducta de la GESTAPO era odiosa y despreciable. Sus víctimas habituáronse después a una nueva vida. Volvieron a ser como niños, maltratados quizás; pero, ahora que habían perdido contacto con el mundo exterior para siempre, ésa era una nueva vida y como niños aceptaban las normas de sus despiadados “padres” (Sprott y Young, 1986: 111-112). [En los campos de concentración de los alemanes existían los] «capos» −prisioneros que actuaban como especie de administradores y tenían privilegios especiales− o los prisioneros de renombre […] los «capos» no padecían nunca hambre; de hecho, muchos de estos «capos» lo pasaron mucho mejor en los campos que en toda su vida, y muy a menudo eran más duros con los prisioneros que los propios guardias, y les golpeaban con mayor crueldad que los hombres de la SS. Claro está que los «capos» se elegían de entre aquellos prisioneros cuyo carácter hacía suponer que serían los indicados para tales procedimientos, y si no cumplían con lo que se esperaba de ellos, inmediatamente se les degradaba. Pronto se fueron pareciendo tanto a los miembros de la SS y a los guardianes de los campos que se les podría juzgar desde una perspectiva psicológica similar […] el proceso para seleccionar a los «capos» era de tipo negativo; para este trabajo se elegía únicamente a los más brutales (aunque había algunas felices excepciones). Además de la selección de los «capos», que corría a cargo de las SS y que era de tipo activo, se daba una especie de proceso continuado de autoselección pasiva entre todos los prisioneros. Por lo general, sólo se mantenían vivos aquellos prisioneros que tras varios años de dar tumbos de campo en campo, habían perdido todos sus escrúpulos en la lucha por la existencia; los que estaban dispuestos a recurrir a cualquier medio, fuera honrado o de otro tipo, incluidos la fuerza bruta, el robo, la traición o lo que fuera con tal de salvarse […] –Victor E. Frankl (1999). El hombre en busca de sentido. Barcelona, Herder, 17-20–. Como sociolingüista, y luego de los más de treinta años que llevo estudiando la conducta de grupos, desde perspectivas diferentes y en situaciones culturales diferentes, y en algunos casos totalmente opuestas: la América india, la América negra, la América blanca, la América Latina, la América Anglosajona, Eurasia, África..., sé que para muchos latinoamericanos esto que acabo de relatar puede parecer “cuento” o una historia de terror manipulada o dudosa… No es de extrañar. ¡Hace tanto tiempo que los latinoamericanos vivimos de “cuentos”, de falsas expectativas y de abolengos inciertos! ¡Los latinoamericanos tenemos una memoria tan “especial” y una capacidad tan peculiar para “mirar” y no “ver”! ¡Ya no hablemos de “entender”! No podemos olvidar que debido a múltiples factores: incultura, ignorancia, apatía, desinterés, atraso, subdesarrollo, tercermundismo, etc., el latinoamericano promedio no solamente desconoce la historia universal antigua o moderna… ¡Peor aún! Con frecuencia el latinoamericano no tiene ni idea −y si la tiene, es muy vaga, y porque ha sufrido en carne propia, o entre sus seres cercanos, algún grave percance− de los problemas más concretos, decisivos y actuales de su mismo país o región o pueblo o grupo. ¡Cuánta tristeza! ¡Y cómo se paga este desconocimiento! ¡Muy caro! No obstante, no es difícil entender la conducta de estos “capos”. Si consideramos, por ejemplo, la forma en que los “colonizadores” y “conquistadores” −que venían de “otro mundo”, que eran “extranjeros” invasores− esclavizaban, humillaban, explotaban, robaban, saqueaban y mataban a los indígenas, a los negros y a los mestizos en nuestros pueblos de América, podremos ver claramente una semejanza entre las conductas y los métodos de explotación, humillación y exterminio de aquellos “blancos conquistadores” y de muchos de nuestros dirigentes, jefes y líderes latinoamericanos “no blancos nacionales”, en estos tiempos en los que, supuestamente, somos libres e independientes de los “conquistadores extranjeros”. Los “capos” de los campos de concentración, por mucho que buscaran la semejanza con las tropas alemanas, nunca lograron la malllamada “pureza de la raza” y nunca pudieron gozar de la “elegancia” y “distinción” del déspota: a los ojos del mundo civilizado siempre fueron los “gatos traidores” de los grandes jefes. Se repite la historia. Otra vez, como los “marranos” o “chuetas” de la gran historia de la Humanidad: sin un grupo y sin el otro, sin un abolengo y sin el otro, asqueados por unos y por otros, o como se dice más popularmente, para que quede clara la idea, “sin guinda y sin gando”. Y sí, muchos de estos “capos” lograron sobrevivir; pero luego, terminada la guerra, o las guerras, o tuvieron que salir huyendo y vivir (?) escondidos, o fueron enjuiciados por sus crímenes. Estos capos provenían, en promedio, de lo más bajo de la cultura judía, venían del fango y en él se revolcaban a todo gusto, como en su casa, “en su mero mole”. Y en América Latina, nuestros “capos” y nuestras “capos”, ¡oh, sorpresa!: lo mismo, “el mismo perro, pero con diferente collar” o “la misma gata, pero revolcada”. Por mucho que estos capos latinoamericanos humillen a sus hermanos, connacionales de mismas raíces y de diferentes raíces, por mucho que les traicionen, por mucho que les roben, por mucho que les saqueen, por mucho que secuestren y asesinen, por más que entierren a nuestros pueblos en la ignorancia y la pobreza, ¡nunca obtendrán sus sueños! Solamente mirémoslos, veámoslos, evaluémoslos, ¿cuál es el perfil de esta gente, de estos capos latinoamericanos?… ¡Son también despreciables “gatos traidores”! a los ojos de todos los grupos civilizados: ni nunca serán parte “aceptada” de las élites europeas ni norteamericanas blancas y no blancas, todo lo contrario; ni nunca serán los “blancos puros” y “elegantes” de los grandes imperios, conocedores de los más exquisitos protocolos y etiquetas, por más que gasten dinero en cosméticos, cirugías, vestimenta y asesores de imagen, debido a que en promedio la rusticidad y el mal gusto son los denominadores de su imagen: ¡esta gente vive metiendo la pata, en todos los sentidos, dentro y fuera de sus países! ¡Son los payasos de su gran circo! Y, peor aún: llegado el momento, estos capos serán perseguidos y enjuiciados por sus actos, más tarde o más temprano, al estilo de las leyes aplicadas al chileno Augusto Pinochet, al mexicano Luís Echeverría Álvarez y a muchos otros. Algunos de nuestros “capos” y nuestras “capos” latinoamericanos −la minoría de ellos− todavía están a tiempo de reflexionar ¡sólo para salvar el pellejo; no para ser seres civilizados y con buen gusto!, ¡eso ni soñarlo!; otros −la mayoría−, deberían ir haciendo sus maletas para “el gran viaje”… ¡Parece que ha llegado su final! ¿Y a dónde podrán ir en estos días de civilidad y saturación de medios de comunicación masiva? ¿Quién los recibirá? ¿Quién se va a comprometer con estas piezas? ¿En dónde podrán estar seguros ellos y sus familias? ¡Tiempo al tiempo…! En un final de cuentas, podríamos intentar entender sicológicamente el comportamiento de aquellos capos que en situaciones de guerra buscaban −y buscan− salvar la vida, sobrevivir a como diera lugar… ¿Pero es que acaso existe alguna sicología para el entendimiento de la conducta, del comportamiento, de estos capos latinoamericanos? ¡Claro que no! No son sus vidas las que están en riesgo… Estos capos latinoamericanos están motivados por su delirium de grandeza, por su desprecio al ser humano, por su amor al poder desmesurado, por el enriquecimiento y por sus múltiples traumas raciales, culturales y de personalidad y conducta. Como vemos, nuestros capos latinoamericanos son, en pocas y sarcásticas palabras, “¡un estuchito de monerías!”. Pero también recordemos que hay “personas sin sentimientos”, individuos emocionalmente insípidos, totalmente insensibles a cualquier muestra de sentimientos, ya sea la tristeza o la ira o la alegría o el éxito o la felicidad. Todos tenemos ejemplos y anécdotas de encuentros con tales personas. Claro que también todo depende, en este mundo globalizado, de nuestras experiencias y de las experiencias de los “otros”, del “otro”. Podríamos pensar que existen contextos y situaciones en los que deben o tienen que aparecer conductas o rostros o expresiones que supuestamente se correlacionen. De tal manera, si hubiera un país o un grupo de personas en donde las necesidades y expectativas esenciales del hombre moderno están resueltas, entonces esas personas tendrían que mostrar un rostro feliz; y en donde esas necesidades y expectativas no estén satisfechas, los individuos mostrarían un rostro infeliz. Muchas estadísticas muestran otra cosa. Por ejemplo, al respecto de la “felicidad” y los “rostros felices”, según datos de encuestas de 2004 y 2005, entre los que se encuentran los de World Database of Happiness y los de la revista colombiana Cambio, los colombianos son las personas más felices a nivel internacional, y, por consiguiente, sus rostros muestran esa felicidad. Es bastante difícil creer, imaginar, que en un país que presenta tantos problemas, en todos los sentidos, y sobre todo la inseguridad y los conflictos sociales, sus habitantes sean felices y se muestren felices. Aquí tendríamos que reflexionar seriamente acerca de lo que se considera como “felicidad” en los diferentes grupos en contacto y cómo reflejan esos estados de felicidad sus componentes. Veamos algunos datos. Considerando una evaluación de 10 a 1, algunas encuestas dicen lo siguiente: Países más felices: 1. Colombia 8,1; 2. Dinamarca 8,0; 3. Suiza 8,0; 4. Islandia 7,8; 5. Irlanda 7,8; 6. Ghana 7,7; 7. Canadá 7,6; 8. Guatemala 7,6; 9. Luxemburgo 7,6; 10. Holanda 7,6; 11. Finlandia 7,5; 12. México 7,5; 13. Suecia 7,5; 14. Nueva Zelanda 7,4; 15. Noruega 7,4. Muchos de estos datos nos recuerdan el dicho latinoamericano “El país se derrumba, y la gente de rumba”.

SÍNDROME DE JERUSALÉN: En muchas áreas religiosas, lugares sagrados, recintos sagrados, y hasta en ciertas empresas e instituciones educativas y ciertos grupos sociales vemos que algunas personas adoptan un comportamiento marcadamente distinto, no habitual, no común, hasta podríamos decir que demasiado raro. Tal parece que adoptan una personalidad y un comportamiento místico. Esto podría estar relacionado con el Síndrome de Jerusalén. El Síndrome de Jerusalén es una condición psicológica que afecta a determinadas personas, que, al quedar abrumados por el ambiente socioconfesional o espiritual de áreas o lugares religiosos, llegan a identificarse –ya sea de manera sincera y honesta o de manera hipócrita y manipuladora– con alguna figura bíblica como el rey Salomón, Moisés, Noé, Jesús, María, etc., con algún santo o santa. Está de más decir que en muchas instituciones o empresas o gobiernos, etc., cuando una persona adopta estos comportamientos o papeles, es causa de burla de los demás componentes del grupo, es el hazmerreír del grupo, por lo que debe recibir atención médica especializada.

SÍNDROME DE STENDHAL: Está relacionado con el nombre del famoso escritor francés del siglo XIX. Las características de este Síndrome aparecen en su libro de viajes Roma, Nápoles y Florencia, publicado en 1917, y se produce, en especial, en personas ávidas de arte que contemplan la gran belleza artística de una ciudad en poco tiempo, pero también en determinados museos, galerías, pueblos, etc. Estas personas tienen una gran sensibilidad receptiva y un hambre extraordinaria de contemplar la belleza artística, en muchos sentidos, además de una especial predisposición anímica.

SÍNDROME DE TOURET o SÍNDROME DE GEORGE GILLE DE TOURET: Tiene este nombre debido al neurólogo francés que en 1886 describió por primera vez el trastorno. Es un trastorno neurológico heredado caracterizado por movimientos involuntarios repetidos y sonidos vocales –fónicos– incontrolables que se llaman tics. En algunos casos, tales tics incluyen palabras y frases inapropiadas. Este Síndrome se caracteriza por los tics de la cara, por el parpadeo constante, por las contracciones de la nariz, las muecas, sacudir la cabeza, extender el cuello, patear o retorcer y doblar el cuerpo. También se puede observar que las personas afectadas por este Síndrome emiten sonidos, palabras, o frases raras e inaceptables. Es común que la persona con ST continuamente carraspee, tosa, gruña, olfatee, ladre, grazne o grite. También es una característica de este Síndrome el que las personas afectadas griten obscenidades o groserías involuntariamente –coprolalia– o repiten las palabras de los demás constantemente –ecolalia–. También es común ver como estas personas tocan a otras personas excesivamente, lo que crea desagrado y molestias en los receptores de la comunicación, o repiten acciones de manera obsesiva e innecesaria. Algunos pacientes con ST severo muestran conductas automutilantes, como morderse los labios o la mejilla y golpearse la cabeza contra objetos duros. Los tics que presentan estas personas pueden ser simples y complejos. Los tics simples son breves movimientos repentinos que involucran un número limitado de grupos de músculos. Estos ocurren de una manera singular o aislada y a menudo se repiten. Algunos de los ejemplos más comunes de tics simples incluyen parpadear, encoger los hombros, ceñir el entrecejo, sacudir la cabeza, graznar, y olfatear. Los tics complejos son distintos modos coordinados de movimiento sucesivos involucrando varios grupos musculares. Los tics complejos suelen incluir saltar, olfatear objetos, tocar la nariz, tocar a otras personas, coprolalia, ecolalia, o conducta automutilante. Afecta más a los hombres que a las mujeres, y existen grupos étnicos en donde es más frecuente. Desgraciadamente, no tenemos estadísticas confiables para América Latina. Se considera que por lo menos 1 de cada 200 norteamericanos lo padecen parcial o totalmente.

SÍNDROME DEL PROFESIONAL TERMINAL: “el individuo afectado logrará que hasta el payaso [el seudo gracioso de la empresa, el “chistosito”, el bufón] parezca simpático. Es inexpresivo, mudo y frío como cadáver vestido [...] Comportarse con profesionalismo es muy recomendable, pero de vez en cuando conviene demostrar que uno es algo más que un holograma” (James, 2002:97).

SÍNDROME DEL HOMBRE IRRITABLE: También llamado Síndrome de Irritabilidad Masculina o SIM o Síndrome del Grumpy Man. Jed Diamond (2006). El Síndrome del Hombre Irritable. España, AMAT. El las sociedades civilizadas y culturalmente estables el SIM se presenta en más del 50 % de los hombres que rondan los 50 años, más o menos, y según los estados de las variaciones culturas debidos a la mundialización, a los países en concreto, a las condiciones ecosistémicas, a los entornos, a los niveles de estreses negativos, etc. En los países con altos niveles de desestabilización, los por cientos de SIM son más altos. Debido a que generalmente el SIM se caracteriza por los niveles de testosterona fluctuantes, los desequilibrios bioquímicos, las conductas politraumáticas, la pérdida de la identidad masculina y el estrés, entonces el hombre siente y padece mucho cansancio, ansiedad, depresión, apatía, obstinación, irritabilidad, impasibilidad o pachorra, indiferencia, evidentes y desconcertantes cambios en el humor y la apariencia, el poco o ningún deseo sexual o disfunción sexual, la disfunción eréctil, las variaciones bipolares en la conducta verbo-corporal, la poca concentración intelectual y una casi total asincronía interaccional.

SÍNDROME DEL SAPO CANCIONERO: Se relaciona con las personas en extremo idealistas, llenas de sueños y anhelos frustrados, que generalmente son rechazadas, marginadas socialmente, por su carencia de practicidad discursiva verbo-corporal, y en otros ciertos casos también son rechazadas, además, por su imagen física no grata o supuestamente no grata. La letra y la música de la canción Sapo Cancionero son del argentino Jorge Hugo Chagra: “Sapo de la noche, sapo cancionero, que vive soñando junto a tu laguna, tenor de los charcos, grotesco trovero, estás embrujado de amor por la luna. Yo sé de tu vida, sin gloria ninguna, sé de la tragedia de tu alma inquieta, y esa tu locura de adorar la luna, es locura eterna de todo poeta. Sapo cancionero, canta tu canción, que la vida es triste, si no la vivimos con una ilusión. Tú te sabes feo, feo y contra hecho, por eso de día tu fealdad ocultas, y de noche cantas tu melancolía, y suena tu canto como letanía. Repican tus voces en franca porfía, las coplas son vanas como son tan bellas, ¿no sabes acaso que la luna es fría, porque dio su sangre para las estrellas?” Es penoso observar, por ejemplo, cómo individuos afectados por el Síndrome del Sapo Cancionero, luego de tratamientos de todo tipo, médicos y no médicos, quirúrgicos y no quirúrgicos inadecuados, para alcanzar un ideal de belleza, de imagen física occidental grata, han resultado en verdaderas calamidades físicas, además de las calamidades síquicas que ya padecían y que luego se recrudecen, en el caso en el que fracasen los tratamientos.

TELEPATÍA: Existen, a saber, tres formas de percepción extrasensorial: telepatía, adivinación y mediumnidad o clarividencia. A veces se ha considerado la telepatía como una forma comunicativa extrasensorial o como una forma comunicativa de cognición anómala; pero lo que queda más que claro es que antes y ahora los estados altamente desarrollados invierten millones de pesos, dólares, euros, yenes, rublos, rupias, yuanes, en las investigaciones telepáticas, en las investigaciones de la comunicación extrasensorial, en especial en el ámbito militar y los servicios secretos y de espionaje. Con la telepatía se relacionan términos como parapsicología, percepción extrasensorial, psicoquinesia, visión remota, facultades paranormales, comunicación paranormal, poderes psíquicos de la mente, etc. Los animales que han llegado a desarrollar sistemas de comunicación paranormal o extrasensorial altamente sofisticados, y que por mucho que el hombre los ha investigado todavía siguen siendo un misterio en la mayoría de los casos, tenemos en primer lugar a la mariquita, conocida además con otros nombres como vaquita de San Antonio, catarina, etc. Posteriormente tenemos también al elefante, al tiburón, al perro, al gato, etc.

TIMIDEZ: En general no se puede esperar que exista una normal sincronía interaccional con grupos humanos e individuos marcadamente afectados por trastornos mentales, y recordamos aquí que los trastornos mentales y sus causas son muchos y muy variados ( http://www.psicoarea.org/cie_10.htm#00-09 ). Por ejemplo, no se puede esperar una adecuada sincronía interaccional, una correcta interacción social, cuando la relación se establece con un tímido, es decir, un individuo con falta de seguridad en sí mismo y en las relaciones con los demás, con pobre autoconcepto y falta de confianza en sí mismo: “El problema más grave para los tímidos es la dificultad que les causa la interacción social. Su mayor problema es iniciar una relación. Tienen problemas con la presentación, asisten a fiestas, pero no sucede nada; tienen dificultades para desarrollar amistades” (Ostrosky-Solís, 2000: 259). La timidez en las áreas laborales, en la empresa, se ha relacionado con el síndrome del profesional terminal: “el individuo afectado logrará que hasta el payaso [el seudo gracioso de la empresa] parezca simpático. Es inexpresivo, mudo y frío como cadáver vestido [...] Comportarse con profesionalismo es muy recomendable, pero de vez en cuando conviene demostrar que uno es algo más que un holograma” (James, 2002: 97). Con frecuencia la timidez se relaciona con la neurosis de la decisión, debido al miedo de opinar. Aquí “el juicio de un tercero adquiere tales proporciones con respecto a la confianza que tenemos en nosotros mismos que la más pequeña decisión se convierte en razón de estado. Si quienes nos rodean refuerzan además este estado de cosas mediante [burlas, chistes de mal gusto, gestos de compasión o desapruebo] consignas con doble sentido, animando y reprendiendo a un mismo tiempo tal o cual acto, es fácil que acaben por presentarse bloqueos psíquicos, conflictos globales de la personalidad” (Brosse y otros, 1982: 52).

TOXICIDAD: En este sentido de la sociología y la psicología de las conductas, del tratamiento de la imagen social, del tratamiento de la imagen pública, del tratamiento de las acciones que amenazan la imagen pública (face-threatening acts), la toxicidad se refiere a las llamadas personas tóxicas o gente tóxica, es decir individuos que, por varios motivos pero en especial debido a sus discursos verbo-corporal, son portadores de ciertas conductas negativas, muy variadas por cierto en el tiempo, en el espacio, en las diferentes esferas socioculturales y socioeconómicas, en las familias, en las empresas, en las relaciones afectivas, en las relaciones laborales, que degradan o erosionan la autoestima y los niveles energéticos de los demás. Está de más hablar acerca de la funesta influencia de las personas tóxicas en las conductas individuales y en las conductas grupales, al nivel de una sociedad, de un país, de un continente, etc. Uno de los temas más debatidos diariamente, al nivel internacional, es el grado de toxicidad de los políticos y líderes mundiales, incluyendo a los líderes y funcionarios religiosos.

TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓN o TDA: Es una afectación que puede desarrollar en las personas oposicionismo, trastornos de la conducta, del estado de ánimo y de ansiedad, baja autoestima, dificultad en las relaciones interpersonales, hiperactividad, impulsividad e inatención y, en el caso de los estudiantes, bajo rendimiento escolar.

TRASTORNOS DE LA MARCHA: Término genérico que se refiere a problemas muy variados que afectan la marcha, el desplazamiento, el movimiento corporal armónico y normal, el andar... Estos trastornos son muy comunes en los ancianos y niños enfermos; pero hay casos generalizados de trastornos de la marcha que todavía no tienen una explicación científica lógica, como es la aparición de este síndrome en más de 600 alumnas, al mismo tiempo, en México, en un colegio llamado Villa de las Niñas, en Chalco, Estado de México, en el año 2007. Al respecto véase, por ejemplo: http://www.criterios.com/modules.php?name=Noticias&file=article&sid=11345 . Sabemos que en los espacios reducidos y en las áreas con grandes problemas de estreses negativos, con grande problemas emocionales, pueden aparecer fácilmente los trastornos de la marcha, en donde la rápida transmisión se produce por medios visuales y auditivos.

VACÍO EXISTENCIAL O TRASTORNOS PSICO-SOCIALES DEBIDO AL VACÍO EXISTENCIAL: Cuando hablamos de sincronía interaccional, tenemos que considerar los complejos vericuetos de los procesos de atracción/rechazo interpersonales (Berscheid, 1985; Bagley, 1970; Fishbein y Ajzen, 1975; Ajzen y Fishbein, 1980), los juicios y prejuicios (Gauquelin, 2001:25-29; Ellis y McClintock, 1993:45-47), a los grupos e individuos con ciertos perfiles de fragilidad psicosocial, con ciertos trastornos y déficits atencionales, con trastornos que impiden la adecuada relación entre las partes emocionales y las partes racionales de la mente humana, con trastornos psico-sociales debido al vacío existencial. Se llama así, “vacío existencial”, a la sensación de falta de sentido de la vida, al sinsentido de la existencia, al no saber para qué se vive, lo que conduce al aislamiento anormal y patológico. Las personas que padecen este terrible síndrome consideran que el mundo es inhóspito. Todo esto está relacionado con personas que sufren frustraciones continuas y que llevan una vida monótona y monocromática. Queda claro que las personas con un tal estado ejercen una influencia nociva sobre los demás, que son portadores de una elevada toxicidad social y que, generalmente, son rechazadas por los demás individuos [...]

Publish Date
Publisher
Ediciones ЯR
Pages
316

Buy this book

Book Details


Published in

2009

The Physical Object

Pagination
316
Number of pages
316

ID Numbers

Open Library
OL23665469M

Community Reviews (0)

Feedback?
No community reviews have been submitted for this work.

Lists

This work does not appear on any lists.

History

Download catalog record: RDF / JSON
November 2, 2011 Edited by 208.104.178.162 Edited without comment.
April 28, 2010 Edited by Open Library Bot Linked existing covers to the work.
March 12, 2010 Created by WorkBot work found