Cómo hablar correctamente en público

Un ensayo lingüístico-imagológico

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August 10, 2022 | History

Cómo hablar correctamente en público

Un ensayo lingüístico-imagológico

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Publish Date
Publisher
Ediciones ЯR
Pages
108

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Book Details


Published in

1998

First Sentence

"EN UN PRINCIPIO, EL LENGUAJE. ¿QUÉ ES LENGUAJE? Lenguaje es todo sistema de señales, de signos, de códigos, que se emplean para expresar algo, para dar a entender algo, para informar algo, para comunicar algo. ¿CUÁNTOS TIPOS DE LENGUAJES HAY? En principio existen dos grandes tipos de lenguajes: 1. Lenguaje verbal, que se expresa a través del idioma, de la lengua, del habla, del dialecto, de la escritura y de los gestos y 2. Lenguajes no verbales, que se refiere a todos los demás lenguajes existentes en la Humanidad, ya sean lenguajes animales o lenguajes no animales. LAS PERSONAS EMPLEAN HABITUALMENTE DOS TIPOS DE LENGUAJES: Lenguaje verbal. Lenguaje corporal. AQUÍ TRATAREMOS EL LENGUAJE VERBAL, ES DECIR UNO DE LOS LENGUAJES EMPLEADOS POR LOS SERES HUMANOS, EN SU RELACIÓN CON EL LENGUAJE CORPORAL, LO QUE HABITUALMENTE SE DENOMINA LENGUAJE VERBO-CORPORAL. NORMALMENTE LOS SERES HUMANOS EN SU COMUNICACIÓN EMPLEAN DE MANERA COMBINADA: EL LENGUAJE VERBAL. EL LENGUAJE CORPORAL. HABLAMOS Y GESTICULAMOS AL MISMO TIEMPO. GESTICULAMOS Y PENSAMOS CON PALABRAS, CON IDEAS. AL PENSAR CON PALABRAS, ESTAMOS EXPRESANDO LOS SIGNIFICADOS, LOS SENTIDOS, LOS SENTIMIENTOS, LAS ORACIONES. ¿CUÁNTOS MODELOS TIENE EL PROCESO DE COMUNICACIÓN VERBAL ENTRE LOS HUMANOS? Habitualmente se manejan dos grandes modelos para el proceso de la comunicación verbal entre los humanos. ¿POR QUÉ ES NECESARIO COMUNICARSE BIEN? ¿POR QUÉ LAS PERSONAS NORMALES, EDUCADAS, CIVILIZADAS, GLOBALIZADAS, CON ASPIRACIONES, CON UNA ADECUADA AUTOESTIMA, PREFIEREN COMUNICARSE CON PERSONAS CAPACITADAS EN LA COMUNICACIÓN, QUE SEPAN HABLAR BIEN, ESCRIBIR BIEN, GESTICULAR BIEN, QUE CONOZCAN LOS BUENOS PROTOCOLOS DE LA COMUNICACIÓN SOCIAL, DE LA COMUNICACIÓN EMPRESARIAL, DE LA COMUNICACIÓN ÍNTIMA, ES DECIR, PREFIEREN COMUNICARSE CON BUENOS ORADORES EN TODOS LOS SENTIDOS? PENSEMOS UN POCO AL RESPECTO [...] Cuando tratamos el tema del discurso, ya sea éste el "discurso hablado" o el "discurso escrito" o el "discurso corporal" o el "discurso verbo-corporal", siempre recordamos "el estilo" o "los estilos", cuestión que influye decididamente en las formas o maneras de discursar, de hablar, de gesticular, de vivir, de comportarse, de relacionarse, de representar el medio circundante [...] en cualquiera de las tres grandes esferas del desempeño del ser humano: 1. Esfera pública, 2. Esfera laboral o especializada y 3. Esfera íntima o familiar [...] Pero considerar el tema del estilo o de los estilos no es nada fácil [...] Los estilos son “los medios por los que se negocian y se expresan la identidad cultural y la posición social” (O’Sullivan y otros, 1995), en absolutamente todos los contextos en donde aparecen las conductas y las comunicaciones humanas, sean consideradas éstas –es decir las conductas y las comunicaciones– como positivas o negativas, como aceptadas o como rechazadas, como evidentes o como encubiertas, etc.: arquitectura; todas las ingenierías; pintura, escultura, música, bailes, cine, televisión, teatro, circos, carpas, Internet, comunicación humano-holograma o comunicación holográfica, etc.; medicina y tratamientos médicos, incluyendo aquí la cirugía estética y reconstructiva y los tratamientos corporales estéticos; los deportes, el culturismo o fisicoculturismo o musculación; las batallas, guerras o conflictos bélicos; religiones y liturgias; políticas y formas de gobernar, incluyendo aquí las formas de crear las leyes, de interpretar las leyes y las formas de hacer fraudes; formas de hacer negocios, actividades mercantiles y administración de empresas; la actividad delincuencial y la corrupción en general y sus formas y sus reflejos concretos al nivel criminal y al nivel victimal, el crimen organizado y las formas para diseñar y realizar sabotajes y atentados; protocolos y etiquetas, imagen física o decoración del cuerpo humano; el turismo, los tipos de turismo y las actividades recreativas, de esparcimiento y el empleo del tiempo libre; las formas de las relaciones entre potenciales parejas y sus actos afectivo-amoroso-sexuales; gastronomía o culinaria; manifestaciones culturales grupales como los carnavales, las verbenas, las corridas de toros, los palenques y guateques, las manifestaciones de protesta, etc.; variedad y usos de los lenguajes verbales, variedad y uso de los lenguajes no verbales o comunicación no verbal, etc. Los estilos se relacionan con las maneras de hacer y usar ciertas cosas, son parte integrante de las reglas, de los códigos y de las convenciones que organizan formas de interacción social, de comunicación y de identidad, que a su vez las cuestionan y expresan. Los estilos “en última instancia, aunque no hagan otra cosa, expresan la normalidad como oposición a la desviación” (Hebdige, 1979). Al nivel mundial y a través de la historia, toda la actividad pública, toda la actividad laboral o especializada y toda la actividad íntima han tenido y tienen sus estilos y sus matices estilísticos, sus subestilos. Las manifestaciones estilísticas de los seres humanos son muy variadas, y están relacionadas con el “buen gusto” y el “mal gusto”, que, como sabemos por nuestra experiencia de cada día, son conceptos relativos, debido a que cada cultura, cada grupo social y hasta cada individuo en particular, en la actualidad y a través de la historia, han tenido y tienen su propia definición del “buen gusto” y del “mal gusto”, en especial en situaciones de múltiples culturas en contacto, en situaciones de globalización, cualquiera que sea ésta. No podemos negar que en este sentido, concretamente en el mundo occidental (?), con frecuencia “las sorpresas” superan toda expectativa. Por otro lado, recordemos que hay que distinguir entre “preferencias e influencias culturas”, “mal gusto” y “dejadez” (Dimitrius y Mazzarella). Los conflictos entre los estilos, condicionados por el conocimiento, el manejo y la interpretación de eso que llamamos “buen gusto” son evidentes en la arquitectura, la urbanización y la decoración, cuestión que he comentado detalladamente en mis conferencias: “Imagología del arte popular sacro en México. Un análisis de cinco grandes y extendidas religiones en este país: 1. La religión indígena, 2. El Catolicismo, 3. El Protestantismo, 4. La Santería, 5. Culto a la Santa Muerte. Los resultados sincréticos de las religiones en contacto en México”; “Conocer adecuadamente las sociedades y los grupos sociales para poder valorar sus culturas, sus ideologías y sus comportamientos lingüísticos y corporales”; “La comunicación religiosa. El significado del discurso verbal y del discurso no verbal en las religiones: palabras, significados, variantes dialectales, acentos, uso de la voz, regionalismos, pausas, signos de puntuación, signos ortográficos, espacios discursivos, arquitectura, imágenes o iconos, vestuarios y joyería, atrezos o utilería, sincretismo y asociaciones de ideas, lenguajes masculinos, lenguajes femeninos, lenguajes de líderes religiosos, lenguajes de creyentes”; “El dolce stil novo. Panorama histórico-literario de este movimiento poético que floreció en la Toscana, en Florencia, a fines del s. XIII”; “¿Bonito o feo?, ¿bonita o fea?; ¿atractivo o repulsivo?, ¿atractiva o repulsiva?; ¿sexy o no sexy? ¡Qué problemas...!”; “Reflexiones experenciales en torno a los alcances del tratamiento de la imagen en México a través de la Imagología y de la Imagen Pública”... Veamos un ejemplo clásico de traumatismo estilístico: La familia Esparza vivía en el Pedregal de San Ángel, un antiguo lecho volcánico, residuo de las excitaciones del Xitle, sobre cuyas oscuras y gruesas fundaciones el arquitecto Luis Barragán intentó crear un barrio residencial moderno a partir de estrictas reglas. La primera, que la piedra volcánica sirviese para construir las casas. Segundo, que éstas asumieran el ropaje monacal del estilo Barragán. Líneas rectas, sin adornos, muros limpios, sin más variante que los colores asociados, al evocar folklore, a México: azul, añil, rojo, guinda y amarillo solar. Techos planos. Ningún tinaco [es decir “tanque de agua”] a la vista como el resto de una ciudad caótica donde conviven tantos estilos que al cabo no hay estilo, como no sea la triunfante repetición de casas chaparras [es decir “pequeñas”], comercios de un piso, tlapalerías [es decir “ferretería”], reparación de autos, venta de neumáticos [es decir “gomas”, “llantas”], garajes, estacionamientos [es decir “parqueos”], misceláneas [es decir “ventorrillo” o “timbiriche” o “chiringuito”], dulcerías [es decir “tienda de caramelos”], cantinas y expendio de todas las necesidades cotidianas de esta extraña sociedad nuestra, siempre dominada desde arriba por muy pocos y siempre capaz de organizarse y vivir con independencia desde abajo, con muchos. He dicho lo anterior porque el orden de la pureza deseada por el arquitecto no duró lo que una bola de nieve en el infierno. Barragán había cerrado el Pedregal con casetas y rejas de admisión simbólicas, como para dictar un anatema citadino: Vade retro, Partagás, que aquí no entrarás. El desorden de la impureza en el nombre de la falsa libertad de los casahabientes y sus acomodaticios arquitectos –todos ellos sujetos de otra tiranía, la del mal gusto y la asimilación de lo peor a nombre de la autonomía del robot– acabó con el intento fugaz de darle por lo menos a un barrio residencial de la metrópoli [el Distrito Federal, en México] la unidad y belleza de un barrio de París, Londres o Roma. De tal suerte que en medio de la desnuda belleza el cuerpo del origen brotaron como chancros malignos las falsas residencias coloniales, bretonas, provenzales, escocesas y tudoras, amén del impensable rancho californiano y la inexistente “jacienda” tropical. Sin embargo, la familia Esparza no había traído al Pedregal la arquitectura de barrios anteriores. Se había conformado con la severidad del original diseño conventual. Al menos por fuera, Barragán triunfaba. Porque una vez que Jericó y yo entramos al hogar de nuestro nuevo amigo Errol Esparza, lo que encontramos fue un desorden barroco dentro de un caos neobarroco dentro de un amontonamiento postbarroco. Es decir: con un horror no bastaba en casa de Esparza. La desnudez de las paredes era una convocatoria impostergable a llenarlas con pinturas de calendario, con preponderancia de naturalezas muertas, cuadro tras cuadro, no sólo vecinos sino incestuosos, como si dejar un centímetro de muro vacío fuera prueba de tacañería inhóspita o rechazo grosero de una invitación. Los muebles, asimismo, se disputaban el premio de la falta de lugar. Los pesados sillones de mueblerías baratas pero diseñados para llenar grandes vacíos: seis garras de grifón, tres cojines de terciopelo con relieve para espalda, mesas con patas de dragón y espacios cubiertos por ceniceros sustraídos a hoteles y restaurantes varios, tapetes de intensión persa y de apariencia petatera, contrastaban con los salones de disposición versallesca, sillas Luis XV con respaldo de brocado y patas de venado, vitrinas con intocables souvenirs de visitas esparzianas a Versalles y gobelinos de reciente factura. Todo indicaba que el primer salón, con su gigantesca pantalla de TV, era donde los Esparza vivían y el salón “francés” donde, de tarde en tarde, recibían. –Acomódense –dijo sin dejo de ironía el buen Errol–. Ahora le aviso a mi mamá. Miramos el peludo tapete color púrpura cuya obvia intención era crecer como un césped interno y crepuscular cuando Errol reapareció conduciendo a una mujer sencilla, que anunciaba su sencillez desde el peinado pasado de moda –“permanente” creo que lo llamaban– hasta los zapatos de tacón bajo y hebilla negra, y pasando –ahora en ascenso– por las medias de popotillo, el vestido floreado de una pieza y el delantal corto, en el cual la señora fregaba sin vigor sus manos coloradas, como si las secara de un diluvio doméstico, hasta un rostro pálido y pintado a medias. Su cara era la tela en blanco de un artista indeciso entre terminarlas o dejarla, con alivio mal resignado, inconclusa. La señora nos miró con una mezcla de candidez y sospecha, sin dejar de secarse las manos como un Poncio Pilatos doméstico, y dijo con una voz apagada, Estrella Rosales de Esparza, para servir a ustedes... –Cuéntales, madre –dijo brutalmente Errol. –¿Qué cosa? –inquirió doña Estrellita sin fingir sorpresa. –¿Ricos? –dijo la señora con auténtica extrañeza. –Sí, madre –continuó el pelón–. A mis amigos les ha extrañado tanto lujo. ¿De dónde salió toda esa... chatarra? –Ay, hijo –la señora bajó la cabeza–. Tu padre ha sido siempre muy industrioso. –¿Qué te parece la fortuna de papá? –Me parece muy bien. –No, el origen... –Ay, hijo, cómo serás... –¿Cómo soy? –Desagradecido. Todo se lo debemos al esfuerzo de tu padre. –¿Esfuerzo? ¿Así se llama ahora el crimen? La madre lo miró con desafío. –¿Cuál crimen? ¿De qué hablas? –Ser ladrón. En vez de enojarse, doña Estrellita guardó una admirable compostura. Nos miró con paciencia a Jericó y a mí. –No les he dado la bienvenida. Mi hijo es un niño muy precipitado. Le dimos las gracias. Sonrió, miró al hijo. –Me insulta porque no soy Marlena Ditrich. ¡Qué culpa tengo! Él tampoco es Errol Flynn. Nos dio la espalda inclinando la cabeza y regresó al lugar misterioso de donde había salido [...] (Fuentes, 2008:37-41). Desde hace mucho tiempo ya los especialistas en el tratamiento de los estilos han intentado crear una tipología estilística. Estas tipologías se han creado en base a la razón, a la práctica, a los sentimientos, a la imaginación de las personas (Dámaso Alonso, 1950), y también los estilos y las nuevas tendencias estilísticas se han creado y se siguen creando a partir de las inmensas diferencias, abismales diferencias, que aparecen debido a la contraposición riqueza/pobreza, cada vez más marcada en el mundo moderno, a los ascensos o pasos de la pobreza económica a la riqueza económica –pero también puede darse el caso, como sucede en situaciones de guerras, persecuciones y diásporas, del paso de la riqueza económica a la pobreza económica–, por muy variadas “vías” y “métodos”, y de la pobreza cultural a la riqueza cultural, y también por la confusión estilística, el caos estilístico, la anarquía, la anomia –considerando principalmente aquí los sentidos psicológicos, sociológicos y paisológicos de este término–, etc. Otras veces, algunos investigadores han logrado clasificaciones estilísticas mucho más detalladas, como es la presentada por Henri Morier, que distingue ocho tipos fundamentales de estilo, correspondiente cada uno a cierta forma de carácter y temperamento: 1. Débil 2. Delicado. 3. Equilibrado. 4. Positivo. 5. Fuerte. 6. Híbrido. 7. Sutil. 8. Defectuoso. La subdivisión de cada uno de estos ocho estilos arroja finalmente un total de setenta subtipos estilísticos (Morier, 1959). En lo tocante a los idiomas, hay que señalar que las posturas que pueden adoptar los usuarios de las lenguas van desde lo más coloquial –popular, espontáneo, chistoso, vulgar, chabacano, naco– hasta lo más formal –lo cuidado, lo "fino"– y lo administrativo, lo jurídico, lo técnico o científico. El estilo depende del lugar –país, zona, región, institución– donde se produce el discurso; depende del nivel cultural del emisor –bajo, medio, alto– y del receptor de la información –bajo, medio, alto–. El estilo depende de la esfera en que se desarrolle el hablante; por ello encontramos estilos científicos y técnicos y, más concretamente, el estilo empleado en los medios de comunicación, en el periodismo, cuestión que veremos en otra conferencia. El empleo de uno u otro estilo indica la presencia de diferencias léxicas, semánticas, entonacionales –tono–, sintácticas y morfológicas. Acerca de la variedad de estilos empleados en la lengua se pueden consultar muchos materiales (Ullman, 1968; Lope Blanch, 1990). En relación con la imagen, la presencia, el comportamiento, de los seres humanos y las empresas, las instituciones, el estilo “Es el modo, la manera o la forma como una persona o una institución da a conocer su calidad particular o se señala individualmente. El estilo se conforma por el conjunto de elementos internos y externos que moldearán en el individuo su forma personal de comunicarse verbal y no verbalmente con los demás” (Gordoa, 2002). El estilo personal está relacionado con: 1. La personalidad. 2. Los gustos. 3. Las preferencias. 4. Las actividades profesionales. 5. Las actividades domésticas. 6. Las actividades sociales. 7. Los tipos físicos. Se ha planteado que existen tres estilos (Dimitrius y Mazzarella, 1999): 1. Estilo regional. 2. Estilo conservador o extravagante. 3. Estilo práctico o sofisticado. O siete estilos de hombres, mujeres o instituciones: 1. Estilo casual. 2. Estilo tradicional. 3. Estilo elegante. 4. Estilo romántico. 5. Estilo creativo. 6. Estilo seductor. 7. Estilo dramático. Los estilos personales se han analizado a partir de las áreas de trabajo. Así, por ejemplo, Judi James (2002), considera que es importante tomar en cuenta cuatro estilos de comportamiento, y refiere lo siguiente: Como regla general, recordemos que las personas simpatizan con las personas que se parecen a ellas. En los negocios esto es aún más cierto que en otros aspectos de la vida social, porque se dispone de muy poco tiempo para crear un vínculo. Por esa razón, siempre es útil tener una idea de los cuatro estilos de comportamiento. Cada uno de ellos se caracteriza por un lenguaje corporal que es sintomático, lo cual nos ayuda a mimetizarlo a través de nuestra propia gestualidad. Los tests psicométricos habituales difieren en cuanto a la terminología que aplican a los temperamentos. Aquí utilizo la mía: 1. Los excitables. 2. Los competidores. 3. Los planificadores. 4. Los cuidadores [...]"

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OL22661497M

First Sentence

"EN UN PRINCIPIO, EL LENGUAJE. ¿QUÉ ES LENGUAJE? Lenguaje es todo sistema de señales, de signos, de códigos, que se emplean para expresar algo, para dar a entender algo, para informar algo, para comunicar algo. ¿CUÁNTOS TIPOS DE LENGUAJES HAY? En principio existen dos grandes tipos de lenguajes: 1. Lenguaje verbal, que se expresa a través del idioma, de la lengua, del habla, del dialecto, de la escritura y de los gestos y 2. Lenguajes no verbales, que se refiere a todos los demás lenguajes existentes en la Humanidad, ya sean lenguajes animales o lenguajes no animales. LAS PERSONAS EMPLEAN HABITUALMENTE DOS TIPOS DE LENGUAJES: Lenguaje verbal. Lenguaje corporal. AQUÍ TRATAREMOS EL LENGUAJE VERBAL, ES DECIR UNO DE LOS LENGUAJES EMPLEADOS POR LOS SERES HUMANOS, EN SU RELACIÓN CON EL LENGUAJE CORPORAL, LO QUE HABITUALMENTE SE DENOMINA LENGUAJE VERBO-CORPORAL. NORMALMENTE LOS SERES HUMANOS EN SU COMUNICACIÓN EMPLEAN DE MANERA COMBINADA: EL LENGUAJE VERBAL. EL LENGUAJE CORPORAL. HABLAMOS Y GESTICULAMOS AL MISMO TIEMPO. GESTICULAMOS Y PENSAMOS CON PALABRAS, CON IDEAS. AL PENSAR CON PALABRAS, ESTAMOS EXPRESANDO LOS SIGNIFICADOS, LOS SENTIDOS, LOS SENTIMIENTOS, LAS ORACIONES. ¿CUÁNTOS MODELOS TIENE EL PROCESO DE COMUNICACIÓN VERBAL ENTRE LOS HUMANOS? Habitualmente se manejan dos grandes modelos para el proceso de la comunicación verbal entre los humanos. ¿POR QUÉ ES NECESARIO COMUNICARSE BIEN? ¿POR QUÉ LAS PERSONAS NORMALES, EDUCADAS, CIVILIZADAS, GLOBALIZADAS, CON ASPIRACIONES, CON UNA ADECUADA AUTOESTIMA, PREFIEREN COMUNICARSE CON PERSONAS CAPACITADAS EN LA COMUNICACIÓN, QUE SEPAN HABLAR BIEN, ESCRIBIR BIEN, GESTICULAR BIEN, QUE CONOZCAN LOS BUENOS PROTOCOLOS DE LA COMUNICACIÓN SOCIAL, DE LA COMUNICACIÓN EMPRESARIAL, DE LA COMUNICACIÓN ÍNTIMA, ES DECIR, PREFIEREN COMUNICARSE CON BUENOS ORADORES EN TODOS LOS SENTIDOS? PENSEMOS UN POCO AL RESPECTO [...] Cuando tratamos el tema del discurso, ya sea éste el "discurso hablado" o el "discurso escrito" o el "discurso corporal" o el "discurso verbo-corporal", siempre recordamos "el estilo" o "los estilos", cuestión que influye decididamente en las formas o maneras de discursar, de hablar, de gesticular, de vivir, de comportarse, de relacionarse, de representar el medio circundante [...] en cualquiera de las tres grandes esferas del desempeño del ser humano: 1. Esfera pública, 2. Esfera laboral o especializada y 3. Esfera íntima o familiar [...] Pero considerar el tema del estilo o de los estilos no es nada fácil [...] Los estilos son “los medios por los que se negocian y se expresan la identidad cultural y la posición social” (O’Sullivan y otros, 1995), en absolutamente todos los contextos en donde aparecen las conductas y las comunicaciones humanas, sean consideradas éstas –es decir las conductas y las comunicaciones– como positivas o negativas, como aceptadas o como rechazadas, como evidentes o como encubiertas, etc.: arquitectura; todas las ingenierías; pintura, escultura, música, bailes, cine, televisión, teatro, circos, carpas, Internet, comunicación humano-holograma o comunicación holográfica, etc.; medicina y tratamientos médicos, incluyendo aquí la cirugía estética y reconstructiva y los tratamientos corporales estéticos; los deportes, el culturismo o fisicoculturismo o musculación; las batallas, guerras o conflictos bélicos; religiones y liturgias; políticas y formas de gobernar, incluyendo aquí las formas de crear las leyes, de interpretar las leyes y las formas de hacer fraudes; formas de hacer negocios, actividades mercantiles y administración de empresas; la actividad delincuencial y la corrupción en general y sus formas y sus reflejos concretos al nivel criminal y al nivel victimal, el crimen organizado y las formas para diseñar y realizar sabotajes y atentados; protocolos y etiquetas, imagen física o decoración del cuerpo humano; el turismo, los tipos de turismo y las actividades recreativas, de esparcimiento y el empleo del tiempo libre; las formas de las relaciones entre potenciales parejas y sus actos afectivo-amoroso-sexuales; gastronomía o culinaria; manifestaciones culturales grupales como los carnavales, las verbenas, las corridas de toros, los palenques y guateques, las manifestaciones de protesta, etc.; variedad y usos de los lenguajes verbales, variedad y uso de los lenguajes no verbales o comunicación no verbal, etc. Los estilos se relacionan con las maneras de hacer y usar ciertas cosas, son parte integrante de las reglas, de los códigos y de las convenciones que organizan formas de interacción social, de comunicación y de identidad, que a su vez las cuestionan y expresan. Los estilos “en última instancia, aunque no hagan otra cosa, expresan la normalidad como oposición a la desviación” (Hebdige, 1979). Al nivel mundial y a través de la historia, toda la actividad pública, toda la actividad laboral o especializada y toda la actividad íntima han tenido y tienen sus estilos y sus matices estilísticos, sus subestilos. Las manifestaciones estilísticas de los seres humanos son muy variadas, y están relacionadas con el “buen gusto” y el “mal gusto”, que, como sabemos por nuestra experiencia de cada día, son conceptos relativos, debido a que cada cultura, cada grupo social y hasta cada individuo en particular, en la actualidad y a través de la historia, han tenido y tienen su propia definición del “buen gusto” y del “mal gusto”, en especial en situaciones de múltiples culturas en contacto, en situaciones de globalización, cualquiera que sea ésta. No podemos negar que en este sentido, concretamente en el mundo occidental (?), con frecuencia “las sorpresas” superan toda expectativa. Por otro lado, recordemos que hay que distinguir entre “preferencias e influencias culturas”, “mal gusto” y “dejadez” (Dimitrius y Mazzarella). Los conflictos entre los estilos, condicionados por el conocimiento, el manejo y la interpretación de eso que llamamos “buen gusto” son evidentes en la arquitectura, la urbanización y la decoración, cuestión que he comentado detalladamente en mis conferencias: “Imagología del arte popular sacro en México. Un análisis de cinco grandes y extendidas religiones en este país: 1. La religión indígena, 2. El Catolicismo, 3. El Protestantismo, 4. La Santería, 5. Culto a la Santa Muerte. Los resultados sincréticos de las religiones en contacto en México”; “Conocer adecuadamente las sociedades y los grupos sociales para poder valorar sus culturas, sus ideologías y sus comportamientos lingüísticos y corporales”; “La comunicación religiosa. El significado del discurso verbal y del discurso no verbal en las religiones: palabras, significados, variantes dialectales, acentos, uso de la voz, regionalismos, pausas, signos de puntuación, signos ortográficos, espacios discursivos, arquitectura, imágenes o iconos, vestuarios y joyería, atrezos o utilería, sincretismo y asociaciones de ideas, lenguajes masculinos, lenguajes femeninos, lenguajes de líderes religiosos, lenguajes de creyentes”; “El dolce stil novo. Panorama histórico-literario de este movimiento poético que floreció en la Toscana, en Florencia, a fines del s. XIII”; “¿Bonito o feo?, ¿bonita o fea?; ¿atractivo o repulsivo?, ¿atractiva o repulsiva?; ¿sexy o no sexy? ¡Qué problemas...!”; “Reflexiones experenciales en torno a los alcances del tratamiento de la imagen en México a través de la Imagología y de la Imagen Pública”... Veamos un ejemplo clásico de traumatismo estilístico: La familia Esparza vivía en el Pedregal de San Ángel, un antiguo lecho volcánico, residuo de las excitaciones del Xitle, sobre cuyas oscuras y gruesas fundaciones el arquitecto Luis Barragán intentó crear un barrio residencial moderno a partir de estrictas reglas. La primera, que la piedra volcánica sirviese para construir las casas. Segundo, que éstas asumieran el ropaje monacal del estilo Barragán. Líneas rectas, sin adornos, muros limpios, sin más variante que los colores asociados, al evocar folklore, a México: azul, añil, rojo, guinda y amarillo solar. Techos planos. Ningún tinaco [es decir “tanque de agua”] a la vista como el resto de una ciudad caótica donde conviven tantos estilos que al cabo no hay estilo, como no sea la triunfante repetición de casas chaparras [es decir “pequeñas”], comercios de un piso, tlapalerías [es decir “ferretería”], reparación de autos, venta de neumáticos [es decir “gomas”, “llantas”], garajes, estacionamientos [es decir “parqueos”], misceláneas [es decir “ventorrillo” o “timbiriche” o “chiringuito”], dulcerías [es decir “tienda de caramelos”], cantinas y expendio de todas las necesidades cotidianas de esta extraña sociedad nuestra, siempre dominada desde arriba por muy pocos y siempre capaz de organizarse y vivir con independencia desde abajo, con muchos. He dicho lo anterior porque el orden de la pureza deseada por el arquitecto no duró lo que una bola de nieve en el infierno. Barragán había cerrado el Pedregal con casetas y rejas de admisión simbólicas, como para dictar un anatema citadino: Vade retro, Partagás, que aquí no entrarás. El desorden de la impureza en el nombre de la falsa libertad de los casahabientes y sus acomodaticios arquitectos –todos ellos sujetos de otra tiranía, la del mal gusto y la asimilación de lo peor a nombre de la autonomía del robot– acabó con el intento fugaz de darle por lo menos a un barrio residencial de la metrópoli [el Distrito Federal, en México] la unidad y belleza de un barrio de París, Londres o Roma. De tal suerte que en medio de la desnuda belleza el cuerpo del origen brotaron como chancros malignos las falsas residencias coloniales, bretonas, provenzales, escocesas y tudoras, amén del impensable rancho californiano y la inexistente “jacienda” tropical. Sin embargo, la familia Esparza no había traído al Pedregal la arquitectura de barrios anteriores. Se había conformado con la severidad del original diseño conventual. Al menos por fuera, Barragán triunfaba. Porque una vez que Jericó y yo entramos al hogar de nuestro nuevo amigo Errol Esparza, lo que encontramos fue un desorden barroco dentro de un caos neobarroco dentro de un amontonamiento postbarroco. Es decir: con un horror no bastaba en casa de Esparza. La desnudez de las paredes era una convocatoria impostergable a llenarlas con pinturas de calendario, con preponderancia de naturalezas muertas, cuadro tras cuadro, no sólo vecinos sino incestuosos, como si dejar un centímetro de muro vacío fuera prueba de tacañería inhóspita o rechazo grosero de una invitación. Los muebles, asimismo, se disputaban el premio de la falta de lugar. Los pesados sillones de mueblerías baratas pero diseñados para llenar grandes vacíos: seis garras de grifón, tres cojines de terciopelo con relieve para espalda, mesas con patas de dragón y espacios cubiertos por ceniceros sustraídos a hoteles y restaurantes varios, tapetes de intensión persa y de apariencia petatera, contrastaban con los salones de disposición versallesca, sillas Luis XV con respaldo de brocado y patas de venado, vitrinas con intocables souvenirs de visitas esparzianas a Versalles y gobelinos de reciente factura. Todo indicaba que el primer salón, con su gigantesca pantalla de TV, era donde los Esparza vivían y el salón “francés” donde, de tarde en tarde, recibían. –Acomódense –dijo sin dejo de ironía el buen Errol–. Ahora le aviso a mi mamá. Miramos el peludo tapete color púrpura cuya obvia intención era crecer como un césped interno y crepuscular cuando Errol reapareció conduciendo a una mujer sencilla, que anunciaba su sencillez desde el peinado pasado de moda –“permanente” creo que lo llamaban– hasta los zapatos de tacón bajo y hebilla negra, y pasando –ahora en ascenso– por las medias de popotillo, el vestido floreado de una pieza y el delantal corto, en el cual la señora fregaba sin vigor sus manos coloradas, como si las secara de un diluvio doméstico, hasta un rostro pálido y pintado a medias. Su cara era la tela en blanco de un artista indeciso entre terminarlas o dejarla, con alivio mal resignado, inconclusa. La señora nos miró con una mezcla de candidez y sospecha, sin dejar de secarse las manos como un Poncio Pilatos doméstico, y dijo con una voz apagada, Estrella Rosales de Esparza, para servir a ustedes... –Cuéntales, madre –dijo brutalmente Errol. –¿Qué cosa? –inquirió doña Estrellita sin fingir sorpresa. –¿Ricos? –dijo la señora con auténtica extrañeza. –Sí, madre –continuó el pelón–. A mis amigos les ha extrañado tanto lujo. ¿De dónde salió toda esa... chatarra? –Ay, hijo –la señora bajó la cabeza–. Tu padre ha sido siempre muy industrioso. –¿Qué te parece la fortuna de papá? –Me parece muy bien. –No, el origen... –Ay, hijo, cómo serás... –¿Cómo soy? –Desagradecido. Todo se lo debemos al esfuerzo de tu padre. –¿Esfuerzo? ¿Así se llama ahora el crimen? La madre lo miró con desafío. –¿Cuál crimen? ¿De qué hablas? –Ser ladrón. En vez de enojarse, doña Estrellita guardó una admirable compostura. Nos miró con paciencia a Jericó y a mí. –No les he dado la bienvenida. Mi hijo es un niño muy precipitado. Le dimos las gracias. Sonrió, miró al hijo. –Me insulta porque no soy Marlena Ditrich. ¡Qué culpa tengo! Él tampoco es Errol Flynn. Nos dio la espalda inclinando la cabeza y regresó al lugar misterioso de donde había salido [...] (Fuentes, 2008:37-41). Desde hace mucho tiempo ya los especialistas en el tratamiento de los estilos han intentado crear una tipología estilística. Estas tipologías se han creado en base a la razón, a la práctica, a los sentimientos, a la imaginación de las personas (Dámaso Alonso, 1950), y también los estilos y las nuevas tendencias estilísticas se han creado y se siguen creando a partir de las inmensas diferencias, abismales diferencias, que aparecen debido a la contraposición riqueza/pobreza, cada vez más marcada en el mundo moderno, a los ascensos o pasos de la pobreza económica a la riqueza económica –pero también puede darse el caso, como sucede en situaciones de guerras, persecuciones y diásporas, del paso de la riqueza económica a la pobreza económica–, por muy variadas “vías” y “métodos”, y de la pobreza cultural a la riqueza cultural, y también por la confusión estilística, el caos estilístico, la anarquía, la anomia –considerando principalmente aquí los sentidos psicológicos, sociológicos y paisológicos de este término–, etc. Otras veces, algunos investigadores han logrado clasificaciones estilísticas mucho más detalladas, como es la presentada por Henri Morier, que distingue ocho tipos fundamentales de estilo, correspondiente cada uno a cierta forma de carácter y temperamento: 1. Débil 2. Delicado. 3. Equilibrado. 4. Positivo. 5. Fuerte. 6. Híbrido. 7. Sutil. 8. Defectuoso. La subdivisión de cada uno de estos ocho estilos arroja finalmente un total de setenta subtipos estilísticos (Morier, 1959). En lo tocante a los idiomas, hay que señalar que las posturas que pueden adoptar los usuarios de las lenguas van desde lo más coloquial –popular, espontáneo, chistoso, vulgar, chabacano, naco– hasta lo más formal –lo cuidado, lo "fino"– y lo administrativo, lo jurídico, lo técnico o científico. El estilo depende del lugar –país, zona, región, institución– donde se produce el discurso; depende del nivel cultural del emisor –bajo, medio, alto– y del receptor de la información –bajo, medio, alto–. El estilo depende de la esfera en que se desarrolle el hablante; por ello encontramos estilos científicos y técnicos y, más concretamente, el estilo empleado en los medios de comunicación, en el periodismo, cuestión que veremos en otra conferencia. El empleo de uno u otro estilo indica la presencia de diferencias léxicas, semánticas, entonacionales –tono–, sintácticas y morfológicas. Acerca de la variedad de estilos empleados en la lengua se pueden consultar muchos materiales (Ullman, 1968; Lope Blanch, 1990). En relación con la imagen, la presencia, el comportamiento, de los seres humanos y las empresas, las instituciones, el estilo “Es el modo, la manera o la forma como una persona o una institución da a conocer su calidad particular o se señala individualmente. El estilo se conforma por el conjunto de elementos internos y externos que moldearán en el individuo su forma personal de comunicarse verbal y no verbalmente con los demás” (Gordoa, 2002). El estilo personal está relacionado con: 1. La personalidad. 2. Los gustos. 3. Las preferencias. 4. Las actividades profesionales. 5. Las actividades domésticas. 6. Las actividades sociales. 7. Los tipos físicos. Se ha planteado que existen tres estilos (Dimitrius y Mazzarella, 1999): 1. Estilo regional. 2. Estilo conservador o extravagante. 3. Estilo práctico o sofisticado. O siete estilos de hombres, mujeres o instituciones: 1. Estilo casual. 2. Estilo tradicional. 3. Estilo elegante. 4. Estilo romántico. 5. Estilo creativo. 6. Estilo seductor. 7. Estilo dramático. Los estilos personales se han analizado a partir de las áreas de trabajo. Así, por ejemplo, Judi James (2002), considera que es importante tomar en cuenta cuatro estilos de comportamiento, y refiere lo siguiente: Como regla general, recordemos que las personas simpatizan con las personas que se parecen a ellas. En los negocios esto es aún más cierto que en otros aspectos de la vida social, porque se dispone de muy poco tiempo para crear un vínculo. Por esa razón, siempre es útil tener una idea de los cuatro estilos de comportamiento. Cada uno de ellos se caracteriza por un lenguaje corporal que es sintomático, lo cual nos ayuda a mimetizarlo a través de nuestra propia gestualidad. Los tests psicométricos habituales difieren en cuanto a la terminología que aplican a los temperamentos. Aquí utilizo la mía: 1. Los excitables. 2. Los competidores. 3. Los planificadores. 4. Los cuidadores [...]"

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